Religión indoeuropea

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Artículo destacado
Honrar al cuerpo como expresión visible de la pertenencia a una raza selecta es característica de los indoeuropeos. La religiosidad indoeuropea es aquella en la que el alma encuentra salud y bondad en el mundo y en el cuerpo.

Hans F. K. Günther

Mosaico de expresiones artísticas de diversas religiones indoeuropeas

Las religiones indoeuropeas son una familia de sistemas religiosos politeístas practicados por los diversos pueblos indoeuropeos (arios) desde la Edad del Bronce. La existencia de las fuertes y numerosas similitudes entre ellas, probadas mediante su estudio comparativo así como por la evidencia lingüística común a las lenguas indoeuropeas, sugieren indirectamente la existencia de una religión protoindoeuropea de la cual descienden.

Se pueden encontrar suficientes evidencias de esta religión ancestral en las coincidencias entre palabras y mitos propios de los indoeuropeos. Mientras las similares costumbres religiosas entre los indoeuropeos pueden brindar evidencias de una herencia religiosa compartida, una costumbre compartida no indica necesariamente una fuente común para dicha costumbre; algunas de esas prácticas pueden haber surgido en un proceso de evolución paralela.

A causa de los muchos siglos que transcurren entre las primeras y las últimas migraciones indoeuropeas, la herencia común no siempre resulta fácil de reconocer en el vocabulario o en las teologías y las mitologías de la época histórica. Hay que tener en cuenta, por una parte, los diferentes contactos culturales realizados en el curso de las migraciones, sin olvidar, por otra, que ninguna tradición religiosa se mantiene indefinidamente sin sufrir cambios a causa de innovaciones o por vía de préstamo, sincretismo o eliminación.

No obstante, por ejemplo, las tradiciones conservadas por Tito Livio, por la epopeya irlandesa o por Snorri Sturluson son, desde el punto de vista cronológico, considerablemente las más tardías y tienen mayor probabilidad de haber sufrido algún tipo de aculturación. Pero si estas tradiciones concuerdan puntualmente con un mito védico del Rigveda que data al menos del segundo milenio, resultará difícil dudar de su carácter común indoeuropeo, sobre todo si no se trata de elementos aislados, sino de unidades que es posible articular en un sistema.

El vocabulario refleja este proceso de diferenciación e innovación, iniciado probablemente ya desde la protohistoria común en la que los distintos pueblos indoeuropeos dan muestras de una tendencia a reinterpretar continuamente sus tradiciones religiosas. Este proceso se intensificó en el curso de las migraciones.

Sumario

Cosmogonía

El Caos primigenio

El Abismo primigenio o Ginnungagap según la cosmología nórdica.

Respecto al estado primordial que pudo haber precedido al proceso de creación, Martin L. West señala que las tradiciones védica, nórdica y la griega dan evidencia de un estado inicial de Caos primitivo en la que los elementos cosmológicos estaban ausentes, con fórmulas similares que insisten en su no-existencia:

Ni el no-ser era, ni el ser era en ese tiempo; no había aire, ni cielo, ni más allá...

¿Había agua allí, una profundidad de agua insondable?...

Al principio solo había oscuridad, envuelta en oscuridad, todo era un caos indiscriminado. Todo lo que existía entonces era vacío y sin forma: por el gran poder del Calor nació esa Unidad.
Rigveda 10.129.[1]
hubo Abismo y Noche y el oscuro Érebos al principio, y el amplio Tártaro, pero tierra ni aire ni cielo había.
—Aristófanes, Los Pájaros.

Según la Teogonía de Hesíodo, Caos (Χάος) fue el estado de vacío primigenio que existió antes que el resto de los dioses y fuerzas elementales, y que precedió a la creación del Universo.

Antes que todas las cosas fue Caos; y luego Gea (la Tierra) la de amplio seno, asiento siempre sólido de todos los inmortales que habitan las cimas del nevado Olimpo y el oscuro Tártaro enclavado en las profundidades de la Tierra de amplios senderos; y después Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales... Y de Caos surgieron el Érebo y la negra Nix (la Noche); y de la Noche nacieron Éter y Hémero (el Día), a quienes ella concibió y dio a luz de la unión enamorada de Érebo.
Hesíodo, Teogonía, ll. 116-138.[2]

En Las metamorfosis el poeta romano Ovidio (43 a. C.- 17 d. C.) describe así el origen del mundo:

Antes de que existieran el mar, la tierra y esa cobertura de los cielos que se extiende por doquier, la naturaleza ofrecía el mismo aspecto en todo el universo: es lo que los hombres denominaron Caos, masa informe y confusa, peso inerte en el que se depositaban indiscriminadamente juntos y sin ajustamiento alguno los elementos primordiales de las cosas. Ningún Titán iluminaba todavía el mundo con su luz, ni la luna creciente henchía aún sus cuernos, ni la tierra se balanceaba girando en el éter por el impulso de su propio peso, ni Anfitrite extendía sus brazos a lo largo de las costas y riberas. Aunque allí estaban los elementos de la tierra, del mar y del aire, la tierra carecía de firmeza, el mar de fluidez y el aire de luz y brillo. Ninguno de ellos tenía forma definida y cada uno interfería estorbando el desarrollo de los demás. En una única mezcolanza agitábanse el frío y el calor, lo húmedo y lo seco, lo muelle y lo duro, lo ligero y lo pesado.
—Ovidio, Metamorfosis, Libro I:1, Orígenes del mundo. El Caos.[3]

El poema épico nórdico Völuspá o Visión de la Adivina, describe el Vacío abismal del Ginnungagap, seguido por la creación de gigantes, dioses y de la humanidad. El Ginnungagap era el vasto abismo que existía entre Niflheim y Muspelheim antes de la creación:

no había arena ni mar ni olas frescas; la tierra no estaba en ninguna parte ni el cielo arriba; Ginnungagap había, pero hierba en ninguna parte.

Creación del Mundo a partir de un sacrificio

Ilustración de Manu y Yemo sacrificando a la vaca primordial, creada por Johan Jernhed para un documental de Tom Rowsell sobre el Padre Cielo protoindoeuropeo.

Existen diversos mitos sobre personajes divinos cuyas muertes crean una parte esencial de la realidad. La cosmogonía fundada sobre la muerte y el desmembramiento de un ser primordial recuerda a los mitos del gigante Ymir en la mitología nórdica y del gigante Púrusha en la mitología indoaria. La creación del mundo es, por consiguiente, resultado de un sacrificio cruento, idea religiosa arcaica y abundantemente difundida, que entre los indoeuropeos, al igual que en otros pueblos, justificaba el sacrificio humano. En efecto, este sacrificio, repetición del acto divino primordial, asegura la renovación del mundo, la regeneración de la vida, la coherencia de la sociedad y reestablece el equilibrio del cosmos. El Cosmos entero es una cadena de sacrificios y la vida se alimenta de sí misma.

Manu, Yemo y la Vaca primordial

El mito de la cosmogénesis de los protoindoeuropeos ha sido reconstruido de manera plausible por académicos como Bruce Lincoln[4], si bien no existe un consenso académico sobre cuál de las variantes es la reconstrucción más precisa. La reconstrucción de Bruce Lincoln del motivo protoindoeuropeo conocido como "Gemelo y Hombre" cuenta con el apoyo de varios estudiosos como Jaan Puhvel, J. P. Mallory, Douglas Q. Adams, David W. Anthony y, en parte, Martin L. West. Una versión de esta reconstrucción es la siguiente:

En los albores de los tiempos sólo había oscuridad, caos y vacío sin límites. De este caos, surgieron dos nieblas distintas y opuestas, una fría y la otra caliente que chocaron entre sí. De este choque cósmico surgieron los primeros seres, no eran dioses ni humanos, sino seres primordiales: dos hermanos gemelos; *Manu ('hombre') y *Yemo ('gemelo'), su hermano gemelo. También surgió la vaca primordial cuya existencia simboliza el sustento y la vida, y su compañía era esencial para alimentarse de ella durante el largo viaje de los hermanos en búsqueda de un hogar. Pasaron los eones y mientras los hermanos atravesaban el cosmos, de sus pensamientos surgieron los dioses que pronto se esforzaron por imponer orden sobre el caos que emergía de las profundidades del abismo. Pero el cosmos permaneció indómito, era un reino de peligros potenciales sin fin.

El cosmos necesitaba un orden. Sintiendo esta necesidad y el peso de su soledad y del vasto vacío a su alrededor, Manu y Yemo anhelaban estabilidad y un santuario donde los dioses pudieran habitar y el orden florecer. En un acto de amor, Yemo finalmente decide ofrecerse a sí mismo en sacrificio para yacer como la fundación del santuario cósmico. Manu, agradecido, aceptó el gesto de su hermano y se preparó para realizar el ritual que debía hacerse apropiadamente para no disgustar a los dioses.

Una vez hecha la herida mortal, el cuerpo de Yemo fue separado en tres partes: su cabeza, su torso y sus piernas. Del cuerpo sacrificado de Yemo, el mundo fue creado. Su carne se convirtió en la tierra fértil, sus huesos en las montañas y piedras, su sangre en los ríos y los océanos, su cabello en el pasto y la vegetación, su cráneo en la bóveda celeste. Manu colocó los ojos de Yemo en el cielo, convirtiéndose uno en el sol y el otro en la luna, de su cerebro se crearon las nubes y su último aliento se convirtió en el viento.

Ymir succiona la ubre de Auðumbla, la vaca primordial de la mitología nórdica.
La loba Luperca amamantando a los gemelos Rómulo y Remo, según la leyenda de la fundación de Roma.

En otras versiones, los dos hermanos sacrifican a la vaca juntos, y usan las partes del cuerpo de la víctima del sacrificio para construir diferentes partes del mundo. Aunque las versiones europea e indoirania difieren en este asunto, Lincoln sostiene que lo más probable es que la vaca primordial fuera sacrificada en el mito original, dando a luz a otros animales y vegetales, ya que la forma de vida pastoral de los hablantes protoindoiranios era más cercano al de los hablantes protoindoeuropeos.

Este mito revela que el establecimiento del sacerdocio y del sacrificio estaba vinculado a la creación del mundo mismo, y por lo tanto, cada sacrificio posterior restablece el acto primordial de la creación. De esa forma, Manu se convierte en el primer sacerdote y establece la práctica del sacrificio con el que se simboliza el orden contra el caos en las religiones indoeuropeas.

