Al-Ándalus

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«Al Ándalus» abarcó un enorme espacio geográfico, que superó por un breve periodo el marco de la propia Península Ibérica, mientras que la presencia de población de origen musulmán se prolongó desde los inicios del siglo VIII hasta comienzos del siglo XVII motivo de su expulsión programada incluso ya cristianizada.

Al-Ándalus fue una entidad árabe e islámica surgida tras la invasión y destrucción del Reino visigodo y ocupación de una parte o total de Spania por una acción militar [1], cuya economía se basaba en gran parte en el expolio del norte de España, a través de aceifas dirigidas a territorio cristiano en periodo estival. Esta entidad política abarcó la Península Ibérica y partes de la Galias, llegando incluso a establecer guarniciones en algunos puntos aislados en los valles del Ródano. Se trataba, pues, de un concepto político-religioso. Aunque tardará tiempo en imponerse y estructurarse cubriendo una realidad geográfica mudable. Su expansión en Europa a inicios del siglo VIII se debe al concepto de «yihad».[2] Posteriormente irá fragmentándose su territorio en varias taifas, como disminuyendo su territorio cuando desde las entidades cristianas del norte que no son controladas por el poder islámico, durante el periodo de la Reconquista proyectan hacia al sur sus proyectos políticos y aspiraciones de restauración de España[3].

¿Al-Ándalus una desindoeuropeización frustrada?

Al Ándalus abarcó un enorme espacio geográfico, que superó por un breve periodo el marco de la propia Península Ibérica, mientras que la presencia de población musulmana se prolongó desde los inicios del siglo VIII hasta comienzos del siglo XVII, por lo tanto unos novecientos años. En ese periodo la propia entidad islámica conoció también periodos de sometimiento político a estructuras de poder orientales o africanas y periodos de independencia, periodos de unidad y periodos de fragmentación. Durante algunos de estas épocas se verificaron entradas, más o menos numerosas de gentes procedentes del Próximo Oriente o de África, y durante todas ellas fue constante un flujo de población extra-peninsular debido al comercio de esclavos. Por todo ello, es decir, por la amplitud y complejidad del marco de estudio y la relativa escasez de investigaciones realizadas, es completamente imposible a día de hoy sacar conclusiones raciológicas válidas aplicables a todo el tiempo y el espacio andalusíes, porque cabe la posibilidad que la ampliación del repertorio de fuentes, la renovación de los planteamientos metodológicos y el incremento del número de estudios, varíen la imagen que hoy por hoy nos podemos hacer de esta cuestión.

Por el contrario, sabemos que la consiguiente llegada de invasores procedentes de regiones orientales y norteafricanas fraguaron un entidad política, religiosa, social, jurídica, económica, fiscal, lingüística, y cultural islámica o musulmana con la consiguiente desindoeuropeización en muchos ámbitos.

La sociedad de «Al Ándalus» fue multiétnica y multicultural. Por regla general la diferencia entre las poblaciones cristianas y musulmanas era algo perceptible, una diferencia imposible de explicar sólo por «preferencias a la hora de vestirse».

El reemplazo de una lengua por otra no es un fenómeno ni instantáneo ni fugaz. Estos invasores traían consigo un sustrato lingüístico ajeno a la familia de las lenguas indoeuropeas que a lo largo de los siglos hizo desparecer muchos de los topónimos de origen preislámico en las zonas ocupadas, muchos de los cuales pertenecían a substratos indoeuropeos, si no que también a la larga, la lengua de los habitantes autóctonos acabó siendo substituida por el árabe.

A pesar de que poco a poco se van acumulando estudios parciales, correspondientes a necrópolis concretas o a grupos de éstas, todavía está por realizar la investigación raciológica de conjunto y definitiva desde el enfoque somatométrico y taxonómico y desde el enfoque genético de las poblaciones medievales peninsulares, tanto cristianas como musulmanas. Las informaciones de las que disponemos a día de hoy son de distinta naturaleza (antropológicas, textuales e iconográficas) y de compleja valoración, por lo que todo lo que se afirme en este terreno ha de tener una validez provisional.

