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Semion Mogilevich
Semion Mogilevich (Ucrania, 30 de junio de 1946) es un mafioso y criminal judío-ucraniano y uno de los diez fugitivos más buscados del mundo. El FBI lo considera cabecilla de la mal llamada mafia rusa (en realidad mafia judía) y "capo de capos" ruso. Se le apoda "don Semion".
El padrino de la mafia rusa
Semion Mogilevich: El padrino de la mafia judía rusa ,Traficante de armas y de drogas, y principal cabecilla del negocio de la prostitución en Hungria.
(Extraído de chiwulltun.blogspot.com)
Al mejor estilo de las obras de ficción, la mafia judia rusa, que creció tras la caída de la Unión Soviética, utiliza los recursos del capitalismo para lavar dinero, ocultar actividades ilegales y amasar mayores fortunas en los mercados financieros. Ya hace algunos años, el servicio de inteligencia y las autoridades policiales británicos comenzaron a investigar las actividades del crimen organizado en Gran Bretaña, vinculadas al lavado de dinero. En el centro de sus preocupaciones figuraba Semyon Yukovich Mogilevich, un hombre calificado en un informe de las autoridades británicas como "uno de los criminales número uno del mundo, con una fortuna personal de 100 millones de dólares". Su dinero provenía de "extorsiones a gran escala, prostitución, venta de armas y narcotráfico", y era lavado a través de un banco de Londres, con la ayuda de un abogado de allí, precisaba el informe.
Los británicos interrumpieron esa operación en 1995, y Mogilevich se vio obligado a comenzar a lavar sus ganancias ilícitas en un nuevo emprendimiento: una compañía estadounidense que aparece mencionada en la Bolsa de Valores canadiense y que vendía sus acciones a inversores de ambos países. Funcionarios y ex funcionarios estadounidenses aseguran que Mogilevich es el precursor de una nueva y preocupante tendencia: el gángster “ruso” que se hace pasar por capitalista de primer nivel. Es también un nuevo giro en la forma como los criminales internacionales convierten su dinero obtenido de forma ilegal en activos lícitos.
Históricamente, los zares de la droga y aquellos que amasan montañas de efectivo lavaron su dinero a través de empresas privadas, sometidas a una presentación de informes poco exigentes. Pero, según sostienen las autoridades, dentro del mercado bursátil alcista de estos años 90, las empresas públicas dan a los criminales la chance de hacer aún más dinero elevando artificialmente el precio de las acciones y engañando a los inversores. El avance de Mogilevich dentro de los mercados de acciones de interés variable comenzó con una compañía que él mismo fundó en los suburbios de Filadelfia llamada YBM Magnex. Su principal negocio era la fabricación de imanes industriales en una fábrica de Hungría y, luego, en un predio que la firma compró en Kentucky. YBM tuvo un directorio conformado por expertos, sus libros fueron revisados por dos destacadas empresas contables norteamericanas, publicaba brillantes informes anuales y tenía una página en Internet.
Todo esto resultó ser una sofisticada fachada para lo que también era un vasto operativo de lavado de dinero, según aseguran autoridades policiales y de inteligencia de Estados Unidos. Agregan que este caso está lejos de ser el único y que el crimen organizado ruso, que ha logrado un poder devastador en buena parte de Europa Oriental y en la ex Unión Soviética en la última década, ha incursionado ya en los mercados financieros norteamericanos, fuertemente regulados.
"Esta es la primera demostración pública de la manipulación e infiltración de los mercados financieros mundiales por parte del crimen organizado ruso", indicó un alto funcionario estadounidense, entre cuyas responsabilidades figuran los grupos del crimen organizado ruso. El mes pasado, en un acuerdo negociado, YBM se declaró culpable de un fraude con títulos en una corte federal del distrito de Filadelfia. La investigación criminal continúa, y según las autoridades está centrada en el papel que jugaron Mogilevich y dos socios en la creación y manejo de la compañía.
Al igual que un puñado de otras figuras criminales rusas, Mogilevich tiene prohibida la entrada a los Estados Unidos. Pero tiene la ciudadanía israelí, al igual que varios otros rusos prominentes implicados en acciones criminales, comentaron funcionarios de inteligencia y diplomáticos estadounidenses. Si bien los funcionarios norteamericanos creen haber bloqueado el accionar de Mogilevich o erosionado al menos sus actividades -hasta "colocarlas dentro de una caja", como dijo un alto funcionario de inteligencia-, temen que pronto sean descubiertos esquemas delictivos similares. "Este es tan sólo un caso, pero existen otros como éste en todo el mundo", advirtió Jim Moody, un agente retirado del FBI, que presidió durante muchos años la sección crimen organizado.
