Tradicionalismo filosófico

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El tradicionalismo filosófico (a veces llamado perennialismo) es una corriente filosófica construida en torno al concepto de Tradición Primordial. Los tradicionalistas postulan la existencia de una sabiduría perenne, conformada por verdades primigenias, invariables y universales que son conocidas de modo suprarracional. A raíz de ello centran su interés en la metafísica, el esoterismo y la gnosis. Entre los representantes de esta corriente se encuentran Ananda K. Coomaraswamy, René Guénon, Julius Evola, Mircea Eliade, Frithjof Schuon y Aleksandr Duguin.

Conceptos fundamentales

Tradición Primordial

El tradicionalismo sostiene que hay una Tradición Primordial, constituida por la Verdad absoluta y la Presencia infinita. La primera da forma a la sabiduría perenne (sophia perennis) y la segunda a la religión perenne (religio perennis), las cuales develan los axiomas metafísicos sobre los que se sustentan todos los dogmas de sabiduría y todos los sistemas morales ortodoxos.

La Verdad absoluta es la dimensión trascendente de la Tradición Primordial a la que se accede a través del discernimiento metafísico (que posibilita, entre otras cosas, distinguir lo real de lo ilusorio), mientras que la Presencia infinita remite a la dimensión inmanente que permite unirse de modo místico con la realidad.

De este modo el tradicionalismo afirma que lo no humano está efectivamente presente en el mundo de lo humano: la Tradición Primordial no es una abstracción sino una energía real que trasciende todo lo material y lo natural. Es la suprahistoria que da forma a la historia humana.

Esoterismo

Tanto el discernimiento metafísico como la unión mística son posibles en los seres humanos por la posesión de un intelecto divino, el cual capta la unidad sagrada de lo real que se manifiesta a través de las numerosas expresiones esotéricas tradicionales.

Las prácticas religiosas normalmente exponen el aspecto exotérico de la Tradición Primordial, por lo que para conocerla realmente es necesario adentrarse en el terreno de lo esotérico. Sin embargo la mayoría de los tradicionalistas sostienen que ese tránsito hacia lo esotérico presupone la asimilación del cuerpo de conocimientos exotéricos de alguna de las grandes religiones.

Doctrina de los ciclos

La doctrina de los ciclos es una teoría central para el pensamiento tradicionalista. Según ésta todos los grupos, culturas y civilizaciones humanas experimentan una existencia cíclica, la cual produce un periodo de auge inicial seguido por uno de decadencia final: el colapso último posibilita el resurgimiento glorioso, por lo que así el ciclo se reanuda.

Esta concepción del tiempo histórico está en total contradicción con la idea de progreso.

Crítica a la Modernidad

Con el avance de la Modernidad se produjo la secularización de la sociedad occidental, lo que popularizó el racionalismo, el naturalismo y el materialismo, los cuales, combinados, niegan la dimensión religiosa en el hombre. A raíz de ello los tradicionalistas se identifican como anti-modernos o contra-modernos: todo lo que la conciencia moderna juzga como un signo de progreso, el tradicionalismo lo entiende como una muestra de decadencia (algunos tradicionalistas incluso interpretan a la Modernidad como el Kali Yuga que profetiza la religión védica).

Para aquellos que les tocó vivir en periodos anteriores al moderno, la conciencia de la unidad entre la materia y el espíritu era obvia. Sin embargo, el hombre moderno en general escinde a ambos términos, lo que prueba su degeneración. La esencia de la Tradición Primordial ya no es accesible a todos como alguna vez lo fue, por lo que sólo las élites espirituales son capaces, en la actualidad, de intuirla.

El problema fundamental de la mentalidad moderna es que orienta a la razón exclusivamente hacia la resolución de problemas prácticos del entorno físico, descartando las especulaciones sobre lo metafísico. Por ello la ciencia moderna se limita a lo cuantificable: aquello que no puede ser claramente medido y/o pesado, no es digno de ser estudiado. El pensar pasa así a convertirse en una actividad sometida a algún tipo de proceso cuya finalidad es la producción material. La verdad termina siendo sustituida por la utilidad.

Como corolario de esto es que se instala una confusión entre lo psíquico y lo espiritual, perdiéndose el sentido del último. El hombre moderno se educa ignorando su dimensión espiritual y cae en el error de creer que lo espiritual es algo relacionado a lo irracional.

Rechazo del evolucionismo

Dado que la ciencia moderna se ciñe a los hechos físicos observables, ésta termina ignorando la existencia de una realidad más allá de aquellos. De allí que no tuviera más remedio que forjar una filosofía aceptable para su propio entendimiento, según la cual la especie humana proviene de una especie inferior. Ello supone aceptar que lo simple crea a lo complejo y no al revés, por lo que la teoría de la evolución le atribuye el surgimiento de una inteligencia capaz de razonar, cuestionar y crear a una conciencia animal naturalmente incapaz de ello.

Como respuesta al evolucionismo los tradicionalistas proponen la doctrina de los arquetipos, según la cual hubo una época en la que el mundo físico y el psíquico no se percibían como separados, lo que facilitaba que los arquetipos encarnen en la materia y la doten de inteligencia.

Método

Al igual que otras corrientes filosóficas, el tradicionalismo ha desarrollado su propio método para comprender la realidad. En este caso se trata de restaurar la plena vigencia de la Tradición Primordial, cuestionada por los cultores de la Modernidad. Por ese motivo se apela a acceder a un nivel de conocimiento mucho más profundo que el producido por los axiomas racionalistas y las evidencias empiristas, dando como válida la especulación metafísica sobre los primeros principios y las causas últimas de la realidad.

Para ello hay que partir de la búsqueda de la unidad en la multiplicidad de las diversas doctrinas metafísicas. Esto, claro, no implica incurrir en el sincretismo (que representa una unificación externa, artificial y superficial de la sabiduría), sino que se trata más bien de vislumbrar los principios esenciales de los cuales dependen intrínsecamente las mentadas doctrinas.

Como los símbolos, los mitos y los ritos tradicionales canalizan a la Tradición Primordial, éstos le permiten a los hombres entrar en contacto con ella. Es en el estudio de su ontología y de su epistemología que el intelecto puede elevarse por encima de su facultad racional y tener una intuición de la unidad original.

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