Ecocidio

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Pelícano cubierto con petróleo.

El neologismo ecocidio se define como deterioro del medio ambiente y los recursos naturales como consecuencia de la acción directa o indirecta del humano sobre los ecosistemas. Reflexionando sobre la palabra ecocidio podemos tener infinidad de ejemplos sobre las consecuencias de las acciones del hombre, no solo sobre los ecosistemas sino también, como al ser afectados, estos se va degradando la vida sobre la tierra poniendo en peligro la existencia humana.

Historia

Vietnam

El origen de esta palabra viene de los tiempos de la guerra de Vietnam, con el uso de defoliantes como el agente naranja, producido por la empresa Monsanto, que causaron daños irreversibles, destruyendo bosques tropicales y la contaminación de los cuerpos de agua, además del uso de armas químicas como el napalm, contra la población indefensa, todo lo anterior provocó que la ciudadanía tomara conciencia sobre la situación que se estaba viviendo en este país y que se crearan tribunales internacionales para condenar y analizar los impactos ambientales de estos agentes biológicos y químicos sobre los ecosistemas.

Durante el tiempo de permanencia del ejército de los Estados Unidos, utilizaron miles de litros de agente naranja sobre los bosques y cultivos de sus habitantes con el objetivo, de diezmar a su población de combatientes.

“Desde 1960 hasta 1971 los aviones C- 123 de la fuerza aérea norteamericana, como parte de la llamada Operación Ranch Hand, lanzaron casi ochenta millones de litros de herbicidas sobre 2,5 millones de ha de bosques y cultivos de Vietnam, con la idea de defoliar los árboles donde pudiese esconder la guerrilla del Vietcong, y para destruir las cosechas con las que pudiese alimentarse”.

Para llevar a cabo este ecocidio se utilizaron en promedio unos quince defoliantes distintos, los cuales eran conocidos por los colores del arco iris, entre estos el agente naranja que supuso el 60% de herbicida que se utilizó en las aspersiones aéreas, el cual está compuesto por dos componentes con alto contenido de dioxina, estudios sobre la misma (dioxina) muestran que sería necesario en promedio 100 gramos de este producto para contaminar el agua de una ciudad y por lo menos matar entre 8 y 10 millones de personas, en Vietnam se aspersaron 350 kg de este producto lo cual ocasionó no solo daños irreparables a flora y fauna sino que también que estas tierras tardarán siglos en ser fértiles nuevamente; pero tal vez el daño más grave fue el ocasionado a la generación posterior de vietnamitas y de soldados estadounidenses que participaron en este conflicto, consecuencias que van desde retardo mental hasta niños nacidos con deformidades.

“Los científicos vietnamitas calculan, que desde mediados de los años sesenta 500.000 niños nacieron con deformidades y enfermedades congénitas relacionadas con la dioxina y este tipo de malformaciones siguen apareciendo hoy.”

En cuanto a los soldados estadounidenses se calcula que sobre 60.000 resultaron afectados al igual que sus descendientes, pero mientras los soldados fueron indemnizados con cerca de 180 millones de dólares, los vietnamitas no recibieron ningún tipo de indemnización, el tribunal de los Estados Unidos argumento que para la época de las aspersiones, aéreas, aún no se habían ratificado los tratados internacionales sobre armas químicas y biológicas.

Isla de Pascua

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El caso es uno que tal vez se ha escuchado bastante hablar especialmente sobre las estatuas en Piedra que construyeron, pero que pocos se han puesto a estudiar y meditar, del por que esta civilización que había sobrevivido a una migración desde la Polinesia, en poco tiempo colapsa y prácticamente su civilización desapareció; me refiero a los habitantes de la isla de Pascua.

Esta isla ubicada en el Pacífico, es una clara evidencia de lo que le puede pasar al planeta tierra sino utilizamos racional y eficientemente los recursos disponibles y por el contrario nos damos a la tarea de destruir la naturaleza que es nuestro medio de vida no renovable y escaso.

Cuando llegaron los polinesios a esta isla, la misma era llena de vegetación y de fauna, era considerada una de las colonias de aves marinas más ricas del Pacífico, sus habitantes recién llegados no pensaron prospectivamente se dieron a la labor de consumir todo cuanto pudieron y también en la labor de degradar su suelo.

"...a medida que la población crecía cazaban más, pescaban más, cogían más frutos de los árboles y talaban más el bosque para los nuevos cultivos. Olvidaron de donde venían, solo existían ellos y el agua que los rodeaba".

Cuando la población empezó a crecer desmesuradamente los recursos empezaron a escasear, sus habitantes se enfrentaron a una hambruna sin precedentes, esto debido a la sobreexplotación de los recursos que les proveía la isla, los cultivos también se vieron afectados, la tala indiscriminada de los bosques, para construir estatuas, ocasionaba que la tierra fuera más árida y por tanto los cultivos vieron diezmados su producción.

“Con la escasez de árboles no sólo perdían la capa fértil, sino residuos forestales para hacer abono, material para construir canoas, estatuas, cuerdas, cestas, incluso tenían dificultad para hacer un buen fuego para calentarse”.

En un intento por sobrevivir y pedir la ayuda de los dioses los habitantes de la isla, empezaron a construir estatuas moais cada vez más grandes, pero con esta acción lo que estaban haciendo era completamente diferente, por que el diseño de estatuas exigía cada vez más madera, por lo cual deberían derribarse más árboles y por tanto la erosión de la tierra aumentaba, fue tanta la necesidad de alimento que incluso, se volvieron antropófagos, finalmente la sociedad colapsó y el número de habitantes disminuyó por encima del 90%.

Este símil de la isla de Pascua es para ver el contraste entre la situación de varios siglos a tras y situación actual del planeta tierra, los habitantes de la tierra no piensan que sus acciones por más pequeñas que sean, se ven reflejadas en grandes consecuencias a largo plazo, vale la pena contrastar la situación en la cual los economistas clásicos, solo pensaban en la microeconomía, como la panacea para poder entender los procesos económicos, pero sus estudios miopes, no les permitían ver que la misma estaba interrelacionada con la macroeconomía, al ser interrelacionadas estas (micro y macroeconomía) se formularía la teoría conocida en el ámbito económico como la síntesis neoclásica. Todo fue a causa de los incidentes.

Actualidad

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Los procesos por los cuales se ven afectados los ecosistemas, son muy variados y muy complejos, vienen desde el simple uso de productos no biodegradables en nuestro uso diario, hasta el uso indiscriminado de pesticidas para exterminar plagas en los cultivos.

Las consecuencias para la fauna silvestre no sean hecho esperar, se tienen datos estimados que a partir de los años 1500- 1850 una especie de ave desaparecía para siempre cada diez años, se infiere entonces que a este ritmo desaparezca una especie por hora a partir del 2000, sobre el tema la Organización para la Agricultura y la Alimentación conocida como FAO dice: “El 70 % de las principales reservas pesqueras del mundo han desaparecido o están sobre explotadas. 17 de las zonas pesqueras mayores del mundo han alcanzado o sobrepasado los límites sostenibles. Las especies silvestres se están extinguiendo hasta 100 veces más aceleradamente. Cada minuto desaparece una especie.”

En cuanto al recurso tierra contrario a lo que pensaban los economistas de la escuela de pensamiento económico conocida como los fisiócratas y su principal representante Francis Quesnay, la tierra actualmente no se puede considerar como un bien ilimitado, al contrario en el afán de aumentar la productividad de la tierra, los procesos erosivos aumentan como consecuencia de la necesidad de más insumos para la producción de alimentos, una vez la tierra queda estéril, hay necesidad de aumentar la frontera agrícola con sus consecuencias ecológicas que trae como es el de acabar con bosques y todo, el ecocidio que esto trae. “Los bosques cada día se reducen más. Cada año cerca de 2.300 km² de tierra fértil se convierten en desierto. Otras 77.500 km² son destruidas o seriamente agotados. La cuarta parte de la superficie terrestre se halla amenazada por la desertificación irreversible, en buena parte debida al mismo trabajo agrícola. La tierra se contamina también por la utilización excesiva de los fertilizantes artificiales y los productos fitosanitarios (insecticidas, herbicidas, fungicidas), etc)."

Con la globalización los procesos productivos se van estandarizando, la contaminación de tierra, y aire ocasiona que sus efectos se vean en toda el planeta calentamiento global, análogamente estamos pasando por una situación muy parecida a los pascuenses, que vieron como sus recursos se iban agotando y la única alternativa de solución en el corto plazo era la de construir más estatuas para adorar y esperar la bendición de los dioses, los habitantes de la tierra, ven como su única solución modelos de desarrollo que lo único que hacen es a aumentar, la sed desmedida de ganancia económica sin medir las consecuencias en el largo plazo.

