Alberto Ignacio Ezcurra

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Padre Alberto Ignacio Ezcurra

Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu (30 de julio de 1937, Buenos Aires, Argentina - 26 de mayo de 1993, San Rafael, Argentina) fue un sacerdote católico argentino. Entre 1957 y 1963 se desempeñó como líder del Movimiento Nacionalista Tacuara, llegando a convertirse en una importante figura política en su país. Tanto en su etapa como laico como en su etapa como sacerdote, Ezcurra aspiró al ideal de ser un caballero cristiano.

Biografía

Familia

Alberto Ezcurra Uriburu era hijo de Alberto Ezcurra Medrano, un intelectual católico e historiador revisionista que participó de la fundación del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Por su genealogía paterna estaba emparentado a Encarnación Ezcurra -esposa del caudillo Juan Manuel de Rosas-, mientras que gracias a sus ancestros maternos era familiar de José Félix Uriburu.

Primer ingreso al seminario

Educado en el Colegio Champagnat, desde joven cultivó la austeridad, la humildad y la inteligencia. Poseía una sólida y bastísima formación cultural, supervisada por su padre. Su cuarto, en la casa paterna, parecía la habitación de un asceta: su única ornamentación era un crucifijo que colgaba sobre la cabecera de la cama.

En marzo de 1955 ingresó al Noviciado de la Compañía de Jesús en la ciudad de Córdoba. Luego de dos años allí, sin embargo, fue apartado del seminario, bajo el argumento de que su vocación sacerdotal no era compatible con el carisma jesuita.

Líder de Tacuara

Ezcurra regresó a Buenos Aires y realizó el servicio militar obligatorio. Luego se integró en la vida civil como un trabajador más en un taller donde pintaba vehículos. Retomó también el contacto con sus amigos, los cuales, al igual que él, habían militado en la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios. De ese modo se reincorporó a la agrupación a la cual había pertenecido en su adolescencia, pero asumiendo esta vez una posición de liderazgo.

En una reunión con sus camaradas en el bar porteño La Perla surgió la idea de formar el Grupo Tacuara de la Juventud Nacionalista, una suerte de usina de pensamiento del patriotismo juvenil. En esa reunión, además de Ezcurra, estuvieron presentes Joe Baxter, Horacio Bonfanti, Oscar Denovi, Luis Demharter, Jorge Rhode, Raúl Villarrubias y Eduardo Rosa. La edad de todos ellos oscilaba entre los 21 y los 24 años.

Demharter fue designado como el líder del grupo, sin embargo al poco tiempo renunció y esa responsabilidad recayó sobre Ezcurra. Con el correr de los meses siguientes la UNES fue colocándose en segundo plano ante los tacuaras, los cuales terminarían estructurando oficialmente al Movimiento Nacionalista Tacuara en 1958. El sacerdote Julio Meinvielle pasó a desempeñarse como inspirador ideológico del grupo.

Ezcurra veía a su organización como formadora de soldados políticos. En lo personal era un joven carismático, con una oratoria de sabia elocuencia, claridad de estilo, precisión de lenguaje y conocimiento de situaciones y personas. Poseía firmes convicciones y era capaz de contagiar perspectivas y encender voluntades. Admirado y cuestionado, ejercía la parresía y mantenía siempre un pensamiento autónomo. Para él la verdad no era sólo un acto de caridad, sino un deber de justicia. Sus modelos de militantes nacionalistas eran José Antonio Primo de Rivera y Corneliu Codreanu.

Su ideario político podía definirse como de un catolicismo militante pero no conservador, a diferencia de la mayoría de los nacionalistas de la época. Por su propia boca, en un reportaje, Ezcurra definía sus ideas y las de Tacuara de la siguiente manera: "Nuestro movimiento, que procura instaurar un nuevo orden, es cristiano en cuanto afirma la primacía de los valores espirituales y permanentes en el hombre y en la sociedad; nacionalista, en cuanto sostiene a la Nación como unidad social suprema, y socialista por su concepción económico-social, anticapitalista, revolucionaria y comunitaria". Seguidamente, Ezcurra se pronunció a favor de la reforma agraria y, ante la pregunta del periodista de qué libro de Vladimir Lenin, Karl Marx o Fidel Castro había tomado el concepto, el jefe de Tacuara lo sorprendió contestando que lo había extraído del ideario joseantoniano que lo inspiraba.

