Walt Disney

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Walt Disney

Walter Elias Disney nació en Chicago, Illinois, EE.UU., el 5 de diciembre de 1901 y murió en Los Ángeles, California, el 15 de diciembre de 1966. Fue un empresario, productor, director, guionista y animador estadounidense. Fue fundador, junto con su hermano Roy O. Disney, de The Walt Disney Company,[1] empresa que en la actualidad genera unos ingresos anuales de 30.000 millones de dólares, y el principal artífice de un estilo inconfundible de películas de dibujos animados.

Ideología

La ideología de Walt Disney, tal como se hace patente en sus películas, se basa sobre todo en la defensa de los valores del "american way of life" ("Modo de vida americano"), en los que creía firmemente.

Una cuestión muy discutida es la de las posibles simpatías de Disney por los regímenes fascistas europeos en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Según algunas referencias,[2] fue recibido en Roma por Mussolini en una o dos ocasiones durante la década de 1930. A su vez, el animador judío Arthur Babbit, organizador de la huelga de 1941, afirmó que vio a Disney, en compañía del abogado de la empresa, Gunther Lessing, asistiendo a mitines del German American Bund, organización estadounidense a favor del nacionalsocialismo alemán.

Disney fue uno de los pocos empresarios cinematográficos que recibieron abiertamente, en su visita a Hollywood en 1938, a la cineasta alemana Leni Riefenstahl y le dieron un tour por el estudio un mes después de la Kristallnacht, cuando la mayor parte de la industria, en manos judías, le cerró sus puertas. Por ello Disney fue acusado de "antisemita", aunque ninguno de sus empleados, incluido Arthur Babbitt, quien tenía odio hacia Disney, nunca lo acusaron de hacer insultos o burlas antisemitas. También se dijo que los judíos aparecen como personajes estereotipados y malévolos en algunos cortometrajes de la década de 1930 particularmente en Los tres cerditos (1933).

El Museo de la Familia Walt Disney reconoce que algunos estereotipos étnicos comunes a las películas de la década de 1930 se incluyeron en algunas de las primeras caricaturas.

Neal Gabler, el primer escritor en obtener acceso irrestricto a los archivos de Disney, concluye que la evidencia disponible no respalda las acusaciones de antisemitismo y que Disney "no era [antisemita] en el sentido convencional de que pensamos en alguien como antisemita". Gabler concluye que "aunque el propio Walt, en mi opinión, no era antisemita, sin embargo, se alió voluntariamente con personas que eran antisemitas [es decir, supuestamente algunos miembros de la (MPAPAI)], y esa reputación se mantuvo a lo largo de su vida". La MPAPAI fue descrita por sus oponentes como simpatizante de los fascistas, aislacionista, antisemita, antisindicalista y partidario de las leyes de Jim Crow, todo lo cual ésta negó.

Disney también ha sido acusado de otras formas de "racismo" porque, según la progresía políticamente correcta, algunas de sus producciones estrenadas entre las décadas de 1930 y 1950 contienen material "racialmente insensible". El largometraje Song of the South (Canción del Sur) de 1946, fue injustamente atacado por críticos de cine contemporáneos, por la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color, y por otros por su supuesta "perpetuación de los estereotipos negros", a pesar de que su representación fuese fidedigna y respetuosa. Debido a ello, esta película nunca tuvo un lanzamiento en formato casero y actualmente es vista como una película "maldita" por la compañía.

En contraste, Disney hizo campaña con éxito para obtener un Premio de la Academia Honorario para su estrella, James Baskett, convirtiéndose en el primer actor negro en obtener la estatuilla. Gabler argumenta. que "Walt Disney no era racista. Nunca, ni en público ni en privado, hizo comentarios despectivos sobre los negros o afirmó la superioridad blanca. Sin embargo, como la mayoría de los estadounidenses blancos de su generación, era racialmente insensible". Floyd Norman, el primer animador negro que trabajó en estrecha colaboración con Disney durante las décadas de 1950 y 1960, dijo: "Ni una sola vez observé un indicio del comportamiento "racista" del que a menudo se acusaba a Walt Disney después de su muerte. Su trato hacia la gente (y con esto me refiero a todas las personas‍) sólo se puede llamar ejemplar".

