Julio Irazusta

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
Julio Alberto Gustavo Irazusta Fudickar (23 de julio de 1899, Gualeguaychú, Argentina - 5 de mayo de 1982, Gualeguaychú, Argentina) fue un historiador revisionista, teórico de la política y crítico literario argentino. Es considerado uno de los intelectuales nacionalistas del siglo XX más destacados de su país.

Entre los autores a los que influyó significativamente se encuentran Armando Raúl Bazán, Jorge C. Bohdziewicz, Carlos María Dardan, Enrique Díaz Araujo, Octavio Sequeiros, Enrique Zuleta Álvarez y Mario Guillermo Saraví.

Biografía

Juventud

Julio Irazusta era hijo de Cándido Eulogio Irazusta, un periodista y político entrerriano que era simpatizante de la Unión Cívica Radical. Uno de sus hermanos fue el publicista Rodolfo Irazusta, a quien fielmente acompañó en el desarrollo de todos sus proyectos políticos.

Su familia era propietaria de grandes extensiones territoriales dedicadas a la producción agropecuaria, lo que le permitió mantener una generosa fuente de ingresos durante la mayor parte de su vida.

Al entrar en su adolescencia dejó el hogar paterno para migrar a la capital nacional y estudiar primero en el Colegio San José, luego en el Colegio Nacional de La Plata y finalmente en el Colegio Nacional Bartolomé Mitre. Sin embargo en esa época la figura que más influyó en la formación de su pensamiento fue la de Luis Doello Jurado, un intelectual entrerriano que era amigo de su padre.

En 1918 ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires para formarse como abogado. Empero sólo las clases de Carlos Ibarguren le despertaron algo de interés. A raíz de ello se anotó más tarde en la Facultad de Filosofía y Letras, donde conoció al historiador Ernesto Quesada y siguió con entusiasmo los cursos de los filósofos Coroliano Alberini y Alejandro Korn. Junto con Mario Jurado creó la Revista Nacional, la cual tuvo una vida efímera pero que le sirvió como experiencia para convertirse en colaborador de Nosotros y luego de El Hogar, dos importantes publicaciones de la época.

Entre 1923 y 1927 optó por recorrer Europa, pasando largas temporadas en España, Francia, Italia y, sobre todo, en Inglaterra, donde asistió a la Universidad de Oxford y consiguió publicar un artículo sobre la cultura argentina en la revista fabianista New Statesman. Durante su estadía en el Viejo Continente conoció personalmente a George Santayana y descubrió el pensamiento de Charles Maurras y Benedetto Croce. El clima político y social que se vivía en ese periodo lo reorientó en sus ambiciones intelectuales, pues terminó por abandonar su obsesión por la literatura y comenzó a prestarle mayor atención a los acontecimientos del presente.

Redactor de La Nueva República

Al regresar a la Argentina, Irazusta se sumó a la empresa de su hermano Rodolfo Irazusta de crear un periódico similar a L'Action Française para que funcionase como órgano de prensa del nacionalismo argentino. Fue así como los entrerrianos se asociaron a Ernesto Palacio, Juan Carulla, Alfonso de Laferrère y Carmelo Pellegrini para diagramar y lanzar La Nueva República, cuyo primer número vio la luz el 1 de diciembre de 1927 (aunque sin las contribuciones de Pellgrini y de Laferrère, quienes habían decidido no acompañar el proyecto por cuestiones ideológicas).

En LNR el joven intelectual publicó numerosas reseñas y críticas de libros, pero también compartió sus primeros ensayos sobre política. Allí, apoyándose en la tradición creada por Polibio sobre el sistema mixto de gobierno, dejó asentada su oposición al democratismo totalitario y revolucionario que carcomía la organización tradicional de la república.

En las páginas de esa publicación mantuvo también una polémica contra Manuel Gálvez en relación a la figura de Hipólito Yrigoyen: mientras que para el consagrado escritor el presidente era un hombre notable que había salvado a la Argentina de adoptar gratuitamente conflictos externos al mantener la neutralidad durante la Primera Guerra Mundial, que había protegido a la institución familiar al oponerse férreamente al divorcio, y que, gracias a su política de seducción a los sectores obreros, había evitado que el país cayera en manos de comunistas, para Irazusta, por el contrario, Yrigoyen no era más que un demagogo que creaba y agrandaba los problemas para luego ofrecer las soluciones y conseguir la alabanza a causa de ello.

