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La espiritualidad aria
Por Matt Marshall
La reencarnación
Actualmente es mundialmente aceptado y reconocido que los antiguos druidas –los sacerdotes de los celtas– concebían la reencarnación de las almas como uno de los pilares más absolutos de su religión, el druidismo. Por ende, el pueblo celta era profundamente reencarnacionista. Esta creencia está registrada desde las antiguas crónicas romanas.
No obstante, todos los pueblos arios o indoeuropeos concebían la vida después de la muerte por medio de la reencarnación, si bien en algunos casos las masas populares llegaron a albergar otros conceptos diferentes producto de la ignorancia ó influencia externa.
Entre los egipcios, por ejemplo, el concepto estuvo siempre bien extendido entre las clases sacerdotales, como puede verse en el Libro Egipcio de los Muertos y en diferentes tratados teológicos del pueblo egipcio. Recordemos que los egipcios, como los sumerios y toda civilización importante del mundo antiguo, eran arios, aunque elementos alógenos como los hebreos y los negros kushitas y nubios contaminaron su sangre eventualmente hasta hacer languidecer a su gloriosa civilización como consecuencia ineludible del mestizaje.
Los nórdicos y germanos también concebían la reencarnación, aunque entre las masas populares muchas veces el concepto fue confuso. El Walhalla, por ejemplo, era similar al Nirvana budista, al que se llegaba mediante pruebas y sacrificios de muchas vidas.
Entre los griegos, y por ende los romanos que eran feudatarios de los griegos en sus creencias religiosas, el concepto se difundió fuertemente por un tiempo pero eventualmente decayó hasta quedar circunscrito a la filosofía y a los cultos mistéricos como el orfismo y el pitagorismo. Es bien sabido que Platón creía firmemente en la reencarnación y que era una piedra angular en su filosofía. No obstante, las universidades generalmente omiten el dato de que Platón era reencarnacionista.
Finalmente, no cabe duda de que una de las civilizaciones arias más profundamente reencarnacionistas es la india. Los conquistadores arios de India fueron los creadores de las religiones védicas como el hinduísmo, el jainismo y el budismo. El hinduísmo, hoy seguido por 800 millones de personas en casi todo el mundo pero especialmente en India y Nepal, es el prototipo de la religión aria por excelencia. El fundador del jainismo se llamaba Mahavira y era ario, su doctrina es una sabiduría espiritual vegetariana de elevados conceptos morales practicada por diez millones de personas, casi todos habitantes de India.
Mahavira era contemporáneo de Buda, Platón, Lao-Tsé y Confucio. Buda fundó la doctrina budista derivada del hinduísmo. Buda era un príncipe ario de la casta guerrera Sakia. Su doctrina es otra representación ideal de la religión aria, y es actualmente practicada por una cantidad indeterminada de personas (entre 600 y 1000 millones dependiendo del cálculo), siendo mayoritaria en decenas de países.
Es importante destacar que los indios modernos distan mucho de lo que eran antes. Los indios arios que dividieron su sociedad en castas separándose de las razas inferiores como los drávidas de origen africano. Actualmente están muy mezclados y distan mucho de la pureza aria original. Sin embargo, aún hay lugares en zonas rurales de India donde podemos encontrar gente de piel blanca y ojos azules tan nativos de la India como cualquier otro.
Hay cuatro religiones de origen indio; el hinduísmo, el jainismo, el budismo y el sijismo. Ésta última fue fundada hace 500 años y sus seguidores llamados sijs son guerreros arios que forman parte de una maravillosa orden militar. Las cuatro religiones son reencarnacionistas, vegetarianas y profundamente arias en su esencia, si bien el hinduismo es politeísta, el sijismo monoteísta y el budismo y jainismo ateístas (no en el sentido de ateo como materialista marxista, sino ateísta como quien cree en un Absoluto Inmanifiesto más que en un dios personal).
Otro dato interesante de India es que es el lugar donde viven la gran mayoría de zoroastrianos modernos. El zoroastrismo, una fascinante religión aria de origen persa seguida por tan sólo 100.000 personas, casi todos viviendo en India, donde se les conoce como parsis, narra la lucha eterna entre Ahura Mazda (Lucifer) el dios del Bien y su enemigo Ahrimán (el Demiurgo) el dios del Mal y sus seguidores, los arios seguidores de Ahura Mazda y los turanios (judíos) seguidores de Arihmán.
