Evola y Serrano

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
Opinion2.png
Este artículo no es enciclopédico sino que constituye una opinión de su autor.

(artículo publicado por el Lic. Marcos Ghio)

El nazismo como bien absoluto

Podría decirse que, simultáneamente con el hecho de que haya surgido una literatura de parte que ha convertido al nazismo en el mal absoluto que sirve de patrón de medida para juzgar a todo aquello que resulta políticamente incorrecto, por reacción contraria ha nacido también aquella que lo ha convertido en el bien absoluto, en modo tal de evitar así, de la misma manera que en el caso anterior, de adentrarse en una visión objetiva de los hechos a fin de poder corregir errores y mejorar el propio punto de vista en relación a tal tema.

En nuestro continente ha habido especialmente dos autores que desde perspectivas diferentes han pertenecido a dicho último grupo. Salvador Borrego en México ha escrito una obra entera dedicada en su gran mayoría a mostrarnos que Hitler no se equivocó en nada de lo que hizo y que casi gana la guerra, y de que ello fue así uno llega a enterarse, en caso de no haberlo hecho antes, tan sólo leyendo la última página de su obra principal sobre el tema. El nazismo, desde su punto de vista, no habría cometido errores: no se habría equivocado cuando invadió Rusia, no habría encarado erradamente el problema judío, no habría incurrido en un racismo biológico limitativo de sus visiones, no habría asumido un cerrado nacionalismo que a la postre le resultara letal a su país. Todo habría salido mal porque quienes lo acompañaron a Hitler o no supieron estar a la altura de las metas que éste se propuso o simplemente lo traicionaron, llegándose así a la conclusión de que se habría tratado de una verdadera y propia divinidad que nunca se equivoca y que cuando algo le hubiese salido mal, no habría sido ésta la responsable sino las personas que lo rodeaban que no actuaron como hubiesen debido.

En una postura más extrema aun que la de Borrego es que se ubica el autor chileno Miguel Serrano quien llega a decirnos que en realidad, si bien es cierto que Hitler perdió la guerra, en tanto se trataba de un Avatara, es decir de una encarnación de la divinidad, lo hizo 'a propósito' o más bien que 'la ganó perdiéndola', alcanzando así un grado de coherencia aun mayor que la postura asumida por Borrego, pues un dios no podría equivocarse cuando elige a sus colaboradores. Por supuesto que el caso de Serrano es muy diferente que el del primero y aquí nos hallamos más bien con un recurso literario utilizado con la finalidad de que, a través de la formulación de una serie de fantasiosas afirmaciones, las personas se vean inducidas a la lectura de su voluminosa obra compuesta de varios tomos en los cuales se suceden una serie interminable de divagaciones de un tenor muy similar, tales como la de que Hitler habría podido ganar la guerra en tanto tenía la bomba atómica[1], pero que no lo hizo para poder irse a vivir a la Tierra Hueca que se encuentra adentro de nuestro mismo planeta y desde donde se ha inmortalizado enviándonos a sus ovnis intraterrestres para brindarnos mensajes, uno de los cuales habría recibido de manera directa el mismo autor en un viaje que hiciera de joven al continente antártico.

Nosotros en esta nota soslayaremos todos estos detalles utilizados a nuestro entender con la finalidad de desviar la atención respecto de una crítica a los puntos de vista en que se sustenta el autor, para adentrarnos en cambio en los mismos y demostrar que en última instancia el hitlerismo asumido por éste, a pesar de toda la alharaca utilizada en su obra y lo impactante de sus aseveraciones, no es muy diferente en sus principios de muchas de las posturas modernas hoy vigentes.

El encuentro entre Evola y Serrano

Digamos además que Serrano acaba de fallecer hace un par de meses a una edad muy avanzada y que nosotros hace tiempo que queremos escribir algo en relación a lo que ha dicho respecto de Evola a quien visitara en su departamento de Roma en sus últimos años cuando se hallaba en una silla de ruedas, siendo quizás ésta la oportunidad apropiada para hacerlo. Este último nunca llegó a escribir nada respecto del primero pues posiblemente no haya podido conocer sus escritos por razones de época y porque la obra de Serrano se hizo relativamente conocida tan sólo luego de la muerte de Evola.

