La pasión según Malvinas

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Tapa del libro de Nicolás Kasanzew

Por la defensa de la gloria y la nobleza...Volveremos !!

El nuevo libro de Nicolás Kasanzew

A la censura militar no le gustaban las notas que Nicolás Kasanzew, corresponsal de guerra de la televisión argentina, enviaba desde el frente de batalla en las Malvinas. Prueba de ello es que un 95 % del material que grabara con su camarógrafo Alfredo Lamela, no sólo no fue emitido, sino que está desaparecido y, muy probablemente, fue destruido.

Tampoco le cayeron bien a los organismos de Inteligencia las fotos que el periodista sacaba con su Nikon personal, los siete primeros rollos que había enviado al Continente fueron confiscados y se esfumaron sin dejar trazas.

Afortunadamente, las restantes fotos que tomó en sus ratos libres pudo irlas sacando en forma subrepticia de las Islas y son las que ahora ofrece en este libro. Las imágenes tienen, además del emotivo, un innegable valor histórico, por cuanto no son muchas las fotografías de la Guerra de Malvinas que hay en circulación, y las que hay son, en general, bastante trilladas y de baja calidad técnica y testimonial.

Es que, por un lado, los ingleses les quitaban a los soldados argentinos prisioneros las fotos que les descubrían. Y, por el otro, se las confiscaban también los servicios de Inteligencia argentinos en el continente, como parte del desesperado intento "desmalvinizador", que pretendía hacer olvidar la Gesta Austral lo más pronto posible.

Propósito absurdo e injusto, que la publicación de estas fotos inéditas convierten en mas utópico aun de lo que siempre fue. Las escenas de la vida cotidiana de los combatientes que estas fotos muestran -además de contrastar marcadamente con las imágenes archiconocidas que se desempolvan cada 2 de abril-, son un momento gráfico perenne a los hombres que en 1982 lucharon contra un enemigo inmensamente superior por una causa nacional que nunca –sin lugar a dudas- perderá vigencia.

Por su cobertura de la Guerra de Malvinas, Nicolás Kasanzew fue condecorado con la Orden a los Servicios Distinguidos del Ejército Argentino y con la Medalla del Congreso de la Nación Argentina. El periodista, de origen ruso blanco, descendiente de oficiales del Ejercito del Zar, cubrió también conflictos bélicos en Nicaragua, El Salvador, Líbano e Irak y trabajo en distintos medios de prensa nacionales e internacionales: CNN, Telemundo, NBC, y los canales 7, 11, 13 de Buenos Aires, entre otros.

En 1982 publicó el libro "Malvinas a Sangre y Fuego", que tuvo una tirada de 85.000 ejemplares y se encuentra agotado desde hace muchos años. Ahora, vuelve con una obra espectacular, con fotos reveladoras del conflicto: "La pasión según Malvinas". A continuación uno de sus capítulos en exclusiva.

El tabú de una guerra

Cuando durante la Primera Guerra Mundial fue derribado el as alemán Oswald Boelcke, un avión británico arrojó detrás de las líneas del Káiser una corona que llevaba esta inscripción: "En recuerdo del capitán Boelke, nuestro valiente y caballeresco adversario, de parte de la RAF".

La corona venía acompañada de una carta para el cuerpo de oficiales de la aviación alemana. La misiva rezaba: "Esperamos que encuentren esta corona. Lamentamos que llegue tan tarde, pero el tiempo nos ha impedido enviarla antes. Todos nosotros compartimos el duelo de la familia y los amigos del capitán Boelke y reconocemos su valor".

Los hombres cabales saben rendir justicia aun al enemigo, cuando éste lo merece. ¿Y a los propios compatriotas? ¿Cómo puede ser que a un cuarto de siglo de finalizada la gesta, la nación desconozca todavía los nombres de los pilotos que atropellaron a la flota inglesa? ¿Que no repare en sus propios ases de la aviación? ¿Cómo es que los argentinos no hemos desfilado, uno a uno, frente a esas casas donde todavía sangran los familiares de los héroes y no hemos dejado en cada puerta la corona de nuestro luto y nuestro orgullo?

La Argentina tiene desde 1982 a su propio Barón Rojo, a su propio Douglas Bader, a su propio Piotr Nesterov... y no se ha dado por enterada. Lo cual —amén de ser una aberrante injusticia— priva a la nación de eso que históricamente fue el más sublime de los tónicos: el ejemplo de los héroes. Comportamientos heroicos individuales, los hubo en las tres fuerzas. Pero es obvio que los protagonizados por los "cazadores" son los más sobrecogedores. Y sin embargo, ¿cuántos argentinos saben que tres pilotos ostentan un formidable e idéntico récord: tres navíos ingleses puestos fuera de combate por cada uno?

Dos de esos aviadores, en palabras de Antonio Caponnetto, "cruzaron los aires sin regreso, pero en las bases saben que hay estrellas convertidas en hangares": el capitán García y el primer teniente Vázquez. El tercero sobrevivió a la guerra; se trata del entonces capitán Pablo Marcos Rafael Carballo, un audaz entre los audaces.

De García y Vázquez se decía —recuerdo— que estaban cebados. Ninguna duda. Se habían acostumbrado a despanzurrar fragatas enemigas. Y es que los pilotos partían en misión siguiendo un riguroso orden, pero solía suceder que alguno —hombre al fin— se amilanara a último momento. (Al día siguiente encontraria a su avión envuelto en papel higienico). ¿Quiénes eran entonces los que invariablemente se ofrecían como voluntarios —fuera de turno— para reemplazarlo? García y Vázquez.

