Escitas

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Representación ilustrada de algunos escitas, siglo V AEC.

Escitas (en griego antiguo, Σκύθης Scýthēs o Σκύθοι Scýthoi) era el nombre dado en la Antigüedad a los miembros de un grupo de pueblos indoeuropeos de origen iranio, caracterizados por una cultura basada en el pastoreo nómada y la cría de caballos de monta. Durante la Antigüedad clásica, los escitas dominaron la estepa póntica, la cual recibió el nombre de Escitia. Su idioma sería el antecesor del moderno osetio.

Sus restos han evidenciado que los escitas tenían un considerable tamaño y fuerza física, y prácticamente todas las descripciones antiguas escritas de diversas fuentes, los describen como gente de cabellos rubios y pelirrojos así como de ojos azules y grises.[1]

En la Antigüedad tardía fueron sometidos por los sármatas, un pueblo culturalmente afín que terminó sustituyéndolos como amos de las estepas.

La mayor parte de lo que se conoce sobre los escitas procede de fuentes extranjeras, concretamente griegas y latinas. Las principales de ellas son el libro IV de la Historia de Heródoto (440 AEC), la Geografía de Estrabón y el poema de Ovidio Epístola desde el Ponto, que describe principalmente la Escitia Menor, ambos de la misma época (circa 13 EC) La arqueología ha descubierto testimonios de la cultura escita en los montículos funerarios de Ucrania y el sur de Rusia.

El etnónimo “escita” también ha sido usado para referirse a otros pueblos de costumbres similares o que ocuparon las regiones de Rusia, Ucrania y Asia Central, conocidas durante largo tiempo como Escitia.

Se sabe que tuvieron sus antecedentes desde el año 2000 AEC, pero su primera aparición en la historia es una alianza con los asirios en el siglo VII AEC. Siglos después colaboraron con los medos —tribu irania emparentada con los persas— para desmembrar al Imperio asirio.

A algunos pueblos existentes se les atribuye un origen casi directo de los escitas, entre estos se cuentan los osetas de Caucasia e incluso los yázigas que habitan en la parte oriental de Hungría, pero en el caso de los osetas parece predominar un linaje alano (ver Alania) sobre el probable linaje escita. En cuanto a los yázigas, como los cumanos, hace aproximadamente un siglo que están aculturados con los magiares.

Historia

Los primeros registros encontrados sobre los escitas, datan de la primera mitad del siglo VII AEC Durante el siglo IV AEC, los escitas llegaron a su mayor desarrollo político, cultural y económico. Muchos componentes de la comunidad escita se convirtieron en agricultores sedentarios, en la zona norte del mar de Azov, llegando inclusive a la zona de Altai. Allí formaron su reino con capital en la ciudad que los griegos llamaron "Panticapea" (hoy Kámenskoe Gorodishche).

Inclusive Darío I, rey de los persas, en el 514 AEC intentó conquistar este reino, al mando de 700.000 hombres cruzando el Danubio hacia las estepas al norte del Mar Negro, pero sin lograr quebrantar a los escitas, quienes aterrorizaron a los persas mediante lluvias de flechas que desorganizaron sus filas, y atacándolos ferozmente a caballo.4

Uno de sus grandes reyes, Ateas (nacido hacía el 430 AEC) empezó una serie de campañas que lo llevaron a unificar a muchas de las tribus escitas (400 AEC), extendiendo su poder desde el río Don hasta Tracia. Su expansión hacía los Balcanes lo llevó a entrar en conflicto con los macedonios tras fracasar varios intentos de alianza entre ambos. Atheas murió a la edad de 90 años durante una batalla contra Filipo de Macedonia en las llanuras de la actual Dobruja (339 AEC). Sin embargo el reino continuó, a pesar de las presiones de los tracios, celtas, sármatas, getas y masagetas.

Los principales rivales de los escitas fueron pueblos surgidos, al parecer, del mismo tronco común: los cimerios (expulsados por los escitas de Crimea), los ya mencionados getas y los masagetas, así como principalmente los tocarios, los wusun y los sármatas quienes les derrotaron entre el siglo I AEC y los inicios de la era común.