En 1929 el periódico LNR fue clausurado por órdenes del gobierno. La mayoría de los miembros del equipo de redacción se unieron a Daniel Videla Dorna y Roberto de Laferrère en la creación de la Liga Republicana, una organización que buscó enfrentar a Yrigoyen en diversos frentes. Irazusta se integró a las huestes de LR, pero su participación allí fue intrascendente: de hecho cuando se produjo la Revolución de 1930 -en la cual los liguistas habían tenido un papel importantísimo- el intelectual se encontraba visitando Europa.

Al ser relanzada LNR, retomó el análisis político. El crecimiento de la nefasta influencia de los sectores liberales que apoyaban al presidente José Félix Uriburu fue inclinando a Irazusta hacia la oposición. A causa de ello participó de la creación de Acción Republicana, un colectivo político encabezado por Leopoldo Lugones que se ocupó de criticar al gobierno por su falta de coraje para avanzar con la reformas necesarias que salvarían a la Argentina de la decadencia.

Promoción del revisionismo histórico

Sepultada la Revolución de 1930 y desaparecida LNR, Irazusta se concentró en explorar el pasado argentino, al mismo tiempo en que continuaba desarrollando la crítica literaria de vuelta en las páginas de la revista El Hogar, y ahora también en la revista católica Criterio y en la revista liberal Sur; en los diarios La Nación de Buenos Aires y La Capital de Rosario escribió numerosos artículos en los que manifestó su conservadurismo social y cultural, su republicanismo político y su nacionalismo económico. Asimismo fue colaborador de la efímera Gaceta de Buenos Aires, publicación dirigida por Pedro Juan Vignale.

La lectura minuciosa de la obra de Adolfo Saldías le causó un fuerte impacto y lo estimuló a desafiar a la historia oficial que circulaba en su país.

En 1933 la Argentina y el Reino Unido firmaron un tratado comercial que era totalmente desfavorable para el país sudamericano, sacrificando así la posibilidad de su desarrollo económico en beneficio de la prosperidad británica y del enriquecimiento de un pequeño grupo de empresarios argentinos. La situación indignó a los hermanos Irazusta, quienes la denunciaron a través del libro La Argentina y el imperialismo británico.

La obra consta de tres partes: la dos primeras -escritas por Julio- en la que realiza un detallado análisis sobre el contubernio de los gobernantes argentinos con los gobernantes británicos de la época, y la última -escrita por Rodolfo- en la que despliega un recuento histórico sobre el desprecio que la oligarquía nacional manifestó en contra de su propio país.

El texto, tan esclarecedor acerca de la materia que aborda, fue ampliamente leído en la Argentina, popularizando con ello la revisión de la historia nacional y fomentando el antiimperialismo. Varias familias denunciadas por los Irazusta intentaron desestimar y desprestigiar a los hermanos, pero la seriedad de su trabajo creó una obra irrefutable.

El éxito de La Argentina y el imperialismo británico sirvió para vindicar la figura de Juan Manuel de Rosas, a la cual Irazusta evaluaría positivamente por considerarlo el mayor estadista de toda la historia argentina: en su perspectiva, el Restaurador de las Leyes se destacó por su enorme capacidad para gestionar conflictos de manera inteligente y dialéctica, por su tenaz defensa de la unidad y la integridad nacional, por su clara intención de proteger la economía local, y por su sólida afirmación de la fe cristiana, los valores tradicionales y las costumbres populares. Lo llamaba "dictador" no como ofensa sino como elogio, ya que, en el sentido clásico, un dictador es aquel hombre fuerte que en tiempos de crisis asume la responsabilidad de la conducción para reorganizar al Estado.

Como consecuencia de esa profesión de fe rosista, Dardo Corvalán Mendilaharsu lo incorporó a la Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos de Don Juan Manuel de Rosas, una organización que vindicaba la memoria del caudillo muerto en Inglaterra. Unos años después, en 1938, Irazusta participó de la creación del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, un centro de estudios que fue fundamental para el desarrollo del revisionismo histórico argentino.

Ante la Segunda Guerra Mundial

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, los Irazusta se sumaron a la campaña para presionar al gobierno argentino con el fin de que mantuviese la neutralidad ante el conflicto bélico internacional. Para ello crearon la revista Nuevo Orden -que luego sería rebautizada como La Voz del Plata-, en la que detallaron el peligro que significaba para el país ponerse bajo las órdenes del Reino Unido y de los EEUU o de cualquier otra potencia extranjera. Algunos artículos de Julio Irazusta impresos en esas publicaciones aparecerían firmados con el seudónimo de "Alberto Echazarreta".

