Asimilacionismo

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El asimilacionismo o integracionismo es una ideología y práctica política de gestión inmigratoria que, tras la inmigración masiva, propugna y pretende la integración forzosa de las masas inmigrantes, generalmente inasimilables, en la cultura e instituciones de la nación receptora[1]. Hoy supone un primer intento de conciliar las necesidades inmigratorias del capital internacionalista con el mantenimiento de algún tipo de orden social tras la irrupción de las masas inmigrantes, orden social necesario para la buena marcha de la economía pero también para evitar reacciones contrarias a la inmigración por parte de la población autóctona. Aparece por vez primera en Estados Unidos, bajo la denominación de anglo-conformity, expresión que hace referencia inequívoca a la pretensión de que la totalidad de los grupos étnicos existentes en aquél país adoptara la cultura específica anglosajona mayoritaria y propia de los grupos sociales con más poder. En origen, esta pretensión iba dirigida sobre todo a la población blanca, y trataba de convertir a irlandeses, italianos, polacos… en anglosajones culturalmente hablando.

Es un intento destinado al fracaso por cuanto parte de la base de la negación de la importancia política del hecho racial y la disociación absoluta entre biología y cultura. Así, es interesante la sentencia de Stefano Vaj: “la realidad nos dice que el asimilacionismo solo puede funcionar al límite únicamente con minorías demográficamente insignificantes y étnicamente próximas. Pero en el resto de los casos no es sino una vía acelerada hacia el mestizaje cultural, también para los "asimiladores", y a la perdida brutal de la identidad de los inmigrados, de sus pertenencias y reglas comunitarias y, necesariamente, hacia una militarización creciente de la sociedad, ya que la integración forzada, cuando no es causa de una definitiva destrucción de la identidad de los ingredientes (de los alógenos y de los autóctonos), solamente puede ser mantenida por medio de una presión constante, sustancialmente policíaca”[2].

Introducción

El escenario discursivo sociopolítico actual de Europa está dominado por discursos que parten o de la ideología del marxismo (tanto marxismo económico como marxismo cultural), o de la del liberalismo (hoy conocida como neoliberalismo), ideologías y discursos que se polarizan y crean una suerte de duopolio ideológico y discursivo. Existen otros discursos, pero son marginales y/o satélites de alguno de los dos anteriores. El discurso sociopolítico está controlado, por tanto, por ideologías firmemente partidarias del acontecimiento fundamental de la globalización y, no menos firmemente, detractoras de toda realidad orgánica, tales como la familia o la nación. Es bastante coherente con esto el hecho, sobradamente comprobado, de que estos discursos e ideologías, con independencia de su origen, sean hoy promocionados por la hiperclase mundialista (grandes capitalistas financieros, grandes propietarios y gestores de multinacionales, traficantes de la Bolsa), hostiles, por definición, a las realidades orgánicas mencionadas pero también al estado, percibidos todos ellos, acertadamente, como obstáculos en su optimización de beneficios y en la toma del poder social y político mundial por parte de esta clase que, mediante la globalización, ya casi lo ha tomado en lo económico.

Una forma fundamental de combatir ese monopolio discursivo de facto es trabajar el aspecto léxico del discurso. Esto consiste en crear y utilizar nuevas palabras y expresiones, en función de nuestras necesidades, con las que haremos referencia a las nuevas realidades que nos interesa analizar, discutir, conservar, promocionar o, más frecuentemente, combatir. Es importante destacar que si a esas realidades no les ponemos nombre, y si no popularizamos estos nombres, en el discurso público y privado, sin complejos, será como si discursivamente esas realidades no existieran y así no podremos promocionarlas o combatirlas en el discurso, que es casi tanto como decir en la política. Otra manera de combatir el mencionado monopolio discursivo es el análisis, también en función de nuestras necesidades, de conceptos y expresiones ya elaborados. Una de estos conceptos es el asimilacionismo.

Asimilacionismo de derecha y asimilacionismo de izquierda

Esta ideología tienes dos variantes, coincidentes en lo esencial. Existe un asimilacionismo de derecha, más exigente en los umbrales integratorios exigidos (grado de integración que se le pide al inmigrante), y un asimilacionismo de izquierda, más laxo en estos umbrales y cuya propia existencia anuncia el paso al segundo intento conciliatorio, el multiculturalismo.

La asimilación de los “demasiado” distintos y demasiado abundantes fracasa, como no puede ser de otra manera pues, cruzado cierto umbral, aparece con toda su fuerza la irreductibilidad de las razas y culturas. En las aulas, los niños, espontáneamente y frente a todo tipo de medidas explícitas u ocultas del sistema escolar, se agrupan por etnias. Los barrios donde en un inicio existe una moderada mayor presencia inmigrante, se despueblan de autóctonos. Los locales de ocio se racializan. Los conflictos inter-raciales se incrementan al mismo ritmo que la censura mediática de todos estos conflictos y realidades en su intento, vano para los protagonistas, de ocultarlos.

Actitud del euronacionalista frente al asimilacionismo

Un euronacionalista ha de rechazar con todas sus fuerzas semejante ideología. La integración del inmigrante es un elemento subjetivo que en nada cambia lo objetivo: la metamorfosis racial de la nación receptora por la presencia de este inmigrante. Antes al contrario, la integración del inmigrante acelera el mestizaje racial.

Referencias

  1. Asimilacionismo
  2. "Por la autodefensa étnica integral", L´Uomo Libero, núm.51, mayo de 2001

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