Mesticismo

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El mesticismo es cualquier actitud, pensamiento, ideología o práctica política favorable a la mezcla racial humana o mestizaje. Estas actitudes se encuadran como consecuencia del éxito de una propaganda que exalta tal mezcla y desprecia la homogeneidad o pureza racial en las personas[1]. La consecuencia del mesticismo es el mestizaje inducido. Aunque como discurso de exacerbación del mestizaje se refiere a todas las razas, suele presentarse habitualmente como discurso de exacerbación del mestizaje para la raza blanca, lo cual es una consecuencia de tener como principal fuente doctrinal el marxismo de la Escuela de Fráncfort.

Generalmente el mesticismo aparece asociado a la creencia en un supuesto progreso humano constante y absoluto, uno de cuyos factores sería precisamente la mezcla racial. Implicaría así que el resultado de la mezcla tiene un valor superior a lo existente anteriormente, tanto individual como colectivamente. A nivel del individuo existen ingenieros sociales mesticistas que introducen aquí el confuso concepto de “vigor híbrido”, que sigue pendiente de algún tipo de demostración. Pero el propio Darwin advierte de que el mestizaje es biológicamente negativo[2]. A nivel colectivo es evidente que las naciones más mestizas no tienen un nivel de desarrollo, medido desde múltiples criterios (PIB per cápita, Índice de Desarrollo Humano, etc.), superior en modo alguno a las menos mestizas. Además, según el relato prototípico del mesticismo, se espera además que el mestizaje sirva como elemento importante de concordia universal. Pero esa concordia nunca llega y las sociedades con presencia abundante de mestizos (Estados Unidos, Brasil) suelen ser muy violentas, tanto en sentido interracial como intrarracial.

Mesticismo y globalización

El discurso mesticista es convergente, en el campo demográfico, con la ideología de la globalización y con su puesta en práctica. Como fenómeno es perfectamente coherente con ésta, siendo el equivalente, en las poblaciones humanas etnodefinidas, de las medidas tendentes a la constitución de un mercado mundial (libertad de circulación de capitales, mercancías, servicios, trabajadores), con su efecto homogeneizador y destructor de fronteras en las economías estatales en vías de globalización. No solo se trata de coherencia o convergencia. La globalización fomenta la destrucción de las fronteras raciales y culturales y la fusión racial y cultural mediante el mestizaje. Primero porque la globalización exige la introducción de masas inmigrantes en Europa, instrumento de ajuste económico liberal, medio de exacerbar las tasas de plusvalía, siendo esta política deliberada de inmigración masiva requisito imprescindible para un posterior mestizaje. Y segundo porque una propaganda mesticista exitosa y sostenida en el tiempo tiene como consecuencia necesaria la disolución del sustrato racial europeo que, por otra parte, dada la tradición inconformista y reivindicativa del europeo (que contrasta con otros tipos de razas), es interesante para el capital mundialista, pues esto permitirá, un sometimiento más sencillo de la población al capitalismo globalizado y sus crecientes exigencias de restricción de derechos laborales, sociales, civiles y políticos.

Mesticismo y lógica evolutiva

Cualquier observador informado sabe que el mestizaje es un fenómeno que discurre en un sentido absolutamente opuesto al del proceso evolutivo. La naturaleza tiende a la diversificación de las poblaciones y así a la adaptación de estas poblaciones a los distintos entornos. Frente a la natural evolución divergente de las razas humanas, tendente a la creación de nuevas especies (tal y como ocurre en todos los seres vivos), el mestizaje impone una especie de involución convergente, contraria a la adaptación individual y colectiva al entorno. El mestizaje inducido, la consecuencia del mesticismo, forma parte, por tanto, de un amplio catálogo de prácticas contrarias al orden natural, catálogo que está siendo abusivamente promocionado por los que hoy detentan el poder ideológico, político y económico y que no son otros que las fuerzas mundialistas ya abundantemente citadas.

Mesticismo y racismo

La ideología mesticista presupone la existencia de las razas pues, si éstas no existen, como sostienen muchos partidarios atolondrados del mestizaje cuando no hablan de él, ¿cómo proceder a su mezcla? Algo que ha dejado perplejos a bastantes observadores sociales independientes es el hecho de que muchos apologetas del mesticismo sostienen simultáneamente, en el colmo de su estulticia, que las razas no existen. A este respecto, José Javier Esparza dice[3]: “De entrada, el discurso del mestizaje se presenta como una denigración radical del discurso de la raza: lo bueno no sería la pureza, sino la mezcla racial. Ahora bien, eso implica aceptar de antemano varias cosas. Primero, que las razas existen como factor de definición social y cultural. ¿O es que puede hablarse de mezcla si no hay cosas que mezclar? De manera que el "mesticismo" no es un antirracismo, sino un racismo al revés”.

El mesticismo es racismo por su hostilidad manifiesta hacia la homofiliación, hecho que tiene lugar cuando la propia identidad se mantiene mediante la endogamia racial. La homofiliación no tiene relación alguna con el racismo y ha sido practicada por la mayor parte de los pueblos de la Tierra, durante toda la historia. El mesticismo pretende imponer una exogamia racial por su racismo efectivo hacia las razas, especialmente hacia las europeas. El auténtico racismo está en el empecinamiento de la oligarquía económica y de sus tontos útiles marxistas y progresistas en constituir en Europa una sociedad primero multirracial y luego mestiza.

Referencias

  1. Mesticismo
  2. El origen de las especies. Charles Darwin. Alianza, Madrid, 2003, pág. 82
  3. “Deconstrucción del mestizaje”, publicado en El Semanal Digital, 15 de agosto de 2005

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