Sí está fuera de toda duda que Disney fue un ferviente anticomunista, pues en 1947, durante el Segundo Susto Rojo, Disney testificó ante el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara (HUAC), donde calificó a Herbert Sorrell, David Hilberman y William Pomerance, ex animadores y organizadores sindicales, como agitadores comunistas; Disney declaró que la huelga de 1941 dirigida por ellos fue parte de un esfuerzo organizado del Partido Comunista de los Estados Unidos para ganar influencia en la industria del cine. Según su declaración ante el Comité, Disney creía firmemente que el comunismo era una seria amenaza contra el modo de vida estadounidense. El New York Times afirmó en 1993 que Disney había estado pasando información secreta al FBI desde 1940 hasta su muerte en 1966. A cambio de esta información, J. Edgar Hoover permitió que Disney filmara en la sede del FBI en Washington. Disney se convirtió en un "agente especial a cargo completo" en 1954.

No se ha podido probar que militara en ningún partido político, pero Disney se volvió políticamente más conservador a medida que envejecía. Apoyó al Partido Demócrata hasta las elecciones presidenciales de 1940, cuando cambió su lealtad al Partido Republicano, se convirtió en un donante generoso para la candidatura presidencial de 1944 de Thomas E. Dewey, y durante los años 50, Disney apoyó económicamente a dicho partido[3]. En 1946, fue miembro fundador de la anteriormente citda Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals (MPAPAI), una organización que declaraba que "creemos en el estilo de vida estadounidense ... nos encontramos en una aguda revuelta contra una marea creciente de comunismo, fascismo y creencias afines, que buscan por medios subversivos socavar y cambiar esta forma de vida".

Las convicciones religiosas de Disney son también poco conocidas. Fue bautizado como miembro de la iglesia congregacionalista (de hecho, se le puso el nombre de Walter en honor a un pastor de dicha iglesia, Walter Parr[4]), pero no parece haber sido un hombre religioso, aunque sí respetaba profundamente la religión como garante de los valores establecidos. Para un libro sobre la oración de Roland Gammon editado en 1963, Faith is a Star, Disney escribió un texto acerca de la importancia de los valores religiosos en la sociedad y en su propia vida, que es uno de los pocos documentos conocidos acerca de sus ideas religiosas.

Artículo de opinión

( por A.V. Schaerffenberg)

A usted no le gustaría que su biografía estuviera escrita por Marc Eliot. A no ser, claro está, que fuese usted un judío marxista o un traidor racial amante de los judíos. Incomprensiblemente, ningún hombre blanco carente de respeto hacia si mismo podría esperar un tratamiento correcto en las manos de este biógrafo carroñero.

Pero mientras usted vive, no debería temer nada de las opiniones del Sr. Eliot Ya que pertenece a esta nueva estirpe de buitres "políticamente correctos" que se nutren de la vida de hombres ya fallecidos. Una forma barata y fácil de fomentar una controversia para un libro (controversia = ventas) es la difamar convenientemente a una personalidad fallecida, cuya persona es todavía generalmente reverenciada. Y si la víctima en cuestión no resultaba ser amiga de los judíos, entonces las oportunidades de lograr cada vez más entrevistas en órganos de opinión judíos como el "New York Times" están virtualmente aseguradas para chacales de este género. La desvergonzada cobardía de estos necrófilos personajillos se ve recalcada por el hecho de que las personas sobre las que escriben no pueden defenderse, ya que están muertas.

Habiendo hecho ya jirones la reputación de ciertos héroes blancos como Henry Ford, H.L. Mencken y Charles Lindbergh las alas de los buitres baten hacia la próxima víctima de su voracidad, en esta ocasión, nada más y nada menos que Walt Disney. Si alguien no necesita introducción alguna, ese hombre es el Tío Walt, una de las figuras universalmente más amadas de esté siglo XX. Es decir, hasta que Marc Eliot decidió hacerse de oro logrando el apoyo del poder sionista mancillando el nombre de un genuino ario. No debería resultar pues una sorpresa, que otro libro del Eliot, "Down Thunder Road", sea una servil parodia de Bruce Springsteen. El autor es, por consiguiente, uno de esos chaqueteros enemigos de la cultura blanca, que vendió a su propia raza para inflar el ego del excesivamente supravalorado y judaico cantante de rock 'n' roll, mientras embadurnaba de tinta e intentaba destrozar a auténticos héroes de la Raza blanca, como el creador de "Fantasia", para satisfacer la incoherente ansia de la distorsión de un seboso y repugnante judío. Paradójicamente, la mayoría de las cosas que Eliot encuentra más horribles son precisamente los hechos de la vida de Disney que cualquier lector sano aplaudirá. Para los nacionalsocialistas particularmente, "El Príncipe Oscuro de Hollywood", como es llamado despectivamente en el subtítulo de la biografía, ganará en respeto y admiración.

