Pompeyo

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Pompeyo

Cneo Pompeyo Magno (en latín Gnaeus o Cnaeus Pompeius Magnus, 106-48 AEC), también conocido como Pompeyo, Pompeyo el Grande o Pompeyo el triunviro, fue un político y general del Imperio Romano.

Provenía de una rica familia itálica de provincias, y alcanzó por sí mismo el rango de la nobleza romana a través de su exitoso liderazgo en diversas campañas. Sila se dirigió a él con el cognomen Magnus (el Grande) y se le concedieron tres triunfos.

Pompeyo fue un rival de Marco Licinio Craso, y al principio aliado de Julio César. Se unió a ellos en una inestable alianza política conocida como el Primer Triunvirato, que dominó los acontecimientos políticos y militares de finales de la República Romana. Tras la muerte de Craso y de Julia, esposa de Pompeyo e hija de César, luchó contra César por el liderazgo del estado romano en la guerra civil. Fue un episodio significativo en la gran revolución romana que vio el final de la República y el advenimiento del Principado y el Imperio romano.

Pompeyo luchó del lado de los optimates, la facción aristocrática y conservadora del Senado Romano, hasta que fue derrotado por César en la batalla de Farsalia. Buscó refugio en Egipto, donde fue asesinado el 28 de septiembre del año 48 a. C.

Biografía

Primeros Años

El padre de Pompeyo, Cneo Pompeyo Estrabón, fue un rico terrateniente italiano provinciano de Piceno, el primero de su familia que entró en el senado. Era lo que la nobleza romana llamaba despectivamente "un hombre nuevo", es decir, proveniente de la nobleza rural y provinciana cuya influencia fue dominando progresivamente la política romana a finales de la República. Pompeyo Estrabón ascendió por el tradicional cursus honorum, convirtiéndose en cuestor en 104 a. C., pretor en 92 a. C. y cónsul en el 89 a. C., y adquirió una reputación por su avaricia, su duplicidad política y carácter despiadado en lo militar. Murió en 87 a. C., bien alcanzado por un rayo, o como una baja de una plaga pandémica, o posiblemente ambos, durante la guerra civil entre Mario y Sila. En el relato de Plutarco, su cuerpo fue arrastrado desde su ataúd por la muchedumbre. Su hijo de diecinueve años, Cneo Pompeyo, heredó su patrimonio y aparentemente, la lealtad de sus legiones.

Pompeyo se formó como militar en el ejército por su padre, prestando dos años de servicio bajo el mando de su padre, y participó en los momentos finales de la Guerra Social (91-88 a. C.) contra los itálicos. De esta época data su mote de adulescentulus carnifex (el "adolescente carnicero") por su frialdad y crueldad en el campo de batalla.

Pompeyo, como un optimas, se vio obligado a no llamar la atención. Regresó a Roma y fue perseguido por malversación de botín: su compromiso con la hija del juez, Antistia le aseguró una rápida absolución.

Durante los años siguientes, el partido mariano estuvo en posesión de Italia. En el año 83 a. C., Sila regresó de su campaña en Grecia, y Pompeyo alzó tres legiones en Piceno en apoyo de Sila contra el régimen mariano de Cneo Papirio Carbón.

Cuando Pompeyo, mostrando grandes habilidades militares a la hora de oponerse a los generales de Mario que lo rodeaban, logró unirse a Sila a través de una mezcla de chantaje y arrogancia, Sila lo aclamó como imperator. Sila, entonces el dictador de Roma, ordenó a Pompeyo que se divorciara de su esposa Antistia y se casara con Emilia Escaura, la joven hijastra de Sila, que estaba embarazada de su primer marido (Sila les obligó a divorciarse porque el esposo lo había criticado). Esto le unió al joven aliado más estrechamente y lanzó la carrera de Pompeyo. Después de casarse con Pompeyo, no obstante, Emilia falleció en un parto.