No obstante, a día de hoy es posible dibujar una imagen de algunos territorios y momentos de Al-Ándalus desde el punto de vista de su composición étnica, si bien, hay que insistir en el carácter provisional, ya mencionado, de las afirmaciones que se hagan al respecto.

El territorio de Šarq Al-Ándalus. Los casos de las necrópolis mudéjares

En función de lo expuesto, quizá lo más prudente sea ceñirse a un territorio y un marco cronológico concreto. En este caso vamos a tratar el caso del Šarq, es decir, el oriente andalusí, grosso modo, las áreas por las que se extenderán la conquista y la repoblación llevada a cabo por la Corona de Aragón con repobladores catalano-aragoneses reproduciendo las informaciones proporcionadas por una obra de reciente publicación en la que ofrece un estado de la cuestión [4]. El conjunto de la poblacional de la zona oriental peninsular en los prolegómenos de la conquista musulmana era el resultado de la superposición e interacción de diferentes estratos démicos. Pero nos limitaremos al período en estudio y a la situación posterior al 711:

" Una primera propuesta consideraría que los beréberes, el grupo más numeroso y más coherente llegado con Tariq como aliados-rehenes, se asentarían principalmente en las llanuras toledanas, extremeñas, turolenses y levantinas. Estos beréberes habrían sido mucho más numerosos que los árabes: decenas de millares frente a unos escasos miles[5]. ; por su parte, los elementos árabes y sirios se habrían instalado en las principales ciudades y en las mejores tierras de las llanuras de Andalucía, Levante, Toledo y centro de Aragón. Sin embargo, Pierre Guichard [6] ha defendido recientemente que en el Šarq fue mucho mayor la importancia del elemento bereber que la del árabe, de manera que se habría producido una cierta berberización de la zona oriental andalusí. Beréberes que según Martín Almagro antropológicamente «eran mediterráneos mucho más afines a la etnia nórdico-mediterranoide que la Península ofrecía» y por lo tanto no estaban alejados, raciológicamente hablando, de la población sobre la que se superpusieron.

No obstante, y sin entrar a valorar la potencia del substrato cultural e ideológico pre-musulmán en al-Andalus, es probable que desde un punto de vista estrictamente étnico el resumen que hace el propio Guichard no esté muy lejos de la verdad: «Los musulmanes andalusíes, en general, y los de Valencia en particular, se dicen y se quieren “árabes”. Pero, a falta de fuentes relativas a los primeros siglos de la historia musulmana de Valencia y su región, resulta muy difícil saber qué orígenes étnicos reales ocultan las numerosas nisba/s tribales con que adornan sus nombres, ni si esta reivindicación de arabismo es un hecho esencialmente urbano o más generalizado. Contamos con muy pocas referencias precisas respecto a la llegada de elementos orientales a la zona valenciana en la época de la conquista, (…) y una cantidad relativamente más importante de datos textuales y toponímicos relativos a la presencia, en los siglos VIII-X de elementos beréberes magrebíes, de los que cabe pensar que incidieron en la formación de la población musulmana de la región de Valencia de los siglos XI-XIII. No obstante, es razonable pensar que ésta provenía, principalmente, del fondo indígena anterior a la conquista» (Guichard 2001, 205).

