Lucifer

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Lucifer (del latín lux, "luz"; y fero "llevar": "portador de luz") es, en la mitología romana, el equivalente griego de Fósforo (Φωσφόρος) 'Portador de la Luz' o Eósforo (Έωσφόρος) 'Portador de la Aurora'. Es hijo de Aurora, la deidad que personifica el amanecer, equivalente a la griega Eos y que vuela a través del cielo para anunciar la llegada del sol.

En la antigua astrología romana, era identificado con la stella matutina, la Estrella de la Mañana o el Lucero del Alba, contrapuesto a su hermano Vesper, (nombre romano de Héspero), la stella vespertina o el véspero, el Lucero del Ocaso, la Estrella de la Tarde. Ambas deidades eran designaciones del planeta Venus, que según la época del año se puede ver cerca del horizonte antes del amanecer o después del atardecer.

Aunque la Estrella de la Mañana (Fósforo) y la Estrella de la Noche (Héspero) se pensaron y trataron como dos conceptos mitológicos distintos, griegos y romanos eran conscientes de que los dos eran el mismo objeto celeste.

Según Hesíodo, era hijo de Astreo y Eos. El poeta latino Ovidio, hablando de Fósforo y Héspero como uno solo, lo convierte en el padre de Daedalion. Ovidio también lo convierte en el padre de Ceyx, mientras que el gramático latino Servio lo hace el padre de las Hespérides o de Hesperis.

Lucifer se personificaba como una figura masculina que portaba una antorcha y se decía que era hijo de Aurora y Cefalus (Κέφαλος), padre de Ceyx". A menudo se presentaba en la poesía como el presagio del amanecer.

El mitógrafo romano del siglo II Pseudo-Hyginus escribió sobre el planeta:[1]

La cuarta estrella es la de Venus, Lucifer por su nombre. Algunos dicen que es de Juno. En muchos cuentos se registra que también se llama Hesperus. Parece ser la más grande de todas las estrellas. Algunos han dicho que representa al hijo de Aurora y Céfalo, que superó a muchos en belleza, de modo que incluso compitió con Venus, y, como dice Eratóstenes, por eso se le llama la estrella de Venus. Es visible tanto al amanecer como al atardecer, y tan propiamente ha sido llamado Luciferus y Hesperus.

En el período romano clásico, Lucifer no se consideraba típicamente una deidad y tenía pocos mitos, si es que tenía alguno, aunque el planeta estaba asociado con varias deidades y a menudo personificado poéticamente.[2]

Cristianismo

En la tradición cristiana Lucifer fue demonizado equiparándolo como el "ángel caído", el Diablo o Satanás, ejemplo de belleza y sabiduría a quien la soberbia condujo a los infiernos. San Jerónimo, por opinión de Orígenes, utilizó la palabra "Lucifer" en la Vulgata (la traducción de la Tanaj hebrea al latín), para reemplazar, en su lugar, la palabra hebrea הילל‎ helel o heylel ('resplandeciente') seguida de בן שחר ben Shahar ('hijo de la Aurora'), como parte de la demonización de los cultos paganos, ya que los atributos del Lucifer romano como hijo de Aurora, coincidían con el versículo de Isaías:

¡Cómo has caído del cielo, Lucero (Heylel/Lucifer), hijo de la Aurora! Has sido abatido a la tierra, tú que dominabas a las naciones! Tú decías en tu corazón: "escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo. Mas fuiste derribado hasta el Seol, a las profundidades del abismo.
—Isaías. 14:12-15.

Por los versos que preceden a este pasaje, donde se cuenta que reyes y príncipes de otras naciones reciben en el abismo o inframundo al rey de Babilonia que también como ellos, se debilitó y cayó, así como el que sigue: "Es éste el hombre que hacía temblar la tierra, que conmovía los reinos", parece claro que Isaías se refería a un poderoso monarca, al último rey de Babilonia, quizás pensando en alguno de los reyes babilónicos contemporáneos, anunciando el fin del último rey de la nación enemiga de Israel (personificada arquetípicamebte por Edom), quizás Nabucodonosor II o Nabónido.

Pese a esto, algunos padres de la Iglesia quisieron interpretar estos versos en el sentido de "astro matutino". El primero en proponer esa interpretación fue Orígenes[3] quien afirmó que Lucifer, espíritu celeste, había caído al abismo por querer equipararse a Dios. Tertuliano, San Cipriano, San Ambrosio y otros, aceptaron la opinión de Orígenes y así Satanás fue llamado luego también Lucifer, "el que trae la luz", el "refulgente".

Otros, como San Jerónimo, Cirilo de Alejandría y Eusebio, siguieron viendo en el texto de Isaías la caída de ese rey de Babilonia, pero a su vez, veían también una alusión a la caída de Satanás, interpretación que la mayoría de los exégetas modernos se esfuerzan por justificarla, aunque reconocen que es "acomodaticia".

En Apocalipsis 22, Jesucristo se llama a sí mismo "lucero resplandeciente de la mañana":

Yo, Jesús ... soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana.
—Apocalipsis 22:16

Referencias

  1. Astronomica 2. 4 (trans. Grant).
  2. Cicero, De Natura Deorum 3. 19.
  3. De Principiis 1, 5, 5; 4, 22. Homilías sobre el libro de los Números, XII, 4.

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