A fines de 1942 el intelectual participó del lanzamiento del Partido Libertador, un instrumento político que había ideado su hermano con la intención de participar de los comicios presidenciales de 1943. Sin embargo la Revolución del GOU truncó los planes de los Irazusta, pues el gobierno militar que suplantó al presidente Ramón S. Castillo suspendió la convocatoria a elecciones e instauró un régimen dictatorial que duró tres años.

Inicialmente Irazusta apoyó a las nuevas autoridades, pero pronto pasó a la oposición. Sus críticas contra la gestión de Jordán Bruno Genta al frente del rectorado de la Universidad Nacional del Litoral por imponer un brusco viraje ideológico en los estudios superiores le valieron una sanción por parte de los censores estatales y la clausura momentánea de La Voz del Plata. De todos modos no fue eso lo que marcó la ruptura con el nuevo régimen, sino el hecho de constatar que los militares en el poder habían decidido tomar un rumbo al que no aprobaba: al especular con que el Eje perdería la guerra, sostenía que era más beneficioso para el país crear una alianza estratégica con los EEUU y reforzar al panamericanismo, antes que seguir manteniendo la neutralidad y el aislamiento frente a la comunidad internacional -cosa que la Argentina hizo hasta el tramo final de la guerra.

Vida bajo el régimen peronista

Irazusta fue un crítico temprano del peronismo, pues rechazó su inclinación populista y cuestionó el excesivo intervencionismo estatal que desplegaba, especialmente en el campo de la economía.

Junto con su hermano, se ocupó de señalar que la histórica nacionalización que había impulsado el peronismo del sistema ferroviario argentino que se encontraba en manos de empresarios británicos en realidad se había tratado de una negociación pésimamente ejecutada, que concluyó con un pago indemnizatorio por una cifra muy por encima del valor real de lo adquirido (se puede leer un detallado análisis de ese caso en la obra Perón y la crisis argentina, publicada en 1956).

Aunque en 1951 no participó de los preparativos del alzamiento del General Benjamín Menéndez como de hecho lo hicieron muchos otros nacionalistas, si lamentó profundamente su fracaso.

En ese periodo sus textos fueron publicados en las revistas Presencia, Dinámica Social e Histonium. A partir de 1954 comenzaría a colaborar con el diario Clarín, estableciendo un vínculo que mantendría durante varios años. Por otro lado, en sociedad con la prensa universitaria mendocina, publicó en revistas de allí importantes trabajos sobre el pensamiento de Edmund Burke y de Antoine de Rivarol, así como también su libro acerca de la teoría política de Tito Livio, el cual fue elogiado de manera unánime.

Sus investigaciones acerca del rosismo lo llevaron a analizar y revalorizar la actuación de figuras contemporáneas al Restaurador de las Leyes como Tomás de Anchorena y Pedro de Angelis, como también a polemizar contra personajes como Ricardo Rojas y Ernesto H. Celesia por promulgar versiones distorsionadas sobre el pasado argentino. En un artículo publicado en la revista española Estudios Americanos en 1953 reconoció el valioso aporte que Carlos Pereyra había hecho a la historiografía argentina al publicar su libro Rosas y Thiers en 1919.

El proyecto de la Unión Republicana

El derrocamiento de Perón fue celebrado por Irazusta como el fin de una tiranía, que en sus últimos años hasta se había atrevido a atacar a la religión mayoritaria. Sin embargo el régimen de la Revolución Libertadora encabezado por Pedro Eugenio Aramburu no le provocó simpatía, sino todo lo contrario. Por ese motivo acompañó a su hermano en el relanzamiento del Partido Libertador, el cual adoptó el nombre de "Unión Republicana".

El intelectual ayudó a editar la revista La voz republicana, la cual funcionó como órgano de prensa de la UR. A su vez colaboró frecuentemente con el diario porteño Clarín y con el mendocino El Tiempo de Cuyo, pero fue entre las páginas de Azul y Blanco -y luego en 2a. República y Junta Grande- donde aparecieron sus trabajos más interesantes del periodo post-peronista.

