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Renacimiento de la moral (capítulo del libro Fundamentos del Nacionalsocialismo)
Al igual que en el campo de lo religioso, el NSDAP, más allá de algunos conceptos fundamentales, en cuestiones culturales no puede comprometer a sus miembros en una postura delimitada en todos sus detalles, porque el Arte, la Filosofía, las ciencias naturales, etc., deben ser dominados por temperamentos muy distintos, y frecuentemente está involucrada expresamente en la exclusividad subjetiva con que un artista defiende su concepción o un erudito su teoría, la fuerza creadora más valiosa. No obstante esto, la Cultura es uno de los campos más importantes que aguardan al Nacionalsocialismo hoy todavía como movimiento político, mañana como base estatal y gobierno del Reich - porque todo mejoramiento de la raza, la elevación de la especie y la higiene racial significa sólo un trabajo a medias si con ello no corre paralelo una higiene moral, si todas las fuerzas del alma y de la mente, fecundando de nuevo la vida entumecida, no inician un profundo renacimiento. Y a este respecto, reconociendo plenamente las concepciones culturales de índole más personal, mirando hacia atrás y hacia adelante, podemos decir lo siguiente: El derrumbe económico político de Alemania fue más que un simple hecho exterior: éste era solo la corporización de una incredulidad interior frente al valor de la alemanidad y de su causa; la carencia de metas de la política alemana aparece por eso como signo de una falta de un ideal nacional y cultural colectivos. Soledad, desamparo, desgarramiento interno y desesperanza son por eso las características de muchos alemanes preocupados por la moral y el alma de su pueblo.
El número preponderante de aquéllos que estaban destinados a defender el acervo espiritual alemán y llevarlo creativamente de nuevo al futuro, persiguió en este camino a dos fantasmas: el "yo" y la así llamada "humanidad". Que entre estas ideas estaba la nacionalidad (Volkstum) fundada en la sangre, frecuentemente sólo se admitía, casi vergonzantemente, como mal necesario, no como fuente originaria eterna de todo lo creativo. Hoy han vencido todas las fuerzas contrarias, que sin la menor conciencia nacional propugnan políticamente una república mundial (o bien una Pan "Europa") y en el orden moral quieren crear una "cultura de la humanidad", no radicada originariamente en ningún suelo. El individuo es considerado de ahí también en el aspecto cultural sin ninguna conexión con raza, pueblo, Estado, lengua e historia, y reunido teóricamente con centenares de millones de individuos de otros pueblos, Estados y continentes. Así como el actual sistema económico internacional coloca el desnudo pensamiento del lucro en el centro de toda volición, así también el verdadero resorte motriz de la prédica internacionalista es el egoísmo desencadenado, una doctrina que ha de posibilitar al individuo a organizar su vida y su obra sin ningún deber frente a pueblo y Estado. Empero, para cubrir este crudo materialismo, se habla del deber frente a la "humanidad", la que al carecer de forma y existencia real no pasa de una frase hueca. En vista de esta corriente hoy casi omnipotente crece, sin embargo, poco a poco también la conciencia de que la realización del pensamiento internacional en sus diferentes matices ha de generar no una humanidad armónica ni tampoco una "cultura de la humanidad" sino un caos en todos los campos de la vida. Los signos del tiempo en verdad nos gritan esto a diario. En todos los Estados están por eso, ¡al fin! actuando fuerzas que despiertan, para restaura el orden natural; p. ej. en Alemania en muchos lugares surge espontáneamente esta voluntad creadora orgánica para una rebelión espiritual. Es nuestra firme creencia que esta defensa contra las potencias del caos, la toma de conciencia del valor primigenio de nacionalidad ligada a la sangre, de la atadura nacional y social, se desarrollará hasta constituir alguna vez una fuerza mítica. Esta fe nos da pese a todo coraje. Dar a las fuerzas que aún luchan aisladamente, meta, forma y empuje, es por eso la gran misión del presente para la salvación de nuestro futuro ético espiritual.
