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Religión romana
La religión romana (latín: religio romana) era la religión de la Antigua Roma. Consistía en diversas prácticas religiosas imperiales y provinciales, que eran seguidas tanto por las gentes de Roma como por aquellos pueblos que estaban bajo su dominio.
La reconstrucción moderna de esta religión se conoce como romanismo.
Descripción
Los romanos se consideraban a sí mismos muy religiosos y atribuían su éxito como potencia mundial a su piedad colectiva (pietas) a la hora de mantener buenas relaciones con los dioses de la mitología romana. Su religión politeísta es conocida por haber venerado a muchas deidades.
La religión romana consistía, igual que entre los helenos, más en un conjunto de cultos que en un cuerpo de doctrinas. Había dos clases de cultos: los del hogar, que unían estrechamente a la familia, y los públicos, que estimulaban el patriotismo y el respeto al Estado. En la época imperial se añadiría el culto al emperador. En términos generales, se trataba de una religión tolerante con todas las religiones extranjeras, pues los romanos acogieron a dioses griegos, egipcios, frigios, etc. También era una religión contractual, pues las plegarias y ofrendas se hacían a manera de pacto con los dioses, es decir, para recibir favores, y si el creyente entendía que la divinidad no cumplía, dejaba de rendirle culto.
La presencia de los griegos en la península itálica desde el principio del periodo histórico influyó en la cultura romana, introduciendo algunas prácticas religiosas que se convirtieron en fundamentales, como el culto a Apolo. Los romanos buscaron puntos en común entre sus dioses principales y los de los griegos (interpretatio graeca), adaptando los mitos y la iconografía griegos a la literatura latina y al arte romano, como habían hecho los etruscos. La religión etrusca también tuvo una gran influencia, sobre todo en la práctica del auspicio, utilizado por el Estado para buscar la voluntad de los dioses. Según las leyendas, la mayoría de las instituciones religiosas de Roma se remontan a sus fundadores, en particular Numa Pompilio, el segundo rey sabino de Roma, que negociaba directamente con los dioses. Esta religión arcaica fue la base del mos maiorum, «el camino de los antepasados» o simplemente «la tradición», considerada como algo fundamental para la identidad romana.
La religión romana era práctica y contractual, basada en el principio de do ut des, «yo doy para que tú des». La religión dependía del conocimiento y de la práctica correcta de la oración, el ritual y el sacrificio, no de la fe o el dogma, aunque la literatura latina conserva especulaciones académicas sobre la naturaleza de lo divino y su relación con los asuntos humanos. Incluso los más escépticos de la élite intelectual romana, como Cicerón, que era augur, veían la religión como una fuente de orden social. A medida que el Imperio Romano se expandía, los emigrantes a la capital traían sus cultos locales, muchos de los cuales se hicieron populares entre los italianos. Uno de estos cultos extranjeros era el cristianismo y llegó a ser el más exitoso en el Imperio romano tardío, y en el año 380 se convirtió en la religión oficial del Estado.
Para los romanos de a pie, la religión formaba parte de la vida cotidiana. Cada hogar tenía un santuario doméstico en el que se ofrecían oraciones y libaciones a las deidades domésticas de la familia. Santuarios de barrio y lugares sagrados, como manantiales y arboledas, se encontraban por doquier en la ciudad. El calendario romano estaba estructurado en torno a las celebraciones religiosas. Las mujeres, los esclavos y los niños participaban en una serie de actividades religiosas. Algunos rituales públicos sólo podían ser llevados a cabo por mujeres, y éstas formaban el que quizá sea el sacerdocio más famoso de Roma, las Vestales, apoyadas por el Estado, que atendieron el Fuego sagrado de Vesta, en Roma durante siglos, hasta que fueron disueltas bajo la dominación cristiana.