Juan José Domínguez Muñoz

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Juan José Domínguez Muñoz (Sevilla, España, 1916 - Bilbao, España, 1942) fue un militante españolista que formó parte de la Falange Española desde sus inicios. Murió fusilado por órdenes de Francisco Franco, luego de que fuese acusado de haber intentado asesinar a José Enrique Varela.

Biografía

Militancia falangista

Domínguez Muñoz se involucró muy tempranamente en política, siendo miembro de la Juventud Tradicionalista de Sevilla, ya que provenía de una familia de simpatías carlistas.

En agosto de 1932 participó en su Sevilla natal de La Sanjurjada, un fallido intento por iniciar una rebelión cívico-militar contra la Segunda República Española. Evitó la prisión gracias a que el Conde de la Jarosa lo ayudó a escabullirse hasta Córdoba. De allí se desplazó en bicicleta hasta Madrid para ocultarse entre la multitud de la metrópoli.

Estando en la capital española asistió a una conferencia de José Antonio Primo de Rivera y, desde ese momento, lo tomó como un modelo a emular.

Domínguez Muñoz fue uno de los primeros militantes del Movimiento Español Sindicalista y participó meses después del acto de creación de la Falange Española. Retornó a Andalucía donde se convirtió en uno de los lugartenientes de Sancho Dávila y Fernández de Celis, colaborando intensamente en la organización de FE en el sur de España mientras se formaba como abogado en la Universidad de Sevilla.

El 30 de abril de 1935 visitó el pueblo de Aznalcóllar con el propósito de vender el diario Arriba y afiliar a nuevos miembros a FE. El día anterior el falangista Adrián Irusta había sido apuñalado por intentar hacer lo mismo en esa localidad. Mientras los nacionalistas realizaban su campaña proselitista, una pandilla de izquierdistas -la misma que había atacado a Irusta- apareció para confrontarlos. La discusión escaló en violencia rápidamente, y terminó desencadenando un tiroteo entre ambos grupos, el cual terminó con 5 heridos y 2 muertos (uno del grupo de patriotas: el mártir Manuel García Míguez). En medio del episodio, Domínguez Muñoz y su amigo Narciso Perales retiraron la bandera republicana que flameaba sobre un mástil en la sede del Ayuntamiento de Aznalcóllar con el fin de utilizarla para hacerle un torniquete a un herido, lo que algunos interpretaron como que miembros de la FE estaban intentando derrocar al gobierno local.

El falangista fue sometido a un proceso judicial junto a sus compañeros, siendo defendido por José Antonio. Finalmente terminó absuelto.

Participación en la Cruzada de Liberación Nacional

En agosto de 1936 pudo arribar a la zona nacional, incorporándose como voluntario a la 13° Centuria de FE en Sevilla. Con esa unidad combatió en el frente de Madrid. En febrero de 1937 fue enviado a la Academia de Infantería de Palencia, siendo al mes siguiente ascendido al rango de Alférez e incorporado al Tercer Batallón del Regimiento de Infantería N° 38 "Tenerife". Combatió en el frente de Brunete, siendo derrotado y encarcelado en Valencia.

En julio de 1938, mientras permanecía cautivo en el campo de concentración de Gandía, gritó a viva voz "¡Arriba España!" y "¡Viva Franco!" mientras un grupo de periodistas extranjeros visitaba el sitio. En consecuencia, luego de recibir una severa golpiza, fue enviado como castigo al campo de trabajos forzados de Tarancón, donde lo obligaron a participar de la construcción de las vías para el ferrocarril. Sin embargo, dos semanas después de haber arribado a su nuevo destino, consiguió evadirse y ponerse en marcha hacia la zona nacional.

Domínguez Muñoz no llegó a su destino, ya que fue detectado y capturado por una patrulla militar republicana. Como llevaba consigo los papeles identificatorios de un miliciano republicano muerto por el que se hacía pasar, fue enviado a la prisión militar de San Antón siendo considerado un desertor. Allí miembros de la quinta columna lo asistieron eliminando los reportes en su contra, por lo que no se lo sometió a juicio. Finalmente se lo derivó a un batallón disciplinario en Madrid, de donde escapó para incorporarse a la quinta columna de la ciudad.