Uso del Glifosato en Colombia

El gobierno de Colombia en su afán de controlar la oferta de cocaína para más de 180.000.000 de adictos en el mundo, ha incurrido en políticas violatorias de su soberanía como la extradición de los grandes capos del narcotráfico a naciones extranjeras, así como también el solicitar la ayuda económica y militar de los Estados Unidos a través de paquetes como el Plan Colombia esta ayuda incluye la utilización de productos como el glifosato, herbicida que no solo destruye en su totalidad los cultivos ilícitos sino también los cultivos lícitos de los habitantes de estas zonas. “Por su parte, científicos, organizaciones no gubernamentales y campesinos, denuncian que este herbicida, así como las combinaciones que se utilizan para las aspersiones, tienen graves efectos en la salud de las personas y no solo erradica los cultivos ilícitos, sino que afecta otras siembras y contamina los cuerpos de agua”.

Colombia es el único país de Sudamérica que aun utiliza las fumigaciones aéreas como herramienta para acabar con estos cultivos. En países como Perú y Bolivia, la erradicación es manual. El argumento principal para la utilización del glifosato conocido en el mundo de los herbicidas como Roundup es que su nivel de toxicidad es muy poca incluso se argumenta que esta puede ser menor que la cafeína y la sal común, sin embargo los hechos registrados y debidamente documentados en las poblaciones que se han visto afectadas, sus reacciones son completamente diferentes, municipios como La Hormiga en el Putumayo (Colombia), muchos de sus habitantes, presentaron cuadros clínicos como irritación en los ojos así como enfermedades en la piel, reacciones antes no vistas de iniciarse las fumigaciones aéreas con glifosato. “Según las investigaciones realizadas, en Colombia se usa para las aspersiones el producto comercial del glifosato Roundup, que tiene en su composición un elemento que le facilita la penetración en la planta llamado polixietilenoamina (POEA), con una toxicidad aguda tres veces superior a la del glifosato puro que produce daños gastrointestinales, del sistema nervioso central, problemas respiratorios y destrucción de los glóbulos rojos.”

Organismos fitosanitarios como la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés), dio a conocer un estudio en el cual advierte que el glifosato fue una de las 25 causas de principales de enfermedades en zonas como California, además que este producto en sus etiquetas de uso, hace advertencias sobre la no utilización del mismo en zonas con cuerpos de agua, por tanto se estaría haciendo un ecocidio contra la flora y fauna en las selvas colombianas. “Otra fuente de gran impacto es la aplicación de plaguicidas, abonos y correctivos que los sembrados usan indiscriminadamente modificando las condiciones fisicoquímicas del suelo, deteriorando la calidad de los cuerpos de agua y generando efectos negativos en la calidad de la vida humana así como la disminución y pauperización de las actividades agrícolas tradicionales.”

Por su parte el gobierno con ayudas como el Plan Colombia, la única alternativa de solución ante el problema de los cultivos ilícitos, es la fumigación aérea, poniendo en riesgo no solo la vida de centenares de pobladores, sino también el daño ecológico muchas veces de carácter irreversible, de ahí que el significado de la palabra ecocidio, tome especial relevancia en Colombia.

Artículos de opinión

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Ecocidio: Breve Historia de la Extinción en Masa de las Especies

Por Franz Broswimmer


Introducción

“El Homo sapiens se ha convertido en la especie dominante de la Tierra. Desgraciadamente , nuestro impacto es devastador y si seguimos destruyendo el medio como lo estamos haciendo en la actualidad, la mitad de las especies del mundo se habrá extinguido a principios del siglo XXI. […] El Homo sapiens está convirtiéndose en el agente más catastrófico desde que un asteroide gigantesco se estrellara sobre la Tierra hace 65 millones de años aniquilando a la mitad de las especies del Planeta en un instante geológico.” (Richard Leakey y Roger Lewin, La sexta extinción, Tusquets, Barcelona, 1997)


“Y aserraron las ramas en las que se sentaban mientras se intercambiaban experiencias y consejos sobre cómo serrar con mayor eficacia. Y cayeron aparatosamente al fondo. Y los que les observaban menearon la cabeza y continuaron aserrando enérgicamente.” (Bertolt Brecht, Gedichte V)

El problema (I)

LOS PROBLEMAS que surgen de la actual extinción de especies acelerada y de la destrucción global de los hábitats se consideran de importancia primordial para la humanidad sólo desde hace bien poco tiempo. Y sin embargo, la importancia básica de la biodiversidad que queda aún sobre la Tierra sigue infravalorada y poco estudiada. A comienzos del siglo XXI sólo se ha identificado una parte de la diversidad biológica existente. Las cifras varían considerablemente: los cálculos más conservadores son de unos cinco millones de especies en todo el mundo, mientras otros más generosos van de 30 a 50 millones. [1] Del 1.700.000 especies que se han catalogado en la actualidad, sólo un 5 % puede considerarse bien conocido, y las relaciones entre muchas de ellas siguen siendo un misterio.

Lo que sí sabemos, sin embargo, es que el planeta Tierra pierde especies a una velocidad sin igual en la experiencia humana. En el mundo contemporáneo, el goteo normal de extinciones se ha transformado en una hemorragia a borbotones en la que desaparecen diariamente 100 o más especies. [2] La oleada actual de extinción sólo tiene parangón con las tres grandes extinciones en masa catastróficas del remoto pasado geológico.

La primera extinción masiva se produjo en tierra y en aguas superficiales hace unos 250 millones de años y marcó el final del período pérmico. Al ser la más antigua, esta extinción es todavía mal conocida y sus causas se ignoran en gran parte. Los paleontólogos creen que fue producida por un lento pero inexorable cambio climático y del nivel del mar, ocurrido cuando las fuerzas de la deriva continental hicieron que los grandes continentes terrestres se fundieran en un único y gigantesco supercontinente (Pangea). Cuando los continentes se separaron finalmente de su abrazo tectónico, había desaparecido más del 90 % de las especies de la Tierra. Esta gran extinción barrió la mayor parte de la vida animal marina y terrestre y acabó con la historia evolutiva de 200 millones de años denominada Paleozoico por los geólogos.

La segunda gran crisis se produjo hace unos 200 millones de años, justo cuando los ecosistemas del Planeta se habían reorganizado en una serie de comunidades marinas y terrestres estables. Antes de este segundo período catastrófico, la fauna terrestre estaba constituida por una mezcolanza de dinosaurios de reciente evolución, grandes animales similares a cocodrilos y algunos reptiles parecidos a mamíferos. La mayoría de estas criaturas desaparecieron de la Tierra junto a los arrecifes de coral y la mayor parte de los amonites con concha. La causa de esta extinción masiva no fue un acontecimiento único y rápido, sino una serie de catástrofes medioambientales que se sucedieron una tras otra a lo largo de unos 100.000 años o incluso menos. Las dos causas principales fueron probablemente un meteorito de unos cinco a diez kilómetros que colisionó con la Tierra dejando un cráter de más de 100 kilómetros de diámetro en Québec, y la erupción de grandes flujos de lava por debajo de lo que hoy son las selvas del valle del Amazonas. Además, el clima del Planeta cambió drásticamente. Todos estos sucesos se conjuntaron para dar lugar a un cambio medioambiental suficiente como para producir esta segunda oleada de extinción masiva. Con todo, esta catástrofe dejó abierto el camino a los dinosaurios, que finalmente resultaron ser los grandes vencedores.

La tercera gran extinción masiva tuvo lugar hace 65 millones de años y aniquiló los dinosaurios y cientos de miles de otras especies acuáticas y terrestres. Al igual que en el caso anterior, este suceso fue causado por diversos factores, entre ellos cambios climáticos y una súbita variación del nivel del mar. Pero la culminación de esta extinción masiva, y su elemento más espectacular, con ventaja, tuvo lugar cuando un asteroide o cometa gigante, de 10 kilómetros de diámetro, chocó con la superficie de la Tierra cerca de la península de Yucatán. La colisión produjo un infierno abrasador de bosques incendiados en la mayor parte de la superficie de la Tierra , acompañado de olas gigantescas y grandes emisiones de gases venenosos (éstos fueron los efectos a corto plazo, en las primeras horas o días). Pero aún fueron más letales los meses de obscuridad que envolvieron el Planeta tras el impacto del cometa. Millones de toneladas de tierras y escombros extraterrestres salieron disparados al aire, obstruyendo el paso de la luz solar y produciendo una interminable noche ecocida. En tierra, y todavía más en los océanos, murieron las plantas y, como consecuencia, perecieron muchos animales que se alimentaban de ellas. Desapareció más del 50 % de todas las especies del Planeta.

En los 65 millones de años transcurridos desde la desaparición del último dinosaurio, las especies supervivientes y sus descendientes se han multiplicado hasta niveles de diversidad nunca visto en períodos anteriores. Sin embargo, con la aparición de los seres humanos modernos surgió una nueva crisis de extinción masiva. Se ha desarrollado durante milenios y, a diferencia del efecto invernadero, del calentamiento global o de los agujeros de la capa de ozono, se hace visible sin necesidad de imágenes complejas ni de modelos complicados por ordenador. Es real y se está produciendo en todo el mundo, y del modo más flagrante en los trópicos.

Escogí el término ecocidio para referirme a esta recientísima crisis de extinción masiva de especies.

