Reino visigodo

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Regnum gothorum o Regnum Hispaniae / Hispania o Spania
Ubicación de Hispania
Capital Tolosa (418-507)
Narbona (507-531)
Barcelona (531-567)
Toledo (567-712)
Narbona (712-720)
Religión Arrianismo (418-589)
Catolicismo (589-720)
Gobierno Monarquía electiva
Moneda Tremís visigodo

El Reino visigodo fue una entidad política, administrativa, religiosa y cultural formada por los visigodos[1] entre los años 418 y 720, que tuvo dos denominaciones oficiales en las crónicas oficiales de la Cancillería goda como «Regnum Gothorum» y después a partir de mediados del siglo VII como «Regnum Hispaniae» en el contexto internacional como dentro del propio reino.[2]

Hispania en época visigoda tenía la capacidad de suplantar la palabra patria. Es decir España era una patria para sus habitantes o cronistas. Un nombre el de Hispania, pronunciada más o menos como suena hoy en día pronunciamos España. García Moreno, la mayor autoridad mundial sobre los godos y que tiene un gran formación filológica clásica afirma que cómo se pronunciaba Hispania/Spania al menos a partir del siglo II a.C. sonaba al sonido es-pa-ña (la n+i es una manera de notar la nasal palatal, nuestra "ñ", gafrema que el alfabeto no tenía, de la misma que lo hacemos todos los catalano e hispano hablantes actuales.

Antecedentes tolosanos y periodo de formación en Hispania

Los visigodos formaron dos entes políticos distintos y con diferentes componentes pero continuadores. El de Tolosa fue un reino genuinamente nuclear en la actual Francia, el de Toledo fue nuclear en el centro de la Península en sus inicios que fue reforzado tras la batalla de Vouillée tras una emigración del pueblo godo y con contigentes ostrogodos enviados por Teodorico I el Grande desde Italia, que consiguieron mantener la provincia de Septemania en poder de los godos.

Cuando entraron en Hispania los godos, con independencia de que pudieran conservar en mayor o menor medida sus esencias germánicas, ya venían muy romanizados, por más de 200 años de contacto con el Imperio, en cuya última centuria, ya dentro de las fronteras orientales, lo hicieron como una autoridad romana en un tratado militar con el propio poder romano en calidad de «foederati», para combatir a las bandas guerreras de otros pueblos germánicos e iránicos como suevos, vándalos y alanos que habían invadido Las Españas y restablecer el control romano.

A la caída definitiva del Imperio Romano, la provincia imperial de Hispania quedó huérfana por el vacío de poder romano en el siglo V, los godos herederos garantes del antiguo poder romano y los suevos, ambos pueblos proyectaron su proyectos políticos, pero sólo los godos fundaron un reino que duraría hasta finales del siglo VII y principios del siglo VIII, convirtiendo a España en un régimen o reino, que tenía tras de sí una monarquía que duraba 300 años.[3]. Una unidad política que se vislumbraba desde el período arriano con Leovigildo y que se había enfrentado a ataques extranjeros y procesos separatistas, a los que se habría conseguido salir victoriosamente. Contaba con una administración bastante aceptable por una tributación del poder central, hasta en la práctica frecuente fuera de entornos urbanos.[4] En la que además el documento escrito era insustituible. Se había consolidado un país con una identificación étnica casi nacional y cuyo ejército habían adoptado la Cruz como signos distintivos. Contaba con una capital como Toledo, una Iglesia centralizada, y estaba administrativamente formada por ocho circunscripción territoriales «provinciae».[5]. Asimismo, había asumido el control de plazas y ciudades norteafricanas como Ceuta o Tánger.[6].

Su desaparición producida en el siglo VIII por la expansión del I Imperio árabe-islámico a través de una conquista militar bajo los preceptos de la yihad que era una de las bases de la expansión islámica por el norte de África y después por Europa y que acabó por el afianzamiento de las conquistas y reparto de tierras entre los conquistadores musulmanes dando lugar a una entidad totalmente distinta y ajena como fue Al-Ándalus.[7].

