Demonio

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En religión, mitología y ocultismo, un demonio o daemon, daimon (del griego δαίμων daimôn[1]) es un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano y que su significado puede ser diferente según el contexto en el que aparece.

Etimología y uso clásico

La palabra griega original δαίμων (daimon) (Dæmon en latín), se refería antiguamente a una deidad menor o a un espíritu guía que actuaba como consejero. Esta palabra se deriva del protoindoeuropeo *dai-mon: "proveedor" o "que divide" (fortunas y destinos), de la raíz *da: "dividir". Los daimones fueron posiblemente vistos como las almas de los hombres de la Edad de Oro (ancestros) actuando como deidades tutelares.

Los griegos llamaban así al destino individual de cada cual; el término tenía connotaciones religiosas, y se consideraba que el destino de cada cual era algo divino o asignado por los dioses. En ese contexto era, con frecuencia, personificado, de forma similar a lo que otras culturas percibieron como ángeles o demonios.

Platón, sin embargo, en el mito de Er, de la República, presenta a cada cual como responsable de su destino, de su daimón, al haberlo elegido el alma de cada cual antes de su siguiente reencarnación. En el Sócrates platónico el daimón se presenta con frecuencia como una voz interior a la que escucha y obedece; le inspiraba y protegía.

En los textos de Homero habitualmente tenía el significado de una divinidad indeterminada; cuando se aplicaba a la vida del hombre, equivalía a la fortuna, la suerte, un genio protector, el destino o la fatalidad. Para Hesíodo los hombres de la Edad de Oro se habían convertido por voluntad de Zeus en daimones que protegían a los mortales. Los pitagóricos distinguían entre dioses, daimones, héroes y hombres y, más tarde, Platón, en El banquete, definió un daimon como un ser intermedio entre los mortales e inmortales, puesto que debía transmitir los asuntos humanos a los dioses y los asuntos divinos a los hombres. Dentro de esta concepción platónica, las principales funciones de los daimones eran servir de guías a los hombres a lo largo de su vida y de conducirles al Hades en el momento de la muerte.

Por esa razón, el filósofo judío helenístico Filón de Alejandría (c. 15 AEC – c. 45 EC), llamó a los daimones como ἄγγελοι angeloi ('ángeles') ('mensajeros', en griego, a partir del verbo angelo: 'anunciar'). Según él, en el aire viven dos tipos de almas incorpóreas e invisibles. Unas descienden para unirse a cuerpos terrestres, lo que produce el «nacimiento». Otras almas se separan de los cuerpos terrenales, a los que se habían unido, y a eso le llama la gente «muerte». Pero hay otro tipo de almas, que no se unen nunca a cuerpos terrenales, por estar más próximos a la divinidad y no apetecerles lo terrenal: éstos son los daimones y cumplen la misión de llenar el vacío entre el Dios Supremo y los hombres: por lo que son mensajeros de los dioses.

Connotación negativa

Aunque originalmente para los antiguos griegos la palabra era usada para denotar simplemente a un "espíritu", un "ser espiritual" o un "espíritu protector", y no contiene una connotación necesariamente negativa, posteriormente, con la llegada del cristianismo se le atribuyó un sentido maléfico, y se identificó a los daimones como "ángeles caídos".

Eusebio de Cesarea (c. 263-339), uno de los padres de la Iglesia que promovió el cristianismo para subvertir a los gentiles, cambió completamente el significado y el concepto de la palabra 'demonio' mediante la vilificación de la belleza de la cultura griega, retratando la religión de los griegos como una religión siniestra y tergiversó a los dioses de sus ancestros haciéndolos ver como "fuerzas satánicas". Eusebio citó De defectu oraculorum de Plutarco sobre la muerte del dios Pan diciendo que había muerto en el mismo momento en que Cristo nació. Ya que los griegos se referían a Pan como un daimon, Eusebio retrató a Pan como Satanás debido a que la palabra en griego "todo" también es pan haciendo un juego de palabras significando que "todos los demonios han muerto", y así fue como la imagen de Pan se convirtió en la representación cristiana de Satanás.

En las religiones del oriente cercano, así como en las derivadas de las tradiciones abrahámicas, incluyendo la demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un "espíritu impuro", el cual puede causar una posesión demoníaca y puede ser expulsado por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente y la magia renacentista (una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y tradición cristiana[2]), un demonio es una entidad espiritual que puede ser conjurada y controlada. En la literatura muchos de los demonios fueron ángeles caídos.

A medida que el cristianismo se expandía por Medio Oriente, África del Norte y Europa, entró en contacto con las religiones nativas. Los teólogos cristianos afirmaron que los dioses venerados por los paganos no eran divinidades genuinas, sino que en realidad eran demonios. Sin embargo, no consideraban que los paganos deliberadamente adoraran al Diablo, sino que afirmaban que simplemente habían sido engañados por él. En la iconografía cristiana, el Diablo y los demonios recibieron los rasgos físicos de las figuras de la mitología clásica, como el dios Pan, los faunos y los sátiros.

Como con frecuencia se les representa como entidades que pueden ser conjuradas y controladas, se pueden encontrar referencias a "buenos demonios" en Hesiodo y Shakespeare. En la actualidad, el buen demonio es generalmente un dispositivo literario (por ejemplo, el demonio de Maxwell).

En el lenguaje común, para desacreditar a una persona se la «demoniza» (o «sataniza»).

Referencias

  1. Henry George Liddell y Robert Scott. A Greek-English Lexiconδαίμων, Perseus.
  2. Véase, por ejemplo, el resúmen del curso y bibliografía de: ""Magic, Science, Religion: The Development of the Western Esoteric Traditions", por Universidad de Europa central, Budapest