Reflejos de *Manu incluyen al sánscrito Manu (मनु), el legislador y progenitor de la humanidad (मानव, manavá) y Manāvī, su esposa sacrificada en la mitología hinduista; el persa Manūščihr (del avéstico Manūš.čiθra), un sumo sacerdote zoroástrico del siglo IX d.C.; y el germánico Mannus, hijo de Tuisto (cognado de 'gemelo' en inglés: twin), ancestro mítico de todas las tribus germánicas occidentales según Tácito en su Germania. El nombre de Mannus significa 'hombre', de esta palabra, derivada del protonórdico *mannaz (nombre también de la runa mannaz ᛗ del futhark antiguo que simboliza al hombre), proviene mann, en alemán y posteriormente man, en inglés. También 'humano', del latín humanus, es derivación de esta raíz, aunque unida al término para 'suelo' humus (homo; 'hombre').

Yemo es el primer rey, ya que las clases sociales emergen de su cuerpo (el sacerdocio de su cabeza, la clase guerrera de su pecho y brazos, y los plebeyos de sus órganos sexuales y piernas). Su nombre se reconstruye a partir del sánscrito Yama (यम, Iama), el avéstico Yima, el nórdico Ymir, y posiblemente el romano Remo, Remus (itálico temprano *iemus).

Algunos eruditos han propuesto que Yemo fue representado como un doble andrógino en lugar de un hermano gemelo de Manu, formando ambos de hecho un par de seres complementarios entrelazados. Los nombres germánicos Ymir y Tuisto eran entendidos como gemelos andróginos, y algunos mitos dan una hermana al védico Yama, también llamado Gemelo y con quien se habla de incesto. En esta interpretación, el ser primordial puede haberse sacrificado o haber sido dividido en dos, una mitad masculina y una mitad femenina, encarnando una separación prototípica de los sexos.

La función de la vaca primordial, tal como Audumbla en el mito nórdico, es la de nodriza que cuida y nutre con su leche a los gemelos divinos previo al acto de creación. En Roma su homóloga es la loba Luperca y en Grecia la cabra Amaltea que alimenta al niño Zeus.

Trito y la Serpiente

El Padre Cielo obsequia el ganado a un tercer hombre, *Trito ('tercero'), pero le es robado por la serpiente-dragón de múltiples cabezas *Ngʷhi (que significa 'serpiente" y raíz de la palabra 'negación'). Trito clama a Dios por ayuda y finalmente, fortalecido por una bebida embriagadora, mata al dragón con su arma, probablemente un hacha. Otra versión dice que el Padre Cielo obsequia el ganado a Manu y que tras ser robado por Ngʷhi, Manu ofrece esta bebida al dios de la tormenta Perkwū́nos quien encomienda a Trito la misión de matar al dragón con su hacha.

Trito se convierte así en el primer guerrero y ofrece el ganado al sacerdote para que lo sacrifiquen a los dioses celestes y de esta forma pueda mantenerse el sagrado ciclo recíproco de dar y recibir entre el hombre y Dios.

Los cognados que surgen del Primer Guerrero *Trito incluyen el védico Trita, el héroe que recuperó el ganado robado de la serpiente Vṛtrá; el avéstico Thraētona ('hijo de Thrita'), que recuperó a las mujeres secuestradas de manos de la serpiente Aži Dahāka; y el nórdico þriði ('Tercero'), uno de los nombres de Óðinn. Otros cognados pueden aparecer en las expresiones griegas trítos sōtḗr (τρίτος σωτήρ; 'Tercer Salvador'), un epíteto de Zeus, y tritogḗneia (τριτογήνεια; 'Tercer nacido' o 'nacido de Zeus'), un epíteto de Atenea; y quizás en el héroe mítico eslavo Troyan, que se encuentra tanto en leyendas rusas como serbias.

*H₂n̥gʷʰis es un sustantivo reconstruido que significa "serpiente". Se pueden encontrar cognados descendientes en el iranio Aži, el nombre de la serpiente enemiga, y en el índico áhi ('serpiente'), un término utilizado para designar a la monstruosa serpiente Vṛtrá, ambos descendientes del protoindoiranio *Háǰʰiš.

Interpretaciones

Según Lincoln, Manu y Yemo parecen ser los protagonistas de "un mito de la función soberana, que establece el modelo para sacerdotes y reyes posteriores", mientras que la leyenda de Trito debe interpretarse como "un mito de la función guerrera, que establece el modelo para todos los hombres de armas posteriores". De hecho, el mito recuerda la tripartición duméziliana del cosmos entre el sacerdote (tanto en su aspecto mágico como legal), el guerrero (el tercer hombre) y el pastor (la vaca).

La historia de Trito y la serpiente sirve como modelo para mitos épicos posteriores sobre el robo de ganado y muy probablemente proviene de la común práctica de los robos entre ganaderos. En la leyenda original, Trito sólo recupera lo que por derecho pertenece a su pueblo, que sacrifican adecuadamente a los dioses. El mito ha sido interpretado como un conflicto cósmico entre el héroe celestial y la serpiente terrenal, o como una victoria indoeuropea sobre pueblos no indoeuropeos, simbolizando el monstruo al ladrón o usurpador aborigen.

Reflejos del sacrificio primordial

Tauroctonía. Estatua del dios solar Mitra (Antigua Roma) sacrificando al toro primordial (escultura del siglo II actualmente en poder del Museo Británico, en Londres).

Mientras que unas versiones del mito parecen mantener a la vaca primordial como objeto de sacrificio, en otras versiones éste aparece como toro. En los textos del Avesta, Mitra aparece como el principal yazata ("benefactor") o buen espíritu y gobernante del mundo. Por orden del Sol, Mitra sacrifica al Toro sagrado de cuyo cuerpo surgieron todas las plantas y animales, creando así al Universo.

En el Purusha-sukta (himno 10.90 del Rigveda[5]) Púrusha (पुरुष) se describe como un gigante con mil cabezas y mil pies, que fue sacrificado y desmembrado por los devas (dioses): su mente se convirtió en la Luna, sus ojos, en el Sol, y su respiración, en el viento. Con su cuerpo se construyeron el mundo y las castas. De él emanó el Virash, el principio creativo femenino, por el cual renacía antes de que el mundo fuera hecho con sus restos. En el sacrificio del Púrusha, el canto védico fue lo primero que se creó. También se crearon los caballos y las vacas. Los brāhmanas (sacerdotes) fueron hechos de la boca del Púrusha, los kshatríyas (guerreros) de sus brazos, los vaisyas (artesanos) de sus muslos, y los shudrás (esclavos) de sus pies. Los cielos emergieron de su cráneo, los dioses Indra y Agni de su boca. Se consideraba que los dalits (parias), no habían nacido del Púrusha.

En la mitología nórdica los tres primeros Aesir, los hermanos Odín, Vili y Vé, hijos de Bor, se abalanzaron contra Ymir y lo mataron. Arrastraron su cuerpo inmenso y lo pusieron en el abismo del Ginnungagap. A partir del cuerpo despedazado del gigante, Odín, con ayuda de sus hermanos Ve y Vili, creó el universo. Este acto causaría la eterna enemistad entre los gigantes y los dioses. De la carne de Ymir hicieron la tierra, de su sangre el mar y los lagos, de sus huesos las montañas y de sus dientes las rocas. Con su cerebro crearon las nubes y con sus cejas enmarañadas los límites del mundo. Con la parte cóncava del cráneo levantaron la bóveda celeste, que es sostenida por cuatro enanos llamados Norðri, Suðri, Austri y Vestri (los puntos cardinales). Los astros principales, el Sol y la Luna, giran perseguidos por lobos. Las chispas del Sol dieron origen a los demás astros. Los dioses regularon su curso, instituyendo así el ritmo de las estaciones, que hizo nacer la vegetación, y también la sucesión de los días y de las noches. La noche fue la primera, y de ella manó el día.

El Bundahishn iranio, que contiene una parte de la mitología pre-zoroástrica, narra la creación del bovino primordial, Ewagdad o Ewazdad (en avéstico, Gavaevodata) y del primer hombre, Gayomart (avéstico: Gayō Marətan, «vida mortal»; iranio medio: Kayōmart; persa moderno: Keyumars), hijo de Ohrmazd y Spandarmat, quien luego es asesinado por Ahrimán. De su cuerpo ya no se crea la totalidad del mundo, sino únicamente los metales, dicho de otro modo, los planetas. Su simiente es purificada por la luz del sol y una tercera parte de la misma cae en tierra y produce el ruibarbo, del que nacerá luego la primera pareja humana, Masye y Masyane cuyos nombres son versiones de la palabra marətan "mortal". Dicho de otro modo: la pareja primordial nace del antepasado mítico (Gayomart) y de la Tierra Madre, y su primera forma es vegetal.[6]

Casi no existen narraciones mitológicas de Roma, pero el mito de fundación de Roma está reconocido como una versión historicizada de varios mitos antiguos. Remo es sacrificado por su hermano gemelo Rómulo, y éste a su vez es desmembrado por los senadores. Aquí no hay creación del mundo, pero el sacrificio de Remo refleja el mismo sacrificio cosmogónico primordial. Al ser inmolado sobre el emplazamiento de la futura Roma, Remo asegura el futuro feliz de la ciudad, dando origen al pueblo romano y el advenimiento de Rómulo a la realeza, siendo el iniciador y fundador de Roma.

Otros ejemplos incluyen el final culminante del Táin Bó Cúailnge en antiguo irlandés, donde se disecciona un toro de cuyo cuerpo se constituye la geografía irlandesa, y formas aparentemente cristianizadas del mito que se encuentran en el poema en antiguo ruso del Verso del libro de la paloma (Голубиная книга); el Código frisón de Emsig y el manuscrito irlandés BM MS 4783, folio 7a. Otros ejemplos dados incluyen la descripción de la barba y el cabello del dios Atlas convirtiéndose en bosques, sus huesos en piedra, sus manos en crestas de montañas, etc. en las Metamorfosis de Ovidio; y el persa medio del siglo IX d. C. Škend Gumānīg Wizār, donde la piel del ser malévolo Kūnī se convierte en el cielo, de su carne surge la tierra, sus huesos las montañas y de su cabello surgen las plantas. Entre las fuentes supervivientes, Mallory y Adams resumen que "las correlaciones, o mejor dicho, derivaciones más frecuentes, son las siguientes: Carne = Tierra, Hueso = Piedra, Sangre = Agua/Mar, Ojos = Sol, Mente = Luna, Cerebro = Nubes, Cabeza = Cielo, Aliento = Viento".

Gran Diluvio

El mito del Gran Diluvio Universal aparece en las culturas indoeuropeas y, por otra parte, se relaciona con las leyendas de la Atlántida, Hiperbórea y Thule.

En la mitología hindú, textos como el Shatápatha bráhmana (c. 700 AEC.) y los Puranas narran que el Avatar de Vishnu en forma de pez, Matsia, advierte al primer hombre, Manu que vendría una gran inundación (manvantara-sandhya). Manu construyó una gran nave, donde alojó a su familia y el semen de todos los animales para repoblar la Tierra. Enganchó la nave al cuerno del pez Matsia, quien los arrastró a través del diluvio.

