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Julius Evola
Barón Giulio Cesare Andrea Evola (19 de mayo de 1898, Roma – 11 de junio de 1974), mejor conocido como Julius Evola, fue un filósofo y esoterista italiano descrito como "tradicionalista radical"; anti-igualitario, antiliberal y antidemocrático, conocido por ser el principal filósofo del movimiento 'neofascista' en Europa.
Hombre libre por excelencia y exponente máximo de la defensa de la Tradición integral, es hoy un gran desconocido del público, su bibliografía es impresionante.
Sumario
Vida
(Nota biográfica del Baron Evola, de la responsabilidad de Arnaud Guyot-Jeannin)
Gran figura aristocrática de la derecha tradicionalista italiana, Giulio Césare Andréa Evola (que adoptará el nombre de Julius por admiración por la Roma antigua), nace en el seno de una familia de la pequeña nobleza siciliana. Iniciase en los estudios de ingeniería, rápidamente renuncia para consagrarse a las artes y al estudio de las grandes doctrinas filosóficas. A los 16 años con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, Evola parte para el frente de combate para ocupar el puesto de oficial de artillería. Aprovecha esos breves momentos de libertad para estudiar la obra de Nietzsche, Otto Weininger, Carlo Michelstaedter, sin olvidarse de los filósofos franceses (Blondel, Lagneau, Lachelier...) Terminada la guerra, frecuenta de forma apasionada diversos movimientos culturales italianos donde se mezclan poetas, pintores, etc...
El período artístico (1915-1923) le sucede al período filosófico (1923-1927). Es de esta forma que, en 1925, aparece su primer ensayo "Ensayo sobre el idealismo mágico", seguido de "El Hombre como potencia", en 1926 (rebautizado en 1949 como "El yoga tántrico", sobre el cual Marguerite Yourcenar dirá: "Compré una de aquellas obras que durante años nos alimentan y, hasta un cierto punto, nos transporta") Evola consagra dos obras a su visión antropológica del mundo: "Teoría del individuo absoluto" (1927) y "Fenomenología del individuo absoluto" (1930). Entre ambas publicaciones aparece "Imperialismo pagano" (1928). Obra violentamente anticristiana y editada en el momento en que Benito Mussolini y el régimen fascista intentan fuertes relaciones con la Iglesia que culminarán con la firma de los Pactos de Letrán en 1929.
René Guénon
Después y a luz de la obra de René Guénon, Evola juzga el "Imperialismo pagano" como excesivamente anticristiano, esperando que el mismo no sea reeditado en cuanto él esté vivo, a pesar de continuar crítico por la idea y por la actitud en relación al cristianismo, sin por eso caer en un anticlericalismo ridículo. Antes de la aparición de "Imperialismo pagano", Evola ya se había ilustrado en la revista "Crítica Fascista" de Giuseppe Bottai por un anticristianismo radical y un paganismo militante que no tenía agradado al, muy oficial, "Osservatore Romano". Por el contrario, el catolicismo medieval tiene siempre su favor por allí encontrar una espiritualidad heróica, solar, viril, integradora de los mejores elementos del antiguo paganismo romano.
Director de la revista "Ur" y posteriormente de "La Torre" se integra a un grupo de esoteristas: el Grupo de Ur. Practica magia operativa, esto es, la ciencia experimental del yo. Es en estos años que Evola comienza a hacer las peligrosas caminatas de montaña. Se convierte rápidamente en un alpinista de alto nivel. "La Torre", inspirada en esas tésis de Guido de Giorgio, autor de la "Tradición Romana", deja de aparecer el 15 de junio de 1930 por orden de algunas jerarquías fascistas, después de la publicación de 10 números.
Manteniendo el interés por el esoterismo, Evola publica en 1931 "La Tradición Hermética". Esta obra apasionante es un estudio riguroso sobre la corriente que se perpetuó en la Edad Media, por detrás del paravento de la búsqueda alquímica.
En 1932 surge un ensajo "Máscaras y rostros del espiritualismo contemporáneo" que denuncia el que Oswald Spengler llama segunda religiosidad y René Guénon contrainiciación, esto es, "espiritualidad de pacotilla" (ocultismo de supermercado, sectas....) La teosofía, la antropología, el espiritismo y el psicoanálisis son las críticas evolianas: Leer las obras espiritualistas, frecuentar los lugares de los teósofos, meditar sobre el "huésped desconocido" de Maeterlinck, hacer enérgicamente los 20 minutos de meditación cotidiana, llenarse de fe en la reencarnación que permitirá a cada alma proseguir su evolución en una nueva existencia donde alcanzarán los frutos de buen karma humanitario, todo esto es, a decir verdad, un regimen de auto-ayuda muy cómodo. Un libro visionario.
