Caballero cristiano

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El caballero cristiano (o equites Christi en latín) es una alegoría cristiana originada en las metáforas militares que se encuentran en el Nuevo Testamento y en algunos pasajes del Antiguo Testamento.

Originalmente la expresión se usaba para referir a aquellas personas que reunían los rasgos aparentemente contradictorios de profesar el cristianismo (entendido como la religión del amor) y participar de la milicia (entendida como una institución destinada a la guerra). Hoy en día ese uso se mantiene, pero se ha ampliado para incluir también al individuo contemporáneo que participa de las guerras culturales para defender al cristianismo en contra de las ofensivas del Nuevo Orden Mundial.

Fundamentos bíblicos

Pablo de Tarso escribió en una de sus cartas:

Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
—Efesios 6, 10-18

Si bien el Apóstol procura destacar que el cristiano está obligado a participar de una guerra espiritual que no es necesariamente igual a las guerras ordinarias, la apología a las armas y las armaduras es más que evidente, dando a entender que al cristiano no le debe ser ajena la instrucción militar ni la cultura bélica.

Las reflexiones militaristas de San Pablo están inspiradas por una famosa frase pronunciada por Jesucristo:

No piensen que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz, sino la espada.
—Mateo 10, 34

Evolución del concepto

Origen romano

Durante el Bajo Imperio Romano el cristianismo comenzó a ganar adeptos entre los miembros del ejército, al principio de modo subrepticio, y luego abiertamente tras la promulgación del Edicto de Milán por parte de los Emperadores Constantino y Licinio.

Antes de 313, es decir antes del Edicto de Milán, las historias sobre los militares santos circulaban con gran popularidad entre las comunidades cristianas, normalmente organizadas en torno a un patrón narrativo común: un soldado imperial que se convirtió al cristianismo nota que su fe es incompatible con las prácticas religiosas tradicionales de los militares romanos; tras negarse a participar de los rituales de lealtad hacia el Emperador, es sometido a una cruenta tortura que soporta valientemente sin abjurar jamás de sus creencias; finalmente es ejecutado, convirtiéndose en mártir de la cristiandad. Semejante santo era considerado un "campeón de Cristo" o "athleta Christi" (el mejor ejemplo es San Sebastián, Mártir).

Por el contrario, después de 313 los militares santos comenzaron a ser admirados no por su resistencia y sacrificio, sino por la humildad que los llevaba a renunciar al poder que conferían las armas para volcarse al desarrollo de una vida dedicada enteramente a la religión. Tales santos solían autodeclararse como "soldados de Cristo" o "miles Christi", siguiendo a la figura de San Martín de Tours.

Edad Media

La temprana Edad Media fue testigo de la transformación de la imagen del militar cristiano difundida en la Antigüedad tardía: el hombre pío y pacífico se eclipsó detrás del héroe valiente e intrépido. La representación iconográfica de San Demetrio de Tesalónica ilustra como el militar cristiano era al principio presentado como un hombre vestido de civil, con gestos y miradas templadas, para pasar luego a ser dibujado o esculpido con una armadura y en poses guerreras.

En el siglo V comenzó a extenderse el culto al Arcángel Miguel, quien venía a representar al biotipo del militar cristiano.

Los cristianos orientales desarrollaron ampliamente el culto a los santos militares. La figura de San Jorge, normalmente representada sobre un caballo, adquirió notoriedad en Oriente y fue exportada hacia Occidente durante la época de las Cruzadas. Poco antes de ello, el Papa Gregorio VII –quien se encontraba en una disputa con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico provocada por su deseo de acabar con el cesaropapismo– había popularizado el concepto del caballero cristiano, intentando con ello ganar la simpatía y el apoyo de los señores feudales.