Sicilia y África

Acabada la guerra de Italia, Sila envió a Pompeyo contra el partido de Mario, primero en Sicilia y luego en África. Perpenna y Cneo Domicio Enobarbo se habían apoderado de Sicilia y África. Pompeyo reunió al ejército y recuperó rápidamente la isla. En 82 a. C., Pompeyo aseguró Sicilia, y garantizó el suministro de grano a Roma. Ejecutó a Cneo Papirio Carbón y a sus partidarios fuera de control, lo que puede haber llevado a que se le llamara entonces adulescens carnifex esto es "adolescente carnicero". Poco después, en 81 a. C., desembarcó en África con cinco legiones. Allí dio muestras de nuevo de su capacidad militar, derrotó a Enobarbo y al rey Hiarpas de Numidia, después de una batalla muy reñida.

Gracias a sus éxitos, Pompeyo logró un gran prestigio entre sus tropas, hasta el extremo de que ofrecieron sublevarse contra Sila en su favor, según nos cuenta Plutarco. Por esta serie de victorias ininterrumpidas, Pompeyo fue proclamado Imperator por sus tropas en el campo de batalla de África. Regresó a Roma ese mismo año, y fue entusiásticamente recibido por el pueblo. Fue saludado por Sila como Magnus ("Grande"). El propio Pompeyo sólo usó este título más tarde en su carrera; es casi seguro que Sila fuera sarcástico, considerando la edad de Pompeyo, y pretendía poner en su sitio a Pompeyo. A pesar de su aclamación en el campo, oficialmente era un mero privatus ("ciudadano privado") y como tal no estaba calificado para el Cursus honorum.

Pompeyo exigió un triunfo por sus victorias africanas, lo que Sila rechazo correctamente, ya que era ciudadano particular; Pompeyo mismo rechazó licenciar a sus legiones y apareció con su exigencia a las puertas de Roma. Pompeyo le recordó a Sila que "es normal que el pueblo prefiera el sol naciente frente al sol que se pone". Sila, exasperado, se rindió. Sin embargo, Sila tuvo primero su propio triunfo, luego permitió a Metelo Pío que tuviera su triunfo, relegando a Pompeyo al tercer lugar en una rápida sucesión de triunfos. Ese día, Pompeyo intentó eclipsar a sus mayores en un carro triunfal llevado por un elefante, representando sus exóticas conquistas africanas pero el elefante no podía pasar por la puerta de la ciudad. Se necesitó un rápido replanteamiento, para gran embarazo de Pompeyo y entretenimiento de los presentes.

Cuando Sila murió, en el 78 a. C., fue Pompeyo quien llevó su cuerpo a Roma y presidió su funeral. El Senado, entregó a Pompeyo el mando del ejército, con el que reprimió la revuelta del excónsul Lépido (a quien él en principio había apoyado como cónsul, en contra de los deseos de Sila) a las puertas de Roma. Tras esto el general sitió y rindió la ciudad de Mutina, donde se habían refugiado los partidarios de Lépido.

Quinto Sertorio y Espartaco

Roma, decidida a reconquistar Hispania, creó un ejército especial y pidió a los cónsules que se hiciesen cargo, pero se negaron a emprender esa campaña. El deseo de Pompeyo de lograr la gloria militar y su desconsideración hacia una carrera política convencional continuó cuando, después de reprimir la revuelta de Lépido, exigió el imperium proconsular para ir a Hispania a luchar contra Quinto Sertorio, un general partidario de Mario. La aristocracia, sin embargo, comenzaba entonces a temer al joven y exitoso general, y se mostró renuente a proporcionarle la autoridad necesaria. Pompeyo respondió rechazando licenciar sus legiones hasta que se le concediera su petición. Sin embargo, en Hispania, Sertorio se había opuesto durante tres años con éxito a Quinto Cecilio Metelo Pío, uno de los más capaces generales de Sila, y al final se hizo necesario enviarle alguna ayuda efectiva. Como resultado, el Senado, con considerable falta de entusiasmo, decidió enviar a Pompeyo a Hispania contra Sertorio, con el rando de procónsul, y con poderes idénticos a los de Metelo.

