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Budismo tibetano
El budismo tibetano es la forma de budismo particular practicada en el Tíbet, Bután, Mongolia, Manchuria, sur de Rusia, norte de India, Ladakh y como minoría en Nepal. También se le conoce como lamaísmo.
Extensión
La doctrina de Buda, un ario de la casta guerrera Sakia de Nepal, que predicó su enseñanza espiritual en las regiones del norte de India, la zona más aria de toda India, pronto se extendió por buena parte del mundo gracias al patrocinio del emperador Asoka y a muchos predicadores. Alguna vez fue mayoritaria en Afganistán hasta que la invasión islámica prácticamente aniquiló al budismo. Algo similar ocurrió en India donde los invasores mahometanos no pudieron soportar la existencia de una religión tan opuesta en prácticamente todos sus principios, a la monstruosidad semítica que es el Islam, y el budismo fue prácticamente desterrado de India por los mogoles musulmanes aunque, afortunadamente, la conquista islámica nunca pasó de esta región y el budismo prosperó y floreció en toda Asia desde Sri Lanka hasta Japón.
Ingresó a Tíbet mediante el sabio Padmasambaba, y luego fue renovado por otros predicadores como Tsonkhapa, quienes son considerados “tulkus”. Un tulku es un concepto del budismo tibetano similar al de Avatar, es decir, la personificación de una fuerza, de una deidad, así como Jung pensaba que Hitler podría ser un Avatar del propio dios germano Wotan, y Savitri Devi lo consigna como Avatar de Vishnú. Don Miguel Serrano denomina a Hitler como “El último Avatara” por el mismo concepto. Serrano asocia además a Wotan con Vishnu y Lucifer, asegurando que se trata del mismo dios arquetípico representado de forma diferente por culturas diferentes aunque familiares, unificando así la naturaleza avatárica de Hitler con los postulados de Jung y Devi. Buda es considerado por los hinduistas un avatar de Vishnu (Wotan-Lucifer) aunque los budistas no aceptan este concepto, para el caso es lo mismo, Buda es la encarnación avatárica de la sabiduría hiperbórea y de la Gnosis Aria sea que lo veamos como una fuerza o concepto místico arquetípico o como un ente divino. Esta diferenciación entre la concepción no-teísta simbólica (el Avatar es solo un símbolo de la sabiduría interna) o teísta tradicional (el Avatar es la encarnación de dios o la divinidad) lleva en ambos casos al mismo camino.
Tras la conversión de la mayoría de los tibetanos al budismo surgen cuatro grandes escuelas. La Gelug, la Sakya, la Kagyu y la Nygma (cada una liderada por un maestro tulku) que en muchos casos empiezan a guerrear entre sí. Y es que, a pesar de la imagen pacifista que tenemos de los budistas en general y de los tibetanos en particular, había una connotación guerrera y viril vinculada a la cultura tibetana que fue absorbida por el budismo. De hecho, el fundador del Reino de Bután Shabdrung Ngawang Namgyal (1594-1651), fue un monje guerrero. Un lama ordenado y reconocido como tulku líder de la tradición Drukpa (del Dragón), Namgyal fue un hábil estratega militar y político que al escapar de sus enemigos políticos en Tíbet logra unificar Bután y derrotar a sus adversarios en el campo de batalla como todo un genio napoleónico.
Hasta acá vemos otro simbolismo importante, lo que señala Julius Evola insistentemente en sus escritos como parte de la tradición aria más antigua e hiperbórea; la unificación del gobernante político, militar y religioso en uno solo. Al igual que el Faraón egipcio que ejercía el poder político y religioso conjuntamente, siendo un avatar de los dioses, hasta que el sacerdocio tebano gradualmente fue desplazándolo del poder político. El Faraón Akhenatón intentó revertir este proceso unificando el poder bajo su mando, debilitando a los sacerdotes tebanos y reiniciando un culto solar por excelencia concentrado en el dios sol Atón. Algo similar ocurrió en Roma con el culto al Emperador y al Sol Invictus, en Japón donde el emperador era considerado un dios viviente o encarnado descendiente de la diosa del Sol, y en general podemos ver muchos casos en las culturas indoeuropeas de reyes-sacerdotes, de teocracias divinas o mejor dicho, de la Jerarquía (el gobierno de lo sagrado). Otro simbolismo importante en la fundación de Bután es el Dragón, el símbolo de Bután y del linaje Drukpa, una subrama de la Escuela Kagyu. El Dragón es un símbolo importante en todas las culturas arias como representación de la sabiduría y de las fuerzas de la naturaleza y del espíritu, simboliza el equilibrio de los elementos (sus alas son el aire, su cuerpo serpentino la tierra, su aliento el fuego y sus branquias el agua). En diferentes países de Oriente como China y Japón el Dragón es un símbolo positivo de poder, magia e iniciación espiritual y en India se le asocia con el Kundalini.
