Los mártires olvidados de Nuevo México

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
(Una investigación de Juan Carlos López Lee)

Introducción

Cuando se independizó de España en 1824, la Nación Mexicana como tal, se extendía en sus límites naturales desde el Río Suchiate en el sur del país, hasta los Montes Óregon y el Río Rojo al norte abarcando los actuales estados de California, Nevada, Utah, Arizona, Texas, Colorado, Nuevo México y partes de Wyoming, Oklahoma y Kansas.

Si bien estos territorios del norte nunca llegaron a tener la población que ya tenía el centro de México, había importantes asentamientos hispanos como San Francisco, Sacramento y Monterey en la costa californiana, así como Las Vegas, Santa Fe y Taos en Nuevo México.

Ya para el siglo XVI Santa Fe se había consolidado como la ciudad más importante del norte de Nueva España y con motivo de establecer rutas entre esta ciudad y las misiones recien establecidas en la Alta California, Fray Francisco Garcés llegó hasta Nevada y los franciscanos Silvestre Vélez de Escalante y Francisco Atanasio Domínguez exploraron Utah (1776) donde fue fundado el pueblo de la Candelaria de Azanza a orillas del Lago Salado.

Cuando el Imperio Español decayó a fines del siglo XVIII, la Corona suspendió la colonización de los territorios del Norte por falta de fondos. Las riquezas inexplotadas atrajeron potencias extranjeras como Francia o Inglaterra y hasta los rusos, que pasaron de Nutka a la Alta California.

Los españoles pudieron controlar estos intentos con una política de restricción comercial y la construcción de fuertes como el de Sonoma (California), pero había un rival para el que nadie estaba preparado: los Estados Unidos de América.

Para los fundadores de Estados Unidos, seguidores de la masonería, la raza anglosajona era la elegida por Dios para colonizar y dominar todo el continente americano. América era el "Nuevo Israel" que sometería a todo el mundo. Ya este expansionismo había sido causa de dolorosas pérdidas como la de Florida en 1819, pero lo que habría de suceder después sentó precedente en la historia como la primera guerra emprendida por el imperialismo masónico contra otro pueblo.

A diferencia de España, que a pesar de los abusos de la conquista, tenía como premisa el llevar la civilización cristiana para salvación de nuestros pueblos; para los estadounidenses los indígenas americanos no eran dignos de ser sometidos ni evangelizados, debían ser exterminados. Los territorios debían ser conquistados de todas formas sin importar sus dueños ni habitantes.

El Destino Manifiesto igualmente despreciaba a la raza hispana y su religión por considerarlas opuestas a los ideales de "modernidad" que el Novus Ordo Saeclorum (Nuevo Orden de los Siglos) traería mediante la imposición de la ley y cultura anglosajona en territorios mexicanos.

Intentos de Estados Unidos por tomar territorios mexicanos

Los planes para anexar territorios mexicanos ya existían antes de la guerra, como lo demuestran mapas oficiales estadounidenses de esa época y la actitud de los diplomáticos de Estados Unidos durante la guerra de independencia que México libró contra España.

Basta mencionar que cuando los independentistas mexicanos dirigidos por el pionero tamapulipeco José Bernardo Gutiérrez de Lara, buscaron apoyo en Estados Unidos, James Monroe (secretario de Estado en ese entonces) sin reparos ofreció comprar los territorios que los insurgentes ocuparan.

En 1822, con Monroe en la presidencia, el embajador Joel Poinsett propuso al gobierno mexicano que cediera Alta California, Texas y Nuevo Mexico. Tres años después el mismo Poinsett ofreció al gobernante mexicano Guadalupe Victoria comprar Texas en 5 millones de dólares y en 1832 diplomáticos estadounidenses impulsaron "de buena fe" hacer un préstamo a México con Texas como garantía.

El rol del Presidente Monroe como principal arquitecto de las anexiones y del Destino Manifiesto es indiscutible. Su mano fue preponderante en el inicio de las agresiones de baja intensidad contra México que siguieron bajo sus sucesores, entre las cuales destacan el hostigamiento contra embarcaciones mexicanas, los fraudes bancarios, la falsificación de dinero mexicano en Texas y Nuevo México, y las presiones de banqueros y diplomáticos para que México les cediera territorio.