En la mitología griega, narrada por Hesíodo en su Teogonía (c. 800 AEC.), Deucalión por consejo de Prometeo, construyó un arca y, disponiendo dentro de ella lo necesario, se embarcó en compañía de su esposa Pirra. Zeus hizo caer desde el cielo una copiosa lluvia e inundó la mayor parte de la Hélade, de manera que perecieran todos los hombres, excepto unos pocos que se refugiaron en las cumbres de las montañas próximas. Deucalión sobrevive a la inundación, y sus nietos (de parte de su hijo Helén) Eolo, Doro y Juto son los fundadores de las cuatro líneas principales de helenos: eólios, dorios, jonios (de Ion, hijo de Juto) y aqueos (de Aqueo, otro hijo de Juto).

En el poema Gylfaginning de la Edda Menor, Snorri Sturluson narra que cuando Ymir fue sacrificado, de sus heridas fluyó tanta sangre que ahogó a todos los jötnar excepto a uno que escapó con su familia llamado Bergelmir y que con su esposa fueron salvados por un lúðr (arca, cofre o cuna de madera) y que de ellos descienden las familias de todos los jötnar de hielo.

En el Vendidad, capítulo 2 del Avesta (c. 1200 AEC.) se narra cómo Ahura Mazda le confió a Yima, un gobernante justo y sabio, la responsabilidad de preservar la creación divina durante un período de desafíos y le advierte sobre la llegada de un invierno mortal que conlleva heladas, nieves y una gran inundación provocada por lluvias continuas. Yima recibe instrucciones de construir un vara de oro (una vara mágica) y un lugar seguro para proteger a las especies vivientes durante este evento catastrófico.

En el mazdeísmo zoroástrico, Ahriman intenta destruir el mundo con una sequía, que Mithra termina disparando una flecha a una roca, de la que brota una inundación; un hombre sobrevive en un arca con su ganado.

La versión protoindoeuropea de este mito debió tener su origen en un periodo anterior a la expansión de los indoeuropeos cerca del 4000 AEC. por lo que es la más antigua de la historia influyendo posteriormente en la mitología de Mesopotamia y del Levante.

Guerra de fundación

Titanomaquia
Los Fomorianos, pintura de John Duncan, 1912.
Devas y Asuras luchando en la orilla del mar del Océano de Leche.

En los diversos mitos de creación se narra que un grupo de dioses más jóvenes conquista o derroca a un grupo de dioses más antiguos que representan las fuerzas del Caos. En el mito griego de la Titanomaquia, los dioses olímpicos derrotan a los Titanes, una raza divina más antigua y primitiva, estableciendo un nuevo orden cósmico. En la mitología indoaria, los Devas (dioses) lucharon contra los Asuras (demonios). En la mitología celta, Los Tuatha Dé Danann, dioses de la vida y la luz, lucharon contra los Fomoré, antiguos dioses de la muerte y la oscuridad.

Este mito de dioses heroicos venciendo a demonios del caos es especialmente común en las mitologías indoeuropeas. Algunos investigadores sugieren que este mito refleja la conquista de los antiguos indoeuropeos sobre pueblos indígenas en el transcurso de su expansión por Europa y la India. A partir de estos mitos, se ha propuesto un mito protoindoeuropeo de la Guerra de Fundación, que implica un conflicto entre las dos primeras funciones indoeuropeas (sacerdotal y guerrera) por un lado, y la tercera función (la fertilidad) por el otro, que finalmente hacen las paces para formar una sociedad armoniosa plenamente integrada.

Tras la batalla con los Titanes, Zeus se repartió el mundo con sus hermanos Poseidón y Hades, decidiendo al azar qué parte de él le tocaría a cada quien: Zeus consiguió el Cielo, Poseidón las Aguas y Hades el Mundo de los muertos (el Inframundo). La antigua tierra, Gea, no podía ser reclamada y quedó bajo el dominio de los tres según sus capacidades. El tridente de tres puntas es símbolo de Poseidón, el bidente de dos puntas es símbolo de Hades, mientras que el rayo, que parece tener una sola punta o punta principal, es un símbolo de Zeus.

La batalla entre los Devas (देव) y Asuras (असुर) se lleva a cabo por el dominio de los tres mundos: Svarga (स्वर्गं, Cielo), Bhumi (भूमि, Tierra) y Patala (पाताल, Infierno). Ambas razas de dioses son técnicamente iguales, poseedores de grandes poderes mágicos y marciales, pero los Devas están comprometidos con el culto del Ser Supremo y la práctica de la virtud. Los Asuras tienen tendencias ateas y desviadas que crecen con el tiempo. La brecha es mayor en el Kali Yuga, la era final.

En avéstico y en el zoroastrismo posterior, los cognados de devas y asuras se invierten en su función, probablemente también como inversión (o subversión) del culto politeísta iranio original, demonizando a los Devas como seres malignos que promueven el caos y el desorden, denominados Daevas, encabezados por Ahriman, en oposición a los Asuras, denominados Ahuras, que quedaron finalmente asociados con las fuerzas del bien, como seres angelicales del Dios Supremo Ahura Mazda. El adjetivo ahura significaba originalmente 'ahúrico', caracterizando una entidad indoirania específica llamada *asura. Aunque todavía hay rastros evidentes en antiguos textos indios e iraníes, en ambas culturas la palabra aparece esporádicamente como el epíteto de otras divinidades.

En la Ynglingasaga, se narra que los Aesir (o Ases, palabra emparentada con asura) entraron en guerra contra los Vanir (o Vanes), tras lo cual se reconcilian y ambos panteones se integraron en paz. Los primeros aparecen agrupados en torno a Odín, Thor y Tyr. Odín, su jefe, es el dios-rey-mago; Thor, el dios del martillo, es el gran campeón celeste; y Tyr, el gran juez: son divinidades de la guerra, la magia, la justicia y el conocimiento (aspectos espirituales). Los Vanir, agrupados en torno a Njörd, Frey y Freya, por el contrario, son divinidades de la fecundidad, el placer, la abundancia y la riqueza (aspectos materiales). Atacados por los Aesir, los Vanir resisten, pero como dice Snorri Sturluson, «unas veces ganaba un bando y otras vencía otro». Cansados de esta alternancia costosa de semivictorias, los Ases y los Vanes hacen la paz: las principales divinidades Vanes se instalan entre los Ases, y así completan, mediante la riqueza y la fecundidad que representan, la clase de los dioses agrupados en torno de Odín. De este modo se consuma la fusión de los dos pueblos divinos, y ya nunca jamás habrá otro conflicto entre Ases y Vanes.

Diversos investigadores han interpretado este episodio como el recuerdo de un conflicto histórico entre representantes de dos culturas distintas que tenían creencias religiosas diferentes: los agricultores autóctonos (para algunos, los Megalithenvölker o constructores de monumentos megalíticos) y sus conquistadores ganaderos ariófonos (los Streitaxvölker ('pueblo del hacha de guerra'). Ciertamente, las invasiones de los territorios habitados por las poblaciones agrícolas neolíticas, la sumisión de los autóctonos por los invasores ideológica, intelectual y militarmente superiores, seguida de la simbiosis entre estos dos tipos de sociedades, que representan a su vez dos etnias distintas aunque racialmente similares, son hechos atestiguados por la arqueología, que por otra parte, constituyen un fenómeno específico de la protohistoria europea y que en algunas zonas se prolongó hasta la Edad Media. Pero el tema mitológico de los Ases y Vanes, fuertemente historicizado en el relato de Snorri, precede al proceso de germanización, pues forma parte integrante de la tradición indoeuropea. Verosímilmente, el mito sirvió de modelo y de justificación a numerosas guerras locales, que terminaron con la reconciliación de los adversarios y con su integración en una sociedad común.

Georges Dumézil subraya las analogías con la guerra entre romanos y sabinos, y demuestra de qué modo los romanos «historicizaron» los grandes temas de la mitología indoeuropea, hasta el punto de que se ha podido decir que la más antigua mitología romana, anterior a los influjos etruscos y helenos, se halla disfrazada en los dos primeros libros de Tito Livio. Por una parte, Rómulo, hijo de Marte y protegido de Júpiter, junto con sus compañeros, guerreros temibles, pero pobres y sin mujeres; del otro lado, Tacio y los sabinos, caracterizados por la riqueza y la fecundidad (pues poseen las mujeres). Ambos bandos son en realidad complementarios. La guerra no finaliza con una victoria, sino gracias a la iniciativa de las esposas. Una vez reconciliados, los sabinos deciden fusionarse con los compañeros de Rómulo, con lo que les aportan la riqueza. Los dos reyes, colegas en adelante, instituyen los respectivos cultos: Rómulo en honor únicamente de Júpiter; Tacio en honor de los dioses relacionados con la fecundidad y la tierra, entre los que figura Quirino. «Jamás se volverá a oír, ni bajo este doble reinado ni en adelante, de disensiones entre el componente sabino y el componente latino, albano, romuleano de Roma. Ya está completa la sociedad.»[7]

Tríadas

La Tríada formada por Odín, Thor y Frey.

Los indoeuropeos poseen una mitología basada en tríadas. Los notables estudios del antropólogo francés Georges Dumézil a partir de la mitología de los pueblos indoeuropeos, han enfatizado el hecho de que muchos de ellos coincidan en coronar su panteón con una Tríada divina que, por otro lado, antecede por milenios a la idea de la "Trinidad" cristiana.

La predilección por ese número se extendía también a la sociedad, dividida en tres castas: sacerdotes, guerreros y productores, funciones que a menudo se asocian a los dioses principales. De este modo, el universo social y el divino estaban divididos en tres funciones diferenciadas:

  1. La función sacerdotal, representada por deidades de la magia y la justicia.
  2. La función guerrera, representada por dioses de la guerra, la fuerza y la victoria.
  3. La función productora-reproductora, representada por deidades de la prosperidad, la abundancia, la fertilidad, el amor y la sexualidad.

La armonía del mundo depende de la cohesión entre las diferentes funciones y de su correcta disposición jerárquica.

Los protoindoeuropeos pudieron haber tenido una diosa que presidía la organización trifuncional de la sociedad. Varios epítetos de la diosa irania Anahita y la diosa romana Juno proporcionan pruebas suficientes para demostrar que fue adorada, pero no se puede reconstruir léxicamente un nombre específico para ella. Los restos vagos de esta diosa también se pueden conservar en la diosa griega Atenea.

