Tomás D. Casares

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Tomás Darío Casares Sienra (25 de octubre de 1895, Buenos Aires, Argentina - 28 de diciembre de 1976, Buenos Aires, Argentina) fue un jurista y filósofo argentino, que llegó a desempeñarse como presidente de la Suprema Corte de Justicia de su país. Se destacó por ser un hombre de fuertes convicciones católicas y nacionalistas.

Juventud

Casares fue educado en el Colegio Lacordaire, un establecimiento educativo dirigido por la Orden de Predicadores.

Su formación como jurisconsulto la hizo en la Universidad Católica de Buenos Aires, pero, al no tener ésta habilitación oficial, tuvo que validar sus conocimientos en las aulas de la Universidad de Buenos Aires. En ambas instituciones recibió la influencia de Héctor Lafaille, un destacado jurista y docente católico.

Durante su paso por la universidad se involucró con los grupos de jóvenes intelectuales de la época. Por ese motivo participó de la fundación del Ateneo de Estudiantes Universitarios en 1914 junto a Adolfo Korn Villafañe, Gabriel del Mazo, Alberto Palcos y otros hombres que luego serían personalidades destacadas de la cultura y la política argentina. Sin embargo los debates de ideas de la época fracturaron al colectivo entre materialistas y espiritualistas. Casares, alineado en la última postura, alentaría a los ateneístas afines para romper con el grupo y crear en su lugar al Colegio Novecentista en 1917, el cual tomaría como inspiración la obra de Eugenio d'Ors.

En paralelo a su experiencia en esas agrupaciones, Casares también militó en el Centro Católico de Estudiantes.

Artículos suyos aparecieron en revistas de la época como Ideas, Esbozos, Cuadernos y Tribuna Universitaria, en donde se dejaba ver a un pensador enrolado en la corriente del catolicismo social e ilustrado en la neoescolástica tomista.

Se doctoró en derecho en 1918 con la tesis La Religión y el Estado, una obra inscrita en la tradición de los apologistas católicos argentinos que inaugurase José Manuel Estrada.

Creación de los Cursos de Cultura Católica

El Centro Católico de Estudiantes, por iniciativa del episcopado, evolucionó hacia la Liga Argentina de la Juventud Católica, en la cual Casares tuvo un papel de líder. Esa organización fue puesta bajo la órbita de la Unión Popular Católica Argentina, un movimiento de laicos que era coordinado por el sacerdote Miguel de Andrea y que aspiraba a trabajar por la cristianización de la sociedad.

Los jóvenes católicos habían formado el Ateneo Social de la Juventud, el cual tenía la intención de funcionar como una escuela de líderes que debían insertarse en la vida pública argentina y modificar el escenario sociopolítico para que la tarea de evangelización y catequización de la población por parte de la Iglesia Católica fuese más fluida.

Casares redactó el escrito De nuestro catolicismo, en el que exhortaba a los católicos argentinos a adquirir una fuerte formación en filosofía, historia y teología para estar preparados para el combate de ideas. Las autoridades de la UPCA juzgaron que la propuesta del joven abogado era muy elitista y decidieron no acompañarla. En consecuencia, sobre la base de lo que era el Ateneo Social de la Juventud, nacieron los Cursos de Cultura Católica en el año 1922. Casares, en compañía de Samuel W. Medrano, Eduardo Saubidet Bilbao, Faustino Legón, Uriel O'Farrell y otras personalidades de la época, pasó a integrar la comisión directiva del proyecto, el cual fue financiado por Emilio Lamarca.

Los CCC tendrían un papel fundamental en las siguientes dos décadas en relación a la formación de jóvenes dirigentes. Por esas aulas pasaron como profesores inteligencias destacadas como Leonardo Castellani, Julio Meinvielle, Alberto Molas Terán, César Pico, Juan Ramón Sepich, Zacarías de Vizcarra y los filósofos franceses Jacques Maritain y Réginald Garrigou-Lagrange, que formaron a varias generaciones de intelectuales nacionalistas entre los que sobresalen nombres como los de Mario Amadeo, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Goyeneche, Máximo Etchecopar, Alberto Ezcurra Medrano, Leopoldo Marechal, Ernesto Palacio y Marcelo Sánchez Sorondo entre muchos otros.

Intelectual católico

Casares fue un intelectual muy activo en su país. Realizó una tarea docente infatigable, primero en escuelas secundarias, y luego en distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de La Plata, como también en cursos especiales de la Universidad Nacional de Tucumán. Desde sus cátedras difundió el iusnaturalismo, al que trató de sustentarlo desde la filosofía.