Rebelión contra el Mundo Moderno
Dos años más tarde (1934), la publicación más importante del Barón Evola, "Rebelión contra el Mundo Moderno", provoca gran agitación. Las reacciones son muchas. En cuanto el filósofo hegeliano Giovani Gentile historiador y fascista convencido -considerado como el filósofo del régimen- emitía una opinión hostil sobre la obra -por causa del pésimo aristocrático que allí aparecía- el rumano Mircea Eliade habla de un libro importante y profético. El poeta alemán Gottfried Benn, en la época adherente del nacionalsocialismo, felicita al autor y no duda en declararse transformado.
"Rebelión contra el Mundo Moderno" es un estudio crítico de la modernidad juzgada a la luz de los principios eternos de la Tradición. El libro tiene dos partes. Una que se propone, El mundo de la Tradición, que define las categorías y principios fundamentales y esenciales de las sociedades tradicionales (la realeza, el símbolo polar, la Ley, el Estado y el Imperio, la virilidad espiritual, la iniciación y lo sagrado, la caballería, las castas, etc) La otra, Génesis y rostro del mundo moderno, que desenvuelve una metafísica de la historia fundamentada sobre la polaridad masculino-femenino, tomando las palabras de Philippe Baillet, prefaciador, traductor de la reedición y especialista incontestable de Julius Evola y del tradicionalismo integral. Esta parte expone la doctrina de las cuatro edades, el antagonismo Tradición-Antitradición, nacionalismo-colectivismo, americanismo-bolchevismo. "Rebelión contra el Mundo Moderno" es una obra de referencia para aquellos que quieran romper definitivamente con el progresismo burgués.
Segunda Guerra Mundial
El año de 1937 es marcado por la aparición de dos obras: "El Misterio del Graal" donde Evola estudia los principales fundamentos históricos de la tradición gibelina y "El Mito de Sangre" que constituye una antología de las teorías racistas. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Evola se instala en Viena. En 1941 publica "Síntesis y doctrinas de la raza" libro que intenta definir positivamente una "raza del espíritu" por oposición a los criterios biológicos de la época. Ahí afirma:
Estas ideas, que pueden llegar interpretarse incorrectamente como un concepto universalista o mesticista, no son del agrado de los dirigentes del Partido Nacional Fascista y de la revista La Difesa della Razza -de la cual el jefe de redacción es Giorgio Almirante, futuro Secretario General del Movimiento Social Italiano (MSI)- que exalta a la raza italiana en una concepción estrictamente biológica (Ver: Leyes raciales fascistas). Benito Mussolini se declara en sintonía con las ideas de Evola. Sin embargo, la oposición del racismo evoliano (racismo de espíritu) al racismo biológico es ambivalente. A través de algunos artículos de posguerra, Evola critica a los pueblos de la África negra, el mestizaje racial y la negritud americana.
La ambivalencia proviene del hecho que Evola, según los textos y las circunstancias, se refiere a veces a la Tradición Universal pregonada por los pensadores de la Tradición como René Guénon, Ananda Coomaraswamy o Frihjof Schuon o únicamente por la Tradición europea. Si Evola tiene razón en estigmatizar la indiferencia, también debia, en coherencia, desear que los países del Tercer Mundo se preserven de la occidentalización mercantilista americana. No solo no hace eso sino que cae en la armadilla de un etnocentrismo racial europeo que no tiene su razón de ser en una filosofía tradicional donde se debe exaltar no a la espiritualidad para sí, sino la espiritualidad en sí. La universalidad obliga. En el mismo año, la editora vienesa Scholl, publica una pequeña obra con una conferencia pronunciada en alemán por Evola, el 7 de diciembre de 1940 en el Palacio Zuccari de Roma con el título de "La Doctrina de Lucha y de Combate por la Victoria".
