Eurocostarricense

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La raza también puede ser vista en las diferencias que existen entre las diferentes naciones de América. Costa Rica ha sido reconocida como una de las más avanzadas naciones en Centroamérica. Tiene una reputación como el estado menos corrupto, y con los más altos estándares de vida y alfabetización en la región. También se enorgullece de ser la nación más blanca de Centroamérica. David Duke

El término eurocostarricense se utiliza para denominar a los ciudadanos costarricenses de origen europeo. Alternativamente se utiliza eurodescendiente y en alguna medida criollo (aunque este referiría formalmente sólo a los costarricenses de origen español o hispanocostarricenses).

La población eurocostarricense es la mayoritaria del país oscilando entre 77%[1] y 82%,[2] aunque su número se ha visto reducido debido a la constante inmigración de población mestiza desde Nicaragua,[3] y el CIA World Factbook estima un 94% de blancos y mestizos juntos.[4]

La mayoría de los costarricenses blancos se concentra en el Valle Central del país y tiene ascendencia española, aunque hay un número importante de descendientes de italianos, griegos, alemanes, ingleses, holandeses, franceses, irlandeses, portugueses, libaneses, y polacos, así como un importantes numero de familias judías.

Además de ser el grupo mayoritario del país es el más influyente cultural, política y económicamente. Mientras que las regiones más pobres del país son mayormente indígenas (Talamanca), afrocaribeñas (Limón) y mestizas (Guatuso, Los Chiles, etc.)

Los eurocostarricenses no han estado exentos de persecución. Durante la Segunda Guerra Mundial tras la declaración de guerra al Eje italianos y alemanes fueron arrestados, deportados y sus propiedades confiscadas.

También existe la tendencia a minimizar la herencia eurocostarricense haciendo ver que el país es mestizo, exaltando las culturas indígenas y africanas por sobre las europeas e incluso satanizando la conquista española. Aún así, la mayoría de los costarricenses se siente europeos y blancos. Ya desde la época del nacionalista y racialista Dr. Clorito Picado (destacado científico de fama internacional) este sentimiento se mantenía firme.

En carta pública al historiador Ricardo Fernández Guardia, la cual circuló en el Diario de Costa Rica del 20 de mayo de 1939, Picado advierte:

"¡NUESTRA SANGRE SE ENNEGRECE!, y de seguir así, del crisol no saldrá un grano de oro sino un pedazo de carbón. Puede que aún sea tiempo de rescatar nuestro patrimonio sanguíneo europeo que es lo que posiblemente nos ha salvado hasta ahora de caer en sistemas de africana catadura, ya sea en lo político o, ya en aficiones que remedan el arte o la distinción, en tristes formas ridículas Quizás Ud. cuya voz prestigiada es oída por los humanistas de valer que aun quedan en estas regiones, logre ayudar a señalar el precipicio hacia el cual nos encaminamos." (Artículo del historiador costarricense Iván Molina [5])

Dice el escocés Robert Glasgow Dunlop en 1844;

los habitantes del Estado de Costa Rica son casi todos blancos, no habiéndose mezclado con los indios como en otras partes de la América española, y los pocos de color han venido sin duda de los Estados vecinos.

Según otra descripción del filósofo salvadoreño Alberto Masferrer al visitar Costa Rica:

...apenas hay indios... En cambio la negra sangre de Africa corre abundante y pura en la costa del Atlántico... un diez por ciento entre indios, negros, mestizos y mulatos; lo demás pura raza española, de Galicia. Así, entre ellos y nosotros hay la diferencia sustancial de la raza. No se marca bastante esa diferencia mientras se va de Puntarenas hasta Alajuela. Salvo las modalidades características en un pueblo pacífico, ésas y las demás del tránsito son poblaciones centroamericanas. Pero cuando llegáis a la verdadera Costa Rica, es decir, á Heredia, á Cartago, á San José, ya estáis en un pueblo que ni por el clima, ni por la raza, ni por las tendencias es nuestro. Aquella es la Tiquicia pura...