Agreguemos también que el escritor chileno se caracteriza, a diferencia de este último, por ser un autor asistemático y lo que dice respecto del italiano hay que rastrearlo en párrafos aislados a lo largo de toda su obra. Hallamos así que en El Cordón Dorado, por ejemplo, lo considera superior a Guénon y lamenta que éste haya podido influir en él. Le achaca que ello ha sido un obstáculo para poder conocer el 'hitlerismo esotérico' que él sustenta y haber llegado simplemente por tal causa a ser un autor meramente conservador, tradicionalista en el mal sentido de la palabra (término que dice darle muchas náuseas), en tanto le manifestó personalmente haber sido un seguidor del político austriaco Metternich. En otros pasajes le llega a achacar también ciertas limitaciones raciales, debido a su origen romano y latino, muy inferior en cambio al germánico que reivindica en tanto que representaría según él lo ario e hiperbóreo, aunque también en tal categoría ubica en un grado similar a la raza chilena a la que pertenece y en cuyo territorio se encontraría el Santo Grial y la Ciudad de los Césares, demostrando así que, a pesar de su tan mentado esoterismo, no se encuentra muy lejos de un nazismo biológico materialista el que es a su vez solidario con un cerrado nacionalismo.

Digamos en primer lugar que resulta superficial reducir el pensamiento evoliano a la figura de Metternich respecto del cual lo único que Evola manifestara fue que se trató del 'último gran europeo' por haber acertado en proponer un frente de las monarquías tradicionales en contra de la subversión judeo-masónica a través de la Santa Alianza; sin embargo no llega a calificarlo nunca como un pensador metafísico ni mucho menos equiparable con los principales autores de la tradición a la que se remonta. Por otro lado digamos también que Serrano se equivoca sobremanera cuando afirma que Evola haya desconocido el 'hitlerismo esotérico' tal como nos manifiesta varias veces en su obra queriendo indicar así una gran limitación en el italiano. En diferentes artículos nuestro autor se ha referido a tal tema, el que se puede resumir perfectamente en lo que manifiesta en una nota que apareciera en su obra principal sobre el nazismo, "Notas sobre el Tercer Reich", que es la segunda parte de su texto "Il Fascismo visto dalla Destra", que en nuestra lengua hemos traducido como "Más allá del Fascismo".

En dicha nota se refiere específicamente a la Sociedad Thule que existiera antes de la fundación misma del partido Nacionalsocialista Alemán y a la que pertenecieran varios dirigentes del mismo, como por ejemplo Rudolf Hess, aunque con una jerarquía menor. Respecto de la misma Evola rechaza que se haya tratado de un grupo esotérico y metafísico, tal como afirma en cambio Serrano, sino en todo caso habría sido una asociación que en cuanto a su nivel 'no superaba el del teosofismo anglosajón'. A tal corriente Evola no le dedicó demasiado espacio pues para ello había sido más que suficiente lo que manifestara respecto de la escuela de Madame Blavatsky en obras tales como Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo. Son en cambio los textos de Serrano, que -insistimos- Julius Evola no llegara a conocer, los que se encargan de explicarnos el 'hitlerismo esotérico' justamente con las categorías propias de dicha corriente de pensamiento.

Acotemos primeramente en qué consiste la misma y luego sintéticamente aunque de manera sistemática expondremos lo que de ella Serrano aplica en su obra.

Serrano y la sociedad teosófica de Madame Blavatsky

Lo propio del teosofismo, tal como lo manifestara también René Guénon, ha sido el de haber representado una falsificación de la metafísica aplicando a ésta categorías propias de la ciencia moderna, deformando antiguas doctrinas tradicionales, mezclando ilícitamente lo físico con lo metafísico y lo psíquico e incluso lo corpóreo con lo espiritual. Y esta confusión está representada principalmente por tal escuela a través del gran caballito del batalla del teosofismo, la doctrina de la reencarnación, que es la deformación de doctrinas tradicionales tales como la preexistencia y la metempsicosis y que, tal como veremos, es sustentada puntualmente por Serrano en sus diferentes escritos.