Junto a Ricardo Arozarena Girón, en enero de 1939 consiguió dejar Madrid e ingresar a zona nacional. Terminó incorporado a la 4° Bandera de la Legión Española, con la que combatió hasta el final de la guerra.

Agente del Servicio de Información

Concluido el conflicto bélico que había dividido a España, Domínguez Muñoz se casó y tuvo una hija. Al mismo tiempo comenzó a ejercer la abogacía de manera independiente, se desempeñó como Inspector Nacional de Deportes del Sindicato Español Universitario y actuó como miembro del Servicio de Información.

Apoyado por el gobierno alemán, participó de una serie de operaciones en la bahía de Algeciras tendiente a recabar información sobre el movimiento de barcos británicos en la zona de Gibraltar y a ejecutar actos de sabotaje contra esas embarcaciones.

Debido a sus fluidos contactos con el régimen nacionalsocialista, se sospecha que Domínguez Muñoz tenía asignado un rol en la Operación Ilona, un plan de los alemanes para invadir España si Franco rompía con la neutralidad o si el gobierno se volvía hostil hacia Hitler.

Atentado de Begoña

Domínguez Muñoz se encontraba en Bilbao el 16 de agosto de 1942, con la misión de recibir a unos combatientes de la División Azul que habían sido repatriados luego de combatir a los soviéticos. Al enterarse de que en la Basílica de Nuestra Señora de Begoña se realizaría una misa para conmemorar a los caídos en la lucha contra el comunismo, el falangista decidió asistir al evento acompañado de otros compañeros suyos. Sobre el final de la ceremonia religiosa, un grupo de carlistas gritó "¡Viva el Rey¡", "¡Abajo el socialismo!" y "¡Abajo la Falange!" Al escuchar ello, tres falangistas -Eugenio Moretón, Eduardo Berastegui y Hernando Calleja García- contestaron con las frases de "¡Arriba la Falange!" y "¡Arriba España!". Ello desató una trifulca, en la que los falangistas se llevaron la peor parte por verse ampliamente superados en número.

Para rescatar a sus camaradas, Domínguez Muñoz extrajo una granada de la mochila de uno de los divisionarios repatriados -que la había conservado como recuerdo de sus días en el frente- y la arrojó al costado de la multitud, con la intención de generar una distracción y así darles tiempo a los atacados para escapar. Esa acción produjo 70 heridos, la mayoría de ellos militantes carlistas -tres de los cuales, Francisco Martínez Priegue, Roberto Mota Aranaga y Juan Ortuzar Arriaga, fallecerían días más tarde a causa de las lesiones padecidas. Como entre las víctimas se encontraba el General José Enrique Varela, éste, escandalizado por la situación, interpretó que semejante acontecimiento no había sido casual sino que se trataba de un intento de asesinato en su contra.

En consecuencia todos los falangistas presentes fueron llevados a juicio. Allí, ante la insistencia de Varela, se condenó a muerte a Domínguez Muñoz y a Calleja García (a Domínguez Muñoz, de hecho, se lo acusó de ser un doble agente al servicio de los alemanes y los estadounidenses, cosa que fue desmetida por Ramón Serrano Suñer).

Militares, sacerdotes y funcionarios estatales le solicitaron a Francisco Franco la conmutación de la pena de muerte de los condenados por una pena menor, pero el mandatario sólo accedió a perdonarle la vida a Calleja García, que luego de la guerra había quedado mutilado. Incluso la Embajada de Alemania en España envió una condecoración al condenado para dar a entender que desde Berlín también querían verlo indultado, pero Franco se mantuvo inmutable en su decisión.

Aunque se creó un plan para ayudar a escapar a Domínguez Muñoz, finalmente el mismo no pudo ser llevado a cabo.

El viejo militante falangista fue fusilado por un pelotón de la Guardia Civil el 1 de septiembre de 1942. Murió con apenas 26 años de edad, vistiendo su camisa azul y entonando las estrofas del Cara al Sol.

Todo el episodio le sirvió posteriormente al régimen franquista para reducir la influencia de falangistas y carlistas en el gobierno.

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