Testimonios iconográficos de varios pórticos de las iglesias románicas representan a los musulmanes con rasgos negroides, un reflejo de como percibían las poblaciones cristianas septentrionales a las poblaciones musulmanas del sur.
Por otra parte, las fuentes históricas ofrecen una imagen del mudéjar-morisco que no encaja mal con los datos de la investigación antropológica. Carles Lalueza y sus colaboradores[7] han reafirmado los resultados de Prevosti y du Souich que constataban una importante presencia (16,84 %) de individuos que presentan rasgos ajenos al tipo mediterráneo y que corresponden a «influencias negroides» (nivel de prognatismo, longitud inter-orbital y la tendencia hacia una apertura nasal baja y ancha) entre las poblaciones musulmanas granadinas (16,84%) y las de las poblaciones judías barcelonesas (7,15%). Estas series musulmanas y judías se separan ostensiblemente de las correspondientes a las diferentes poblaciones cristianas medievales. Estos autores llaman también la atención en este contexto sobre la presencia de marcadores genéticos subsaharianos, que en algunos casos pueden llegar a un 18%, entre las poblaciones árabes y judías actuales. En efecto, Barthélem y Joly constata en su visita al monasterio cisterciense de Valldigna el contraste entre la población cristiana y los vasallos moriscos de dicho monasterio[8]. Como escribe Dolors Bramon (1981, 131): «Este comentario ligaría muy bien con la expresión valenciana que a menudo se encuentra en la documentación de la época, según la cual había individuos de color “codonycuit” [membrillo cocido] (en algún caso se especifica, incluso, que se trata de una “prima coctione”), expresión que se utiliza, sobre todo, para describir genéricamente a los cautivos, aunque alguna vez aparezca referida más concretamente a cautivos de origen sarraceno». Otras fuentes también citadas por DolorsBramon incidirán en la «nacionalidad hispánica» y no «armenia» o «africana» o «mora» de mudéjares o moriscos. No es fácil deslindar en estos casos el sentido geográfico del étnico que está en la base de estos juicios, pero en cualquier caso, el propio planteamiento del problema en aquella época implica que por regla general la diferencia entre las poblaciones cristianas y musulmanas era algo perceptible, una diferencia imposible de explicar sólo por «preferencias a la hora de vestirse» como señala esta autora, y una regla general a la que, como toda regla, cabían excepciones. Incluso llamativas[9]".

Hasta aquí los párrafos transcritos de la obra de J.Gilabert y colaboradores, relativas a la composición racial de los territorios musulmanes hispánicos, en especial a la zona oriental peninsular.

El norte repoblador. Un hecho diferencial

Enfrente a estas gentes se encontraba la población cristiana de los reinos y condados del norte. ¿Qué podría decirse desde el punto de vista antropológico de estas comunidades humanas? De nuevo recurrimos a los testimonios recogidos en la obra mencionada en lo relativo a la Cataluña medieval[10]:

"La comparación de las series pre-medievales de la población catalana con las medievales, en función de dos criterios esenciales (tipología antropológica general y estatura) ha proporcionado una clara evidencia de la transformación étnica producida durante la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media (…) durante la época medieval se observa de nuevo una marcada dolicocefalia, muy acentuada en todas las series catalanas y, harto significativo, con unos valores de longitud del cráneo idénticos a las de las series de los visigodos de las necrópolis de la Meseta. Pareciera ser que los grupos braquicéfalos, poco numerosos, habrían desaparecido a causa de la presión de las poblaciones dolicoides y por la falta de migraciones procedentes de los focos de braquicefalización europeos, aunque posteriormente en tiempos modernos estos braquicéfalos volverán a aparecer.

Esta evolución y los responsables de la transformación altomedieval son evidentes para Xavier Jordana [11] y Assumpció Malgosa: «Así pues, se observan cráneos dolicomesocéfalos, en la población catalana del Bronce, mesocéfalos en época romana, influidos por la llegada de población braquicéfala, y en época medieval se retorna a unas formas más próximas a la dolicocefalia, posiblemente a causa de la aportación dolicocéfala de origen visigodo. Hay que tener en cuanta aquí el aumento de altura craneal de las poblaciones medievales y modernas catalanas con relación a sus predecesoras, causada posiblemente por esta aportación nórdica». Ideas sobre las que insistirían poco después .

