Ecosocialismo

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El ecosocialismo es una doctrina política surgida a finales del siglo XX que integra las ideas del socialismo y las del ecologismo. Los ecosocialistas piensan que el capitalismo es un sistema inherentemente dañino tanto para la sociedad como para el medio ambiente. A grandes rasgos, el marxismo ecológico va a postular la incompatibilidad del proceso de producción y consumo del modo de acumulación capitalista con la sostenibilidad ambiental y la justicia social, como si estos problemas se dieran únicamente en el capitalismo[1].

Verdes por fuera, rojos por dentro

A menudo se denomina "rojiverdes" por la similitud con una sandía, a las personas que profesan la ideología ecosocialista, pues defienden unas políticas verdes muy frecuentemente inspiradas por el marxismo. Se desmarcan de la mecánica de la economía neoclásica de una manera más firme que otros verdes, y apoyan con más vehemencia la justicia social como la primera meta de la política, viéndola como una llave hacia otros objetivos.

Desastres ecológicos socialistas

Unión Soviética

Fotografía que muestra la desertificación del Mar de Aral entre los años 1989, 2003 y 2009, producto de la acción humana en la Unión Soviética.

En la Unión Soviética después de la revolución bolchevique, algunos ambientalistas y científicos intentaron introducir cierta conciencia ecológica dentro del bolchevismo, aunque muchas de esas personas fueron posteriormente expulsadas del PCUS. La que fue una de las potencias mundiales tomó una serie de decisiones que tuvieron un enorme impacto directa o indirectamente en el medio ambiente, como la desertificación del mar de Aral, la desaparición de especies únicas en el mundo. Según el demógrafo Murray Feshbach: "La contaminación fue una de las causas del fin de la URSS". Tras el Desastre de Chernóbil, cerca de 300.000 personas fueron relocalizadas y se contaminaron diferentes hábitats naturales como bosques y ecosistemas de agua dulce y marina.

La desecación del Mar de Aral, por aquel entonces el cuarto lago más grande del mundo, está considerada como uno de los desastres ecológicos más grandes llevados a cabo por el ser humano[2]. Y es que, como han confirmado diferentes testimonios, se llevó a cabo de forma consciente y premeditada. Todo comenzó en la década de los 60, cuando las autoridades de la antigua Unión Soviética diseñaron y desarrollaron un plan para convertir los territorios desérticos de Asia Central en el mayor centro algodonero del mundo. El lago se fue secando cuando se desviaron sus afluentes, el Amu Darya y el Syr Darya, para campos de cultivo de algodón de Asia Central. El gobierno soviético quería impulsar la producción de melones, arroz, cereales, pero especialmente algodón. De las 30 especies de peces que vivían en el lago, hoy apenas quedan 4. También el clima cambió. Al desaparecer el Mar de Aral, descendieron las precipitaciones (en una zona ya de por sí castigada por la sequía) y las temperaturas se hicieron cada vez más extremas. Por si fuera poco, la desecación dejó al descubierto toneladas de arenas salinizadas que el viento se encargó de arrastrar hasta territorios vecinos, con lo que estos fueron contaminados. La salud humana también se vio afectada.

República Democrática Alemana

Ya en el año 1968, la Alemania comunista incluyó la protección del medio ambiente en su constitución, fijando dicha meta como un objetivo de Estado. Cuatro años después, en 1972, la RDA estableció su propio Ministerio de medio ambiente, algo que la Alemania federal, capitalista y democrática, no haría hasta quince años más tarde[3].

La propaganda de la RDA afirmaba constantemente que el capitalismo era el culpable de la destrucción del medio ambiente y defendía que solamente el socialismo, con su modelo de economía planificada y el consecuente dirigismo por parte del estado, podría garantizar un medio ambiente limpio y bien conservado.

Pero, ¿cómo eran las cosas en realidad? En 1990, la fundación federal creada en el país teutón para evaluar todo lo ocurrido en la RDA publicó un demoledor estudio en el que, haciendo balance sobre esta cuestión, se afirmaba lo siguiente:

Los problemas ecológicos en la mitad Este del país son devastadores. La población de la antigua RDA lidia con problemas de contaminación ambiental casi en todas partes. Particularmente grave es la polución del aire causada por el dióxido de azufre y el dióxido de carbono, creado por la quema de lignito. El lignito es la mayor fuente de energía en la RDA, pero las centrales eléctricas están desactualizadas y no hay equipos de desulfuración. De hecho, la contaminación es tan severa que muchas personas en las regiones más afectadas (por ejemplo, en polos industriales como Dresde, Halle, Karl-Marx-Stadt o Leipzig) sufren de enfermedades respiratorias y eczema con niveles de prevalencia que están muy por encima de la media. La "niebla industrial" activa regularmente las alarmas de smog en ciudades y pueblos, dejando capas de polvo sobre los automóviles, los alféizares de las ventanas e incluso la ropa que los habitantes de estas ciudades dejan tendidas para secar al aire libre.[3]

Según este informe, el suelo de muchas áreas de la antigua RDA resultó estar contaminado por una amplia variedad de sustancias, sea por causa de la agricultura intensiva, por la ganadería industrial o por el vertido incontrolado de vertidos tóxicos en vertederos silvestres.

Sin embargo, a nadie de la zona se le permitió mencionar la palabra "uranio" e incluso los folletos oficiales del régimen silenciaban por completo los trabajos que se hacían con dicho material. El silencio se trasladó a las conversaciones privadas entre los vecinos de la zona y los empleados de la empresa minera estatal más grande de Europa: el uranio nunca se mencionó, siempre se silenció[3].

China

China encabeza el ranking de emisiones de CO2 en millones de toneladas por año[4].

Las emisiones de carbono de China no solo son enormes y están creciendo, sino que eclipsan a las de otros países. Los expertos coinciden en que si China no hace grandes reducciones en la liberación de contaminantes al ambiente, el mundo no puede ganar la lucha contra el cambio climático. Investigadores de la Universidad de Tsinghua, en Pekín, dicen que el país debería dejar de usar carbón para generar electricidad y sustituirlo por completo por energía nuclear y renovable. Pero lejos de cerrar las centrales eléctricas de carbón, el gobierno está construyendo nuevas plantas en más de 60 puntos en todo el país.

Pero además, el país experimenta el peor episodio de contaminación del que se tenga memoria. En varias ciudades incluyendo Beijing, los ciudadanos han recibido instrucciones de permanecer en sus casas. Esto por los altos índices de contaminación que se han registrado. La contaminación se ha incrementado gracias a su rápido crecimiento industrial y la cantidad de coches que circulan diariamente[5]. Esto empeoró con la llegada del invierno y el uso de chimeneas, aunado a la falta de viento que provocó el asentamiento de los gases.

Referencias

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