Ecocidio designa el terrible alcance y los efectos acumulativos de esta crisis de extinción masiva y destrucción de hábitats inducida por la especie humana. El objetivo de este libro es afinar nuestra comprensión histórica y explorar posibles alternativas liberadoras. Mi objetivo central es examinar los fundamentos sociológicos de este problema global. Al adoptar un enfoque interdisciplinar para investigar las fuerzas sociales, políticas e ideológicas que conducen al Ecocidio, este libro forma parte de los esfuerzos recientes por unir las ciencias naturales y sociales. Este marco de trabajo interdisciplinar contribuye también a una comprensión más holística del Ecocidio. Como señala el paleontólogo Sthephen Jay Gould,

“Necesitamos una perspectiva amplia en el más asombroso de los desastres ecológicos y evolutivos”.[3]

En último extremo, este estudio se refiere a un aspecto de la globalización, es decir, de los procesos globales que conducen a la colonización y la destrucción de los sistemas que sostienen la vida en nuestro Planeta. Espero ofrecer una crítica sociológica del Ecocidio como configuración extremadamente perniciosa desde un punto de vista global, mostrándolo como un producto histórico dependiente de la acción humana.

La cuestión clave de este libro no es si el Homo sapiens sapiens ejerce violencia sobre la Naturaleza , habida cuenta de que probablemente no puede hacer otra cosa. El Homo sapiens forma parte de la Naturaleza y, en cierto sentido, necesitamos ejercer violencia sobre otras especies si queremos sobrevivir y reproducirnos como especie. La cuestión es, más bien, en primer lugar, si es necesario que esta violencia sea insensata, cruel e innecesaria, y, en segundo lugar, si este tipo de comportamiento se enfrenta ahora a la contradicción suprema: el Homos sapiens no puede seguir por este camino y sobrevivir al mismo tiempo.

Ecocidio en Brasil: En breve otro ecocidio más

El problema (II)

LOS PALEOBIÓLOGOS (expertos que estudian las consecuencias de la muerte de las especies en el registro fósil) distinguen dos tipos de extinciones: la extinción de fondo y la extinción en masa.

La extinción común de fondo de las especies se da continuamente, en general después de un prolongado período de “éxito” durante el cual ni la especie ni su nicho ecológico cambian significativamente. A diferencia de la desaparición aleatoria de especies que se produce “gradualmente” por medio de las extinciones de fondo, la extinción en masa provoca cambios catastróficos en la distribución y número de las especies. Gould afirma que

“las extinciones en masa deben reinterpretarse como rupturas y no como culminaciones de un proceso continuo, basándose en cuatro criterios: son más frecuentes, más rápidas,más profundas (en números y hábitats eliminados) y tiene efectos más diversos que las ocurridas en épocas normales”.[4]

La extinción es el destino último de toda especie.

De la misma manera que un individuo nace, vive el tiempo que le corresponde sobre la Tierra y luego muere, también la especie nace, existe durante un número de años (que generalmente se cuentan por millones) y luego termina por extinguirse. Al igual que la página de necrológicas de un periódico, el registro fósil refleja cómo se han producido las extinciones de fondo a lo largo del tiempo. Pero el paleontólogo David Raup y otros investigadores han demostrado que la tasa a la que se ha producido estas extinciones aleatorias a lo largo del tiempo geológico es notablemente baja. Según los cálculos de Raup, la tasa de extinciones de fondo durante los últimos 500 millones de años ha sido de una especie cada cinco años. En cambio, Norman Myers, uno de los primeros científicos que advirtió acerca de la actual extinción en masa, ha calculado que, durante los últimos 35 años, se han extinguido cuatro especies al día sólo en Brasil.

El biólogo de Harvard Edward O. Wilson calcula que antes de que existieran los seres humanos la tasa de extinción anual de especies era (sólo aproximadamente) de una especie por millón (0,0001%). Los cálculos de las actuales tasas de extinción van de 100 a 10.000 veces esa cifra, pero la mayoría oscilan en torno a las 1.000 veces los niveles prehumanos (lo que supone un 0,1% anual) con una proyección al alza, probablemente muy brusca. [5] Si se tiene en cuenta que las selvas y otros hábitats de las 25 zonas biológicas críticas existentes en la Tierra se han reducido ya hasta el 10% de sus niveles prehumanos, que la mayoría están en riesgo inmediato de desaparición, y que la extinción de las especies aumenta cada vez más por la contaminación, el cambio climático y el flujo creciente de especies invasoras, los mencionados cálculos de extinciones en masa causados por la reducción de sus hábitats son “tristemente mínimos y modestos”.

El Homo sapiens lleva existiendo poco más de 130.000 años.[6] Sin embargo, harían falta entre 10 y 25 millones de años para que el proceso natural de evolución de las especies rectificara la devastación de la Biodiversidad de la Tierra desencadenada por las sociedades humanas en los últimos milenios, y concretamente por las generaciones más recientes.

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El problema (III)

LOS CAMBIOS inducidos por el hombre en el conjunto de la Biósfera no tienen precedente. Comprenden el trastorno de los ciclos biogeoquímicos, el rápido cambio climático, la erosión generalizada de los suelos, la desertificación extensiva y la dispersión incontrolada de toxinas sintéticas y organismos genéticamente modificados.

La globalización de la degradación medioambiental y de la extinción en masa exige un reexamen de las tradiciones jerárquicas y las prácticas sociales humanas. Desde la aparición de la agricultura y la sociedad de clases, la socialización (humanización) de la Naturaleza ha estado siempre sometida a reglas nuevas, determinadas por las luchas por la producción de excedentes. En concreto, las sociedades industriales modernas se distinguen por su capacidad sin precedentes para transformar la Naturaleza , incluyendo la capacidad única en la historia de destruir hábitats de especies a escala planetaria. Sin embargo, el espíritu dominante de la época moderna reciente parece caracterizarse por una llamativa negación (o, al menos, un “olvido”) de las consecuencias ecológicas del comportamiento social humano. Muchos sociólogos han sido cómplices de esta actitud ya que han tendido a preocuparse más de las estructuras abstractas que de los procesos concretos. Con frecuencia se han ocupado más de las colectividades abstractas que de las interacciones entre los individuos y sus condiciones materiales concretas, en lugar de estudiar los comportamientos observables en un entorno histórico particular y real han producido prolijos discursos. Han preferido las manipulaciones estadísticas de datos y mapas al estudio normativo de los procesos socioecológicos actuales. [7]

En el presente trabajo nos proponemos, en cambio, dirigir una atención crítica al nexo histórico entre las relaciones ecológicas y sociales, que ha llevado a un Ecocidio progresivo. Sostengo que el aparente éxito social de los seres humanos en la eliminación de otras especies vivas se está convirtiendo en un grave problema. Los antecedentes autodestructivos de unas 480 generaciones desde la revolución neolítica merecen un examen más atento a partir de bases ecológicas y sociales. La tendencia de los humanos a eliminar otras especies vivas –a veces sin saberlo o de manera accidental- es un indicador de la medida en que transformamos la Naturaleza en contra del objetivo buscado.

La economía capitalista globalizadora exacerba estos problemas amenazando destruir toda la Biósfera,infligiendo graves e irreparables daños a un intrincado sistema que sustenta la Vida. Los Ecosistemas complejos son socavados hasta su hundimiento. Las prácticas de pastoreo excesivo, deforestación y desbroce contribuyen a extender los desiertos, factor acelerado actualmente por el cambio climático. [8] Los humedales costeros son drenados en provecho de la agricultura, lo que permite que los productos químicos tóxicos se viertan al mar, donde se añaden a los contaminantes industriales y a las aguas servidas.

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El problema (IV)

LAS SOCIEDADES MODERNAS han perdido terreno en importantes cuestiones medioambientales, en parte porque han dejado que desaparezcan del debate público. Después de todo, los intereses creados procuran sistemáticamente debilitar el apoyo crítico de la población al medioambiente. [9] Así también, el paso de tortuga en las negociaciones relacionadas con la degradación global del medio ambiente a lo largo de las últimas décadas puede atribuirse a la considerable y bien organizada oposición del mundo empresarial. Pero el Ecocidio no es, como han sugerido cínicamente algunos comentaristas, una "exageración morbosa", un "invento pesimista" o un "panorama desastroso y melodramático de universitarios alarmistas" o de "ambientalistas eco-charlatanes". Lo cierto es que si los noticieros televisivos se basaran en un realismo ecológico, los habitantes del mundo escucharían noche tras noche algo parecido a lo siguiente:

«Hoy también se han extinguido unas 100 especies animales y vegetales y han desaparecido otras 50.000 hectáreas de selvas tropicales: los desiertos han avanzado otras 20.000 hectáreas ; la economía mundial ha consumido el equivalente a 22 millones de toneladas de petróleo y, por lo tanto, durante esas 24 horas habremos liberado a la atmósfera otros 100 millones de toneladas de gases de efecto invernadero…»

El elefante, el león y el tigre europeos han desaparecido para siempre. El pato del Labrador, el alca gigante y la cotorra de Carolina no volverán a llenar con su presencia nuestro Planeta azul. El mamut lanudo y el rinoceronte lanudo euroasiáticos, el buey almizclero y el alce irlandés gigante de la Edad de Hielo se han perdido para siempre. Han desaparecido los enormes mamut y mastodonte, el bisonte gigante y el tigre de dientes de sable, los castores gigantes, el perezoso gigante y el gran oso caricorto, el camello, el tapir, el caballo, el ciervo-alce y el león de media tonelada de Norteamérica. Ya no existen el elefante enano y el hipopótamo pigmeo de Chipre y Creta y del antiguo Egipto; el cocodrilo de Nueva Caledonia, el ave elefante de media tonelada, el hipopótamo enano, la iguana gigante, la tortuga gigante y el lémur gigante de Madagascar, grande como un gorila; el perezoso terrestre gigante de las Antillas; el elefante de Nauman y el ciervo gigante de Japón; el koala gigante, el Genyornis, parecido a un emú gigante, y el wuómbat gigante de Australia; el ante espinoso y el cobaya gigante de Sudamérica; la jirafa cornuda de la naciente África; el ciervo almizclero euroasiático; los rascones, los ibis y varios patos y gansos andantes ápteros y gigantes de Hawaii; las 13 o más especies de moas de Aotearoa (Nueva Zelanda), los chochines no voladores y los petrelespequeños, y el dodo de la isla Mauricio; el pangolín espinoso y el lobo de Tasmania; la paloma migratoria de Norteamérica, el alca gigante y las ballenas grises del Atlántico; las ballenas francas vascas y la vaca marina de Steller. Las generaciones futuras nunca verán el espectáculo del paso del cóndor de California en libertad ni contemplarán a la mariposa azul de Palos Verde ir de flor en flor.