Y, nuevamente, según Molina:

El Secretario de la Corte de Justicia Centroamericana, Ernesto Martin, expresó claramente en noviembre de 1911 la vinculación oficial establecida entre etnia y democracia, al señalar que el avance experimentado por esta última en Costa Rica obedecía a dos factores principales, la expansión escolar (la cual colocaba en segundo lugar) y, en primer término, a "…la raza especial que habita nuestros campos, de cuasi pura estirpe vasca y castellana en su más grande parte”

Citando el trabajo Imaginando una nación de raza blanca en Costa Rica : 1821-1914 de Ronald Soto Quirós; también interesante del discurso de T. F. Meagher es cuando apunta que dos tercios de la población se compone de propietarios de tierras y ésto es «el secreto de su cáracter industrioso, de su virilidad, de su diligencia, de su valor, de su triunfo en la guerra, el secreto de la tranquilidad perfecta, la ausencia de crímenes, de un susbtancial progreso, de la unidad política, del espíritu nacional y, en suma, de la intrépida independencia del país», «más que la pureza de su sangre española, que en el noventa por ciento de los casos no ha sido menoscabada con mezcla de negro de indio». (Meagher, 1859-1860: 35) Esta relación tranquilidad-raza era más evidente en el discurso de Maussion de Candé en los años cuarenta. T. F. Meagher cuando se ocupa de hablar de las mujeres jóvenes de Costa Rica dice que

El aire puro y vigorizante de las montañas que se respira en los valles y las laderas en que tienen sus hogares las dos terceras partes de las gentes de Costa Rica, suaviza el tono de rica carnación de la sangre española, la depura y cubre con matiz de perlas. Cierto es que se ven algunas caras morenas, bronceadas y pintojas, y algunos casos de bocio, pero no en número suficiente como para contradecir lo que he dicho y hacer que ello sea la regla y no la excepción. (Meagher, 1859-1860: 310)
La perspectiva étnica particular de M. Wagner es la siguiente :
Clodomiro Picado, científico costarricense de fama internacional y racialista
la raza ha permanecido aquí más puramente española que en cualquier otra parte de América hispánica. Sin embargo, se percibe también aquí en muchas caras la mezcla de sangre india y bien puede aceptarse como término medio, que entre la gente del pueblo por lo menos, la quinta parte de los hombres tienen en su tipo ciertas huellas, definidas o indeterminadas, de mezcla de sangre, mientras que la relación en los habitantes de la ciudad es mucho más a favor de la raza no mezclada; apenas una de cada veinte caras de las que ahí se encuentran, recuerda al tipo indio. (Wagner y Scherzer, 1944: 96-97)

A. Trollope no trata de establecer proporciones como Wagner. En el mismo orden tenemos la perspectiva del alemán Wilhelm Marr –quien más tarde será el gestor del término antisemitismo-. W. Marr visita Costa Rica por primera vez en 1853 y luego realiza diversas estancias en el país. En una publicación de 1863 relata que «entre todos los neohispanos, los costarricenses son los que tienen menos mezcla de sangre indígena y los más puros, así como los menos infectados, por este motivo, de vicios físicos». (Marr, 2004: 319) W. Marr también cuando narra sobre las jóvenes campesinas de Costa Rica explicaba :

La gentes me causaron, si así pudiera decirse, una rubia expresión. Esto, en sí, es algo que no dice nada; pero, ¿cómo haré para pintar unos cabellos y un color de la tez que, sin ser notables, llaman la atención; cabezas que de lejos parecen rubias y de cerca resultan negras? Podría calificarlas de sosas, pero esto puede ser mal interpretado y no quiero mortificar a la multitud de preciosas, muy esbeltas y delicadamente opulentas muchachas campesinas...Estas jóvenes campesinas de Costa Rica seducen a primera vista. Su tez ligeramente morena atrae y cautiva; a veinticinco pasos de distancia se inclina uno todavía a atribuir este color a la acción del sol. Los labios no son los pálidos del negro ni los grises del indio, sino rojizos, y los dientes de perfecta blancura, según el agua que consuman sus propietarias; sus ademanes tiene un gracia natural, en vez de la grandeza simiesca de las nicaragüenses. (Marr, 2004: 341)