La reencarnación es un concepto que se concibe como la transmigración de las almas de una vida a otra, evolucionando en el proceso con lo aprendido. El concepto del Karma es primordial y se refiere al proceso con el cual nuestras buenas y malas acciones se acumulan en la continuidad cósmica para retornar según los momentos. Las deudas kármicas se pagan de manera ineludible, y de estas depende nuestra evolución. El ciclo de reencarnación se rompe cuando alcanzamos la Iluminación obteniendo el máximo estado de esplendor espiritual, el Nirvana hindú-budista, el Walhalla nórdico y el Gwidwin de los celtas.
Entre los griegos, este proceso evolutivo está reflejado en muchas sagas, pero de las más importantes es la saga de Hércules. Las doce pruebas de Hércules lo llevan del mundo mortal al Olimpo, es la prueba para convertirse en dios olímpico, siendo el Olimpo como el Nirvana y las doce pruebas como las tres pruebas que llevaron a Buda a la Iluminación.
Siempre el guerrero valiente podía acumular grandes cantidades de karma positivo, de manera tal que el morir en batalla defendiendo una causa justa, como la defensa de la patria o la familia, era una forma de asegurarse un renacimiento positivo y hasta un acceso al Nirvana, como se le prometía a los guerreros nórdicos ante el Walhalla y como se le promete a Arjuna, un guerrero sakia, por parte de Krishna, el avatar hindú en el Baghavad Gita.
Cabe destacar aquí que solamente dos razas humanas son capaces de reencarnar: la Raza Aria y la Raza Oriental, es decir, los blancos y los amarillos. Esto porque son las únicas razas que poseen almas. Fuera de los arios o indoeuropeos, solamente los amarillos u orientales tienen espíritus capaces de alquimia y evolución; de allí la admiración de Hitler y el Nacionalsocialismo por los tibetanos y los japoneses, su alianza directa con los segundos e indirecta con los primeros. De allí que hubiera soldados en la Orden Negra SS que eran mongoles budistas y que se encontraran tibetanos con uniformes alemanes en la Alemania invadida a finales de la Segunda Guerra Mundial. Algunos antropólogos nazis pensaban que los orientales descendían de antiguas ramas blancas derivadas de los indoeuropeos, como los ugro-fineses o uralo-altaicos, haciendo una directa correlación entre los pueblos uralo-altaicos (turcos, magiares, finlandeses, etc.) que son caucásicos y los pueblos orientales como tibetanos y mongoles, estos últimos que fueron de los conquistadores prehistóricos de Japón. De allí que una de las intenciones del Tercer Reich y su aliado Japón era liberar a los mongoles del cruel y salvaje dominio de la Unión Soviética y fundar una Confederación Mongólica con sede espiritual en Tíbet y que se extendiera desde el Himalaya, cubriendo toda Mongolia Exterior, Mongolia Interior (en China), las provincias mongolas de Rusia como Yakutia y Burutia y llegando hasta Siberia, empresa que lógicamente no ocurrió, por la derrota del Tercer Reich, sino que todos los países mongoles fueron devastados por décadas de dictadura comunista que causó daños irreparables a sus culturas y al budismo tibetano que practican casi todos los mongoles.
No obstante, no todos los orientales tienen la misma pureza racial, pues no podemos comparar a los tibetanos, mongoles ó japoneses con los tailandeses, camboyanos o malayos que se han mezclado con razas inferiores y negroides, de forma similar que no podemos comparar a los noruegos con los nicaragüenses aunque sean igualmente caucásicos.
Los pueblos orientales y arios podrían considerarse hermanos. Es por esto que una religión de origen ario como el budismo se transformó en la religión mayoritaria de los pueblos orientales (ejemplo de la fortaleza que tiene la cultura aria). Ningún otro pueblo no ario del mundo, salvo el oriental, se ha sentido atraído por religiones arias. Los semitas, los negros africanos y los indígenas americanos jamás han sentido atracción por el hinduísmo, el budismo, el jainismo, el sijismo, el zoroastrismo, el druidismo o ninguna otra religión aria.
