Luis María de Llauder

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Luís María Antonio Carlos Ramón Miguel de Llauder y de Dalmases (8 de mayo de 1837, Madrid, España - 10 de junio de 1902, Barcelona, España) fue un periodista, publicista y político español. Militó en el carlismo y contribuyó a desarrollar a la prensa católica de Cataluña.

Juventud

Llauder pertenecía a una familia catalana adinerada, propietaria de la famosa mansión Torre Llauder de Mataró. Su padre fue Ramón Llauder y Freixes, un abogado católico.

En 1858 completó su Licenciatura en Derecho en la Universidad de Barcelona, aunque casi no ejercería la abogacía, dedicándose en su lugar a la administración de los negocios familiares. Al igual que sus padres, colaboró generosamente con la sociedad de beneficencia Caridad Cristiana.

Adhesión al carlismo

Preocupado por evangelizar y catequizar al pueblo español, a mediados de la década de 1860 se convirtió en articulista de publicaciones como La Sociedad Católica, El Amigo del Pueblo y El Criterio Católico.

La maniobra de los liberales que acabó con el reinado de Isabel II lo sobresaltó, por lo que se sintió forzado a ingresar a la arena política. Su folleto El desenlace de la Revolución Española de 1869 señalaba que sólo el tradicionalismo podía detener la decadencia espiritual a la que se había precipitado la sociedad de su país, pues auguraba que muchas calamidades se avecinarían como resultado de la creciente tendencia de ignorar deliberadamente a Dios para colocar en su lugar al hombre. El impacto que logró el texto en la opinión pública catalana lo posicionó como un referente de las fuerzas opositoras al nuevo régimen. En consecuencia fue reclutado por la Asociación Católico-Monárquica que lo postuló como diputado a las Cortes Constituyentes por el distrito de Vich en una elección suplementaria de 1870 en las que Llauder salió triunfador. Al año siguiente retuvo su banca parlamentaria pero representando a Berga. En las elecciones de abril de 1872 volvió a hacer su campaña en Berga, sin embargo, en un comicio sospechado de fraude, terminó derrotado.

Con dinero de su propio bolsillo creó el periódico La Convicción en 1870, el cual circuló hasta 1873. A través de esa publicación Llauder hizo campaña para que el carlismo se aliase a los otros grupos parlamentarios opositores y acabase así con la hegemonía que poseía la coalición de liberales y progresistas que gobernaba. A muchos carlistas les incomodó esa exhortación, pues, a diferencia de Llauder, creían que entrar en el juego de las intrigas políticas era una pérdida de tiempo y preferían recurrir a las armas para alcanzar el poder.

El periodista, fuertemente comprometido con el carlismo, llegó a presidir el Ateneo Católico-Monárquico que había creado Domingo de Miquel para promover a la Santa Causa.

Actuación en la Tercera Guerra Carlista

Cuando estallaron las hostilidades que dieron comienzo a la Tercera Guerra Carlista en 1872, Llauder sintió que su vida corría peligro, por lo que marchó hacia el exilio. Vivió un tiempo en Suiza, donde acompañó al rey Carlos María de Borbón y a su hermano Alfonso Carlos de Borbón. Luego se ubicó en la localidad francesa de Prats-de-Mollo, donde asistió a los grupos carlistas que combatían en Cataluña.

Al concluir la contienda bélica, permaneció alejado de España. Vivió un tiempo en Italia, asumiendo el cargo de representante diplomático del carlismo ante el Papa.

Alineamiento y ruptura con el nocedalismo

Al retornar a España en 1878, Llauder adquirió El Correo Catalán. Su oposición al régimen de Alfonso XII lo llevó a aliarse con Cándido Nocedal. Entre ambos promovieron el integrismo católico frente al creciente laicismo que imponían los liberales. La beligerancia de Llauder le costó la censura y severas multas en 1880.

Cuando Alejandro Pidal creó a la Unión Católica en 1881 para alentar la inserción de los católicos en el sistema demoliberal, recibió la bendición papal. Llauder y Nocedal, indignados, organizaron una romería a Roma a principios de 1882 con el propósito de demostrarle a León XIII que la intransigencia antiliberal era la opinión mayoritaria del pueblo español. Ello desencadenó un conflicto con varios obispos españoles, que, para demostrarle al Papa su lealtad, intentaron sabotear la peregrinación interviniendo en su organización y apropiándose de la iniciativa.

Como respuesta León XIII redactó la encíclica Cum Multa, en la que señalaba que era un error considerar que el catolicismo en España debía estar representado en materia política únicamente por el carlismo. Obviamente que los partidarios de Don Carlos no estuvieron de acuerdo con esa tesis, por lo que buscaron el modo de desautorizar sutilmente al Obispo de Roma y continuar con su virulento ataque a los católicos colaboracionistas.

En 1884 el publicista catalán creó La Hormiga de Oro, un semanario de altísima calidad que debía dar el combate metapolítico en España. La idea de su creador era concientizar a los católicos españoles sobre la crucialidad de mantener las tradiciones socioculturales y no caer en la tentación de avalar las novedades que, en el fondo, sólo buscaban abolir la religión. A la revista la acompañó una editorial y una librería, todas financiadas por el propio Llauder, quien vio como la fortuna que su familia había amasado durante nueve generaciones se disolvía a favor de su cruzada por la defensa de Dios, de la Patria, de los Fueros y del Rey.

La pugna continuó entre carlistas y papistas hasta que en 1885 el Sumo Pontífice Romano impuso su autoridad y el conflicto se apaciguó. Sin embargo Nocedal y Llauder quedaron mal posicionados dentro del movimiento carlista.