Tacuara ganó mucha visibilidad cuando se instaló el debate sobre si debía permitirse o no la creación de universidades confesionales en el país. Ezcurra se manifestó a favor de la iniciativa que ponía fin al laicismo en la educación superior, por lo que durante varios meses los tacuaristas protagonizaron enfrentamientos violentos en las calles porteñas.

El clima político de la Argentina de la época -dominado por la lucha entre los peronistas proscritos y los antiperonistas en el poder- permitió el crecimiento de Tacuara. Muchos de los jóvenes que ingresaban provenían de familias peronistas, lo que contrastaba con la guardia vieja del movimiento, más vinculada por herencia al nacionalismo católico. Ezcurra entendió que había que ampliar la base ideológica del movimiento para retener a los nuevos militantes, motivo por el cual se alejó de la ortodoxia nacionalcatólica de Meinvielle para adoptar las posiciones del nacionalismo filoperonista de Jacques Marie de Mahieu. La obra El Estado Comunitario pasó así a convertirse un libro de cabecera para el joven líder nacionalista y una fuente de doctrina para los militantes tacuaristas. Ezcurra afirmó en una entrevista publicada en una revista parroquial: "los que creen que la propiedad privada, las formas burguesas, el capitalismo y la cultura occidental fueron establecidos por Jesucristo casi con carácter sacramental caen en el mismo error de quienes dogmatizan la democracia. Una empresa donde todos fueron obreros, o todos empresarios, sería una ruina. Pero no creo que tal locura entre en la cabeza de nadie. La empresa de propiedad comunitaria (llámese a la comunidad sindicato, cooperativa, etc) es una empresa jerárquica y armónicamente organizada, donde son distintas las obligaciones, el mando, las responsabilidades, el trabajo y la retribución. Lo que se busca con ella no es una nivelación absurda, sino suprimir una excesiva desigualdad, igualmente absurda".

Hacia 1962 un sector del peronismo le ofreció a Ezcurra integrar a Tacuara al Movimiento Nacional Justicialista, tentando al joven líder con la posibilidad de convertirse en conductor de la Juventud Peronista, pero ello finalmente no ocurrió.

Pese a sus esfuerzos por disciplinar a los tacuaristas y mantenerlos a todos bajo el mismo ideario, Ezcurra no pudo evitar que grupos de militantes disidentes se alejaran de su liderazgo y crearan sus propias organizaciones: la Guardia Restauradora Nacionalista ultracatólica, el Movimiento Nueva Argentina ultraperonista y el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara ultrasocialista.

Segundo ingreso al seminario

Aunque Tacuara logró crear una red de contactos nacionales e internacionales que le permitía posicionarse como un movimiento con un importante volumen político en la Argentina, Ezcurra optó por dejar de desoír el llamado de su vocación sacerdotal. Por ese motivo a fines de 1963 renunció a su posición como líder del Movimiento Nacionalista Tacuara, cediendo su mando a Guillermo Malm Green y a Juan Mario Collins.

Por su tradicionalismo, naturalmente, el catolicismo modernista y progresista predicado por el Concilio Vaticano II le desagradaba profundamente. A raíz de ello decidió formarse como sacerdote en un espacio dominado por conservadores: terminó así en la provincia de Tucumán, donde asistió por un año al seminario local. Sin embargo en 1965, por intermediación de Roque Puyelli, ingresó al seminario de la capital de Entre Ríos. Allí estuvo los siguientes dos años. Como su desempeño era sobresaliente, recibió una beca para continuar sus estudios en el Colegio Pío Latino Americano y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

En esos años en Europa mantuvo contacto con militantes nacionalistas de diversos países, pero sin intención de retornar a la lucha política.