Siglos después una interesante alianza se daría entre dos figuras; el emperador o Gran Khan del Imperio Mongol, Altan Khan (1507 – 1582), y el tercer Dalai Lama. Si bien ya antes el emperador mongol Kublai Khan se había convertido al budismo lamaísta, esto no repercutió tan fuertemente como la alianza entre Altan Khan y el Dalai Lama que hasta entonces era solo el líder de la Escuela Gelug, en guerra con las otras escuelas. Altan Khan se convirtió al lamaísmo y lo promovió entre su pueblo. Los mongoles eran mayoritariamente chamanistas, aunque había algunos cristianos, pero la prédica de Altan Khan bien organizada con ayuda del Dalai Lama hizo que los mongoles se convirtieran abrumadoramente al budismo tibetano y hoy el 90% de los mongoles siguen esta religión. Altan Khan declaró al lamaísmo la religión oficial del basto Imperio mongol y a Tíbet su “centro espiritual” y con el respaldo de los mongoles el Dalai Lama logró derrotar a sus rivales y tomar el poder. Acá, nuevamente, vemos una nueva manifestación de ese principio ario de nobleza divina. El Dalai Lama era el líder espiritual y temporal de Tíbet, el gobierno de Jerarquía por excelencia, o gobierno sagrado, donde se une el poder político con el divino. Esto no debe tomarse a la ligera pues, como enseña Evola, es el principio básico sobre el que se estructura una sociedad saludable y es el fundamento de la cultura solar-viril aria. El Dalai Lama es considerado un tulku o avatar del Buda Avalokitésvara, por ende, es el gobierno de un hombre-dios, de un ser divino, similar al reino del Faraón de Egipto, el Emperador japonés, el Zar de Rusia o los antiguos reyes vikingos considerados descendientes de Wotan, es decir, el gobierno de lo sagrado.
Esta práctica de amalgamar el poder divino y mundano, el poder espiritual y político en una misma persona, que Evola defiende como la única forma válida de gobierno de la tradición solar, fue seguida en otros países de tradición lamaísta incluyendo Ladakh a cuyo rey se le llamaba “Rey del Dharma” y Mongolia en la que alguna vez el Jetsundamba Kututku (el lama de más alta jerarquía en el lamaísmo mongol, un tulku) ejerció el papel paralelo de emperador conocido como Bogd Khan hasta que el comunismo mongol puso fin a este gobierno iniciático. Hoy en día el lamaísmo es practicado no solo en Tíbet sino en Bután, Mongolia, el sur de Rusia (donde es una de las religiones más importantes, fue introducido a Rusia por los mongoles), como minoría en Nepal y el norte de India, especialmente Ladakh y Cachemira, por lo que algunos dicen que, al ser estas regiones donde surgió el budismo, es el lamaísmo una de las formas mejor preservadas del Dharma original (a raíz de la renovación de diversos tulkus).
Se considera que solo hay dos formas de budismo esotérico o budismo tántrico: el lamaísmo o budismo tibetano y el Shingon de Japón. A estas formas de budismo también se les llama Tantrayana que busca despertar en el Iniciado la energía tántrica del Kundalini. Más profundo aún que el Tantrayana o budismo tántrico es el Dzogchen, una de las formas más puras de Gnosis. El Dzogchen no es formalmente una forma de budismo sino que combina la sabiduría mística del chamanismo bonpo con los elementos esotéricos del budismo tántrico, creando la forma más perfecta de misticismo esotérico, quizás del mundo, y que según se dice es una forma de alcanzar la Iluminación en una sola vida.