Las elecciones para el Reichstag del 20 de mayo de 1928

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
(Capítulo perteneciente al artículo "Alemania Despierta: desarrollo, lucha y victoria del NSDAP")

Tiempos de lucha

Treinta mil hombres SA habían desfilado en Núremberg. Cien mil miembros del Partido, en total, concurrieron.

Esto quería decir que existían, por lo menos, 250.000 nacionalsocialistas en Alemania. Doscientos cincuenta mil combatientes, propagandistas de Hitler. Esto significaba que cada día un millón de veces la Idea de Adolf Hitler era expuesta, anunciada, explicada, llevada a los alemanes vacilantes, irresolutos, débiles, desesperados, angustiados. Pues el NSDAP no está compuesto por miembros pasivos.

Para oponérsele se usa la violencia, cruda, sombría. Los medios de poder de la policía, la cachiporra de goma, los tribunales, el asalto cobarde, el asesinato, el terror económico, el amordazamiento espiritual, el hambre y la miseria.

Cuando la SA berlinesa regresaba fue arrestada en el límite de la ciudad por orden de un presidente de policía judío, a quien la vanguardia del Berlín nacional le había hecho rechinar los dientes.

¿Los camisas pardas portan arman? No. El Führer las ha prohibido, y, aunque quizá no sean halladas por las requisas policiales, han acatado su disposición. El Führer se halla dispuesto a llevar la lucha en el plano legal y por ello la SA obedece incondicionalmente.

Los policías del señor Zörgiebel los someten a permanentes requisas, siempre sin resultado. Pero no se hace lo propio con los comunistas.

Los disparos de armas de fuego que llueven sobre el empedrado, los disparos que abaten a los hombres con la camisa parda sobre el empedrado, ¿de dónde provienen? La policía socialdemócrata de la cidad de Berlín, con su mejor voluntad no puede explicarlo.

Doce diputados

El año 1927 finaliza. El 20 de mayo de 1928 doce diputados nacionalsocialistas ingresan al Reichstag. Doce sobre 491.

Los diarios lo señalan triunfalmente. Una ridícula docena, un número insignificante sobre 500 representantes del pueblo. ¿Qué pueden hacer esos doce? ¡Un fracaso categórico! ¡Hitler no arribará jamás al poder!

¿O es que secretamente los señores marxistas y los del centro democrático temían que los nacionalsocialistas obtuvieran más representantes? De 7 a 12. ¿Es eso poco?

Adolf Hitler piensa que constituye una excelente tropa de choque, que se halla en situación de realizar propaganda nacionalsocialista en el Reichstag y que el Partido solamente puede obtener beneficios de esos doce.

Día del partido

Los años pasan. La penuria aumenta, más intensamente el delirio del cumplimiento de lo estipulado en el Tratado de Versalles aumenta la miseria del pueblo.

Incesantemente apela y martillea en las reuniones Adolf Hitler. ¿Vosotros prohibías la camisa parda? ¿Vosotros prohibís las manifestaciones? Nosotros doblaremos el número de reuniones.

Una Tropa de Asalto nace de una Tropa de Asalto, un Grupo Local de un Grupo Local. ¿Vosotros creéis que las persecuciones nos suprimirán?

Observad solamente el próximo Día del Partido, el cuarto, en Núremberg. Entonces, vosotros veréis que ha hecho el NSDAP.

El primero de agosto se reúne de nuevo el partido. Si en 1927 los viejos camaradas del Partido, humedecidos los ojos de alegría, contemplaron cómo toda la ciudad se pronunciaba por el pensamiento de Adolf Hitler, si orgullosos y fieros marcharon con los resplandecientes estandartes rojo-sangre, si desfilaron ante la svástica con victoriosa alegría, si, en todas partes, los nurembergueses habían aclamado una y otra vez las interminables filas de batallones pardos que marchaban por las calles de la ciudad, comprobando asombrados, entusiasmados, la fuerza del movimiento; estos días de agosto de 1929 empalidecieron todo lo que hasta ese momento se había visto.

Las casas de la gran ciudad no fueron suficientes para albergar a las masas. Todas las escuelas, los gimnasios, las salas y las fábricas disponibles se ocuparon. Se los llenó de paja para alojar a los millares de personas que llegaban de la Prusia Oriental y del Tirol, de los Sudetes y de Hamburgo, del Territorio del Ruhr y de Sajonia, de la Marca y del Rhin, de Suavia y del Ruhr.

También arribaron del exterior -de España, de Italia y de Suiza- los alemanes, los camisas pardas y ningún obstáculo, ninguna prohibición fue capaz de impedirles presentarse ante el Führer.

Durante días marcha la SA, que no pudo reunir el dinero necesario para utilizar un tren especial, a través de Alemania.

Toda la ciudad es agitada por esta marea humana. Las canciones y el júbilo ardientemente contenidos llenan las calles y las plazas. La mirada es incapaz de abarcar a las gigantescas masas.