Sacerdocio

A comienzos de 1971 fue ordenado diácono por Monseñor Joseph Buchkremer en la ciudad alemana de Obermaubach (durante su estadía en Europa, Ezcurra había trabado amistad con seminaristas y sacerdotes alemanes). Tras obtener sus diplomas, regresó a su patria y el 8 de diciembre de aquel 1971 recibió las sagradas órdenes presbiteriales de parte de Monseñor Alfredo Tortolo en la entrerriana ciudad de Paraná. El nuevo sacerdote quedó incardinado en la Arquidiócesis de Paraná, pasando a responsabilizarse junto a Alfredo Sáenz de la formación de los futuros sacerdotes del Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo. A su vez Ezcurra asumió la responsabilidad de editar la revista Mikael, en la cual colaboró fundamentalmente en la publicación de reseñas de libros con la idea de crear una lista de lectura que le sirviera a los jóvenes para enriquecer su espíritu e inteligencia (entre los autores que reseñó figuraban Julio Irazusta, Enrique Díaz Araujo, Salvador Borrego, Mircea Eliade y hasta Julius Evola entre otros).

De su desempeño como presbítero dice Antonio Caponnetto:

"El Padre Ezcurra reunía como sacerdote los principios de la identidad, la espiritualidad y la formación permanente que han de tener los sacerdotes católicos. Nunca disimuló su identidad sacerdotal, ni en las formas ni en el fondo. Gustaba ir "de uniforme" -como llamaba a la sotana-. No tenía horarios de atención religiosa: sus jornadas eran enteras de Cristo, y lo hacía todo en nombre del Señor. Nunca desdibujó tampoco su personal espiritualidad, ni la redujo, como tantos, a una reglamentación casuística o a un emocionalismo fácil. Se hizo misionero para llevar la Fe a los corazones más desheredados de esta Argentina doliente. Y apologista para enfrentar la maldición de las sectas y las mentiras masónicas. Y orador entusiasta, para aplacar con las voces exactas los ruidos fariseos, y celebrar con la palabra justa las glorias de la Cristiandad. Cuando el Padre Alberto misionaba elegía los parajes más desatendidos e inhóspitos, allí donde los criollos habían sido abandonados a su suerte por la perversidad del sistema dominante. Y volvía de la misión, rico en experiencias apostólicas y en decires campestres que solía aplicar en sus clases y cursos. Su gloria -gustaba repetirlo- no era tanto haber estudiado en Europa cuanto haberse desempeñado como cura rural.
Este don de congeniar con los más sencillos -de hablarles claro y sacarlos del error, de entusiasmarlos en la recuperación de los valores superiores- le venía desde sus años de fogueada juventud. Una de esas cientos de anécdotas a las que antes aludíamos, y que están ligadas íntimamente a su memoria, nos lo recuerda discutiendo en plena calle con un empecinado marxista. Ante la ausencia de argumentos -pues le habían sido prolijamente refutados- el contrincante no encuentra otra fórmula de ataque que el cansado latiguillo del elitismo y del señoritismo burgués. Pero entonces sucedió lo imprevisto: desde un camión de recolección de residuos no de los sofisticados de ahora sino de los ennegrecidos de antaño- un morocho fierazo reconoció a Alberto Ezcurra. Lo llamó por su nombre y por su jerarquía en la militancia nacionalista, clavó el brazo en lo alto y vivió estentóreamente a la patria. La discusión acabó exitosamente por razones de fuerza mayor..."

En 1982, cuando estalló la Guerra del Atlántico Sur entre la Argentina y el Reino Unido, el sacerdote viajó a la Patagonia acompañando a un contingente militar entrerriano que había sido movilizado. Se ofreció como voluntario para viajar a las islas y dar asistencia espiritual a los soldados y oficiales, pero, estando ya el cupo de religiosos completos, finalmente no lo hizo. Retornó entonces a Paraná y en la Iglesia de San Miguel pronunció una serie de sermones patrióticos exhortando a la unidad nacional. Luego de la derrota de su país en la guerra, el sacerdote predicó contra la desmalvinización.