Entre los indoiranios más que en ningún otro grupo se evidencia esta división tripartita de los dioses y de la sociedad. En la India antigua, a las ciases sociales de los bráhmanas (sacerdotes, filósofos), ksatriyas (militares, protectores de la comunidad) y vaisyas (productores) corresponden los dioses Mitra y Varuna, Indra y los gemelos divinos Nasatya o Asvins. Estos mismos dioses aparecen, citados en idéntico orden, en el Juramento de Mattiwaza (c. 1340 AEC.), tratado del rey hitita Suppiluliuma I con Mattiwaza, rey de los mitani, en Asia Menor: Mitra-(V)aruna [variante Uruvana], Indara y los dos Nasatya. También el Avesta distingue entre los sacerdotes (āthra.van), los guerreros (los que combaten en carros, rathaē-štar) y los pastores-agricultores (vāstryō.fsuyant), con la diferencia de que en Persia esta división en clases no llegó a convertirse en un sistema de castas.

Los celtas repartían la sociedad en druidas (sacerdotes, juristas), aristocracia militar (flaith lit. «poder», equivalente del sánscrito kşatra) y bo airig, «hombres libres (airig) poseedores de vacas ()». Según Dumézil, en las tradiciones míticas, aunque fuertemente historicizadas, de la fundación de Roma se puede distinguir también una división social semejante: el rey Rómulo, protegido de Júpiter; el etrusco Lucumón, técnico de la guerra; Tacio y los sabinos, que aportan las mujeres y las riquezas. La Tríada Capitolina: Júpiter, Marte y Quirino, constituye en cierto sentido el modelo divino, celeste, de la sociedad romana. Finalmente, una tríada análoga domina la religión y la mitología escandinavas: el dios soberano Othin, Thórr, el campeón, y Freyr, patrono de la fecundidad.

Algunas tríadas son:

Mitología celta:

  • Tríada de los dioses de la noche: Esus, Tutatis y Taranis.
  • Triada masculina: Dagda, Ogma y Lugh.
  • Triada femenina o "triple diosa": Morrigan, Macha y Badb ("La Doncella, La Madre y La Anciana") en ocasiones los nombres varían formando triada Badb, Macha y Nemain, mientras a veces es Badb, Macha y Anand/Danu. A su vez, fungen como deidades del Destino.
  • Banba, Fotia y Eriu.
  • Esus, Smertrios y Cernunnos

Mitología nórdica:

  • Tríada Aesir: Thor, Odín y Tyr.
  • Triada de Upsala: Odín (función sacerdotal), Thor (función guerrera) y Frey (función productora).
  • Tríada cosmogónica: Odín, Vili y Vé.
  • Tríada Vanir: Njördr, Frey y Freya
  • Las Nornas o deidades del Destino: Urðr, Verðandi y Skuld.
Trimurti.

Mitología indoaria:

Mitología griega:

Mitología romana:

Mitología eslava:

  • Tríada masculina: Svarog, Perun y Svantevid.
  • Tríada femenina de la fertilidad: Vesna (la doncella), Živa (la madre) y Morena (la anciana).
  • Las tres Sudice o deidades del Destino.

Mitología báltica:

  • Tríada principal: Dievs, Laima y Māra.
  • Tríada prusiana: Perkūnas (Cielo), Patrimpas (Tierra) y Pikuolis (Muerte).
  • Las tres deidades del Destino: Laima, Kārta y Dēkla.

Panteón

El Padre Cielo

Véanse también: Dyeus y Dios


El Dios eslavo Rod, el Dios helénico Zeus, y el Dios germánico Wotan-Odín. Dioses Patriarcas en sus respectivas mitologías. Empuñan la lanza o la espada como símbolos distintivos de su autoridad.
Cielo diurno.

En las religiones indoeuropeas la idea de lo divino aparece vinculada a la sacralidad celeste, es decir, a la luz, a la trascendencia y la altura, y por extensión a la idea de soberanía y capacidad creadora en su sentido inmediato: cosmogonía y paternidad. Los dioses principales de los indoeuropeos son dioses eminentemente celestes en contraposición a las divinidades terrestres, ctónicas, generalmente de origen pre-indoeuropeo. La primacía del culto religioso le corresponde al dios del cielo que es el padre por excelencia; Dios supremo, creador del mundo y cosmócrata. El Padre Cielo o Dios Padre, rey y padre de los dioses, es representado como un guerrero, alguna vez un rebelde que derrocó a los primeros dioses celestes (v.g. Urano, Cronos) para posicionarse como gobernante. Su símbolo de poder es el rayo y la lanza. Odín-Wotan, Zeus-Júpiter, Indra y Perún todos ellos dioses celestes, patriarcas, padres de dioses y héroes. El Cielo representa el mundo del espíritu y de la luz. Se ve como fuente de vida al Sol (cielo sereno, luz) y a la tormenta (rayo, lluvia, cielo iracundo). Todo en la sociedad tiene una orientación más celeste ("olímpica") que terrestre y los calendarios toman como referencia el ciclo solar-heroico de nacimiento, cenit, sacrificio, muerte y renacimiento.

La palabra 'dios' (*deywos) proviene de la raíz protoindoeuropea: *dyew-, *deywó-, el cual es un derivado de la raíz *dyw-, que significa 'día', 'cielo iluminado', 'cielo diurno', 'resplandor del día', así como la designación para un adjetivo que significaba 'celestial', 'brillante', 'resplandeciente' derivan de la misma, y es la característica que identifica a la deidad. Las deidades nobles del vedismo denominadas devas (देव) y el dios supremo de la mitología báltica Dievas o Dievs (de Diews) provienen del adjetivo *deywó-. En la religión eslava más antigua, el Dios supremo del cielo se llamaba Deivos, pero este nombre pronto fue abandonado para ser reemplazado por el de Rod.

El léxico reconstruido sugiere que la deidad protoindoeuropea más importante y que representa la primera función, era un "Dios Padre Cielo" Dyḗus Ptḗr (*Dyḗws Ph₂tḗr). Este nombre está atestiguado en el Rigveda como Dyaus Pitar o Dyáus Pitā, padre de Agní, Indra y Surya. Esta expresión sobrevive tanto a través del griego Ζεὺς Πατῆρ (Zeùs Patḗr), como a través del latín Iovis Pater (Iupiter; Júpiter), del proto-itálico *djous patēr, así como el ilirio Daipatüres, el escita Zeus-Papaios y los traco-frigios Zeus-Pappos y Zabazios (Σαβάζιος).

El nominativo de su nombre latino, Iuppiter, compuesto de Dyeus y de Pater, coincide con el sánscrito Dyaus Pitar (Dyu-Piter) (Iovis Pater: 'Padre Cielo'; Deus Pater: 'Dios Padre') y tiene muchas concomitancias con la locución griega homérica, aplicada a Zeus: πατὴρ ἀνδρῶν τε θεῶν τε, (patér andrón te theón te; "padre de los hombres y de los dioses").

El nombre del dios nórdico de la guerra, Tyr, significa 'dios', y en plural tiwar, 'dioses', (uno de los nombres de Odín era Hangatyr, el 'dios colgado') y proviene del idioma protogermánico Tîwaz (de Dîwaz), que es igualmente la continuación del protoindoeuropeo *deywos. Su nombre ha sugerido para algunos que originalmente era el "Dios supremo", pero no existen evidencias de ello.

El dios griego Zeus, el dios romano Júpiter y el dios ilirio Dei-Pátrous aparecen como los dioses principales de sus respectivos panteones. Su equivalente nórdico Týr, sin embargo, parece haber sido degradado al papel de una deidad menor de la guerra antes de la composición de los primeros textos germánicos. Odín no es cognado de *Dyḗus Ptḗr, pero su posición como Padre Cielo se confirma por sus roles míticos y su culto pudo haber integrado aspectos de Tyr. Asimismo, uno de los innumerables títulos de Odín es "Allfather" (nórdico antiguo Alfaðir), pues según Snorri Sturluson, es el padre de todos los dioses. El dios hitita Attas Isanus no conserva la traducción literal exacta del nombre *Dyḗws Ph₂tḗr, pero sí preserva el significado general de este.

En Irlanda, el Dios Padre, el Dagda, era conocido como Echu Ollathir (Echu Padre de Todo). Su nombre significa literalmente, ‘dios bueno’; en protocelta *Dagodeiwos; en irlandés antiguo dag, 'dia'; en irlandés Daghdha /dˠəi/.

El Padre Cielo a menudo recibe el epíteto de "el que todo lo sabe" o "el que todo lo ve", tal como en griego, Eurýopa Zeús (εὐρύοπα Ζεῦ), o en el Rig-veda (6.70.6), Viśvávedas Dyaús.

En el mundo védico, por el contrario, Dyaus Pitar fue una figura ancestral menor mencionada solo en unos pocos himnos. Se trata de una divinidad de muy escasa relevancia en comparación con Varuna, cuyo dominio es el cielo (su homónimo griego, Urano, hubo de traspasar a Zeus, en cambio, casi todos sus poderes sobre el cielo, quedando él como mera personificación del firmamento). Por el contrario, tanto el Iupiter latino como el Zeus griego no solo mantuvieron su rango de señores del cielo, sino que lo elevaron notablemente con otras prerrogativas.

De acuerdo con Mircea Eliade, en una tercera o cuarta generación, Dyḗus Ptḗr se habría convertido en antecesor de dioses que tomaron el papel de dioses fecundadores y meteorológicos como Váruna (dios del mar) en la religión védica, o Thor (dios del rayo), en la mitología germánica. Esto lo habría desplazado del culto, convirtiéndolo en lo que se denomina un deus otiosus ('dios ocioso').[8]

Ouranós-Váruna

Aunque la asociación etimológica a menudo se considera insostenible, algunos estudiosos como Georges Dumézil[9] y S. K. Sen, identificaron a Urano (del griego, Οὐρανός, Ouranós: 'cielo', 'firmamento') con el Váruṇa védico, y propusieron *Worunos o *Werunos (de la raíz PIE *woru- 'abarcar', 'cubrir'), como el cielo nocturno y contraparte benévola de Dyēus. Worunos pudo haber personificado el firmamento o habitar en el cielo nocturno. Tanto en la poesía griega como en la védica, Ouranos y Varuna son retratados como "de aspecto amplio", saltando o agarrando a sus víctimas, y teniendo o siendo un "asiento" celestial. En el modelo cosmológico de los tres cielos, los fenómenos celestes que unen los cielos nocturnos y diurnos están encarnados por un "dios aglutinante": el griego Cronos, una deidad de transición entre Urano y Zeus en la Teogonía de Hesíodo, el índico Savitṛ, asociado con el ascenso y la puesta del sol en los Vedas, y el Saturno romano, cuya fiesta (Saturnalia) marcaba el período inmediatamente anterior al solsticio de invierno.