En los tres años transcurridos entre la acción británica y la penetración de las autoridades norteamericanas en la fachada empresarial de YBM, la compañía logró reunir 114 millones de dólares canadienses en los mercados de capital de ese país. Gracias a una activa propaganda sobre sus ventas y sus réditos, las acciones de YBM subieron, y tanto Mogilevich como algunos de sus colaboradores vendieron sus acciones y ganaron millones de dólares. Esas acciones se vendieron en Canadá, y atrajeron a algunos inversores norteamericanos, mientras la compañía aguardaba la autorización para incorporarse a la Bolsa Nasdaq de Estados Unidos. "Se envolvieron en un aire de legitimidad que estaba más allá de toda sospecha", observó un ex oficial del FBI, cuya tarea incluía vigilar de cerca a Mogilevich.
La compañía vendía, pero exageraba esas ventas. Incluso tenía clientes, pero también tenía listas falsas de clientes. Pagaba a sus proveedores, pero algunos eran compañías controladas por colaboradores de Mogilevich. Los investigadores sostienen que algunos directores y funcionarios de YBM eran cómplices de Mogilevich, aunque otros creían formar parte de un negocio totalmente legítimo. En momentos en que la investigación continúa y está pendiente todavía un juicio de los inversores -sin ninguna respuesta por el momento de parte de los abogados defensores de los acusados-, existe una reticencia generalizada a discutir qué es lo que hizo que la gente se sintiera atraída por YBM. "Sería una locura de mi parte decir algo", reconoció un antiguo funcionario de la compañía.
Los abogados de la parte demandante indicaron que no permitirán a sus clientes que hablen de sus inversiones ya que temen represalias de parte de Mogilevich. Un perfil público del imperio criminal de Mogilevich apareció por primera vez en mayo de 1998 en The Village Voice, en un artículo escrito por Robert Friedman, quien tuvo acceso a informes clasificados del FBI y de la inteligencia israelí. Después de la publicación, Mogilevich amenazó a Friedman, amenaza que fue captada por la CIA, que había interceptado un teléfono, revelaron fuentes de inteligencia y policiales.
Según las autoridades, Mogilevich se inició en los años 70 como un ladrón de poca monta y falsificador, pero en los años 80 consiguió hacer millones con los judíos que abandonaban la Unión Soviética: tomaba sus obras de arte, sus joyas y otros bienes, les prometía venderlos y enviarles luego el dinero. Según las autoridades, se quedaba con las ganancias. No mucho tiempo después de la caída del Muro de Berlín y del colapso de la Unión Soviética -dos hechos que facilitaron mucho los viajes de ciudadanos del este europeo- Mogilevich inició operaciones en Budapest, en donde manejó el negocio de la prostitución, indicaron funcionarios europeos y estadounidenses.
Mogilevich, quien según se cree en estos días pasa la mayor parte de su tiempo entre Budapest y Moscú, no pudo ser localizado. Sin embargo, el mes pasado, un diario húngaro dijo haberlo entrevistado, si bien no aclaró cómo o dónde había hecho el reportaje. El diario informó que Mogilevich negó haber cometido alguna actividad criminal. "Me considero un ciudadano respetuoso de la ley, que trabaja con seriedad y paga regularmente sus impuestos", dijo Mogilevich al Napi Magyarorszag.
Si bien se crio en medio de una sociedad comunista, Mogilevich, de 53 años, adoptó rápidamente las costumbres de los veloces acuerdos de negocios. Cuando creó YBM, Mogilevich recurrió a lugares de ultramar en donde prevalece la confidencialidad antes que la revelación en materia de negocios, y a sofisticadas transacciones financieras y giros para mover con velocidad el dinero, lejos de los ojos entrometidos de los reguladores.
El siguiente relato revela cómo Mogilevich y sus colaboradores penetraron en los mercados de capital norteamericanos: sólo pudo armarse a través de la información y alegatos del caso criminal en Filadelfia: de la denuncia del juicio, que los inversores presentaron en el Tribunal Federal de Distrito de Filadelfia; de la revisión de libros de YBM que hizo en diciembre de 1998 una empresa contable de Filadelfia, la Miller Coffey Tate, que la compañía contrató cuando reguladores de títulos canadienses comenzaron a hacer preguntas, y los informes anuales de YBM, de declaraciones públicas y de archivos de agencias de regulación de Canadá.
En un comienzo existía una compañía, Arigon, que Mogilevich creó en 1991 en las islas Channel, una cadena de islotes del sur de California separada del continente por el golfo de Santa Catalina y que dependen del condado de Los Angeles. Este fue su canal original para lavar dinero, indicaba el informe británico. Uno de sus socios en Arigon era su amante, madre de un hijo suyo y esposa del abogado en Londres que supuestamente estaba aliado a Mogilevich, según el informe.