En 1983 el mando en la Arquidiócesis de Paraná pasó del conservador Adolfo Tortolo al moderado Estanislao Karlic, por lo que la obra de Ezcurra comenzó a ser desarticulada. Para mediados de 1985 la tensión entre los viejos sacerdotes y el nuevo Arzobispo era enorme, razón por la cual éstos acordaron su salida hacia otra diócesis donde fuesen más apreciados. Así, a fines de 1985, Ezcurra se instaló en la ciudad mendocina de San Rafael, siendo acogido por el Instituto del Verbo Encarnado, una congregación creada por el sacerdote Carlos Buela.

En su nuevo destino el presbítero ayudó a organizar al seminario local e imprimirle su sello de ortodoxia. Continuó en los años siguientes ligado a movimientos nacionalistas y católicos, dándoles guía espiritual.

Cuando los restos mortales de Juan Manuel de Rosas fueron finalmente repatriados a la Argentina desde Inglaterra en septiembre de 1989, el Padre Ezcurra fue invitado a pronunciar el responso fúnebre.

El sacerdote fallecería en 1993, un 26 de mayo, Día de San Felipe Neri, como víctima de un avanzado cáncer.

Como Ezcurra era mejor orador que escritor, son pocos los textos que produjo. Algunos de ellos fueron publicados de manera póstuma por sus discípulos y admiradores.

Textos de Ezcurra

Cristianismo y Orden Burgués

"Todo un mundo antiguo, que es precisamente el de la civilización burguesa esta a punto de hundirse. Hablando de este mundo empleamos con plena razón la expresión agonía. Pero la agonía a la que estamos asistiendo es la agonía de una civilización determinada y la agonía de lo que en la iglesia es solidario con esa civilización. Es ese cristianismo burgués, superado ya en nuestros días y cuya vetustez sienten los cristianos" (J. Danielou S.J.)

Ante la crisis y agonía de las decadentes estructuras del liberalismo burgués, se abre para el mundo, agitado en el caos el camino de la Revolución inevitable que, al romper con las viejas estructuras, instaura un nuevo orden, una nueva civilización, de indudable sentido comunitario.

Ante esta Revolución inevitable cual puede ser la postura de los católicos?

Aferrarnos a formas superadas, condicionando la defensa de la Verdad permanente a la subsistencia de dichas formas decadentes, o procurar darle a la Revolución nuestro signo de Verdad, frente al marxismo que se empeña en darle el suyo?

La respuesta parece obvia. No lo es sin embargo para muchos católicos, a quienes toda transformación revolucionaria de las formas a las que están acostumbrados, les parece un signo satánico, en el cual creen escuchar las primeras pisadas del Anticristo.

La Iglesia, Sociedad Divina, tiene valores y verdades permanentes que defender, los cuales no son susceptibles de envejecimiento, cambio ni reforma o adaptación alguna, al contrario, conservan el primitivo valor revolucionario que tenían al salir de los labios del Maestro de Nazareth. La Iglesia, sociedad humana, tiene formas que varían y se adecuan a la necesidad de los tiempos, y vive en una sociedad cuyos esquemas políticos, sociales, culturales y económicos varían, a veces con ritmo vertiginoso.

El error consiste en dar a estas formas accidentales, para defenderlas o condenarlas, un valor dogmático y unir a su suerte la de las verdades divinas que forman el patrimonio permanente de la Iglesia. Algunos dan este valor dogmático a formas políticas, otros a corrientes culturales, a estructuras sociales o económicas. Este es el error de los jóvenes de "CRUZADA", para quienes la propiedad privada, las formas burguesas, el capitalismo y la "cultura occidental" fueron establecidos por Jesucristo casi con carácter sacramental, sin advertir que caen ( en otro campo) en el mismo error de quienes dogmatizan la democracia , por ejemplo, a quienes tanto ellos como nosotros combatimos.