Por su parte, Elisenda Vives[12], antropóloga especializada en la época medieval catalana, ha constatado que la influencia de la raza nórdica se encuentra dispersa por toda Cataluña. Por ejemplo en la necrópolis andorrana de Sant Vicenç d’Enclar, asentamiento defensivo mencionado por primera vez en el 952 o en Sant Martí de Nagol, se han estudiado 12 cráneos de adulto y el esqueleto postcraneal de 17 individuos. Los análisis antropológicos de E. Vives constatan la presencia de tipología nórdica. Se trata de individuos de grandes inserciones musculares, robustos y altos «que según las fórmulas de Pearson supera muchas veces los 170 cm. y según las de Trotter y Gleser alcanza los 180». Observa Elisenda Vives que la morfología craneal es marcadamente dolicocéfala así como también es constatable la robustez propia del tipo nórdico, y continúa: «La asociación a actividades violentas son factores que pueden sugerir la aportación en la población andorrana, de posible base mediterránea, de contingentes foráneos –véase el ejemplo de los visigodos– que, más adelante se completarían con la repoblación a las que acudieron “gentes de todas partes y de todas las naciones” según el obispo Idalguer en el 906 y que posteriormente se vería corroborado por aportaciones de franceses de varias zonas e incluso de gentes de procedencia más alejada». Lo que corrobora Turbón [13].

En la necrópolis de L’Esquerda (Osona), una de las más interesantes de Cataluña, se encuentran restos correspondientes a los siglos IX-XI, pero que podrían llegar hasta el siglo XIII, E. Vives considera que muchos de estos restos podrían ser de repobladores, el lugar de procedencia de la repoblación de Osona podía ser el Ripollés y la Cerdaña donde estaba integrada administrativamente la comarca, aunque la importancia militar de este condado sugiere que la población estudiada pudo tener un cierto nivel social como lo atestiguarían la alta estatura de los restos y la antroponimia gótica que reflejan los textos. Desde el punto de vista antropológico la población es puramente dolicocéfala, orto-cránea y orto-metriocránea. Rostros ortognatos, estrechos, de altura variable pero con tendencia a altos, la nariz alta y estrecha (leptorrinos). La altura de la población masculina según Trotter y Gleser sería de 172.08 cm., superando así la media de la época romana. No resulta difícil ver aquí la aportación de un componente nórdico en la población: «en algunos casos se puede ver una influencia de robustez que podría ser de origen nórdico o mediterráneo robusto».

En la necrópolis de Santa Margarida de Martorell se han encontrado restos correspondientes al siglo VI al XIII pertenecientes a individuos de diferentes clases sociales y diferentes tipos antropológicos.

"Tipológicamente, destaca la diversidad, moderada, de los adultos con tipos mediterráneos y otros de formas más robustas y posible influencia nórdica. La estatura está muy contrastada, las mujeres entre 150 y 154 cm. y los hombres alrededor de los 160 los unos y los 180 cm. los otros".

Y son muchas más las necrópolis donde se ha podido comprobar la influencia del elementos nórdicos (SantVicenç de Torrelló, Sant Jaume delsDomenys, etc.).

Pero quizás los resultados más significativos son los que ofrece el estudio de conjunto de los restos de una treintena de cementerios medievales realizado por Carlos Lalueza et alli, ya citado anteriormente. Esta investigación ha determinado que existe una plena coincidencia de valores antropométricos entre las poblaciones visigodas y las series medievales de la Cataluña central, identidad que para los autores del trabajo radica en la condición racial nórdica de ambos grupos. Esta extrema analogía (hay que recordar la existencia de diferentes tipologías nórdicas) implica[14] no sólo que el componente nórdico de la población catalana medieval fue cuantitativamente abrumador sino, lo que es más importante, avala la hipótesis de la vinculación genética de la población medieval catalana con los grupos humanos visigodos.

Noble catalán en la conquista de la Mallorca musulmana dando muerte a un musulmán.

