Pavlik Morózov

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Retrato al carbón

Pável Trofímovich Morózov (Guerásimovka, Rusia, 14 de noviembre de 1918 - 3 de septiembre de 1932) fue un joven soviético glorificado por la propaganda como un mártir. Cuando tenía 13 años de edad denunció a su padre a las autoridades por acaparar grano para el invierno, en lugar de entregarlo al Estado. El padre fue encarcelado y posteriormente ejecutado. Por traicionar a su familia, Pavlik es asesinado por su tío, abuelo, abuela y primo; según cuenta la historia.

Después de su muerte la propaganda soviética utilizó su historia, si bien tuvieron que falsear varios hechos para hacer parecer al padre como el villano. Se trataba de un cuento moral: oponerse al Estado era egoísta y reaccionario, pues el Estado era una virtud más importante que el amor a la familia. Este relato fue objeto de lecturas obligatorias, canciones, piezas de teatro, un poema sinfónico, una ópera y seis biografías. El culto tuvo un gran impacto en las normas morales de generaciones de niños.

De acuerdo a investigaciones posteriores, la versión soviética de la historia sería en su mayoría falsa. Hay pocas dudas acerca de que Pávlik fue realmente un niño asesinado pero no a manos de su familia sino por gente del pueblo durante un altercado. Otra investigación apunta a que fue asesinado por la Cheka.

Culto a la personalidad

Una de las estatuas a Pavlik Morózov.

El joven Pavlik se convirtió en una celebridad nacional. El Gobierno le declaró mártir y promovió su culto civil mediante estampas y carteles que tapizaron las paredes de todo el país. Se erigieron estatuas del niño héroe y muchos colegios y centros juveniles adoptaron su nombre. Se inauguró un museo dedicado a su persona en Sverdlovsk, la capital de su región natal, hasta donde peregrinaban grupos de jóvenes del Partido para comprar souvenirs y retratarse en una réplica del aula donde había estudiado el crío.

Los niños de todas las escuelas le escribían poemas que luego competían en certámenes celebrados al efecto. Se llegó incluso a componer una ópera sobre su trágica epopeya, que fue profusamente representada. Serguei Eisenstein rodó una película, El Prado de Bezhin, inspirada en la historia. Curiosamente nunca llegó a ser estrenada porque a las autoridades les pareció que el director trataba a los personajes hostiles al régimen con una luz demasiado favorable.

El culto al camarada Pavlik fue intenso durante el estalinismo, especialmente entre la infancia. Se mantuvo durante los años de Kruschev y Brézhnev y luego, ya en la década de los ochenta, cuando el sueño soviético se había evaporado de las mentes de los rusos sin que el Partido pudiese hacer nada para remediarlo, fue perdiendo fuerza hasta prácticamente desaparecer.

Investigación

Pavlik Morózov

Yuri Druznikov, un escritor que más tarde se exiliaría en Austria, investigó a fondo la historia de Pavlik aportando un trabajo lento y costoso cuyos capítulos circulaban por la URSS mediante Samizdat. Unos textos clandestinos que se pasaban de mano en mano para eludir la censura. Esos samizdat cruzaron la cortina de hierro y llegaron a Reino Unido. Allí vio la luz, en 1988, la primera edición de Informante 001: el mito Pavlik Morozov, que no tardó en ser traducido a varias lenguas.

La tesis de Druznikov partía de la misma existencia de un único Pavlik, que bien podrían haber sido ser varios, ya que en la propaganda soviética los retratos del niño eran muy diferentes. Pese a todo, el autor creía que sí, que hubo un Pavel Mozorov natural de Gerasimovka que vivió a principios de los años treinta. Pero no fue asesinado por su familia, sino por un agente de la Cheka con quien el propio Druznikov había llegado a trabar contacto. Los abuelos existieron también, pero no fueron los asesinos, sino víctimas inocentes de un burdo montaje de la NKVD encaminado a fabricar un héroe campesino que sirviese de ejemplo a los aldeanos de aquella provincia, la de Tobolsk, muy reacia a adoptar la colectivización agraria.

Según la investigación, el abuelo, destrozado tras la desaparición de Pavlik, llegó a organizar una partida campesina para dar con el niño en los bosques aledaños. En esta segunda vida de Pavlik Morozov, el niño ni siquiera militaba en la Juventud Comunista ni integraba las brigadas locales de pioneros por el socialismo. Druznikov, con una avalancha de datos inéditos, descartaba cualquier denuncia al padre y, por descontado, la subsiguiente venganza. Había sido todo mentira. Un simple y desgraciado asesinato de la policía política en una remota aldea de la Rusia profunda que fue sabiamente reconvertido por la propaganda en una bella historia de heroísmo revolucionario, muy acorde, por lo demás, con los valores antifamiliares y antitradicionales que propugnaban los mandamases soviéticos.

Años después, cuando la historia de Pavel Morozov estaba prácticamente olvidada, Catriona Kelly, una profesora de ruso de la Universidad de Oxford, la revivió con otro libro: Camarada Pavlik: auge y caída de un niño-héroe soviético. Kelly, basándose en gran parte en las investigaciones de Druznikov, alumbró una tercera vida. Morozov no fue asesinado por la NKVD, sino que murió accidentalmente en una pelea callejera por la posesión de un arma. Kelly obtuvo autorización investigar en los archivos de la FSB; sucesora de la KGB y de la NKVD. La FSB no iba a aceptar un asesinato así como así, de manera que ocultaron la culpa de la agencia dejando el resto intacto. Encontró asimismo una foto, la única genuina, del verdadero Pavlik. No era, tal y como aparecía en los carteles propagandísticos, un niño de bellas y equilibradas facciones con un pañuelo de pionero anudado al cuello, sino un chiquillo malnutrido y de aspecto miserable. Es decir, el mismo semblante que en los años de la colectivización presentaban casi todos los niños del campo soviético.

Pavel Morozov, el camarada Pavlik, sigue siendo un enigma histórico. Se conoce a ciencia cierta que existió y que murió en extrañas circunstancias a finales del verano de 1932 en un olvidado rincón de Rusia.

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