En uno de los últimos números de esa publicación, el castizo Rodrigo de Nájera se nos descuelga con la tremenda afirmación de que los católicos que defienden la propiedad societaria de los medios de producción se colocan "en una línea paralela al marxismo", al aceptar uno de los "lemas fundamentales de la revolución anticristiana", para concluir fulminando una excomunión, basada en dos citas de León XIII, ninguna de las cuales contiene una condenación formal.

Afirma León XIII, que a los miembros de la sociedad, como los del cuerpo humano "hacerlos todos iguales es imposible; seguiríase de ahí la ruina de la sociedad". De acuerdo. Una empresa donde todos fueran obreros, o todos empresarios sería una ruina. Pero no creo que tal locura entre en la cabeza de nadie. La empresa de propiedad comunitaria (llámese a la comunidad sindicato, cooperativa, etc.) es una empresa jerárquica y armonicamente organizada, donde son distintas las obligaciones , el mando, las responsabilidades, el trabajo y la retribución. Lo que se busca con ella no es una "nivelación" absurda, sino suprimir una excesiva desigualdad, igualmente absurda.

Se busca el acceso de todos al derecho de propiedad, que Rodrigo de Nájera dice defender, lo cual, aparte de justicia es un incentivo para la producción. Se busca eliminar al parásito, que, sin producir, se enriquece sobre la miseria, o simplemente sobre el trabajo de los demás al que en la sociedad capitalista se llama patronal, o Sociedad Anónima y en el marxismo se llama Estado. No va hacia la supresión de las jerarquías, sino a que estas no estén regidas por lo económico.

En cuanto a lo que "es conforme a la ordenación de Dios que haya príncipes y vasallos, patronos y proletarios, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos", si aceptamos que mas que la exposición de un estado de cosas es un ordenamiento intocable, entonces la actual desaparición de la división " nobles y plebeyos", es parte de la "Revolución Anticristiana"?. La educación, que tiende a "nivelar" sabios e ignorantes debe ser condenada?

Las respuestas son lógicas.

Pero hay más. "La excomunión que Rodrigo de Najera vierte sobre los defensores de la propiedad comunitaria, alcanza nada menos que a los mismísimos apóstoles, quienes tenían todas las cosas en común; y vendían las posesiones y los bienes, y lo repartían entre todos, según que cada cual tenía necesidad" (Hechos II-43) y no solo esto, sino que influidos por las perversas doctrinas de Marx, llegaron a negar el sacrosanto derecho de propiedad , ya que "ninguno decía ser propia suya cosa alguna de las que poseía, sino que para ellos todo era común"(Hechos IV-32), ejemplo que fue seguido por las órdenes religiosas y por los bolcheviques de la Compañía de Jesús, que formaron el estado socialista de la Misión Guaraní.

Aterrado por hechos tan tremendos, me despido hasta la próxima, porque sobre esto hay rollo para rato.

(Publicado en "Signo", año 1, (2da. época), Numero 4, julio 1960, publicación mensual del Centro J. A. C. 40 (San Agustín) Registro Nac. De la Prop. Intelectual 648.689) Director: Carlos Alberto Falchi.)

La repatriación de los restos de Rosas

Ezcurra fue el responsable de rezar un Responso fenomenal en la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas que aquí se reproduce en su totalidad:

"En nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo... Señor te damos gracias porque Juan Manuel ha vuelto a su Patria.

Te damos gracias porque ha vuelto por la puerta grande con el reconocimiento y con el honor que San Martín le deseara...

Te damos gracias porque ha encontrado un lugar en el corazón de su Pueblo...

Te damos gracias porque al sepultarlo, sepultamos más de cien años de leyenda negra, de oscuridad, de historia escrita con inexactitudes a designio... Te damos gracias en nombre de todo este Pueblo en fiesta...Y te pedimos Señor... Te pedimos que no olvidemos nunca las cosas grandes de nuestro pasado porque una Nación solo puede construir su futuro si como un árbol tiene hundidas profundamente las raíces en la Verdad de su pasado.