Una trampa judía para Disney

A pesar de su descarada hostilidad (¿enviada?) hacia el protagonista, el autor revela por primera vez la increíble magnitud del trasfondo nacionalsocialista de Walt Disney y su generalmente desconocido combate contra el dominio judío de su oficio y su país. Eliot cuenta como Disney comenzó como un joven y oscuro ilustrador en los primeros años 20, cuando abandonó su hogar en Kansas para tentar la suerte en Hollywood. La primera producción de Walt, Alicia (de Lewis Carroll), puso de relieve sus innovadoras técnicas cinematográficas, que consistían en combinar personajes animados con actores reales. Pero necesitaba un distribuidor para hacer triunfar a su obra. Por aquel entonces, como es sabido, la distribución cinematográfica era el reino privado de los judíos, que, por instinto, habían percibido desde los primeros pasos del cine que éste podría ser un medio inigualable para dominar y moldear las mentes de la masa de Gentiles. Consecuentemente, Milton Feld fue el primer agente de Disney, y le puso en camino al agujero de ratas Talmúdicas que era Nueva York. Una vez allí, cayó en las garras de Margaret Winkler. Ella administró la primera distribución de las series de Alicia por las cuales él recibió 1.500 dólares por película, lo suficiente para justificar los costos de producción, pero fue un humilde comienzo por el cual el ingenuo artista del Mediooeste estuvo sinceramente agradecido.

Unos pocos meses más tarde, no obstante, Winkler le informó de que reduciría sus honorarios a la mitad, ya que sus series no estaban siendo bien recibidas y estaba perdiendo dinero en la taquilla. Eliot escribe, "Disney estaba menos al tanto de la restricción que de la razón de porque sus películas no eran más exitosas. No había manera para él de saber que la decisión de Winkler no tenía nada que ver con la calidad de sus películas. Habían sido, de hecho, las más exitosas de las de Winkler y habían comenzado a crear un numeroso grupo de entusiastas seguidores a lo largo de la costa este. No obstante, habiéndose casado recientemente con Carlos B. Mintz un antiguo representante de la Warner Bros., Winkler le había trasferido todo el control de la compañía a él. Mintz redujo inmediatamente todos los pagos a los proveedores de la compañía, sin importarle cuanto aportaban sus películas." En ese momento la trampa contra Walt Disney estaba en camino.

Mintz se presentó inesperadamente un día en el estudio Hyperion y mintió a Walt y a su hermano Roy, diciéndoles que las series de Alicia habían sido canceladas por falta de interés. Walt "se encerró en su despacho y permaneció allí hasta la noche del día siguiente, rechazando hablar con nadie y culpándose a sí mismo por el fracaso de la compañía". Lo que él no sabía era que Mintz había estado viajando regularmente de Nueva York a Hollywood para negociar un acuerdo con Carl Laemmle, el fundador de Universal Pictures, respecto a una serie sobre un conejo para competir con las altamente triunfantes series del Gato Félix. Cuando el acuerdo estuvo sellado Mintz vislumbró un camino a seguir que no sólo había sido concebido por los Disney sino que, si todo resultaba según lo planeado, los 'patanes' (¿o 'goyims'?, AVS), como Mintz se refirió a los Disney a sus espaldas, airearían permitiéndole quitarles el estudio para consolidar el trato. Tras dejar pasar unos cuanto días,

Mintz hizo otra visita al Hyperion, esta vez con buenas nuevas. Podría ser capaz de salvar su acuerdo, dijo a los dos hermanos, si podían crear un dibujo animado original, algo como –dijo- un conejo.

El conejo de Disney en la trampa

Totalmente engañado por lo que él creyó era la amable ayuda de su distribuidor judío, Walt se afanó para producir finalmente "Oswaldo el Conejo afortunado". Aquel por el que Oswaldo debía estar contento resultaría evidente en tiempos de pago. Mintz, en su calidad de mediador, recibió el doble de sus honorarios por firmar también como "creador" para la agencia títere de su inocente esposa, "de este modo creando dos sociedades entre Walt y Laermule". Oswaldo fue un éxito instantáneo y enorme, y generó "beneficios proporcionales" para el agente judío y la caricatura judía. El sólo comenzó a rebelarse, cuando accidentalmente descubrió que Mintz y Laemmle estaban embolsándose secretamente algunos millones adicionales comercializando a Oswaldo en juguetes, caramelos, ropas y otros productos para niños, todo sin su conocimiento, consentimiento o participación. Mintz fingió conmiseración y le habló para que evitase cualquier acción que pudiera perjudicar al Gran Señor, Carl Laemmle.