Las Cruzadas estimularon la formación de instituciones religiosas-militares denominadas "órdenes militares", cuyo propósito era procurar que los guerreros europeos no se comportasen tiránicamente en los territorios de Tierra Santa ganados para la cristiandad, jurando respetar un código de conducta basado en la moral cristiana (la Iglesia Católica alentó la creación y el crecimiento de estas instituciones para evitar que los nobles obstaculizasen su obra evangelizadora). Más tarde, tras el fracaso de las Cruzadas y el retiro de los europeos de los territorios conquistados, la nobleza reconvirtió a las órdenes militares en órdenes de caballería, especulando que de ese modo, es decir especulando que a través del respeto a un riguroso código de conducta, la gente con poder en Europa podía coordinarse menos conflictivamente bajo un único liderazgo. De allí proviene también la idea de que los reyes de Europa debían devenir los máximos defensores de la fe cristiana.

Algunas órdenes de caballería fueron militarmente muy activas (como fue el caso de los Caballeros Teutónicos, enemigos de los paganos en el área del mar Báltico), en cambio otras se dedicaron a atender asuntos civiles (como sería el caso de los Caballeros Templarios y sus esfuerzos por implementar un sistema bancario eficiente).

Hacia el final de la Edad Media se produjo una nueva oleada de militares santos, y personajes como Santa Juana de Arco pasaron a poblar los libros hagiográficos cristianos.

Periodo ulterior

Después de la Edad Media el ideal del caballero cristiano se ha mantenido vigente, siendo interpretado de diversas maneras.

La Compañía de Jesús, fundada por el antiguo soldado español San Ignacio de Loyola, se organizó siguiendo principios de disciplina y entrenamiento militar, y adoptando cierta terminología proveniente del campo guerrero, por lo que ellos mismos se han considerado soldados de Cristo. Pese a esto los jesuitas no han manifestado un espíritu auténticamente bélico, sino que sólo han procurado imitar aquellos aspectos burocráticos de las fuerzas armadas que les permiten distribuir y administrar recursos para afrontar una guerra. Ello los hace más aptos para las intrigas y las conspiraciones domésticas que para la confrontación contra los enemigos de la cristiandad.

La progresiva secularización de la cultura occidental hizo que el caballero cristiano se convirtiese en un ideal moral normativo deseable para cualquier individuo de cualquier estamento social, enfatizando el costado caballeresco y ocultando el costado cristiano del concepto. Por tanto reconocerse como caballero cristiano hoy en día es recordar que la práctica de la entereza, el repudio a la mezquindad, el culto al honor y la afirmación de la virilidad son características del cristiano que ostenta el poder y lo ejerce de modo beneficioso para todos.

Características

El filósofo español Manuel García Morente, al estudiar la psicología de los caballeros cristianos[1], señala que aquel que entra dentro de la categoría de caballero cristiano es un individuo con un alto sentido de la justicia, comprometido con su tarea de someter al mundo al imperativo de unos valores absolutos, supremos e incondicionales. Además es normal que procure vivir de modo virtuoso y apostólico, esforzándose permanentemente para transformar la realidad. Al sentir repugnancia por la evolución, se siente obligado a intervenir de modo constante para erradicar el mal. De allí se deriva que el caballero cristiano es proactivo y optimista.

Otra cosa que García Morente destaca es que el caballero cristiano sólo obedece a Dios, por lo que si se encuentra con un gobernante que ignora o contradice los mandatos de Dios su deber es derrocarlo. Su única fuente de miedo es la sensación de fallarle a Dios y el castigo que puede sufrir por ello.

El caballero cristiano manifiesta un desapego con las cosas que posee, y mide a la gente por lo que es y no por lo que tiene (naturalmente esto lo hace propenso a tolerar la escasez e inclinarse por la privación). Como es un hombre de acción es normal que crea en lo que piensa y que piense en lo que crea, sintiéndose seguro de avanzar por un rumbo fijo. Al rechazar la idea de que el acuerdo de los hombres puede sustituir la ley de Dios, el caballero cristiano es profundamente antidemocrático.

Caballeros cristianos destacados

Referencias

  1. Manuel García Morente. "El caballero cristiano", en: Idea de la Hispanidad. Buenos Aires. Espasa-Calpe, 1938.

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