La plena identificación de Hispania con el Regnum Ghotorum

Antes de la invasión musulmana a principios del siglo VIII, el Reino de los godos abarcó la totalidad de la Península Ibérica y se compondrá de 8 provincias dentro de un Estado unitario y centralizado, que en sus últimos decenios del siglo VII se había producido un deslizamiento lingüístico entre la denominación Reino de los godos al de Reino de España. Así como en qué medida ese cambio no se fundaba en una mera sinonimia entre ambas palabras, sino que suponía también una mutación conceptual, con implicaciones en la ideología política y en la conciencia histórica de la intelectualidad del Reino godo de Toledo y después en sus herederos los reinos cristianos durante la Reconquista

Partiendo de la idea expuesta por Suzanne Teillet de que en los últimos tiempos del reino visigodo de Toledo quedó configurada la plena equiparación de esta formación política con Hispania. El asunto ha sido estudiado exhaustivamente por esta especialista, que concluyó así su análisis que Hispania con el Reino visigodo “fue el primer Estado de la Europa moderna en haber adquirido desde el siglo VII, el estatuto de Nación”.[8] Esta evolución sobre la equivalencia entre Hispania y el «regnum gothorum» correspondió a Isidoro de Sevilla durante el primer cuarto del siglo VII, y adquirió por obra de Julián de Toledo en la segunda mitad del siglo VII con una plena identificación definitiva.[9].

En los decenio últimos del siglo VII , durante el reinado de los últimos monarcas godos, quedó conformada la equivalencia del reino de los visigodos políticamente con Hispania, y así lo ha puesto de manifiesto la mayor especialista en crónicas latinas y tardorromanas S. Teillet con numerosos ejemplos.[10] Pero la equiparación entre Hispania y el «regnum gothorum» venía de antiguo, pues ya, ese reconocimiento era internacional como así lo atestigua Gregorio de Tours, durante la segunda mitad del siglo VI, llama a Hispania al reino de los godos e Hispani a sus habitantes. Así como a los reyes visigodos los menciona como «reges Hispaniae» o «reges Hispanorum». También, Fredegario a mediados del siglo VII, identifica al reino visigodo como Hispania y también lo llama como «regnum Hispaniae» y a sus monarcas como «reges Hispaniae» como la había hecho un siglo antes Gregorio de Tours. En otros contextos internacionales posemos algo similar podemos decir del papa León II, en el último cuarto del siglo VII, cuya cancillería alude al reino visigodo como Hispania y a su rey Ervigio como «rex Hispaniae». Contamos, por lo demás, con textos oficiales del interior del país como son los conciliares y las leyes que testimonian como acabó produciéndose una identificación entre Hispania y el «regnum gothorum» incluso en el vocabulario o fórmula político-institucional del Reino.[11].

Sin embargo el historiador Bronisch advierte que “después de esta guerra civil (refiriéndose a la rebelión rebelde Paulo) no hubo ni necesidad ni interés por parte de los dirigentes del reino –reyes y asambleas conciliares– de hacer uso del concepto ideológico de Hispania”. Pero también dice que las crónicas oficiales “era, por tanto, en los dos casos, el de la Historia Gothorum de Isidoro de Sevilla y el de la Historia Wambae regis de Julián de Toledo, una situación determinada la que llevó a la exaltación de Hispania y al uso de Hispania como si fuera un sinónimo del reino de los godos”.

El esplendor cultural de España en época visigoda

La cultura laica en la época visigoda y el panorama cultural visigodo no puede ni debe ser presentado como una sociedad dicotómica, formada por unos pocos hombres cultos frente a la masa analfabeta. Constituiría un error relevante considerar la sociedad que poblaba la Península Ibérica durante la época visigoda, bajo la forma de una masa ingente de iletrados de la que surgieron unas pocas figuras descollantes. Una visión reduccionista y simplista de esta índole negaría la realidad de esta época en la que destacaron una pléyade de intelectuales visigodos Justo de Urgel, San Juan de Bíclario de Gerona, San Braulio de Zaragoza, San Idelfonso de Toledo, San Julian de Toledo, San Fractuoso, Teodoulfo de Orleans (que era de origen godo), San Leandro o todos los reyes sabios, entre los que sobresalía San Isidoro de Sevilla, que entre otras cosas afirmaba que la tierra era redonda debido a su educación aristotélica, cuyo conocimientos se perdieron con la invasión musulmana y con un sistema escolar de esta época, el más destacado del Occidente cristiano, que emulaba a la escuela romana, ya en franca decadencia en el resto de Europa.