La identificación de Dumézil de elementos míticos compartidos por las dos deidades se basaba en gran medida en interpretaciones lingüísticas, pero no proponía un origen común, como entendieron Robert Graves y otros. La identificación del nombre Ouranós con el védico Váruna, basada en parte en una raíz protoindoeuropea propuesta: *-ŭer, con el significado de 'atar' (Váruna ata a los malvados, Urano ata a los Cíclopes) es ampliamente rechazada por quienes encuentran más probable la etimología del protogriego *worsanos, de la raíz protoindoeuropea *wers, 'humedecer', 'gotear' (referido a la lluvia).

El Trueno

El rayo y el trueno, son un importante símbolo de poder para los indoeuropeos.
"Thor en la batalla contra los gigantes", según Mårten Eskil Winge, 1872.

Zeus, Júpiter, Thor e Indra son deidades del trueno que ejercen un papel protagonista y se corresponden como los dioses más venerados en sus respectivas mitologías. Tanto a Thor como a Zeus y Júpiter, se les dedica el día jueves y le dan su nombre: en latín Iovis dies, 'día de Júpiter'; en inglés, Thursday: 'día de Thor'; y en alemán, Donnerstag: 'día del trueno'.

Perkwū́nos (*Perkʷunos) ha sido reconstruido como el dios protoindoeuropeo de los rayos y las tormentas. Su nombre significa literalmente "El que golpea" o bien "el Señor de los robles" ya que el rayo suele golpear a estos árboles. En Alemania un gran roble consagrado al dios Donar, el Donareiche, era venerado por los germanos. El trueno y el relámpago tenían una connotación a la vez destructiva y regenerativa: un relámpago puede romper una piedra o un árbol, pero a menudo va acompañado de una lluvia fructífera. Esto probablemente explica la fuerte asociación entre el dios del trueno y los robles en varias tradiciones. A menudo se le representa en conexión con piedras y montañas boscosas, probablemente porque los bosques montañosos eran su reino. El azote de demonios o malhechores por Perkʷunos es un motivo que se encuentra en los mitos que rodean al Perkūnas lituano, al Paryania védico, y al Thor germánico.

Su nombre se reconstruye en base a los nombres de la diosa nórdica Fjǫrgyn (la madre de Thor), el dios báltico Perkūnas y el dios eslavo Perún. El dios védico de la lluvia y el trueno Paryania también puede estar relacionado, pero su posible conexión con *Perkwunos todavía está en disputa. El nombre de *Perkwunos también puede aparecer en griego como κεραυνός (Keraunós), un epíteto del dios Zeus que significa 'rayo', 'relámpago', 'destello', 'trueno'.

En la mitología finlandesa, el dios del trueno es llamado con el nombre indoeuropeo Perkele, que también recibía el apelativo nativo de Ukko, («hombre viejo»).

Un nombre alternativo, a través de la raíz *(s)tenh₂ y *torun- es responsable del nórdico Thor, así como el hitita Tarhunt y el celta Taranis ("el atronador"). Bajo su forma secundaria, Taranos, se aproxima al dios de los germanos, Donar que posee la raíz -dön/-den que originalmente significaba "estruendo", "trueno", "rayo" o "estrépito".

El protogermánico *þunraz (más temprano *þunaraz) da origen al nórdico antiguo Þórr, el sajón antiguo Thunaer el anglosajón Þunor, el alto alemán antiguo y holandés antiguo Donar y el protonórdico þunraR. También da origen a la palabra inglesa thunder, la castellana "trueno", la alemana Donner, la holandesa donder, la sueca tordön, y la danesa y noruega torden.

El nombre protocelta reconstruido es *Toranos ('trueno'). En el galés actual, taranu y taran significa "trueno" (taraniñ y taran en bretón y "Taran" en córnico).

La deidad tracia del trueno Zibelthiurdos también contiene este elemento (Tracio thurd: "estrellar"). El nombre del dios sami del trueno Horagalles (Thora Galles) deriva de Thor y probablemente también el dios Tharapita, Taarapita o Taara de la mitología estonia (fino-báltica).

Esta deidad representa la segunda función, la de la guerra y la fuerza. Sin embargo, como la mayoría de las funciones de Indra han sido asumidas por Odin, Thor no dirige ejércitos. Muchos estudiosos han notado su asociación con la fertilidad y la agricultura, particularmente en el folclore posterior y en el reflejo de él representado por el dios de los sami Horagalles. Para Georges Dumézil, este aspecto es la preservación por parte de los campesinos de sólo el efecto secundario de las batallas atmosféricas del dios: la lluvia fertilizante.

En la Antigua Grecia, los elementos del trueno se fusionaron con la figura del Padre Cielo, dando origen a Zeus/Júpiter y muchos de sus temas se repitieron en los relatos de sus hijos como Apolo, Heracles y Perseo, que poseen atributos del trueno.

Las diferentes formas indoeuropeas de esta figura llevan variantes de un arma que simboliza al trueno. Thor lleva su martillo de mango corto Mjolnir; Perún lleva el hacha, el martillo y la flecha; Heracles tiene como arma un garrote de madera; Indra lleva el relámpago (वज्र, vashra) forjado por el herrero Tvasthri y Zeus los rayos forjados por el herrero Hefestos.

Los dioses indoeuropeos de la Lluvia, la Tormenta, el Rayo y el Trueno que son análogos entre sí y que comparten sus orígenes son:

Lucha contra el Dragón o Serpiente

Indra contra la Serpiente Cósmica Vritra.
Perún contra la Serpiente Veles.
Thor contra la Serpiente de Midgard, Jörmungandr, en la portada del álbum de la banda sueca Amon Amarth: Twilight of the Thunder God.

En todas las mitologías indoeuropeas se narran mitos cosmológicos de dioses celestes y héroes que se enfrentaron a monstruos o demonios cósmicos en forma de dragón o serpiente, enfrentamiento conocido como Chaoskampf o 'Lucha contra el Caos'.

Aunque los detalles de la narración a menudo varían entre las diferentes mitologías, las características principales se mantienen constantes. En las iteraciones del mito, el héroe suele ser el dios del trueno o un héroe que de alguna manera está asociado con el trueno. La serpiente se asocia generalmente con el agua y suele ser de múltiples cabezas, o bien "múltiple" de alguna otra manera.

El historiador Bruce Lincoln ha propuesto que estos mitos son reflejos del mito protoindoeuropeo de *Trito matando a la serpiente *Ngʷhi. Estos reflejos aparecen en la mayoría de las tradiciones poéticas indoeuropeas, donde el mito ha dejado rastros de la frase formulaica *(h₁e) gʷʰent h₁ógʷʰim, que significa "[él] mató a la serpiente".

El mito simboliza un choque entre fuerzas del Orden y el Caos. La serpiente cósmica es un símbolo de las fuerzas subterráneas y reside generalmente en las Aguas Primordiales del Caos, el Océano o Abismo, o en la cueva subterránea de una montaña que representa al Inframundo.[10]

En la mitología hitita, el dios de la tormenta Tarhunt mata a la serpiente gigante Illuyanka. En el Rigveda, el dios Indra mata a la serpiente de múltiples cabezas Vritra, que impedía que fluyeran las aguas cósmicas de los siete ríos, por lo cual había causado una sequía. Al matar a la serpiente, liberó al fin las aguas que estaban confinados en la oscuridad del Caos Primigenio, lo que simboliza claramente el ordenamiento del mundo a partir del caos (Ordo ab Chaos). En el Bhagavata Purana, Krishna mata a la serpiente Kāliyā.

Varias versiones del mito se pueden encontrar en la mitología griega. En la Teogonía, Hesíodo narra que Zeus mata a Tifón de cien cabezas. También encontramos el mito de Heracles contra la Hidra de Lerna de nueve cabezas y el mito de Apolo contra Pitón. Aunque a Heracles no se le suele considerar como una deidad de la tormenta en el sentido convencional, es hijo de Zeus y posee muchos atributos de otras deidades indoeuropeas de la tormenta, incluida la fuerza física.

En el mito nórdico del Ragnarök, Thor matará a la serpiente gigante Jörmungandr, que vive en las aguas que rodean el reino de Midgard. Otros mitos de héroes que matan dragones también se encuentran en la tradición germánica. En la saga Völsunga y en el Nibelungenlied, Sigurd/Sigfried mata al dragón Fafnir y, en Beowulf, el héroe homónimo mata a un dragón diferente.

En el zoroastrismo y la mitología persa, el héroe Fereydun (Θraētaona) y más tarde Garshasp, mata al dragón demonio Zahhak o Azhi Dahaka. En la mitología eslava, Perún, el dios de las tormentas, mata a Veles y el héroe eslavo Dobrynya Nikitich mata al dragón de tres cabezas Zmey Gorynych. En la mitología armenia, el dios Vahagn mata al dragón Vishap. En el folklore rumano, el héroe Făt-Frumos mata al monstruo escupidor de fuego Zmeu. En la mitología celta, el dios de la curación, Dian Cecht, mata a la serpiente Meichi.

El dios o héroe siempre sale victorioso en la lucha, si bien en el mito nórdico del Ragnarök, Thor morirá después de haber matado a su enemigo. En sus respectivos mitos, se narra que Indra, Zeus y Apolo matan a su enemigo a temprana edad, a unos días después de haber nacido, asimismo, las armas que usan que representan el poder del rayo y el trueno son forjadas por el divino artesano y herrero: Tvashtri que forja los rayos vashra (वज्र) para Indra, y Hefestos/Vulcano forja el arco y las flechas para Apolo, así como los rayos de Zeus.

En otros mitos, la serpiente o dragón no muere completamente sino sólo es derrotado y encadenado en el Abismo/Océano/Montaña durante un tiempo en el que permanece en estado de latencia, tras el cual se liberará o revivirá, siendo necesario luchar contra él nuevamente, lo cual, como en el mito eslavo, reflejaba el cambio de estaciones a lo largo del año: los períodos secos se interpretaban como el caótico resultado del hurto de Veles; las tormentas y los rayos eran la batalla entre los dioses y la lluvia significaba el triunfo de Perún sobre Veles y el restablecimiento del orden del mundo. Tanto el griego Tifón, el egipcio Apofis, el persa Azhi Dahaka y el védico Vritra, yacen bajo la tierra y las montañas en los bordes de la oscuridad. Azhi Dahaka está encarcelado en el monte Damavand, pero al final de los tiempos escapará, para ser finalmente derrotado por Fereydun.

Al igual que con la Guerra de fundación, se ha pensado también que este mito es una metáfora cosmológica asociada a la invasión y el triunfo de los indoeuropeos sobre los pre-indoeuropeos durante la Edad de Bronce. Este mito reflejaría así, una lucha de un pueblo minoritario y heroico sobre un pueblo muchísimo más numeroso.

