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Adolfo Tortolo
Sumario
Ministerio presbiterial
Tortolo recibió su formación sacerdotal en el Seminario Mayor San José de la ciudad de La Plata, donde tuvo como profesores a Enrique Rau, Ramón Elgart y Rafael Trotta.
Accedió al presbiterado en 1934. Durante los años siguientes trabajaría como párroco en las ciudades bonaerenses de Chacabuco, Junín y Mercedes.
Por esa época estuvo muy vinculado a la Acción Católica Argentina, organización de laicos formada para evangelizar a la cultura nacional.
Episcopado
Obispado de Catamarca
En 1956 fue nombrado Obispo de Ceciri e incardinado en la Arquidiócesis de Paraná para asistir en sus labores a Monseñor Zenobio Guilland, titular de aquella sede.
Sin embargo tras el fallecimiento de Monseñor Carlos Francisco Hanlon a fines de 1959 se propuso a Monseñor Tortolo como su remplazante. Así fue que, el 11 de febrero de 1960, el prelado asumió la dirección del Obispado de Catamarca.
De todos modos Monseñor Tortolo apenas permanecería dos años y medio en ese puesto, abandonando la provincia de Catamarca para retornar a la provincia de Entre Ríos y tomar el asiento dejado vacante por el fallecido Monseñor Guilland el 6 de septiembre de 1962.
Su corta estadía en el noroeste argentino no le permitió hacer grandes obras, pero si le alcanzó para ganarse el cariño y el respeto de la feligresía local.
Arzobispado de Paraná
A Monseñor Tortolo le tocó enfrentar dos grandes crisis mientras fue Arzobispo de Paraná: la religiosa y la política.
El Concilio Vaticano II produjo una revolución en la Iglesia Católica que llevó a abolir a la misa tridentina y a abrazar al ecumenismo. A causa de ello tanto laicos como clérigos se sintieron extraviados, no tardando en sucumbir ante la seducción del mundo materialista, relativista y hedonista.
Monseñor Tortolo estuvo presente en las sesiones del concilio, alineándose junto con el Coetus Internationalis Patrum que sería más tarde derrotado. De cualquier manera, pese a su preferencia por el tradicionalismo, terminaría por aceptar la renovación modernista, aunque procuraría mantener la ortodoxia de la fe.
Para ello Monseñor Tortolo tuvo que controlar el Seminario Metropolitano, el cual estaba en manos de sacerdotes de inclinaciones progresistas. Para reemplazarlos armó un equipo que incluía a presbíteros como Silvestre Cecilio Paúl, José María Mestres, Luis Melchiori, Juan Alberto Puiggari, Hernán Quijano Guesalaga, Emilio Senger, Alfredo Sáenz y Alberto Ignacio Ezcurra. A esos docentes se le sumaron más tarde otros como Carlos Miguel Buela, Georges Grasset y Alberto García Vieyra, junto a numerosos laicos que obraron en calidad de conferencistas invitados -en ese grupo se incluye a Luis Alberto Barnada, Alberto Caturelli, Alberto De Nápoli, Carlos Alberto Sacheri, Rosa Andrilli, Alberto Fariña Videla, Jorge Rodríguez Zía y Carlos Uzin Saslavsky. De las aulas de esa casa de formación sacerdotal saldría también la revista Mikael, la cual adquirió fama internacional por el alto valor de los artículos que publicaba.
Como resultado de ese cuidadoso trabajo educativo en la archidiócesis se formaron como sacerdotes varios varones católicos como Reynaldo Anzulovich, Carlos Biestro, Jorge Benson, Luis González Guerrico, Juan Pablo Esquivel, Álvaro Ezcurra Uriburu, Silvio Fariña, José Hayes, Luis Moisés Jardín, Marcelo Lattanzio, Antonio Mathet, Gerardo Montenegro, José María Pincemin, Julio Puga, Luis María Tomatis y Benito Vernaz entre otros (aunque también hubo algunos seminaristas que, de uno u otro modo, terminarían avergonzando a la Iglesia Católica una vez vestido los hábitos sacerdotales).
En 1970 los miembros de la Conferencia Episcopal Argentina eligieron a Monseñor Tortolo para que fuese su presidente. En aquellos años el país, víctima del enfrentamiento internacional entre comunistas y capitalistas, se vio convulsionado por el estallido de la guerra civil. Frente a ello el prelado se acercó a las Fuerzas Armadas para darles su apoyo mientras desarrollaban su cruzada en contra de la subversión. A su vez trató de establecer el diálogo de mediación con políticos, sindicalistas y empresarios para lograr la concordia ciudadana y la paz social.
La situación caótica en la que estaba sumergido el país lo forzó ante la presidente María Estela Martínez de Perón a actuar como interlecutor de los grupos conspiradores que la derrocaron.
Vicariato Castrense
Monseñor Tortolo fue designado Vicario Castrense el 7 de julio de 1975, sustituyendo al Cardenal Antonio Caggiano. Su vínculo con Jorge Rafael Videla sería muy estrecho, dado que lo conocía al militar desde la época en la que los dos vivían en la ciudad de Mercedes.
Una de las primeras cosas que hizo el prelado al asumir su nueva función fue visitar la provincia de Tucumán con el propósito de bendecir las armas de los soldados que llevaban a cabo el Operativo Independencia. También se ocupó de dar apoyo espiritual y consuelo a las familias que habían perdido a sus miembros defendiendo a la patria, y visitó a las prisiones para intentar salvar las almas de los terroristas detenidos.
Fue asistido en sus funciones por otros sacerdotes patriotas como Victorio Bonamín y Emilio Grasselli.
Últimos años
Una enfermedad neurodegenerativa afectó a Monseñor Tortolo a partir de 1981, lo que lo obligó a renunciar al Vicariato Castrense y a dejar el Arzobispado de Paraná a manos de Monseñor Estanislao Karlic, un prelado de orientación progresista que no tardó en cancelar Mikael y reformar al Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo para erradicar la ortodoxia de sus aulas.
Monseñor Tórtolo falleció en la gracia de Dios el primer día de abril de 1986.