Rodolfo Irazusta

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Rodolfo Irazusta Fudickar (5 de junio de 1897, Gualeguaychú, Argentina - 3 de julio de 1967, Buenos Aires, Argentina) fue un publicista y político argentino que fue uno de los más destacados dirigentes nacionalistas de su país.

Juventud

Rodolfo Irazusta era hijo de Cándido Eulogio Irazusta, un periodista y político entrerriano que era simpatizante de la Unión Cívica Radical. Uno de sus hermanos fue el intelectual Julio Irazusta, quien fielmente lo acompañó en el desarrollo de todos sus proyectos políticos.

Su familia era propietaria de grandes extensiones territoriales dedicadas a la producción agropecuaria, lo que le permitió mantener a lo largo de su vida una generosa fuente de ingresos.

Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de La Plata y en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, pero terminó egresando del Colegio Nacional de Gualeguaychú. En 1917 se instaló en la capital nacional con la intención de formarse como jurisconsulto en la Universidad de Buenos Aires. Sin embargo pronto perdió interés en la carrera y la abandonó, optando por proporcionarse de manera autodidacta una educación más adecuada a sus intereses. Consiguientemente aprendió a leer en varios idiomas y se volcó al estudio de diversas disciplinas como la filosofía, la historia, la geografía, la política y la economía. Durante ese periodo la lectura de la obra de Jaime Balmes le causó gran impacto.

Entre 1923 y 1927 optó por recorrer Europa, pasando largas temporadas en España, Italia y Francia. Allí trabó amistad con personalidades como Miguel de Unamuno y George Santayana, y se ocupó de analizar el desarrollo de los acontecimientos políticos en un continente que veía surgir con gran ímpetu a los movimientos nacionalistas. También mantuvo contacto con Charles Maurras, al que juzgó como poseedor de una de las inteligencias más brillantes del siglo.

Creación de La Nueva República

Al regresar a la Argentina, Irazusta comenzó a frecuentar la tertulia de Manuel Pardo, donde conoció al escritor Ernesto Palacio. También se vinculó a la Asociación Entrerriana General Urquiza en la cual se destacaba el médico Juan E. Carulla.

Junto a Palacio, Carulla y su hermano Julio Irazusta se propuso crear una publicación que difundiese la causa nacionalista en su país: así nació La Nueva República, cuyo primer número salió a la calle el 1 de diciembre de 1927. Allí escribirían, entre otros, autores como Tomás D. Casares, Mario Lassaga, Justo Pallarés Acebal, César E. Pico, Pedro Juan Vignale y Lisardo Zía.

Este periódico se destacó por su crítica sistemática a la democracia, pues, según la opinión de sus colaboradores, ésta conducía a la partidocracia y a la cleptocracia. Sin embargo no había ceguera ideológica en su sala de redacción: cuando el gobierno decidió proteger los recursos naturales de la depredación extranjera o cuando decidió incrementar la capacidad bélica argentina, La Nueva República no ahorró elogios para sus adversarios.

La contribución más valiosa que hizo Irazusta a las páginas de esa publicación fue una serie de artículos en los que analizó minuciosamente a la Constitución Nacional de la Argentina, demostrando que en ninguno de sus artículos estaba contemplada la idea de la democracia. Con ello lo que pretendía era, en realidad, sugerir que al permitirse que la democracia avanzase en el país, lo único que se lograba era colar silenciosamente al socialismo, destruyéndose así la plena vigencia de la propiedad privada. Ello afectaba especialmente a los pequeños, medianos y grandes productores rurales, que -para el publicista- eran los principales creadores de una riqueza que luego se dilapidaba en las ciudades, las cuales aseguraban altaneramente ser los únicos focos de civilización en el país.

El retorno a la presidencia del populista Hipólito Yrigoyen en 1928 activó las alarmas en Irazusta. Su temor era que instalase un descarado régimen demagógico que hundiese al país aún más en la decadencia. Por ese motivo buscó intensificar su prédica a favor de la regeneración nacional. Fue así que en 1929 participó de la fundación de la Liga Republicana en compañía de un nutrido grupo de hombres preocupados por la deriva del país. Junto con Roberto de Laferrère y Daniel Videla Dorna asumió el puesto de conductor de la nueva agrupación, la cual rápidamente hizo notar su existencia en las calles de Buenos Aires después de que Irazusta fuese detenido bajo el cargo de haber injuriado al presidente y los liguistas salieran a solicitar su liberación.