Pero es importante destacar que la reencarnación es un concepto exclusivamente natural de los arios. Ningún pueblo no ario ha desarrollado el concepto de la reencarnación, ni siquiera los orientales quienes lo adoptaron del budismo. Las religiones autóctonas de los orientales como el taoísmo, el confucianismo o el shintoismo japonés por ejemplo, no incluían la reencarnación en sus cánones hasta después de la influencia budista.
Esto tiene su explicación en el hecho de que se necesita alma para reencarnar y los demás grupos raciales no poseen tal elemento. Ni los negros, ni los judíos, ni los indígenas americanos o de Oceanía tienen almas capaces de reencarnar, razón por la cual en su gran mayoría no les apetece tal concepto ni lo desarrollaron en sus creencias autóctonas. Entre los judíos, por ejemplo, existen tres vertientes: los que creen que la vida después de la muerte se da con la resurrección de los muertos tras la llegada del Mesías o Anticristo (razón por la cual no aceptan transplantes de órganos), los judíos que sencillamente no creen en la existencia de ninguna vida después de la muerte, y algunos cabalistas que creen en un cierto tipo de reencarnación cabalística que asegura que reencarnan tres veces: como mujer judía (el escalón más bajo), como hombre judío y como sacerdote. Pero ningún judío cree en el cielo o en el infierno o en ningún destino claro post-mortem.
En el caso de los negros recordemos que son el resultado de la mezcla zoófila entre humanos y simios como los chimpancés, durante la época de la Atlántida y que, por lo tanto, son simples formas de vida animal de gran inteligencia y desarrollo evolutivo biológico como lo son los delfines y los orangutanes. Probablemente si algún día se descubre la existencia de los yetis notaremos que tienen un gran parecido intelectual, pero incapaces de tener alma o espíritu como tal.
No obstante, la doctrina espiritual aria hace hincapié en el amor por la naturaleza y por los animales. Proteger la naturaleza e impedir a toda costa el maltrato de los animales es fundamental (de allí el vegetarianismo de muchas religiones arias). Por eso es que Hitler era vegetariano, prohibió la caza deportiva y era un reconocido amante de los animales a quienes trataba con gran respeto y aprecio.
El luciferismo
El dios de los arios es Lucifer, quien no es el demonio Satán, sino una entidad diferente. Lucifer ha sido adorado por diferentes culturas arias de distintas maneras; los nórdicos le llamaban Odín, el dador de la sabiduría, dios de la magia y las runas. Los celtas le llamaban Cernunus, mismo Lupercus de los itálicos. Los egipcios lo denominaban Thot, dios de la magia y la sabiduría, similar al Hermes heleno. Aunque entre los griegos y romanos el dios que más se le asemeja es Prometeo, el portador de la luz. Entre los indoarios de India es Vishnú, el máximo dios de la Trimurti o trinidad hindú. Los arios que conquistaron las tribus indígenas americanas milenios antes de la llegada del judío Cristóbal Colón lo adoraron bajo distintos nombres, uno de ellos Quetzalcóatl, y los arios en Persia le llamaron Ahura Mazda de acuerdo a la doctrina zoroástrica arriba mencionada.
Lucifer, dios de la luz, la magia y la sabiduría, portador del fuego y deidad ígnea por excelencia, es el verdadero Dios, el que los antiguos gnósticos llaman el Padre de Luz, es decir, el creador del Universo, del Universo Espiritual, y es enemigo cósmico del Demiurgo (como lo llamaba Platón), es decir, el artesano, un dios materialista, que domina sobre el universo material, hijo de Sofía, una diosa taimada, la misma Mujer Escarlata que el satanista masón y degenerado Aleister Crowley intentó invocar mediante la concepción de un niño lunar (algo similar a lo hecho por el wiccano masón y homosexual Alex Sanders).
El Demiurgo es denominado de forma distinta por diferentes pueblos: Cronos por los griegos, Saturno por los romanos, Set por los egipcios, Loki por los nórdicos y Yahvé por los judíos. Según Miguel Serrano, es el Demiurgo quien hace un pacto con una tribu de arios descarriados, los hebreos primitivos, a quienes pervierte transformándolos en los actuales judíos, de forma similar a como en El Silmarillión y El Señor de los Anillos el dios oscuro Morgoth pervierte a algunos elfos transformándolos en los malignos orcos.