El Correo Catalán publicó en marzo de 1888 el resumen de una conversación entre Llauder y Carlos VII en la que el rey convocaba a los tradicionalistas a acabar con el faccionalismo y desautorizaba a la prensa que hablaba en su nombre. Ramón Nocedal, sintiéndose atacado, decidió abandonar el carlismo. Llauder, por el contrario, se mantuvo fiel al rey. Ese gesto fue interpretado por los nocedalistas como un acto de traición.

Pese a las injurias, Llauder no buscó confrontar con sus antiguos aliados sino que más bien los invitó a encontrar motivos de conciliación, ya que entendía que el tradicionalismo debía apuntar a su unificación para crecer, en lugar de atomizarse y ser arrastrado a la extinción por los promotores de la Anti-España.

Creación de El Correo Español

Dado que el nocedalismo controlaba El Siglo Futuro, con su alejamiento del carlismo el rey exiliado perdió el órgano de prensa más grande que su causa tenía en España. En consecuencia encomendó a Llauder fundar otro periódico para ocupar su lugar.

Llauder viajó a Madrid en el verano de 1888 y creó El Correo Español, inicialmente modelado del mismo modo que su publicación hermana El Correo Catalán. Tras el éxito de su lanzamiento, el publicista colocó como director a Leandro Herrero y retornó a Barcelona. Antes de partir introdujo en la redacción del novel periódico a Juan Vázquez de Mella, con quien luego tendría algunas fricciones.

Jefe del carlismo catalán

En 1889 los carlistas, encabezados por el Marqués de Cerralbo, lanzaron una campaña para celebrar el aniversario 1300 de la conversión al catolicismo de Recaredo. Para ello se propusieron erigir una pirámide en Toledo que debía ser la antítesis de la monstruosa Torre Eiffel que los franceses implantaron en París como supuesto símbolo de progreso. Consiguientemente se constituyeron a lo largo y ancho de España una gran cantidad de juntas vecinales con la misión de difundir el proyecto y recolectar fondos para su concreción. La pirámide, sin embargo, no logró ser construida a tiempo y la idea pronto fue abandonada, pero la iniciativa contribuyó a establecer una enorme red de militantes carlistas que el Marqués de Cerralbo instó a aprovechar.

Llauder quedó al frente de la Junta Regional de Cataluña y reorganizó a las fuerzas carlistas siguiendo el modelo propuesto por el Marqués de Cerralbo. Por esa causa los círculos y las juntas carlistas se multiplicaron en toda la geografía catalana, y pronto se crearon las ramas juveniles con la intención de garantizar la continuidad generacional del tradicionalismo.

Aunque personalmente Llauder se inclinaba por el antiparlamentarismo, aún así se sumó a la iniciativa electoralista que alentaba el Marqués de Cerralbo. En 1891 ganó una banca de diputado en el Congreso Nacional representando al distrito de Berga, pero dos años después, víctima del fraude típico de la época, fue despojado de su escaño. En las elecciones de 1896 se presentó como miembro de la Comunión Tradicionalista para ocupar un puesto de senador por la provincia de Gerona, objetivo que finalmente pudo lograr. Empero junto a Tirso de Olazábal y otros parlamentarios electos firmó el Manifiesto de las minorías carlistas en el cual anunciaba que no asumiría su banca como señal de protesta ante las perversidades que promovía y permitía el régimen.

Es de este periodo la redacción de su libro La Europa judía, que publicó con el seudónimo de "Tanyeman". Llauder había quedado impresionado con La France juive de Édouard Drumont y con La España judía de Pelegrín Casabó y Pagés, por lo que decidió escribir una obra que compendie información vital sobre el pueblo deicida para contribuir con el despertar de las naciones cristianas. De esa manera el periodista usa toda clase de ejemplos históricos para probar que los judíos son soberbios, traidores, hipócritas, crueles, impíos y sediciosos, siempre dispuestos a oprimir a los cristianos y culpables de fomentar la decadencia moral de las naciones para obtener un beneficio a causa de ello. El judaísmo -según Llauder- es el germen del cual ha brotado el protestantismo, la masonería y el liberalismo, los cuales, a su vez, engendraron al socialismo y al anarquismo. Y, según lo enuncian las profecías, serán los judíos quienes consagren como Mesías al Anticristo, el cual traerá caos y destrucción al mundo hasta que se conviertan a la fe católica al producirse la segunda venida de Cristo.

La Europa judía usa muchas fuentes para exponer la verdad sobre los judíos, pero se destaca la alusión y cita a los textos de Juan Martínez Silíceo, Francisco de Torrejoncillo y León Carbonero.

Últimos años

En 1898 el rey lo nombró Marqués de Vallteix.

Un brote de meningoencefalitis lo afectó severamente, por lo que se vio forzado a alejarse de la vida pública en 1899.

Dado su delicado estado de salud, no participó de la Octubrada de 1900, aunque técnicamente seguía siendo el jefe del carlismo catalán designado por el mismísimo rey Carlos VII.

Falleció en 1902 sin dejar descendencia, pues jamás estuvo casado.

Bibliografía

  • El desenlace de la Revolución Española. Barcelona: Imprenta Magriñá y Subirana, 1869.
  • Una polémica instructiva. Barcelona: Imprenta del Diario Mercantil, 1892.
  • La Europa judía. Breve noticia del origen de esta raza, de su conducta y de sus actuales aspiraciones. Barcelona: La Hormiga de Oro, 1896.

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