Audino Rodríguez y Olmos

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Audino Rodríguez y Olmos (21 de septiembre de 1888, Santa Rosa de Río Primero, Argentina - 3 de agosto de 1965, San Juan, Argentina) fue un sacerdote católico argentino que se destacó como filósofo y teólogo.

Se desempeñó como Obispo de Santiago del Estero entre 1927 y 1939, y como Arzobispo de San Juan de Cuyo entre 1940 y 1965.

Juventud

Rodríguez y Olmos ingresó al seminario de la ciudad de Córdoba y en 1909 fue enviado con una beca a Roma, donde completó su formación en la Pontificia Universidad Gregoriana. En 1912, estando en Europa, fue ordenado como sacerdote.

Al regresar a la Argentina fue incardinado en la Diócesis de Córdoba, donde pasó a ocupar un puesto de docente en el seminario local. Se convirtió además en un colaborador del diario Los Principios, vínculo que mantendría durante el resto de su vida.

Restauración del tomismo en Córdoba

Junto con el fraile franciscano José María Liqueno y con el intelectual antipositivista Luis Martínez Villada, Rodríguez y Olmos se convirtió en uno de los más entusiastas promotores del tomismo en la ciudad de Córdoba.

Cuando en 1918 estalló una importante revuelta estudiantil izquierdista, el sacerdote observó el episodio con preocupación, pues correctamente interpretó al suceso como un acontecimiento enmarcado en la campaña internacional destinada a abolir a la tradición católica.

Haciendo gala de sus dotes para la filosofía, se dedicó a dictar numerosas conferencias para los laicos más ilustrados de su ciudad, combatiendo a doctrinas como el materialismo, el naturalismo y el ateísmo que infectaban las mentes de los más jóvenes -es particularmente interesante su crítica a la obra de Florentino Ameghino. Muchas de sus intervenciones públicas fueron recogidas en el volumen Nuestras razones, publicado en 1922 con prólogo de Nemesio González.

Obispado de Santiago del Estero

Rodríguez y Olmos fue entronizado como Obispo de Santiago del Estero en 1927. Al llegar a su nuevo destino se vio obligado a reorganizar a la diócesis, para poder así implementar un ambicioso plan de evangelización impulsado desde el Vaticano.

Cuando fue creada la Acción Católica en 1931, el obispo se ocupó de promoverla entre los laicos de su jurisdicción con el propósito de crear una estructura militante que aportase al crecimiento y consolidación del catolicismo en la Argentina. Para ello escribió el opúsculo La Acción Católica en la República Argentina que consigna de manera clarísima cuales son las bases y los estatutos de la organización. Gracias a ello los santiagueños estuvieron bien preparados para hacerle frente a la avanzada feminista que desembarcó de la mano de la Condesa Pagani de Paci, y que en aquella época promovía tanto la habilitación del voto femenino como el reconocimiento del divorcio.

El obispo procuró invitar a la provincia a destacadas personalidades de la intelligentzia católica para capacitar a laicos y a sacerdotes. Auspiciados por el obispado, pasaron así como conferencistas nombres como los de Alberto Molas Terán, Gustavo Franceschi y Julio Meinvielle. Entre los locales quien estableció un vínculo muy fructífero con el prelado fue el intelectual Orestes Di Lullo.

El trabajo pastoral de Monseñor Rodríguez y Olmos lo convirtió en una figura muy popular entre la gente. Tal fue el caso, que muchos santiagueños le pidieron al sacerdote que encabezara la lista de católicos que se presentaría a las elecciones convocadas para reformar a la Constitución Provincial a finales de 1938. En las sesiones de debate, el obispo planteó que debía bloquearse la expansión del laicismo, sobre todo en el sistema educativo, ya que esta doctrina apunta en última instancia a desnaturalizar al hombre y facilita la penetración del comunismo. Lamentablemente su propuesta fue desoída.

Durante años luchó por lanzar un diario de orientación católica, pero recién pudo concretar su deseo en marzo de 1939 cuando El Momento salió a la calle. Sin embargo la publicación no logró afianzarse y terminó gozando de una muy corta vida.

