Construyamos Arcas: La obra de Oscar Fonck Sieveking

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Sobre las más altas cumbres de las montañas deberían colocarse reproducciones de los conocimientos más importantes para el ser humano, en depósitos protegidos, con el objeto de que estos que han sido tan difíciles de perfeccionar, no se pierdan en pocas generaciones a consecuencias de una catástrofe que tiene que ser prevista. (Oscar Fonck Sieveking)
Oscar Fonck

Los cataclismos cíclicos y migraciones remotas

Los trabajos desarrollados por el investigador nacional de origen germano Oscar Fonck Sieveking (1901-1997) se centran en el estudio de las catástrofes geológicas, los misteriosos comienzos de la cultura humana, las islas y continentes desaparecidos, la salvación de los sobrevivientes y las expresiones culturales remanentes, entre otras notables temáticas. Su primera obra se tituló Construyamos Arcas: Los Enigmas del Pasado (1965), donde señala como consecuencia de los cataclismos que asolan al planeta, movimientos migratorios a escala planetaria, siguiendo la teoría del naturalista francés Cuvier, según la cual nuestra tierra debe sufrir periódicamente grandes catástrofes que aniquilan a la mayoría de los seres vivientes y que en esa forma propenden a renovar y remozar las distintas formas de vida existentes (P.86) y las catástrofes cósmicas propugnadas por Hanns Hörbiger (pag. 144), quien postula la existencia de cataclismos cíclicos, como la que produjo el hundimiento de Atlantis (ó Poseidonis), siendo esta isla el centro desde el cual se esparció la civilización al Mediterráneo y a América (Pag. 39).

Según Fonck, éstas catástrofes planetarias se hayan registradas en numerosos relatos míticos de los diferentes continentes, como asimismo en los escritos sagrados de los Caldeos, en el Mahabarata, Ramayana, Zend Avesta, los Edda (Volüspa y Ragnaroek), la leyenda de Phaeton (Metamorfosis de Ovidio), la Epopeya de Gilgamesch y la salvación diluvial de Noe (P.89-91). Atlantis, Mu, Lemuria y Hiva figuran en los relatos legendarios como continentes desaparecidos a consecuencia de las catástrofes que han forzado la migración a escala global de los sobrevivientes, hecho que se refleja, por ejemplo, en la composición étnica de la América Precolombina, en la cual existían representantes de la raza negra, cobriza, amarilla y blanca, lo que ha sido demostrado por estudios y descubrimientos antropológicos posteriores (pag. 105).

En Construyamos Arcas, Fonck establece la existencia de un arco protohistórico existente entre el Tiahuanacu, Atlantis y la antigua Troya, comprobado por medio de la metalurgia y los símbolos (P.163 y ss). Estas relaciones intercontinentales entre la América Aborigen y el Mediterráneo fueron también establecidas por Donelly a través del alfabeto maya de Diego de Landa, el egipcio y el fenicio. Éstas relaciones habrían sido ininterrumpidas por los cataclismos que asolaron al planeta y que significaron el movimiento de los polos y el cambio de posición del eje de la tierra que tendría como consecuencia rápida la inundación de muchas costas y de países situados a bajo nivel; en seguida, una modificación casi instantánea en el clima de casi todo el mundo, con pocas excepciones; después, el crecimiento lento, pero ininterrumpido del nivel de todos los mares, con mayor intensidad a la altura del nuevo ecuador, y reduciéndose, a medida de acercarse las zonas a los nuevos polos. Por consiguiente, en la línea del nuevo ecuador el nivel de los mares sería mayor, decreciendo en altura hacia los nuevos polos (pag. 137). A través de sus extraordinarias investigaciones, Fonck plantea interesantes apreciaciones sobre estudios lingüísticos, simbólicos y mitología comparada entre diversas culturas.

