Arrianismo

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Retrato de Arrio
No confundir con arianismo.

El arrianismo es una doctrina cristiana que debe su nombre al obispo Arrio (256-336), quién se formó en Antioquía, fue sacerdote de Alejandría y después obispo libio, y desde aproximadamente el 318 difundió la creencia de que no hay tres personas en Dios, sino una sola persona, el Padre. Lo que en términos sencillos significa que Jesús no es Dios.

Relación con el judaísmo

Véase también: Judeocristiano


El arrianismo afirmaba varios de los preceptos judíos de la época, entre ellos que Jesucristo (o el Mesías) no era divino, sino que debía ser alguien que fue creado por Dios para apoyarlo en su Plan. Al ser creado por Dios, hubo un tiempo en el que no existía, deduciéndose de esto que el Verbo no es eterno ni consubstancial con el Padre, negando la Trinidad, argumentando en su lugar la unidad absoluta de Dios. Por ello, prefigura el arrianismo como uno de los intentos de judaización del cristianismo. Con estas ideas, consigue formar un gran grupo de seguidores en Alejandría.

Según la Enciclopedia Judía "(El arrianismo) provocó un cisma en la iglesia cristiana, que en cambio afectó la fortuna de judíos en muchos países... En contraste con la dominación ortodoxa cristiana, el arrianismo se distinguió por una sabia tolerancia conducida... por un grado de acuerdo entre la doctrina del arrianismo y el judaísmo".

Según M. Pinay "El arrianismo, la gran herejía que desgarró a la Cristiandad durante más de tres siglos y medio, fue la obra de un criptojudío, que en público practicaba el cristianismo, ejemplo destacado e ilustre de los sucesores de Judas Iscariote, que son los clérigos, miembros de esa quinta columna judía introducida en el clero católico"[1].

En cualquier caso, M. Simon consideraba que, aunque el factor religioso no fue decisivo, las «simpatías doctrinales» pudieron haber hecho que la «confabulación» de judíos y arrianos resultara mucho más fácil. Sin embargo, las fuentes no aportan ninguna prueba de tales supuestas «simpatías», y tampoco parece que la intervención de los paganos al lado de quienes se oponían a los atanasianos respondiera a la sorprendente aparición de una sintonía religiosa. Nada indica, por tanto, que en el caso de Alejandría, la momentánea alianza entre judíos y arrianos fuese motivada por un supuesto e infundado acercamiento doctrinal, sino más bien por poderosas razones derivadas de la existencia de un conflicto político (en el que intervino directamente el poder imperial) entre fuerzas antagónicas que trataban de imponer su hegemonía y en el que la cuestión religiosa desempeñó sólo un papel incidental[1].

Si el arrianismo hubiese llevado implícita una actitud filojudaica, habría que esperar que Constancio, un emperador arriano que estaba firmemente decidido a convertir esta «herejía» en la religión oficial del Estado, desarrollara una política favorable al judaismo o, al menos, que no resultara perjudicial para las comunidades judías del Imperio. Sin embargo, lejos de adoptar dicha actitud, podemos descubrir en Constancio una legislación claramente antisemita. En el año 353 dirige desde Milán una constitución al Prefecto del Pretorio de Oriente, Talasio, en la que confirmaba todo lo que ya había dispuesto en una ley precedente (que no ha llegado hasta nosotros) en torno a la prohibición que pesaba sobre el cristiano de convertirse a la religión judía y de asistir a sus sacrilegas reuniones, bajo pena de confiscación de sus bienes en favor del Fisco y, dos años después, decide prohibir una práctica muy extendida entre los judíos de la Diáspora: el levirato[1].

Breve Historia

En 320 Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo de mas de cien obispos de Egipto y Libia que excomulga a Arrio por sus ideas heréticas. El arrianismo, sin embargo, se extiende por todo el oriente rápidamente, sobre todo en las grandes masas de gente humilde, campesinos, siervos y soldados. En 325 Constantino convoca el concilio de Nicea, que condena al arrianismo a instancias del diácono de Alejandría y jefe del partido antiarriano, San Atanasio, que consigue crear una definición de la fe ortodoxa:

"Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre..."

Arrio fue condenado al destierro, al igual que Eusebio de Nicomedia y otros muchos partidarios.

A pesar de las duras conclusiones del concilio de Nicea, Constantino, al que probablemente le preocupara más el apoyo que podía lograr del cristianismo que la doctrina en sí, fue convencido por su entorno para perdonar a Eusebio, y poco a poco a todos los demás, incluso Arrio, pero este muere en 336 antes de poder regresar.

A la muerte de Constantino, su hijo Constancio (337-361) apoyó al arrianismo, que terminó introduciéndose en casi todo el ejército y en los numerosos bárbaros que vivían en el Imperio y que lo llevarían luego a occidente.

En un concilio celebrado en Antioquía en 341, Eusebio de Nicomedia logró hacer aceptar varias fórmulas de la doctrina arriana sobre la naturaleza de Cristo pero tuvo tal oposición que los emperadores, Constancio en oriente y Constante en occidente llamaron a un concilio en Sárdica (Sofía) que eliminó todas las herejías del concilio de Antioquía y depuso a varios obispos arrianos, reponiendo a muchos ortodoxos, entre ellos Atanasio, anteriormente proscrito.

Otras religiones como el Islam también basándose en textos bíblicos siempre han proclamado que Jesús no era Dios sino simplemente uno mas de los profetas.

Referencias

  1. 1,0 1,1 1,2 González Salinero, Raúl. Judíos y arríanos: el mito de un acercamiento inexistente.

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Enlaces Externos