En 1943 se junta a la República de Saló, más por fidelidad a Benito Mussolini que por coincidencia ideológica. En ese año publica una obra sobre el budismo "La doctrina del despertar". Para él, el budismo se caracteriza por una intensidad espiritual infranqueable, una voluntad de poder, para retomar la expresión nietzschiana, lleva al paradoxo de la metafísica conocedora. Dos años más tarde, todavía en Viena, escapa por poco de la muerte, durante un bombardeo, quedando paralizado de los dos piernas. A Evola le gustaba decir frecuentemente: "Nunca esquivarse y buscar el peligro casi en el sentido de una silenciosa interrogación del destino".
Después de la guerra
Evola regresa a Roma en 1948. En 1950 aparece "Orientaciones". Esta pequeña y entusiasta obra que fue ampliada y rectificada por una segunda edición en 1970, estaba dirigida a la juventud europea. Los temas abordados son los más variados: interrogatorio contra la primacía de la economía, condena de las democracias mercantiles (Estados Unidos) y populares (Unión Soviética), crítica implacable del materialismo marxista-liberal, rechazo del nacionalismo, fidelidad a la Idea y, finalmente, adopción de un discurso tradicionalista elitista que se centraba en la formación de un hombre nuevo.
Siempre dispuesto a desempolvar las ideas y de dar una doctrina seria, rigurosa y sin concesiones a los jóvenes del MSI, Evola escribe en 1953 "Hombres entre las Ruinas", donde propone una doctrina de Estado basada en la idea de organicidad. Este Estado orgánico esta en las antípodas del individualismo liberal y del socialismo colectivista: las hipótesis de la acción revolucionaria conservadora dependen esencialmente en la medida en la cual la idea propuesta, esto es la idea tradicional, aristrocrática y antiproletaria, puede, también ella, juntarse a este plano existencial para dar origen a un nuevo realismo y, moviéndose como "visión del mundo" modelar un tipo específico de antiburgués, sustancia celular de las nuevas élites; para más allá de la crisis de todos los valores individualistas e irrealistas. "Hombres entre las ruinas" no tuvo una gran influencia en la juventud de la derecha radical italiana. Por el contrario, no tuvo ninguna incidencia en las instancias dirigenciales del MSI, inclinadas más a una esclerosis pasadista y romántica del fascismo histórico.
En 1958 es publicado "Metafísica del Sexo". Evola estudia la función significativa del sexo masculino y femenino a la luz de las doctrinas tradicionales del Oriente y del Occidente. La tésis analizada por Evola es que el mundo moderno quebró las verdaderas potencialidades trascendentes del hombre y de la mujer. Trata de rehabilitarse la verdadera metafísica del sexo, o sea, reencontrar la unidad en la diferenciación ontológica de los sexos y de la verdadera sexualidad. Argumentado sobre sólidas lecturas que tratan de la sexualidad -nominada "Sexo y Caracter" de Otto Weininger-, "Metafísica del Sexo", representa una de las obras capitales de Julius Evola.
En los inicios de los años 60, aparece el libro peor comprendido de Evola: "Cabalgar el Tigre". Como muy bien escribió su amigo Adriano Romualdi: "Cavalgar el Tigre" es un breviario de aquel que tiene que vivir en un mundo que no es el suyo sin dejarse influenciar por él, seguro de su invulnerabilidad. Evola expone la idea según la cual no solo es necesario impedir al tigre de que nos salte a la garganta, pero también, estando subidos sobre el animal, tener finalmente razón. No se trata entonces para el hombre diferenciado huir del peligro (el tigre), sino de montarlo para anularlo (domesticar). Evola predica un nihilismo activo que tiene poco que ver con lo reaccionario conservador de "Hombres entre las ruinas". Marxismo, democracia liberal, existencialismo, racionalismo, nacionalismo patriotero, feminismo emancipatorio, jazz y música pop, crispación burguesa en el casamiento y en la familia moderna, son algunos de los temas que Evola estudia y critica a la luz de la educación doctrinal del pensamiento tradicional.
Sus memorias autobiográficas son en realidad las memorias autobibliográficas, porque practicando la impersonalidad activa se muestra poco, apareciendo en 1963 bajo el título de "El camino del Cinabrio". Allí evoca sus varios libros, influencias y encuentros que lo marcaron.