El asentamiento gótico en las zonas catalanas y septimanas ha sido denso y antiguo. Barcelona fue durante décadas el centro político del reino y el Pirineo constituyó, como afirma Bonnassie, un territorio refugio en el siglo VIII para nutridos grupos godos que se distribuyen por todo el territorio como atestigua la toponimia y que, en parte, pasan a integrar, junto a la nobleza local, también goda en buena medida, los cuadros aristocráticos de las nuevas estructuras políticas nacientes. Teniendo presente este contexto político-social, Elisenda Vives hace una serie de consideraciones de carácter demográfico y selectivo muy acertadas, señalando que es necesario tener muy en cuenta un factor como sería la tasa de reproducción:«García de Cortázar comenta que entre las poblaciones pobres, las medidas maltusianistas eran severamente castigadas y se ve que el abandono de hijos y los abortos podían ser frecuentes. En cambio, los ricos protegían los hijos, numerosos, a los cuales procuraban medios porque eran la garantía de continuidad familiar y eso posibilitaba las relaciones de linaje, contrariamente a lo que se ve en los inicios de la edad moderna cuando una familia pobre era numerosa prácticamente siempre. Una explicación sería que precisamente los godos a causa de la categoría de grupo dominante tuvieran más éxito en la reproducción y la fomentaran. Se conocen algunas epidemias en la España medieval ya que J. Villalba hizo una lista el 1803, y dató la primera el 923, pero ya las había en el siglo VI (Riché, 1966 y Duby, 1979). A partir de este período hay una disminución muy importante de la población de la Europa Occidental causada entre otras cosas por estas epidemias, que a partir del siglo VIII y hasta finales del X-XI parecen disminuir (Montanari, 1979:49). No se tiene que descartar la posibilidad que la presión selectiva a favor de los germanos actuara a favor de la implantación de una marcada dolicocefalia acompañada por un aumento de la estatura, que provocara la desaparición de los pocos braquicéfalos, extranjeros o del país, que pudieran subsistir» (Vives 1990). Este componente nórdico es actualmente claramente perceptible entre las comunidades humanas del Principado, de las Baleares y del País Valenciano descendientes de las poblaciones medievales catalanas. (…)

Pero es necesario hacer unas puntualizaciones. Es evidente que los datos antropológicos de la Cataluña medieval conforman, en cierto sentido, un «espejismo» provocado por la visibilidad arqueológica de las necrópolis de determinados grupos sociales. Si bien el porcentaje de tipologías nórdicas tuvo que ser bastante alto, porque no se puede negar la realidad del material óseo investigado y diagnosticado, también es cierto que los grupos humanos racialmente nórdicos sólo constituyeron una parte de la población del país y no su práctica totalidad como pareciera apuntar el registro. El resto de tipologías európidas que se documentan con anterioridad a los siglos medievales, y que parecieran desvanecerse durante el Medioevo, vuelven a documentarse tras éste, si bien en cantidades porcentuales menores pero significativas, lo que implica necesariamente la continuidad biológica de estos tipos a través del periodo medieval a pesar de su casi nula visibilidad arqueológica, e independientemente del indudable papel jugado en el aumento post-medieval de la tipología alpina por las migraciones de los siglos XVI y XVII procedentes de allende el Pirineo, de las que se tratará más adelante. Es muy probable que hayan sido las condiciones funerarias medievales y la propia práctica arqueológica las responsables de este «espejismo», de esta especie de «Escandinavia» antropológica, que una vez redimensionado, creemos que ofrece una visión más real de los catalanes de aquel tiempo: una población en la que están presentes diferentes tipologías antropológicas európidas pero que ha conocido un incremento muy importante del tipo nórdico debido a los diferentes asentamientos en el tiempo de grupos góticos, un tipo antropológico que va a estar muy bien representado entre los sectores favorecidos de la sociedad (pero no sólo entre los grupos aristocráticos) por lo que han contado, además, con las ventajas selectivas de las que ha hablado Elisenda Vives.[15]"