Para aclarar las cosas expongamos previamente lo que afirma el pensamiento tradicional, luego la deformación del mismo operado por el teosofismo y posteriormente por Serrano en otro tipo de nivel.

Nivel físico y metafísico

De acuerdo a su obra Rebelión contra el mundo moderno, Evola nos habla de dos tipos de dimensiones que existen en el plano humano y por lo tanto de dos diferentes maneras de vincularse con la realidad: lo físico y lo metafísico. En el primer caso el hombre queda reducido exclusivamente a los fenómenos propios de la vida, tales como el tiempo, el espacio y el movimiento. En el segundo en cambio lo propio es la supravida, esto es la eternidad, que es una dimensión que se encuentra por afuera sea del espacio como del tiempo tridimensional, siendo concebida aquí la vida no como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar algo superior a ella misma, la dimensión metafísica de la trascendencia.

Alma y Espíritu

Del mismo modo, así como existen dos dimensiones y dos tendencialidades en el hombre, una que lo proyecta hacia lo físico y otra hacia lo metafísico, también existen dos tipos de yo. Uno es un yo psíquico y otro es un yo superior de carácter espiritual. Y en la medida que se ponga el acento en un tipo determinado de yo tenemos dos tipos de dimensiones distintas en el hombre. Una es la del hombre comprendido como simple individuo o parte de un todo (raza, sociedad, historia, etc.) que lo trasciende y otra es el hombre como persona, que no es parte, sino fin en sí mismo. La primera es la tendencialidad que lo vincula con la esfera del tiempo y del espacio físico, la segunda lo remite en cambio a la dimensión de lo eterno y metafísico. De la misma manera que la física, esta segunda dimensión existe en todos los seres humanos de modo distinto, pero, a diferencia de la primera, debe ser suscitada a través de un segundo nacimiento que es producido por la iniciación y el rito. En modo tal que, si bien todos nacen individuos, no todos llegan a ser propiamente personas, es decir seres espirituales y libres.

Inmortalidad y supervivencia

Lo psíquico es la esfera propia del yo conciente que se construye a lo largo de la existencia en contacto con el cuerpo y los fenómenos vitales pertenecientes al plano de lo inconsciente, instintivo e irracional. Es a su vez un principio de orden que sobrevive al cuerpo luego de su muerte, pero dicho fenómeno, si bien resulta distinto de lo corporal, no alcanza a ser propiamente el de la inmortalidad, sino que se trata simplemente de una forma de supervivencia respecto del cuerpo. Se produce así, luego de la de este último, una segunda muerte, que es posterior temporalmente a la muerte física representada por la disolución de los fenómenos psíquicos generados a lo largo de la propia existencia. Lo único que es en cambio propiamente inmortal es el espíritu, el cual si bien está en todos los seres humanos, en tanto no todos alcanzan a desarrollarlo, no todos llegan a ser inmortales aunque sí todos sobrevivan en grado distinto a la propia muerte corporal. Se necesita para ello un partero, que es el maestro a nivel individual o el gobernante a nivel social (lo cual obviamente no debe ser confundido con los actuales políticos que cuanto más administran pero no gobiernan).

¿Esoterismo u ocultismo hitlerista?

Estos principios fundamentales que hacen al pensamiento tradicional representado por Julius Evola y que hemos tratado de resumir aquí de la manera más sintética posible, son lo opuesto de lo que en cambio sostiene la corriente conocida como 'esoterismo hitleriano' de la que Serrano se nos aparece como su principal exponente. En primer término digamos que la misma no es esotérica, pues por tal cosa debe entenderse un conocimiento superior a lo meramente humano psico-físico, sino de carácter metafísico y espiritual. En todo caso podrá hablarse de 'ocultismo hitleriano', pero no de esoterismo. El ocultismo es una parodia del esoterismo en tanto que, simulando de manera conciente o inconsciente querer alcanzar un saber superior, utiliza en cambio categorías y métodos propios de las ciencias profanas para acceder a tal dimensión.