En 1843, un año después del "incidente" en que barcos de guerra estadounidenses aterrorizaron a la población mexicana de Monterey en California, prestamistas de ese país llegaron a exigir a México que cediera territorio al norte del paralelo 39.

Mexicanidad de Nuevo México

Si bien en la Alta California y Texas existía una importante presencia mexicana, era en Nuevo México donde la cultura e identidad mexicanas tenían más fuerza.

Al fin de la guerra contra España, fue un Nuevo Mexicano, Don Juan Bautista Pino firmante del acta de independencia de México y participante de la junta de gobierno en el Primer Imperio.

Si España heredó a Nuevo México una de las formas más peculiares de la lengua mexicana, la población indígena dejó a Nuevo México esa arquitectura de adobe tan acogedora y noble. Hispanos e indígenas dieron vida a la tradición religiosa de Nuevo México, sus iglesias e himnos litúrgicos o "alabados".

Las etnias indígenas conocidas como "Pueblos" (keres, tanos, zuñis y otros subgrupos) merecen especial mención, pues combatieron al lado de la patria hasta el último momento.

Contrario a la historia impuesta por los invasores, en Nuevo México existían las mismas condiciones de mexicanidad que existían y existen en el resto del país: grupos y comunidades indígenas conviviendo con una población mestiza de cultura europea.

Luego de independizarse México en 1821, gracias a los conflictos internos, la deuda extranjera y el aislamiento del norte con respecto a la capital, buena parte de los fuertes y puestos militares del norte quedaron abandonados y el poco control que México tenía sobre la zona desapareció.

En busca de tierra y fortuna, incitados por su propio gobierno, miles de estadounidenses anglosajones cruzaron el Río Rojo para establecerse en Texas, las montañas de Oregon y Nevada para entrar a California, y los corredores del Santa Fe Trail para llegar a Nuevo México.

Aunque algunos políticos como Lucas Alamán buscaron contrarrestar esta migración atrayendo pobladores mexicanos y europeos, la inestabilidad y la quiebra económica hicieron que todos los esfuerzos fueran en vano.

Las políticas de libre comercio que gobiernos débiles adoptaron para congraciarse con los comerciantes, causaron la proliferación de traficantes y comerciantes extranjeros (principalmente estadounidenses), incluyendo a algunos que mediante el fraude y el engaño vieron crecer sus bolsillos.

A pesar de todo, ellos fueron recibidos como hermanos e inclusive contrajeron matrimonio con mexicanas. Uno de ellos fue Charles Bent, un mercader estadounidense que llegó al territorio en 1828 y fundó una compañía de comercio.

Muchos inmigrantes fueron respetados y queridos por la gente, aún cuando ellos llegarían a traicionar esa hospitalidad y acabarían despojando de su tierra a sus legítimos dueños.

Víctimas del mal gobierno

En todo el país, la breve alegría de la independencia se vio empañada por la inestabilidad política provocada por las logias masónicas, la corrupción y el despotismo de personas y facciones.

Nuevo México no fue la excepción, pues el territorio tuvo gobernantes malos y abusivos que solo veían por sus propios intereses. Esto, aunado a la lejanía del territorio con respecto a la capital, provocó que la población quedara desprotegida ante los ataques de tribus salvajes y bandoleros.

En 1835, después de una serie de gobiernos débiles, los conservadores de entonces enviaron un nuevo gobernador desde la Ciudad de México llamado Albino Pérez, que no contaba con el favor de la gente por sus intenciones de imponer el centralismo y elevar los impuestos.

La mala situación económica y los actos de opulencia e inmoralidad del gobernador provocaron su asesinato (y el de gran parte de sus colaboradores) en una rebelión promovida en 1837 por el alcalde de Santa Cruz de la Cañada, Juan Esquivel.

Los alzados constituyeron una junta popular de gobierno, que pronto fue rebasada por las circunstancias, quedando el territorio sumido en la anarquía y las represalias violentas de los rebeldes.

Como respuesta, sacerdotes católicos y algunos ciudadanos organizaron un plan contrarrevolucionario y un ejército encabezado por Manuel Armijo, que contaba con el apoyo del gobierno central mexicano. A finales de enero, la rebelión fue aplastada y terminó con la ejecución del gobernador rebelde José González.

La figura de Armijo en Nuevo México estuvo indudablemente ligada a Santa Anna, su protector. Durante la nefasta gestión de Armijo, el gobierno territorial otorgó millones de acres de tierra a estadounidenses (incluido el mencionado Charles Bent).