Mitología indoaria Mitología germana Mitología griega Mitología eslava Mitología báltica Mitología celta Mitología irania Mitología hitita Mitología armenia
Indra vs. Vritra (Rig-Veda) Thor vs. Jörmungandr Cronos vs. Ophion Perún vs. Veles Perkunas vs. Vels o Velinas. Taranis vs. la Serpiente. Fereydun/Thraetaona/Garshasp vs. Zahhak/Azhi Dahaka. Teshub/Tarhunt vs. Illuyanka Vahagn vs. Vishap
Krishna vs. Kaliya (Bhagavata Purana) Beowulf vs. el Dragón Zeus vs. Tifón Dobrynya Nikitich vs. Zmey Gorynych Dian Cecht vs. Meichi
Sigfried vs. Fafnir Apolo vs. Pitón
Heracles vs. las dos serpientes de Hera, la Hidra de Lerna y Ladón.
Perseo vs. Medusa y el monstruo marino Ceto
Belerofonte vs. Quimera

Gemelos divinos

Estatuas de Cástor y Pólux, siglo III d. C.

Los gemelos divinos pueden ser encontrados en muchas culturas indoeuropeas. Los griegos los llamaban Dioscuros (Διόσκουροι, Diós-kouroi, literalmente «Muchachos de Zeus») de nombre Cástor y Pólux, hijos de Zeus y Leda (aunque en otras versiones Pólux era hijo de Zeus y Cástor de Tíndaro, siendo mortal), en latín eran conocidos como Dioscuri y también Gemini ('gemelos'), y fueron representados bajo una constelación y un signo zodiacal en la antigua astrología. Son representados como jóvenes y asociados consistentemente con caballos. Fueron descritos por Dares Frigio como de "cabello rubio, ojos grandes, tez clara y con cuerpos esbeltos bien formados".

Los Dioscuros eran considerados como ayudantes de la humanidad, que rescatan a los mortales del peligro en la batalla o en el mar, patrones de los viajeros y de los marineros en particular, quienes los invocaban para buscar vientos favorables. Su papel como jinetes y boxeadores también los llevó a ser considerados patrocinadores de atletas y competencias atléticas. De manera característica, intervenían en momentos de crisis, ayudando a quienes los honraban o confiaban en ellos.

En la cultura siciliana, eran conocidos como los Palicos; una leyenda dice que los Palici son los hijos de Zeus, o posiblemente de Hefesto, con Etna o Talía, pero otra afirma que los Palaci eran hijos de la deidad siciliana Adrano.

En la cultura védica, los Ashvins (अश्विन्, lit. 'poseedores de caballos') montaban a caballo y son hijos de Saranyu, diosa de las nubes y esposa de Surya, el Sol, simbolizan la luz del amanecer y el atardecer, y son asociados con la medicina, la salud y las ciencias. En el Rigveda, se los describe como jóvenes jinetes gemelos divinos que viajan en un carro tirado por caballos que nunca se cansan, y como deidades guardianas que salvaguardan y rescatan a las personas ayudándolas en diversas situaciones. En este texto se les llama Nā́satyā (en caso dual, Nāshatiau) 'amables, útiles, amistosos' (posiblemente 'salvadores'; un derivado de nasatí, 'regreso seguro a casa'). Más tarde, Nā́satyā fue el nombre de uno solo de los gemelos, mientras el otro se llamó Dasrá ('que realiza hazañas asombrosas', 'que brinda una maravillosa ayuda'). A veces se les conoce como Dasrau (que significa 'los dos Dasrás'). Los Ashvin se mencionan 376 veces en el Rig-veda y 57 himnos están dedicados específicamente a ellos. En la cultura hindú son los gemelos Nara-Narayana, considerados una encarnación doble del dios Vishnu en la tierra (avatar en el Bhāgavata-purāṇa).

Los Ashvins védicos son también llamados varias veces como Divó nápātā, es decir, 'nietos de Dyaús'. Esta fórmula es comparable con la de los lituanos Dievo sūneliai ('Hijos de Dievas') adscrito a los Ašvieniai que tiran del carruaje de la diosa Saulė (Sol) a través del cielo; de los letones Dieva dēli ('Hijos de Dievs'), y de los griegos Diós-kouroi, ('Muchachos de Zeus').

Tanto los los Ashvins védicos como los Ašvieniai bálticos eran representados a veces con cabeza de caballo y sus nombres son cognados lingüísticos que en última instancia derivan de la raíz protoindoeuropea para 'caballo', *ek'w- (*h₁éḱwos). Están relacionados con el sánscrito áśva y el avéstico aspā (ambos derivados del indoiranio *aćua) y con el antiguo lituano ašva, que comparten el significado de "caballo".

En la religión nórdica, eran Árvakr y Alsviðr, los caballos que arrastran el carro de la diosa Sól por el cielo todos los días, desempeñando la misma función que los Ašvieniai.

Ilustración de los Diwós Sunú (*Diu̯ós SuHnū́): Dioses heroicos gemelos hijos de Dyḗus Ptḗr, creada por Alex Cristi para un documental de Tom Rowsell sobre el Padre Cielo protoindoeuropeo.

Las tribus germánicas de los silingos y los nahanarvali, mencionados por Tácito, los llamaban Alcis, y eran los guardianes de una arboleda dedicada a ellos.

Los anglosajones los llamaron Hengist y Horsa, y eran considerados progenitores de su pueblo y que descendieron del Padre Cielo, Woden. Se dice que lideraron a los anglos, a los sajones y a los jutos en su invasión de la Britania romana en el siglo V. La tradición lista a Hengist como el primero de los reyes jutos de Kent.

En la mitología galesa se identifican con los nombres de Bran y Manawydan.

En idioma protoindoeuropeo se han reconstruído como Diwós Sunú (*Diu̯ós SuHnū́): Dioses heroicos gemelos hijos de Dyḗus Ptḗr y relacionados a los caballos. Compartieron una hermana, la Aurora (*H₂éwsōs), también la hija del Dios Padre Cielo. Los dos hermanos son generalmente retratados como sanadores y ayudantes, viajando en vehículos milagrosos para salvar a los mortales náufragos. A menudo se diferencian: uno es representado como un guerrero físicamente fuerte y agresivo, mientras que el otro es visto como un curandero que más bien presta atención a los deberes domésticos, las actividades agrarias o las aventuras románticas.

En las tradiciones védica, griega y báltica, los Gemelos Divinos aparecen de manera similar como las personificaciones de la Estrella de la Mañana y de la Tarde (comparables a Eósforo/Lucifer y Héspero/Vesper). Se les representa como los amantes o los compañeros de una deidad femenina solar, preferiblemente la hija del Sol, pero a veces también del Amanecer. En la mayoría de las historias donde aparecen, los Gemelos Divinos rescatan a la Aurora de un peligro acuático, un tema que surgió de su papel como corceles solares.

Por la noche, los caballos del Sol regresaban hacia el este en una barca dorada, donde atravesaban el mar para traer de regreso el Sol al Cielo cada mañana. Durante el día, cruzaron el cielo nocturno en busca de su consorte, la Estrella de la Mañana. En lo que parece ser una adición posterior confinada a Europa, se decía que descansaban al final del día en las "Islas de los Benditos", una tierra asentada en el mar occidental que poseía huertos de manzanas mágicas. En la edad de bronce, los Divinos Gemelos también fueron representados como los cocheros de los carros solares impulsados ​​por caballos.

La Madre Tierra

Relieve de la diosa romana Tellus, equivalente a la griega Gea, en el panel superior izquierdo este del Ara Pacis, sus atributos la señalan como diosa de la tierra y diosa madre.

A pesar de que la Madre Tierra está ausente en el mito de creación protoindoeuropeo, los arios no ignoraban la importancia de lo telúrico y de la Madre Tierra. Figuras ctónicas de este tipo como Deméter, Gea y Jörð lo atestiguan.

La religión indoeuropea integra a la Madre Tierra en un sistema de interacción Cielo-Tierra en el que el predominio corresponde al Cielo, y en el que el producto intermedio es el mundo natural y el hombre mismo.

El Padre Cielo protoindoeuropeo (Dyḗus Ptḗr) tenía una consorte que era la deidad de la Tierra, la cual se ha reconstruido con el nombre de Dhéǵhōm Mā́tr (*Dʰéǵʰōm Méh₂tēr). Ésta se describe como "la vasta (*pl̥th₂éwih₂) y oscura (*dʰengwo-) casa de los mortales", en contraste con el Cielo, "el brillante asiento de los dioses inmortales". Se la asocia con la fertilidad y el crecimiento, pero también con la muerte como morada final del difunto.

La unión entre Cielo y Tierra está atestiguada en el emparejamiento védico de Dyáus Pitā y Pṛthvī Mātā (Madre Tierra), el emparejamiento romano de Júpiter y Tellus Mater en la Saturnalia de Macrobio, y el emparejamiento nórdico de Odín y Jörð, en la unión de Urano y Gea, y las uniones de Zeus con Sémele y Deméter (Dea Mater: 'Diosa Madre') en la mitología griega.

En el Rig-Vedá, se nombra con frecuencia a la Tierra y al Cielo como lo dual, lo que indica la idea de dos fuerzas complementarias. Esta dualidad está asociada con la fertilidad, ya que el cultivo crece del suelo húmedo de la Madre, fecundado por la lluvia celeste del Padre. La Tierra se presenta así como la dadora de cosas buenas. En una oración anglosajona se la exhorta a quedar embarazada; y los campesinos eslavos describieron a Zemlja-matushka, la Madre Tierra, como una profetisa que ofrecerá una cosecha favorable a la comunidad.

En griego esta unión entre Cielo y Tierra o entre Dios y Diosa es llamada ἱερός γάμος Hierós Gamos ('unión sagrada'; 'matrimonio sagrado'). La más común era la hierogamia de Zeus y Hera (diosa del matrimonio), que dio nombre a una fiesta que los atenienses celebraban anualmente festejando este matrimonio con sus banquetes matrimoniales rituales, y cuya unión sexual conducía a la floración de la vegetación.

Entre los muchos otros cultos que se desarrollaron en la Antigua Grecia y en la Antigua Roma, dos de los más importantes eran cultos relacionados con la tierra y con los ciclos de la fertilidad. En la Antigua Grecia los misterios de Eleusis, estaban relacionados con la diosa Deméter, diosa de la tierra, la fertilidad y la agricultura, y eran considerados los de mayor importancia en toda la Hélade.

