Juan José Valle

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Juan José Valle
Juan José Valle (15 de marzo de 1904, Buenos Aires, Argentina - 12 de junio de 1956, Buenos Aires, Argentina) fue un militar argentino. En 1956 encabezó un intento de golpe de Estado al frente de comandos civiles y militares contra el presidente Pedro Eugenio Aramburu, pero no tuvo éxito. Murió fusilado por orden del gobierno.

Biografía

Trayectoria militar

Valle asistió al Colegio Militar de la Nación, de donde egresó en 1922 como suboficial del arma de ingeniería. Posteriormente cursó estudios en la Escuela Superior Técnica, obteniendo el título de ingeniero técnico militar. Pudo así desempeñarse como docente en las mismas instituciones que lo habían formado. Llegó también a ser designado como comandante de la Compañía de Ingenieros, Zapadores y Pontoneros.

Participó de la Revolución de 1930 que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, actuando bajo las órdenes de Francisco Reynolds.

Frecuentó el Círculo Militar, en la época en que la presencia de intelectuales nacionalistas era algo habitual.

En 1937 el gobierno nacional lo envió a Francia como miembro de la Comisión de Adquisiciones de Armamento, confiando en su capacidad y pericia para llevar a cabo la misión.

A su regreso pasó por la Escuela Superior de Guerra, por lo que se convirtió en oficial del Estado Mayor. Ofició luego como edecán en el Ministerio de Guerra durante el mandato de Juan Tonazzi. En 1942 asumió el cargo de Jefe de la División de Construcciones en la Dirección General de Fabricaciones Militares, la cual estaba bajo la responsabilidad de Manuel Savio. Adhirió a la Revolución de 1943, pero no fue parte del grupo organizador.

Fue ascendido a Coronel en 1947, a General de Brigada en 1949 y a General de División en 1953. Antes de su pase a retiro, ocupó el puesto de Director General de Ingenieros.

Resistencia al derrocamiento de Perón

Al producirse el bombardeo de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, Valle tuvo la responsabilidad de proteger la Casa Rosada. Por ello recibió la capitulación de los sublevados. Unos meses más tarde, en septiembre de ese año, se desencadenó una sublevación militar comandada por Eduardo Lonardi. El 18 de septiembre el presidente Juan Domingo Perón cedió su mando a favor de una Junta Militar integrada por diecisiete generales leales a la Constitución Nacional, entre los cuales estaba Valle. El órgano negoció con los rebeldes y les entregó la presidencia el 23 de septiembre.[1]

El militar fue encarcelado inmediatamente después de producido el traspaso de poder y en el mes de diciembre fue obligado a firmar su pedido de retiro del servicio activo.

Levantamiento de 1956

Artículo principal: Masacre de José León Suárez


Valle evadió su cautiverio -tenía prisión domiciliaria- en abril de 1956, contactándose con un grupo de civiles y militares de la Resistencia Peronista. Con ese grupo de conspiradores planificó un golpe de Estado contra el presidente Pedro Eugenio Aramburu, el cual debía poner fin al régimen de la Revolución Libertadora. Los golpistas se autodenominaron como Movimiento de Recuperación Nacional. El escritor José María Castiñeira de Dios asumiría como vocero del grupo.

En la noche del 9 de junio de 1956 se inició una insurrección peronista comandada por Valle. El operativo se desplegó en varias partes del país, pero fue rápidamente desbaratado. En los enfrentamientos los sublevados mataron a tres personas -los militares Blas Closs, Rafael Fernández y Bernardino Rodríguez- y tuvieron a su vez dos muertos -los civiles Carlos Yrigoyen y Rolando Zanera.[2]

El gobierno decidió efectuar un castigo ejemplificador e inusual disponiendo el fusilamiento de los sublevados. Entre el 9 y el 11 de junio de 1956, un total de 27 civiles y militares que participaron del conato golpista fueron fusilados, algunos de ellos en fusilamientos clandestinos realizados en José León Suárez, antes de que se emitiese oficialmente la orden.

Al fracasar el operativo, Valle se había refugiado en la casa de Andrés Gabrielli. Muy afectado por la noticia de los ajusticiados, decidió asumir su responsabilidad. Por ello Gabrielli, representando al militar rebelde, negoció con el gobierno su entrega. Fue enviado al cuartel del Regimiento de Infantería 1 «Patricios» donde se lo sometió a una corte marcial. Los jueces lo condenaron a la pena capital. El Capitán Francisco Manrique intercedió ante Aramburu pidiéndole que evitara la muerte de Valle, pero éste se negó a intervenir aduciendo que después que se había fusilado a suboficiales y civiles no se podía dejar de aplicar la misma pena al cabecilla del movimiento golpista.