Te pedimos Señor que el ejemplo de Juan Manuel sea la inspiración de nuestra juventud. Que miren no a los ídolos de la farándula o de las series extranjeras sino al ejemplo de los santos y al de los héroes y encuentre en Juan Manuel el arquetipo del Gaucho y del Patriota... Que Juan Manuel con su austeridad y con su honradez, con su patriotismo y con su firmeza sea el ejemplo para nuestros hombres de gobierno.

Te pedimos Señor por la Unidad de todos los argentinos. Por una unidad que no sea construida sobre pactos que no se cumplen, sobre dobles discursos, sobre palabras falsas ni un sentimentalismo que no dura sino en la verdad de una empresa grande, de una empresa nacional del Bien Común de la Patria puesto por encima de los intereses particulares, por encima de los intereses de sector, de clase o de partido.

Te pedimos nos des la gracia de construir la Argentina mirando hacia las profundas raíces, hacia los valores espirituales, culturales y tradicionales de nuestra Patria. No hacia lo que nos viene importado desde afuera, hacia las ideologías, hacia los imperios que Juan Manuel enfrentó sin ceder ante ellos ni un 'tranco de pollo'.

Te rogamos Señor por los que han hecho esta Patria, regando y santificando su suelo con el sudor en el trabajo, con la sangre en las batallas. Te rogamos por el alma de todos los muertos por la Patria. En la Independencia, en las guerras de la Soberanía, en la Vuelta de Obligado. Por aquellos que no descansan sino esperan en la turba de las Malvinas y en las aguas heladas de los mares del sur. Te rogamos Señor que le des a Don Juan Manuel de Rosas el descanso eterno y que a nosotros nos niegues el descanso, nos niegues la tranquilidad, la comodidad y la paz hasta que con los escombros de esta Patria en ruinas sepamos edificar la Argentina Grande que Juan Manuel amó, en la cual soñó y por la cual entregó su vida.

Padre nuestro, que estás en los cielos. Santificado sea el tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación. Más líbranos del mal. Amén.

Dale Señor el descanso eterno y brille para su alma la luz que no tiene fin.

Que el alma de Don Juan Manuel de Rosas y las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios, descansen en paz y que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre todos los aquí presentes y sobre todo el Pueblo de nuestra Patria".

Poema del padre Ezcurra

Todo está bien, me he puesto la sotana.

El rosario se anuda entre mis dedos

Y el viático me alcanza para el viaje.

La clase ya fue dada, quedan libros

Entre estampas, recuerdos y cigarros.


Todo está bien, incluso esta madera

Que bordea mi cuerpo y lo amortaja.

Los rezos que sin llanto me despiden.

Hago memoria: hay pan y un misal viejo.

Dejé lista la misa de mañana,

Una vez más diré que yo no escribo.

La homilía y la arenga se improvisan

Como el Ave María y el Magnificat.


Todo está bien, llegaron camaradas.

Conservan la bandera o el saludo,

esa costumbre de tomar cerveza,

discutir en voz alta, acalorarse,

caminar marcialmente aunque los años

crujan como un navío a la intemperie.


Aquí en San Rafael el sol flamea

-parece un estandarte al mediodía-

la Ascensión del Señor tuvo su fiesta,

Pentecostés me espera, ya en la Casa.


Todo está bien, amigos, la liturgia,

La unción de los enfermos, el recaudo

De colocar a modo de epitafio

La consigna de Job, marechaliana.


Amé la tierra en su raíz antigua.

Serví a los pobres cuando no era moda.

Canté Caudillos en la eneida patria.

No me perdonan el responso a Rosas.


Todo está bien. Sirvieron el pescado

Picante con el vino en damajuanas,

Ayer de Paraná o de Buenos Aires

Dos vocaciones nuevas me llamaron.


Todo está bien. Ya vienen, ya me cargan

(no parezco pesado esta mañana)

el cementerio tiene vista al cielo.

He dejado un licor para la vuelta.