De acuerdo a Fonck, la antigüedad del Hombre es remota (pags. 301 y 321), como lo son también varias Civilizaciones que se han visto asoladas por los cataclismos: la escritura humana ya existió antes del último diluvio. Todo lo hace pensar así. Solamente existe la imposibilidad de demostrarlo por medio de documentos o de inscripciones de aquellos tiempos. Pero va a llegar el día en que nuestros infatigables investigadores presentarán las pruebas respectivas (P.204), señalando a continuación que todo nos indica que la civilización humana es antiquísima y que no ha podido mantenerse a través de los milenios, sencillamente, porque el destino no lo ha permitido (pag. 251). Son las catástrofes cíclicas descritas en las Antiguas Tradiciones, como las expresadas en los Textos Sagrados de la India: los hindúes hablan de catástrofes producidas por el hecho de que cada 25800 años norte se hace sur y sur se hace norte (P.251), reforzando la idea expresada por Fonck que las leyendas acentúan en el investigador la convicción de que nuestro planeta ha sufrido enormes cambios en el pasado, y de que estos pueden repetirse en el futuro (P.105). Vestigios de los tiempos antidiluviales serían los Mounds (Túmulos) esparcidos por Norteamérica (pag. 257) y las edificaciones del tipo pirámide y torre halladas en Perú, similares a las encontradas en la India, Egipto, Mesopotamia y Centro América. De una época igualmente remota es Tiahuanacu, cuya Puerta del Sol es un calendario descifrado por Edmund Kiss y reproducido por Fonck en su obra. En Construyamos Arcas, el autor establece la presencia de Gigantes en el pasado remoto de la Tierra, basándose en el trabajo de Denis Saurat, "Atlantis y el dominio de los Gigantes", teoría sustentada en el factor gravitacional de la Luna Terciaria sobre el planeta y los seres vivos, lo que habría significado un mayor tamaño de éstos últimos (pag. 276), siguiendo los postulados expuestos en la Cosmogonía glacial de Hörbiger.

Fonck precisa que el género humano existe sobre la faz de la tierra desde hace millones de años, y que siempre trató de mantener un nivel cultural superior, pero las catástrofes que caían sobre él en períodos regulares, no le permitieron mantener el progreso alcanzado, lo que ha hecho que el hombre haya tenido que volver una y otra vez a las armas primitivas de madera, de piedra y de hueso, como también a los utensilios de barro (pag. 321). Asimismo, cimienta la teoría del movimiento de los continentes, fortalecida por el hecho que las zonas de temblores y terremotos, coinciden con aquellos territorios de las más altas cordilleras, territorios que se encuentran en movimiento (pag. 321), tendiendo a desplazarse a la actual línea ecuatorial. Las épocas glaciales coinciden con los cambios en la posición del eje de la tierra, siendo estos cambios provocados por la acción perturbadora de las grandes cadenas de montañas y masas de territorios que tratan de acercarse a la línea ecuatorial, impulsadas por la fuerza de gravedad (pag. 355).

Fonck determina sus postulados en:

  1. Las épocas glaciales no serían otra cosa que capas polares que han cambiado de sitio.
  2. Los diluvios, producidos por la desaparición de las mencionadas capas polares y que harían subir todos los mares en un determinado nivel.
  3. El aumento de la actividad volcánica, consecuencia de las enormes modificaciones geológicas que un cambio en el eje terrestre tiene que producir. Esto explicaría las noches egipcias, la desaparición temporal del sol, luna y estrellas, etc.
  4. Determinado por el contenido del presente libro y por los detalles que dan las leyendas y mitos de los llamados pueblos primitivos, es el de la antigüedad del género humano y de su cultura, la que es prediluvial y, si no ha podido permanecer en el mismo nivel, no ha sido por falta de desarrollo intelectual ni por falta de inteligencia de los hombres, sino que por el implacable destino que ha sumido a nuestro mundo en las tinieblas de las catástrofes (pags. 362 y 363).