Los cognados incluyen a la albanesa Dheu y Zonja e Dheut (respectivamente, Gran Madre Tierra y Diosa Tierra); a Žemyna, una diosa lituana de la tierra celebrada como la portadora de flores; el concepto zoroástrico de 'tierra' llamado Zām; Zemes Māte ("Madre Tierra"), una de las diosas de la muerte en la mitología letona; la hitita Dagan-zipas ("Genio de la Tierra"); la eslava Mati Syra Zemlya ("Madre Tierra Húmeda"); el griego Chthôn (Χθών), el socio de Urano en Las suplicantes (Danaides) de Esquilo, y las deidades ctónicas del inframundo. Las posibilidades de una diosa tracia Zemelā (*gʰem-elā) y una diosa mesápica Damatura (*dʰǵʰem-māter), en el origen de las deidades griegas Sémele y Deméter respectivamente, están menos aseguradas. Los epítetos más comunes adjuntos a la diosa de la Tierra son *Pleth₂-wih₁ (la "Amplia"), atestiguado en la védica Pṛthvī, la griega Plataia y la celta Litavis, y *Pleth₂-wih₁ Méh₂tēr ("La Amplia Madre"), atestiguada en las fórmulas védicas Pṛthvī Mātā y el inglés antiguo Fīra Mōdor. Otros epítetos frecuentes incluyen "la que carga a todos", "la que lleva todas las cosas o criaturas", o "la que nutre".

Las tres deidades del Destino

Las tres Moiras. Relieve, tumba de Alexander von der Mark, por Johann Gottfried Schadow. Old National Gallery, Berlín.

Los indoeuropeos representaban que los aspectos de la vida de una persona eran decididos por tres deidades femeninas del Destino conocidas como las Moiras en la mitología griega; las Parcas en la mitología romana; las Sudice en la mitología eslava; las Laimas en la mitología báltica; y las Nornas en la mitología nórdica. En la mitología celta, una triada de deidades femeninas asociadas al destino eran Morrigan, Macha y Badb ("La Doncella, La Madre y la Anciana"), estando relacionadas con las Matronae célticas, deidades femeninas casi siempre representadas en grupos de tres. Las primeras deidades del destino registradas en la historia son las Gulses o Hutena de la mitología hitita.

Las nornas hilando los hilos del destino a los pies del árbol Yggdrasil.

Estas deidades hermanas representaban al Pasado, el Presente y el Futuro, e "hilaban o tejian el destino" de cada persona al nacer. Decidían cuándo comenzaba la vida, cuándo terminaba, y todo lo que ocurriría entre esos dos momentos. Al nacer cada ser humano, se encargaban de hilar, medir y finalmente cortar el hilo de la vida. Cada hilo en su telar es la vida de una persona, y la longitud de cada cuerda es su duración. En dicho hilo se ubicaban la tristeza, la riqueza, los viajes y otros acontecimientos similares. Sin embargo, no todo era inflexible o predeterminado. Por ejemplo, si un hombre estaba destinado a ser un gran guerrero, podía elegir lo que haría en un día cualquiera. Los dioses podían intervenir con decisiones de naturaleza positiva o nefasta. Ellas controlaban la vida de todo mortal e incluso los dioses estaban sujetos a sus designios, siendo descritas, en ocasiones, como más poderosas que los dioses y no sabiéndose con certeza su procedencia.

Aunque estas diosas del destino no están directamente atestiguadas en la tradición indoaria, la Atharvaveda contiene una alusión que compara el destino con un tejido.

Estas tríadas unidas a la divinidad femenina, tienen funciones claramente tutelares y protectoras, a la vez que engloban el conjunto del ciclo existencial de nacimiento, vida y muerte. Por ello poseen gran poder y sabiduría ya que se erigen como defensoras de la vida y emisarias de la muerte. Todo ello obedece al mantenimiento de orden tanto sagrado como social, necesario para la convivencia virtuosa, equitativa y conveniente.

Las Moiras ("Distribuidoras") se mencionan tanto en la Ilíada como en la Odisea, en la que reciben el epíteto λῶθες (Klothes, que significa "hiladoras"). En la Teogonía de Hesíodo, se dice que las Moiras "dan a los hombres mortales bondad y enfermedad". Homero escribió en La Ilíada:

es el destino que los griegos destruyan Troya, cuando Rumor y Pánico causaron que los griegos quisieran huir. Aenea fue destinado a ir a Italia, a pesar de los esfuerzos de Hera por evitarlo. Las acciones de Hera intentando desafiar al destino, llevaron a la muerte prematura de Dido, la reina de Cartago. Su hilo no fue cortado tan corto, y no pudo morir aunque le clavaron una daga en su pecho.

Mientras Zeus gobernaba como deidad griega suprema también estaba sujeto a las decisiones de los Destinos. Sin embargo, Zeus mantenía el poder de salvar a quienes estaban en riesgo de ser capturados por su destino.

Cuando una persona nacía, ellas seguían sus pasos, dirigiendo las consecuencias de sus acciones de acuerdo con el consejo de los dioses. Los Destinos no interferían directamente en los asuntos humanos, sino que usaban intermediarios y determinaban el sino de los mortales a través de diversas acciones condicionantes. El hombre podía ejercer cierta influencia sobre ellas. Pero el destino del hombre era determinado por su muerte, así que las diosas del destino se acabaron convirtiendo en las diosas de la muerte.

A menudo son descritas como ancianas duras, severas, frías y sin piedad. Sus nombres griegos eran Cloto, ("tejedora"), Láquesis ("repartidora") y Átropos ("inevitable"). Sus nombres romanos eran Nona, Decima y Morta. Sus nombres nórdicos eran Urðr ("lo que ha ocurrido"), Verðandi ("lo que ocurre ahora") y Skuld ("lo que está por suceder"). Mientras que los griegos las pintaban como doncellas ocupadas y serias, los romanos las mostraban maliciosas o capaces de negar a los humanos sus esperanzas y deseos.

El Inframundo

Hades con Cerbero y Perséfone, Museo Arqueológico de Heraclión, Creta.

De la comparación entre los mitos y las creencias de los distintos pueblos indoeuropeos, se puede considerar bien establecida la conclusión de que éstos comparten una serie de creencias escatológicas:

  • Una parte del ser humano (el «alma») pervive tras la muerte.
  • Las almas de los muertos contaban con un mundo propio en el más allá, el reino de los muertos, o Inframundo, gobernado por uno de los dioses.
  • A ese reino del más allá se accede tras un viaje, en el que el alma debe ser guiada y debe cruzar un río o un mar para llegar.
  • El ritual funerario ayuda al alma a emprender ese viaje, garantiza que se mantenga en ese reino y no perturbe a los vivos.
  • Los antepasados que habitan ese más allá pueden comunicarse con los vivos y ejercer de protectores de los miembros de sus propias familias.

Es posible que el Inframundo indoeuropeo esté localizado en un lugar subterráneo o en los niveles subterráneos de un cosmos que se considera dividido en esferas o en planos ordenados verticalmente en torno al axis mundi frecuentemente representado por el árbol cósmico. El Hades griego es subterráneo y hay autores que proponen que ésa era la localización del reino de Yama (यम) en los estadios más antiguos del Veda, antes de que se impusiera la versión de su localización celeste. De los celtas, las fuentes clásicas nos dicen que creían que las almas iban ad inferos, pero también ad Manes, lo que delata la interpretatio romana de las creencias que describen, pero los relatos irlandeses sitúan el reino de los muertos al oeste, al otro lado del mar.

El reino de la muerte es muchas veces descrito como una región fría y nublada con muchos ríos, y también llamada como la "oscuridad inferior" y la "tierra sin retorno". A pesar de ello, el inframundo indoeuropeo no era concebido como un lugar completamente malo ni exclusivo para el castigo eterno (como en el infierno judeocristiano), para el cual estaba destinada una zona especial como el Tártaro en la mitología griega, el Náströnd en la nórdica y el Naraka en la védica, aunque en este último el tormento no era eterno, pero podía llegar a ser extremadamente largo dependiendo de los crímenes cometidos. El Bhagavata Purana describe a Naraka como debajo de la tierra: entre los siete reinos del inframundo (Patala) y el Océano Garbhodaka, que es el fondo del universo. Está ubicado en el Sur del universo. Pitrloka, donde residen los ancestros muertos (pitṛís, पितृ) encabezados por Agniṣvāttā, también se encuentra en esta región. Yama, el Señor de Naraka, reside en este reino con sus asistentes.

Todos los hombres, incluso también los dioses, iban al infierno cuando morían, y según sus méritos eran llevados a otras locaciones de funciones distintas, tales como los Campos Elíseos (Ἠλύσια πεδία, Êlýsia Pedía, 'campos del lugar alcanzado por el rayo del sol') en la mitología griega, Iriy o Vyrai en la eslava, o su equivalente en la nórdica: Glæsisvellir ('Pradera brillante') ubicado en el Ódáinsakr ('Campo de los inmortales'), en Jotunheim (un lugar equivalente al paraíso judeocristiano), destino de los hombres justos, nobles o heroicos donde permanecerían para disfrutar de una vida feliz.

De forma que, aunque la descripción del más allá varía de una cultura a otra, desde el sombrío Hades griego hasta el brillante reino de Yama, estas diferencias pueden ser aparentes, pues se atestigua la existencia de regiones o destinos distintos en el más allá reservadas a varias personas, como la del Valhalla ('salón de los caídos') y el Fólkvangr ('campo de la gente') donde Odín y Freya, respectivamente, recibían cada uno a la mitad de los guerreros caídos en combate, y el Helheim, al que va el común de los mortales. De hecho, el reino de Yama védico está reservado para algunos elegidos que se han ganado este destino, el resto se supone que caen en la aniquilación total, y es posible que la brillante descripción de los reinos del más allá celtas, con sus verdes praderas y sus banquetes, aluda al lugar reservado a los héroes y a los guerreros.

No obstante, no está claro si la permanencia en el reino de los muertos es temporal o permanente, ya que la vida es vista como un ciclo y esto implica la creencia en la reencarnación, la cual generalmente está atribuida a personajes extraordinarios o elegidos por los dioses para una finalidad extraordinaria. En los relatos, las reencarnaciones suelen aparecer combinadas con el motivo de la concepción o el nacimiento fuera de lo normal, motivo característico en la biografía de los héroes del mundo indoeuropeo.

El gobernante de los muertos en la mitología protoindoeuropea, como lo sugiere la tradición indoirania y, en menor medida, la germánica, griega y celta, era posiblemente Yemo, el gemelo divino de Manu, que fue el primer hombre muerto al ser sacrificado en el mito de creación, y del que derivaron el védico Yama (यम), el avéstico Yima y el nórdico Ymir. En la mitología nórdica, no obstante, es Hela (Hel), en la griega es Hades y en la romana, Plutón. Hades y Hel son nombres tanto de la deidad como del lugar de los muertos.