Territorio

Mapa geográfico de la influencia irania en el primer siglo AEC.      Área de dominación por los pueblos escitas.     Imperio parto.

Escitia era un área de Eurasia habitada en la antigüedad por un pueblo iranio conocido como los escitas. Su situación y extensión varió a lo largo del tiempo, desde la región del Altái, donde se unen Mongolia, China, Rusia, y Kazajistán hasta la del bajo Danubio y Bulgaria.

Su territorio llegó a extenderse por unos 6,000 km, desde Hungría hasta Manchuria, gracias a un hecho clave en su cultura: la domesticación del caballo. Los historiadores grecolatinos de la antigüedad situaban a la Escitia (Escithia) en la costa norte del mar Negro, las llanuras al norte del Cáucaso y en la zona al norte del mar Caspio; aunque el territorio ocupado por los escitas, con fronteras (en especial las septentrionales) poco definidas, fluctuaba constantemente, es así que las antiguas crónicas chinas ubican poblaciones escitas en zonas que actualmente corresponden al Xinjiang.

Dado su modo de vida y producción (pueblo cazador-recolector y depredador) y al hecho de haber sido grandes jinetes, hace que, en términos generales, su territorio fuera el del extenso cinturón de estepas que se encuentra en el centro de Eurasia.

En la zona noreste de la nación escita (en el curso medio del río Volga sobre Samara) vivían los budinos y los gelonos.

Costumbres

Sus contemporáneos los consideraban salvajes y sanguinarios porque bebían la sangre de su primera víctima en una batalla y vestían con cueros cabelludos humanos, también debido a que usaban cráneos humanos (en ocasiones de sus propios amigos y familiares que habían matado en alguna querella o duelo) como vasijas.

Algunas tribus escitas no enterraban a sus muertos y esperaban que los buitres se los comieran, similar a los ritos zoroastras, y si esto ocurría era un augurio de bienestar para la tribu. El águila era una encarnación del dios del viento para algunos de ellos, copiaron esta creencia de los sumerios. También antes de una guerra enviaban pensamientos malos como saetas a los enemigos para matarlos y si éstos no morían o se enfermaban procedían a la guerra.

Las tribus llamadas «escitas reales» que se asentaron en Ucrania, sembraban trigo para vendérselo a los griegos.

Además del origen histórico, según algunas leyendas se le atribuye a este pueblo que desciende del mismísimo Zeus del Olimpo, lo mismo que otra que narra la disputa de tres hermanos por un hacha, un arado, un yugo y un vaso de oro, caídos del cielo.

Los escitas tenían la creencia de que el oro les había sido proporcionado por los Arimaspos, seres de un solo ojo, los cuales habían robado tesoros de los nidos de los grifos.

Los hebreos creían que los cimerios (que en la Biblia se los conoce como descendientes de Gómer, el nieto de Noé por Jafet, su hijo) eran la tribu madre de los escitas criadores de caballos, que en el Libro del Génesis 10, 2-3 se los conoce a su vez como descendientes de Askenaz (o Askenazí), el primero de los tres hijos de Gómer mencionados en la Biblia en Génesis.

También Magog, el segundo de los siete hijos de Jafet mencionados en la Biblia, es considerado un escita criador de caballos y camellos bactrianos.​ Siglos después Josefo confirma esta creencia en su historia del pueblo israelita.

Tan envuelto en leyenda está el origen como la desaparición de esta tribu de la escena histórica, etnia que, como apuntan algunos estudiosos, alternó el mayor salvajismo con la confección y el uso de objetos finamente elaborados.

Varios historiadores comentaron la imposibilidad de Darío I (rey persa de la dinastía de los aqueménidas) de conquistar la región ocupada por los escitas a pesar de haber triunfado ya sobre Anatolia y haber conquistado otros territorios importantes. Su antecesor en el trono Ciro el Grande pereció a manos de una tribu escita, los masagetas, durante una de sus campañas militares.

