José Alfredo Martínez de Hoz

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José Alfredo Antonio Martínez de Hoz Cárcano (13 de agosto de 1925, Buenos Aires, Argentina - 16 de marzo de 2013, Buenos Aires, Argentina)​ fue un abogado, economista y empresario argentino.

Se desempeñó como Ministro de Economía de la Nación en dos ocasiones: la primera entre mayo y octubre de 1963, y la segunda desde marzo de 1976 hasta marzo de 1981. Durante su gestión al frente de dicho organismo intentó promover la liberalización del sistema económico de la Argentina, aunque la coyuntura política de la época le impidió avanzar en profundidad con su plan -su mayor logro fue colaborar con la destrucción del aparato productivo nacional para que floreciera en su lugar la especulación financiera.

Fue miembro, entre otras organizaciones, del Grupo de los Treinta, un think tank financiado por la Fundación Rockefeller.

Juventud

Martínez de Hoz pertenecía a una familia del patriciado argentino. Su padre fue un magnate agropecuario que llegó a presidir a la Sociedad Rural Argentina, en tanto que su abuelo y varios de sus tíos se dedicaron a la política y la diplomacia.

Durante su adolescencia apoyó la idea de que la Argentina interviniera en la Segunda Guerra Mundial como parte del bando de los Aliados. Asimismo fue opositor a los regímenes nacidos a través de la Revolución del 43 y de la Revolución Peronista. Martínez de Hoz llegó incluso a fundar al Ateneo de la Juventud Democrática Argentina en 1946, organización que editó la revista antiperonista Demos, de la cual fue director.

Entre la empresa privada y la función pública

Se formó como abogado en la Universidad de Buenos Aires, siendo un alumno muy destacado. En 1954, luego de retornar del Reino Unido donde había realizado una especialización en derecho comparado en la Universidad de Cambridge, participó de la fundación del Partido Demócrata Cristiano.

Alejandro Lastra, interventor federal de Salta entre mayo de 1956 y abril de 1957, lo designó como Ministro de Economía, Finanzas y Obras Públicas de la provincia. Tras perder su cargo con el cambio del interventor, se convertiría en el presidente de la Junta Nacional de Granos, el organismo que regulaba y controlaba las exportaciones agrícolas en la Argentina.

Dejó la función pública cuando Arturo Frondizi asumió la presidencia en mayo de 1958, pero retornó a la misma entre marzo de 1962 y octubre de 1963 durante el gobierno de José María Guido, primero como Secretario de Agricultura y Ganadería de la Nación y luego como Ministro de Economía de la Nación. En esa ocasión se limitó a implementar un ajuste económico para reducir el déficit público y generar mayor apertura económica, siguiendo el principio liberal de que los mercados se autorregulan.

Martínez de Hoz se desempeñó como docente en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad del Salvador. También integró el directorio de diversas empresas (Acindar, Petrosur, La Buenos Aires, Chase Manhattan Bank, Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, etc), lo que le permitió asumir puestos de conducción en organizaciones patronales como el Consejo Empresario Argentino, la Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres, el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas y The Conference Board.

Estuvo vinculado al Grupo Perriaux, un think tank que impulsaba la reconversión de la economía argentina para que ésta favoreciese el desarrollo de políticas liberales.

Colaboración con el Proceso de Reorganización Nacional

En marzo de 1976 el abogado aceptó el cargo de Ministro de Economía de la Nación que le ofrecieron Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera. Para la época era percibido por los militares como un hombre de pensamiento liberal pero de espíritu humanista, que formaba parte de una red de influencia en la que también figuraban Zbigniew Brzezinski, Henry Kissinger, Robert McNamara, David Rockefeller y otros tecnócratas y oligarcas capitalistas que ayudarían a erradicar paulatinamente de la mentalidad de las masas al comunismo y al populismo peronista.

Lo primero que hizo Martínez de Hoz al asumir su puesto fue elaborar una estrategia para reducir la inflación, la cual había alcanzado cifras astronómicas durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Si bien inicialmente tuvo éxito en su misión -tras eliminar subsidios e impuestos y suspender la emisión monetaria-, la lentitud del proceso anti-inflacionario lo obligó a plantear en marzo de 1977 un acuerdo con los empresarios para que, durante cuatro meses, no elevaran los precios de sus productos y absorbieran al mismo tiempo a los ajustes salariales (el ministro quería conseguir la máxima estabilidad económica posible para que la Argentina se volviese un destino seductor para los capitales extranjeros). Transcurrido el periodo pautado, sin embargo, los precios se dispararon velozmente y se generó un nuevo pico inflacionario. En consecuencia el gobierno abandonó la idea de retomar el control de precios y aceleró la liberalización de los mercados.