Esta última interpretación de un origen gallego y que Molina en su Bosquejo no consideraba como verificable es también observada en algunas obras. Una enciclopedia norteamericana de 1874 nos dice que de una población estimada de 167.000 habitantes en Costa Rica, unos 100.000 podía considerarse como «blancos...principalmente de pura extracción española..los primeros pobladores eran de Galicia en el norte de España y los costarricenses parecen preservar muchas de las características de esta fuerte y ecónoma raza». (Ripley, 1874: 393) Este publicación probablemente sigue las ideas de las obras de Onésime Reclus, uno de los famosos hermanos franceses Reclus, que aunque nunca viaja a Costa Rica también transmite desde 1872 un resumen de las ideas que se mantenían en la época sobre la población de Costa Rica :

Costa Rica pertenece casi por completo a la raza blanca pura: entre los campesinos un hombre por cada cinco, entre la gente de las ciudades uno por cada veinte, a lo más, presentan algunos rasgos, raramente visibles, de mezcla de sangre india con sangre española. Los costarricenses, según toda probabilidad, descienden principalmente de gentes venidas de Galicia y los gallegos son lo más laboriosos de los hombres que viven en la noble península. A este origen deben, sin duda, los neo-latinos de Costa Rica las cualidades que les han dado el primer lugar en América Central. Es un pueblo encantador, delicado, cordial, educado, fiel a su palabra, lleno de sentimientos generosos. (Reclus, O., 1877: 378)
La interpretación parece ser retomada por un profesor del liceo de Marsella, Paul Armand. En una publicación de la Sociedad de Geografía de esa ciudad observa que «de todos los habitantes de la América española los costarricenses son los menos impregnados de sangre india. Una quinta parte apenas no es de descendencia europea. Son originarios de Galicia, o sea, de este pueblo comparado a menudo a nuestros campesinos de la Auvernia por su honestidad, su amor al trabajo, su espíritu de economía». (Armand, 1882: 179)
Claudia Poll, medallista olímpica costarricense de origen alemán
En 1874 llega a Costa Rica el alemán Polakowsky como profesor de Ciencias. Polakowsky menciona que en Costa Rica la población indígena «ha desaparecido, pues no quedan indios medio incivilizados o incivilizados del todo» y considera que el «grueso de los habitantes de Costa Rica francamente se puede considerar como una raza excelemente buena». (Quesada Pacheco, 2001: 189 y 244) No obstante, Polakowksy considera como correctas las observaciones de la obra de Wagner y Scherzer (1856) sobre los rasgos étnicos en Costa Rica y concluye que pese a que «los costarrricenses son más blancos que muchos de los demás habitantes de la América hispana, por supuesto no se puede aseverar que sean personas absolutamente blancas». (Quesada Pacheco, 2001:259)

Uno de los geógrafos franceses más importantes de fines del siglo XIX, Elisée Reclus, hermano de Onésime, quien había leído los diferentes relatos de viajes y obras sobre Costa Rica, quien había movilizado a los mejores especialistas de cada asunto y que mantenía correspondencia con otros científicos, en su obra Nouvelle géographie universelle señala :

La población refinada de civilización española ha sustituido casi totalmente a los aborígenes indígenas en Costa Rica...Hacia el fin del régimen colonial, la provincia costarricense del «reino» de Guatemala tenía, a pesar de importancia estratégica, solamente una población de 47 000 habitantes de origen mestizo. Se repite de ordinario que los costarricense son de raza española, gallega en su gran mayoría, pero esta pureza de raza no existe ya que los conquistadores se mezclaron con las mujeres del país y el resto de la población indígena se asimiló gradualmente. Lo que es cierto, es que a pesar de la predominancia de sangre indígena, los ladinos de Costa Rica están absolutamente hispanizados por la lengua, las costumbres, la conciencia nacional; en cuanto a la parte del cruce con los negros, es mínimo. (Reclus, E., 1891: 550 y 552)


