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Pacto de Santoña
Se conoce como Pacto de Santoña a un acuerdo firmado el 24 de agosto de 1937 durante la caída del Frente Norte en la Guerra Civil Española entre dirigentes políticos vinculados al Partido Nacionalista Vasco y los mandos de las fuerzas italianas Corpo Truppe Volontarie que combatían en apoyo del bando nacional en la población cántabra de Guriezo, próxima a Santoña.
Batalla de Santander
Durante la Batalla de Santander, y ante el rápido avance de las tropas franquistas, las líneas de defensa se hundieron y cundió el pánico en el bando republicano, siendo numerosas las deserciones. En Santoña se fueron concentrando, por orden del Partido Nacionalista Vasco (PNV), tres batallones de la 50 División de Choque vasca ligados a este partido que habían abandonado sus posiciones en la noche del 21 al 22 de agosto, y a los que posteriormente se sumarían otros doce.
Desde la primavera, antes de la caída de Bilbao y de las últimas plazas que controlaba el gobierno vasco, Juan de Ajuriaguerra, presidente del Bizkai Buru Batzar, había estado negociando, durante varios meses, un acuerdo de rendición con la mediación del Vaticano que llegó a oídos del gobierno de la República al interceptar un telegrama:
El presidente del Consejo de Ministros, el estalinista Largo Caballero, se reunió con los ministros más próximos y decidió no hacer público el mensaje, que permaneció desconocido hasta el fin de la guerra para el PNV y el Gobierno Vasco, aunque demuestra el conocimiento de los mismos que tenía el lehendakari.
Una figura importante de estos pactos, en los que intervenía el ejército italiano, sería el padre Alberto Onaindía, el cual se había reunido en secreto con el coronel italiano di Carlo cerca de Algorta (Vizcaya), el 25 de junio. Fruto de este encuentro surgió un viaje del militar a Roma para dar explicaciones sobre el problema vasco al ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano.
El papel del lehendakari José Antonio Aguirre sigue siendo aún incierto y oscuro. Se desconoce si fue víctima de la insubordinación de su propio partido, o por el contrario ya conocía y permitió de antemano estos contactos. Cuando el general Mariano Gamir Ulibarri, jefe del Ejército del Norte, descubrió espantado durante la batalla de Santander la postura del Ejército Vasco Aguirre simuló ignorarlo. Parece que el presidente vasco no era partidario del acuerdo con los italianos, de los que no se fiaba, pero es posible que intentara utilizarlo para sacar en barcos a su ejército hasta Francia, con la intención de que luego regresaran a territorio republicano por Cataluña para reconquistar el País Vasco a través de Navarra.
En estas circunstancias se llegó a un acuerdo a espaldas del gobierno de la Segunda República Española, en Valencia en esos momentos, por el que el Ejército Vasco se rendiría, entregando sus armas a los italianos, a cambio de que respetasen la vida de sus soldados y fueran considerados prisioneros de guerra bajo la soberanía italiana, permitiendo evacuar a los dirigentes políticos, funcionarios vascos y a los oficiales que lo deseasen por mar. En aquel momento los vascos aceptaron la rendición sin ulteriores condiciones, aunque trataron inútilmente de conseguir unas mayores garantías del coronel Farina, jefe del estado mayor de las fuerzas italianas. Así las cosas los italianos entraron en Santoña y se hicieron cargo de la administración civil.
El 26 de agosto habían entrado al puerto santoñés los buques mercantes ingleses Bobie y Seven Seas Spray procedentes de Bayona bajo la protección del destructor inglés Keith. Comienza de inmediato el embarque de refugiados con pasaporte vasco. A las 10 de la mañana enterado el general Fidel Dávila Arrondo manda la inmediata suspensión de la operación y ordena el desembarque. Únicamente el mercante Bobie abandona el puerto con 533 heridos a bordo escoltado por el Keith.
El pacto no llegó a su término, en parte debido al retraso de la llegada de los buques de evacuación y al ser desautorizado finalmente por el alto mando español, que ordenó inmediatamente el internamiento de los republicanos en la prisión de El Dueso. Hacia noviembre, cerca de 11.000 gudaris habían sido puestos en libertad, 5.400 estaban integrados en batallones de trabajo, 5.600 en prisión y se habían dictado 510 sentencias de muerte.
Las razones de esta postura no están aún claras. Una hipótesis es que la pérdida del territorio privó de motivos para luchar al ejército autonómico, aunque sus dirigentes arguyeron la responsabilidad del gobierno de la República al no haberles enviado aviones para hacer frente a la ofensiva franquista. No obstante, no parece factible que Indalecio Prieto, ministro republicano de Defensa Nacional por aquel entonces (gobierno Negrín) y muy ligado a Bilbao, no brindara los recursos necesarios para impedir la caída de la ciudad y de su Cinturón de Hierro.[1]
Es evidente que la convivencia de dos milicias radicalmente diferentes, una al mando del PNV de carácter conservador y católico y otra la compuesta por seguidores de la izquierda y anarquistas, muchos de ellos participantes en la Revolución de 1934, era difícil y la realidad es que no había relación alguna entre ellas, pese a las órdenes expresas de formar brigadas mixtas.
En todo caso el comportamiento del nacionalismo vasco no dejó de tener importantes implicaciones militares. En palabras de [uan Ruiz Olazarán:
Tal como fuera el Pacto de Santoña ha llegado a alcanzar gran trascendencia política e ideológica en España, siendo muy polémico al señalarlo por unos como una traición del Partido Nacionalista Vasco a la República y ser justificado por otros.
Referencias
- ↑ Otros autores, como José Luis de la Granja Sáinz, señalan que Prieto ordenó volar las industrias bilbaínas antes de la toma de la ciudad, órdenes que desobedecieron los batallones de milicianos del PNV.
Bibliografía
- Cándano, Xuan. El pacto de Santoña (1937): La rendición del nacionalismo vasco al fascismo. La Esfera de los Libros. Madrid.