Hoy ha surgido de las honduras de las ciudades mundiales que a todos nos infestan, el subhombre. Millones de infelices desarraigados han sido arrojados sobre el asfalto; pobres en espacio, desnacionalizador, desorientados, librados a toda clase de espejismos seductores. Una denominada prensa mundial, se atreve a presentar cultura de mulatos y negros como la suprema conquista de la época actual. Esta es la preparación de la decadencia como antaño los helenistas internacionales en la Grecia degradada, y como los salones pacifistas sirio africanos en la Roma zozobrante.
Como quiera que las distintas culturas hayan estado formadas en su peculiaridad, la esencia de la ética del Occidente germánico es revelada por una palabra de Fichte "La verdadera cultura es cultura de la mentalidad" (Gesinnungskultur). Con esto queda descubierto el factor impulsor de nuestras creaciones culturales, pues justamente sobre valores de la mentalidad se asientan todas las premisas sociales de posibilidad de creación cultural que son también el motivo impulsor de la estructuración germánica de la vida y del antiguo sentido germánico de justicia. Nadie siente este hecho más claramente que el enemigo nato de una cultura específica: el ya mencionado, desecho de las ciudades mundiales y la subhumanidad "intelectual" y no intelectual que allí impera bajo la conducción judía. Subhumanidad que hoy influencia y comanda a ejércitos de millones, que en algunas partes hasta ya ha preparado estos ejércitos para el asalto y que día tras día sigue trabajando con la finalidad de realizar esto en todas partes. Esta lucha contra la totalidad de los valores de la cultura europea, en especial, empero, de la particularidad germánica, queda encubierta en alguna medida en el plano político, ya que en él las "demandas sociales" aún permiten disimular las reales intenciones de destrucción. Pero plenamente descubierto aparece esta tremenda furia de destrucción en todo el campo de la cultura, y puede ser comprobada en forma paralela en todos los sectores, de una manera sencillamente alarmante. Se trata dicho brevemente, de la lucha instintiva, así como generalmente también consciente, para hacer caer todos aquellos valores que determinaron la cultura germánico alemana.
Hasta qué punto ha prosperado ya el amordazamiento de la libertad espiritual alemana y la desintegración de todos los fundamentos culturales, eso lo sabe todo alemán productor. Pero cree frecuentemente que sólo esto acaece en su profesión. Sin embargo esto ocurre en todos los campos. La situación es de gravísima opresión. Pero precisamente por eso constituye un deber inesquivable la decidida rebelión para reconquistar luchando el espíritu alemán, su derecho de señor en la propia casa, y crear espacio para las fuerzas en fermentación de la generación que está llegando a su madurez, y que desde su más temprana juventud es envenenada hasta un limite inimaginable. Algunos procesos de los últimos años deberían haber sacudido interiormente aquí a todos los elementos activos.
La culpa de ello es en primer término de nosotros mismos. La culpa, empero, exige expiación. Expiamos la culpa pasivamente por la actual miseria espiritual cuando a los eruditos se los priva del derecho de enseñar en las universidades porque los papales poderes actualmente dominantes lo exigen, imponiéndose en cambio al estudiantado alemán hombres que injurian al soldado del frente y a los genuinos conductores alemanes. Expiamos cuando hoy los artistas alemanas son radiados metódicamente en favor de sensacionalistas exóticos. Expiamos por el hecho de que poetas alemanes sufren hambre y no pueden llegar hasta su pueblo, porque entre ambos se alza un teatro no alemán, y un círculo de prensa internacional paraliza las más valiosas fuerzas, silenciándolas. Expiamos por el hecho de que nuestra justicia, es corrompida y la fe en el Derecho se desvanece. La expiación es merecida y nunca habrá cambio si los portadores de la esencialidad alemana no se animan a tomar la decisión en todas las capas de la Nación para la resistencia, a fin de conquistar luchando la libertad de pensamiento y creación. Es comprensible ciertamente cuando en vista de las condiciones actuales muchos de los mejores quieren retirarse, callada y desesperadamente, a su propia labor creativa. Pero sin contar con que esto sólo lo pueden realizar realmente muy pocos, los otros en cambio, deben estar al servicio de sus enemigos: este aislamiento de todos los valiosos elementos es precisamente lo que los poderes reunidos del subhombre quieren conseguir, en la justa apreciación de que el logro de este auto apartamiento de la vida activa equivale a la renuncia de toda autoafirmación. Esta marginación del alemán creador de cultura es posiblemente una de las causas más profundas que contribuyó a la aparición de la actual situación, pero una gran desgracia no puede ser superada mejorando daños parciales en forma individual, sino solamente cuando una nueva visión total de la vida orgánicamente enraizada entable la lucha y llame para ello a aquellas "mil manos" como colaboradores, sin las cuales también los pensamientos más hermosos no pueden ser realizados. Esto es, cuando la capa intelectual nacional se ponga valientemente delante de su pueblo, del que se ha apartado coercitivamente.