Cerca de un millón de hombres se han reunido para celebrar a Adolf Hitler, al Führer, al arquitecto del Tercer Reich.

En grandes salones se realizan las sesiones especiales. La ornamentación es de una austera solemnidad. Banderas y estandartes y el rojo y el plateado, así como el verde del abeto y del roble constituyen los únicos ornamentos.

Sesenta mil hombres SA están en las calles. Ciento sesenta mil miembros civiles. El partido no contaba con tal número en los años pasados. ¡Qué crecimiento!

Discurso de Hitler

Hitler habla. En forma simple y clara expone al Congreso del Partido el camino y el objetivo a seguir. Anuncia las luchas venideras, la época terrible de los Tributos de Young. Pero él no se queja ni se lamenta, ni se desespera por la situación ni la considera inmodificable. Si nosotros permanecemos firmes, si nosotros continuamos la lucha, entonces nada está perdido. ¡En vosotros descansa el futuro del Reich! Así martillea constantemente sobre el Partido.

Él inculca en el corazón de cada uno el deber profundo, el deber de sacrificar todo, todo, la misma vida, exclusivamente por la Patria y su porvenir, y así siempre, siempre hay que estar dispuestos a la lucha por más inútil que ella parezca.

En ese momento se oyeron tiros en el exterior. Todos se levantan de un salto, pero la voz del Führer resuena, dominante, en la sala: "¡Que nadie se levante por unos simples disparos! ¡Adónde hubiéramos llegado nosotros durante la campaña si por cada tiro nos hubiésemos levantado de un salto!..." Y el resto él puede decirlo en voz baja, no necesita dar órdenes el Führer. La concurrencia permanece tranquilamente en sus asientos. Una vez más suenan disparos, pero Hitler continúa desarrollando su discurso.

Esta fue la última tentativa de la comuna marxista de impedir, mediante el asalto a mano armada, la realización de un Día del Partido.

Al anochecer, 60.000 hombres SA marchan. Resplandeciente la columna de antorchas se desplaza por la ciudad. En toda ella reina el júbilo.

La prensa de Berlín

Los representantes de la prensa se sienten perdidos. ¿Qué pueden escribir sobre el Día del Partido? ¿Pueden decir la verdad? ¿Los redactores berlineses pueden rehusarse a dar la información de mediodía, puesto que los periodistas no están para ensalzar a los nazis?

¡Informaciones objetivas, señor colega, ob-je-ti-vas! Si ante esto un hombre debe ser objetivo, maldito sea el ser periodista, porque a la vista de la marcha de las antorchas se estremecen las fibras de su corazón.

Él levanta el tubo y pide con Berlín y cuando obtiene la comunicación solicita hablar con el jefe de redacción y dice: "He aquí mi nota" y saca el tubo por la ventana justamente en medio de la marcha de las antorchas, ardorosa, retumbante, jubilosa, electrizante, que parece formar deslumbrantes olas.

Cuando cinco minutos después se pone al teléfono, el jefe de redacción aún está en línea. "Parece verdaderamente considerable", le dice al reportero, agregando seguidamente: "Concédale treinta líneas..."

¡Treinta líneas! Berlín, un caso desesperado! ¡La prensa, un caso desesperado! ¿Ahora sabéis, vosotros, lo que significa un Día del Partido? ¡Él significa veinticuatro mandatos, ni más ni menos! Porque ahora ellos son doce. Esto, señores significa el Día del Partido.

A mediodía de la jornada siguiente suenan los bronces, los grandes timbales y los tambores. La marcha de Hitler, la de Badenweiter, se eleva potente y los batallones pardos, hora tras hora, desfilan ante el Führer. El sol brilla y la calle se ha convertido en un tapiz de flores. La cosecha de todo un verano se derrama sobre ellos. No ha quedado una flor sin recoger. Y los ojos, los ojos, ellos brillan, ellos brillan...

¡Aguardad solamente un año! ¡Un año!

En el famoso proceso por alta traición de Leipzig, Adolf Hitler ha hecho su célebre juramento por la legalidad ante los oficiales de la Reichswehr.

Él puede jurar con tranquilidad y asombrándose de que sea necesario hacerlo. No lo ha sostenido miles de veces en sus reuniones, en todas sus órdenes partidarias, en todos sus actos? Más aún: ¿no ha sido adecuada a tal finalidad su organización?

Hitler jura. El mundo escucha el juramento. La democracia ha perdido una batalla. El 14 de septiembre perderá la segunda.

Nuevas elecciones

Agresiva y salvajemente se desarrolla la lucha electoral tras la disolución del Reichstag de Brünig. Jamás antes de habían empleado tales medios. El NSDAP arrastra a los otros partidos como una avalancha de una pujanza inaudita.

No hay reunión adversaria en donde no aparezcan los nacionalsocialistas, en la que no se polemice. Ni tampoco ninguna propia en que no irrumpa la policía cuando un hombre del Movimiento habla. El pueblo es esclarecido en las cientos de miles de reuniones de célula.