La España visigoda vivió una etapa de relativo esplendor en todos los campos del saber y cultura, como en la práctica política y religiosa en comparación con la realidad occidental de su época. En el plano político, asistimos, por ejemplo, a la creación de un nuevo ente político, el regnum Gothorum que como hemos visto se identificó con Hispania, erigido en un plano de igualdad con el Imperio Bizantino, así como a la creación de una historiografía y moneda propias al margen de las imperiales, algo inusitado en el Occidente contemporáneo. En el campo jurídico, debemos reseñar también la compilación de un código legal ambicios, la Lex Visigothorum, que había desplazaba a la antigua ley romana y que estuvo en vigor en los reinos hispánicos prácticamente durante toda la Edad Media. Asimismo deja entrever la práctica jurídica de las Formulae Wisigothicae, hasta el punto que un excelente historiador del derecho, C. Petit, afirma que “las fórmulas nos devuelven la imagen de una sociedad culturalmente desarrollada como no es fácil encontrar en Occidente tras la caída del Imperio” romano.

Y en lo religioso, debemos anotar la reunión de un gran número de sínodos nacionales y provinciales y la redacción de una ambiciosa colección canónica y disciplinar, así como la redacción de numerosos textos de enorme trascendencia en su época y en siglos posteriores (el De Virginitate B. Sanctae Mariae de San Ildefonso sería uno de los libros más copiados en los scriptoria monásticos occidentales durante la Edad Media). Más importante aún, por su trascendencia histórica y cultural, fue la formación de un rito propio para la celebración litúrgica (el rito hispano visigodo o visigótico-mozárabe), que fue de uso común en toda España hasta el reinado de Alfonso VI. Puede que en el mundo actual esto último no signifique mucho, pero debemos recordar para los profanos que la religión, con sus creencias, su liturgia y sus ritos, impregnó toda la cultura occidental sin ningún tipo de competencia al menos hasta el Renacimiento.

También en el campo literario y del saber la contribución hispano visigoda fue especialmente notable y destinada a perdurar en el medievo. Baste señalar al respecto que las Etimologías de San Isidoro fueron durante siglos el texto de referencia en la cultura medieval de Occidente. Otra obra llamada a tener una gran proyección de futuro fue el Comentario al Apocalipsisde Apringio de Beja, que sería recogido posteriormente en la compilación de Beato de Liébana, un libro que durante siglos estimularía la imaginación de las gentes de la alta Edad Media y daría lugar a muchas de las páginas más bellas de la ilustración occidental.Más aún, las referencias literarias y epigráficas a reyes constructores visigodos o al mecenazgo de obras arquitectónicas (poemas de Eugenio de Toledo; referencias de las crónicas, epígrafes varios que demuestran una gran actividad constructiva, etc.) dejan poco margen ala duda al respecto. Un esplendor que pone en evidencia la enorme brecha cultural que separaba a la España visigoda del resto de los reinos del Occidente y que se muestra bien explícita si se compara con el panorama que ofrecía la vecina Francia merovingia, por no hablar de las islas Británicas o Germania. Bien se comprende así que una buena parte y algunos de los más insignes de los colaboradores de Carlomagno en su empeño de restauración de la cultura romana procedieran del antiguo reino visigodo, hasta el punto que cada vez resulta más difícil entender la renouatio imperii realizada por el monarca franco sin apelar a la participación hispanogoda.

Incluso los testimonios materiales más comunes, como las pizarras del área salmantina, evidencian una relativamente alta difusión de la cultura escrita en amplias capas de la población en comparación con otras zonas de occidente. Todos estos datos, tomados en su conjunto, proporcionan una imagen bastante positiva del periodo visigodo; una imagen que se agiganta si la comparamos con la que por esas mismas fechas ofrecía el resto de los reinos occidentales y que sólo tiene parangón con el Bizancio oriental.[12]

Una intelectualidad empeñada en dotar de pleno sentido a lo que era una idea apenas esbozada en la mente de los reyes de Toledo, en una verdadera realidad política, haciendo posible el nacimiento de una auténtica nación, que cuajo definitivamente a finales del siglo VII como hemos visto más arriba. En este sentido, bien puede afirmarse que España fue otra vez en palabras de Orlandis la obra maestra de la era isidoriana.

El Obispado de Pamplona. La única estructura goda de Estado en Vasconia

Como se sabe, el obispado de Pamplona se documenta por primera vez entre las sedes católicas asistentes al III concilio de Toledo (589) e inmediatamente después en el II concilio de Zaragoza (592) de marco provincial de la Tarraconense. Recientemente Mikel Pozo ha hablado que los dirigentes cristianos pamploneses como otros líderes vascones y la Iglesia forman un mismo grupo en Vasconia, pero que no tiene capacidad para organizar una estructura política compleja, como era un reino, valiéndose así de otra estructura mayor como la del Reino visigodo a través del Obispado de Pamplona, apoyando a diferentes facciones aristocráticas del reino visigodo en el que estaban integrados según Pozo, en la que guerra y el tributo juegan un papel importante entre las relaciones de los vascones y la corte de Toledo. [13]