A las 8 de la noche del 12 de junio de 1956 se le avisó a su familia que en un par de horas sería fusilado. Su hija, Susana Valle Prieto, que tenía entonces 18 años, corrió a ver a Monseñor Manuel Tato en el Arzobispado de Buenos Aires, quien por intermedio del Nuncio Apostólico consiguió que desde el Vaticano se telegrafiara a Aramburu un pedido de clemencia por Valle a nombre del Papa, pero ello no cambió la suerte del militar.[3]

Valle murió fusilado en el patio de la Penitenciaría Nacional de la ciudad de Buenos Aires. En una carta que le escribió a Perón, le advirtió al caudillo que entre sus partidarios había individuos que no se encolumnarían a su liderazgo.

Susana Valle Prieto luego militaría en la izquierda peronista, llegando a formar parte de la estructura de Montoneros.

Cartas

Antes de morir entregó varias cartas a su hija Susana, entre ellas una a Aramburu expresándole su perdón, con el siguiente texto:

"Buenos Aires, 12 de junio de 1956

Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.

Así se explica que nos esperaran en los cuarteles apuntándonos con ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aún antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez mas su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.

Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen o les besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados.

Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.

La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.

Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos, sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95 por ciento de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.

Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método solo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.

Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos, no sólo de minorías privilegiadas.

Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así como nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre.

Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos.

Viva la Patria

Juan José Valle"

10º aniversario del fusilamiento de Valle

(Palabras del Dr. Santiago Carrillo en el Cementerio de Olivos, frente a la tumba del General Juan José Valle.)

Compañeros:

Los pueblos serán felices en la medida que el sacrificio de sus hijos adquiera matices de sufrimiento, abnegación o heroísmo.

Nuestro pueblo joven y en plena formación, atraviesa por esas etapas en busca de felicidad, y la quiere sin retaceos ni exclusiones, porque es un bien común a la cual todos tenemos derecho a disfrutarla.

Es el drama de los pueblos americanos, pródigos en riquezas naturales, tanto como en elementales necesidades indispensables para su propia subsistencia. La miseria naufraga en la abundancia y lo que debiera ser una gracia se trueca en calamidad. Es que otros pueblos desarrollados y poderosos nos succionan vorazmente esas riquezas, dejándonos en cambio un páramo humano, olvidando que aquí también viven seres como ellos, con las mismas necesidades y aspiraciones. El derecho a vivir no se realiza por la ley de la naturaleza sino regulada por la conveniencia ajena, ora por la superioridad técnica, ora por la fuerza o el dinero deshumanizado. Pero Latinoamérica tiene sangre y estirpe para alcanzar su objetivo.

La Argentina, preferentemente codiciada, no escapa a las vicisitudes de toda índole que le generan los imperios. Es la razón de su lucha, de su existencia como nación misma.

En este continuo quehacer de patria, dos hechos trascendentes se consuman en 1955 y 1956 inspirados por la antipatria, verdaderos jalones de adversidad en el calendario histórico de nuestro pueblo. Me refiero a la caída del gobierno peronista, advenido por voluntad popular y a la represión incalificable del 9 de Junio de 1956. Perón hizo temblar la estructura colonial vigente durante los gobiernos demo-liberales, reviviendo el orgullo nacional y demostrando con nuevas concepciones y realizaciones, el alto nivel cultural adquirido. Entonces, el pueblo argentino se reencuentra después de su calvario expoliativo. Así se explica que los apátridas de adentro y los intereses de afuera, lesionados, concuerden en eliminarlo y así también es obvio que cualquier tentativa futura para restablecer la autenticidad argentina, necesariamente deberá ser reprimida con rigor jacobino, para evitar otros nuevos brotes de inspiración nacional.

El General Juan José Valle y sus valientes compañeros serán los héroes sobre quienes recae el odio y ensañamiento y ofrendarán sus vidas por evitar el retorno indigno al coloniaje. Esta venganza es por demás significativa y nos demuestra hasta donde se le sojuzga al pueblo, cuales los procedimientos y los riesgos que deben afrontar los hombres en su lucha por la liberación.

Por eso los argentinos, como hacen con todos sus hijos dilectos, derraman sobre ellos sus más caros sentimientos de gratitud. En la estampa de Valle y los suyos, quedará grabado eternamente el símbolo del valor y del amor a su pueblo. Por eso estamos aquí, para acercarnos a ellos mediante una plegaria y testimoniarles el agradecimiento por habernos legado su heroísmo y su grandeza. Pero también para refirmar con fuerza la necesidad de acrecentar desvelos y continuar con tesón para lograr la finalidad anhelada, propósitos que nos unieron en vida y se consolida con la muerte. Ante el silencio imponente reiteramos el compromiso contraído.

