Eurovisión

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El Festival de la Canción de Eurovisión -llamado más comúnmente sólo Eurovisión- es un concurso televisivo internacional que todos los años se desarrolla en distintas locaciones de Europa y Asia. Organizado por la Unión Europea de Radiodifusión, el evento es usado para promover abiertamente la agenda globalista y degradar a la cultura tradicional de Occidente. Dada su popularidad y envergadura, muchos países le imprimen una interpretación política al espectáculo.

Historia

La creación de la Unión Europea de Radiodifusión en 1950 tuvo por propósito impulsar la cooperación entre los medios masivos de comunicación de los países de la Europa capitalista para difundir una agenda cultural unificada. Su intención era la de promocionar un "espíritu europeo" moderno, con el que todos los ciudadanos del continente se sintieran identificados.

En 1955 analistas de inteligencia de la OTAN consultaron a directivos de la BBC sobre la posibilidad de organizar un concurso musical europeo imitando el modelo de Les Nuits de l'Armée, un festival muy popular de bandas militares que se celebraba en Francia desde 1952.[1][2] Los británicos respondieron favorablemente al proyecto, por lo que, a comienzos del año siguiente, la OTAN dio forma al Festival Musical del Atlántico Norte, el cual fue rebautizado por el periodista suizo Marcel Bezençon con el nombre de "Eurovisión"; públicamente se anunció que el evento aspiraba a imitar el formato del Festival de San Remo y del Festival Británico de la Canción Popular, omitiendo toda referencia a Les Nuits de l'Armée.

En su primer año solamente siete países participaron del concurso, pero una década después el número había crecido a dieciocho, incluyendo a Yugoslavia. En 1973 ingresaría Israel, en tanto que Turquía lo haría en 1975 (Marruecos participaría por primera y única vez en 1980). A partir de 1993 el evento se abrió hacia Europa del Este, incluyendo paulatinamente a todos los países que estuvieron detrás del Telón de Acero. En 2015 se sumaría Australia, país que, de hecho, no es miembro de la UER.

Formato

Eurovisión usualmente se realiza en una ciudad perteneciente al país al cual representa el ganador del concurso en la edición anterior. Cada país participante envía a un artista que es elegido por la entidad afiliada a la UER mediante un concurso nacional u otro modo de selección.

Aunque se espera que los artistas sean oriundos del país al que representan, ello no es un requisito obligatorio, por lo que puede ocurrir que un extranjero aparezca cantando bajo una bandera que no es la suya. Del mismo modo las piezas musicales pueden emplear el idioma que deseen, sin que exista la obligación de que coincida con los idiomas oficiales de las naciones que concursan.

Todos los artistas participantes actúan en vivo ante las cámaras y luego, ese mismo día, se decide quien es el ganador a través del voto (el cual era originalmente emitido por un jurado especializado, pero que luego se amplío para que también los espectadores pudieran emitir una opinión vinculante sobre el espectáculo).

Propaganda globalista

Las reglas que rigen al concurso están deliberadamente diseñadas para promover el globalismo. Esto se hace visible en tres aspectos: la democracia, el multiculturalismo y el elegebetismo.

Lo primero está representado en la centralidad que adquiere la votación para definir a los ganadores del concurso. En efecto, jurados y espectadores de cada país son invitados a elegir a sus favoritos entre los demás candidatos, sin tener la posibilidad de votar por sus representantes nacionales. Se genera así la ilusión de que, más allá de la competición, las naciones europeas cooperan armoniosamente entre si para darle el triunfo a quien más lo merece. Por ese motivo la puesta en escena sobre el final de la emisión en la que se exponen pacientemente los resultados de las votaciones en cada país es un momento que tiene la misma relevancia para el espectador que las canciones mismas. Sin embargo usualmente allí suele quedar en evidencia que, en algunos países, los electores votan no de acuerdo a la calidad del espectáculo presentado, sino según un criterio que excede al evento mismo (por ejemplo es notorio ver que Grecia y Chipre siempre se califican entre si con la máxima puntuación posible, pese a que nadie más considere que sus respectivas canciones puedan llegar a ganar el concurso, y lo mismo sucede con otros países en los Balcanes, Escandinavia y otras regiones).

El multiculturalismo es algo muy presente en Eurovisión, desde épocas más bien lejanas, pues la negra Milly Scott apareció representando a los Países Bajos en la edición de 1966, siendo así la primera melanoderma que concursó como figura de un país europeo. Desde entonces se ha vuelto algo común que personas no-europoides participen del certamen en representación de un país en el que los suyos son minoría. Asimismo también es común ver que participan todo tipo de estilos musicales, muchos de ellos provenientes de la cultura negra estadounidense y latinoamericana.

Finalmente el elegebetismo es otro componente fundamental de Eurovisión. Si bien desde sus inicios hubo artistas homosexuales y canciones que hacían algún tipo de discreta alusión a la desviación sexual en la programación del festival, no fue sino hasta la década de 1990 que la apología de la aberrosexualidad fue instalada abiertamente como parte del espectáculo. Eso llevó a que una gran cantidad de artistas reconocidos por su inversión llevaran sus actos flamboyantes a los escenarios, más allá de que su valor cultural fuese mínimo o inexistente. Los dos casos más notorios de la propaganda elegebetista fueron los del israelí Dana International y del austriaco Conchita Wurst, dos travestidos que ganaron respectivamente las ediciones de 1998 y 2014. La presencia de aberrosexuales ha generado controversia en torno a Eurovision en países como Turquía o Rusia, donde esas prácticas íntimas y ese estilo de vida libertino están censurados de un modo u otro.

Los organizadores de Eurovisión sostienen que su evento es apolítico y de hecho descalifican a artistas que, tanto en sus canciones como en las entrevistas promocionales, mencionen algún asunto de naturaleza política, ya sea para apoyarlo o criticarlo. Sin embargo en muchas ocasiones también permiten que lo político emerja durante el festival, aunque bajo disfraces relativamente sutiles. Todo depende, en realidad, de si el tema tratado coincide o no con su agenda. De allí que, por ejemplo, no se les permita ni a artistas ni a espectadores llevar banderas que identifican a alguna región que busca su independencia (como Cataluña o Córcega), pero si es común ver la bandera del arcoíris como si se tratase de un símbolo neutro.

Referencias

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