Pompeyo y su ejército hicieron la gran obra de construir una calzada por el Col de Montgenèvre (en italiano, Passo del Monginevro), puerto de montaña por los Alpes Cocios. Fue el primer camino artificial que hubo en los Alpes. Años más tarde, en el 58 a. C., lo usó César para llevar sus legiones a la Galia. Fue necesario construir esta ruta porque el camino de la costa estaba ocupado por el pueblo de los salvios (bárbaros vecinos de Marsella), que estaban en pie de guerra. Al pasar Pompeyo por la nueva ruta construida sorprendió a los salvios por el flanco y los venció sin dificultad, pudiendo así seguir por la carretera de la costa, cruzar los Pirineos y entrar en Hispania el año 77 a. C. con un ejército de 50.000 infantes y 1.000 jinetes.

Pompeyo sufrió inmediatamente una derrota junto al río Sucro. Sólo la llegada a tiempo de Metelo salvó la vida de Pompeyo. Sertorio, vanagloriándose por el combate, dijo:

Sin esa vieja (Metelo), habría mandado a Roma a ese niño (Pompeyo) luego de haberle dado de palos.

Sin duda durante estos meses los vascones, o una parte de ellos, concertaron una alianza con Pompeyo, quien avanzado el año 75 a. C. y encontrándose escaso de víveres, se retiró a su territorio. Aquel mismo invierno cambió el nombre de una aldea vascona pre-existente llamada Bengoda o Benkota, (capital de los barskunes o vascones), por el de Pompaei-ilun (ciudad de Pompeyo), la actual Pamplona.

En el 74, Pompeyo y Metelo avanzaron en dos frentes: el primero por el valle del Duero hacia el oeste, y el segundo en el frente oriental, a lo largo del valle del Jalón. Asedió los puntos fuertes de Sertorio, destruyó los campos y trató de atraerse a la población indígena. Las dificultades de Sertorio parecían venir confirmadas por el pacto suscrito con Mitrídates VI, rey del Ponto y eterno enemigo de Roma quizá ya a finales del 75. Pompeyo y Metelo se unieron, a finales de esta campaña, en su intento de tomar Kalakorikos, ciudad de los celtas berones, aliados de Sertorio y que, dirigidos personalmente por éste, lucharon encarnizadamente contra Pompeyo. El fracaso les obligó a retirarse y esperar, tras el invierno, a una nueva campaña.

A lo largo del año 73 a. C., Pompeyo, sin la ayuda ya de Metelo, llevó a cabo una intensa campaña de conquistas en la Celtiberia, lo que obligó a Sertorio a hacerse fuerte en el valle del Ebro (especialmente en las ciudades de Ilerda, Osca y Kalakorikos). Las plazas fuertes de Sertorio en el Levante (Tarraco, Dianium) también cayeron durante estos meses. Pompeyo permaneció en Hispania entre cinco y seis años, del 76 al 71 a. C., pero ni él ni Metelo fueron capaces de lograr una victoria clara o ganar ninguna ventaja decisiva en el campo de batalla sobre Sertorio. Pero cuando Sertorio fue asesinado a traición por su propio oficial, Marco Perpenna Veiento en 72 a. C., la guerra llegó rápidamente a su final. Pompeyo derrotó con facilidad a Perpenna en su primera batalla. Pompeyo tomó Kalakoricos y pasó a cuchillo a los berones, vendiendo como esclavos a los pocos supervivientes y entregando la ciudad y las tierras beronas a los vascones en pago a los servicios que le habían prestado. Kalakorikos pasó a llamarse Calagurris. Osca se sometió a Pompeyo. Las últimas ciudades en sucumbir a las tropas leales a Pompeyo fueron Uxama y Clunia. Toda Hispania quedó sometida en la primera parte del año siguiente, el 71 a. C.