En febrero de 1928, con Oswaldo el conejo afortunado como la caricatura más popular en las pantallas de toda América, Disney fue con su esposa, Lillian, a renovar su contrato con Mintz en Nueva York, éste "disfrutó mucho presentando a Walt a varios productores y directores que habían venido para conocer al audaz y joven animador de Hollywood". Ese mismo día, Mintz sentó a Walt en su lujosa oficina de la quinta Avenida. "Entonces, sin perder el tiempo, de una manera tranquila e intensa marcadamente diferente de la que había empleado en el almuerzo, Mintz comunicó que lo que iba a decir iba a ser su única oferta. Desde ese momento los honorarios de Disney por caricatura serían recortados de 2,250 dólares a 1.800 dólares. Si esto no era aceptado, la única alternativa para Snappy (la agencia de Míntz) sería la de retirar todas las producciones posteriores de las caricaturas de Oswaldo. Y Mintz advirtió a Walt que usaría el propio equipo de Disney para hacerlo!" Los pasos de esta conspiración sanedrínica estaban en marcha en el lejano Hollywood, en el mismo instante en el que Mintz elogiaba a Walt durante el almuerzo, la mayoría de los animadores de Disney "se resignaban simultáneamente a aceptar las posturas de Snappy". Tomando ventaja por la distracción de Disney y su inesperado ultimátum, Mintz pretendió ablandarse, y ofreció permitir a Walt mantener los derechos de Oswaldo, sólo si Snappy podía obtener los derechos del 50% de los estudios Disney. Fue la eterna historia del Demonio conspirando por la posesión de un alma humana.

Avisado por Roy, Walt desistió de preservar los derechos de su propia creación, Oswaldo el conejo afortunado, perdiendo por consiguiente todos su ingresos, pero retuvo la propiedad de su drásticamente disminuido estudio. Perdidas virtualmente tolas las esperanzas con su hurtada propiedad, Walt y Lillian tomaron tristes el tren para el largo viaje de vuelta al hogar. Fue en esta deprimente jornada, no obstante, en la que el genio Ario que vence los grandes obstáculos alumbró el fértil intelecto de Walt Disney creando Mickey Mouse. El resto es historia. El destino de Oswaldo el conejo afortunado fue sombrío debido a su nuevo carácter a pesar de ser tan popular bajo la mano de Disney. Sin su creador, de todas formas, la fortuna de Oswaldo desapareció rápidamente y se marchitó sólo tras un corto período de tiempo cayendo en el olvido. Los esfuerzos de los judíos por generar ganancias perpetuas a través de Oswaldo y sus vanas imitaciones del modelo de los estudios Disney no dieron resultado, mientras que las Producciones Walt Disney remontaron el vuelo hasta unas cotas sin precedentes en medio del clamor mundial en los años 1930s.

Disney en el "Partido Nazi Americano"

Walt, con los sentidos fijos en su arte, llegó a percatarse del denominador común -el judío- de Feld, Winkler, Mintz y Laemmle, así que se preparó para otro combate a vida o muerte con la judería, cuando ingenuamente aceptó a algunos judíos para integrarse en su organización la cual se expandía rápidamente. Para ser sinceros, mientras todavía estaba combatiendo por la existencia, pocos creían que podría volver a levantar cabeza tras la conspiración de Mintz. Pero tras su inesperado éxito con Mickey Mouse, los judíos comenzaron a verle como un peligro para sus planes. Entre los animadores posteriores a Mintz que ingresaron en los estudios Disney estaba Arthur Babbitt. Desconocido para Walt, por otro lado, además de ser un judío, Babbitt también estaba controlado por el FBI por ser simpatizante comunista. Empezó a preparar secretamente el terreno para una huelga que llevaría a los empleados de Disney a la abiertamente marxista Hermandad de Caricaturistas. El que estos mismos empleados fueran los animadores mejor pagados del sector, con condiciones de empleo ejemplares, no impidió las demandas de Babbitt, ya que su única intención era la de hacer de la Productora Disney otro nido propaganda Roja. Tras ensalzar (e inadvertidamente poner al descubierto) la creación y manipulación de la Hermandad de Escritores de la Pantalla por parte del Partido Comunista de los Estados Unidos, Eliot se pavonea de que los comunistas "continuaron desempeñando un papel muy importante en la politización de la ciudadanía de Hollywood" en los años 40.