El final de los linajes visigodos en Al Ándalus. Ocaso y mestizaje

La conquista musulmana supuso el reemplazo en el poder de los godos por linajes árabes. La aristocracia de final de la época visigoda en poder de sus bienes y por tanto con preeminencia económica en los primeros años de la conquista, la amenaza a la que se vieron enfrentados estos prominentes aristócratas godos era la de incurrir en matrimonios mixtos, de hispano godas con árabes, ya que de inmediato eran absorbidos por las reglas de la familia árabe, rígidamente patrilineales. Como ha apuntado el historiador Alcién Almansa dice “y debido a ello sabemos que la desaparición de diversos linajes visigodos, así como del encubrimiento de otros árabes a partir de los bienes conseguidos por matrimonio. Es el caso del duque Teodomiro”. Debido a esto, el Concilio eclesiástico celebrado en Córdoba en el año 839 advirtió este peligro y prohibió los matrimonios interraciales.

«Al Ándalus» fue la mayor potencia esclavista de la época, llegando a su techo en su periodo califal. Los «rubios y prolíficos califas cordobeses» a los que dedicó algunas páginas Sánchez-Albornoz quien atribuía sus pieles blancas y cabellos rubios o rojizos a sus madres, esclavas españolas de origen vasco o gallego.

A esta cuestión se refiere también la voz más autorizada sobre los godos, dice Luis García Moreno “es evidente que algunas familias nobles, colaboracionistas o no y más o menos descabezadas de sus naturales líderes masculinos, creyeron que podían salvar o recuperar gran parte de su anterior posición casando a algunos de sus vástagos femeninos con un destacado invasor. Tales uniones pudieron también ser deseosas por los vencedores árabes, cuyas tradiciones bélicas ancestrales tenían por objeto principal el botín de bienes muebles, especialmente joyas, ganado y hermosas jóvenes. Ejemplos famosos de tales enlaces sería tanto el de Egolina, viuda de Rodrigo y seguramente familiar de Witiza, con Abdelaziz, hijo del gran Muza y su sucesor en el gobierno de Al Ándalus, así como el de Sara, hija del witizano Artobás, con dos sucesivos nobles árabes, primero en Damasco y luego en la península. Sin embargo es evidente que una buena parte de las esperanzas puestas por los vencidos en tal política matrimonial se verían desmentidas muy pronto, pues para su desgracia la estructuras exclusivamente patriarcales de la familia árabe-islámica y su poligamia nada tenía que ver con las propias de la familia romano-goda-cristiana. La anécdota, recogida por la historiografía andalusí, de las quejas al respecto de Egolina ante su nuevo marido lo prueba de modo muy plástico(...) Basándonos en el relato que hizo Ahmad al-Razi sobre la comitiva de “30.000 hijas de reyes y nobles godos y damas cautivas” y la mención en un himno litúrgico datado contemporáneamente a la conquista y llegada de las tropas invasores en la que se alude la reducción al cautiverio de “casadas, viudas y doncellas” supuso un auténtico genocidio para muchas de la sippen góticas en los primeros años de la conquista musulmana.

Pero, no todos los linajes incurrieron en el mestizaje, algunos subsistieron por línea masculina, aunque a la larga acabarán siendo eliminados en las limpiezas étnicas prácticadas por el estado omeya contra los grupos étnicos rebeldes como el caso de Samuel ibn Hafsum (más conocido por Umar ibn Hafsun) en lo zona de Ronda.

A modo de conclusión

Sellos de los precintos de plomo encontrados en el Yacimiento de Ruscino en Narbona. Símbolo de conquista y botín contemporáneos a la conquista en un contexto islámico de estado de guerra «Dar al-Harb».