Civilizaciones y poderes perdidos

Su segunda obra se titula En busca del Homo Sapiens (1969), una novela humorística que detalla la ardua búsqueda de ésta especie humana en la sociedad. Luego publica Ra Tapu Mana: Una mirada al mundo invisible que nos rodea (1971), donde abarca una amplia visión en torno al conocimiento esotérico, la parapsicología y las remotas Civilizaciones del Pasado. Indica a la Atlántida como una antigua potencia central, desde donde habrían surgido los gérmenes de posteriores culturas tras el gran cataclismo, las cuales se transformaron en las más antiguas civilizaciones conocidas de Asia, Europa y la América Aborigen (P.III). Ello explica, según Fonck, las sorprendentes relaciones existentes entre Pascua, Mohenjo Daro, Harappa y la India (pag. 18), cuyo origen sería una súpercultura antigua, prediluvial (pag. 19), indicando a continuación que las grandes migraciones habían sido consecuencia del último diluvio universal, el que habría trastocado totalmente la geografía, haciendo aparecer nuevos continentes e islas, mientras que parte de otros continentes e islas enteras sucumbían a su avasalladora fuerza destructora (pag. 29).

Fonck establece la existencia de un pueblo prediluvial que mantuvo lazos de amistad con muchos otros pueblos (pag. 36), basándose en los innumerables símbolos, mitos y leyendas de gran similitud entre diversas culturas del planeta. Describe los lazos de contacto entre la Isla de Pascua, la India y Egipto, como también entre la Polinesia y América, como lo demuestran ciertos objetos arqueológicos encontrados en éstas regiones y asimismo las concepciones cíclicas del Tiempo (pag. 53), expresando por ejemplo, la conexión entre el nombre Shiva, muy parecido al nombre del país del que provenía Hotu Matúa’a, el primer rey de los isleños de Rapa Nui, o sea, "Hiva" (pag. 22). En relación con Rapa Nui, Fonck señala: Es indudable que los pascuenses estuvieron en el Perú, o los peruanos en dicha isla, ya que existe en Pascua un moai con características análogas a la cultura que se ha denominado "Tiahuanacu". Estos contactos deben haber sido preincásicos, ya que los incas prohibían escribir, mientras los pascuenses poseían un idioma escrito con más de 750 distintos símbolos o combinados (pag. 27). Establece asimismo el posible origen atlante de los Mayas de Yucatán (pag. 48) y la presencia de población vikinga precolombina en Hvitramannaland y la Gran Irlanda: esto es, la Tierra de los Hombres Blancos, es decir, la América Aborigen (pag. 57). En su conjunto, esta obra comprende un gran espectro que abarca las Runas, la Radiestecia, los escritos de Paramahansa Yogananda, la Telequinesia, los Horóscopos y la respiración rítmica y profunda del Yoga.

El Gran Viaje

Su cuarto trabajo es Rapa Nui: el último refugio. El origen de los Pascuenses (1973), en el cual refiere los grados de perfección cultural y evolución esotérica (pag. 13) que alcanza la Humanidad tras largos períodos de Tiempo. Abordando el estudio de la misteriosa Isla de Pascua, sus habitantes y su enigmática cultura, Fonck señala que los primeros habitantes de la isla son los primeros sobrevivientes de la primera raza del mundo. De color amarillo, muy altos, de largos brazos, con una gran capacidad torácica, con orejas enormes pero sin el lóbulo distendido, cabellos rubios, cuerpo brillante desprovisto de vellos. No conocían el fuego. Eran los Hanau Eepe. Esta raza existía antiguamente sobre otras dos islas polinésicas. Llegaron en barcos de una tierra situada detrás de América (¿Atlántida?) (pag. 92).