Habiéndose enfrentado con anterioridad con la extinción a manos de los judíos capitalistas, Disney estaba ahora enfrentado a los judíos comunistas que intentaban quitarle su estudio. Los métodos eran diferentes, pero el enemigo era el mismo. Por fin descubrió la verdadera identidad del peligro, y comenzó a buscar respuestas a sus preguntas. Según Eliot, "Durante aquel tiempo Disney ayudó a organizarse a los realizadores independientes de películas contra la maquinaria de la industria del cine, también acompañar a Lessing (Gunther Lessing, abogado y amigo intimo de Disney) a las reuniones y concentraciones del Partido Nazi Américano." El Partido Nazi Americano fue fundado en 1958, cerca de 20 años después de los hechos mencionados por Eliot. Las reuniones a las que asistió Walt Disney eran dirigidas por los "Camisas Plateadas" de William Dudley Pelley, una temprana organización nacionalsocialista y no un partido con un programa concreto exceptuando la consecución de la neutralidad de los Estados Unidos.

Babbitt, el agitador huelguista, siguió a Disney a las reuniones de los Camisas Plateadas y le espió: "En los años inmediatamente posteriores entramos en guerra, había un pequeño pero ferozmente leal, y supongo que legal, grupo de seguidores del Partido Nazi. Se podían comprar copias de "Mi Lucha" en cualquier quiosco de Hollywood. Nadie me pidió que fuera a ninguna concentración, pero yo lo hice, lleno de curiosidad. Había reuniones libres, a las que cualquiera podía asistir y yo quería ver de que se trataba por mi mismo. En más de una ocasión vi a Walt Disney y Gunther Lessing allí, junto con otras eminentes personalidades pro-Nazis (sic) de Hollywood. Disney siempre estaba yendo a reuniones. Fui invitado a hogares de numerosos actores y músicos, y todos ellos trabajaban activamente para el Partido Nazi Americano. Se lo conté a mi novia que era a su vez editora de la revista "Coronet" y ella me animó a escribir lo que había visto. Tenía algunos contactos con el FBI y les di información." El hecho de que el marxista Babbitt no tuviera reparos en colaborar con el archiconservador FBI cuando se trató de combatir a los Nazis no debería sorprender a nadie consciente de que la duplicidad es la segunda naturaleza de la mente judía. No sin motivo Disney se refirió a él como "la rata de alcantarilla".

¿El Ratón Mickey o la Rata Holgazana?

Pero fue escuchando a los oradores Nacionalsocialistas cuando Walt inició su auténtico despertar político. Por primera vez, se percató de los pasos de la progresiva influencia judía en Hollywood y comenzó a percibir las causas profundas de su propio problema con Mintz, y del más reciente conflicto con Babbitt. Irónicamente, el dominio de la industria del cine americana nos es sucintamente presentado en la biografía anti-Disney de Marc Eliot. Apunta que el cine comenzó en el cambio de siglo como una empresa totalmente Gentil liderada por su inventor; Tomás Alva Edison. Él y el resto de sus compañeros cinematógrafos arios estaban intensamente preocupados por su responsabilidad pública, especialmente en lo que concierne a los niños, y deseaban producir películas de carácter ético y de gran calidad que fuesen moralmente sanos y constructivos artísticamente.

El instinto judío pronto olfateó las posibilidades financieras de este nuevo medio, como quiera que apelara a las más viles inclinaciones de las masas: Edison fue muy atacado repentinamente, barriendo la popularidad de la primera innovación del siglo, charlatanes callejeros, y parlanchines que aparecieron por primera vez en los bajos del Este de Nueva York. El sintió que degeneraron el sofisticado arte del cine ofreciendo 'peep shows' y otras diversiones libidinosas dirigidas a satisfacer los placeres carnales de los trabajadores. En 1.940, Edison fundó la primera alianza de productores de películas, que llegó a ser conocida como el 'Trust'. Su objetivo era el de proteger al publico y sus propios intereses financieros) de la basura inmoral producida por lo que él denominó los 'advenedizos judíos', los cuales no sólo llamaban la atención de los trabajadores sino que producían sus propias películas para mostrárselas. En forma de respuestas, un grupo independiente de productores –en su mayoría judíos, liderado por Cari Laemmle, formó su propia organización distribuidora, o de intercambio, como ellos la denominaron. Organizaron un efectivo e ilegal mercado negro para importar películas crudas extranjeras y equipos que les permitieron continuar haciendo películas.

No obstante, Edison no era un débil supracivilizado, como los cobardes productores de hoy en día. Organizó sus propias tropas de asalto. Como Eliot narra correctamente, "destrozaron las arcadas de los ilegales y colocaron barricadas de fuego en los vecindarios que los alojaban." Era el único argumento que los judíos comprendían y funcionó. Nueva York estaba limpia de nuevo. Pero los judíos y la chusma de Laemmle sobresalientes en la supervivencia como en ningún otro arte emigraron a California, "para poner tanta distancia entre ellos y Edison como les fuera posible". Allí encontraron un estado realmente barato, un clima perfecto, y la protección natural de una zona de 3.000 millas de escapada. California les dio una segunda oportunidad de hacer sus películas.