También escribió en el diario La Nación, y fue un colaborador muy estrecho de la prensa nacionalista católica de la época como La Nueva República, Criterio y Número. Es recordada su polémica contra Carlos Alberto Leumann, luego de que el escritor cuestionase la integridad de la Virgen María.

Cuando se produjo la Revolución de 1930, Casares decidió apoyarla. A raíz de ello, durante unos meses de 1931, ejerció el cargo de Ministro de Gobierno, Justicia y Culto en Corrientes, acompañándo a Atilio Dell'Oro Maini que había sido nombrado interventor federal de la provincia norteña por el presidente José Félix Uriburu.

Fue un miembro activo de la Acción Católica Argentina a partir de 1932. Participó de la comisión organizadora del Congreso Eucarístico Internacional de 1934. Al año siguiente figuró como uno de los ideólogos y fundadores de la Corporación de Abogados Católicos San Alfonso María de Ligorio.

Su libro La Justicia y el Derecho es el fruto de su tarea docente en esos años: allí defiende la tesis de que el orden jurídico está comprendido en la virtud de la justicia. Redactó también un prólogo al opúsculo Sobre el ente y la esencia de Tomás de Aquino que sería de lectura obligatoria para los estudiantes de la época que quisieran introducirse al estudio de la obra del Aquinate. Más tarde dirigiría la Colección Sophia de la editorial Emecé, especializada en la difusión de obras de filosofía e historia.

Impulsó el lanzamiento de la revista Ortodoxia en 1941, una publicación vinculada a los CCC que aspiraba a competir en calidad con las revistas académicas de la época. Allí escribirían Nimio de Anquín, Carlos Disandro, Carlos Moyano Llerena y otros brillantes intelectuales y académicos.

Apoyó a la Revolución del GOU y colaboró con ella ocupando el puesto de Rector de la UBA entre noviembre de 1943 y marzo de 1944.

Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

Casares desarrolló una extensa carrera en el ámbito del Poder Judicial de su país. Comenzó en la provincia de Salta, en el año 1918, cuando ofició como juez de paz un par de meses mientras Emilio Giménez Zapiola fue interventor provincial. Prosiguió luego en la ciudad de Buenos Aires, en donde ocupó varios puestos en diversos juzgados ascendiendo paulatinamente: fue asesor de menores en 1932, juez civil en 1937 y camarista en 1939. Con sus fallos procuró superar al legalismo decimonónico e introducir al iusnaturalismo en la jurisprudencia argentina.

Tras la jubilación del juez Luis Linares en julio de 1944, se abrió una vacante para la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El presidente Edelmiro Julián Farrell procedió entonces a nombrar a Casares como su sustituto.

En 1946, luego del ascenso a la presidencia de Juan Domingo Perón, el Congreso de la Nación inició un juicio político contra las máximas autoridades del Poder Judicial, acusándolos de haberse desempeñado de modo incorrecto, de haber abusado de su autoridad y de haber cometido prevaricato. La ofensiva no tocó a Casares, pero si logró desplazar de su puesto a los otros jueces. Consiguientemente, en 1947, el gobierno rearmó a la Corte nombrando como nuevos ministros a Felipe Santiago Pérez, Luis Longhi, Justo Álvarez Rodríguez y Rodolfo Valenzuela. Siendo el juez con más experiencia, Casares fue elegido presidente del cuerpo, cargo que ejerció hasta marzo de 1949.

En un contexto en donde prevalecía la pasión política, Casares procuró mantenerse siempre independiente. Por ese motivo se destacó por sus permanentes disidencias, argumentadas siempre con erudición y sapiencia. Su opinión sirvió para, entre otras cosas, establecer la colegiación de los profesionales, la validez de la legislación producida por los gobiernos de facto, la inamovilidad de los jueces como garantía de su independencia, la aplicación uniforme de la Constitución Nacional tanto para tiempos de paz como para tiempos de guerra, y la necesidad de introducir el recurso de amparo como garantía de los derechos.

Procuró marcar una línea de interpretación de la Constitución Nacional de 1949 que sirviese para ordenar a la vida de la sociedad argentina de acuerdo a una jerarquía de valores establecida por la ley natural y derivada de la ley eterna.

A partir de que el peronismo comenzara a minimizar el papel del catolicismo en la vida cotidiana argentina para sustituirlo por su propia doctrina, Casares empezó a experimentar más roces con el gobierno. Desde 1953, luego de que se conociera su interpretación del Plan Quinquenal a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, se acrecentaron los rumores sobre un posible juicio político en su contra; empero ello no se produjo.