La UR no consiguió seducir a los votantes, por lo que terminó siendo una fuerza política marginal hasta que el inicio de la Revolución Argentina en 1966 y el deceso de Rodolfo Irazusta en 1967 marcaron su disolución.

Muchos allegados al difunto Irazusta crearon el Centro de Estudios Políticos Rodolfo Irazusta, una organización con la cual el intelectual contribuyó, ya sea dando conferencias o escribiendo para la revista Cuadernos de Política que ellos editaban.

Por otra parte debe destacarse que Julio Irazusta, meses después de la muerte de su hermano, publicó Genio y figura de Leopoldo Lugones, un libro que constituye uno de los mejores estudios críticos sobre el famoso poeta argentino, en el que analiza no sólo los aspectos literarios de su obra, sino también su derrotero ideológico.

Reconocimiento intelectual

En 1968 los historiadores Jorge María Ramallo y Enrique Guerrero Balfagón crearon la Fundación Nuestra Historia ante la politización a la que estaba siendo sometido el Instituto Rosas e invitaron a varios autores a acompañarlos en el rescate de la verdad histórica en la Argentina. Irazusta, junto a Guillermo Furlong, Guillermo Gallardo, Roberto Marfany, Vicente Sierra, Pedro Santos Martínez, Edberto O. Acevedo y varios más, se sumó a la iniciativa para difundir las tesis revisionistas.

Empero el momento de mayor reconocimiento a su labor de décadas le llegó a Irazusta en 1971 cuando la Academia Nacional de Historia decidió incorporarlo como miembro de número de la institución. Cuatro décadas antes, al haber comenzado su cruzada para acabar con las tergiversaciones de la historia de su país, el intelectual entrerriano había advertido que ello le bloquearía el acceso a la cátedra universitaria y le cerraría las puertas de las revistas especializadas, pero su opción por la parresía fue más poderosa que su deseo de acomodarse a los mandatos impuestos por los mandarines de la cultura. Su ingreso a la ANH significó el fin del ostracismo, pues a esas alturas era ya imposible no reconocer el enorme mérito intelectual y el valioso aporte a los debates historiográficos que contienen los textos irazustianos.

De todos modos, más allá de algunos artículos aparecidos en Historiografía y Páginas de Historia, Irazusta siguió contribuyendo con la prensa nacionalista al publicar en Ulises, Verbo y Cabildo. Y, para llegar a un público más amplio, también colaboró con la revista Panorama y el diario La Opinión.

Irazusta aprobó la idea de un golpe de Estado para desplazar del poder a María Estela Martínez de Perón y normalizar al país, pero repudió la presencia de José Alfredo Martínez de Hoz como encargado de escoger el destino económico del país, ya que lo consideraba un exponente arquetípico de la oligarquía que había empujado a la Argentina hacia la decadencia.

Adhirió a la Liga de la Restauración Argentina que había creado Ricardo Curutchet a mediados de la década de 1970 y, sobre el final de su vida, apadrinó al Movimiento Nacionalista de Restauración que se constituyó a partir de ella. También participó del colectivo de intelectuales OIKOS y fue miembro honorario del Instituto Bibliográfico Antonio Zinny.

Irazusta estuvo casado con Mercedes Aguilar Vidart, una maestra que impulsó en Gualeguaychú la creación de la Escuela Diferenciada Nº2 y del Instituto de Perfeccionamiento y Especialización Docente.

Pensamiento

Al igual que Ezequiel Martínez Estrada, el motivo conductor de la obra irazustiana es el intento por explicar las causas del fracaso argentino. Su análisis lo llevó a postular la tesis de que el desarrollo nacional fue bloqueado debido a que, a cambio de muy poco, una clase dirigencial entreguista satisfizo históricamente la ambición que las potencias imperiales tenían sobre las riquezas argentinas. Esa posición, lógicamente, lo llevó a fustigar al liberalismo.

De todos modos debe considerarse que Irazusta no estaba en contra del librecambismo en si mismo, sino que solamente consideraba un error gravísimo que ese modelo económico se colocase por encima y no por debajo de los intereses nacionales. Lo que los liberales decimonónicos como Domingo Faustino Sarmiento habían logrado con sus intentos de fundar una nueva patria era la fundición de un país que, debido a la coyuntura internacional y a la política rosista, comenzaba a proyectarse hacia la prosperidad. Al agotarse la invención liberal menos de un siglo después, se inició una batalla política para mantener intacto un sistema fallido al que le urgían las reformas, lo que desembocó en una partidocracia infértil que facilitó el ascenso de demagogos y populistas.