Pese a ser un promotor del antiparlamentarismo, Irazusta juzgó conveniente convocar a reconocidas personalidades con una fuerte convicción patriótica como Leopoldo Lugones y Manuel Carlés para armar una lista de diputados que se presentaría a las elecciones legislativas de 1930. Su idea era usar a las armas del sistema en contra del sistema mismo. De todos modos la idea no convenció a la mayoría de los miembros de la LR, por lo que Irazusta terminó renunciando a su conducción y alejándose de la organización.

Apoyo y rechazo de José Félix Uriburu

El 6 de septiembre de 1930 se produjo una maniobra revolucionaria protagonizada por militares y civiles que puso fin al caótico gobierno de Yrigoyen. Irazusta fue uno de los organizadores de aquel episodio nacionalista, aunque su actuación no fue tan relevante como la de otros de sus compañeros de militancia.

Con el nuevo gobierno en el poder, creyó que podía impulsarse una reorganización y renovación de las instituciones republicanas que ayudase a conducir al país hacia la prosperidad y el liderazgo internacional. En febrero de 1931 se entrevistó con Uriburu para entregarle su proyecto de transformación de la estructura de los gobiernos municipales, los cuales debían funcionar como la base para la imposición de una nueva política administrativa a nivel nacional. Su intención era aplicar sus ideas de manera inmediata en la ciudad de Buenos Aires, para que ésta funcionase como modelo a imitar por el resto de las municipalidades del país. La iniciativa, lamentablemente, terminó siendo truncada por los asesores del presidente.

Al no poder articular exitosamente a un tercer movimiento que desplazase de la escena política a los radicales y a los liberales, Irazusta tuvo que atestiguar como Uriburu era rodeado y manipulado por los grupos oligárquicos que implantarían un penoso régimen a lo largo de la década de 1930. A raíz de ello se integró a Acción Republicana, un grupo que alzó la voz contra el gobierno, acusándolo de estar retrocediendo en sus aspiraciones iniciales en lugar de avanzar hacia delante con ellas. Su principal exigencia hacia el presidente era que implementase un sistema corporativo para suplantar a la corrompida democracia representativa. Irazusta sostenía que todos los sectores de la sociedad argentina debían estar debidamente representados en una asamblea nacional, lo que significaba que se debía garantizar que el poder en el país se distribuyese entre empresarios, militares, sacerdotes, educadores, profesionales liberales, etc. provenientes de todos los rincones del territorio nacional.

Promoción del revisionismo histórico y del anti-imperialismo

Sepultada la Revolución de 1930 y desaparecida La Nueva República, Irazusta continuó con sus análisis de la actualidad nacional, esta vez desde las páginas de Criterio, una revista auspiciada por el Arzobispado de Buenos Aires (el publicista era un católico practicante), y más tarde lo haría a través del diario Reconquista que dirigía Raúl Scalabrini Ortíz.

En 1933 la Argentina y el Reino Unido firmaron un tratado comercial que era totalmente desfavorable para el país sudamericano, sacrificando así la posibilidad de su desarrollo económico en beneficio de la prosperidad británica y del enriquecimiento de un pequeño grupo de empresarios argentinos. La situación enfureció a Irazusta, que se dispuso a denunciarla. Para ello redactó en colaboración con su hermano Julio a la obra La Argentina y el imperialismo británico.

El libro consta de tres partes: la dos primeras -escritas por Julio- en la que realiza un detallado análisis sobre el contubernio de los gobernantes argentinos con los gobernantes británicos de la época, y la última -escrita por Rodolfo- en la que despliega un recuento histórico sobre el desprecio que la oligarquía nacional manifestó en contra de su propio país.

El texto, tan esclarecedor acerca de la materia que aborda, fue ampliamente leído en la Argentina, popularizando con ello la revisión de la historia nacional. Varias familias denunciadas por los Irazusta intentaron desestimar y desprestigiar a los hermanos, pero la seriedad de su trabajo creó una obra irrefutable.

