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A sangre y fuego
“ | El que no se defienda del comunismo morirá más tarde, pero no como hombre sino como un cobarde vestido de harapos, humillado y rebajado, en quién sabe qué carcel, qué campo de concentración, qué granja colectiva o empresa industrial, trabajando como un animal para el amo extraño, en su propio país, por no haberlo combatido a tiempo. | ” |
—Dr. Traian Romanescu |
La selva
Al pie de la vertiente oriental de la sierra del Aconquija, Tucumán, en la zona de contacto entre las sierras y la llanura, se extiende un paisaje de bosques y altos cañaverales. Más arriba, subiendo hacia las cumbres, se cierra la selva donde las copas de los arbores tapan hasta la visión del suelo. Cañaverales, bosques y selva carecen, pues, de paisajes amplios y coloridos: ni los panoramas que se avizoran desde las montañas, ni la vista deslumbrante y hermosa del mar. Los ocasos y auroras se ocultan detrás de las frondas. Sólo rumores del viento y trinos de pájaros. Allí, bajo el tibio sol invernal, en este 2 de agosto de 1975, todo se esconde. También el enemigo de Dios y de la Patria.
Entre el espeso cañaveral avanza ruidosamente un vehículo automotor, a las órdenes del teniente E.A.T. del Grupo 5 de Artillería de Montaña, con una patrulla de siete soldados dragoneantes, participando de una operación de cerco y rastrillaje, conducida por el Comando de la Quinta Brigada de Infantería, dentro del sector operacional denominado Yacuchina. Las armas listas; la voluntad de lucha, tensa, como un acero bien templado.
De improviso, numerosos fogonazos queman las dulces cañas y estremece el aire tibio el tableteo trágico de las ametralladoras. El camión queda acribillado. Cuatro dragonenates de desangran. El teniente, gravemente herido por varios impactos, intenta descender de la cabina y cae. El camión lo atropella....
Cancha rayada
El 19 de marzo de 1818, el Ejército Unido Argentino-Chileno, sufrió, en Cancha Rayada, una sorpresa que provocó el desbande de parte de las fuerzas y la pérdida de la masa de la Artillería de los Andes. Pero el temple del Gral. San Martín y su capacidad reorganizadora, unido a la conducta ejemplar de los jefes subordinados, consiguieron superar el hecho aciago.
Cuando regresa a Santiago, muerto de cansancio y cubierto de polvo, su animoso espíritu le dicta estas palabras pronunciadas a la multitud en la Playa Mayor:
Poco después vendría ese día de gloria que fue el de la Batalla de Maipú. Como buen cristiano, San Martín era devoto de la Santísima Virgen María, por cuya mediación, Dios le había sin duda otorgado el don de la fortaleza, la energía sobrenatural que nos arma contra las propias debilidades y contra las dificultades, los peligros y las penas que hallamos en el cumplimiento de nuestros deberes.
Ejemplo
El teniente del Grupo 5 de Artillería de Montaña, se sobrepone a sus numerosas heridas de bala, múltiples traumatismos y agudos dolores y casi milagrosamente, consigue empuñar su arma; con increíble velocidad abre fuego sobre el cañaveral vaciando cargador tras cargador. Su ejemplo es imitado de inmediato por los dragoneantes ilesos quienes barren en torno con centellantes ráfagas de armas pesadas. Ante esta inesperada y potente reacción, el enemigo no contesta el fuego. Sorprendido y confundido a su vez, ha fugado desordenadamente.
Dignos herederos de una gloriosa tradición, el señor Teniente y sus dragoneantes derramaron su sangre generosa y con fortaleza ante la adversidad, por amor a Dios y a la Patria, cumplieron su deber militar, honrando a las armas argentinas.
La superación de la adversidad, la admirable capacidad de reacción, el indomable espíritu de lucha, están, pues, en la mejor tradición militar argentina.