Manuel Armijo, permanecería en el poder hasta el momento de la Invasión Estadounidense a Nuevo México en 1846.

La expedición tejana de 1841

En septiembre de 1841, una expedición de aproximadamente cincuenta comerciantes y trescientos militares que venía desde Tejas con el objetivo de convencer a los nuevo-mexicanos de anexarse a ese país, llegó a Santa Fe.

Realmente no se conocen exactamente las pretensiones de esta expedición, porque esta se perdió en el camino y llegó muy mermada y con muchas dificultades a Nuevo México. El hecho es que a su llegada este grupo se rindió ante un ejército comandado por Armijo, que no cumplió su promesa de otorgarles un salvoconducto y en vez de esto los envió presos a la Ciudad de México.

En 1843, Tejas intentó de nuevo atacar Nuevo México, sin éxito. El asunto de los prisioneros tejanos fue otro de los pretextos que desencadenaron la Invasión Estadounidense a México, dos años después.

Patriotas y traidores

Luego de que Tejas se anexara a Estados Unidos, el Presidente Polk hizo un último intento diplomático por adquirir territorio mexicano enviando a John Slidell para convencer al gobierno de que cediera California y Nuevo México a cambio de dinero.

Una vez que el intento fracasó, las condiciones ya estaban listas para un ataque abierto y por la fuerza. Finalmente, en 1846, el Presidente James Polk ordenó la conquista violenta de Texas, Alta California y Nuevo México, que incluía a Nevada, Utah, Arizona, Colorado así como también partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma.

Comenzaba así la "guerra más injusta de la historia" como la definió Ulises Grant, héroe de la Guerra Civil Americana.

En junio de 1846, la Armada del Oeste y el Batallón Mormón, que sumaban unos 1700 hombres bajo el mando del Coronel Stephen W. Kearney, partió desde el Río Missouri para reunirse con las tropas de Doniphan y Price en Fort Leavenworth (Kansas) con rumbo a Santa Fe.

Cuando las noticias de la expedición llegaron a Nuevo México, los hijos de Nuevo México comandados por Diego Archuleta y algunos sacerdotes católicos, comenzaron a preparar la defensa de la Provincia, la cual fue encomendada al gobernador Armijo:

Proclama del gobernador Armijo (agosto 8, 1847)

"Ha llegado el momento en que la patria requiere de sus hijos, valor sin límites y enormes sacrificios, ya que las circunstancias, extremas desde cualquier punto de vista, claman por su salvación.

Las fuerzas del gobierno estadounidense ya están avanzando hacia la Provincia. Ya han cruzado la línea y en este momento ya están cerca del Colorado. Por tanto, amados ciudadanos, la invasión es la señal de alarma que debe prepararnos para el combate.

Hoy, el fruto de todos nuestros muchos y costosos sacrificios esta amenazado.

Aprestaos para la guerra, ya que se nos ha provocado a ella.

No mireis la fuerza de nuestros enemigos, ni el tamaño de los obstáculos a vencer.

Dios y Libertad!

Cerca de unos dos mil soldados mexicanos estaban ya listos para iniciar batalla en el Fuerte Apache, fortaleza cercana a la capital Santa Fe.

Sin embargo, Armijo (quien se dice fue sobornado por los estadounidenses) a la mera hora se negó a pelear contra las fuerzas invasoras, quedando como un traidor más al servicio de Santa Anna.

Se cuenta que en el Fuerte Apache, Armijo apuntó sus cañones contra Archuleta y los patriotas que querían combatir.

Nuevo México es anexado por Estados Unidos

Bajo estas circunstancias las fuerzas invasoras al mando del General Stephen Kearny tomaron Las Vegas (Nuevo México) y finalmente irrumpieron en la capital Santa Fe la tarde del 18 de agosto de 1846, declarando a Nuevo México parte de Estados Unidos.

Proclama de Kearny (agosto 15, 1846)

"Nuevo Mexicanos:

Me presento ante ustedes a tomar posesión de Nuevo México en nombre de los Estados Unidos. Hemos venido con intenciones pacíficas y amables sentimientos ante vosotros. Venimos como amigos, para mejorar sus condiciones de vida y haceros parte de la República de los Estados Unidos.