...la pequeñez numérica ó la territorial no deben tomarse en cuenta exclusivamente para calcular la grandeza ó pequeñez relativas de un país cualquiera, respecto á otros. Costa Rica es relativamente superior á casi todas las Repúblicas Centro y Sud Americanas, y aun á Mexico mismo, en la unidad de su raza, como lo han reconocido todos los viajeros que la han visitado; y es superior relativamente también, en cuanto á sus consumos y producciones. (Curtis, 1887b: 39)
pues ese tipo jamás lo hemos visto ni puede verse en este país...el peóon sólo recordamos haberlos visto, y de seguro se encuentra en algunos pueblos indígenas de Guatemala. Sin duda al señor Curtis cambió inadvertidamente los croquis ó dibujos tomados por él en su extensa excursión en estos países. Nuestra raza es mejor en su mayoría, menos mezclada que la de otros pueblos de América, aproximándose mucho á la española, de cuya mezcla con la indígena pura, viene los signos típicos que la caracterizan. (Curtis, 1888b: 48-49)
En Costa Rica, si bien existe la raza primitiva, su número es exiguo y está completamente separada de la población civilizada. Esta es blanca, homogénea, sana y robusta, y une a estas buenas condiciones físicas las que son de un valor más estimable: su laboriosidad y afán por su cultura y prosperidad, su espíritu de orden y amor al trabajo y su denuedo y arrojo, cuando se trata de la defensa de la Nación. La moralidad del pueblo y su respeto a la autoridad es notoria. (Calvo, 1887: 34)
La labor de mostrar una imagen en el exterior es también recuperada por Paul Biolley, un suizo que había llegado a Costa Rica en 1886 y que participaría de gran manera en la vida intelectual costarricense hasta su muerte en 1908. (Yacher, 2004: 37) P. Biolley escribía en 1889 en un obra publicada en francés :
Silvia Poll, medallista olímpica costarricense de origen alemán
La población de Costa Rica tiene un carácter especial. Como en todo lado en la repúblicas hispanoamericanas el fondo es una mezcla de la raza indígena y de la raza blanca conquistadora, pero esta última aquí es netamente preponderante, no podríamos decir igual de las otras secciones de América Central...La mayor parte de la población desciende de los españoles que se establecieron en el país, a continuación de los valientes conquistadores de la última mitad del siglo XVI. (Biolley, 1889: 34-36)

La labor había sido especialmente ejecutada por el profesor profesor Miguel Obregón Lizano quien participó en las reformas educativas de don Mauro Fernández y ejerció una gran cantidad de puestos en el ámbito pedagógico y administrativo desde la década de 1870. Este intelectual apuntaba lo siguiente:

Los costarricenses pertenecen casi por completo á la raza blanca pura: entre los campesinos un hombre por cada cinco, entre la gente de las ciudades uno por cada veinte, á lo más, presentan algunos rasgos, raramente visibles, de mezcla de sangre india con sangre española. Según toda probabilidad, los costarricenses descienden principalmente de gentes venidas de Galicia, y sabido es que los gallegos son los más laboriosos de los hombres que viven en la noble península. Á este origen deben sin duda los neo-latinos de Costa Rica las cualidades que les han dado el primer lugar en Centro América. Es un pueblo encantador, pacífico, agradable, cortés, fiel á su palabra, lleno de sentimientos generosos. El grueso de la población ha agrupado en la altiplanicie central y á lo largo de los valles que ponen á esta en comunicación con uno y otro mar. Esta estrecha zona, cuyos extremos son las ciudades de Limón y Puntarenas, es el principal asiento de la nación costarricense...La población indígena se ha asimilado gradualmente á la extranjera, y al mezclarse una con otra, ha predominado el elemento europeo, tanto en civilización como en raza. Ahora los costarricense forman un pueblo de RAZA BLANCA en su gran mayoría y que se distingue de los otros de la América española por su homogeneidad. Quizá en ninguna otra parte, ni aun en Chile, se ha efectuado con mejor éxito que en Costa Rica la fusión de los elementos indígena y español en una unidad nacional bien definida. «Los costarricenses pertenecen casi por completo á la «raza blanca pura» : un hombre por cada cinco, entre los campesinos y, uno por cada veinte entre la gente de la ciudades, á lo sumo, dejan ver algunas señales, apenas perceptibles, de la mezcla de sangre india con sangre española. Según toda las probabilidades, los costarricenses descienden principalmente de gallegos, que, como es sabido, se distinguen entre los habitantes de España por su laboriosidad. A este origen deben los blancos de Costa Rica, sin duda alguna, las cualidades que les asignan el primer lugar en Centro América. Forma un pueblo expansivo, agradable, cortés, fiel á su palabra, lleno de sentimiento generosos». (Onésimo Reclús)... A la unidad de raza, de lengua, costumbres y religión, no menos á sus hábitos de orden y trabajo, á su amor á la paz y á la favorable circunstancia de ser propietarios casi todos y de tener por lo mismo, vinculado en mayor grado sus intereses particulares con los colectivos de la nación, deben los costarricenses el haber logrado notables progresos. (Obregón, 1897: 52)