En los meses posteriores a la muerte de Sertorio, sin embargo, Pompeyo reveló uno de sus más significativos talentos: un genio para la organización y administración de la provincia conquistada. Extendió su red clientelar con términos generosos por toda Hispania y la Galia meridional. Mientras Pompeyo se enfrentaba con Sertorio, se produjo la rebelión de Espartaco, que estalló en Capua en el 73 a. C. Cuando Pompeyo regresó a Italia, en el año 71 a. C., desembarcó en Regio, en el sur de Italia, con su ejército. En su marcha hacia Roma se encontró con los restos del ejército de Espartaco, y capturó a unos cinco mil rebeldes que habían quedado aislados. Pompeyo despedazó a estos fugitivos, y pretendió que, además de sus otras hazañas, a él le correspondía la gloria de acabar con la revuelta. En un acto de prepotencia, Pompeyo escribió al Senado diciendo que aunque era Craso quien había vencido a Espartaco, él era quien "había extirpado el mal de raíz", terminando la guerra y reclamando buena parte del mérito. Su intento de llevarse el mérito por acabar con la guerra servil enfureció a Craso.

Oponentes disgustados, especialmente Craso, dijo que estaba desarrollando un talento para llegar en el último momento de una campaña y llevándose toda la gloria por su terminación exitosa.[cita requerida] La creciente enemistad entre Craso y Pompeyo no se resolvería a lo largo de una década. De vuelta a Roma, Pompeyo era entonces un candidato al consulado; aunque según la ley era inelegible, ya que estaba ausente de Roma, no había alcanzado la edad legal y no había desempeñado ninguno de los cargos menores del Estado, aún así su elección era segura. Los admiradores de Pompeyo vieron en él al más brillante general de su tiempo; como se sabía que la aristocracia veía a Pompeyo con envidia, mucha gente dejó de considerarlo como perteneciente a este partido y confiaban en obtener, a través de él, una restauración de los derechos y privilegios de los que habían sido privados por Sila.

Al llegar a Roma, el Senado le autorizó para celebrar otro triunfo en virtud a sus victorias frente a Sertorio y los esclavos, mientras que Craso debía conformarse con una ovación. El 31 de diciembre de 71 a. C., Pompeyo entró en la ciudad de Roma en su carro triunfal, un simple eques, celebrando su segundo triunfo extralegal por las victorias en Hispania.

La nueva frontera de Roma en el Este

En el año 71 a. C., con sólo 35 años de edad, Pompeyo fue elegido cónsul por vez primera, desempeñando el cargo en el año 70 a. C. como colega de Craso, con el apoyo aplastante de la población romana. El nombramiento de Pompeyo fue una excepción en la que el Senado se saltó las normas y leyes por las que se regían entonces para obtener este título. Nunca antes un hombre se había elevado desde el rango de privatus al de cónsul, en un rápido movimiento como este. Pompeyo, que no era ni siquiera senador, nunca fue perdonado por la mayoría de los nobles romanos, especialmente los boni al forzar a ese cuerpo a aceptar su candidatura en las elecciones. En su consulado, Pompeyo rompió abiertamente con la aristocracia y se convirtió en el gran héroe popular.

La difícil relación entre los cónsules les impidió colaborar. Su única iniciativa de importancia fue restablecer algunas de las antiguas prerrogativas de los tribunos de la plebe abolidas por Sila. Para el año 69 a. C., Pompeyo era el favorito de las masas romanas, aunque muchos Optimates tenían hondas sospechas respecto a sus intenciones. Propuso y logró una ley restaurando a los tribunos el poder del que se habían visto privados por Sila. También concedió su poderosa ayuda a la Ley Aurelia, propuesta por el pretor Lucio Aurelio Cota, por la que los jurados estarían formados en el futuro por senadores, caballeros y tribunos aerarii, en lugar de sólo los senadores, como Sila había establecido. Al llevar a cabo ambas medidas, Pompeyo se vio muy apoyado por César, con quien comenzó entonces una estrecha relación.

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