En 1964 aparece "El Fascismo viste de la Derecha", seguido de "Notas sobre el Tercer Reich". Sin ningún romanticismo nostálgico y sentimentalista, esta crítica del fascismo no quiere defenderlo ni atacarlo sistemáticamente. Combatiendo los ideales de 1789 en nombre de la grande tradición política europea, Evola lamenta que el fascismo no se haya inspirado en los principios que hubiesen servido para la elaboración de una verdadera contra-revolución integral. El fascismo le parece lleno de elementos burgueses, populistas, centralistas y totalitarios. Rechaza la idea de un partido único que es, según él, un Estado dentro del Estado y que no tiene razón de existir en un régimen auténticamente antidemocrático. Es preciso recordar para la pequeña historia que Evola nunca perteneció a ningún partido y que, por causa de eso, su pedido para ir a combatir al bolchevismo, en el frente Este, fue rechazado. Evola se muestra también muy crítico del materialismo biológico llevado por el nacionalsocialismo.
Siguiendo infatigablemente su trabajo doctrinario, Evola escribe numerosos textos que serán posteriormente publicados sobre la forma de coletaneas de textos. Por ejemplo: "Escritos sobre la Franco Masonería", "El Arco y la Flecha", "Elementos para una educación racial", "Ensayo políticos", etc.
Fallece el 11 de junio de 1974 con 76 años, en su domicilio de Corso Vittorio Emanuele, en Roma. Un gran espíritu se apagaba.
Obras
Editado por Ediciones Heracles
- Grupo de Ur, La Magia como ciencia del espíritu (T. VII).
- Rebelión contra el mundo moderno
- Los hombres y las ruinas.
- Más allá del fascismo (2ª Edición ampliada).
- La raza del espíritu (2a Edición ampliada).
- La doctrina del despertar, ensayo de ascesis buddhista.
- El camino del cinabrio.
- Cabalgar el tigre.
- El Arco y la Clava.
- Imperialismo Pagano.
- J. Evola, René Guénon, Jerarquía y democracia.
- Grupo de Ur y otros, La magia como ciencia del espíritu (t. I-VII).
- Atilio Mordini, El católico gibelino.
- M. Vâlsan, Juana de Arco.
- Escritos sobre la Masonería.
- Emanuel Malynski, La guerra oculta.
- Escritos sobre el judaísmo.
- El Estado Tradicional.
- Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo.
- Ensayos sobre Idealismo Mágico.
- El Tao-tê-king de Lao-tsé.
- La Tradición Romana.
- La superación del Romanticismo.
- Más allá del Fascismo (2ª Edición ampliada).
- El mito de la Sangre.
- Marcos Ghio, En la era del paria.
- Oriente y Occidente.
- René Guénon, Precisiones necesarias.
Serie Cuadernos de doctrina
- Marcos Ghio, El Espíritu Legionario.
- Marcos Ghio, Julius Evola en el mundo de habla hispana
- Marcos Ghio, 'El rito y la guerra
- Julius Evola, René Guénon: Un maestro de los tiempos últimos.
- Marcos Ghio, La Argentina y el Grial.
- Marcos Ghio, Rebelión Fundamentalista.
- Marcos Ghio – Jorge Camacho, La superación del nacionalismo.
- Francisco García Bazán – Marcos Ghio, El héroe y la magia.
Artículo de opinión
El verdadero corporativismo, por Julius Evola, en Il Meridiano d’Italia, 04/12/1949
De acuerdo a ciertos ambientes hoy en boga el corporativismo es una de las principales ideas a ser revalorizadas en una obra de reconstrucción nacional. No podemos menos que adherir a este punto de vista, en tanto que la idea de corporación ha tenido, en el ventenio fascista, el valor de una de aquellas reivindicaciones de los principios de un ordenamiento sano y normal que, si hubiesen sido adecuadamente desarrolladas, habrían podido hacer frente a procesos económico-sociales deletéreos.
