Hesicasmo y yoga cristiano

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(Artículo de Julius Evola, Roma, 24 de noviembre de 1955.)


Entre nosotros ya todo el mundo sabe acerca del Yoga, aun si las ideas respecto de esta especial disciplina hindú son sumamente vagas y fantasiosas. Así pues algunos pondrán en una misma bolsa a los faquires con los cultores del Yoga: otros pensarán esencialmente en prácticas dirigidas hacia la adquisición de facultades especiales extranormales; otros todavía, en razón de ciertas divulgaciones yanquizadas, se referirán a ciertos ejercicios físicos que comprenden diferentes posturas del cuerpo y un control de la respiración y que tienen finalidades higiénicas o de tal tipo.

Muchos son los libros que se han publicado sobre el Yoga, en el contexto del ocultismo y del neo-espiritualismo contemporáneo; pocos son sin embargo aquellos que pueden dar una noción exacta y auténtica de aquello de lo que se trata. De cualquier manera el interés por el Yoga en Occidente es un hecho real. Así pues hay quienes se han preguntado si el Yoga es una disciplina privada de relaciones con nuestras tradiciones, como formando parte de una espiritualidad que nos resulta ajena. Aquel que se interesa en tales temas no pude permanecer ajeno a una obra publicada recientemente: El Hesicasmo, Yoga cristiano (ed. Rocco, Nápoles, 1955). ¿Existiría en el cristianismo un equivalente al Yoga? ¿Sería posible hallar los mismos métodos y buscar las mismas finalidades de esta rama de la sabiduría hindú sin salir del dominio de la religión que ha predominado en el Occidente?

En primer lugar: ¿qué es el Hesicasmo? Es una corriente ascética perteneciente por supuesto al cristianismo, pero al greco-ortodoxo y que tiene como centro principal al famoso convento del Monte Athos. Tal como se sabe, la Iglesia de Oriente, habiéndose separado de la católica de Occidente alrededor del 1000, tiene en común con ésta las ideas fundamentales del cristianismo, pero le da un relieve particular a la patrística griega, muy poco considerada por el cristianismo latino pero mucho más rica en referencias interesantes, no privadas de relación con las doctrinas de los antiguos Misterios. El término "hesicasmo" viene de la palabra "hesikìa" que significa paz y reposo; y la corriente se denomina así porque indica en la paz interior la condición primera para toda realización en el campo de la vida espiritual.

La atención sobre el Hesicasmo ha sido recientemente puesta en boga por escritores adheridos a las ideas de René Guénon, justamente con el intento de hallar, en los marcos del cristianismo, una especie de doctrina secreta y de práctica de la alta contemplación. Sin embargo en cuanto a los puntos de contacto con el Yoga hindú, los mismos son escasos y de un orden sumamente subordinado.

Analizando el libro en cuestión, muy interesante desde más de un punto de vista, se ve que, a tal respecto, el todo se reduce al hecho de que, como en el Yoga, en el Hesicasmo se encuentran disciplinas espirituales que se aplican también al cuerpo, en el sentido que determinados puntos del cuerpo son indicados como los lugares en donde la mente se debe concentrar para facilitar la consecución de determinados estados místicos. Se trata sobre todo de un centro situado en el corazón; al concentrarse en el mismo, suspendiendo por mucho tiempo la respiración e invocando mentalmente sin interrupción el nombre de Jesús, los monjes hesicastas dicen que consiguen una milagrosa ampliación de la conciencia, la iluminación y el éxtasis.

El Yoga conoce efectivamente prácticas análogas, centros secretos del cuerpo, uso de la respiración, repetición de fórmulas mágicas o sagradas. Pero también, prescindiendo del hecho de que en el Yoga todo esto tiene un desarrollo mucho más vasto, exacto y sistemático, queda una diferencia fundamental en cuanto al sentido y al fin de procedimientos de tal tipo: diferencia debida a la profunda heterogeneidad existente entre todo lo que es cristianismo y el trasfondo metafísico propio de las formas más típicas de Yoga. Naturalmente debemos limitarnos aquí a una simple mención alrededor de dos puntos.

El primero es que en el cristianismo la intervención de la Divinidad, bajo la forma de la gracia, es la condición para cualquier realización mística. Todo aquello que el hombre puede hacer, sus disciplinas, sus ejercicios, sus mortificaciones ascéticas, sirven tan sólo como una preparación. Es más, de acuerdo a algunos teólogos, incluso esta obra de preparación propiciatoria de la gracia presupondría una forma especial de gracia. En vez las disciplinas del Yoga tienen un carácter autónomo y determinante. Prescinden de la intervención divina. Puede decirse que el Yoga toma en serio lo que se dice, a pesar de ello, en los mismos Evangelios, es decir que se puede usar la violencia sobre las puertas del reino de los cielos.

En segundo lugar, el cristianismo se centra en las relaciones entre un creador y una criatura limitada por el pecado original. Nada de todo esto se encuentra en el Yoga. La idea de un creador está aquí ausente, o en todo caso tiene un papel muy secundario. La Divinidad hace una misma cosa con la esencia más profunda del Yo, la cual no es creada, sino que es eterna. Y no se trata aquí de redimirse del pecado; se trata en cambio de ‘despertarse’, de volver a tomar conciencia de aquello que fundamentalmente se es y de lo cual nos hemos olvidado por la intervención de una forma trascendental de ‘ignorancia’, llamada avidya. Por lo tanto se trata aquí del ‘conocimiento’ como centro, en lugar de la devoción, del anhelo hacia la salvación y la redención a través de la mediación del Cristo.

En razón de estos puntos esenciales (y muchos otros que se podrían agregar) toda analogía entre una forma cualquiera de ascética o de mística cristiana y el Yoga, tendrá siempre un carácter puramente exterior. Los dos dominios corresponden a vocaciones totalmente diferentes. En cuanto al Hesicasmo, el mismo en el cristianismo representa una corriente interesante y poco conocida; por lo cual el libro antes señalado cumple una interesante función informativa. Sin embargo hablar de un ‘Yoga cristiano’ es para nosotros una contradicción en los términos.

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