A Justo José de Urquiza lo valoró como uno de los próceres argentinos más importantes, ubicándolo a la par de San Martín y de Rosas. El caudillo entrerriano era, a juicio de Irazusta, un personaje inevitable de la historia argentina que actuó para suceder a Rosas y ampliar su obra. Sin embargo, al escoger el plan económico de Juan Bautista Alberdi en lugar del de Mariano Fragueiro, su rumbo se extravió y terminó cediéndole el poder a la burguesía porteña que subestimo la ilustración popular e impuso un sistema de producción y consumo donde el más favorecido fue el extranjero que llegaba a negociar con los argentinos. Desde entonces el país padecía de la progresiva degradación.

En el aspecto político el intelectual entrerriano predicaba la practicidad y la seriedad: opinaba que el Estado debía ser un organismo activo pero con pensamiento estratégico, que cuidase todos los recursos de los que disponía, que vigilase a los mercados para que no avasallasen a los ciudadanos, y que permitiera el florecimiento de las iniciativas privadas (de allí que Irazusta encontrase en la figura de Enrique Mosconi a un arquetipo de líder político). Por ello, para el entrerriano, la solución a los problemas argentinos era el nacionalismo: con gobernantes nacionalistas, los intereses económicos, sociales y espirituales de la Argentina serían debidamente defendidos ante los ataques extranjeros, deteniendo la caída del país y posibilitando la regeneración del pueblo.

Bibliografía

  • La Argentina y el imperialismo británico: los eslabones de una cadena, 1806-1933 (junto a R. Irazusta). Buenos Aires: Cóndor, 1934.
  • Ensayo sobre Rosas en el centenario de la suma del poder. 1835-1935. Buenos Aires: Tor, 1935.
  • Actores y espectadores. Buenos Aires: Sur, 1937.
  • Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia (ocho tomos). Buenos Aires: Albatros-Huemul-Trivium, 1941-1970.
  • San Martín y Rosas. Respuesta a Ricardo Rojas. Buenos Aires: La Voz del Plata, 1950.
  • Tomás de Anchorena. Prócer de la Revolución, la Independencia y la Federación, 1794-1847. Buenos Aires: La Voz del Plata, 1950.
  • Tito Livio o del imperialismo en relación con las formas de gobierno y la evolución histórica. Mendoza: UNCUYO, 1951.
  • Ensayos históricos. Buenos Aires: La Voz del Plata, 1952.
  • Urquiza y el Pronunciamiento. Buenos Aires: La Voz del Plata, 1952.
  • Las dificultades de la historia científica y el 'Rosas' del Dr. E. H. Celesia. Buenos Aires: Alpe, 1955.
  • Perón y la crisis argentina. Buenos Aires: Unión Republicana, 1956.
  • Osvaldo Magnasco y su denuncia de los abusos cometidos por el capital británico. Buenos Aires: Esquife, 1959.
  • Influencia económica británica en el Río de la Plata. Buenos Aires: Eudeba, 1963.
  • Adolfo Saldías. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1964.
  • Balance de siglo y medio. Buenos Aires: Theoría, 1966.
  • Genio y figura de Leopoldo Lugones. Buenos Aires: Eudeba, 1968.
  • La monarquía constitucional en Inglaterra. Buenos Aires: Eudeba, 1970.
  • Estudios histórico-políticos. El liberalismo y el socialismo y otros ensayos económicos. Buenos Aires: Dictio, 1974.
  • Memorias. Historia de un historiador a la fuerza. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1975.
  • El tránsito del siglo XIX al XX, 1896-1904. Buenos Aires: La Bastilla, 1977.
  • La política, cenicienta del espíritu. Buenos Aires: Dictio, 1977.
  • Gobernantes, caudillos y escritores. Buenos Aires: Dictio, 1978.
  • Políticos y literatos del mundo anglosajón. Buenos Aires: Dictio, 1978.
  • De la epopeya emancipadora a la pequeña Argentina. Buenos Aires: Dictio, 1979.
  • Breve historia de la Argentina. Buenos Aires: Independencia, 1981.
  • La generación del 80: profecías y realizaciones. Buenos Aires: Docencia, 1981.

Artículos relacionados