Cuando el conflicto entre el peronismo y el catolicismo se agudizó, sus colegas de la Corte optaron por aislarlo, sabiendo anticipadamente por cuál bando se inclinaría. Por ello, a partir de junio de 1955, Casares dejó de concurrir a su despacho y se abstuvo de agregar su firma a las sentencias y resoluciones que el cuerpo elaboraba. Después de los incidentes en la celebración de Corpus Christi de ese año -en donde un grupo de exaltados había aprovechado la concentración de gente para quemar una bandera argentina y lanzar consignas antiperonistas-, un grupo de militantes a favor del gobierno intentó atacar a quienes habían asistido a la misa de ese día en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires y se aprestó para destruir el templo, lo que obligó a los feligreses a atrincherarse. Ese día Casares se encontraba entre quienes habían concurrido a los servicios religiosos, por lo que trató de manejar la crisis solicitando apoyo policial y hasta militar. Al gobierno le pareció que esas acciones del magistrado escondían tintes obscuros, por lo que, por primera vez desde que integraba la Corte, se planteó la urgencia de destituirlo.

De todos modos no fue el peronismo quien expulsó a Casares de su puesto, sino el gobierno que lo sucedió (desde el Poder Ejecutivo le habían sugerido que renunciase antes de que se decrete la destitución de los magistrados, pero el jurista no quiso recibir un trato especial y aceptó su suerte para que se lo investigue y se dictamine la inocencia de los cargos que se le imputaba).

Últimos años

Tras dejar la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Casares se dedicó a promover la educación católica. En febrero de 1959 el presidente Arturo Frondizi reglamentó una ley que permitía que las universidades privadas del país pudiesen emitir títulos oficiales. Los Cursos de Cultura Católica -que, para la época, se habían convertido en el Instituto Argentino de Cultura Católica- fueron incorporados a la flamante Universidad Católica Argentina. Casares pasó así a convertirse en docente de grado y de posgrado de la nueva institución. También fue el responsable de redactar el cuerpo de normas que debían regir el orden académico de la UCA.

Junto a Monseñor Octavio N. Derisi -con quien ya había fundado a la Sociedad Tomista Argentina en 1948- dirigió un grupo de estudios que había asumido la misión de reflexionar sobre el estado de la educación universitaria argentina, con el fin de proponer una contrarreforma que arreglase todos los descalabros que había ocasionado la Reforma Universitaria de 1918. Entre los integrantes de ese grupo se encontraban intelectuales de la talla de Guillermo Gallardo, Guido Soaje Ramos y Francisco Javier Vocos.

Casares llegó a dirigir en la universidad al Instituto para la Integración del Saber, el think tank que tenía la obligación de promover la interdisciplinariedad internamente y llevar hacia el exterior una visión católica de las ciencias.

En 1974 el gobierno lo reincorporó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación pero en calidad de conjuez, es decir como parte de los candidatos a la suplencia.

Su producción intelectual fue fértil, publicando en revistas como Sapientia, Concordia, Logos, Universitas, Prudentia Iuris y Mikael entre otras. Algunos de sus textos alcanzaron la imprenta de manera póstuma por iniciativa de sus discípulos y herederos.

Fue colaborador de la Fundación Pérez Companc.

Bibliografía

  • La Religión y el Estado. Buenos Aires: Colegio Novocentista, 1919.
  • De nuestro catolicismo. Buenos Aires: Imprenta Coni, 1922.
  • El derecho en la filosofía neoescolástica. Buenos Aires: Imprenta Coni, 1927.
  • Jerarquias espirituales: subordinación de las formas esenciales de la actividad espiritual. Buenos Aires: Restoy y Doeste, 1928.
  • Catolicismo y Acción Católica. Buenos Aires: Junta Parroquial del Santísimo Redentor, 1932.
  • El orden civil. Buenos Aires: Autoedición, 1932.
  • Los Cursos de Cultura Católica. Buenos Aires: Cardenal Ferrari, 1933.
  • La Justicia y el Derecho. Buenos Aires: Colombo, 1935.
  • Reflexiones sobre la condición de la inteligencia en el catolicismo. Buenos Aires: Cursos de Cultura Católica, 1942.
  • Caridad y justicia social. Santiago de Chile: Difusión, 1942.
  • Conferencias con motivo del plan de gobierno sancionado por la ley 14.184. Buenos Aires: Corte Suprema de Justicia, 1953.
  • Naturaleza y responsabilidad económico-social de la empresa. Buenos Aires: Itinerarium, 1967.
  • Acerca de la justicia (coordinador). Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 1971.
  • Sobre la muerte y otros ensayos. Buenos Aires: Alberto Casares Editor, 1995.

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