La industria del Holocausto

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Holocausto

La Asociación de Antiguos Aficionados a los Relatos de Guerras y Holocaustos (AAARGH) ofrece en este texto su opinión sobre La Industria del Holocausto de Norman Finkelstein con fines meramente educativos, para alentar la investigación, sin intereses comerciales y en vistas a una utilización comedida.

En el año 2000 pareció que se unía a nosotros un universitario norteamericano judío, Norman Finkelstein, quien, después de arremeter contra el libro de Goldhagen, denuncia la construcción ideológica montada en torno al exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y la fuente de beneficios desmedidos que representa para las organizaciones sionistas. Su libro, publicado en julio 2000, da lugar a un caudaloso rechazo en Inglaterra; en Estados Unidos, silencio casi completo: como en el caso de los revisionistas, no corresponde debatir con Finkelstein.

Nosotros, en cambio, hemos ofrecido inmediatamente una traducción al francés de dicho libro, pues nos parecía imprescindible para dar a entender el peso del manto plúmbeo que aturde el pensamiento desde hace unos veinte años. Temíamos que la sionización absoluta de la prensa y la edición en Francia consiguiese impedir la publicación de una traducción; y a lo mejor la existencia misma de nuestra traducción (retomada y publicada por La Vieille Taupe algunos meses más tarde, y reservada a los adscritos) fue lo que obligó a la edición francesa a ofrecer una traducción oficial, que salió el 15 de febrero 2001 en medio de un tumulto que recuerda, en su estilo, el llamado "affaire Garaudy" (Roger Garaudy): lo que demuestra que esa gente nunca va a aprender. En cuanto a nosotros, hemos alcanzado nuestro objetivo: que los franceses puedan leer a su antojo ese libro. Que por fin tengan la posibilidad de enterarse de lo que todo el mundo conoce en otras tierras: la denunciación abierta del chantaje fundado sobre la persecución nazi a los judíos. Como en el mundo entero, las organizaciones sionistas francesas procuran prohibir cualquier crítica dirigida a un judío o a Israel; es preciso que los franceses comprendan que Francia y posiblemente Alemania son los únicos países donde estas organizaciones alcanzan su objetivo, donde la sionización del discurso público es completa e infranqueable: en otras partes se publican libros tan violentos como el de Norman Finkelstein sin que a nadie se le ocurra siquiera emprender una demanda judicial; y sin embargo, el reciente "affaire Rich", y ni hablar de la política israelo-norteamericana, demuestran hasta qué punto los sionistas son poderosos en Estados Unidos.

Análisis

Nuestro análisis del libro: el libro de Norman Finkelstein no pasa de ser aparente y superficialmente crítico. Tiene por axioma la existencia de un complot universal de los "gentiles" contra los "judíos" (todo su universo está organizado en función de esta dicotomía absoluta) desde el origen de los tiempos; este complot, llamado antisemitismo, culminó en el supuesto "holocausto nazi" pero no desapareció después. De ninguna manera está limitado a los alemanes (de ahí el odio de Finkelstein a Goldhagen). Renace constantemente y el objetivo del libro es alertar a los judíos, en cuanto víctimas del próximo estallido, contra los peligros a los que las organizaciones judías israelíes y norteamericanas les están abocando, al pretender ser sus representantes y sus élites, al extorsionar fondos monumentales a los bancos suizos y, tras el éxito masivo que han logrado, a todas las empresas e instituciones de los países de Europa que tenían una población judía antes de la guerra. Ese dinero se les debe no a las organizaciones judías sino a las víctimas del holocausto nazi. Hasta ahora, nadie ha protestado porque se trataba de robarles a los bancos y la opinión pública está de acuerdo con eso. Pero ahora, cuando se trata de robarle a Polonia o a Bielorusia, conviene protestar y desconfiar: pues la consecuencia será el renacimiento del antisemitismo. Desde ya, las mentiras de las organizaciones judías sobre el dinero del que pretenden que se les debe alimenta el discurso de los "negadores del holocausto", obscenísima ralea que no cree en el holocausto nazi.

Víctimas

La atmósfera general del libro está impregnada de la creencia, nunca expresada como tal y por lo tanto sin justificar (pero ¿acaso puede justificarse alguna creencia?) según la cual existen "víctimas necesitadas del Holocausto", que deben indemnizarse con dinero por lo que han vivido. El autor es incapaz de pensar la humanidad como un todo o plantearse el problema general de la guerra, sólo es capaz de pensarla en torno a la categoría "víctimas" (categoría extensible, y aquí saludamos sus méritos, pues la extiende a los vietnamitas y a los negros norteamericanos, no sólo a los judíos): y ¿por qué no indemnizar a todas las víctimas de la guerra, o de todas las guerras? Por ejemplo, ¿por qué los ingleses y los norteamericanos no deberían reembolsar todas las destrucciones totalmente inútiles (desde el punto de vista de la guerra contra Alemania, pero no desde el de la guerra de los ingleses u los norteamericanos contra el resto del mundo, incluyendo a Francia?) de las ciudades francesas? ¿Por qué habría que indemnizar con dinero un perjuicio moral y no indemnizar el perjuicio financiero (la destrucción de las comunidades judías de Alemania y Polonia contra la destrucción de las ciudades francesas)? ¿Por qué el dinero debería ser la medida de todas las cosas?.