Pese al desvelamiento del bochornoso funcionamiento de la relación bilateral argentino-británica, el corrupto gobierno de la época no se retractó por lo que hacía y, por el contrario, escogió profundizar la entrega del país a sus amos en Londres. Irazusta se ofreció como asesor de Lisandro de la Torre y otros parlamentarios argentinos, con la esperanza de que se le pusiera un freno al deliberado atentado en contra de su bienestar que sufría la Argentina. Ello contribuyó a que algunas figuras de la política nacional obtuvieran mayor reconocimiento entre la gente, pero no sirvió para materializar el objetivo de Irazusta: acabar con el nefasto liberalismo local que convertía al país en una suerte de colonia al servicio de fuerzas extranjeras.

En 1938 participó de la creación del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, una institución que asumió la tarea de congregar a los historiadores que aspirasen a estudiar el pasado sin caer en tergiversaciones. Al año siguiente fue también incorporado como miembro a la Junta de Recuperación de Malvinas que habían organizado Juan Carlos Moreno y Juan Bautista Magaldi, y de la que además formaban parte Antonio Gómez Langenheim, Alfredo Lorenzo Palacios y Dardo Corvalán Mendilaharsu entre otros.

Fue por esa época en que protagonizó un duelo contra Roberto de Laferrère originado a partir de una disputa en torno a la organización del movimiento nacionalista. Afortunadamente ambos hombres salieron ilesos del cruce.

Entre Nuevo Orden y La Voz del Plata

El estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 causó conmoción en la Argentina. Rápidamente la opinión pública quedó dividida entre quienes deseaban ver al país combatiendo con o contra las Potencias del Eje, y los que preferían que se mantuviese la neutralidad. Irazusta pertenecía a este último bando.

Al ver que las campañas belicistas crecían en la Argentina, decidió defender el activamente al neutralismo. Para ello a mediados del año 1940 creó junto a su hermano a la revista Nuevo Orden, la cual sería dirigida por Ernesto Palacio hasta mediados del año 1942, fecha en la que fue remplazado por Alberto Lascano -siendo a su vez la publicación rebautizada como La Voz del Plata. Irazusta sería acompañado en su cruzada nacionalista por autores como Ramón Doll, Ireneo Banchs, Armando Cascella, Enrique Harriague Coronado, José Venturino y Norberto Viggiolo entre otros.

Desde las páginas de estos semanarios atacó ferozmente a los británicos, que a pesar de las circunstancias no habían perdido el interés por mantener su dominio sobre la Argentina. Fue famosa su posición frente a la neutralidad que sostenía el presidente conservador Ramón S. Castillo: a contramano de la mayoría de los nacionalistas argentinos que celebraban como un triunfo propio la tozuda decisión presidencial de no combatir a los alemanes y a los italianos, Irazusta señalaba que si la Argentina no había entrado a la guerra era porque al Reino Unido le convenía tener a su servicio a una enorme granja que explotaban a muy bajo costo, y cuyos barcos -al no estar en la mira de los submarinos del Reich- llegaban a las costas británicas sin dificultades.

A fines de 1941 Irazusta lanzó oficialmente la convocatoria para formar un partido político que promoviese una agenda nacionalista. Su deseo se concretaría en la ciudad de Córdoba durante octubre de 1942 con la fundación del Partido Libertador, de la cual participarían también personalidades como Tomás Acevedo, Hernán Busaniche, Félix Fares, Juan Manuel Foutel y Carlos Royo Bes entre otros. La pequeña agrupación había nacido con la ambición de crecer velozmente absorbiendo a los militantes nacionalistas de todo el país y seducir a un sector de la UCR para que les concediesen su adhesión en una futura candidatura presidencial. De todos modos la única instancia en la que el PL pudo medirse en la urnas se produjo en las elecciones para elegir gobernador en la provincia de Entre Ríos, celebradas en marzo de 1943. En esa ocasión los hermanos Irazusta tejieron una alianza con Carlos M. Quinodoz, líder de la Unión Nacionalista Entrerriana, para apoyar la candidatura del médico Miguel Facello, quien pretendía ocupar el máximo cargo ejecutivo de la provincia. Sin embargo el Partido Libertador Nacionalista obtuvo apenas el 1,24% de los votos válidos, quedando muy lejos de lograr su objetivo. Poco tiempo después, más precisamente el 4 de junio de 1943, un grupo de militares derrocó al presidente Castillo y se instalaron en el gobierno, clausurando a todos los partidos políticos.