Hemos olvidado ya que, hace sólo dos siglos, miles de millones de palomas migratorias, que fueron en tiempos las aves más abundantes del Planeta, poblaban el paisaje originario de lo que hoy es Estados Unidos; que 60 millones de bisontes vagaban por las llanuras norteamericanas, y que en otros tiempos las morsas se apareaban y criaban a lo largo de la costa de Nueva Escocia. Entre 30 y 50 millones de tortugas marinas gigantes de 200 kilos vivían en el mar Caribe. Hace tan sólo 100 años el oso blanco poblaba los bosques de Nueva Inglaterra y de las provincias marítimas canadienses. Ahora recibe el nombre de oso “polar” porque es en los polos donde la especie tiene su último refugio. A semejanza de las ruinas de un castillo medieval, la "naturaleza" contemporánea es un simple vestigio de su gloria pasada.

La anterior lista de megafauna refleja sólo una pequeña fracción del abanico de la diversidad de especies que hoy está a punto de ser irreversiblemente destruida por las sociedades humanas. Dada la evidencia cada vez mayor de nuestros catastróficos antecedentes históricos, puede que sea el momento de rebautizar a nuestra especie como Homo aesophagus colossus: [10] animal de esófago gigante capaz de devorar ecosistemas enteros.

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¿Por qué preocuparse? (I)

¿POR QUÉ los especialistas en ciencias sociales deberían preocuparse por la extinción en masa de las especies y la pérdida de la biodiversidad? ¿Por qué molestarse en hallar una explicación sociológica explicativa de las raíces históricas y sociales del Ecocidio? ¿Porqué emplear tanta energía para salvar las especies? ¿Por qué esta cuestión habría de ser una preocupación colectiva de los seres humanos?

Una respuesta breve haría hincapié en los imperativos y preocupaciones existenciales colectivas. Como todas las especies, la nuestra depende de otras para su existencia. Algunas de las dependencias más obvias son que otras especies producen el oxígeno que respiramos, absorben el dióxido de carbono que exhalamos, descomponen nuestras heces, producen nuestro alimento, mantienen la fertilidad de nuestro suelo y nos proporcionan madera y papel. Los humanos no sólo formamos parte de la biodiversidad sino que somos profundamente dependientes de ella.

Otra buena razón tiene que ver con la irreversibilidad de las extinciones. La pérdida de una especie es definitiva. Cuando se destruye un ecosistema, es imposible o extremadamente difícil recrearlo. Ciertos problemas medioambientales, como las crecientes concentraciones de clorofluorocarbonos o de dióxido de carbono en la atmósfera, son susceptibles de remediarse. Sin embargo, cuando un elemento de la biodiversidad desaparece, está literalmente “tan muerto como un dodo”.

Cada especie y cada ecosistema añaden riqueza y belleza a la vida sobre la Tierra. Cada especie es única y tiene derecho a existir. Todas son merecedoras de respeto, independientemente de su valor económico para los seres humano. Estas afirmaciones están reconocidas en la Carta Mundial de la Naturaleza , aprobada por las Naciones Unidas en 1982. Nueve años antes, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley de especies en peligro (Endangered Species Act) en la que se reconoce que las especies animales y vegetales “tienen un valor estético, ecológico, educativo, histórico, recreativo y científico para la nación y sus habitantes”.

De ahí que muchos naturalistas hayan sostenido que el exterminio de especies constituye un empobrecimiento espiritual e intelectual para la humanidad. Un mundo sin otros compañeros terrestres no sería sólo un lugar más peligroso, sino también mucho más solitario y desolado. ¿Qué será del espíritu humano cuando hayan desaparecido las criaturas animadas que hemos invocado durante milenios en nuestras tradiciones culturales más ilustres? El poder de los seres humanos está vinculado, como afirma el escritor Elías Canetti, a la multiformidad de los animales. [11] Con la desaparición de los sueños se agotan también la imaginación y la creatividad de las personas.

El punto de vista de un biólogo

DECIR QUE LA VIDA del Homo sapiens se ha enriquecido estéticamente por contacto con los demás organismos del Planeta es decir muy poco. Para un biólogo, cada nuevo día es una fuente potencial de sorpresas agradables, sea el descubrimiento de que «un excremento de ave», en un bosque tropical, es en realidad un cúmulo de bichos de dos colores, agrupados para simular un excremento; sea el hallazgo de que un insecto que se suponía se alimentaba sólo de una planta, de hecho depende de otra para sobrevivir y muchos otros interesantes fenómenos.

No obstante, que la vida sea interesante para los biólogos, ¿es razón suficiente para preservar la diversidad orgánica? Quizás sí, por el placer y la dedicación de esta minoría de Homo sapiens, y por lo que sus estudios pueden ofrecer al resto del mundo. Otra razón sería el altísimo número de no biólogos que están, o pueden estarlo en potencia, interesados por esa misma diversidad. Son muchos los niños interesados en la Historia Natural, tema que los sistemas escolares actuales no fomentan en absoluto.

Aunque el número total de visitantes de la Antártida , de las llanuras del Este de África, de los bosques húmedos tropicales u otros lugares exóticos para el turismo naturalista es importante, todavía representa una fracción ínfima de la humanidad. Sin embargo, millones de observadores de plantas, bichos y aves de jardín constatan que el placer de conocer otros seres vivos no es patrimonio exclusivo de algunos adinerados. En realidad, un gran número de niños que habitan en barrios marginales se habrán entusiasmado –o podrían entusiasmarse- al ver el nacimiento de una camada de guppys en el acuario de la escuela. O al ver construir un nido de burbujas a un espléndido macho de combatiente, púrpura o azul brillante, para abrazar debajo de éste a su pareja y capturar luego con la boca los huevos fertilizados e inyectarlos en el nido. Ningún encuentro con tiburones, orcas, leones, rinocerontes, elefantes, chimpancés, mariposas exóticas u hormigas cazadoras que hube experimentado en mi vida de naturalista de campo me ha impresionado tanto como el descubrimiento que realicé, siendo niño, de que una mariposa de la seda gigante –un Polifemo- había emergido de un capullo que había estado observando. Es una emoción nada costosa, al alcance prácticamente de cualquier niño o adulto interesado en el tema.

Ni siquiera es necesario tener experiencia directa con otros seres vivos en la Naturaleza para enriquecerse con ellos. Una visita a los primates del zoológico puede proporcionar, a una persona receptiva, datos enciclopédicos sobre el parentesco del ser humano con otros animales, así como sobre lo que esos animales sufren en cautividad.

Pero más allá de la compasión por los leopardos y las crías de foca sacrificadas por sus pieles y más allá del deleite del naturalista por los millares de estilos de vida diferentes creados por la Evolución , en todas las sociedades civilizadas parece existir una sensibilidad más profunda hacia otras formas vivientes. Esto puede apreciarse –además de las innumerables marcas comerciales que en el Occidente moderno emplean símbolos de animales- en metáforas y símbolos antiguos y que se han perpetuado a través de los tiempos en frases como «tigre real», «corazón de león», «valiente como un toro», «fuerte como un roble», «astuto como un zorro» y «libre como un pájaro». Esto también se pone de manifiesto en símbolos imperiales y nacionales como el águila, el oso o el león, entre otros animales (y plantas).

En muchas culturas, los individuos han mantenido relaciones tan especiales con otros elementos vivos, animales en particular, hasta el punto de haberles rendido culto.[12] Estas relaciones sobreviven en diferentes culturas y en las historias populares para niños, tanto en las de ficción como en las que no lo son. Sería un error subestimar la especial importancia que poseen los animales para los niños. La extinción de muchas especies animales privaría a las futuras generaciones infantiles del placer de conocer la versión auténtica de los animales que aparecen en sus libros.

