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Tu quoque
Esta falacia se utiliza frecuentemente como una técnica de retórica. Podría considerarse una variante de la falacia ad hominem ya que el objetivo es refutar la afirmación de un individuo desacreditándolo. Con este argumento se busca distraer la atención sobre la cualidad atribuida al sujeto B por el sujeto A, atribuyendo la misma cualidad al sujeto A. Así el sujeto A pierde credibilidad al ser presentado como un hipócrita. El sujeto B busca así demostrar la falsedad de la proposición enunciada por A.
Sumario
Origen
Tu quoque es el comienzo de la célebre exclamación de Julio César cuando vio que, entre los conjurados, Bruto, su protegido, también empuñaba el puñal para asesinarlo (15 de marzo del 44 a. C.). La frase completa puede que fuese tu quoque fili mi ("tú también hijo mío") o et tu quoque Brute fili mi! ("¡Bruto, hijo mío, también tú!"), aunque Suetonio piensa que las dijo en griego ("Καὶ σὺ τέκνον;"). Con este sentido original, la expresión todavía se usa para indicar la ingratitud por los beneficios recibidos.
Estructura del argumento
- A critica B.
- A es también culpable de B.
- Por tanto, lo dicho por A es rechazado.
Se trata de una falacia porque la conclusión (rechazo de B) no se sigue de las premisas.
Un ejemplo clásico:
Uso coloquial
El recurso al tu quoque es de uso muy frecuente, incluso por parte de aquellos que desconocen su existencia. Es fácilmente reconocible porque responde a la estructura "y tú también" o "y tú más" como respuesta a una crítica.
No todo recurso al tu quoque es falaz. Se considera que existe un uso legítimo cuando se utiliza para rechazar el recurso a la autoridad moral. La autoridad moral se basa en ser consecuente con lo que se aconseja, por tanto si se demuestra que quien realiza la afirmación es inconsecuente, sus consejos carecerán de valor. Por ejemplo, si alguien aconseja sacrificios a otros pero no está dispuesto a asumirlos, puede ser fácilmente desacreditado mediante el recurso al tu quoque. Hay muchos refranes y expresiones populares que hacen alusión a ello: "consejos vendo y para mí no tengo", "ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio", "el que esté libre de pecado...".
Sin embargo, cuando un argumento no se basa en la autoridad moral, el recurso al tu quoque suele ser falaz. Por ejemplo, un caso habitual sería el de un médico que aconseja a su paciente dejar de fumar y dicho paciente le responde que él también fuma, así que, viniendo de él, el consejo no tiene validez. En este caso se trata de una falacia, ya que el criterio médico no se asienta en la autoridad moral, sino en fundamentos técnicos que son independientes de la conducta del médico.
Artículos relacionados
Enlaces externos
- Tu quoque en el Diccionario de falacias (Biblioteca Nueva, Madrid, 2000) de Ricardo García Damborenea.