Textos sobre Ezcurra

Sacerdote de Cristo

(por el Padre Álvaro Ezcurra)

En la noche del 26 de mayo de 1993 falleció en San Rafael el Padre Alberto Ignacio Ezcurra. Su vida se apagó con la naturalidad con que se apagan las estrellas al despuntar el alba, con la suavidad con que se desprenden las hojas de un árbol acariciado por una brisa otoñal. Una muerte tranquila, serena, sin estertores. Coronamiento de una vida consagrada a Cristo con singular ardor. Broche de oro puesto a una existencia terrenal quemada en puro fuego de amor a Dios, al prójimo y a la Patria.

Durante su juventud militó en la política, entendida ésta como el conjunto de las actividades orientadas a la consecución del bien común, sin perder jamás de vista que todas esas actividades tienen un fin último sobrenatural que es alcanzar la bienaventuranza eterna. Tenía pues, una concepción católica de la política, aquella que mira a la instauración de todas las cosas en Cristo. Pero en su militancia descubrió la miseria de la clase dirigente, el fariseísmo hipócrita de tantos que decían estar al servicio del pueblo, cuando en realidad, a costa del pueblo, se servían a sí mismos en la búsqueda del vedetismo, del poder por el poder, del enriquecimiento ilícito. La política suele ser muy sucia, y él sintió asco. Su alma grande se asfixiaba en medio del estercolero y descubrió que no era ése su camino, porque entre tanta inmundicia se le hacía inútilmente cuesta arriba aportar lo suyo en bien de la comunidad. Fue entonces que Dios le inspiró el siguiente pensamiento: "No puedo cambiar las estructuras injustas de la Patria, pero puedo, sí, transformar mi corazón entregándoselo a Cristo enteramente, y de ese modo prestar el mejor servicio posible". Así nació su vocación sacerdotal. Ingresó al Seminario de Paraná, donde estudió Filosofía, y luego fue profesor, prefecto y vicerrector. Allí estuvo varios años como un recio árbol espiritual plantado a orillas del río de la gracia, hundiendo muy profundas raíces en la fe, sentando cátedra con el testimonio de ejemplar vida sacerdotal y rindiendo abundantes frutos... ¡Cuántos sacerdotes, seminaristas y laicos lo llamaron y seguirán llamando siempre PADRE, no por mera formalidad o título que se acostumbra dar al sacerdote, sino por una convicción profunda nacida del verdadero amor filial!

El Padre Alberto alternaba sus actividades seminarísticas con la predicación de triduos, novenas, misiones populares y ejercicios espirituales; dictando conferencias y empleando su poco común talento oratorio, con el cual iluminaba la inteligencia y enardecía el corazón de sus oyentes.

Por esas cosas de Dios, un día se trasladó del Paraná a los Andes y se afincó en San Rafael, donde fue partícipe de la fundación del Seminario Diocesano, que presidió como rector durante varios años, donde continuó su tarea de formador, llevándola a cabo con espontánea humildad, inocultable maestría y pasión. Hasta que un día la Providencia quiso acrisolarlo con una enfermedad incurable, que él sobrellevó durante más de dos años con admirable fortaleza, sin hacerse la víctima, trabajando, en la medida de sus fuerzas hasta el final. Cierta vez dijo que no le pedía a Dios la curación, sino que cumpliera su voluntad. La voluntad de Dios dispuso que partiera de este mundo. Y el Padre Alberto, confesado, comulgado y ungido con el óleo de los enfermos se aprestó a partir con una aceptación. Es por eso que murió, pero Vive. Y un dejo de sana envidia quede al contemplar la ejemplaridad de su muerte: ¡Ojalá tengamos toda gracia semejante!

Los que quedamos, recogemos su antorcha, redoblamos el paso en pos de la meta, y retemplando el espíritu con su testimonio decimos:

PADRE ALBERTO IGNACIO EZCURRA, ¡PRESENTE!

Bibliografía

  • Tú reinarás: espiritualidad del laico. San Rafael: Kyrios, 1994.
  • Sermones patrióticos. Buenos Aires: Cruz y Fierro, 1995.
  • Moral cristiana y guerra antisubversiva: enseñanzas de un capellán castrense. Buenos Aires: Santiago Apóstol, 2007.

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Enlaces externos

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