Todos los demás partidos están afónicos. Solamente los otros se retiran. Los camiones repletos de coros pardos atraviesan con tenacidad las rutas y las calles, aunque las voces estén enronquecidas.

La bolsa pronostica 60 mandatos. La prensa burguesa 50. En el partido se cree que oscilarán entre 75 y 100, según la zona en que se efectúe el vaticinio.

Para la tarde del día de las elecciones, el Dr. Goebbels alquila el Sportpalast. En todas las columnas de propaganda se lee: ¡Nacionalsocialistas! ¡A la fiesta de la Victoria!

Pensad: el sábado, en vísperas de las elecciones son colocados estos afiches. Ellos llenan de pánico a los adversarios.

Y se llega a la tarde del domingo, a la noche. Y por los altoparlantes las cifras se suceden vertiginosamente: NSDAP: 126.000 contra 11.000... NSDAP; 44.000 contra 5.000... NSDAP: 324.000 contra 29.000... NSDAP... NSDAP: dobla, triplica, ¡no! decuplica, veinte veces más. Esta es la elección de 1930.

Breslau: 259.000 contra 9.000; Prusia oriental: 235.000 contra 8.000... ¡Mi Dios! ¿Una cosa así es posible?

La supremacía de las izquierdas pisa un terreno peligroso, peor aún, se hunde irremediablemente. Una avalancha sepulta a la democracia.

¿Cuántos son los mandatos? ¿70? ¿80? ¿90? ¿92? ¿95? ¿Es que son más todavía? Esto parece no terminar nunca. Cuando se anuncian los resultados finales, 107 nacionalsocialistas resultan electos. 107 sobre 577. Y hace dos años eran sólo 12.

La respuesta del exterior fue la disposición para negociar las cláusulas de las reparaciones estipuladas en el Tratado de Versalles. Hitler había obtenido para el pueblo alemán, luchando desde la oposición, el primer éxito de política exterior.

Cuando la noche de la elección llega a su fin, él dicta su célebre decreto: "¡La lucha continúa! 70.000 reuniones llevarán la idea del nacionalsocialismo victorioso a toda la Nación ¡Después de la victoria ajustad más firmemente vuestros cascos! ¡La consigna es: Ataque!"

¡Seis millones y medio de votos! El ataque en masa ha resultado brillante. Y el gran público evidenció tener buenos oídos. ¡Hitler! ¡Hitler!

De 70.000 reuniones se pasa a 100.000, a 120.000. Alemania no puede dejar de escuchar a Hitler y su Movimiento.

La prensa roja lanza espumarajos de furor. La prensa mundial imprime, por primera vez, el nombre del Führer en grandes letras. De improviso, tanto las fotografías como el material relacionado con el Movimiento alcanzan un alto precio.

Las fotos que tres semanas antes algunas personas no querían recibir ni de obsequio adquieren actualidad, son solicitadas. El nacionalsocialismo se ha convertido en un poder.

En el Reichstag

Luego tiene lugar la inauguración del Reichstag. El plenario se encuentra dominado por la excitación. El recinto está lleno, los diputados de todos los partidos ocupan sus bancas, pero todavía hay un amplio sector vacío. El NSDAP aún no se ha hecho presente.

¿Cómo vendrán ellos mismos? ¿Con la camisa parda? Pero la camisa parda está prohibida en Prusia", vocifera un demócrata.

No acaba de pronunciar la frase, en momentos en que se abre la puerta e ingresan en rígido orden los nazis, todos con la vestimenta de honor del Movimiento.

Pardo es el color que brilla en la quinta parte del recinto. Una compañía de soldados de Hitler. 107 camisas pardas.

Frick es designado presidente de la comisión de asuntos exteriores. Y luego se prouncia el primer gran discurso programático del nacionalsocialismo en un Reichstag alemán. La exposición de las ideas y de las metas del NSDAP. El Reichstag escucha tranquilamente el discurso. Solamente una interrupción osa producirse. De esta forma la voz de la Alemania que despierta se oye aquí, por vez primera, vibrante y clara.

"Nosotros exigimos la restauración del honor alemán. Nosotros exigimos el aniquilamiento del concepto de culpabilidad de la Guerra. Nosotros exigimos que la única fuente de vigor del pueblo alemán sea protegida y utilizada: la fuerza del trabajo alemán. Vosotros podéis hacer lo que queréis, vosotros podéis disolver el Reichstag y expulsarnos. ¡Ello no os va a servir de nada! Un día ha de terminar la política que succiona al pueblo alemán hasta la médula de sus huesos. Vosotros no podréis engañar más. ¡El pueblo está con nosotros! ¡Alemania despierta!"

La fracción se levanta como un solo hombre. Por primera vez se escucha el grito de combate del Movimiento en el recinto del Reichstag alemán.

Artículos relacionados