La interiorización de tales ideas dentro de la clase política e intelectual costarricense se puede observar especialmente en la persona de Cleto González Víquez –uno de los miembros más importante de los llamados sarcásticamente miembros del Olimpo, o sea los intelectuales liberales que dominaron el espacio político en la época. En una entrevista hecha a este personaje en mayo de 1906 por dos viajeros españoles cuando era presidente de la República y ante una pregunta sobre la influencia norteamericana, el gobernante respondía :

Nosotros, por la índole pacífica de nuestro pueblo, por el sello que nos distingue en el orden de nuestra envidiable homogeneidad de raza, por el culto que rendimos á cuanto implica orden y respeto à los derechos del individuo y de la propiedad...nosotros, digo, nada tenemos que temer de los Estados Unidos en punto á que se entromentan en nuestros asuntos. (Segarra y Juliá, 1907: 252-253)

González Víquez fue quien llevó a su máxima expresión el discurso sobre la «raza homogénea» al señalar al Congreso de Costa Rica en 1908, que en vez de fomentar la inmigración de extranjeros para colonizar áreas vacías, se debía propiciar la «auto-inmigración,» es decir, «llevar al máximo la producción de y la reproducción nacional por medio de una baja en la tasa de mortalidad infantil y la implementación de medidas moral y biológicamente sanitarias en toda la República». (Palmer, 1995: 75) La educación jugará un papel relevante en este proceso que podría catalogarse como una versión culturalista de biopoder para «mejorar» la nación4. En la década de 1910 y 1920 la idea de una Costa Rica blanca tendrá un eco importante en los obreros y artesanos costarricenses quienes se opondrán a la inmigración que, desde su perspectiva, les producía competencia en sus puestos de trabajo. (Acuña, 1995) La inmigración de chinos y afrocaribeños será, sin duda, una gran amenaza para esa raza nacional. (Soto Quirós, 2005)

Sobre los judíos

Desde los años treinta hubo un número importante de costarricenses y alemanes radicados en Costa Rica simpatizantes del fascismo y del nacionalsocialismo,[6] sin embargo, el país apoyó a los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. El presidente del Partido Nazi de Costa Rica en aquella época era el costarricense de origen alemán Max Effinger, quien fue nombrado asesor de inmigración en el gobierno de León Cortés [7] [8].

Los presidentes de Costa Rica León Cortés y Otilio Ulate fueron rabiosos antisemitas, según se desprende de la investigación de Jacobo Schifter , Lowell Gudmundson y Mario Solera, El Judío en Costa Rica.

Sobre León Cortés se dice que:

Con la administración de León Cortés (1936-40) se acusó a la anterior de haber permitido “durante largo tiempo el ingreso de todos los extranjeros al país sin llenar los más importantes requisitos.” El gobierno de Cortés con tal de parar este “atropello” tomó medidas para restringir el ingreso de polacos, cosa que culminó con el cierre total de la inmigración. Cortés, quien mandaría a su hijo a estudiar a Alemania, nombraría luego al Presidente del Partido Nazi de Costa Rica, Max Effinger, como su asesor en cuestión de migración. Effinger rechazaría las solicitudes de ingreso de judíos porque estos no “eran de la raza aria”. Su gobierno se sumó a la política de cierre de fronteras que se hizo común en toda América Latina, con las únicas excepciones de República Dominicana, Bolivia y Ecuador.

Sobre Otilio Ulate:

El frente antijudío estaba liderado no por Effinger sino por el periodista Otilio Ulate que desde su periódico, El Diario de Costa Rica, publicaba todo tipo de propaganda antisemita. A los judíos su periódico les acusaba desde arruinar al comercio establecido, de diseminar las ideas comunistas, de practicar una religión satánica, hasta adulterar la leche que vendían a los niños costarricenses. Esta campaña llegó a los extremos de que los judíos eran detenidos y obligados a mostrar sus mercancías con el fin de descubrir la propaganda comunista. En otras ocasiones, se les gritaba improperios en sus negocios o se hacían pintas en sus casas.