En un momento a mediados de la década de 1930 se especuló con la posibilidad de que el sacerdote se convertiría en el Arzobispo de Paraná, pero la Santa Sede escogió a Monseñor Zenobio Guilland para ocupar ese puesto. De todos modos Rodríguez y Olmos dejó Santiago del Estero en 1940 para asumir la conducción del Arzobispado de San Juan de Cuyo.

Arzobispado en San Juan

Rodríguez y Olmos fue bien recibido por la fracción católica de la alta sociedad sanjuanina, especialmente por la familia Graffigna, quienes, además de poseer una enorme fortuna proveniente de la vitivinicultura, poseían el diario Tribuna.

En esa provincia encontró un clima sociopolítico muy peculiar, generado, por un lado, por liberales de espíritu masónico que manifestaban su cristofobia sin tapujos, y, por el otro, por populistas que si bien no estaban en conflicto con la religión, si alentaban la subversión del orden tradicional y la imposición del socialismo. Esto movió al arzobispo a promover la idea de que la cuestión social se resolvería apelando a los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia. A raíz de esto estrechó vínculos con los promotores del catolicismo social en la Argentina, llegando a ser elegido por Miguel de Andrea en 1943 para que prologue su libro El Evangelio y la actualidad.

El 15 de enero de 1944 se produjo un grave terremoto en San Juan, que dejó a la ciudad completamente devastada. Monseñor Rodríguez y Olmos se encontraba en su pueblo natal de vacaciones cuando ocurrió el hecho, por lo que tuvo que partir hacia la provincia andina. Se demoró en llegar debido a que lo retuvieron en el camino por cuestiones de seguridad. Cuando por fin arribó, encontró un panorama desolador: todo estaba reducido a escombros y no paraban de hallarse cadáveres bajo las ruinas. El arzobispo hizo todo lo posible por colaborar con el manejo de la crisis, pero los enemigos de la Iglesia Católica lo acusaron de querer desentenderse de la situación y hasta sugirieron que el sacerdote fuese encarcelado por su negligencia.

Rodríguez y Olmos fue uno de los redactores de la famosa carta pastoral de noviembre de 1945, en la cual el episcopado argentino exhortaba a los fieles católicos a no votar por aquellos partidos que integraban la Unión Democrática por ser defensores del anticristianismo. Gracias a ello Juan Perón fue electo presidente en febrero de 1946.

Los años siguientes fueron complicados para Rodríguez y Olmos, debido a que los sucesivos gobiernos no mantuvieron una buena relación con el claro católico. El arzobispo puso a la provincia bajo la protección de Nuestra Señora del Valle de Tulum, pero el gobierno facilitó el culto a la Difunta Correa, una figura folklórica local.

En el marco del conflicto entre el peronismo y la Iglesia Católica, Rodríguez y Olmos se mantuvo neutral. Sólo después de que el Senado de la Nación sancionase una ley legalizando los divorcios a fines de 1954, el arzobispo reaccionó publicando un opúsculo en el que recordaba verdades fundamentales del derecho natural. Luego del derrocamiento de Perón obró como redactor de un documento de la Conferencia Episcopal Argentina en el que se convocaba a los católicos a reunirse en una acción política común.

En 1963 se inauguró la flamante Universidad Católica de Cuyo, iniciativa que no nació de Rodríguez y Olmos sino del sacerdote Francisco Manfredi, quien diez años antes había fundado el Instituto San Buenaventura, el cual sería la base de la futura casa de estudios superiores.

Estando en San Juan escribió dos libros importantes: Nuestros dogmas y Nuestros deberes. El primero, de 1945, en un ejercicio de apologética doctrinal, mientras que el segundo, de 1958, es un compendio de la moral cristiana.

Bibliografía

  • Nuestras razones. Córdoba: Centro Católico de Estudiantes, 1922.
  • La Acción Católica en la República Argentina. Buenos Aires: ACA, 1931.
  • Cuestiones sobre la familia. Buenos Aires: ACA, 1932.
  • El problema educacional. Buenos Aires: ACA, 1933.
  • Nuestros dogmas. Buenos Aires: Difusión, 1945.
  • Las fases históricas del problema económico-social. San Juan: Uribe Yanzón, 1946.
  • El divorcio. Buenos Aires: Autoedición, 1955.
  • Nuestros deberes. Buenos Aires: Ediciones del Atlántico, 1958.

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