Al contrario que sus primero socios de la Costa Este,. los directores de los estudios de Hollywood estaban más interesados en los beneficios que en la experimentación artística. Pusieron en pantalla lo que más vendía. El público estaba deseando pagar por ver películas repletas de sexo y de violencia, y Hollywood estaba más que contento de poder hacerlas. No obstante los magnates de Hollywood no tenían ni idea de lo que significaba el término de películas 'socialmente aceptables'. No sabían si sus películas eran morales o inmorales y por tanto no podían tener las mas mínima preocupación. Para ellos, las películas eran estrictamente medios de ganancias, no instrumentos de expresión. Cuanto mas dinero diese una película, mejor era. Todas las veces que la industria fue atacada por ser moralmente corrupta, ninguno de los propietarios de Hollywood creyó que el problema tuviese que ver nada con la moralidad.

Lo cual, por supuesto, era precisamente el problema. Entre aquellos que percibieron correctamente que Hollywood estaba dominado por los judíos, muchos de ellos en el gobierno y el sector privado no eran más gentiles, incapaces de comprender, por estar abandonada, la esencia de la moralidad Cristiana. Creían que los hombres de negocios judíos de Hollywood habían corrompido un arte con el propósito de ganar dinero, y de paso contribuyendo a la creciente corrupción moral de América. Eran, en palabras de Henry Ford, un ejemplo perfecto del creciente problema de América, el influjo de "El judío internacional" en el cambio de siglo.

Ford no fue el único americano ario célebre que se enfrentó al Hebraico Hollywood. Guillermo Randolfo Hearst, "nada amigo ni de los judíos ni de la industria del cine", publicó una serie de editoriales documentando la degeneración y el marxismo latente en las películas. "La campaña de Hearst recibió apoyos en el congreso, donde la definición de la moralidad en las películas había pasado con los años a incluir no solamente la provocación sexual sino la subversión política. En marzo de 1929, el senador americano Smith Brookhart expuso lo que él consideraba la deteriorada situación en Hollywood como nada más que una lucha por los beneficios a costa de la moralidad social entre estudios rivales, liderados por 'cuadrillas de judíos'."

Mickey Mouse y la Esvástica

En consecuencia expuesto a los hechos del poder judío en Hollywood, el velo cayó de los ojos de Walt Disney e hizo voto de mantener su estudio libre de judíos para siempre. Además de lo concerniente a su arte, quería combatir la misma amenaza que amenazaba a su país y a su civilización. Consciente de que su pertenencia en un grupo abiertamente Nacionalsocialista sólo añadiría combustible a la pira preparada para él por sus enemigos, Disney se aproximó al más respetable movimiento "América Primero", una organización tapadera de los grupos conservadores, de derechas e incluso Fascistas y Nacionalsocialistas incluidos las Camisas Plateadas, en oposición popular a la histeria de guerra generada desde el capitolio en Washington, D.C. hasta la capital del cine en Hollywood. Walt se convirtió incluso en un abierto activista, incluso compartiendo el estrado de los oradores con Charles Lindbergh en las concentraciones y discursos radiofónicos de "América Primero" a lo largo y ancho del país.

Por siempre un genio, no pudo resistirse a insertar subrepticiamente algún apoyo críptico para la Causa en sus caricaturas. Inevitablemente, tanto los amigos como los enemigos se percataron: "Había algunos que comenzaron a ver 'señales secretas' en los trabajos de Disney, incluyendo, en una ocasión, una esvástica en la imagen final de una caricatura de Mickey Mouse el 19 de junio de 1940. La conmoción y el enfado que rodearon a la tira animada llegó eventualmente al despacho de J. Edgar Hoover después de que un 'fan' de Disney escribiera al jefe del Gabinete citando la edición del 19 de junio. El 'fan' advertía que 'en la ultima sección de Mickey Mouse de Walt Disney había una muy visible esvástica en forma de dos notas musicales cruzadas'." De hecho, la aparición de la cruz en cuestión no parece accidental debido a su colocación sobre las palabras "el viejo lacero". Disney, un ferviente amante de los caballos, a menudo se refirió a si mismo como "un viejo lacero". La caricatura probablemente interpretada como una broma personal, el único campo público en el que Walt sentía que podía identificarse con el Nacionalsocialismo, al menos de una forma críptica.