El principal mercado que experimentó los efectos de esa liberalización fue el del dinero. En efecto, el gobierno se ocupó de reducir el circulante de dinero al mismo tiempo en que eliminó la mayor parte de las regulaciones sobre el sistema financiero, lo que se tradujo en una enorme multiplicación de entidades bancarias que otorgaban toda clase de créditos a sus clientes. Ante el aumento de la demanda de dinero y la reducción de su oferta en un periodo de recesión, el precio de este bien creció de manera considerable. Muchas empresas endeudadas con sus créditos se vieron obligadas a entrar en procesos de liquidación. De ese modo el sector industrial se contrajo y la especulación financiera creció enormemente. La extinción de las pequeñas y de las medianas empresas como víctimas del sistema de financiación favoreció, por un lado, a las grandes compañías que barrieron con su competencia, y, por el otro, a los importadores que pudieron inundar el mercado con productos extranjeros que sustituían a los de la industria nacional.

Lógicamente para que el esquema financiero fuese rentable, era necesario contar con una moneda libre de inflación que garantizase las ganancias, por lo que la demanda de dólares se incrementó ampliamente en el periodo. Para satisfacerla, el gobierno acudió a los organismos de crédito internacional como el FMI, el cual terminó quintuplicando la deuda externa argentina. Esa maniobra estuvo relacionada al hecho de que los cerebros detrás del Proceso de Reorganización Nacional pensaban que, si generaban dependencia con la Internacional del Dinero, ellos se aseguraban su continuidad, ya que, por las vinculaciones externas que mantenían, se percibían como los únicos capaces de negociar con los acreedores y administrar al país en su nombre.

Con la creencia de que el alza en los precios era motivada psicológicamente, el equipo de Martínez de Hoz creó un mecanismo de información (conocido popularmente como "La Tablita") mediante el cual anticipaba cómo evolucionaría la devaluación de la moneda argentina entre enero y agosto de 1979, para que cada inversor o ahorrista conociera detalladamente el nivel de riesgo al cual se enfrentaba. Sin embargo ese instrumento no produjo la confianza esperada, por lo que la inflación sobrepasó una vez más la proyección que había hecho el gobierno.

Hacia comienzos de 1980 el fracaso de los planes de Martínez de Hoz era bastante evidente. La economía nacional estaba estancada, la inflación parecía no querer desacelerarse y los bancos comenzaban a declararse en quiebra para fugar sus activos. El gobierno lanzó una ofensiva contra las entidades financieras, acabando con el salvaje periodo de especulación que había reinado en el país (al cual se lo llamaría posteriormente "plata dulce"). Ello desembocó en una crisis bancaria, dado que los ahorristas, al notar que el sistema se había vuelto inestable, vaciaron los depósitos. Para frenar el caos, el gobierno intervino rescatando a los bancos y logró evitar la corrida bancaria, pero para ello tuvo nuevamente que endeudarse y generar más inflación a través de la emisión monetaria. Asimismo aprovechó el escenario convulsionado y su papel de controlador de daños para estatizar a la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad y a Austral Líneas Aéreas, estatizando también sus deudas, en un turbio acuerdo con los directivos de esas empresas.

Martínez de Hoz dejó el gobierno junto a Videla en marzo de 1981. Durante ese periodo en que fue parte del gobierno salvó su vida de dos atentados que cometió Montoneros en su contra.

Años posteriores

Tras dejar la función pública, Martínez de Hoz reasumió su cargo de directivo en el Chase Manhattan Bank y de dirigente del Consejo Empresario Argentino. Además fue invitado por la Fundación Rockefeller a formar parte del Grupo de los Treinta.

Fue sindicado como uno de los máximos responsables del fracaso del Proceso de Reorganización Nacional, por lo que voluntariamente eclipsó su figura pública y comenzó a dedicarle mayor tiempo a sus dos pasiones: la caza y la pesca deportiva.

Durante la década de 1980 fue denunciado e investigado por sus crímenes económicos (las estatizaciones de empresas, el vaciamiento de YPF y el endeudamiento ilegítimo), pero ninguna de esas causas prosperó. Más complicada fue su situación ante el secuestro y coacción sobre los Gutheim, unos empresarios judíos que habían provocado un conflicto con Hong Kong al estafar a empresarios de ese país y a quienes el gobierno obligó a punta de pistola a resolver el pleito. Un decreto de Carlos Menem de 1990 finalmente estableció el indulto para el abogado, cerrando así su procesamiento judicial.

De todos modos en 2006 el kirchnerismo ordenó la reapertura de la causa, culpándolo además de ser responsable de la desaparición de Juan Casariego de Bel, un empleado del ministerio que dirigió Martínez de Hoz.

Los últimos tres años de su vida los pasó en prisión domiciliaria, falleciendo en marzo de 2013.

Bibliografía

  • Enfiteusis y arrendamiento vitalicio en la Argentina y Nueva Zelandia. Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 1961.
  • La agricultura y la ganadería argentina en el periodo 1930-1960. Buenos Aires: Sudamericana, 1961.
  • Bases para una Argentina Moderna. 1976 – 1980 Buenos Aires: Impresora Argentina, 1981.
  • Quince años después. Buenos Aires: Emecé, 1991.
  • A Sporting Life: The Memoirs of a Big-Game Hunter. Huntington Beach: Safari Press, 2007.

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