No venimos a asesinarlos ni a robarles sus propiedades. Vuestras familias estarán libres de ataques, sus mujeres seguras ante la violencia.

Mis soldados no tomarán nada de su religión. La religión y el gobierno no tienen conexión en nuestro país. Allá, todas las religiones son iguales y nadie tiene preferencia sobre la otra; la Católica y la Protestante son igualmente estimadas. Todo hombre tiene el derecho de servir a Dios de acuerdo a su corazón. Creemos que cuando un hombre muere este debe rendir cuentas de sus actos terrenales ante Dios, ya sean buenos o malos.

En nuestro gobierno, todos los hombres son iguales. Estimamos al hombre más pacífico. Os aconsejo atender sus deberes domésticos, cultivar vuestras industrias, sed pacíficos y obedientes ante la ley. No usaréis métodos violentos para corregir abusos.

Yo, por tanto, tomo posesión de Santa Fe y virtualmente de todo Nuevo México.

Armijo no es más vuestro gobernador, su poder se ha ido, pero el retornará para ser uno más de ustedes y cuando regrese vosotros no le molestareis.

Vosotros no sois ya súbditos de México, vosotros seréis ahora ciudadanos Americanos, sujetos a las leyes de los Estados Unidos. Un cambio de gobierno ha tomado lugar en Nuevo México y vosotros no debéis ya lealtad al gobierno mexicano.

He aquí que yo he de establecer en este Departamento un gobierno civil, sobre bases republicanas, similar al de nuestros Estados. Es también mi intención, dejar en su oficio a aquellos quienes los han gobernado, excepto el gobernador y otras personas, ya que nombraré a otros en su oficio por virtud de la autoridad de la que se me ha investido.

Yo soy vuestro gobernador, de hoy en adelante acudiréis a mi para vuestra protección".

Armijo huyó a Chihuahua y luego a México, donde fue juzgado por cobardía y traición, siendo posteriormente declarado inocente gracias a la intervención de Santa Anna.

Mientras tanto, el nuevo gobernador nuevo-mexicano Juan Bautista Vigil y Alarid acompañado de un grupo de traidores (en su mayoría liberales y masones), dio la bienvenida a la nueva administración:

Respuesta del traidor Vigil a Kearny (agosto 19, 1846)

General:

La carta que usted nos ha enviado, en la cual anuncia que usted ha tomado posesión de esta gran provincia en nombre de los Estados Unidos de América, nos da una idea del gran futuro que nos espera … Es nuestro deber obedecer y respetar a las autoridades establecidas, sin importar nuestras opiniones particulares.

Los habitantes de esta provincia, humilde y honorablemente presentan su lealtad y sujeción al gobierno de Norte América. Nadie en este mundo puede resistir exitosamente el poder de aquel quien es más fuerte.

No encuentre usted extraño que no haya habido manifestaciones de júbilo y entusiasmo al ver esta ciudad ocupada por sus fuerzas miltares.

Para nosotros el poder de la República Mexicana ha muerto. Pero a pesar de su condición, era nuestra madre. Que niño no derramaría abundantes lágrimas ante la tumba de sus padres…

En nombre por tanto, de toda la provincia entera, juro obediencia a la República del Norte y respeto a sus leyes y autoridades.

Esta proclama aparece frecuentemente en las versiones estadounidenses de la historia, aparentando una recepción pacífica y gozosa de la gente, lo cual no es verdad.

Pocas fuentes mencionan que años después, el propio Vigil lideró a grupos de nuevo-mexicanos que querían ser repatriados a México y se arrepintió de sus acciones anteriores, luego de perder sus tierras a manos de Estados Unidos.

La revuelta patriótica de 1847

En septiembre de 1846, Kearny había partido a Gila y California, dejando en Santa Fé un regimiento encabezado por el Coronel Sterling Price y nombrando gobernador de Nuevo México, al mencionado Charles Bent, acompañado por varios estadounidenses y algunos malos mexicanos que estaban dispuestos a hacerle el juego a Kearny.

Conforme el tiempo pasó y no hubo quien viniese en su auxilio, la desesperación cundió entre la población. Víctimas del abandono, la ineficacia y traicionados por aquellos que tenían a su cargo la defensa de la nación, los hijos de Nuevo México no entregarían la provincia sin luchar.