Lo esencial de una auténtica expiación activa consiste, por lo tanto, en la defensa, en el retorno a la genuina tradición, el recurrir nuevamente a las fuentes de los valores eternos de la nacionalidad, protegiendo y afirmando a las fuerzas que pugnan por la victoria. Con esta finalidad toda tarea ha de comenzar con el esclarecimiento oral y escrito sobre la situación efectiva, para superar la alarmante carencia de comprensión, despertar después el sentimiento y la voluntad para la resistencia contra todos los portadores de la desintegración, pero también contra la propia culpa y debilidad. Y finalmente ha de ser creado un foro para todas las diversas fuerzas alemanas ligadas a la sangre en todos los campos de la vida.
En 1808, el barón von Stein escribió al rey de Prusia si toma una decisión enérgica, entonces apártese a todos los amigos de la tranquilidad, para que no quede todo paralizado y detenido en su movimiento progresivo.
En semejante decisión también está involucrado el cambio espiritual de nuestra época. Si no se toma, entonces toda alemanidad que como vacua confesión formal, dicha solamente para no delatar un corazón como y da ritmo.
De conocimiento de la situación total debe partir el Nacionalsocialismo y promover por eso todo aquello que sirve en el campo cultural a estas concepciones y combatir contra todo lo que ha colocado, directa o indirectamente en dependencia con respecto a las fuerzas anti alemanas Empeñado en la decisiva lucha por el poder político, el NSDAP no tiene la posibilidad de desviar sus fuerzas disponibles para la reunión de la fuerzas alemanas creadoras de cultura. También prescindió de ello porque entretanto (1929) había sido llamada a la vida una fundación en cuyas aspiraciones el Nacionalsocialismo podía tener confianza: la Alianza Combativa por la Cultura Alemana. Esta Alianza anunció su meta de este modo: "La Alianza Combativa por la Cultura Alemana tiene la finalidad de defender, en medio de la actual decadencia cultural, los valores del modo de ser alemán y fomentar toda expresión específica de la vida cultural alemana. La Alianza Combativa instituye como meta esclarecer al Pueblo alemán sobre las relaciones entre raza, arte y ciencia, valores éticos y volitivos. Instituye como finalidad acercar al pueblo a los hombres prominentes, hoy silenciados, y servir así a la alemanidad cultural en su totalidad sin consideración de fronteras políticas. Mediante la reunión de todas las fuerzas que participan de estas aspiraciones, ha de crearse la premisa de una educación en las escuelas y universidades que reconozca la nacionalidad como primer valor. El objetivo es despertar en la nueva generación el conocimiento sobre su esencia y la necesidad de la lucha por los valores culturales y caracterológicos de la Nación, templando la voluntad para esta lucha por la libertad alemana."
El artista y erudito es generalmente "apolítico" lo cual es hasta cierto punto comprensible ya que de la soledad del individuo mana su fuerza para la plasmación creativa, pero de todos modos debe sentirse exaltado por el genio de su pueblo, de su sangre y por eso separarse nítidamente de aquellos que niegan esta sangre y se esfuerzan por corromperla y envenenarla. Este paso, que constituye la condición previa de todo lo demás, lo ha realizado la Alianza Combativa por la cultura Alemana. Un gran número de fuerzas creadoras alemanas se ha puesto a su disposición y, por consiguiente, las secciones en formación del NSDAP para el estudio de la cultura y de la raza puedan colaborar con ella.