La lucha entre Lucifer y Yahvé no se haría esperar, como se narra en la crónica teológica aria del Zend Avesta, libro sagrado de los zoroastrianos. No sólo en el plano espiritual sino en el físico. Los seguidores de Lucifer, los arios según el zoroastrismo, contra los seguidores del Demiurgo, los turanios. Los turanios estaban en guerra constante contra los arios zoroástricos, especialmente por las espantosas prácticas turanias: ritos sanguinarios, usura, lujuria y maldad, es decir, los turanios eran en aquella época como los modernos judíos.
Pero gradualmente el Demiurgo derrotó a Lucifer, al menos durante el presente ciclo. Aún cuando, según De Meza, Jesús, al igual que Sansón, eran arios (por eso ambos eran llamados nazarenos, es decir, “de nariz recta”, un mote con que los judíos señalaban a los extranjeros de sangre aria, ya que la ciudad de Nazareth se fundó varios siglos después de Cristo), particularmente en el caso de Jesús proviniendo de Galilea, una colonia celta gala en Palestina donde nieva en ciertas partes. Jesús era además esenio, y los esenios eran enemigos jurados de los judíos a quienes odiaban por ser materialistas y codiciosos.
Jesús predicó contra los judíos, llamándolos adoradores del Diablo y serpientes. También desdeñó a otras razas inferiores, como cuando una cananea le pidió ayuda y la llamó perra. Esto selló su destino hasta que el temible Sanedrín judío lo mató, y fue traicionado por el único de sus apóstoles que era judío, Judas Iscariote, proveniente de Judea –el resto de los apóstoles provenía de Galilea.
Tras la muerte de Jesús, el judío Pablo, originalmente llamado Saulo de Tarso, funda la doctrina teológica que predicaba que el cristianismo debía ampliarse a los no-judíos. Cabe destacar que otras doctrinas como el cristianismo gnóstico no prosperaron a nuestro pesar, sino que eventualmente el cristianismo paulino o judeocristianismo se hizo oficial y se extendió como una plaga por todo el Imperio Romano hasta que cada pueblo ario de Europa se transformó en cristiano, dejando a un lado el luciferismo pagano autóctono.
En Egipto eventualmente los semitas árabes y su doctrina islámica, tan alejada de los valores luciferinos como sus hermanas el judaísmo y el cristianismo, desplazarían al paganismo egipcio ya en decadencia, igual que harían en Irán reemplazando al zoroastrismo que aún sobrevive con 10.000 personas en Irán y 100.000 en India y sustituyéndolo por esa monstruosa doctrina misógina, esclavizante y demiúrgica que es el Islam. También sobrevive aún el yezidismo, una doctrina practicada por una minoría de 200.000 kurdos (arios) llamados yezidis (de yezid, ángel en árabe) quienes adoran primordialmente al ángel Melek Taws, o Lucifer.
Posteriormente el luciferismo sobreviviría en doctrinas como la secta maniquea, fundada por el persa Mani y basada en el zoroastrismo. Del maniqueísmo derivaría el catarismo europeo que daría vida a los cultos bogomilos y albigenses que serían brutalmente perseguidos por la diabólica Iglesia Católica. Misma iglesia que persiguió a la Orden Templaria, una maravillosa organización de guerreros religiosos (como los sijs indios y los SS nazis) iniciados adoradores de Lucifer.
Otras doctrinas luciferinas son la Masonería, originalmente fundada por los arios y que resguardaba la doctrina aria, y la Teosofía, fundada por la feroz antisemita Helena Petrovska Blavastky, y que entre sus seguidores tenía a Rudolf Steiner, secretario de la Sociedad Teosófica Alemana y fundador de la Antroposofía de profunda sabiduría aria. Aunque los teósofos actualmente están algo descarriados, su doctrina está primordialmente basada en los conceptos espirituales y esotéricos arios.
Los masones también tuvieron momentos en que no fueron simples esbirros al servicio de los sionistas sino genuinos caballeros arios como los templarios; recordemos que grandes pensadores racistas y arianistas fueron masones como Carl Gustav Jung, Henry Ford, Walt Disney, Napoleón Bonaparte, Lindberg, René Guenon, Rudolf von Sebbotendorf, que fue uno de los fundadores de la Sociedad Thule, y el redactor de El Evangelio de las Brujas (donde se menciona ampliamente a Lucifer) y verdadero fundador de la Wicca, Charles Leland. (Gerald Gardner en realidad no fundó la Wicca, sólo plagió los principios religiosos plasmados en la Stregheria de Charles Leland).