Nuevamente, establece la realidad en el pasado de una Cultura-Raíz, señalando que en tiempos prediluviales, desde la isla Atlántida irradió una cultura universal hacia todos los continentes adyacentes (pag. 44) cuyos nexos se rastrean por ejemplo, en la toponimia, indicando que en Asia los nombres de pueblos a menudo terminan en stán (Hindustán, Pakistán, Afganistán, Beluchistán, Nuristán, etc.) mientras que en México, la expresión para país o tierra es tlan. Y en Noreuropa para la misma expresión, la palabra es land. Si comparamos las tres expresiones: stán, tlan y land, podríamos suponer que es una y la misma palabra pronunciada por distintos pueblos de distinta manera (pag. 45). Estas similitudes se explican por los movimientos migratorios de los pueblos primitivos en tiempos protohistóricos, acaecidos como una consecuencia de los enormes cambios geográficos producidos por el último diluvio (pag. 59), cuyas considerables modificaciones geográficas y, podría decirse, geológicas de hace alrededor 11.500 años, fueron producidas por el diluvio universal, el que, a su vez, provino de un cambio de posición del eje de la tierra con sus consiguientes trastornos: los océanos se salieron de sus anteriores posiciones para anegar y hacer desaparecer continentes enteros como la Atlántida, Mu, Mapu, Gondwana, haciendo aparecer continentes hasta entonces sumergidos, y produciendo, además, el cambio en la posición de los casquetes polares (pag. 172), determinando la gran antigüedad del género humano en la tierra (pag. 275) y las catástrofes cíclicas referidas anteriormente, de la cual algunos sobrevivientes poblaron Hawaii y Pascua (pag. 212).

Según Fonck y otros autores citados en su obra, los primigenios habitantes de Rapa Nui eran totalmente distintos a las actuales poblaciones: Los primeros investigadores que llegaron a la isla establecieron que, según la tradición, hubo en tiempos anteriores muchos nativos que tenían la tez blanca, ojos azules y cabello rubio. Los actuales recuerdan todavía a varias personas, muertas a fines del siglo pasado y a comienzos de este siglo, que tenían estas características (pags. 138-139), apreciación reforzada por las palabras de William E. Thomson, quien señaló en 1886 que algunos hombres tenían barbas largas, un hecho desconocido tanto entre los indios americanos como entre los polinesios. Estos relataban que sus antepasados habrían llegado en grandes barcos desde el este, un país montañoso, siguiendo siempre el sol poniente (pag. 170). Además, Fonck refiere a los moai kawa kawa que ostentan barbitas que demuestran que entre los isleños o en su prehistoria hubo seres barbudos (pag. 177 y pags. 240-241). La tesis de población indoeuropea en Oceanía se sustenta luego por medio de numerosos argumentos científicos, basados en el estudio de la morfología, de la filología, de tradiciones y mitos, de su flora (seguramente importada en su mayor parte), de sus artes y de su escritura (como sucede por excepción en nuestra isla de Pascua), ha hecho que los sabios den por establecido que algunas tribus de las islas oceánicas son de origen racial indoeuropeo (pag. 220). Se expresa además que ciertos pueblos oceánicos son indudablemente de origen indoeuropeo y que, venidos sin duda de las regiones altas de la India, han alcanzado, de isla en isla, aquella en que se les ha encontrado (Samoa, Tonga, Tahití, Nueva Zelanda, Pascua, etc.). Esta migración hacia el este está apoyada por argumentaciones científicas numerosas (etnología, lingüística, leyendas históricas, etc.) (pag. 223).

Las conexiones intercontinentales entre América, Isla de Pascua, Asia y Egipto (pag. 170) son ejemplificadas a lo largo de la obra, determinando notables similitudes entre la escritura cretense ó minoica, los glifos egipcios, hititas, la escritura de Harappa y Mohenjo Daro, China y la Isla de Pascua (pag. 184-185), ramas de una remota cultura que levantó los monumentos megalíticos en Europa, África, Asia Menor y Asia en general, se internó posteriormente al Océano Pacífico, y por qué no suponerlo, llegaron también a América, donde igualmente abundan los monumentos megalíticos que en su mayor parte son de procedencia desconocida (pags. 208-209).