Mientras, la huelga promovida por Babbitt estaba perjudicando a su estudio llevándose a sus animadores. Los huelguistas judíos y comunistas trabajaban codo con codo con los magnates judíos capitalistas todavía ansiosos de controlar a Disney de una manera u otra, como Francisco Tashlin, líder de la compañía propiedad de Harry Cohn "Las Gemas de la Pantalla": "Entre los primeros en firmar con Tashlin estaba David Swift, uno de los más jóvenes y prometedores animadores de Disney. Cuando Walt supo de los planes de Swift de abandonar, según el artista 'Al final me llamó y hablando con un claro acento judío dijo, 'De acuerdo chico, te vas fuera a trabajar para esos judíos. Ahí está tu lugar, con esos judíos'."

Un eminente judío ocupa los Estudios Disney

Pinocho, Doc, Dopey y Bashful (de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo) en un boceto atribuido a Adolf Hitler.

Los esfuerzos de Disney para prevenir a su país de involucrarse en una guerra para la liberación de los estipendios judíos tuvo un brusco final inmediatamente después de Pearl Harbor. Su estudio fue ocupado por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y fue obligado a crear breves cortometrajes propagandísticos ni más ni menos que para el Secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, creador del sangriento "Plan Morgenthau", destinado a liquidar al pueblo alemán por su imperdonable pecado de "antisemitismo". "Se quejó amargamente a Roy y Lessing de como su estudio estaba siendo forzado a aceptar a 'aquel judío', como Walt se refirió al Secretario, no como un asesor sino como un propietario que quería estar a cargo de todo. Para Walt, el estudio funcionaba ahora con el mensaje de Morgenthau sacado a la luz por los mensajeros de Disney - películas de propaganda política que hicieron subir como la espuma la popularidad del ratón americano Mickey, su querida, Minnie, el pato Donald, el camarada Goofy, y el perro Pluto. Se dice que en un momento dado Disney se refirió a sus adorados personajes como cautivos, forzados a desempeñar un papel similar al de Pinocho para un Stromboli como Morgenthau".

Pero la ocupación judía de los estudios Disney fue breve y el ejército se retiró en 1943. Después de esto, Walt continuó el combate, aunque fuese fútil, contra la creciente marea marxista, principalmente testificando anteriormente a varias investigaciones gubernamentales acerca de la infiltración comunista en las artes y los medios de entretenimiento. Pero los judíos no volvieron a ser capaces de ganar la posición anterior en la Productora Disney, al menos mientras él vivió, y su nombre continuó siendo un sinónimo de la excelencia de la cultura popular.

Disneylandia invadida por ratas

Tras su muerte en 1966, a la edad de 65 años, el estudio pasó a sus herederos. Sus riñas e incompetencias llevaron a la productora y a la corporación Disney a un rápido declinar, generando una peligrosa crisis para su legado artístico y financiero, abriendo a la vez nuevas posibilidades al Viejo Enemigo: "Un hombre bajito y obeso con unos ojos semejantes a unos orificios de bala y pelo negro que un socio describe como no menos negro que su corazón, Saul Steinberg, había llegado a la conclusión de que en su presente estado de debilidad, la Productora Walt Disney estaba en una posición perfecta para una expropiación. Lo que había atraído a Steinberg fue el continuo declive del valor de las existencias de Disney. Ya en 1984, Disney cotizaba cada acción a 45 dólares, muy por debajo de los 84 dólares del año anterior. Steinberg quería adquirir el apurado estudio para vender sus fondos individuales -la filmoteca, el estudio Burbank, los parques de atracciones- por lo que creía que le daría el equivalente de 100 dólares por acción, un enorme beneficio de más de doble de su inversión."

Pero Steinberg fue únicamente el primero de los chacales atraído por el olor a carroña que despedía el declive de la compañía Disney: El desarrollo de la Disney llamó entonces la atención de la nueva generación de mediadores de Wall Street, inversores de una gran cantidad de compañías a quebrar cuyo valor aumentaría luego rápida y repentinamente. De la noche a la mañana, uno de estos mediadores, Ivan Boesky, entró en el juego. Su objetivo no era apoderarse del estudio, sino meramente la de guiar la anticipada escalada de valor de las existencias lo que naturalmente sería seguido de algunos repentinos y grandes beneficios de Steinberg, Roy E. Disney o suyos propios. Boesky se convirtió de esta forma en el cuarto mayor accionista del estudio de Walt Disney.