A nivel arqueológico se han descubierto numerosos objetos artesanales de oro de gran elaboración con motivos equinos, pues eran excelentes jinetes, expertos en hacer lazos e inventores-usuarios del arco de doble curva, o retratando su vida cotidiana; también la tumba de los reyes, que eran grandes túmulos (kurganes) donde, tras estrangularlos, eran enterrados junto al monarca sus más cercanos sirvientes, concubinas y hasta caballos.

Se agrupaban en forma de bandas de merodeadores hostiles. Sus rostros estaban curtidos por el clima y usaban largas cabelleras desaliñadas, y los adultos, barba. Solían beber de cráneos humanos (de sus enemigos), de los cuales conservaban el cuero cabelludo como trofeo. Para soportar mejor el hambre durante sus largas marchas por las estepas y desiertos solían ceñirse fuertemente los cinturones.

Los hombres, especialmente durante los combates, se adornaban con gorros que exhibían cornamentas (en especial de ciervo), se hacían tatuajes en el cuerpo y clavaban un sable en la tierra para adorarlo en representación del dios de la guerra. Asimilaron al dios de la guerra griego Ares. No tenían templos para adorar a sus dioses. También llamaba la atención sus ropas de gran colorido, confeccionadas con cuero, piel y fieltro, y que solían representar, de forma muy estilizada y dinámica, a animales (ciervos, tigres, panteras, etc.); en suma, un estilo típico del llamado arte de las estepas.

Vivían en chozas de ramas montadas sobre sus carros de macizas ruedas, en constante movimiento entre el Danubio y el Don o mucho más lejos. Las chozas eran redondas o rectangulares, de generosas proporciones, de dos o tres habitaciones. Sus paredes generalmente eran de mimbre, pero también las construían con ramas atadas con correas, y las revestían con barro o fieltro para protegerse de las lluvias y la nieve. Las más pequeñas se desplazaban sobre 4 ruedas y las de mayor tamaño sobre 6, siendo arrastradas por bueyes.

Eran hábiles jinetes y mejores guerreros y utilizaban el arco y la flecha. Incluso cabalgando tenían una sorprendente habilidad para disparar. Utilizaban rudimentarias monturas sin estribos, pero eran sumamente hábiles para mantener el equilibrio sobre el animal. Esto, en épocas en que los pueblos europeos no habían desarrollado sus cuerpos de caballería y sólo poseían infantería y carros de guerra, les permitió desplegar devastadoras maniobras de gran movilidad, exhibiendo inteligentes tácticas, resultado de generaciones de combates a caballo. Gracias a esto, llegaron a realizar incursiones en el Oriente Próximo.

No concebían la vida sin el caballo (era frecuente que adornaran las colas de sus caballos trenzándolas de modo que parecieran un manojo de serpientes), incluso la muerte: un escita rico podía llevarse a la tumba hasta cien caballos. También los utilizaban como alimento, comiéndoselos y ordeñando a las yeguas para fabricar quesos y kumis (una bebida alcohólica a base de yogur).

Utilizaban armaduras de cuero y ropas con mangas angostas que les permitían libertad de movimiento. Utilizaban como armamento, además del arco y la flecha, una espada de hoja recta de bronce o de hierro, y un escudo de cuero reforzado con placas metálicas. Durante sus incursiones montaban manteniendo una notable armonía de movimientos, e incluso se alimentaban montados en sus caballos, que obtenían de las manadas salvajes de las estepas. Muchas de sus costumbres fueron adoptadas luego por los hunos.

Cada hombre tenía gran cantidad de esposas y éstas su comitiva. Las cortes de los ricos parecían mercados, donde la menos importante de las esposas podía llegar a tener unas 20 casas rodantes para sus sirvientes. La poliginia tenía razones económicas. Los hombres se ocupaban de la caza y la guerra, mientras que las mujeres se ocupaban de los animales, la generación de alimentos, construcción de las casas, el curtido de pieles, con los que hacían ropas y zapatos, y otros elementos con los que también comerciaban. Por otra parte, dada la división sexual del trabajo que existía entre ellos y la índole de las actividades asignadas a los varones (caza, depredación y guerra) es casi seguro que había una elevada cantidad de mortandad de varones en edad reproductiva por lo cual la forma de compensar el "déficit" de varones era la poliginia.