Sabemos hoy demasiado bien en qué gran medida están ligados el poder y la cultura. Por eso también comprendemos que una liberación cultural sólo es posible mediante el desplazamiento de los actuales detentadores del poder que, como patrocinantes de los Gumbeles y Lessings, fomentan la incultura antialemana con los medios de la política, ejerciendo una terrible acción destructora de las almas. Consideramos por esta como la misión más importante de una asociación cultural el reconocimiento de los creadores verdaderamente conscientes de su raza en todos los campos y que sin la menor estrechez de miras los reúna, los infunda esperanzas y les libere del sentimiento de desamparo, con la finalidad de que el conductor alemán del Nuevo Orden venidero pueda contar con las personalidades necesarias para reemplazar a los que hoy maltratan el alma alemana en universidades, academias, juzgados, etc.
Como organización política de combate, el Nacionalsocialismo ha comenzado en el terreno político cultural allí donde se encuentra la central de la labor de contaminación moral: la prensa. En el Punto 23 de su Programa exige que todos los jefes de redacción deben ser connacionales y que los periódicos no alemanes requieran para su aparición una autorización estatal, lo cual imposibilita, por otra parte, todo control financiero extracomunitario. Además el citado Punto reza: "Exigimos la lucha legal contra una orientación del Arte y de la Literatura que ejerce una influencia corrosiva sobre nueva vida nacional y la prohibición de actos y espectáculos que contravenga las demandas precedentes."
Con esto queda esbozado la gran misión en lo que hace al Estado que si no quiere estrangular la vida en los asuntos culturales sólo puede ser preventivo, fijador de límites; creativa es y continuará siendo siempre exclusivamente la persona Es, sin embargo, de importancia decisiva que la conducción estatal se integre con hombres étnicamente ligados, creadores de cultura y no con marxistas internacionales, pero tampoco con burócratas anquilosados o santurrones hipócritas. No son los mandamientos y las prohibiciones lo que para nosotros constituye la clave de esta cuestión sino el ser humano.
Si la higiene racial, unida el mejoramiento étnico ha de crear la principal física de todo saneamiento, la educación ha de forjar la reconstrucción espiritual del Pueblo alemán. Es obvio que la instrucción pública influye profundamente sobre el intelecto y el alma del niño alemán. El NSDAP en este punto, al igual que en otros, se encuentra en violento conflicto con la metodología vigente. Si reconocemos que es el carácter el que sostiene al Estado y la sociedad, la educación del alemán venidero significará en primerísimo lugar la formación del mismo. En esto el Nacionalsocialismo se diferencia fundamentalmente de la corriente burguesa de los últimos cien años que pone el mayor énfasis en el saber. Esta intelectualización ha paralizado el instinto natural desarrollando el sistema de los "peritos" que carecen de un centro viviente, ligado a la sangre. Por eso ha habido en Alemania tanta "objetividad" y tan poca representación apasionada del pueblo en su totalidad, por eso también, aún hoy la Nación alemana suministra los más grandes constructores de aviones, los dirigibles de genial concepción, los mejores transatlánticos y tan destacados jurisconsultos pero tan pocos hombres de Estado. La genial figura deAdolf Hitler fue, por consiguiente, observado desde muy arriba una literal salvación del carácter a último momento realizada por el alma del Pueblo alemán. Y desde entonces el Nacionalsocialismo ha llegado a ser el mayor educador del pueblo que Alemania puede registrar a partir del Alten Fritz [1] y los hombres de 1813. Ha hecho que muchos millones tomaran conciencia de la esencia de la lucha sobre este mundo, ha despertado la grandeza de la sangre germánica en otros millones. Por él se ha devuelto a la Nación alemana a sus inventores y artistas, a sus técnicos y soldados su "centro de bienaventuranza" (Herder), otorgando a todo accionar un sentido. Pero si este gran hecho ha de formar en procreación continuada nuevas generaciones, sin desvanecerse nuevamente después de una gran llamarada, el Estado Popular Nacionalsocialista debe exigir en primer lugar: ¡la escuela!