Sin embargo debe destacarse que un tal desarrollo no ha tenido siempre el curso deseado, y hoy en día si se tuviese que volver asumir como consigna verdaderamente antidemocrática y antimarxista, sería necesario proceder sin más a una revisión y a una adecuada interpretación. En primer lugar debe ponerse bien en luz que el concepto de corporación tiene un valor efectivo en cuanto posee un carácter tradicional. Por lo tanto deben ser rechazadas sin más ciertas valorizaciones historicistas respecto del corporativismo, como aquellas que querrían hacer del mismo un quid medium o, de acuerdo a una conocida jerga, una ‘síntesis dialéctica’, una ‘tercera posición’ entre una ‘izquierda’ y una pretendida ‘derecha’ en materia económica, entre liberalismo y marxismo, o análogas oposiciones. Tales juegos conceptuales no pueden hacer nacer sino confusiones peligrosas, descuidando situaciones de hecho que ni siquiera dejaron escapar los teóricos del ‘materialismo histórico’; puesto que, junto a éstos, se debe reconocer irrebatiblemente que el liberalismo –sea a nivel económico como en otros ámbitos- no ha sido sino una fase preliminar de disgregación del orden tradicional, la cual tenía que paulatinamente dar lugar a resoluciones clasistas, socialistas y proletarias. Con el corporativismo no se trata pues de combinar en forma conjunta aquello que no son dos instancias direrentes –liberalismo y colectivismo- sino en cambio dos fases de un único proceso descendente; se trata en cambio de despejar el terreno y de volver a los orígenes: de retomar a nivel de idea formativa y dadora de sentido, un principio que fue viviente y eficiente antes de que interviniesen los procesos disolutorios de la era ‘moderna’.
En el corporativismo fascista ha actuado en su momento una exigencia de tal tipo: sin embargo diremos que lo hizo en una forma semiconciente y por lo tanto con insuficiente radicalidad. En efecto, en el corporativismo fascista subsistió, a pesar de todo, un residuo marxista, puesto que la concepción clasista fue parcialmente reconocida. Es decir, permaneció la idea-base de dos encuadramientos que fueron reconocidos como tales y que se trató tan sólo de armonizar en las estructuras, lamentablemente muchas veces tan sólo burocráticas, del Estado corporativo. De acuerdo a nosotros, con esto no se atacó en forma cabal el mal en sus raíces. No resulta privado de interés en cuanto a la dirección a tomar tener presente la forma con la cual la idea corporativa trató de realizarse en Alemania.
Aquí la tendencia fundamental fue justamente la de partir el encuadramiento clasista a través de un sistema en el cual la superación de la antítesis marxista tenía que realizarse en lo interior de la empresa. En la empresa misma en donde el marxismo la había derogado, la unidad debía ser reconstituida. Y la idea tradicional de la corporación se volvió a presentar en la forma moderna de la hacienda comprendida comounidad orgánica, en la cual capital y trabajo, poseedores de los instrumentos productivos y maestranzas, resultan íntimamente vinculados en una comunidad de voluntad y de finalidad que tiene un carácter menos económico queético y –en el más vasto marco de la nación-político.
Ni capitalistas, ni obreros proletarios, sino ‘jefes’ y ‘secuaces’ (tal era justamente la terminología) en la empresa, en una solidaridad variadamente garantizada y tutelada que no excluye la jerarquía y que desde la una y la otra parte presupone la facultad de elevarse más allá del interés puramente individual como una formación militar y guerrera.
Ahora bien, no diferente era el espíritu de las antiguas corporaciones, incluso a partir de las romanas: puesto que éstas, de acuerdo a una expresión característica, estaban constituidas ad exemplus reipublicae, es decir a imagen del Estado, y en las mismas designaciones (por ejemplo en las de milites o milites caligati para los simples adscriptos a la corporación) y reparticiones (decurias, centurias) reflejaban en su plano el ordenamiento militar. Y este espíritu se conservó en el Medioevo germano romano, en donde, mientras se ponía de relieve la dignidad de un ser libre entre quienes pertenecían a una corporación, se reafirmaba el orgullo de cada uno por pertenecer a la misma y por el amor hacia el trabajo concebido como un arte y una expresión de la propia personalidad y a la entrega del inferior le correspondía el cuidado y el saber de los ‘maestros’ y el compromiso de los superiores para el acrecentamiento y la elevación de la unidad colectiva. El problema de la ‘propiedad’ no aparecía aquí para nada, tan natural era el concurso de los diferentes elementos del proceso productivo en el fin común.
Todo esto puede ser liberado de las formas ligadas a la economía del pasado y vuelto a traducir en adecuadas formulaciones modernas, tal como en Alemania se había tratado de hacer. Pero en cuanto al espíritu – lo que equivale a decir: en cuanto a la idea formativa superior y anterior a cualquier problema técnico- el mismo no sería diferente de una verdadera reconstrucción. El punto fundamental está constituido por el momento ético. La íntima finalidad de la idea corporativa tradicional es la de elevar el plano de aquellas actividades inferiores que se vinculan al dominio productivo y al interés material, al plano más alto que en el mundo antiguo correspondía a la casta de los ‘guerreros’ que se encontraba puesta por encima de la de los ‘siervos’ (proletariado) y de los ‘mercaderes’ (capitalistas).