Los individuos de todas las culturas parecen sentirse más «humanos» en el contexto del mundo natural. Éste fue, sin duda alguna, un factor de la huida hacia los extrarradios de las ciudades que se produje en Estados Unidos después de la segunda Guerra Mundial. Probablemente, el contacto con la Naturaleza sea fundamental para el bienestar psicológico humano. Tres biólogos de la Universidad de Wisconsin expresaban su opinión del siguiente modo:

«Por singulares que nos creamos, lo más probable, sin embargo, es que estemos genéticamente programados para vivir en un hábitat natural con aire limpio y un paisaje verde, variado, como cualquier otro mamífero. Estar relajado y sentirse sano quiere decir, por lo general, permitir que nuestro organismo reaccione de la manera prevista por la Evolución durante cientos de millones de años. Física y genéticamente, al parecer estamos muy bien adaptados a la sabana tropical, pero como animales culturales que somos, empleamos adaptaciones al pueblo y a la ciudad aprendidas. Durante miles de años, hemos tratado de imitar en nuestro hogar no sólo el clima, sino el ambiente de nuestro pasado evolutivo: calor, aire húmedo, plantas verdes e incluso animales de compañía. Hoy día, si podemos, nos hacemos construir un invernadero o una piscina junto al salón, compramos una casita en el campo o, como mínimo, llevamos los niños de vacaciones a la playa. Todavía no comprendemos las reacciones psicológicas específicas a la belleza y la diversidad naturales, a las formas y colores (sobre todo al verde) de la Naturaleza , a los movimientos y sonidos de otros animales, como las aves, por ejemplo. Pero, es evidente que la Naturaleza debería ser considerada como parte de las necesidades biológicas. No puede ser olvidada en las discusiones de recursos para el ser humano.» [13]

Son muchos los aspectos del comportamiento humano que confirman esta observación, por ejemplo, es bien conocido el efecto sedante del color verde. La gente trata de cultivar plantas incluso en los peores tugurios urbanos, y los habitantes de los extrarradios de la ciudad se suelen rodear de animales –perros, gatos, peces, pájaros- como si trataran de recuperar el tiempo en que los animales eran parte cotidiana de la existencia humana.

Quizás el ser humano entienda de forma intuitiva que la conservación de la Naturaleza no es sólo una actividad elitista, sino algo fundamental para sustentar su espíritu, cuando no su cuerpo.

¿Por qué preocuparse? (II)

MUCHAS DE LAS RAZONES principales contra el progresivo ecocidio y la pérdida de biodiversidad no son sin embargo estéticas ni sentimentales sino prácticas y utilitarias. Uno de los argumentos racionales y utilitarios más convincentes es nuestro propio interés colectivo. Además de los aspectos básicos de alimentación y refugio, el mundo natural proporciona incontables beneficios médicos, agrícolas y comerciales. Junto a las plantas y animales que usamos para alimentarnos y protegernos, como materias primas, decoración y compañía, hay miles de especies cuyos productos y procesos biológicos suponen, por ejemplo, el 45% de la economía mundial, y los beneficios económicos y medioambientales anuales de la biodiversidad suman aproximadamente unos 300.000 millones de dólares sólo en Estados Unidos.

En 1997, un equipo internacional de investigadores del Instituto de Economía Ecológica de la Universidad de Maryland publicó un estudio decisivo sobre la importancia de los servicios prestados por la Naturaleza a la economía humana. El estudio proporcionaba por primera vez una cuantificación del valor económico de los servicios y del capital natural del ecosistema mundial. Los investigadores resumieron los descubrimientos de más de 100 estudios a fin de calcular el valor medio por hectárea de cada uno de los 17 servicios proporcionados por el ecosistema. Llegaron a la conclusión de que el valor económico de los servicios del ecosistema mundial ronda los 33 billones de dólares al año, lo que supera al PBI del Planeta, que es de unos 25 billones de dólares.

Las especies no contribuyen sólo al comercio en virtud de sus productos básicos potenciales. Proporcionan también los llamados “servicios ecológicos”, como depuración de agua, reciclaje de nutrientes y descomposición de substancias contaminantes. Las especies constituyen el tejido de los ecosistemas sanos –estuarios costeros, praderas y bosques antiguos- de los que dependemos para purificar nuestro aire, limpiar nuestras aguas y obtener alimentos. Que las especies estén amenazadas es un indicador de que la salud de esos ecosistemas vitales está empezando a decaer. El Servicio de Fauna Salvaje y Pesca de los Estados Unidos calcula que la pérdida de una sola especie vegetal puede provocar la pérdida de hasta 30 especies de insectos, plantas y animales superiores. Las especies evolucionan para ocupar nichos o hábitats concretos. Muchas dependen unas de otras de un modo muy complejo para sobrevivir. El ejemplo clásico de la extinción del dodo ha servido para ilustrar esta concepción ecológica. Esta ave no voladora, cuyo nombre es sinónimo de extinción, vivía hace cuatrocientos años en la isla Mauricio. El dodo fue exterminado y desapareció en el siglo XVII, a causa muy probablemente de la captura de sus huevos, no de la caza directa. Tras el exterminio del dodo al menos se extinguió como mínimo una especie de árbol, debido al papel ecológico estratégico de esta ave en la dispersión y germinación de las semillas del árbol. La exterminación del dodo fue seguida por la destrucción de la mitad de las especies de aves terrestres y acuáticas de la isla Mauricio tras su colonización por los europeos. [14]

A escala mundial, aproximadamente el 40% de las recetas médicas que se prescriben en la actualidad se basan en substancias naturales procedentes de distintas especies o sintetizadas a partir de ellas. Esas especies no sólo salvan vidas, sino que contribuyen a una floreciente industria farmacéutica que factura más de 40.000 millones de dólares anuales.

El tejo del Pacífico, por ejemplo, un árbol de crecimiento lento que se halla en los bosques del Noroeste del Pacífico, se consideraba un árbol “basura” y se quemaba cuando se hacían aclareos en los bosques. Pero en su corteza se ha hallado una substancia (el taxol) que ha resultado ser uno de los tratamientos más prometedores contra el cáncer de mama y de ovarios.

Hay decenas de millones de pacientes con cardiopatías cuyas vidas durarían menos de 72 horas de no ser por la digitalina, una substancia derivada de la dedalera.

El Instituto Americano de Investigación del Cáncer ha identificado 3.000 plantas que contienen ingredientes activos contra el cáncer: el 70% tiene su origen en los trópicos.

Más de la mitad de los medicamentos actuales se obtienen de organismos silvestres. Las substancias químicas de las plantas superiores son los únicos ingredientes de la cuarta parte de las recetas prescritas cada año en los Estados Unidos. Muchos de los compuestos orgánicos utilizados actualmente pueden de forma más barata a partir de sus fuentes naturales. Sin embargo, a pesar de estos prometidos beneficios, sólo el 5% de las especies vegetales del mundo ha sido investigado para sus aplicaciones farmacológicas.

De la vincapervinca rosada de los trópicos se puede extraer vincristina, substancia que es un componente esencial para el tratamiento de la leucemia infantil y la enfermedad de Hodgkin.

La quitina, substancia existente en la cáscara de los cangrejos y otros crustáceos, se usa para producir un material de sutura que facilita la cicatrización. La dolstatina 10, obtenida de la liebre de mar, un molusco sin concha del tamaño de un puño, parece ser un nuevo medicamento contra el cáncer.

La diversidad genética es también de vital importancia en la cría de animales y los cultivos. Cualquier especie es potencialmente valiosa para los seres humanos, igual que los ecosistemas sanos. La totalidad global de genes, especies, hábitats y ecosistemas satisface las necesidades humanas y es esencial para la supervivencia del género humano en el futuro. La pérdida de diversidad en las especies de plantas cultivadas tiene consecuencias potencialmente desastrosas para la seguridad alimentaria mundial y la estabilidad económica. Los cultivadores necesitan una diversidad de variedades con el fin de obtener otras nuevas que resistan las plagas y enfermedades aparecidas por evolución. Muchas plantas cultivadas se han “salvado” gracias a material genético procedente de sus parientes silvestres o de variedades tradicionales. La biodiversidad representa una biblioteca viviente de opciones que permiten adaptarse al cambio local y mundial.

A pesar de todo, sólo un pequeño porcentaje de la humanidad moderna tiene un contacto directo y diario con otras especies animales y vegetales en sus respectivos hábitats (sin contar las especies domésticas o las mascotas), situación amplificada por factores estructurales y económicos como los modelos de urbanización rápida. Pocas personas están en disposición de percibir por su experiencia personal que la extinción en masa de las especies y el ecocidio creciente van, a fin de cuentas, contra sus propios intereses a largo plazo. Pero incluso entre aquellos que reconocen el peligro, sólo unos pocos se hallan en condiciones de traducir esta clarividencia medioambiental a medidas efectivas y significativas.

Las medidas gubernamentales contra el Ecocidio deben estar ligadas a un esfuerzo generalizado por volver a pensar los modelos históricos, sociales y económicos que celebran la cultura de un modo prometeico pero devalúan la Naturaleza como “pasiva”. Al contrario de lo que dicen los tópicos, la mayor parte del valor y el abastecimiento de la economía mundial no procede de la extracción de la las riquezas de la Naturaleza sino del buen funcionamiento de los ríos, los bosques y los campos. Los seres humanos son sólo una parte del proceso evolutivo: sin embargo, han asumido un papel protagonista en el modelado de su curso futuro. Estamos cortando las cuerdas de la red de seguridad de la Naturaleza , mientras la creciente población mundial depende de ella para su supervivencia.