También se apunta antisemitismo por parte de Rafael Ángel Calderón Guardia:

Las cosas empeorarían con la Administración de Calderón Guardia (1940-1944). La nueva adminstración acusó ahora a la de Cortés de haber permitido “la mayor invasión polaca a Costa Rica… el 80% de esos elementos ingresaron en forma irregular al país.” Con estas afirmaciones y respondiendo a una interpelación por parte de 120 comerciantes nacionales, el gobierno de Calderón Guardia, procedió al establecimiento de la llamada Comisión Investigadora, desatando una campaña anti judía más intensa. La racionalización para establecer dicha comisión, según el periódico La Tribuna, era que “todos los países, menos el nuestro, defiende su comercio de la competencia de gente transhumantes, sin arraigo en nuestra sociedad que van por el mundo sin más norte que el de buscar la riqueza allí donde se encuentren, sin importarles un pito la nación, ni sus instituciones, ni el el pueblo del que viven y del que se ausentan en cualquier momento para ir a plantar su tienda en la latitud que encuentran más propicia para la realización de su sueño de hacer dinero, dinero y más dinero.”

Calderón compartió esta opinión, diciendo en su discurso inagural del 8 de mayo de 1940, que “el comercio debe ser empresa de personas arraigadas en el país, para evitar la posibilidad de competencia desleal que en la práctica se ha mostrado como el mayor estrago para la prosperidad de los costrarricenses”. Al mismo tiempo, se anunció que “todos los polacos mayores de 16 años que no se hubieran presentado ante la Comisión investigadora serían declarados en rebeldía”.

La reacción de la Cámara de Comercio fue acogida en el Congreso de la República y desembocó en el establecimiento de una comisión especial investigadora de polacos.

Los llamados ‘ciudadanos polacos’ fueron obligados a declarar, y se les elaboraba una ficha centrada en datos de la condición migratoria. La investigación se refería a ‘polacos’, pero empadronaron igualmente a los judíos provenientes de países como Alemania, Austria y Rusia. Con el voto salvado del diputado Benavides, la recomendación mayoritaria de la Comisión fue esta: deportar al grueso de los investigados después de la Segunda Guerra Mundial.

Rafael Ángel Calderón Guardia (1940-1944), desechó la recomendación de la Comisión. No lo hizo necesariamente por simpatía con los judíos de Costa Rica, sino para congraciarse con la política de los Estados Unidos y sus aliados, enfrentados a la Alemania nazi.

La llegada al poder de Teodoro Picado Michalski, católico pero hijo de una madre polaca, emjoró considerablemente la situación. Picado detuvo la persecución a los judíos. Sin embargo, las posteriores elecciones en 1948 entre Otilio Ulate y Rafael Ángel Calderón (del mismo partido que Picado) terminaron en disputas de fraude electoral mutuas que causaron la Guerra Civil del 48. Los judíos habían sido vistos como afines al gobierno de Picado y Calderón, y hostiles al bando revolucionario de Ulate (que era antisemita).

Aunque José Figueres prometió a la comunidad judía que no compartía el antisemitismo de Ulate, en 1948, el día en que las fuerzas liberacionistas entraron en San José, la sinagoga judía fue incendiada. No había ninguna razón para esperar que el ahora presidente de facto fuera favorable a los judíos. Aunque la comunidad no había participado de ningún lado en la Guerra Civil, la relación con el depuesto presidente Picado había sido buena. No obstante, Figueres mostraría que no tendría resentimientos y que más bien terminaría con el antisemitismo en la vida política de su partido, Liberación Nacional, de tendencia social demócrata. Pero esto no sería hasta 1953 porque en un año tendría que entregarle el poder al presidente electo de Costa Rica, Otilio Ulate.

A pesar del cambio de alianza bajo el gobierno de Calderón en la Segunda Guerra Mundial las posiciones antisemitas se mantenían, se cita al reconocido educador Luis Dobles Segreda (un colegio costarricense lleva su nombre) diciendo:

En la Conferencia de Evian (Francia, 1938), promovida por los Estados Unidos ante las oleadas migratorias judías en Europa, la posición de Costa Rica (en voz del maestro y representante en Francia, Luis Dobles Segreda) fue terminante: impedir el arribo de “elementos indeseables, peligrosos”, de “gentes maleantes cuyo ingreso está cerrado por leyes prudentísimas”. El fantasma nazi pudo ser ahuyentado, pero no los propios espectros.[9]

Referencias

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