Fonck precisa un conjunto de similitudes intercontinentales, entre las que destaca la semejanza del dios pascuense Tu y el Odín nórdico, ambas deidades de un solo ojo, como lo es a su vez el dios barbado Bochica (pag. 222). Además, refiere a los registros de los Incas llamados quipus, conocidos asimismo en la Polinesia (pag. 222) y los contactos entre América y la India (pag. 245), estableciendo el posible origen en la India de los antiguos pascuenses, al provenir estos de la Tierra de Hiva, es decir, la Tierra de Shiva (pag. 254), y poseer la casta sacerdotal de ambos lugares considerables parecidos (pag. 296), ó bien la relación entre las runas de los indogermanos llevadas a la India (pag. 184) y los petroglifos de Rapa Nui llamados Rona (pag. 135), lo que refuerza las conexiones entre lo sistemas de escritura de Pascua, la escritura primitiva china, la de los Andes, la más antigua de los textos indostánicos y Egipto (pag. 308). Citando a Stephen-Chauvet concluye que los polinesios, en especial los pascuenses, han debido provenir del interior de la India, y que estaban relacionados con culturas del Asia Menor, incluso, tal vez, con los egipcios (pag. 230).

Es el Gran Viaje, la gran ruta de las tribus norafricanas descendientes de los Atlantes, hasta llegar al "Último refugio", es decir, la Isla de Pascua (pag. 237) concluyendo que esa cultura tan lejana estaba unida a su cultura matriz a través de una especie de cordón invisible que no fue cortado, representado por esas fuerzas esotéricas (pag. 308). Fonck sintetiza sus argumentaciones en las similitudes etimológicas entre norafricanos (bereberes) y polinesios (Ako Ako - Aku Aku; quahuna - kahuna), la semejanza en la toponimia de la India y Pascua, como también en las creencias religiosas y esotérica y las formas de escrituras.

En Kahunas. Los Poseedores del Secreto (1975), Fonck desarrolla el estudio de la misteriosa secta sacerdotal de Hawaii, los Kahuna, descendientes de un antiguo grupo proveniente de Noráfrica, junto a otras interesantes expresiones del conocimiento, como la Radiestesia, las facultades de la autosugestión, el Inconsciente Colectivo de Carl Gustav Jung, el Yoga y Hatha Yoga, las extraordinarias actividades de Paramahansa Yogananda y las experiencias del médium Jaime Galté, entre otros notables temas, promoviendo la recuperación de cualidades perdidas en el Hombre actual: Creo sinceramente que las fuerzas mentales son las que van plasmando nuestro futuro, y no sólo el nuestro, sino que también en cierto sentido el de nuestros semejantes (pag. 15). Ó bien: Quiera el destino que las fuerzas esotéricas, materia de este libro, queden en manos de una élite de sabios y de científicos que sepan emplearlas en beneficio de nuestra convulsionada humanidad, ya que su empleo podrá ser algún día de una influencia decisiva para el porvenir de nuestro planeta (pag. 14).

Los Kahunas ó sumos sacerdotes poseían fuerzas esotéricas tan estupendas, que podían caminar con los pies desnudos sobre ascuas, sin sufrir quemaduras. Además, eran capaces de sanar a enfermos graves a través de prácticas diversas, aplicando una dosis de energía vital que sabían almacenar dentro de sí (lomi-lomi), obteniéndola de fuentes ignoradas por el hombre blanco. Otra característica estaba en su clarividencia, con la cual pronosticaban hechos por ocurrir o establecían cosas que estaban sucediendo a gran distancia (pag. 11). La obra describe la extensa migración de las doce tribus bereberes habitantes de la zona de los Montes Atlas y del desierto del Sahara (en Noráfrica central y occidental), de las cuales once tribus tomaron la determinación de trasladarse a un grupo de islas situadas en el Océano Pacífico, donde podrían conservar sus conocimientos psíquicos, llamados huna, y que coinciden con los hawaianos. Los componentes de estas tribus fueron aparentemente los que llegaron a colonizar las islas de Oceanía y que son conocidos actualmente bajo el nombre de polinesios (pag. 310).