Referencias

  1. L. García Moreno, España en la Edad Antigua: Hispania romana y visigoda (1988); G. García Voltá, El mundo perdido de los visigodos (1977); J. Orlandis, Historia del reino visigodo español: los acontecimientos, las instituciones, la sociedad, los protagonistas. Ediciones Rialp, Barcelona. Bruguera (2003).
  2. S.Teillet, Des Goths à la nation gothique. Les origines de l’idée de nation enOccident du V e au VII e, Paris, Les Belles Lettres, 1984, esp. pp. 374-375, 380-382, 414-420,494-501, 531-533, 575-578, 582, 584 y 628-636. Cf. R. Menéndez Pidal, “Intro Cf. R. Menéndez Pidal, “Introducción”, en Historia de España de R. Menéndez Pidal , III, Madrid, Espasa-Calpe, 1940, pp. XXXIV-XXXVI; R.Menéndez Pidal, La España del Cid , I, 4ª ed. totalmente revisada y añadida, Madrid, Espasa-Calpe, 1947, p. 65; J.L. Romero, “San Isidoro de Sevilla. Su pensamiento histórico-político y sus relaciones con la Historia visigoda”,Cuadernos de Historia de España, 8 (1947), pp. 54-62; H. Messemer, Hispania-Idee und Gotenmythos. Zu den Voraussetzungen des traditionellen vaterländischen Geschichtsbildes im spanischen Mittelalter (Geist und Werk der Zeiten, 5), Zürich, Fertz & Wasmuth, 1960, esp. pp. 104-119 , Paris, Les Belles Lettres, 1984, esp. pp. 374-375, 380-382, 414-420,494-501, 531-533, 575-578, 582, 584 y 628-636. L.A., García Moreno., “Patria española y etnia goda (siglos VI-VIII)”, en V. Palcaio Arard (ed.), De Hispania a España. El nombre y el concepto a través de los siglos, Madrid, Temas de Hoy. Colegio Libre de Eméritos, 2005, pp. 48-52 y 331-332; C. Martin, La géographie du pouvoir dans l’Espagne visigothique, Temps, espace et société. «Histoireet civilisations», 861), Villeneuve d’Ascq, Presses universitaires du Septentrion, 2003, esp. pp. 361-370.
  3. Lo reducido del pueblo suevo en comparación con la población de «Hispania», aunque no tenemos un una cifra exacta, entre 20.000 a 30. 000 parece ser que fue el conjunto de la población sueva llegada a Las Españas. Otro aspecto es el tamaño reducido de los ejércitos suevos, por ejemplo, con 5.000 o 6.000 guerreros suevos que podían empuñar un arma, llegaron, sin embargo, a dominar más de 100.000 kilómetros cuadrados de lo que hoy es España y Portugal, que incluso a mediados del siglo V aspiraron o ambicionaron al dominio total Hispania, proyecto político que resulto excesivo para su demografía. Su derrota total a manos de Leovigildo en el siglo posterior, que terminó con las beneficiosas condiciones de la nobleza sueva, suprimió la autonomía que hasta entonces gozaban o disfrutaban los suevos sobre una posición subordinada desde los tiempo de los godos en Tolosa (relación que alguna vez fue vulnerada por los reyes suevos, lo que motivó varias campañas contra ellos) en un proceso muy común en las costumbres germánicas cuando se trataba de la derrota de un grupo nacional o étnico, originando lo que los historiadores alemanes llamaron “Stammesbilgung”, esto es la fusión a otro grupo germánico vencedor o más numeroso, integrándose en el Reino de los godos y a la postre su masa poblacional fue absorbida o asimiliada a las «gens gothica». Aunque la nobleza sueva tuvo que ser respetada conservando su poder en territorios previamente asentados pactando con los godos, porque uno de sus linajes elevaron dos siglos después a un rey en el Reino de Asturias como Mauregato. Véase: https://es.metapedia.org/wiki/Alfonso_I_de_Asturias#Nupcias_y_descendencia
  4. Como demuestra las pizarras visigodas, en algunas zonas marginales testimonian desde ejercicios escolares de escritura, hechos en el ámbito rural, hasta contabilidades, transacciones económicas del ámbito agropecuario y otros documentos jurídicos. I. Velázquez, Las Pizarras visigodas (Entre el latín y su disgregación. La lengua hablada en Hispania, siglos VI-VIII, Sevilla, 2004.
  5. Estas serían: Cartaginense, Tarraconense, Lusitania, Gallaecia, Baetica y la Septemania, a las que se habrían sumado dos más tras la reformas administrativas y militares de Recesvinto la de Asturia y Cantabria. L.García Moreno,“Estudios sobre la organización administrativa del Reino visigodo de Toledo”, en Anuario de Historia del Derecho Español (AHDE), 44. 1974.
