Emasculación cristiana

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Eusebio afirma en su Historia de la Iglesia que, cuando era joven, Orígenes fue emasculado, como lo representa esta imagen del siglo XV de Orígenes castrándose a sí mismo.

La emasculación cristiana fue una práctica común de los primeros cristianos que consistía en la amputación del órgano sexual masculino. Dicha práctica fue vista como un método para asegurar un lugar en el Paraíso, al conseguir huir de los "vicios de la carne" y específicamente del "pecado de la lujuria". La auto-emasculación era entendida por los cristianos como un acto de "máxima piedad", así como una demostración práctica de su alejamiento de lo "mundano y terrenal". El cuerpo era despreciado como una fuente de vicios, y fue visto como un mero "cascarón" que contenía la "única y verdadera cosa inmortal del hombre", su alma. Pero al mismo tiempo el cuerpo ataba al alma al mundo y constantemente la forzaba a lidiar con "tentaciones", como por ejemplo, el cuerpo femenino.

Historia

La amputación parcial o completa de los órganos sexuales externos es una práctica antigua que no se limita al judaísmo o al islam. Entre los siglos II y V a. C. (la Edad Oscura) el deseo obsesivo de huir del pecado y la tentación llevó a varios hombres de fe, a la auto-castración.

Una de las figuras más influyentes del cristianismo, y quizás el ejemplo más famoso fue el teólogo Orígenes, un antiguo padre de la iglesia cristiana que, según Eusebio, se castró siguiendo el texto de Mateo 19:10-12:

Le dijeron sus discípulos: "Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse". Entonces él les dijo: "No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.
—Mateo, 19:10-12

Aunque actualmente el dogma cristiano se opone oficialmente a las mutilaciones sexuales como la castración (no así a la circuncisión o amputación del prepucio), una variedad de sectas religiosas cristianas han surgido a través de las edades cuyos miembros han imitado el acto de automutilación realizado por Orígenes. Practicaron la mutilación sexual, incluida la amputación parcial o completa de los testículos y el pene. La motivación subyacente para la castración fue que la sexualidad condujo a la condenación. La circuncisión puede seguir un razonamiento similar.

El hecho de que haya 72 eunucos en la lista de santos cristianos indica el lugar especial que la castración había ganado en el cristianismo tradicional. El apologista cristiano Justino Mártir y (hacia 114-168 dC), describió en un escrito el caso de un joven cristiano de Alejandría, que solicitó permiso al gobernador romano para ser castrado, una solicitud que fue denegada, ya que la castración había sido prohibida por la ley romana, pero con la que, según Justino, el joven intentó demostrar públicamente su elevada moral cristiana.

La castración pronto se convertiría en una práctica generalizada en el cristianismo antiguo. A principios del siglo III, incluso hubo algunos defensores de la autocastración en este contexto, como un hombre llamado "Sexto", autor de un libro moralista, donde defendió la castración como un medio óptimo para alcanzar la perfección cristiana. Aquellos partidarios de la castración lo vieron como una prueba indiscutible de la predisposición espiritual de los castrados a la "santidad" y a la casta y "vida pura".

Muchos monjes, que inevitablemente debían seguir una vida distanciada del "mundo", estarían entre los defensores de la mutilación genital. Llama la atención el caso de los valesianos, mencionados en el famoso tratado Panarion (378 dC), (escrito contra las herejías de Epifanio de Salamina), un oscuro grupo de monjes de Transjordania cuya hermética comunidad de autocastración se entendía como el único medio válido para ascender al Cielo, y por lo tanto como absolutamente obligatorio de acuerdo con la idea cristiana de que "cuanto más sufre el cuerpo, más feliz es el alma". Incluso en su exagerada obsesión por la "salvación del pecado", no solo para ellos, sino también para otros mortales, castraron por la fuerza a unos pocos desafortunados que se acercaron, incautos, a sus monasterios.

La castración cristiana se expandió rápidamente durante el Imperio bizantino. Incluso en Italia, hasta finales del siglo XVIII, cada año se emasculaban alrededor de cuatro mil muchachos, con la bendición del Papa, para abastecer a los coros de Europa con castratos. Hoy en día, en algunas aldeas sicilianas, hasta es posible encontrar tiendas de antigüedades que venden letreros viejos que dicen: "Niños castrados aquí por un precio modesto".

A pesar de esta tendencia cristiana aparentemente universal hacia la castración, no hay otro país cristiano donde la castración estuviera más extendida que Rusia. Durante el siglo XVIII, un profundo movimiento místico barrió el Imperio ruso con André Ivanov, un miembro rebelde de la secta de los flagelantes, que en 1757 reaccionó contra el libertinaje percibido de los Klysty, y fundó la secta de los Skoptzy o 'Castrados'. Lanzó la nueva secta castrándose a sí mismo y luego a trece de sus discípulos. Esta secta continúa esta práctica hasta nuestros días. Buscando prosélitos entre campesinos desprevenidos, los líderes de esta secta prometieron a los conversos que la redención seguiría a la mutilación.

Bibliografía

  • George C. Denniston & Marilyn Fayre Milos, Sexual Mutilations: A Human Tragedy.

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