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Superstición
Una superstición (del latín, superstitio) es una creencia que no tiene fundamento racional y que consiste en atribuir carácter sobrenatural a la generación de determinados fenómenos, procesos y sus relaciones.
Aunque se trata siempre de creencias sin ningún tipo de prueba científica, el concepto no siempre engloba todo lo que no es científico. Algunas definiciones del término excluyen, por ejemplo, a las creencias de la fe religiosa. La denominación se aplica también en sentido peyorativo a formas de creencias, prácticas y rituales religiosos que no corresponden a las creencias propias.
Etimología
El término 'superstición' proviene del verbo latino super-stare ("permanecer sobre"), que para los romanos, inicialmente tenía el sentido figurado de "ser testigo" o "sobrevivir". De acuerdo con Cicerón, y después Isidoro de Sevilla, la idea de trascender y perpetuarse a través de la realización constante de rituales subyacía en el uso de esta palabra, y más concretamente al deseo de no ver morir a la propia descendencia:
Por otra parte, en la Antigua Roma, los adivinos eran calificados frecuentemente como superstitiosus, lo que no constituía una valoración peyorativa. Pero a veces sí se daba un sentido desfavorable a la palabra y las acciones que designaba, en ocasiones para referirse a aquello que estaba fuera de las prácticas religiosas de Roma, pero por lo general usada para referirse a una manifestación exagerada, y por tanto superflua y desordenada, de religiosidad. Esta idea resulta más comprensible si se considera que religio, la religión, significaba precisamente lo contrario para los romanos. Según el mismo Cicerón, religio viene de re-legere ('reagrupar', 'ordenar'). Por lo mismo, dentro de la preocupación romana de realizar el culto dentro de normas rígidas, una exageración, como hacer sacrificios todos los días, podía llegar a ser entendido como un defecto. Para los romanos, el supersticioso podía llegar a ser o bien un tartufo o una persona afectadamente religiosa. El exceso de temor a los dioses o dejarse someter o esclavizar por un dios, era visto negativamente como superstición.
Las supersticiones romanas estaban en gran parte relacionadas con el mundo de la naturaleza. Los romanos leían presagios de desastres en el croar de los cuervos, y encontraban protección contra el mal de ojo entre las hojas del acebo. Junto a esta consulta de los augurios, se valoraba las propiedades "mágicas", generalmente medicinales, de plantas y animales.
En general, el pagano educado despreciaba las creencias populares irracionales. Para ser digno de creer, las religiones tenían que ser lógicamente consistentes y empíricamente fundamentadas. Debían tener alguna base en la observación de la naturaleza (ciencia) y en la filosofía y cualquier otra cosa era superstición. Pero además, para comprender el concepto romano de superstitio, se puede describir su opuesto: el antiguo concepto romano de pietas, un concepto más complejo que nuestra idea religiosa moderna de "piedad". La pietas requería deber y lealtad a los dioses, a la familia, y quizás sobre todo, a la misma Roma. El compromiso de Roma con sus deidades, especialmente después de que los emperadores se convirtieran en dioses, era inseparable del deber patriótico romano.
Por lo tanto, para los romanos, la superstición tenía una connotación mucho más potente y peligrosa de lo que hoy la tiene el mundo occidental: para ellos, este concepto significaba un conjunto de prácticas religiosas que no eran sólo diferentes, o simplemente sacrílegas o impías, sino corrosivas para la sociedad y específicamente anti-romanas, por lo que hacían a una persona enemigo del Estado. La superstición también se consideraba como algo que "perturba la mente de un hombre de tal manera que en realidad lo está volviendo loco" y que le hace perder la humanitas (humanidad).
De este modo, el judaísmo, por ejemplo, se convirtió en una barbara superstitio, es decir, una superstición extranjera.
Las persecuciones de "sectas supersticiosas" eran apenas conocidas en la historia de Roma, por ejemplo, en 428 a.C. un culto extranjero no identificado fue perseguido durante una sequía, en 186 a.C. fueron ejecutados algunos iniciados de un culto báquico cuando se consideró fuera de control, e incluso se tomaron medidas contra los druidas durante el temprano Principado.
Con la llegada del cristianismo, éste fue automáticamente denominado como iudaica superstitio, y Tácito, Suetonio y Plinio el Joven la describieron como una "superstición perniciosa, excesiva, depravada y contagiosa", y en consecuencia fue objeto de persecución por decreto de los emperadores.