  6. Luis A. García Moreno, Ceuta y El Estrecho de Gibraltar durante la Antigüedad tardía (ss. V-VIII). I Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar" (Ceuta, 1987), Madrid, 1988, págs. 1.095-1.114. Más exhaustivamente en Villaverde Vega, N., Tingitana durante la antigüedad tardia (ss. III-VII d.C.): Autoctonía y romanidad en el extremo occidente mediterráneo.
  7. Cierto es que la conquista musulmana de la península en el siglo VIII no fue una circunstancia inevitable del devenir histórico sino la consecuencia de una serie de factores entre los que el azar como el que si no se hubiese producido la problemática del final del reinado visigodo, la intervención militar musulmana no se habría realizado, al menos en ese año 711. Esa problemática en los conflictos internos y las circunstancias sucesorias al trono, en un clima turbulento marcado por las tensiones entre la nobleza o los grupos aristocráticos godos de varias provincias, como quedó en la mención de la llamada Crónica Mozábe en la defección de una buena parte del ejército godo al rey Rodrigo, dejándolo sólo en la lucha contra los musulmanes. Por otra parte, existió una primera expedición de Tarif en el 710 y el año siguiente la de Tariq (la primera fue derrotada en algún lugar del actual Andalucía viéndose obligada a volver a toda prisa al otro lado del Estrecho, posiblemente por el duque Rodrigo, que lo proporcionó el suficiente prestigio para alcanzar el trono en Toledo meses después y que por parte musulmana sería el motivo de su silencio en la mayoría de las fuentes, conllevaría la destitución de Tarif y su desaparición en la Historia), no fueron de conquista y la segunda se enmarcan en la dinámica de luchas entre grupos nobiliarios de la monarquía goda por la asociación al trono de uno de los suyos. Sí lo fue de conquista la llegada de Muza, que cruza el Estrecho en el año 712, con un contingente de más 12.000 guerreros recientemente islamizados y con algunos árabes entre los cuales había descendientes de los compañeros del Profeta, que legitimaban la conquista. Véase L. García Moreno, España 702-719 La conquista musulmana. Universidad de Sevilla. Sevilla, 2013.
  8. Suzanne Teillet fue profesora de latín en la Universidad de París IV-Sorbona, donde se especializó en literatura cristiana de la Antigüedad tardía, estudiando en particular los textos históricos compuestos en las antiguas provincias romanas cristianas de 'Italia, la Galia y España ocupadas por los bárbaros, y llamadas a convertirse en naciones. Habiéndose convertido en la mayor especialista sobre crónicas de época tardorromana con su Tesis de Estado, la filóloga francesa mostró hace más de un cuarto siglo como cronistas oficiales de la Corte visigoda como Julián de Toledo fue el autor de un discurso etnicista del Reino godo, muy próximo ya a los del nacionalismo ochocentista y romántico. .
  9. J.L. Romero, “San Isidoro de Sevilla. Su pensamiento histórico-político y sus relaciones con la Historia visigoda”,Cuadernos de Historia de España, 8 (1947), pp. 54-62.
  10. S. Teillet, Des Goths à la nation gothique. Les origines de l’idée de nation en Occident du V e au VII e, Paris, Les Belles Lettres, 1984, esp. pp. 374-375, 380-382.
  11. Las referencias a España en las actas de los concilios generales de Toledo es frecuente y se recogen con frecuencia o ligadas a las provincias o a las regiones de España como por ejemplo a «muchas partes de España», que por lo menos, si no reflejan una situación administrativa del Reino, sí revelan la formación territorial o eclesiástica interior. Véase Vives, J., Concilios visigóticos e hispano-romanos. Barcelona, 1969. Más recientmente Cantera, S. , Hispania -Spania. El nacimiento de España. ACTAS, 2014.
  12. Véase otra vez la nota número 4.
  13. Accesible o descargable desde Internet (10/3/2021); P. F. Mikel; Vasconia y los vascones de la crisis del imperio romano a la llegada del islam (siglos V-VIII). Evolución sociopolítica y génesis de la gens effera.Tesis doctoral dirigida por Juan José Larrea Conde (dir. tes.). Universidad del País Vasco - Euskal Herriko Unibertsitatea (2016).

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