Este último había sido un suboficial que cursara la escuela de Aviación Militar. Su propio hermano supervisaba las refacciones del "Skyhawk". que habitualmente volvía hecho un colador. Nada amedrentaba a Vázquez. Y así fue como cayó en cumplimiento de una misión digna de los protagonistas de Homero: la de averiar al portaaviones "Invincible".

Los pilotos de combate argentinos se acercaban a la flota volando a ras del agua, a veces ala con ala para confundir a los radares enemigos, y depositaban sus bombas con tamaña temeridad, que en algunos casos rozaron el mástil del navío ingles en el escape!

Y para llegar hasta allí habían debido atravesar un erizo defensivo de proyectiles de todo tipo, que les descerrajaban las fragatas en cuanto los divisaban, Volando a casi mil kilómetros por hora en sus vetustos Skyhawk modelo 50, arremetían contra naves modelo 80, con una audacia que aun hoy provoca la admiración del mundo entero.

A veces ocurría que algún aparato de la escuadrilla atacante se desviaba al hacer la aproximación y salía a un costado de la escuadra. Entonces, invariablemente, el "cazador" hacía "reempleo", o sea: efectuaba el viraje para arremeter una vez más. Sólo que —alertada la flota por la acometida de los demás aviones— el piloto que había errado el rumbo era generalmente abatido.

¿Y por qué hacia "reempleo" el aviador en lugar de volver a su base? Porque su sentido del honor le impedía volver con los bombas: debía a toda costa descargarlas sobre el enemigo.

"Escuché que preguntaban si nos drogábamos antes de enfilar a una muerte casi segura. —me dijo encrespado el capitán Carballo—. Si, íbamos drogados. Esta era nuestra droga". Y con gesto vehemente sacó de su cuello un rosario.

Es que los "halcones" combatían como sólo pueden hacerlo los hombres que creen en la resurrección. Salían al ataque confesados y comulgados: de ahí que no le temian a la muerte. No había nada mas peligroso que un piloto argentino recién confesado.

Carballo — "el capitán Cruz" — ostenta el record de 20 horas de combate real contra buques y aviones británicos. Tres veces fue alcanzado su avión con munición enemiga, e inclusive un misil explotó debajo del ala izquierda de su A4-B, pero sin lograr derribarlo.

¿Qué experimentaba un "halcón" al aproximarse a la flota? "Sentís una explosión a la. derecha: le dieron a tu camarada. Otra a la izquierda: sucedió lo mismo. Y sabes con toda certeza que la única chance de salir es embocando las bombas en el puente mismo de la fragata. Sólo habiéndola tocado, la confusión que se produce puede permitirte hacer el escape".

Al principio de la guerra, casi ningún piloto dormía. Por la noche permanecían de guardia, al amanecer presenciaban la salida de las misiones, luego esperaban el retorno, y al producirse éste, todavía se quedaban en pie hasta averiguar los nombres de los caídos.

Algunos estaban nerviosos. Otros, en cambio, francamente felices.

Varios acababan de abandonar la vida civil. El comandante de Aerolíneas Argentinas Musso cambió su "mastodóntico" Boeing por un afilado Dagger, aparato mortífero y vulnerable a la vez, ya que su tobera de gran tamaño atrae muy especialmente a cuanto misil ande rondando. Musso arremetió contra la flota en cinco misiones.

Si estos episodios nos hacen vibrar, ¿qué decir entonces de la hazaña del "transportero" metamorfoseado en bombardero? Ya hacia el fi-nal de la contienda, un Hércules C-130 atacó el buque petrolero, curiosamente homónimo, "Hércules", encargado de abastecer a los ingleses, dañándolo con el maravillosamente simple procedimiento de abrir la puerta de carga y empujar a través de ella varias bombas. Días más tarde el petrolero se hundió.

Al igual que en las otras armas, en la Fuerza Aérea la Argentina tiene héroes muertos y héroes vivos. Tanto unos como otros conforman el corazón moral del país. Los Guadagnini, Ardiles, García Cuerva, Bustos, Castillo, Palaver, así como los Carballo, Velazco, Filippini, Mir Gonzalez, Puga, Robles han protagonizado combates épicos, proezas individuales que relatadas a nuestros hijos van a forjarles el espíritu que un país vital reclama.

Para eso, todos los nombres deben ser glorificados, todos los detalles ampliamente difundidos. La nación debe conocer a sus héroes. Es lo único que puede elevar la temperatura moral del país, e impedir que siga avanzando hacia la desintegración.

Se debe hacer un culto de esa virtud esencial que es el valor, tanto el guerrero como el civil. Una virtud particularmente honrosa y necesaria, por cuanto es la salvaguarda del ser nacional.

Y si bien la frustración de la derrota y la estafa propagandística han llevado a negarles a los héroes el reconocimiento merecido, nosotros, los civiles que hemos vivido ardientemente esta guerra por una causa noble, esperamos vivir también la apoteosis de la justicia, cuando la nación entera aclame a los defensores de su soberanía. Cuando se vengan abajo los balcones de Buenos Aires vitoreando a los veteranos de la Gesta Austral, en ese desfile tan larga e injustamente adeudado.

(por Nicolás Kasanzew, corresponsal de Guerra en Malvinas)

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