Etiología del Ecocidio

LA PRIMERA etapa crucial en la etiología[15] del desastre actual tuvo lugar hace unos 60.000 años. El indicador determinante del ecocidio fue el desarrollo del lenguaje y una ampliación sin precedentes de las capacidades culturales humanas. Estos rasgos nuevos del Homo sapiens sapiens permitieron la aparición de una intencionalidad consciente en los proyectos humanos. La intencionalidad consciente reflejada en una capacidad de lenguaje inmensamente mejorada condujo a una explosión de la innovación (manifiesta en una proliferación de aparatos) a finales del Pleistoceno, hace entre 50.000 y 35.000 años. La aparición de la intencionalidad consciente posibilitó la ampliación de la evolución biológica humana por medios culturales, entre ellos la capacidad peculiar de la especie para generar cambios conscientes de adaptación social. En torno al 13.000 a .C., esta línea de desarrollo desembocó en la colonización humana de todos los continentes, con la grave consecuencia de la destrucción mundial de la mayor parte de la megafauna existente.

La segunda etapa crítica en la etiología del ecocidio fue la implantación de la agricultura sedentaria, que culminó con la revolución neolítica hace unos 10.000 años. El antropólogo Mark Cohen la explica como una consecuencia involuntaria del exterminio de la megafauna, por la que la extinción en masa se sumó a los cambios climáticos y demográficos para producir una «crisis alimentaria prehistórica». Ello obligó a los humanos a modificar su organización social en los lugares donde se daban condiciones tales como un clima favorable, presencia de agua, suelo fértil y especies susceptibles de domesticarse. Como indicó Jean-Jacques Rousseau ya en 1755, la transición a la agricultura dio origen a lo que desde hace mucho tiempo ha sido una serie de aciagos supuestos.

El primero es que la vida humana exige una jerarquía estricta, una extensa división del trabajo y una desigualdad social.

El segundo, que los nuevos modos de organización y las innovaciones tecnológicas son capaces de satisfacer las necesidades y deseos humanos.

Y el tercero, que el Homo sapiens sapiens tiene derecho a dominar el orden natural de las cosas y este dominio puede realizarse sin contrapartidas. [16]

Estos supuestos, que surgen de los conceptos sociales de las ciudades-Estado aparecidas en Mesopotamia, Egipto, India, China y América Central, cada vez más estratificadas en clases y plagadas de conflictos, siguen estando muy presentes en la consciencia moderna. [17]

La tercera fase fundamental en la etiología del Ecocidio fue la aparición de la Modernidad , caracterizada por tres rasgos relacionados:

  • la división creciente del trabajo,
  • el modo capitalista de producción,
  • la aparición del Estado-nación moderno.

El esfuerzo individual y la competencia comercial fueron fomentados como los motores beneficiosos del progreso y la educación. [18] Ideológicamente, esta visión procedía de las interpretaciones judeocristianas de un Dios que daba la Tierra al hombre industrioso y metódico con el fin de mejorar la humanidad. El «libre mercado» fue exaltado como el vehículo natural y más eficiente de coordinación de las sociedades complejas. El Estado-nación racional y legal fue ensalzado como la forma definitiva de organización política. La explotación de la Naturaleza se universalizó y mercantilizó. En último extremo, los imperativos de la Edad Contemporánea produjeron el marco global en el que las tendencias ecocidas se vieron fuertemente aceleradas. La pérdida de biodiversidad se sintió sobre todo en los países del Sur.[19]

Resumen del libro

LOS CINCO CAPÍTULOS de este libro exploran las etapas fundamentales y los momentos cruciales de la evolución social humana, así como los cambios que se han producido en las relaciones entre la Naturaleza y la sociedad, que han conducido a la pérdida de biodiversidad y al ecocidio progresivo.

La introducción presenta al lector el problema y utiliza un enfoque general histórico y sociológico para explicar la etiología del Ecocidio y de la extinción en masa de las especies.

El capitulo 1, titulado "La odisea humana: de la evolución biológica a la cultural", explora los momentos decisivos de la evolución humana que llevaron a la aparición de la cultura y el lenguaje como rasgos definitorios de nuestra especie. Su tesis es que, para poder comprender cómo se han producido el Ecocidio y la extinción en masa de especies por obra de los seres humanos, es necesario comprender cómo y cuándo llegó el género Homo al estado sapiens de su evolución. El primer impacto ecológico importante de la especie humana registrado se estudia en relación con la extinción en masa de la megafauna mundial a fines del Cuaternario. En este capítulo se intenta mostrar que, aparte de proporcionar la base genética para las variaciones, prácticamente ilimitadas, del comportamiento humano, la combinación singular de atributos biológicos que posee nuestra especie no determina necesariamente su comportamiento social. En otras palabras, la "naturaleza humana" (la suma de atributos biológicos de nuestra especie) es analíticamente distinta del comportamiento humano (la suma de atributos sociales y culturales de nuestra especie).

El capítulo 2, titulado "Las relaciones problemáticas entre Naturaleza y sociedad antes de la era moderna", examina el impacto de las sociedades premodernas sobre el medio ambiente. La transición neolítica a la agricultura sedentaria, hace unos 10.000 años, se presenta como un nuevo momento decisivo y una etapa de las relaciones entre sociedad humana y Naturaleza. Se estudia como una consecuencia involuntaria de la extinción de la megafauna y de los cambios climáticos ocurridos en la última fase del Pleistoceno. Se analizan las consecuencias de la producción sedentaria de alimentos y de la domesticación y se presta una particular atención a la explosión económica y los ciclos ecológicos fracasados (los "disparates ecológicos") de ciertas sociedades de la Antigüedad. Los casos estudiados corresponden a China, Mesopotamia, los antiguos griegos y romanos, los anasazis del Chaco, los mayas y los isleños de Pascua. El objetivo de análisis es explorar la articulación de las depredaciones ecológicas en las sociedades premodernas como precursoras de la etiología del Ecocidio moderno.

El capítulo 3, "La agresión moderna a la Naturaleza: la génesis del Ecocidio", proporciona una panorámica histórica y sociológica de la etiología del Ecocidio y de la extinción en masa de las especies a principios de la era moderna. La aparición del capitalismo, el surgimiento del pensamiento científico y tecnológico, [20] y el creciente asedio comercial contra las especies son observados como fenómenos de alcance mundial. Se presentan tres casos para ilustrar el impacto ecológico sin precedentes de los humanos en este nuevo contexto social global: la sobreexplotación y destrucción de animales debidas al comercio de pieles, la matanza masiva y el casi exterminio del bisonte norteamericano y la sobreexplotación de las especies marinas por la aparición de la industria ballenera. La aceleración de la pérdida de biodiversidad en la época moderna se examina como un movimiento que va desde la explotación comercial de las especies a principios de dicha época hasta la destrucción del medio ambiente a gran escala en tiempos más recientes. El objetivo de este capítulo es ilustrar y explicar la globalización de la degradación medioambiental y la génesis del Ecocidio a comienzos de la Edad Moderna.

El capítulo 4, titulado, "El planeta como zona de sacrificio", explora los procesos sociológicos que llamo "maremotos de la Modernidad " y que reflejan los desarrollos de la moderna Era Industrial. El capítulo se abre con un análisis de las consecuencias ecológicas y sociales de los terrenos comunales como fenómenos generalizado. En este nuevo contexto, la Naturaleza queda reducida progresivamente a un surtido de recursos explotables que se negocian en el Mercado Libre. El movimiento global del cierre de terrenos públicos se analiza como metáfora que ayuda a la comprensión de los conflictos y contradicciones generados en la época moderna. La pérdida masiva de biodiversidad y la escala de la degradación medioambiental han convertido progresivamente al planeta en una zona de sacrificio de especies. [21] Este capítulo se centra particularmente en el papel de la moderna economía industrial de guerra y en el enorme crecimiento de las poblaciones humanas como causas parciales de la coyuntura mundial ecocida.

El capítulo 5, "Ecocidio y globalización", analiza los procesos históricos y sociales que explican la aceleración de la extinción en masa y el carácter progresivamente ecocida de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. [22] Presto especial atención a las formas neoliberales de la globalización impuestas por las grandes empresas, a los programas de ajuste estructural y a los mecanismos ideológicos e institucionales por los que tales prácticas siguen reproduciéndose a escala mundial. Este capítulo esboza continuación algunos movimientos a contracorriente de la globalización, especialmente los movimientos en pro de una democracia ecológica y los intentos por adoptar un reparto equitativo de de los recursos comunes. [23]

Desde mi punto de vista, la creación de una democracia ecológica es un imperativo práctico y ético en pos de un Planeta socialmente más justo y ecológicamente sostenible. El libro termina con una observación final sobre lo que significa vivir en una de Ecocidio.

Ecocidio en Salta. Detener la destrucción de la Selva Nativa.

por Hernan Giardini (Greenpeace)


¿Tenés dos minutos?