No venimos, queridos compañeros, a musitarles una oración piadosa ni a pedirles sólo descanso en paz, porque bien sabemos que esa tranquilidad llegará a vuestras moradas cuando los argentinos nos hayamos hecho merecedores a este suelo que nos otorgó la bendición divina.

El pueblo ha sufrido lo suficiente y de esa escuela del padecimiento ya comienzan a surgir hombres que lo reivindicarán. Por eso no le teme a ese crudo materialismo que en todos los órdenes corrompe al género humano, como un azote bíblico, a quien lo señalamos como culpable de tanta ignominia y el responsable de la injusticia prevalente.

El dogma utilitario liberal, personero de ese materialismo, debe cesar. No es una afirmación antojadiza, sino que ello será la resultante de un proceso que ha cumplido su ciclo y tiene que ceder su lugar a otras concepciones político-filosóficas más evolucionadas y sensibles a los pueblos. Gracias a Dios que ya se le acerca el fin y agoniza en el mundo entero, dando coletazos de furia y rencor. Pero aun en su ocaso, es peligroso. Nuestra arma de combate radica en la fuerza que nos da la fe y la convicción de que es imprescindible restituir valores morales y espirituales para aplastarlo. Ellos no tienen dios; como esfinges, permanecen inmutables ante el dolor; adinerados sin patria y sin ley; socios en trastienda política o agrupados en sectas internacionales, continúan promoviendo gobiernos advenedizos utilizando políticos impúdicos y provocando desniveles sociales, políticos o económicos. Distorsionan la verdad y se valen de cualquier medio innoble para acallarnos. Es la técnica que utilizan para perdurar. Lo acaecido en 1955 y el 9 de Junio de 1956 es un elocuente ejemplo. Su poder es terrible, pero ello no nos desalienta, como no amilanó a quienes hoy recordamos con admiración y cariñoso recogimiento.

El pueblo argentino sufre las consecuencias de su rebeldía y se nos ha impuesto un castigo porque queremos autodeterminar su destino, que es obligación y derecho. La conducción desgraciada que soporta el país sin solución de continuidad desde hace diez años nos asfixia lentamente; es historia de ayer y de hoy, privando en este lapso el más rancio pragmatismo en detrimento del pueblo y de su soberanía. Tal castigo es el tributo por vasallaje que pagamos al no aceptar subordinarnos a sus menguados designios. Los patriotas del 9 de junio intuyeron la desgracia y por ser visionarios y proclamarla, sellan su suerte.

La madurez política del pueblo argentino es innegable y por tanto está en condiciones de transformar y reordenar su fuerza vital torciendo el rumbo y construir una sociedad armónica aunque para ello haya que hacer tabla rasa con seudo legalidades que cobijen la ineptitud o la desvergüenza. El imperio de la paz, la justicia y el amor, es decir la felicidad del pueblo, exige esta decisión. Entonces, cuando así sea, habremos honrado a todos los héroes de la patria.

Compañeros:

En nombre del pueblo peronista, actual expresión social y política del sentir nacional y con profunda fe cristiana os decimos:

Juan José Valle, Ricardo Salomón Ibazeta, Eduardo Alcibíades Cortinez, José Albino Irigoyen, Oscar Lorenzo Cogorno, Eloy Luis Caro, Dardo Néstor Cano, Jorge Miguel Costales, Jorge Leopoldo Noriega, Néstor Marcelo Videla, Alberto Juan Abadie, Miguel Ángel Paolini, Ernesto Gareca, Isauro Costa, Luis Pugnetti, Hugo Eladio Quiroga, Luis Bagnetti, Miguel José Rodríguez, Luciano Isaías Rojas, Clemente Braulio Ross, Norberto Ross, Osvaldo Alberto Albedro, Dante Hipólito Lugo, Aldo Emir Jofre, Miguel Ángel Mauriño, Rolando Zanetta, Ramón Raúl Videla, Carlos Irigoyen, Carlos Alberto Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Mario Brion y Vicente Rodríguez,

¡PRESENTE!

Homenajes

Valle ha sido objeto de toda clase de homenajes impulsados por gobernantes peronistas. El más importante es su ascenso post mortem al rango de Teniente General.

El 12 de junio de 2006 se le dio el nombre de "Teniente General Juan José Valle" a la Escuela de Ingenieros del Ejército Argentino.

También existen varias calles, escuelas y plazas en su país que llevan su nombre.

Referencias

  1. Page, Joseph A.: Perón. Segunda parte (1952-1971) pág. 77 y sgtes., 1983, Buenos Aires. Javier Vergara Editor ISBN 950-15-0316-X
  2. Gambini, Hugo: Historia del peronismo. La violencia (1956-1983) pág. 79, 2008, Buenos Aires. Javier Vergara Editor.
  3. Gambini, Hugo, pág. 73

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