Dado que desconocían la escritura, no contamos con documentos escitas, pero se los reconoce históricamente por las descripciones hechas por Heródoto, Hipócrates y otros. Estos escritores han descrito de igual manera a diversas tribus con similar comportamiento, sobre todo en sus tradiciones funerarias, de las cuales se conoce la gran pompa que exhibían al momento de enterrar a sus reyes o personajes importantes. Entonces, el término escita no designa a un único pueblo, sino a numerosos grupos de individuos que compartían una cultura común.

Sus tumbas eran sumamente visibles, ya que enterraban a sus muertos resaltando su ubicación apilando tierra y rocas para formar montículos (kurganes, en ruso), confiando en que sus enemigos no molestarían a sus muertos en su última morada, dado el temor que suscitaban los escitas a aquellos a quienes sometían.

Durante el siglo XVIII, Pedro el Grande, zar de Rusia, construyó el Museo Imperial donde se exhibieron parte de los tesoros encontrados al suroeste ruso, entre las estepas del Dniester y el Volga, donde se estima que existen unos 100.000 túmulos de esta clase, siendo la zona siberiana de Minunsinsk donde se encuentra la mayor concentración de estas tumbas. Las piezas recuperadas de las tumbas escitas se encuentran actualmente en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.

Militarismo

Los escitas eran grandes jinetes y en la guerra eran temibles arqueros a caballo. El arco escita era más bien pequeño para poder ser utilizado cómodamente a caballo, compuesto de madera, hueso y tendones de animales, recurvo, era un arma formidable. Los jinetes, además, portaban un característico carcaj llamado “gorytos”, que contenía tanto las flechas como el pequeño pero potente arco. Además, los nobles escitas formaban una élite de caballería, con mejores armaduras y ciertas piezas precursoras de futuras bardas de caballería. Se equipaban con lanzas, jabalinas, hachas “sagaris” (que fue adoptada por muchos persas y luego por los macedonios) y escudos, y con el tiempo fueron desarrollando tácticas de choque, aunque nunca abandonaron los arcos como arma. La armadura típica escita consistía en un coselete de cuero con piezas de hierro para los arqueros a caballo. Además, los escitas desarrollaron las primeras cotas de escamas de hierro o bronce cosidas solapadamente sobre los coseletes de cuero. Tenían tanto yelmos de láminas de bronce, como sus tradicionales gorros de fieltro picudos (gorros frigios, similares a los de los tracios, por ejemplo), reforzados con escamas metálicas. También solían adornarse con abundante orfebrería, tanto ellos como sus monturas.

Las espadas escitas medían unos 7 dm de largo y fueron evolucionando con el tiempo: de una hoja recta de dos filos fueron cambiando a una hoja en forma de triángulo isósceles, de un solo filo. Las empuñaduras y las hojas estaban profusamente decoradas, algunas eran auténticas obras de arte. Posteriormente algunas tribus escitas se asentaron y se volvieron agricultores alrededor del Mar Negro. Estas tribus redujeron su caballería y comenzaron a aportar infantería competente, básicamente arqueros y tropas auxiliares.

Religión

Colección de dibujos de estelas escitas, entre el 600 AEC hasta el 300 EC. Muchas de ellos representan guerreros, aparentemente retratos de los difuntos enterrados en los kurganes, sosteniendo un cuerno para beber en su mano derecha.

Lo poco que se conoce de la religión escita procede de la obra del historiador y etnógrafo griego del siglo V AEC Heródoto. Se asume que las creencias de los escitas estaban relacionadas con la antigua religión protoindoeuropea, y que posteriormente fue influenciada por los mitos de pueblos protoeslavos y turcos, así como la mitología de los osetios, cuyas tradiciones se creen que proceden de los escitas.

El principal contexto arqueológico para determinar las creencias escitas son los yacimientos funerarios en los que se sacrificaban caballos y se enterraban carros desde el Neolítico hasta tiempos históricos. Heródoto describe el sacrificio de caballos en el funeral de un rey escita, y las tumbas de la Edad de Hierro conocidas como kurgan suelen contener restos de caballos, a veces hasta cientos de ejemplares.