En Kahunas, el autor propone la existencia de un arco entre las culturas hindúes y pascuenses, como lo dispone a través de la presencia en la India de los santuarios llamados stupas, mientras que los pascuenses construyeron torres llamadas tupa. La diferencia se explica por el hecho de que los polinesios no empleaban la letra "S". Otras demostraciones residen en el hecho de que los rishis hindúes han encontrado en Pascua el nombre de arikis y de que, si tratamos de traducir el nombre de Brama al pascuense, nos encontramos con la sorpresa de que Raa, significa "sol" (¿o Dios?) y ma΄a es sinónimo del "que sabe", lo que podría interpretarse como: "El Dios que sabe" (pag. 210). Señala luego que los sacerdotes en Pascua eran llamados ariki, en Hawaii ali ii y en la India rishis (pag. 332). Fonck ventura asimismo vínculos durante remotas edades entre la Isla de Pascua, China y la India (pag. 268).

Este grupo primitivo presente en Rapa Nui poseyó una cualidad ó poder oculto en la actualidad, conocido como Mana, pues los prepascuenses o pascuenses primitivos han debido contar con medios extraordinarios para mover y levantar sus moais, los que incluso debían portar esas pesadas coronas de piedra roja sobre sus cabezas, otro misterio difícil de resolver. Por ello, creo que el mana ha sido, como lo determina el padre Sebastián Englert con su interpretación: "una fuerza espiritual, poder misterioso, creador" (pag. 266). De acuerdo a Fonck, la migración de los bereberes parte desde el desierto del Sahara hasta la India (Pakistán Oriental), y desde ahí, a través de las Malayas, Sumatra, Java, Borneo y las Célebes, a Nueva Guinea y al Pacífico, para llegar finalmente a su objetivo final, a Rapa Nui (pag. 327). El autor señala que incluso los bereberes prosiguieron hasta América y tuvieron una fuerte influencia sobre los pueblos americanos, ya que he podido comprobar tribus amazónicas que han dejado nombres en su toponimia, traducibles perfectamente a base del idioma pascuense (pag. 329). El conocimiento de los Kahunas se remonta a una cultura antiquísima que tal vez se remonte a tiempos prediluviales (Atlántida) (pag. 323).

En Hombres y Estrellas (1979), Fonck propugna un estadio superior de la Humanidad en épocas pasadas, a diferencia de los postulados de Erich von Däniken, quien expone a lo largo de su obra el origen extraterrestre de la civilización y la cultura en la Tierra.

Moais

Arribo a Hvitramannaland

En Vikingos y Berberiscos. Los más osados conquistadores (1978), posiblemente uno de sus trabajos más notables, Fonck determina el arribo a costas chilenas de embarcaciones libio-egipcias-berberiscas dirigidas por Maui y Rata, específicamente en el balneario de Rocas de Santo Domingo, desde donde remontaron a Tinguiririca, siguiendo el curso del Río Rapel (pag. 25), bajo el Reinado de Ptolomeo III (pag. 118). Añade Fonck, que éstas poblaciones norafricanas no se limitaron a la región de San Fernando, ya que en Arica volvemos a encontrar toponimias polinésicas (pag. 26). Fonck refuerza sus postulados por medio de vestigios arqueológicos, especialmente en Rocas de Santo Domingo, como por ejemplo, tortugas y cabezas de pájaros esculpidos en roca, talismanes líticos, trozos de una columna y un sarcófago (pag. 61 y ss), y la extraordinaria Piedra del Sol, un menhir calendárico de cinco metros de altura, como asimismo por medio de toponimia pascuense en la zona: Tinguiririca, Rengo, Requinoa, Chimbarongo, etc.