Porque cuando la empresa-corporación, una vez superada la idea clasista, se organiza, tomando como ‘ejemplo un Estado’, y a la responsabilidad del compromiso y al sentido del honor de los jefes –los cuales deben encontrarseen el centro de su unidad y no ser los consumidores parasitarios de provechos y dividendos, en detrimento del complejo productivo- se corresponde el compromiso y la fidelidad de los subordinados, entonces se refleja también en el dominio de la economía algo de la ética clara, viril y personalizada, propia de un mundo guerrero.
Y entonces, en el mismo ambiente desfavorable propio de la civilización moderna de la máquina, el hombre, sea en lo alto como en lo bajo, podrá readquirir su rostro y su acción recabará un sentido: en especial luego si una acción política se conjunto se abocará a truncar las excrecencias teratológicas del capitalismo y de la finanza sin patria, y a propiciar una adecuada articulación de los grandes complejos de la producción. Aquí el proceso negativo de proletarización, sobre el cual el marxismo se asienta, podría ser sensiblemente reducido mediante la aplicación del principio corporativo en espacios más restringidos, en modo tal que la unidad de conjunto de la empresa-corporación resulte de una coordinación y jerarquización de varias unidades menores de análoga estructura: en síntesis, el punto fundamental es introduciren el seno de la empresa y convertir enorgánicas a aquellas instituciones unificadoras que en el corporativismo fascista se encontraban afuera de la empresa misma, tenían un carácter burocrático estatal y mantenían una dualidad de encuadramientos generales.
Éstos naturalmente no son sino esbozos, comprendidos para indicar una dirección, sobre todo en orden a un principio sobre el cual nunca se insistirá lo suficiente, es decir, la mutación de mentalidad, la reintegración del hombre en formas de sensibilidad normales y, en donde sea ello posible, superiores, es la base de todo. Ladesproletarización, más que tratarse de un fin social, es una tarea interna. Implica la capacidad de aquella ética viril de la corporación tradicional, de la cual se ha hablado, y que es el único verdadero cimiento para las unidades de una economía orgánica. En cuanto a los diferentes problemas, técnicos y estructurales, que hoy en día se ponen en un primer plano, tales como la coparticipación en las ganancias, comisiones internas, consejos de gestión, y otros similares, éstos son problemas a los cuales debe arribarse, y no problemas de los cuales tengamos que partir. Deben resolverse en un clima diferente, antimarxista, justamente ‘corporativo’ de acuerdo a un desarrollo interno natural, en un espíritu que los libere de cualquier tendenciosidad de ‘clase’.
Hoy no deberíamos detenernos en la simple palabra ‘corporativismo’, sino profundizar y reformular todo aquello que, en el sentido aquí mencionado, había ya comenzado a tomar forma en Italia y en Alemania. En los ambientes en los cuales se quiere preparar un renacimiento político italiano, sería necesario que se hallaran personas calificadas para ello, para un estudio sistemático serio y para una orientación que hoy se siente más necesaria que nunca.
En efecto se ha hecho manifiesta en especial en Italia, una situación de desorden, malamente contenido a través de medidas parecidas a aquellas de quien, limitando la erupciones epidérmicas, pensara arribar a una fiebre debida a la intoxicación de la sangre. Esta intoxicación, que ha contaminado a gran parte del estrato trabajador, es el marxismo o socialismo, es la mentalidad clasista, es la tan pregonada y artificiosa ‘conciencia de clase’.
La fiebre hoy serpentea en la forma ‘sindical’; sus erupciones endémicas son los desórdenes, las agitaciones, las huelgas, convertidas en cosa normal y natural, para prostrar a nuestra nación hasta el punto deseado por las formas extremas de la subversión mundial.
Únicamente confiriendo al ideal corporativo el significado orgánico, articulado de unidad casi guerrera que tuvo tradicionalmente, y dando a los intereses superiores mayor fuerza antes que un brutal y materialista impulso, el mal podría ser atacado en sus raíces: y, en la misma ‘época de la economía’, podrán ser mantenidos valores vinculados a una más alta concepción del hombre y de la vida.
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