Finalmente, a través de una serie de transacciones y adquisiciones, Arigon asumió el control de YBM Mangex. Para financiar la primera oferta pública de YBM en Canadá, Mogilevich envió 2,4 millones de dólares de las cuentas bancarias de Arigon a las islas Channel. BM estaba presidida por uno de los socios de confianza de Mogilevich, Jacob Bogatin. Bogatin, que tiene un doctorado en Pulvimetalurgia de la Universidad de Volvogrado, llegó a Estados Unidos en los años 80 y se hizo ciudadano norteamericano. Entre 1996 y 1998 fue presidente y director ejecutivo de YBM. El abogado de Bogatin en Filadelfia, Eric Sitarchuk, se negó a hacer comenta rios sobre su cliente, quien según autoridades policiales es objeto de investigación constante por parte del fiscal general de Filadelfia.
La propaganda sobre la excelente performance de la compañía hizo que las acciones de YBM pasaran de valer unos pocos centavos al momento de la primera oferta en 1994, a 5 dólares canadienses a principios de 1996 y a más de 20 dólares dos años más tarde. En su informe anual de 1996, por ejemplo, la compañía se jactaba de tener "ventas y ganancias récord", un 79 por ciento superiores a las del año precedente. Se jactaba también de que los ingresos por la compra y venta de petróleo habían pasado de 13,6 a 20,4 millones de dólares canadienses. En 1996, los libros de YBM fueron revisados por Parente, Randolph, Orlando, Carey & Associates, en Filadelfia. La firma informó que las declaraciones financieras "hacen una clara presentación, en todos los sentidos, de la situación financiera de la compañía".
En el verano boreal de 1997, cuando YBM se preparaba para otra oferta pública, los reguladores de títulos de Ontario pidieron a Deloitte & Touche que realizara otra revisión de libros "de alto riesgo". Dentro del mundo de los títulos, esto significa que las autoridades tenían sus sospechas y querían que la firma contable pusiera todo su esmero y dedicación en la tarea. Deloitte & Touche redactó un muy buen informe sobre YBM. Un analista canadiense que redactó una recomendación de compra indicó que la compañía había salido de la revisión de libros de Deloitte "con notas triunfantes". Y en noviembre de 1997, YBM concluyó una oferta pública de 3,2 millones de acciones, a 16,50 dólares canadienses cada una, recaudando un total de casi 53 millones. Ambas firmas contables figuran como demandadas en el juicio que entablaron los inversores de YBM.
Parente & Randolph no respondió a las numerosas llamadas telefónicas que le hizo The New York Times para que expresara comentarios sobre el tema. Una vocera de Deloitte & Touche, Ellen Ringel, señaló que la compañía había realizado la auditoría "según las reglas profesionales habituales" y que se defendería "enérgicamente" de todos los juicios. Ringel agregó que en junio de 1998 la compañía renunció a su tarea de auditores de YBM luego de expresar su preocupación por "transacciones dudosas".
Pero a los auditores ya se les habían escapado algunas cosas. "Lavado de dinero y transacciones inusuales" es el título de una sección de 14 páginas de un informe de 50 de Miller & Tate, la firma contable a la que YBM se volcó con la esperanza de obtener una vez más un informe positivo, después de que funcionarios canadienses hicieron algunas preguntas. En el centro de estas transacciones figuraba una compañía llamada United Trade, de las islas Caimán, que era manejada por Igor Fisherman, que también era el jefe del Departamento de Operaciones de YBM.
Fisherman, que tiene un master en matemáticas de la Universidad Ufa de Rusia, emigró a los Estados Unidos hacia fines de los años 80 y se convirtió en ciudadano norteamericano. También está siendo investigado. El abogado de Fisherman, Peter Vaira, se negó a hacer comentarios. En una ocasión, se giraron 3,2 millones de un banco de Lituania a una cuenta de United Trade en Hungría. Luego fue rápidamente girada al Chemical Bank en Buffalo para beneficio de seis compañías aparentemente diferentes. Al mismo tiempo, United Trade envió dinero al Chemical Bank para un abogado de Buffalo, Paul Fallon.
Estas transacciones tienen "muchos indicios de lavado de dinero", dijeron en su informe Miller & Tate, y precisaron, por ejemplo, que las compañías involucradas en las transacciones, de Lituania, Hungría y Estados Unidos, tenían todas la misma dirección: la oficina de Fallon en Buffalo. Al ser entrevistado telefónicamente, Fallon negó haber estado involucrado en al guna actividad inadecuada. Dijo que Fisherman era un cliente y que había creado legalmente todas las compañías implicadas en los giros. Se negó a especificar a qué se dedicaban estas compañías. En cuanto a las ventas de petróleo, que según YBM influyeron mucho en sus ganancias, Miller & Tate descubrió que la compañía nunca tuvo en realidad petróleo para vender.