Metapolítica y tradicionalismo

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Este trabajo tiene su razón de ser en dos motivos: Uno, a propósito de una carta de nuestro amigo el ítalo-americano Primo Siena sobre algunos puntos en disputa acerca de lo que entendemos por metapolítica.[1] Y dos, pretende dar a conocer, aux parvenus au champ des études tradicionnelles, una óptica poco conocida y mal comprendida como es el sentido de tradición para Occidente, esbozado hace ya veinticinco años por Elías de Tejada, a propósito del tradicionalismo hispánico, en un estudio excepcional en homenaje a Julius Evola.[2]

Los términos tradición y tradicionalismo han sido tomados, al menos, en dos sentidos diversos. Para el denominado tradicionalismo filosófico que se nutre con autores contemporáneos tan significativos como René Guénon, Julius Evola, Frithjof Schuon, Titus Burckhardt, Ananda K. Coomaraswamy, Antonio Medrano y en nuestro país Vicente Biolcati, la tradición está edificada por un cúmulo de conocimientos que han constituido un saber primordial común a todas las civilizaciones. La elucubración sobre la sabiduría prístina es el objeto primero de esta corriente filosófica. Para ello recurre al estudio detallado de los más diversos textos sagrados o pseudosagrados de la antigüedad buscando allí rastros, testimonios o trazas acerca del saber ancestral primigenio.

Esta tradición, por principio, no está asentada en ninguna época histórica y es por ello ahistórica y de origen no-humano. Afirmamos que el tradicionalismo filosófico es ahistórico porque el objeto de su estudio, esto es el saber primordial no está ubicado en ninguna época histórica. Por lo tanto nos parece inadecuado pretender clasificarlo de metahistórico como sugiere Primo Siena. En todo caso podría decirse que este tradicionalismo es suprahistórico en la medida en que el mito constituye el elemento primario a partir del cual se parte hacia el conocimiento de la tradición única. Ella se puede encontrar en todos los pueblos. Así Evola la encontró en la India en la vía hindú del tantrismo de la mano izquierda, Guénon en el islamismo egípcio donde se rebautizó como Abdel Wahed Yahia o Coomaraswamy en los indios pieles rojas de los Estados Unidos.

La segunda acepción de tradición nos la ofrece el tradicionalismo occidental que se proyecta en Occidente bajo la forma de "tradiciones nacionales". Esta tradición no está fuera de la historia como la anterior versión sino inserta como cosa valiosa en la sangre viva de los pueblos. La tradición es acá entendida como traspaso de valores de una generación a otra. Valores que dan sentido a la existencia de nuestras naciones dentro de la historia del mundo.

Es indudable que esta tradición se nutre de una metafísica pero no ya como ciencia de los mitos en tanto que mitos sino como "ciencia del ser en tanto ser y sus atributos esenciales" según la concibiera la filosofía griega y luego, toda la philosophia perennis. Es la prótes philosophías, la filosofía primera. Porque "el problema del ser, va a decir nuestro maestro, en el sentido de la pregunta ¿ qué es el ser? es el menos natural de todos los problemas, aquel que el sentido común nunca se plantea, el que las tradiciones no occidentales jamás han barruntado ni rozado...es una pregunta eternamente aporética. Siendo ello así se concibe que el orden de la investigación para nosotros (quoad nos) sea inverso al orden del saber en sí, y que la humana filosofía no llegue nunca a identificarse con el orden que pertenecería a un saber más que humano".[3]

Y es acá, en la meditación sobre el ser en tanto ser donde brilla con luz propia lo más gradado de la inteligencia occidental. Son los metafísicos stricto sensu [4] -desde Heráclito a Heidegger- los que han des-cubierto el sentido de la alétheia del ser del ente. Este camino es el más arduo y difícil al que la humana fortaleza pueda someterse. Caracterizado por los grandes místicos como el de la noche oscura. Kant decía "es buscar un gato negro en una pieza oscura, cuando a lo mejor no existe". Nuestro Castellani hablaba de "hombres raros que pretendían conocer las causas. De estos hombres algunos los han matado, otros los han desterrado y en general han sido pobres". [5]