Lo fundamental aquí es que para Serrano no se trata de superar la esfera física, sino por el contrario estereotipar lo propio de tal dimensión tratando de obtener un superhombre. Lo cual habría sido 'el gran proyecto de los laboratorios raciales del hitlerismo'. Manú, o 'el hombre que vendrá', que sostiene Serrano en su obra, no es sino un tipo de hombre más desarrollado que ha desplegado funciones cerebrales y físicas que no son las propias del hombre común actual meramente racional. Hasta en este rechazo por la racionalidad, sin diferenciarla de un saber superior de carácter intelectual, es que Serrano nos demuestra su adhesión plena al teosofismo, incluso en su exaltación del saber femenino en detrimento de lo masculino y viril. En su obra Manú (pg. 49) nos llega a hablar de una superioridad de la mujer respecto del hombre en tanto que ha sido capaz de desarrollar un cerebro no racional, sino emocional[2]. No casualmente eran también mujeres las principales exponentes de la escuela teosofista. Nos habla específicamente de partes del cerebro aun no desarrolladas o aletargadas que estaban en cambio presentes en civilizaciones superiores del pasado de carácter hiperbóreo. Demás está decir que lo espiritual no tiene nada que ver con lo cerebral lo cual puede en todo caso ser un instrumento utilizado por éste, pero de ningún modo el espíritu se reduce a una dimensión de tal tipo. De la misma manera que lo racional no es superado por lo emocional o irracional, que es en cambio una dimensión inferior, sino por lo supraracional o intelectual; tal la intuición metafísica, de la cual hablara tan brillantemente René Guénon y que consiste en un conocimiento directo de las esencias sin la intermediación de formas sensibles ni del discurso.

Obviamente que al no concebir una dimensión propiamente espiritual, Serrano comprenda la inmortalidad como una permanente reencarnación del yo a través de cuerpos sucesivos en tanto que lo psíquico, a diferencia de lo espiritual, esfera ésta que, de la misma manera que los más burdos materialistas, es negada una y otra vez por Serrano, sólo puede manifestarse a través de un cuerpo material que incluso puede llegar a ser distinto de éste que tenemos ahora. A diferencia de lo que sostiene el pensamiento tradicional, el yo psíquico no se disuelve con la muerte sino que en cambio se perpetúa a través de sucesivas regeneraciones. En varios pasajes de su obra se manifiesta contrario a aquellas cosmovisiones que hablan de la aniquilación del yo, sin distinguir por supuesto entre yo psíquico y espiritual. Y en tal aspecto, si bien sosteniendo caminos diferentes, en el fondo no se diferencia de la ambición actual de la ciencia y tecnología modernas de querer vencer a la muerte a través de sucesivos transplantes corporales. Hay aquí una alusión a la teoría del eterno retorno de Nietzsche concibiéndola como una permanente regeneración producida por un superhombre que nunca muere sino que se perpetúa ilimitadamente en el tiempo. Y aquí es donde se encuentra la diferencia principal entre ambas posturas pues, insistimos una vez más, esto que se propone no es inmortalidad, sino simple supervivencia que puede incluso ser ilimitada, pero que en ningún caso sería capaz de trascender la esfera de la temporalidad y del espacio.

El pensamiento tradicional distingue la inmortalidad concebida como participación en una dimensión eterna en donde no existe el tiempo, con una inmortalidad o supervivencia infinita a través de sucesivas encarnaciones propias del ‘hombre nuevo’, que hasta Serrano incluye en una nueva era acuariana, a diferencia de la actual decadente de Piscis; ingresando así en el mismo grupo de las ideologías New Age que no son otra cosa que una forma actual de teosofismo modernizado a través de los últimos descubrimientos científicos. De esta manera su hitlerismo se enmarca en las concepciones seudo-espiritualistas para las cuales la meta no consiste en una superación de la dimensión espacio temporal sino por el contrario en estereotiparla. El hombre nuevo no es pues un ser que supera al tiempo, sino en cambio alguien que se sumerge en él regenerándose ilimitadamente.