Fue así como nació por todo el Río Grande la última guerra de resistencia en contra de los invasores anglosajones. En la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre de 1847, el Padre José Manuel Gallegos partió de Santa Fe a Albuquerque para reunirse en secreto con los patriotas. Al mando de aquella lucha quedaron Tomás Romero, jefe Pueblo, y Diego Archuleta, además de Pablo Montoya, un comandante militar.

En un clima de rumores generalizados de rebelión, el Padre Vicario Juan Felipe Ortiz, originario de la Jolla en Río Arriba, dio la bendición a las tropas y el día 19 de Enero de 1847, el pueblo de Nuevo México se levantó en armas contra los invasores extranjeros.

El Padre José Martínez, figura muy respetada en Nuevo México por su defensa (aún después de la guerra) de la cultura mexicana en Nuevo México, también participó en la preparación de la insurrección.

Un contingente integrado por los Pueblo allanó la casa del espurio gobernador Bent en Taos, dando muerte a este y algunos de sus compañeros incluídos el Capitán Stephen Lee y el traidor Cornelio Vigil. Mal había pagado Bent el cariño y la hospitalidad de los nuevo mexicanos que lo habían querido como uno de ellos.

Levantamiento simultáneo tomó lugar en Arroyo Hondo y en Mora, donde los patriotas ejecutaron a varios invasores.

Como resultado de la insurrección, el comandante militar Sterling Price envió tropas competentes para combatir a los patriotas mexicanos, a la vez que estos marchaban hacia Santa Fe.

Ambas fuerzas se batieron en Santa Cruz de la Cañada el 24 de enero de 1847, donde una tropa de trescientos cincuenta estadounidenses logró una victoria decisiva y fue muerto Jesús Tafoya, uno de los líderes mexicanos.

El mismo día, otro ejército invasor al mando del Capitán Hendley enfrentó a los defensores de México comandados por Manuel Cortez en la población de Mora. En esta heroica resistencia, gran parte de los habitantes del pueblo combatieron desde sus casas y lograron repeler a los invasores a pesar de las pérdidas humanas.

Price, mientras tanto persiguió a la mermada fuerza mexicana que venía de Santa Cruz y se batió con ella de nuevo en Paso del Embudo, el 29 de enero de 1847.

El 1 de febrero, los estadounidenses finalmente lograron capturar Mora, reduciendo el pueblo a cenizas. Algunos de los últimos defensores del poblado que no cayeron en la batalla, murieron de hambre en las montañas.

En Pueblo de Taos, el 3 de febrero, los patriotas mexicanos pelearon su última batalla. Después de dos días de sitio y de valerosa resistencia mexicana, las fuerzas estadounidenses finalmente atacaron con sus cañones la Iglesia de San Jerónimo, donde se hayaban atrincherados los patriotas, prendiendo fuego a la iglesia. En la Batalla de Taos murieron 150 mexicanos, indígenas y mestizos.

Los héroes olvidados de Nuevo México

Tomás Romero fue capturado y posteriormente ejecutado en su celda por un soldado estadounidense.

Pablo Montoya, fue condenado a muerte, al lado de otros veinticinco mexicanos, por "traición" en una corte marcial (sin derecho a defensa) integrada exclusivamente por estadounidenses de habla inglesa (incluyendo parientes y amigos de Bent). El héroe de la patria fue ahorcado públicamente en la Plaza de Taos el 7 de febrero de 1847.

Manuel Cortez continuó la lucha durante un tiempo hasta julio de 1847, en que murió peleando en La Ciénega, cerca de Santa Fe.

Todos estos hechos prueban que la anexión de Nuevo México a Estados Unidos no fue pacífica, como muchos estadounidenses y nuevo-mexicanos tienden a pensar.

Aún después de varios meses, la guerra de guerrillas continuó en varias zonas montañosas de Nuevo México cercanas a Las Vegas, Santa Fe y Taos.

Fue así como la bandera mexicana, no volvería a izarse más en Nuevo México, y el dominio anglo-estadounidense permanece hasta nuestros días.

Los focos de insurrección nacionalista fueron apagados poco a poco mediante la educación y el adoctrinamiento, atacando directamente la raíz de la identidad mexicana: el mestizaje y la hermandad entre hispanos e indígenas.

Se separó racialmente al pueblo entre "Nativos-Americanos" y "Españoles-Americanos" en una división que muchos han adoptado hasta nuestros días, para no volverse a llamar "mexicanos".

Artículos relacionados