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Banco
Un banco es un establecimiento donde se maneja el dinero, encargado de la emisión de monedas, y de todas las operaciones que tengan que ver con este asunto (préstamos, créditos, cambios, etc.). Así pues, un banco tendría un papel importante en casi cualquier actividad financiera de importancia.
Desde la antigüedad los judíos se destacaron como prestamistas. Hay un fundamento religioso y cultural en las razones de que los judíos se dedicasen al comercio y al negocio de los préstamos. Mientras a los griegos, romanos, cristianos y musulmanes no se les permitía prestar con intereses, la Torá sí lo permitía a los judíos (pero nunca a los gentiles). Según el libro sagrado de los judíos la riqueza es en gran medida deseable y mientras es afortunado quien tiene dinero, la pobreza es percibida como un mal que se atribuye a alguna transgresión de la ley. Mientras para hinduismo y cristianismo, la riqueza personal es banal, para el judaísmo lo deseable es ser rico.
Clanes judíos en la banca internacional
Algunas de las casas de actividades bancarias judías principales son:
- Rothschilds
- August Belmont y Co.
- J. y W. Seligman y Co.
- Kuhn Loeb y Co. (Warburg)
- Rockefeller.
- Goldman, Sachs y Co.
Historia del banco
En la Edad Media, los cambistas (hoy decimos banqueros), tenían su oficina en los puestos que se les otorgaba en las ferias de turno, al aire libre o bajo soportales. Dicha oficina era muy sencilla pues se trataba de un banco y un tablón a modo de mesa de operaciones; ese tablón es lo que se llamaba la banca. En ella se contaba el dinero, se hacían los pagos y los cobros y todo tipo de operaciones bancarias.
En cada ciudad, los cambistas, ayudados por las autoridades, organizaban el plan de operaciones para su trabajo de cada día. En España, en la ciudad de Medina del Campo (Valladolid), donde las ferias anuales eran algo muy serio y realmente importante, este tinglado estaba delimitado y protegido por cadenas que se ataban a unos pilares de granito, para defenderse de la circulación y de los transeúntes. Los cambistas, así protegidos, hacían su trabajo, con seriedad y con honradez, cumpliendo con las normas establecidas. Si alguno pretendía actuar de manera deshonesta, abusar y saltarse las reglas para ganar dinero fácil, allí mismo y públicamente acababan con su profesión y con su banca, que se rompía a fuerza de golpes. Es la famosa banca rota que hoy conocemos como bancarrota, aunque en la actualidad no existe el acto físico de romper la oficina.