Las castas
Toda sociedad aria dividió a la humanidad en castas, práctica que según algunos esoteristas proviene de la Atlántida, donde la raza blanca era la de los aristócratas, los sacerdotes-gobernantes, la raza amarilla era de los mercaderes, la raza roja de los guerreros y la raza negra, la más baja, de los esclavos y obreros.
No existe la casualidad, y en el hinduísmo las castas son las mismas. La casta brahmánica –significa casta blanca en sánscrito- es la casta sacerdotal-política que gobierna. La casta shatria –signifca roja- la guerrera. La casta vasya –amarilla- la mercader y la casta sudra –significa negra en sánscrito- la esclava.
Curiosamente, según los teósofos, la Biblia relata los eventos que llevaron a la destrucción de la Atlántida en el relato del Diluvio, en donde Noé divide a la humanidad en tres castas; los hijos de Jafet que serán los arios, los hijos de Sem que serán los semitas (rojos) y los hijos de Cam, que serán los negros y quienes serán por siempre esclavos. La misma Teosofía asegura que los modernos indígenas americanos son descendientes de los atlantes así como los judíos de los lemures, civilizaciones extintas por su impericia espiritual.
La división de castas no era exclusiva de los indoarios o arios de India sino también propia de los celtas, de los nórdicos y de los egipcios. En general, es otro elemento fundamental de los pueblos arios el dividirse en castas. El mismo Platón, un maestro espiritual ario, predicaba a favor de las castas argumentando que la sociedad debía ser gobernada por los filósofos (brahmanes), con una portentosa casta de guerreros (shatrias) y con la división adecuada de los artesanos y esclavos (vasyas y sudras). Sin duda el platonismo seguía siendo la luz de la sabiduría aria entre los griegos y romanos.
De esta enseñanza se desprende el ideal ario de que el máximo líder político debe ser al mismo tiempo, el máximo líder religioso o espiritual. Así como el Dalai Lama en Tíbet y el Emperador de Japón (descendiente de la diosa solar Amaseratu) son los máximos líderes políticos y religiosos, así lo es el Faraón Egipcio que es el Sumo Sacerdote. Así es también con los brahmanes de India y con los druidas celtas; la casta sacerdotal en el poder político. Claro, no los corruptos sacerdotes de las sociedades en decadencia, sino figuras ejemplares de gran portento espiritual como los lamas tibetanos o los druidas celtas.
El Zar de Rusia era un ejemplo de este sistema cuando el primer Zar, Iván el Terrible (quien no era cristiano) fundó el zarismo ruso que evolucionó por coyuntura histórica a que el Zar fuera la cabeza de la Iglesia Rusa Ortodoxa y por ende, el máximo jerarca político y religioso, como corresponde a cualquier sociedad aria. De allí proviene el término jerarquía que en griego significa poder sagrado. Lamentablemente el Zar y toda su familia fueron engañados por el mago satánico judío Rasputín y llevados a la desgracia. Fue derrocado y brutalmente asesinados por los comunistas bolcheviques liderados por los judíos Lenin, Trostky y Stalin, quienes aplicaron el comunismo materialista que transforma la sociedad en una espantosa e infernal máquina. De forma similar los monarcas europeos fueron ejecutados violentamente por las revoluciones liberales instigadas por masones desde la Revolución Inglesa y la Revolución Francesa, rompiendo el orden jerárquico, actualmente roto en todo el mundo desde que el Dalai Lama fue expulsado de Tíbet por la sanguinaria invasión de los chinos comunistas.
Durante el Tercer Reich, sin embargo, dicho orden regresó por un escaso momento cuando Adolfo Hitler, quien estaba iniciado en altos conocimientos esotéricos así como en la mágica Sociedad Thule, y quien representaba los principios fundamentales de la espiritualidad aria, quien es considerado por muchos un Avatar, es decir, una encarnación de Dios en el mundo, gobernó políticamente uno de los mayores imperios que ha existido y llevó a la Humanidad a una confrontación épica entre el Bien y el Mal como pocas veces se ha visto sobre la Tierra.