La primera conclusión que se puede deducir en lo concerniente a la composición étnica de los territorios musulmanes es que es necesaria mucha más investigación. Las fuentes textuales hablan con claridad de la presencia entre las comunidades islámicas de muchos individuos de pigmentación más oscura que la de las poblaciones cristianas del norte, pero también del origen «hispano» de una parte, por ahora imposible de calcular, de esa población. En este sentido, la población musulmana se caracterizaría por un componente mayoritario mediterráneo, con una mayor peso del tipo robusto en el oriente peninsular, y un menor número de elementos braquicéfalos –curvooccipitales y planooccipitales–, todos ellos procedentes del sustrato conformado desde el Paleolítico hasta el periodo romano. Los estudios antropológicos han documentado, por su parte, la existencia de una relativamente importante componente antropológico subsahariano entre los musulmanes y judíos medievales en la Península Ibérica, pero no entre las poblaciones hispano-medievales cristianas, lo que es un primer factor de diferenciación, pero sería necesario el estudio de más series correspondientes a espacios y cronologías más amplios y diversos para contextualizarlo a todo el conjunto andalusí.

Uniéndose además, la profunda ideologización de los enfoques sobre la conquista musulmana, lejos de atenuarse con el avance del conocimiento histórico sobre al-Ándalus, se ha incrementado actualmente a los estereotipos heredados de etapas anteriores, a saber, bien la de una imagen idílica y paradisiaca de al-Ándalus, se ha sumado igualmente fruto de la distorsión, es la aparición del islam como consecuencia de una crisis interna de la España visigoda en la que jugaron más fenómenos endógenos que alógenos [16].