Por último, y en tanto cree en la reencarnación, Serrano acepta así otro mito moderno cual es el de la evolución, aunque ello sea expresado cíclicamente. El 'hombre que vendrá', el superhombre, es un tipo de hombre superior al actual que habría alcanzado a desarrollar todas las dimensiones de su cerebro y cuerpo. Alcanzaría así a perpetuarse ilimitadamente como los hiperbóreos o dioses olímpicos o del Walhalla que existieran en la protohistoria de la humanidad, es decir, desde una dimensión bíblica, lo que era propio del hombre adámico que no conocía la mortalidad antes del pecado. No se equivoca Serrano, al ingresar en esta misma terminología, en calificar a su postura como luciférica. Teológicamente el luciferismo consiste en querer elevar al hombre a la categoría de un ángel, es decir de un ser que ha superado el plano de la muerte física. Pero para la concepción tradicional y contestando su postura con las categorías propias del catolicismo, religión que Serrano repudia y con razón, se considera en cambio que el hombre es superior al ángel en la medida que sólo él ha sido elegido por Dios para encarnarse. Desde dicha perspectiva el elegido de los últimos tiempos, es decir la meta misma de la historia, no significa el retorno al mundo adámico o hiperbóreo, tal como nos propone Serrano, sino alcanzar una dimensión superior a la misma vida, la eternidad, que la religión católica, como por otro lado también otras formas religiosas superiores, expresa a través de la imagen de la contemplación que realizan los elegidos de la naturaleza misma de Dios de frente.

Conclusión

El hitlerismo no fue esotérico, Hitler murió en Berlín luchando por su causa, no es cierto que siga existiendo en la Tierra Hueca. Del mismo modo que el hitlerismo de Serrano no es la superación del cientificismo que nos ha impuesto el mundo moderno secularizado, tras su victoria en la Gran Guerra. Hay en cambio un hitlerismo sin las pretensiones serranistas ni borreguianas que es necesario reivindicar. Es aquel que quizás se encuentra más allá de las intenciones del mismo fundador del nacionalsocialismo. Así como el fascismo italiano en el mismo momento en que viviera sus últimos días dio lugar al espíritu legionario y se aproximó así a la Tradición, lo que en cambio no había existido en todo el período burgués del Ventenio, el nazismo en las postrimerías de la Gran Guerra, cuando ya sus posturas supremacistas germanizantes estaban condenadas al fracaso, concibió la misma contienda como una lucha por una concepción del mundo en contra de la democracia y la modernidad, por un principio jerárquico y espiritual de hombre en el mismo momento en que sucumbió el racismo biológico 'blanco' y 'ario germánico' para dar lugar a una unión de personas para las cuales la patria no era ni la raza ni la nación, sino la idea que podía agrupar a las más diferentes etnías. Este 'hitlerismo' es el que se silencia hoy en día en aras de una serie de mistificaciones tales como las que leemos en la obra de Serrano.

Referencias

  1. No puede sino enmarcarse en el contexto de la fantasía y del afán exasperado por llamar la atención por la propia obra la otra manifestación reiterativa de Serrano en el sentido de que solamente los nazis conocen la fórmula de la bomba atómica. Que llegaron a construir sólo tres y que por lo tanto queda apenas una en manos de los americanos y judíos pues las otras dos fueron hechas estallar en Hiroshima y Nagasaki.
  2. En la Argentina tenemos a un autor serranista que utiliza las mismas categorías de su maestro, aunque por razones de geografía no ponga las tintas en la superioridad de la raza chilena. Adrian Salbuchi, en su interesante obra El profeta de la Edad de Hierro, utiliza conceptos similares cuando contrapone lo racional a lo emocional, y no a lo intelectual, al que confunde con lo primero, para luego afirmar textualmente que "existe un centro psíquico que.. transmigra y evoluciona en forma espiritual... al calor del fuego sagrado de la Vida". (pg. 93). Tal como vemos una clara confusión entre las dos dimensiones y una aceptación de la teoría reencarnacionista propia del teosofismo.

Artículos relacionados

Enlaces externos