Vikingos y Berberiscos, destacan por su osadía y espíritu aventurero que los llevó a remotos lugares. Ambos grupos, comparten un origen en común: los Indoeuropeos, extendidos por Europa, Asia y Oriente Medio (P.91), determinando que los Vikingos dominaron los mares en el Hemisferio Norte; y sus primo-hermanos, los Egipcio-Berberiscos, por su parte, el Hemisferio Sur (Pags. 91, 109, 144 y 146), ambos descendientes de un tronco común (pag. 160), como explica Fonck, por el hecho que las razas germánicas de distintos orígenes influenciaron las culturas mediterráneas, con lo que puede explicarse que los berberiscos y los tuareg parcialmente eran rubios, de ojos azules y piel blanca, naturalmente que tostada por el implacable sol del desierto (pag. 115), lo que es reforzado por estudios lingüísticos y culturales entre ambos grupos culturales (pag. 38).

El autor reitera su noción que en épocas prediluviales, haya existido un gran pueblo como el de los atlantes, que influenció indudablemente a los demás conglomerados étnicos con sus creencias, su idioma, sus costumbres y sus industrias, en forma que éstos, una vez desaparecida la gran isla, siguieron sustentando esas creencias y ese modo de vivir, el cual naturalmente tuvo que ir variando en contacto con pueblos que tal vez hubiesen vivido aislados, en islas o en extremos inaccesibles de algunos continentes (pag. 111), agregando que tal vez el origen de todos estos pueblos haya estado en la legendaria isla Atlantis de la que informó en forma escueta y verídica el gran sabio griego Platón. Así podría comprenderse el gran número de toponimias en Europa y en multitud de países en Europa, Asia, África y América, como también en Polinesia (P.Ib). De este modo, establece el posible arribo de tribus celtas ó sus descendientes a Chile, como ha podido rastrear en algunas construcciones estilo menhir (pag. 127). Los Vikingos llamaron a América la Tierra de Hvitrama, es decir, La Tierra de los Hombres Blancos, gobernado por hombres de su estirpe, blancos y de ojos azules, de pelo rubio (pag. 137), señalando también la existencia de los indios blancos en Sudamérica, en países como Venezuela, Colombia, Brasil y Chile (pag. 138).

Consideración final

Recientemente, un libro póstumo de Oscar Fonck Sieveking ha sido publicado: Apaches, Comanches y Mapuches (2002), donde propugna la posibilidad del origen común entre los habitantes de la América Precolombina y Asia.

Se podría concluir que Fonck a lo largo de sus trabajos establece las bases para una revisión de la real antigüedad del Hombre y de las culturas del planeta -a la luz de la Concepción de las Catástrofes Cíclicas-, descendientes de los remotos sobrevivientes de los Diluvios y de los grandes cataclismos, como asimismo de las capacidades mentales y materiales que la Humanidad porta en sí. Su extraordinaria obra vislumbra un pasado poco conocido de la Historia Preglacial de la Humanidad, alcanzando las puertas del Imperio de Atlantis.

por Rafael Videla Eissmann

Bibliografía

  1. Fonck S., Oscar. Construyamos Arcas. Los Enigmas del Pasado. Editorial Orbe. Santiago, 1965.
  2. En busca del Homo Sapiens. Editorial del Pacífico. Santiago, 1969.
  3. Ra Tapu Mana. Una mirada al mundo invisible que nos rodea Editorial del Pacífico. Santiago, 1971.
  4. Rapa Nui: el último refugio (El origen de los Pascuenses). Editorial Zig-Zag. Santiago, 1973.
  5. Kahunas. Los Poseedores del Secreto. Editorial Zig-Zag. Santiago, 1975.
  6. Hombres y Estrellas. Editorial Distar Libros S.R.L. Buenos Aires, Argentina.
  7. Vikingos y Berberiscos. Los más osados conquistadores. Editora Nacional Gabriela Mistral. Santiago, 1978.
  8. Apaches, Comanches y Mapuche. Santiago, 2002.
  9. Mandujano López, Sergio. Una Historia jamás contada. Piedra del Sol. Intihuatana de Santo Domingo. S/E. 2003.
  10. Videla Eissmann, Rafael. La Piedra el Sol y los Monumentos Megalíticos en Santo Domingo. Ediciones Riapantú. Santiago de Chile, 2005.

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