Contra esta demanda se alzarán enconadamente aquellos poderes que hasta ahora dominaron y a cuya dominación Alemania debe el decaimiento de su carácter y como resultante obligada, la desaparición de la verdadera política. El Centro e importantes sectores del protestantismo ortodoxo exigen la escuela eclesiástica. Se la designa todavía escuela confesional, pero se entiende por ello una absurda subordinación que hará que lo religioso alcance hasta las ciencias naturales y la caligrafía! Aquí se requiere una clara delimitación. Como se ha expuesto, la religión es una cuestión íntima de la conciencia referida a asuntos metafísicos sobre los cuales ningún Estado está facultado a decidir mediante medidas compulsivas ni tan siquiera a través de insinuaciones de ninguna especie. De qué manera, por consiguiente, ha de ser la enseñanza del niño en materia religiosa, esto lo han de determinar sólo los padres. Y como las ideas religiosas, por cierto, difieren, la enseñanza religiosa separada conforme a las confesiones , también ha de ser sostenida desde el punto de vista nacionalsocialista, debiendo, pese a ello, imponerse al respecto la condición de que no se puede emprender nada que contravenga la conciencia nacional. En todas las restantes materias, empero, la escuela no tiene la misión de formar a luteranos, católicos, fieles de la Iglesia Alemana, reformados, etc., sino forjar alemanes conscientes del Pueblo y del Estado. Una promoción de la influencia puramente confesional (supervisión eclesiástica sobre todo en medios rurales) haría resaltar aún más agudamente la escisión religiosa del pueblo y pondría la simiente para discordias futuras de alcances del todo imprevisibles.
La denominada "escuela simultánea", que se opone a las escuelas confesionales, lleva todos los signos del pensar liberal, que sólo tiene en cuenta esquemáticamente lo exterior. La antítesis espiritual de las escuelas confesional y simultánea es la Escuela Nacional Alemana, que no abarca una parte sino que dirige su mirada al todo.
De esto resulta la misión de una nueva versión de la Historia. No tendrá que llevar coloración dogmática católica o protestante, sino que partirá del hecho de la sangre, de la diversidad de razas y mentalidades raciales; ella describirá la lucha de la sangre nórdica en Grecia y Roma, la naturaleza germánica en su plasmación progresiva, las fuentes de su salud y los peligros de su degradación, y el cartabón para la valoración de esta interpretación de la historia partirá, como dijimos anteriormente, del hecho de comprobar si una personalidad un fenómeno histórico o una corriente espiritual ha acrisolado y fortalecido o bien debilitado la esencia de la alemanidad. Todos los trabajos preliminares en este campo (Lagarde, Ranke, Treitschke, Wagner, Chamberlain, Krieck, Günther) han sido recibidos con especial gratitud por el Nacionalsocialismo, quien protegerá siempre a los grandes educadores del pueblo, para que su obra no se quede en palabra y literatura sino que se transforme en vida pletórica de sangre.
En el análisis a fondo de todos los problemas trabaja intensamente la Liga Nacionalsocialista de Docentes, y la elaboración programática definitiva de todos los principios será cometido de todas las fuerzas pedagógicas, de esta organización.
Lo mismo es válido para la justicia. El Punto 19 del Programa exige la sustitución del actual sistema legal judeo romano por un Derecho comunitario germánico. También en la cuestión de la estructuración de tal Derecho habrán de ser superadas algunas diversidades en lo que hace a detalles. Pero una cosa va surgiendo para nosotros dominándolo todo: el Derecho alemán venidero será, ante todo, un código del deber. Las generaciones desintegradas por el demoliberalismo no partían del Derecho del conjunto que es el que, sin embargo, posibilita al individuo su existencia, sino que trasladaron el centro de gravedad de la idea del Derecho de manera catastrófica, a ese individuo. Si bien aún resistían las capas organizadamente crecidas en un pasado más sano ejército y cuerpo de funcionarios- y también la tradición cultural aún soldaba a las almas entre sí, a pesar de ello, así como en el ámbito político por la democracia sin raza, en el campo jurídico el individuo fue declarado por así decirlo autocrático, y casi todos los bienes y elementos con los cuales se hallaba relacionado fueron degradados a mercancía. "Todo propietario de una cosa puede proceder con ésta a voluntad", reza un parágrafo tristemente célebre del Código Civil. Esto es la inversión de la antigua máxima legal alemana de que el provecho comunitario precede al provecho individual, máxima éste que destacada especialmente puede ser encontrada en el Programa del NSDAP, en el Punto 24, que fija la postura religiosa del Movimiento. Y, efectivamente, en esta posición interna con respecto al Derecho y a la cuestión del deber, radica también el valor del genuino sentimiento religioso.