Por favor, leé este texto y sumate a las más de 50.000 personas que defendemos los bosques nativos de Salta.

En este momento el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, sigue permitiendo que se viole la Ley de Bosques y autorizando desmontes en zonas protegidas por una normativa que apoyamos más de un millón y medio de argentinos.

La semana pasada, un grupo de militantes de Greenpeace fue detenido por reclamar al gobernador de la provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey, frente a la Catedral de la capital. Trepados a una estructura de metal de siete metros sostenían un cartel con la leyenda “Urtubey: Desmontar es pecado” para exigirle que deje de autorizar desmontes en zonas protegidas por la Ley de Bosques.

Mirá el video[24] de la acción aquí y sumate ahora a este pedido urgente para defender nuestros bosques nativos.

Aunque nos lleven presos no nos vamos a detener hasta lograr que se cumpla esta Ley. El miércoles, el mismo equipo encontró una topadora que estaba arrasando un bosque nativo ubicado al norte de la provincia y logró frenarla.

Al asumir su cargo el gobernador Urtubey prometió terminar con el “festival de desmontes”, pero hoy continúa con la política de deforestación del ex gobernador Romero, cambiando lo establecido por la ley nacional de bosques a pedido del lobby de desmontadores sojeros y ganaderos.

Sabemos que, además, la provincia de Salta busca cuadruplicar su stock vacuno para 2030. Si no se actúa a tiempo esto implicará el desmonte de 3.000.000 de hectáreas de bosques nativos destinados a la ganadería intensiva.

Ya somos más de 50 mil personas las que reclamamos al gobernador que cumpla con lo que prometió. Sumate ahora. Exigile a Urtubey que deje de violar la Ley de Bosques.

Desde su sanción en 2007, en Salta ya se perdieron 100 mil hectáreas que no debían tocarse. Nuestros bosques nativos son sagrados, no podemos permitir que sigan destruyéndolos.

Tu apoyo nos da fuerzas para seguir.