Al principio Irazusta apoyó al nuevo régimen, pues pensaba que sólo ejercerían el poder de manera provisoria, facilitando la realización de unas elecciones transparentes para la renovación de autoridades. Empero cuando se volvió evidente que ese no sería el caso, comenzó a criticar a los gobernantes. Esos ataques le costaron al semanario La Voz del Plata la censura de un par de números primero, y más tarde su clausura definitiva a fines de 1943.

Militancia antiperonista

Si Irazusta se mostró disconforme con el gobierno de Pedro Pablo Ramírez, mucho peor fue su reacción ante el gobierno de Edelmiro Julián Farrell. Sin embargo fue a Juan Domingo Perón a quien identificó como un líder demagógico que dilapidaría la oportunidad de aprovechar el nuevo escenario internacional para desarrollar a la Argentina.

También tempranamente advirtió que Perón aprovecharía todos los abusos gubernamentales hacia la ciudadanía que había naturalizado la democracia para recortar libertades individuales arbitrariamente, sin tener la necesidad de declararse dictador para tal propósito y perder con ello su legitimidad.

Junto con su hermano, se ocupó de señalar que la histórica nacionalización que había impulsado el peronismo del sistema ferroviario argentino que se encontraba en manos de empresarios británicos en realidad se había tratado de una negociación pésimamente ejecutada, que concluyó con un pago indemnizatorio por una cifra muy por encima del valor real de lo adquirido.

Liderazgo de la Unión Republicana

Al desencadenarse el conflicto entre el peronismo y el catolicismo en 1954, Irazusta auguró que ese sería el fin del gobierno de Perón. Cuando finalmente se produjo el derrocamiento del presidente y su lugar fue ocupado por Eduardo Lonardi en septiembre de 1955, el publicista acusó al nuevo régimen de no ser más que una continuidad del anterior, lo que significaba prolongar un fracaso. Por esa causa un par de meses después el minúsculo Partido Libertador que dirigía fue refundado con el nombre de Unión Republicana, la cual levantaría las banderas de la defensa de la soberanía nacional y de la conquista de la independencia económica. Al año siguiente los hermanos Irazusta lanzaron la revista La voz republicana para recuperar su propia tribuna de opinión.

En pleno dominio de la Revolución Libertadora, el publicista publicó una carta abierta dirigida al presidente Pedro Eugenio Aramburu que tuvo mucha repercusión en la época. Allí generosamente le presentaba al mandatario un plan de emergencia para normalizar al país, pero al mismo tiempo le advertía que cometía un grave error al no restaurar plenamente a las garantías constitucionales.

La Unión Republicana tuvo su actuación electoral entre 1958 y 1963, pero su caudal de votos siempre fue demasiado escaso como para catapultar a Irazusta o a alguien apadrinado por él a un puesto electivo. Las campañas del partido se basaban en la propuesta de soluciones concretas y prácticas a los problemas argentinos, que estimulasen el progreso económico, eliminasen toda huella de corrupción y fortaleciesen los gobiernos provinciales restituyéndoles sus medios financieros. Militaron a la par de Irazusta hombres como Enrique Zuleta Álvarez, Carlos María Dardan, Octavio Sequeiros, Juan Eduardo Buschiazzo, Jaime Gálvez, Antonio Augusto Giménez, Faustino de Lezica y Arnaldo T. Musich entre otros.

Irazusta polemizó durante este periodo acerca del modo en el que la Argentina había abandonado el patronato que mantenía sobre la Iglesia Católica y luego no se privó de criticar al concordato establecido entre el país y la Santa Sede, al que juzgaba como otro acto de entrega gratuita de la soberanía nacional.

Afectado por el cáncer, se vio obligado a retirarse de la vida pública, falleciendo finalmente en julio de 1967.

Su obra, desperdigada a través de los diarios y revistas con los que colaboró, fue recopilada en varias ocasiones por discípulos suyos y publicada de modo póstumo.

Bibliografía

  • La Argentina y el imperialismo británico: los eslabones de una cadena, 1806-1933 (junto a J. Irazusta). Buenos Aires: Cóndor, 1934.
  • Artículos y discursos. Buenos Aires: Ateneo Rodolfo Irazusta, 1968.
  • Testimonios, 1897-1967. Buenos Aires: Huemul, 1980.
  • Escritos políticos completos (tres tomos). Buenos Aires: Editorial Independencia, 1993.

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