Los escitas también reverenciaban al ciervo, que es uno de los principales elementos simbólicos que aparecen en su cultura artística, especialmente en las tumbas. Parece que los escitas creían que los ciervos guiaban a los muertos en el más allá, lo que quizás explica los curiosos cascos astados que se encontraron en los caballos enterrados en el yacimiento de Pazyryk.

Según Heródoto los escitas adoraban un panteón de siete dioses y diosas (heptíada), similares a las divinidades griegas de la antigüedad clásica. Menciona ocho divinidades en particular, siendo la octava adorada por la realeza escita y situando sus equivalencias.

  • Tabiti - Hestia
  • Papaios - Zeus
  • Api - Gaia
  • Oitosyros - Apolo
  • Argimpasa - Afrodita
  • Thagimasidas - Poseidón

A estas divinidades, Heródoto añade Heracles (posiblemente Targitao en escita) y Ares, de las que no menciona sus nombres escitas.

Según Heródoto los sacrificios de los escitas eran muy sencillos. Entre los sacrificios se incluían diversas clases de animales, aunque los más frecuentes eran los caballos. Los cerdos nunca se ofrecían en sacrificio, y los escitas eran reacios a criarlos en sus tierras. Heródoto describe los sacrificios escitas de esta forma:

La víctima es atada por la patas, y el sacerdote se sitúa detrás y tirando de una cuerda derriba a la bestia; y mientras la víctima cae, invoca el nombre del dios al que destina el sacrificio y entonces anuda una cuerda alrededor del cuello y estrangula al animal, sin enceder fuego o hacer ninguna ofrenda primero o derramando libaciones sobre ella; cuando ha estrangulado al animal, se lo desuella y se procede a hervirlo.[...] Entonces, cuando la carne está cocida, el sacrificante toma la primera ofrenda de la carne y los órganos vitales y los arroja delante de él.

Aunque aparentemente Tabiti era la divinidad más importante del panteón escita, la adoración del dios al que Heródoto se refiere como «Ares» era única. Afirma que «no es costumbre de los escitas [...] levantar imágenes, altares o templos a ningún dios salvo a Ares, pero a él sí es costumbre hacerlos».

Heródoto cuenta que en cada uno de los cuatro distritos escitas se levantaba una plataforma cuadrada dedicada a Ares en la que se clavaba una espada curva de hierro, y donde se practicaban sacrificios humanos (un prisionero de cada cien) mediante la degollación.

Según Tadeusz Sulimirski la adoración de Ares continuó entre los descendientes de los escitas, los alanos, durante el siglo IV EC.

Los Enarei eran una casta hereditaria y privilegiada de sacerdotes que jugaban un importante papel político en la sociedad escita, pues se creía que habían recibido el don de la profecía directamente de la diosa Argimpasa. El método que empleaban los Enarei difería de los adivinos escitas tradicionales: mientras los últimos empleaban un puñado de varillas de sauce, los Enarei utilizaban trozos de corteza de tilo para adivinar el futuro. Los Enarei también se vestían con ropas de mujer, una costumbre que Heródoto considera que se reflejaba en el título ena-rei, traduciéndolo como ἀνδρό-γυνοι u «hombre-mujer».

Menciones en fuentes escritas

En las antiguas fuentes chinas se los denomina sai. En los Reinos medios de la India se los conocía con el nombre de shaka (nombre que a veces se restringe a la más septentrional de sus tribus).

En documentos persas transliterados al latín a través del griego se les llama saces [sakes] o sacii [sakii] (en latín la c se pronuncia como k), también en latín se usa el nombre sármatae (sármatas) y en griego scythae, aunque el nombre que se daban a sí mismos habría sido *alān- o *aryānah. Este nombre ha pervivido en el moderno nombre osetio īron (por otra parte se considera que el gentilicio del actual pueblo «osetio» es una variante de escita).2​ En otras fuentes históricas se dan diferentes nombres a los escitas:

  • En idioma acadio, los escitas eran los gugu (jefes) de las tierras de Mat Gugu.
  • En idioma sumerio, la palabra gug significa ‘oscuridad’ o ‘tinieblas’.
  • En hebreo esta palabra gug (o gog) significa ‘alto’ o ‘techo’ y figuradamente ‘soberbio’.