Ella conduce de manera completamente directa a la fórmula grandiosa y simple de Kant: "La moral no es en realidad la doctrina de cómo nos hacemos felices, sino de cómo hemos de hacemos dignos de la felicidad." Este orgullo interior se alza sobre el "derecho" del yo para ponerse al servicio de una idea sublime y eleva recién de esta manera la persona a la categoría de personalidad. Aunque en la vida individual cada cual pueda pecar contra este principio infinidad de veces, el hecho de que lo haya reconocido, como necesario para sí y para el Estado, da a la comunidad estilo, carácter, constancia, hace aparecer el apartamiento de los sujetos antisociales, como la consecuencia necesaria de un proceder que menos¬caba o destruye la libertad de esa comunidad. Bajo el Derecho individualista, en cambio, todo intermediario rapaz considera al fiscal y al juez sólo como aguafiestas en su justificado trabajo que consiste en acumular riquezas mediante la especulación, aunque haya que pasar sobre cadáveres. Un paso más, y se llega a la tesis de la socialdemocracia de que cada cual debe tener el "derecho" también de traición a la patria, el cual no debe ser castigado. (En la prensa de orientación marxista ya aparecen impunemente artículos en los cuales su autor promete denunciar al extranjero los armamentos de Alemania). Esta expresión de convicción nos lleva directamente al controvertido concepto de la propiedad. Porque lo que el marxismo hace en éste y en otros casos es un ataque brutal a la propiedad del pueblo, que consiste en la libertad nacional, en la soberanía estatal, en la posibilidad de defender el territorio de la Nación y sus intereses morales y materiales, en todo el mundo. Existe por lo tanto una sagrada propiedad en el sentido más alto, que está por encima de todos los intereses particulares, y a la cual debe subordinarse todo lo demás, como función de esta idea superior!
Desde este punto de vista resulta para el Nacionalsocialismo lo siguiente: reconoce la propiedad legalmente adquirida, y ello en todos los terrenos. Un descubrimiento, una obra poética son propiedad, tal cual lo es el dinero ahorrado de un hombre modesto mediante honesta labor diaria. Pero si un genio egoísta quiere sacar provecho de un descubrimiento contra la totalidad del pueblo, entonces éste deberá neutralizar tal proceder, lo mismo que un drama a favor de la traición a la patria (por grande que haya sido el talento con que fue elaborado), o las especulaciones en perjuicio del pueblo con dinero en sí honestamente adquirido.
Dónde se restringe aquí el concepto de propiedad privada dependerá de la severidad de la concepción de la utilidad común, utilidad común entendida también aquí en el más alto sentido como suma de los valores morales del carácter de la alemanidad en su totalidad. Expresado en forma gráfica, el actual "hombre de negocios" puede deambular durante kilómetros antes de que se tope con el juez penal si es que lo encuentra-, mañana en cambio, cuando el Estado Nacionalsocialista haya superado el actual interregno, este hombre ya verá delante suyo a los pocos pasos sobre el sendero del intermediarismo rapaz, al fiscal. El que combate esta concepción de la propiedad privada prueba con ello solamente que los conceptos alemanes sobre honor y deber están extinguidos en él y que conceptos judaicos han ocupado su lugar.
Una posición aún más severa en la cuestión de la propiedad privada lo testimonia el NSDAP frente a la posesión de tierra. Esta no debe ser entendida de ninguna manera como mercancía, ni como la consecuencia de la invención de la creatividad humana, sino como un pedazo de cosmos una premisa de vida de la totalidad del pueblo, que fue defendida desde generaciones con su sangre en las fronteras del país. El nacionalsocialista Gregor Strasser formuló cierta vez muy bellamente esta relación: si el trabajador desposeído, el estudiante, el artista, el erudito, en general el habitante de la ciudad defiende con su cuerpo el terruño del campesino, del poseedor del suelo, participa entonces del derecho de velar también para que este suelo defendido no se eche a perder, permanezca yermo o hasta sea malvendido a extranjeros enemigos. Si el campo es la base de la alimentación popular, el campesino es, por lo tanto, para la vida de la Nación, la condición previa de todo, y esta Nación organizada como Estado protege la libertad y el fruto de su trabajo. Por eso el suelo no es mercancía, no debe ser objeto de especulación, más aún, el auténtico Estado popular debe reservarse el derecho no sólo de transformar, contra la correspondiente indemnización, para fines necesarios de la comunidad, la posesión privada en propiedad del pueblo, sino también el derecho de practicar, dado el caso si hay grave daño para la comunidad también expropiaciones sin indemnización. Todo esto en conjunto es el sentido de nuestro Punto 17, profundamente justificado y por ello combatido con tanto odio por todo el mundo liberal, parágrafo para el cual Adolf Hitler dio en 1928 una breve aclaración, que fue completada en marzo de 1930 por un programa agrario.