Referencias

  1. Hasta hace unos años, los textos de Biología afirmaban que el número de especies vivientes en la actualidad, podría ser de tres a cinco millones, pero probablemente menos. Sin embargo, gracias a recientes trabajos en las selvas tropicales, los biólogos Paul Ehrlich y Edgard O. Wilson creen que apenas hemos empezado a catalogar el inventario actual de especies sobre la Tierra. Estos dos científicos han calculado que puede haber hasta 50 millones de especies, la mayor parte de las cuales se agrupa en unos pocos hábitats: las selvas tropicales, los arrecifes de coral y tal vez las profundidades marinas. Estos hábitats tan complejos y remotos son muy difíciles de censar.
  2. Edgard O. Wilson, La diversidad de la vida, Crítica, Barcelona, 1994.
  3. Stephen Jay Gould en su introducción al libro de Peter Ward The End of Evolution.
  4. Stephen Jay Gold, La sonrisa del flamingo, Crítica, Barcelona, 1995.
  5. Wilson, Edward O., El futuro de la vida, Galaxia Gutemberg, Barcelona , 2002.
  6. El ejemplo más antiguo conocido de un ser humano moderno, Homo sapiens sapiens, de hace 130.000 años, se descubrió en Omo, en África Oriental. El tamaño y la forma del cráneo son totalmente modernos. Los primeros útiles característicos del Homo sapiens sapiens, tanto en África Oriental como del Sur, incluían boleadoras para lanzarlas a la caza menor y herramientas para hacer lajas.
  7. La sociología estándar tiende a ver la sociedad como un sistema de comunicación e ignora sus propiedades materiales. Lo mismo ocurre con la economía neoclásica, que considera la economía como un sistema de reservas y flujos de dinero: la teoría económica sólo aborda el flanco monetario de la realidad. En el mejor de los casos, los conceptos físicos se analizan como herramientas para el desarrollo de la monetarización. Esta clase de teorías no suponen mucha ayuda para conceptualizar las relaciones entre sociedades y sus ambientes naturales.
  8. O mejor dicho, destrucción climática. “Cambio climático” es un término eufemístico empleado por el Sistema tecnocrático-economicista global para desembarazarse de cualquier responsabilidad e impersonalizar la transformación de las condiciones climáticas de la Tierra, que dicho sistema cientificista y tecnolátrico en particular está ayudando demencialmente a acelerar. (Nota de G.R. Vega)
  9. Por ejemplo, una encuesta reciente del New York Times puso al descubierto que sólo el 1% de los norteamericanos considera el medio ambiente como el problema más importante que afronta el país.
  10. El término Homo aesophagus colossus es análogo al concepto de “comedores del futuro” acuñado por Tim Flannery en The Future Eaters, George Braziller, Nueva York, 1995. Subraya la idea de que, verdaderamente, comemos futuro. Otros autores hablan también de Homo destructivitus ignorantus para referirse al ser humano promedio. Queda claro que la pomposa autodenominación de “Homo sapiens sapiens” es por completo falsa e indigna de un antropoide degenerado que vive sin sabiduría y destruye al mundo que le dio vida y lo alberga. Con todo, sería injusto denominar como “hombre ignorante destructor” a todos los seres humanos, pues es evidente que no pocos de entre los descendientes de Adán aman al mundo y lo cuidan, así como han existido culturas y civilizaciones que tenían sus fundamentos en el cuidado del mundo (ejemplo = la civilizaciones védica, budista y jainista, basadas en el Dharma o armonía cósmica). Esas sí fueron manifestaciones de auténticos Homo sapiens. Acaso la denominación “hombre ignorante destructor” rija no obstante para una gran mayoría de los más de 7.000 millones de seres “humanos” que existen ahora –en constante (e implacable) expansión. Lo realmente peligroso es cuando el Homo destructivitus ignorantus accede a los mecanismos del poder. Entonces, como podemos constatar, las devastaciones son profundas y suceden a escala planetaria. (G.R.V.)
  11. Elías Canetti, El suplicio de las moscas, Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1994.
  12. Especialmente en las culturas paganas no abrahámicas. En cierto sentido la imposición forzosa de la prohibición monoteísta a la así llamada “idolatría politeísta” ha sido el trasfondo teológico de la desconexión del ser humano con el universo vivo. Al prohibirse a escala global la adoración de cualquier forma hecha por las manos o por la Naturaleza lo que se ha conseguido es sentar las bases para la desacralización del mundo, fenómeno espiritual que la Modernidad terminó finalmente de consumar (Nota de G.R.V.).
  13. H. H. ILDIS, P. Andrews y O. Louis, «Criteria for an optimum human environment». Bulletin of Atomic Scientists 26 (1): 2-6, 1970.
  14. Al menos una especie de árbol se extinguió como consecuencia del exterminio del dodo debido al valor estratégico de éste en la distribución o germinación de las semillas.
  15. La etiología es la ciencia que estudia las causas de las cosas. En medicina (patogénesis) se refiere al origen de la enfermedad. La palabra se usa en filosofía, biología, física, y psicología para referirse a las causas de los fenómenos.
  16. Jean-Jacques Rousseau, El Contrato Social (1755). El concepto de dominador o, si se quiere, de "administrador" del Orbe terrestre es netamente bíblico y es un concepto antropocéntrico compartido por la mayoría de los adherentes a las así llamadas "religiones del libro". Dicho concepto teológico es el que se halla implícito en las bases formativas del Occidente moderno, e incluye al Cristianismo y al Islam . Tal concepto sin embargo es extraño a las religiones del Dharma (= Vedismo, Hinduismo, Buddismo y Jainismo) y a las de la mayoría de las cosmovisiones tradicionales de origen no abrahámico. (G. R. V.)
  17. Contra la idea sostenida por algunos de que "todo tiempo pasado fue mejor" el autor pretende que los mismos conflictos desencadenados en los tiempos actuales existían de modo latente -sino potencial- en las sociedades antiguas. De este modo deja implícita la idea de que el Homo sapiens “fue siempre igual”, que el mundo moderno no tiene nada que envidiarle al mundo antiguo en cuanto a estar «plagado de conflictos». Disentimos de esta conclusión. Naturalmente, no es que no hubieran habido conflictos en las sociedades tradicionales que estuvieron activas en el pasado. Pero, generalmente hablando, dichas sociedades aceptaban el orden social dado y, generalmente también, ni lo cuestionaban ni se rebelaban contra él (no lo hacían porque habitualmente el modelo funcionaba, comprobándose esto en que el mundo se mantenía social y ecológicamente ordenado). Así por ejemplo, en el mundo de la Tradición, el mar, los ríos, los bosques, las montañas, las nubes, los truenos, la lluvia, el rayo, los astros, las plantas y los animales eran dioses, demonios, duendes, espíritus de la naturaleza, genios tutelares, ángeles; hoy son meramente "fenómenos de la naturaleza" y "recursos naturales". La diferencia en la visión del mundo es abismal. Además no se puede comparar el tipo de estratificación en clases actual con el que imperaba en las sociedades tradicionales, pues en absoluto es el mismo. Antaño gobernaban el sacerdote y el guerrero (que frecuentemente se confundían con el Sabio = Druida, Rishi, Amauta, etc.), hoy lo hacen, por desgracia, el tecnócrata o el empresario dedicados a la "política", o bien el proletario (¡que ahora también es capitalista!). En ambos casos, el concepto es netamente economicista. En el Mundo de la Tradición, sin embargo, el concepto era respetar profundamente la condición de sacralidad del mundo, debido a que el Orbe terrestre reflejaba en la Naturaleza y en la propia comunidad orgánica de los hombres una Realidad inefable de orden superior, que el Estado tenía el deber de custodiar -de ahí que en las sociedades tradicionales las jerarquías espirituales y sociales (e incluso raciales) hayan sido algo dado por sentado. Por lo menos esto es lo que ha sido en algunas culturas tradicionales como la védica, la celta, la egipcia, la griega, la germánica, la china, la japonesa; en las culturas de Oceanía y en casi todas las culturas de la América prehispánica, como la aymará y quechua, la maya, la azteca, la guaraní, la mapuche, etc. (G. R. V.)
  18. Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración , Círculo de Lectores, Barcelona, 1999.
  19. Cfr. Antonio Elio Brailovsky, Historia ecológica de Iberoamérica, tomos I y II, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2005.
  20. ¿Antiguamente no existían el "pensamiento científico" y la tecnología? Podemos perdonarle a Broswimmer este prejuicio moderno que nuevamente deja deslizar. Pero no podemos dejar de señalar que los antiguos tenían su propio "pensamiento científico" y su técnica. Y si no, ¿cómo construyeron los egipcios, los mayas, los griegos, los romanos, los hindúes sus fabulosos monumentos arquitectónicos, sus asombrosas obras de ingeniería? Es más, si como dice Julius Evola, «hay que resaltar que para épocas bastante remotas existen residuos de obras ciclópeas, si bien no todas del tipo civilizado (el círculo de Stonehenge, las enormes piedras en equilibrio milagroso, la “piedra cansada” en el Perú, los colosos de Tiahuanaco y similares) que dejaron perplejos a los arqueólogos acerca de los medios utilizados tan sólo para recoger y transportar el material necesario», nuevamente: ¿cómo las hicieron? ¿No es menester reconocer que en la más remota Antigüedad se poseía alguna clase de poderosa (y desconocida para nosotros) ciencia y técnica? ¿Cómo los antiguos matemáticos y astrónomos (o astrólogos en rigor de verdad) egipcios, mayas, caldeos, chinos e hindúes llegaron a un tan acabado conocimiento de la dinámica del cosmos? ¿La medicina tradicional china y el Ayurveda (con su profundo conocimiento del sistema energético humano, además del fisiológico) no son ciencia? Quizás los sabios de antaño no contaran con una sofisticación instrumental tal como la que disponemos actualmente, pero, ¿eso habilita para afirmar que carecían de tecnología y menos aun de ciencia?. Lo que es propio de la Modernidad es el cientificismo, que es la hipertrofia de la razón y la degeneración del "pensamiento científico" propiamente dicho. Los antiguos no carecían de ciencia, pero era más bien contemplativa que de explotación (aún así, algunas civilizaciones de la Antigüedad no estuvieron exentas de cometer yerros, como el autor más adelante no hesitará en exponer). Los antiguos poseyeron ciencia, poseyeron saber –poseyeron «la Ciencia» o «el Saber» sería más apropiado decir. «Al comienzo no sólo se poseyó una ciencia, sino “una ciencia diferente a la nuestra, que tomaba inicio en lo alto, lo que incluso la hacía peligrosísima», escribe Evola, citando a Joseph de Maistre. «Ello explica por qué la ciencia en los inicios siempre fue misteriosa y encerrada en los templos, en donde finalmente se extinguió, cuando esta llama no pudo servir más sino para quemar»(Rebelión contra el Mundo Moderno, Buenos Aires, Heracles, 1994). Como eran infinitamente más sabios que los modernos y eran científicos genuinos, los sabios de la Antigüedad no desarrollaron tecnologías que fuesen capaces de destruir al mundo. Porque respetaban la Sabiduría. Y la LEY -conocían los límites; sabían dónde y cuando detenerse. (G.R.V.)
  21. Para los antiguos pertenecientes a civilizaciones tradicionales, el concepto de "sacrificio" (= "sagrado oficio") era por completo diferente a como Broswimmer lo plantea en términos modernos. Para ellos el sacrificio servía para entrar en comunión con el mundo de los dioses así como para mantener el orden sagrado del mundo, responsabilidad que recaía en primer lugar en el Estado tradicional y su cabeza visible, el rey. Por lo tanto el autor debería ceñirse más bien al término «destrucción» cuando habla de la devastación a escala planetaria de las especies animales y vegetales, que de sagrado obviamente no tiene nada. En realidad no hay ningún «sacrificio» (o rito) en tal crimen, a no ser el metafórico de «sacrificar» la vida del Planeta a Mammón y a los espúreos planes tecnocráticos de quienes conducen las riendas de la inicua y desgraciadamente globalizada anticivilización ecocida. (G.R.V.)
  22. En cierto sentido, la humanidad debe lamentar profundamente la "derrota mundial" que significó la victoria Aliada (con su visión mercantilista y antitradicional de la vida) sobre las Potencias del Eje. Hay que decirlo claramente en esta época terminal de destrucción a gran escala del Planeta, que si el resultado de la contienda bélica hubiese sido distinto y las fuerzas del Eje y principalmente Alemania ganaban la guerra (asumiendo el imperio mundial), no sería erróneo suponer que el Planeta se encontrara actualmente en condiciones ecológicas superlativamente mejores que las deplorables que debemos lamentar ahora. Probablemente no se estaría hablando de la sexta extinción masiva de las especies ni del cambio climático. Porque los nacionalsocialistas, con todo lo cuestionables y vituperables que algunos de sus postulados más radicales pudieran ser, eran -debe reconocerse- profundamente ecológicos. Prueba de ello es que en el Tercer Reich se produjo una legislación de avanzada que protegía fuertemente a la Naturaleza y la biodiversidad. Como reconoce muy a su pesar el juez "garantista" Eugenio R. Zaffaroni: «No puede ignorarse que la primera legislación ecológica y completa en el sentido moderno fue sancionada por el régimen nazista en los años treinta del siglo pasado; la Tierschutzgesetz (ley de protección de animales) del 24 de noviembre de 1933, la Reichsjadgesetz (ley de caza del Reich) del 1° de junio de 1934 y la Reichnaturschutzgesetz (ley de protección de la Naturaleza del Reich) del 26 de junio de 1935.» (La Pachamama y el humano, Colihue, Buenos Aires, 2011). De hecho, la Ecología Profunda nace como concepto en el Occidente moderno precisamente en la Alemania nacional-socialista, siendo su principal expositor el naturalista Walther Schoenichen, en cuyos escritos se inspirara el filósofo noruego Arne Naess para concebir su Deep Ecology). La vanguardista Weltanschauung biocéntrica del nacionalsocialismo queda resumida en las siguientes palabras del biólogo Ernst Lehman, quien en 1934 decía: “Reconocemos que separar a la humanidad de la Naturaleza, de la totalidad de la vida, conduce a la propia destrucción de la humanidad y a la muerte de las naciones. Sólo a través de una reintegración de la humanidad en la totalidad de la Naturaleza podrá nuestro pueblo hacerse más fuerte. Ese es el punto fundamental de las tareas biológicas de nuestra era. La humanidad sola ya no es el foco del pensamiento, sino más bien la vida como un todo... Este esfuerzo hacia la conexión con la totalidad de la vida, con la Naturaleza misma, una Naturaleza en la que hemos nacido, este es el significado más profundo y la verdadera esencia del pensamiento nacionalsocialista.” (Ernst Lehmann, Biologischer Wille. Wege und Ziele biologischer Arbeit im neuen Reich, München, 1934) (Citado por Jorge Orduna en Ecofascismo, Buenos Aires: Martínez Roca, 2008). Lamentablemente esta cosmovisión redentora quedó sepultada tras la consumación de la victoria aliada, y, como oportunamente señala Broswimmer, tras la guerra se aceleró la extinción en masa y el carácter progresivamente ecocida de la “civilización” mercantilista. Por eso con la derrota del Eje se da una paradoja tremenda. Con la victoria Aliada se nos dice que triunfaron el "sentido común", la "civilización". Si la Alemania hitleriana hubiera triunfado es probable que hubiésemos conocido grandes terrores y momentos dramáticos (y posiblemente traumáticos), pero sin duda no hubiéramos llegado a presenciar el terror terminal del Ecocidio planetario o fin del mundo, que las Democracias del "mundo libre" no han hecho ni hacen absolutamente nada por evitar -al contrario, son cómplices en profundizar aún más lo que Broswimmer denomina «el gran festín final» de la destrucción terrestre. Quizás habría que concluir que el Ecocidio planetario es la trágica consecuencia final del resultado de la Gran Guerra. (G.R.V.)
  23. Cfr. Michael Löwy, Ecosocialismo: la alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista, Buenos Aires, El Colectivo, 2011.
  24. Desmontar es pecado. En la Catedral reclamamos al gobernador Urtubey que no viole la Ley de Bosques.

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