En conclusión estos significados unidos se parafrasean como: los escitas (Gog) que vienen de las tierras tenebrosas. En el Antiguo Testamento (de la Biblia) los describen varios profetas:

  • Libro de Ezequiel (en la figura literaria de Gog y Magog), capítulo 38.
  • Libro de Jeremías 4 y 5.
  • Libro de Sofonías 1 y 2,5. Los cereteos y carios (caria) eran posibles aliados de Gog.
  • Segundo libro de Macabeos 4.47.
  • En el Nuevo Testamento, san Pablo los nombra en la Epístola a los Colosenses (3.11).
  • En el Libro de Veles se les identifica como skiti.

Apariencia física

Los primeros análisis físicos han concluido por unanimidad que los escitas, incluso los del este (por ejemplo, la región de Pazyryk), poseían características predominantemente europeas, aunque también se han presentado fenotipos mixtos con mongoloides, según el lugar y el período.[2]

En las obras de arte, los escitas son retratados exhibiendo rasgos europeos.[3] En Historias, el historiador griego Heródoto describe a los budinos de Escitia como pelirrojos y de ojos grises.[3] En el siglo V AEC, el médico griego Hipócrates argumentó que los escitas tienen piel rubicunda.[3][4] En el siglo III AEC, el poeta griego Calímaco describió a los Arismapes (Arimaspi) de Escitia como de pelo rubio.[3][5] El enviado de Zhang Qian del siglo II AEC, describió a las tribus sacas con ojos color avellana, verde y azules.[3] En Historia Natural, el autor romano del siglo I, Plinio el Viejo, caracteriza al pueblo de los seres (a veces identificados como iranios o tocarios), como de pelo rojo y ojos azules.[3][6] A finales del siglo II dC, el teólogo cristiano Clemente de Alejandría dice que los escitas eran rubios.[3][7] El filósofo griego del siglo II, Polemón de Atenas, incluye a los escitas entre los pueblos del norte caracterizados por el pelo rojo y los ojos azul grisáceos.[3] A fines del siglo II o principios del siglo III, el médico griego Galeno declara que los sármatas, escitas y otros pueblos del norte tienen cabello rojizo.[3][8] Amiano Marcelino, historiador romano del siglo IV, escribió que los alanos, un pueblo estrechamente relacionado con los escitas, eran altos, rubios y de ojos claros.[9] El obispo Gregorio de Nisa, del siglo IV, escribió que los escitas eran de piel clara y pelo rubio.[10] El médico del siglo V, Adamantio, que a menudo sigue a Polemón, describe que los escitas son rubios.[3][11] Es posible que las descripciones físicas posteriores de Adamantio y Gregorio se refieran a las tribus germánicas del este, ya que a estas últimas se les llamaba con frecuencia "escitas" en las fuentes romanas en ese momento.

Referencias

  1. Day, John V. (2001). Indo-European origins: the anthropological evidence. Institute for the Study of Man. ISBN 0-941694-75-5. pp. 55–57
  2. Сергей Иванович Руденко (Sergei I. Rudenko) (1970). Frozen Tombs of Siberia: The Pazyryk Burials of Iron Age Horsemen, University of California Press, pp. 45–46. ISBN 978-0-520-01395-7.
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 3,4 3,5 3,6 3,7 3,8 3,9 Day 2001, pp. 55–57
  4. Deaera, aquis, locis 20.17
  5. Calímaco, Himno a Delos, 291
  6. Plinio, Naturalis Historia. 6. 88
  7. Clemente, Paedagogus 3. 3. 24
  8. Galeno, De temperamentis 2. 5
  9. Ammianus Marcellinus, Historia romana, Libro XXXI. II. 21. "Proceri autem Halani paene sunt omnes et pulchri, crinibus mediocriter flavis, oculorum temperata torvitate terribiles et armorum levitate veloces."
  10. Gregorio de Nisa, Contra Eunomio. 2. 12
  11. Adamantius, Physiognomica, 2. 37

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