Distinciones

En verdad, Elías de Tejada se limita a hablar de tradicionalismo español más que hispánico. Porque este último concepto supone una extensión mayor a la atribuida por nuestro autor, cuando afirma: "Nosotros los carlistas, creemos en una tradición elaborada por nuestros mayores, no encarnada en un mito indemostrable".[6] No es necesario ser muy sagaz para percatarse que, aún cuando pudieran existir carlistas a en otras latitudes, el carlismo como conditio sine qua nom de tradicionalismo está limitado a España. Ello nos obliga a nosotros, los hispanoamericanos, a realizar también el esfuerzo de explicitar nuestra tradición. Y para ello nada mejor que seguir distinguiendo.

El tradicionalismo español que tiene sus fuente teóricas en Juan Donoso Cortés, Juan Vázquez de Mella y más modernamente en Elías de Tejada,[7] al definirse antes que nada como carlista y monárquico posee una marcada connotación política. No sólo por sus autores emblemáticos -Donoso y Mella - políticos los dos, quienes le dan el tono al tradicionalismo español sino que además en el campo de su meditación filosófica se ocupa primordialmente del "derecho natural", disciplina con una proyección política incuestionable.

Por el contrario, el tradicionalismo hispanoamericano no es político sino mas bien cultural. No es ni carlista ni monárquico. Ni siquiera lo pude ser, dado que su primera manifestación política puede localizarse en los movimientos criollos de la Independencia y su oposición a la monarquía española. Pero cabe destacar que su fuente de existencia es muy anterior a la primer década del siglo XIX, nace exactamente con el abrazo colosal que se dan en la lucha y en el lecho ibéricos y americanos desde el momento en que Colón holló las playas de Guanahaní.

Para hablar con precisión nuestro tradicionalismo es metapolítico pues quiere ser la explicitación de las "figuras o arquetipos" que ha dado América. El gaucho, el montubio, el ladino, el coya, el huaso, el cholo, el llanero, el charro, el borinqueño etc. quienes siendo de genuina estirpe hispánica nos distinguen de España y Portugal. Ni tan español ni tan indio diría Bolivar.

Este tradicionalismo tiene teóricos en cada uno de nuestro países, en Argentina se destacan Sarmiento, Hernández y Lugones quienes han explicitado más acabadamente la figura del gaucho y su contexto histórico-cultural. A ellos deben sumársele "los costumbristas" como Justo P.Sáenz, Martiniano Leguizamón, Miguel Etchebarne, Carlos Villafuerte y tantos otros.

Lo mismo puede decirse de cada una de las veinte repúblicas y sus respectivos arquetipos que conforman esta Patria Grande que es Iberoamérica.

Resumiendo entonces, sostenemos que existen al menos tres tipos de tradicionalismos: El filosófico, fundamentalmente especulativo y ahistórico; el tradicionalismo español vinculado al carlismo y la monarquía española y el traadicionalismo hispanoamericano que es metapolítico pues se funda en la explicitación de las figuras o arquetipos que ha dado América.

Referencias

  1. La metapolítica es una disciplina filosófica que se ocupa a través del método fenomenológico-hermenéutico del estudio de las megacategorías que condicionan la acción política. Ver al respecto nuestro trabajo ¿Qué es metapolítica? en revista Disenso Nº13, Buenos Aires, primavera de 1997 y en revista Metapolítica Nº 6, México, abril-junio 1998.-
  2. Julius Evola desde el tradicionalismo hispanico, en revista Graal, Madrid, junio 1997.-
  3. Aubenque, Pierre: Le probleme de l`etre chez Aristote, PUF, Paris, 1962, p.22
  4. Decimos stricto sensu porque hoy día se llama metafísico a cualquier iniciado de la new age.
  5. Castellani, Leonardo: Elementos de Metafísica, Ed.Dalia, Bs.As. 1951,p.11.-
  6. op.cit.pag.51.-
  7. Se destacan además por sus trabajos Rafael Gambra, el estadounidense Federico Wilhelmsen y el joven investigador Miguel Ayuso.

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