Referencias

  1. Una aproximación para los trabajos de la conquista y entre los estudiosos, cabe citar a Pierre Guichard (1969). «Le peuplement de Valence aux des premiers siècles de la domination musulmane», Mélanges de la Casa de Velázquez, 5, pp. 103-158; Pierre Guichard (1987). Estudios sobre historia medieval. Op. Cit., pp. 27-71; Pedro Chalmeta Gendrón (2003). Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus. Jaén: Universidad de Jaén, pp. 23-24, pp. 33-36 y pp. 71-72; Eduardo Manzano Moreno (2006). Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de Al-Ándalus. Barcelona: Crítica, pp. 15-26; Alejandro García Sanjuán (2011). «Debate en torno a un episodio clave. Interpretaciones encontradas sobre la conquista islámica», Op. Cit., pp. 32-35.
  2. Luis García Moreno ha mencionado al numísmata Tawfiq Ibrahim que está en posesión de un nuevo sello-precinto de plomo, todavía inédito de estudio, de tiempos de la conquista que indica el reparto de doncellas vírgenes como botín entre los guerreros musulmanes "en el camino de Dios".
  3. Desde fechas muy tempranas se muestra ya una clara intención de recuperar las tierras perdidas en el llamado ciclo Alfonsino de la corte ovetense y su vinculación con España. Pero es una constante a lo largo de toda la Edad Media en las crónicas escritas de los ámbitos territoriales o cancillerías de los reyes cristianos la idea de España y su restauración. Véase un ejemplo significativo, la anécdota del rey aragonés Alfonso el Batallador en su incursión por Al-Ándalus, cuando volviendo sobre sus pasos después de razziar los valles andaluces, éste penetra en la intricada comarca de las Alpujarras, sale al mar por Salobreña y se dirige al oeste, hacia la playa de Vélez Málaga. Aquí sube a una barca y come luego pescado recién capturado. El cronista muslime, extrañado, escribe: "Era éste un voto que había formulado y cumplía ahora, o bien lo hacía sólo para que se hablase luego de él. Lo ignoro". La verdad es que se trataba de una ceremonia con un alto contenido simbólico desde el punto de vista feudal: el monarca aragonés tomaba posesión de los confines de España antes de retirarse. Es como si emulara el gesto protagonizado por Alfonso VI de Castilla y de León al llegar a las playas de Tarifa en 1082 y adentrarse en el mar montado en su caballo.
  4. Juan Gilabert, Santiago de Andrés y Enrique Monzonís, Del quien de los valencianos. Sobre los orígenes étnicos de los repobladores del Reino, Valencia 2013.
  5. Inevitablemente se ha caído en la tentación de los cálculos demográficos, que sin embargo, no pasan de ponderaciones. Así se ha sostenido, por ejemplo, que las «dificultades» políticas, religiosas y socio-económicas existentes a principios del siglo VII bastarían para justificar un presunto decrecimiento demográfico radical que habría reducido la población de la Hispania goda a unos dos o dos millones y medio de habitantes. Si a esto se añade una valoración demográfica alta de los recién llegados (unos 150.000-200.000 guerreros, cantidad imposible de absorber) la conclusión sería evidente: al-Andalus no habría constituido una prolongación geográfica-temporal de la Hispania visigoda sino una realidad esencialmente arábigo-musulmana, como lo pudieron ser el Magreb, Siria o Irak. Las diferencias con estos territorios se deberían a un distinto substrato, que coadyuvaría a forjar la peculiar personalidad del Islam hispánico como habría sido la población hispana pero mezclada con las poblaciones norteafricanas y Oriente Medio llegadas a la Península Ibérica.
  6. Pierre Guichard, «Otra vez sobre el viejo problema: orientalismo y occidentalismo en la civilización de la España musulmana», en En torno al 750 aniversario. Antecedentes y consecuencias de la conquista de Valencia, Valencia 1989, 73-96; P. Guichard, , Al-Andalus frente a la conquista cristiana, Madrid-Valencia 2001, pp. 207-221.
  7. Carlos Lalueza et. Alii., «Cranial Variation in the Iberian Peninsula and the Balearic Islands: inferences About the History of Population», American Journal of Physical Anthropology 99, 1996, 413-428.
  8. «Ilzsontordinariament plus teincts que les Espagnols, pareilz a ces Egiptiensquicourent le monde». Citado en DolorsBramon, Contra moros i jueus, Valencia 1981 p. 131. Con el nombre de egipcios el autor hace referencia a los gitanos. .
  9. Aunque sean casos muy tempranos, baste evocar los «rubios y prolíficos califas cordobeses» a los que dedicó algunas páginas Sánchez-Albornoz quien atribuía sus pieles blancas y cabellos rubios o rojizos a sus madres, esclavas españolas de origen vasco o gallego.
  10. Santiago de Andrés y Juan Gilarbet. Del quién de los valencianos.
  11. Xavier Jordana y Assumpció Malgosa, «Terrassa, una Villa Medieval en transición a la Época Moderna: Estudio bioantropológico de la necrópolis de la Plaça Vella», en Revista Española de Antropología Biológica(2002) 23, pp. 1-25.
  12. Elisenda Vives, La población catalana medieval. Origen i evolució, 1990: «¿Cuales fueron los elementos que coinciden en el aumento moderado de la estatura altomedieval? Las migraciones de poblaciones de más al norte, donde la estatura era más importante, podría haber influido en el desarrollo de la población local, asociada a la desaparición de los famosos braquicéfalos»
  13. D. Turbón, «Antecedentes del poblamiento del Pirineo Oriental», en Trabajos de Antropología, 20 (2),1981, pp. 101-116: «Debemos, no obstante, considerar la posibilidad de que, efectivamente la influencia de los grupos germánicos de ascendencia nórdica como los visigodos o los francos, que podían alcanzar Andorra, por los pasos naturales hacia el Ariège, pudiera acentuar la dolicocefalia, más moderada en la prehistoria, y la robustez ósea»
  14. A pesar de la prudencia de los autores a la hora de extrapolar conclusiones de esta semejanza: «Los ejemplos visigodos coinciden con los de la Cataluña medieval. En el primer grupo, un posible componente nórdico ha sido descrito (Schwidetzky, 1957; Varela, 1974-75)… Los visigodos y los catalanes medievales poseen una longitud craneal máxima grande así como también una longitud facial superior grande. Estos caracteres pueden ponerse en correlación con la alta estatura de las series presentadas y puede atribuirse a la contribución de elementos de la Europa septentrional».
  15. Y de nuevo hasta aquí los párrafos perteneciente al libro citado de los autores valencianos.
  16. Ignacio Olagüe (1974). La revolución islámica de Occidente. Madrid: Fundación Juan March.

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