Más concretamente, el libro de Norman Finkelstein es una respuesta al de Peter Novick, publicado en 1999, The Holocaust in American life. Novick afirma que "el exterminio de los judíos", que él llama "el Holocausto", término tomado del vocabulario religioso griego, sólo se ha vuelto central en la vida norteamerican después de 1967-1973 y las guerras de agresión israelíes; a partir de ese momento, según él, los judíos americanos han temido un nuevo exterminio (así mismo como lo estáis leyendo, en el momento en que los sionistas invaden los países árabes ¡ tienen miedo a ser exterminados !) y por lo tanto han instrumentalizado el primer exterminio para impedir el siguiente. Finkelstein no acepta este divertido análisis y afirma que si el exterminio de los judíos se ha convertido en el corazón de la ideología americana es para servir de legitimación a la adopción por Estados Unidos de un aliado terrorista, Israel, necesario a sus estratagemas en el Medio Oriente: esta manipulación cuasi criminal la hacen americanos que no son judíos y que recién han logrado salvarse del "antisemitismo". Finkelstein es un auténtico norteamericano: él cree que todo se da en los Estados Unidos, gracias a ellos y en torno a ellos. Analiza el asunto de la propaganda judía exclusivamente en ese contexto, mientras que interesa a todo el mundo occidental y nació, de manera accesoria, en Europa, antes que Israel se convirtiera en su centro. Los lectores de Paul Rassinier bien lo saben, esa propaganda estaba allí, entera, desde 1945 (nos atrevemos a decir que ahí estaba desde el "affaire Dreyfus"); se desarrolló a partir de los años 1960 y del proceso Eichmann para justificar una política israelí cada vez más criminal; Finkelstein no ve nada de eso, él cree que la religión holocáustica es un fenómeno exclusivamente americano-israelí, y que las organizaciones judías americanas, que han tomado un ascendente desproporcionado en la sociedad y la vida política americana (cita cifras especialmente convincentes) en su papel de gran sacerdote de la religión "Holo" y representantes oficiales del aliado israelí, han "perdido el juicio" (p. 139): es así cómo explica lo que es el tema del tercer capítulo de su libro, la extorsión ejercida por Estados Unidos contra Europa: extorsión de cantidades indebidas a los bancos suizos, acorralamiento de las empresas alemanas y ahora extensión del robo a todos los demás países europos, incluyendo a los que casi nada tienen para sobrevivir.

Análisis superficial

El análisis de Norman Finkelstein es muy superficial porque está dirigido a un fin pragmático, desenmascar a esos Estados Unidos tan feos y a las organizciones judías tan feas que explotan el sufrimiento de los verdaderos sobrevivientes del holocausto, lo cual va a reavivar el complot contra los judíos en Estados Unidos. Ignora, él, (posiblemente porque eso a él le parece natural) lo que es verdaderamente preocupante (y que se puede reconstituir con el sentido común que posee cualquiera que no haya sido aleccionado en una escuela estadounidense): los Estados Unidos, aprovechándose del derrumbe de Rusia, ya no conocen límite en su apetito insensato por el poder. Ejercen, en cuanto tienen la oportunidad o les vienen ganas, un chantaje desvergonzado sobre el resto del mundo que no se resiste porque el poder lo tienen camarillas llamadas gobiernos y que no son más que lacayos de los Estados Unidos. El proceso es el siguiente: la pobre víctima americana (muy cómoda en la sociedad americana donde gasta en un día lo que un indígena gasta en un año) de un daño que padeció hace decenas de años en Europa encuentra un abogado interesado en los beneficios quien a su vez da con un juez quien, en violación de todas las reglas del derecho, va a declara que él tiene la capacidad para dictaminar sobre hechos que se han desarrollado fuera de su área juridiccional y del marco de la soberanía estadounidense. La decisión del tal juez, que no tiene el menor valor jurídico fuera de las fronteras de los Estados Unidos, es adoptada luego por asociaciones e instituciones políticas americanas que van a ejercer un chantaje financiero sobre el país contra el cual se ha dictado la sentencia para que lo cumpla. Es así cómo las organizaciones judías norteamericanas, asistidas por el estado federal, la muncipalidad de New York, de Chicago y algunas capitales nortemaericanas más, así como por las tomas de posición personales del presidente, del alcalde etc., han obligado a los bancos suizos a entregar a las organizaciones unos montos astronómicos de lo cual ya está demostrado que no las debían de ninguna manera. El caso es preocupante porque hace salir a unos países tradicionalmente civilizados fuera de su tradición jurídica (según la cual no hay crimen sin ley, no se puede ser a la vez parte y juez) para someterlos a la justicia privada norteamericana que ignora la ley.

Si hay que indemnizar a las víctimas de las guerras, esto debe hacerse en un marco democrático, es decir a través de tribunales internacionales e imparciales, sometidos a principios jurídicos enunciados y aprobados después que la decisión de indemnizar se haya tomado por referendum en el mundo entero, y debe abarcar a todas las víctimas de todas las guerras habidas y por haber. En caso contrario, a eso se le llama venganza, y no es nada cristiano.

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