Escuela y Derecho, estas son las grandes palancas de la educación del pueblo. La prensa y la literatura (hoy también el cine y la radiodifusión) son los medios de enorme influencia sobre la generalidad, que deben estar bajo su atenta vigilancia.
La gritería de la "libertad de prensa" está al mismo nivel que si se quisiera reclamar libertad para la venta no sólo de alimentos sanos sino también de todas las substancias tóxicas. Ya H. St. Chamberlain refiere la comparación que así como el Estado ha establecido una policía de mercado para preservar a los ciudadanos de productos alimenticios perjudiciales, también debe preocuparse los intentos de envenenar espiritualmente. Cierto es que el actual "Estado" también ha introducido una ley de protección, pero no acaso para la protección del honor nacional, de la salud moral del pueblo, sino para la protección de la actual "forma estatal" y de sus ministros difuntos y vivientes. (En virtud de esta ley un presidente superior (Oberpräsident) marxista hasta prohibió un diario porque había publicado una caricatura de Barmat). Todos los Eisner, Erzberger, Hoefle, Bauer, Scheidemann, Ebert y miles de otras figuras ministeriales están por consiguiente bajo el parágrafo de protección a su majestad. Llamar sin embargo a la Germania una ramera está permitido y en boga (Tucholsky), como igualmente presentar el Ejército popular alemán como violador de hostias y altares y asesino de belgas, deporte éste que practican impunemente especialmente los dirigentes del Centro (cura Föry, Dr. Mönius, etc.). Por lo demás, el Nacionalsocialismo no es amigo de un Estado Policía en el que aparece en todas partes la palabra "Prohibido"; se pronuncia absolutamente como adversario de un sistema en el que presidentes de policía o asociaciones de gazmoños vociferan contra la "inmoralidad" o en el que se interviene violentamente contra una forma de expresión artística. Pero si abogamos por la formación de un consejo cultural dentro de la Orden (o Senado) Nacionalsocialista, que esté integrado por personas irreprochables, de fina sensibilidad, a quienes les esté dada la posibilidad de hacer conocer en la prensa, la radio, etc., las ideas culturales generales del Nacionalsocialismo, pero por otro lado no ha de yugular a los artistas empeñados en realizarse, la posibilidad de la expresión de sus pensamientos en todos los terrenos. Aquí se manifiesta la confianza del Nacionalsocialismo en la salud alemana. Una vez que el pueblo esté desintoxicado por la segregación de los enemigos de la raza, que a estos adversarios de un renacimiento alemán les hayan sido quitadas las posibilidades de una contaminación espiritual entonces la hipnosis mediante "periódicos mundiales", cinematógrafos judíos y bastardos de la radiodifusión cederá poco a poco y volverá de nuevo a aparecer un pensamiento sin prejuicios que será simultáneo con un saneamiento general de la vida pública
Qué formas, por consiguiente, nuestra cultura tomará en el teatro, en las artes plásticas, en la poesía etc., lo dejaremos para el futuro. Actualmente sólo tenemos en cuenta aquellas personas que alguna vez deberán ser corridas de los sagrados lugares de la cultura alemana, de la vida jurídica alemana y de las cargos de directores y de las academias, y tendremos en la memoria a aquéllos que han aportado valores alemanes, o a los que, como generación joven, se esfuerzan visiblemente por la expresión de estos valores.
Y después, ¡campo libre al impulso creador del alemán!
Referencias
- ↑ Viejo Federico apodo de Federico el Grande (N. del T.)
Capítulos
- 1. Las premisas
- 2. Filosofía racial y estructura estatal
- 3. Política exterior y ética económica
- 4. Cosmovisión, religión, política
- 5. Renacimiento de la moral
- 6. Símbolos de la vida