Jean-Baptiste Say

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Jean-Baptiste Say

Jean-Baptiste Say (Lyon, 5 de enero de 1767 – París, 15 de noviembre de 1832), fue un economista y empresario textil francés. Es uno de los principales exponentes de la Escuela Clásica​ de economistas. Admirador de la obra de Adam Smith, e influenciado por otros economistas franceses como Turgot, Say ganó reconocimiento en toda Europa con su Tratado de Economía Política, cuya primera edición data de 1803. Es autor de la conocida como Ley de los mercados o Ley de Say.

Ley de los mercados

La Ley de Say es un principio económico que establece que la producción de bienes (oferta) crea su propia demanda. Su esencia es que, antes de poder demandar bienes hay que haber producido otros bienes para intercambiarlos por los bienes deseados (lo que implica una relación causa-efecto de la oferta hacia la demanda), y su corolario es que no pueden existir períodos prolongados de sobreproducción y subconsumo si el mercado no sufre interferencias.

Un producto siempre se compra finalmente con otro, incluso cuando en primera instancia se paga con dinero[1].
—Jean-Baptiste Say

Las contracciones de la actividad productiva se deberán entonces, o bien a perturbaciones como las malas cosechas o las guerras, o a medidas de los gobiernos que influyan negativamente en la actividad económica, como subidas en los aranceles.

Thomas Malthus y Sismondi, luego reivindicados por Keynes, rechazaron la ley argumentando la posibilidad de atesoramiento, que podría conducir al subconsumo. Say y otros clásicos respondieron aseverando que el atesoramiento era un fenómeno que tiene poca importancia.

Impuestos

Mas impuestos no necesariamente significan mas recaudación:

Un obrero quería trabajar duro, me dijeron, y pretendía seguir trabajando de noche utilizando velas. Había calculado que, durante su vigilia, quemó una vela de 4 peniques, ganando 8 peniques por su trabajo. Un impuesto sobre sebos y otro en la fabricación de velas, aumentó en 5 peniques el costo de su vela, que se convirtió por lo tanto en más cara que el valor del producto que pretendía iluminar. A partir de entonces, tan pronto como caía la noche, el obrero se mantuvo inactivo; renunciando a los 4 peniques que podría obtener de su trabajo, y con el servicio de impuestos sin percibir nada de esta producción perdida. Esta pérdida además se debe multiplicar por el número de los obreros en una ciudad y por el número de los días del año.
—Jean-Baptiste Say, A Treatise on Political Economy, 1803

Referencias

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