Al final, no hubo diferencia alguna en cual de los carroñeros tomara las riendas. El chacal victorioso fue Michael Eisner, responsable de distribuir tales "epopeyas" como el anti-nazi "En Busca del Arca Perdida", el favorable al mestizaje "Oficial y Caballero", y el descaradamente bolchevique "Rojos". Basados en estas financieramente exitosas películas, si bien artística y moralmente cuestionables, los directores del equipo Disney, se desmoralizaron tras pago de 325 millones de dólares a Saul Steinberg en concepto de intereses", y permitieron a Eisner convertirse en el gerente del estudio. Fiel a las formas, abrió las puertas de la Dysney a sus compañeros del Pueblo Elegido, como Jeffrey Katzenberg y Ricardo Frank, ambos ejecutivos de la Paramount, los cuales salvaron al estudio de la destrucción financiera por medio de despidos masivos y recortes drásticos del alto dintel de producción creado por Walt.

La Productora Disney de hecho creció económicamente, pero nunca se recuperó artísticamente. "No obstante, ocultos entre los sumisos se oían las disgustadas voces de muchos veteranos de la compañía. Los animadores fieles al viejo estilo, especialmente, estaban disgustados por la animación casi totalmente computerizada del estudio. Aunque el mismo Walt adoraba las innovaciones técnicas, el sentimiento entre muchos de los animadores veteranos era el de que el estudio había abandonado su herencia creativa, el arte de la creación a mano al servicio del argumento. Las nuevas películas, se quejaban, no parecían más que burdas copias de unos originales mucho mejores. Uno de los más antiguos animadores de la Disney afirmó que 'Querida, he encogido a los niños', más o menos con su argumento, no era en realidad más que una versión de "Alicia en el País de las Maravillas". Un veterano guionista sugirió que la caracterización de Roger Rabbit se parecía mucho al original Oswaldo de Walt.

Por supuesto, la razón real de la despersonalización y la calidad a la baja del producto rehecho de la Disney de hoy en día no reside en ninguna técnica de informática, sino en descarados hombres de negocios que ahora controlan el vasto imperio Disney y se enfrentan con algo que sus mentes no hubiesen sido ni de lejos capaces de concebir. Incluso el identificable Eisner se ha ido: "Cauto, quizás, de la promesa del Presidente Clinton de un impuesto más severo sobre las ganancias, cobró la mayoría de las existencias y se llevó a casa un cheque de 192 millones dólares."

"En una taberna de Burbank, el hijo de uno de los animadores del equipo original de Disney se sentaba en una esquina, bebiendo un whisky con soda. Las noticias de la distribución de las existencias de Eisner le hicieron reír entre dientes. Meneó su cabeza, bebió un trago, y se echó hacia atras. '¿Qué cree usted que hubiese pensado el viejo Walt sobre un judío que sacaba tanto dinero de su estudio?'"

Así acaba la última biografía del mayor animador del mundo. Su portada exhibe una fotografía de un perfil siniestro, obviamente perteneciente a Walt Disney. Pero la encorvada, ávida y ganchuda imagen no guarda semejanza con el creador ario de "Blanca Nieves" y "20000 leguas de viaje submarino". Más bien es la notoria silueta de aquella intrínsicamente endiablada eminencia que le persiguió toda su vida, incluso tras su muerte. Por identificar y despreciar aquel demonio, los antisemitas en general y los nacionalsocialistas en particular están condenados por los dueños de la opinión pública de Hollywood como "psicóticos", porque alguien que no aprecie cuan adorables son los judíos ha de ser insano. Sí es así, entonces estamos en la mejor compañía posible, con amigos como Walt Disney.

Referencias

  1. La empresa se fundó el 16 de octubre de 1923 como Disney Brothers Cartoon Studio. En 1929, cambió su nombre por el de Walt Disney Productions, Ltd. Desde 1986 se denomina oficialmente The Walt Disney Company
  2. Alessandro Barbera, en su libro Camerata Topolino: L' ideología di Walt Disney (Roma, Stampa Alternativa, 2001: ver reseña), afirma que Disney fue recibido por Mussolini en dos ocasiones, en 1932 y 1937. En esta página puede escucharse una entrevista radiofónica al autor en la cual expone estos datos. Pierre Assouline, en su biografía de Hergé (Assouline, Pierre: Hergé. Barcelona, Destino, 1997; p. 109), hace referencia a una sola ocasión, que habría tenido lugar en 1935. Parece ser que Mussolini era un gran admirador de Mickey Mouse, y que los cómics de este personaje, llamado en Italia "Topolino" recibieron un trato privilegiado por parte del régimen fascista
  3. Bank check signed by Walt Disney.
  4. Thomas, pp. 24-25

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