Sin embargo, el lingüista alemán Hermann Güntert sugirió que en la religión protoindoeuropea hubo una deidad femenina, *Kolyo ('la que cubre u oculta', de la raíz PIE *ḱel-, 'cubrir'), que personificaba a la tumba y que fue imaginada como un reflejo parcial de la descomposición y la putrefacción que ocurre dentro de ésta, pero al igual que sus contrapartes masculinas, no era una figura demoníaca ni era vista negativamente. En su parte frontal era vista como una mujer joven, bella y atractiva, pero si daba la espalda, se le veía con un cuerpo en estado de descomposición lleno de serpientes y gusanos, esto le permitía acercarse a los mortales sin ellos darse cuenta de la razón por la que les saludaba, y si le saludaban de vuelta, era su momento de morir. De su nombre habría derivado el de la ninfa griega Calipso (Καλυψώ, 'la que oculta'), y el de Hela o Hel, que proviene del sustantivo femenino protogermánico *haljō-, 'lugar oculto', palabra de la que deriva hell, en inglés o Hölle, en alemán que se traducen como 'infierno'. Se puede notar también un significado similar en el nombre de Hades (ᾍδης): 'el invisible'.

El barquero y el río

José Benlliure, La barca de Caronte, 1909, Museo de Bellas Artes de Valencia.

Muchos mitos indoeuropeos relatan que, para llegar al Inframundo, ya sea que se encontrara en una cueva subterránea o una isla lejana, uno necesitaba cruzar un río (o una masa de agua), guiado por un anciano (*ĝerhaont-). La tradición griega de los muertos siendo transportados a través del río Aqueronte (o Estigia, según la versión) por el barquero Caronte para llegar al Hades es un reflejo de esta creencia.

Los cinco ríos del Hades eran:

  • Estigia (río del odio). Es el río sagrado en el cual bañaron a Aquiles para hacerlo inmune a las armas excepto por su talón.
  • Aqueronte (río de la aflicción).
  • Flegetonte (río del fuego).
  • Leteo (río del olvido). Las almas o sombras de los muertos sufrían una sed terrible y estaban desesperados por beber de este río. Podían beber tanto que olvidaban sus vidas en la tierra, lo cual era necesario para poder reencarnar. Junto a este río yace una gran sala donde reside Hades, justo debajo del gran ciprés blanco identificado como el Árbol del Mundo griego.
  • Cocito (río de lamentos).

La idea de cruzar un río para llegar al Inframundo también está presente en la mitología celta, germana, eslava e indoaria. Varios textos védicos contienen referencias a cruzar un río (río Vaitarna) para llegar a la tierra de los muertos y la palabra latina tarentum que significa "tumba", originalmente significaba "punto de cruce". En la mitología nórdica, Hermóðr, hijo de Odín, debe cruzar un puente sobre el río Gjöll para llegar a Helheim e intentar rescatar a Baldr. En la mitología eslava, un barquero ayuda a las almas de los muertos a cruzar un río llamado Viatik para llegar a Nav, el Inframundo. En los cantos folclóricos letones, los muertos deben cruzar un pantano en lugar de un río. En la creencia popular eslovena, "el mundo de los muertos estaba situado más allá de las aguas".

La tradición de colocar monedas en los cuerpos del difunto (generalmente en la boca, aunque también en los ojos) para pagar al barquero se atestiguan en la antigua religión griega, romana y eslava. Un uso similar de las monedas en los funerales está presente en regiones habitadas por los celtas de las culturas galo-romana, hispano-romana y britano-romana, así como entre los pueblos germánicos. Dicha práctica no sólo continuó durante la era cristiana sino que fue adoptada por algunos cristianos como lo muestran algunas tumbas merovingias y en Inglaterra persistió incluso hasta finales del siglo XIX.

El perro guardián

"Hela" (1889) de Johannes Gehrts en compañía de Garmr.

Un motivo recurrente sobre el Inframundo es que su entrada está custodiada por un perro guardián, similar al Cerbero griego, el Śárvara védico o el Garmr nórdico, o bien que este perro, en función de psicopompo, guiaba al hombre en su viaje y se aseguraba de que los que entraran no pudieran salir.

Śárvara सर्वरा es, en la mitología védica, uno de los dos perros guardianes con cuatro ojos del dios de los muertos y el Inframundo Yama यम, llamados como los Sarameias (o 'hijos de Saramā', una perra divina), que también actúan como sus mensajeros y cumplen el papel de protectores del alma en el camino hacia cielo. El otro perro es llamado Shyama (Śyāma), uno es negro y el otro tiene manchas.

El cognado griego de Śárvara es Cerbero, del griego Κέρβερος (Kérberos), del protoindoeuropeo *k̑érberos, significa "manchado", pues se cree que es debido a una característica de los perros domésticos. Bruce Lincoln propuso al nórdico Garmr como un tercer cognado, aunque esto ha sido debatido como lingüísticamente insostenible.

Paralelamente a la religión védica, el motivo de un guardián canino de la entrada al Otro Mundo también está atestiguado en la mitología persa, donde dos perros de cuatro ojos custodian el Puente Chinvat o Kinvad, un puente que marca el umbral entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. El Vendidad del Avesta 13.9 los describe como spâna pəšu.pâna ("dos perros guardianes del puente Kinvad").[11]

La deidad y héroe esloveno Kresnik también se asocia con un perro de cuatro ojos, y se dice que una figura similar en la creencia popular (un canino con manchas blancas o marrones sobre sus ojos, por lo tanto, "cuatro ojos") es capaz de sentir el acercamiento de la muerte.

En la mitología nórdica, un perro se encuentra en el camino a Hel y a menudo se le identifica como Garmr, el sabueso aullador atado a la entrada de Gnipahellir. En el folclore albanés, también se dice que un perro de tres cabezas que nunca duerme vive en el mundo de los muertos. Otro paralelo se puede encontrar en los Cŵn Annwn ("Sabuesos de Annwn"), criaturas de la mitología galesa que se dice que viven en Annwn, un nombre para el Otro Mundo galés. Se los describe como perros del infierno o perros espectrales que participan en la Cacería Salvaje, persiguiendo a los muertos y persiguiendo las almas de los hombres.

Los restos de perros encontrados en las tumbas de la cultura de Wielbark de la Edad del Hierro y los entierros de perros de los eslavos noroccidentales de la Edad Media Temprana (en Pomerania) sugerirían la longevidad de la creencia. Otro entierro de perro en Góra Chełmska y una leyenda de Pomerania sobre una figura canina asociada con el otro mundo parecen indicar la existencia del motivo en la tradición eslava.

En una leyenda de Lokev, una criatura masculina llamada Vilež ("hombre de las hadas"), que habita en la cueva de Vilenica, está custodiada por dos lobos y se dice que lleva a los hombres al inframundo. El erudito bielorruso Siarhiej Sanko sugiere que los personajes de un mito etnogenético bielorruso, el príncipe Bai y sus dos perros, Staury y Gaury (Haury), están relacionados con el védico Iama y sus dos perros. Para él, Gaury está relacionado con el gaurai lituano 'melena, peludo'.

El mitema posiblemente se deba a una creencia más antigua de Eurasia del Norte, como lo demuestran motivos similares en la mitología nativa americana y siberiana, en cuyo caso podría ser uno de los mitemas más antiguos recuperables a través de la mitología comparada.

Sol y Luna

Los lobos persiguiendo a Sól y Máni (1909) por J. C. Dollman.
Helios, el Sol.

Los dioses del Sol y la Luna, como los griegos Helios y Selene, los védicos Surya y Chandra, y los germánicos Sól y Máni, son generalmente representados sobre carros conducidos por caballos blancos. Los carros descubiertos más antiguos provienen de la cultura de los kurganes en el suroeste de Rusia, comúnmente identificada con los primeros indoeuropeos.

El mito del Sol y la Luna siendo devorados por algún tipo de depredador se repite a lo largo de múltiples pueblos indoeuropeos. En la mitología nórdica, la diosa Sól (Sol) y el dios Máni (Luna) son devorados por los lobos Sköll y Hati. En el vedismo, el dios Sol Surya y el dios Luna Chandra son devorados por los demonios serpientes Rahu y Ketu, provocando los eclipses.

*Seh₂ul y *Meh₁not se reconstruyen como la diosa protoindoeuropea del Sol y el dios de la Luna respectivamente. *Seh2ul se reconstruye basándose en el dios griego Helios, el dios romano Sol, la diosa celta Sulis, la diosa germánica nórdica Sól, la diosa germánica continental *Sowilō, la diosa hitita "UTU-liya", el zoroastriano Hvare-khshaeta y el dios védico Surya. *Meh1not se reconstruye basándose en el dios nórdico Máni, el dios eslavo Myesyats, y el dios lituano *Meno, o Mėnuo (Mėnulis).

El esquema habitual es que una de estas deidades celestes es masculina y la otra femenina, aunque el género del Sol o la Luna tiende a variar entre las mitologías indoeuropeas posteriores. En el caso de los germanos, celtas, eslavos y baltos el Sol es representado como una figura femenina y la Luna como una figura masculina. Nótese que el germánico Máni y el báltico Meness, se asemejan a *Manu-: 'Hombre'. Mientras que en los griegos y romanos el Sol es masculino y la Luna femenino. Entre los indoarios, tanto el Sol como la Luna parecen ser deidades masculinas. Es por ello que en las lenguas romances, como el francés, se le asigne género masculino al Sol (le soleil) y femenino a la Luna (la lune) mientras que en alemán y otras lenguas germánicas el Sol es femenino (die Sonne) y la Luna es masculino (der Mond).

La deidad solar indoeuropea original parece haber sido femenina, una característica no solo apoyada por el mayor número de diosas del sol en derivaciones posteriores (Sól, Saule, Sulis, Étaín, Grían, Aimend, Áine y Catha son femeninas, contrariamente a los masculinos Helios, Surya, Savitr, Usil y Sol) (el avéstico Hvare-khshaeta es de género neutral) sino también por vestigios en mitologías con deidades solares masculinas (Usil en el arte etrusco se representa ocasionalmente como una diosa, mientras que las características solares en Atenea y Helena de Troya aún permanecen en la mitología griega). La deidad lunar indoeuropea original parece haber sido masculina, y las deidades lunares femeninas como Selene, Minerva y Luna son un desarrollo exclusivo del Mediterráneo oriental. Incluso en estas tradiciones, quedan restos de deidades lunares masculinas, como Menelao.

Aunque el Sol estaba personificado como una deidad independiente, los antiguos indoeuropeos también conceptualizaban al Sol como el Ojo de *Dyḗus Pḥatḗr, como se ve en varios reflejos: Helios como el ojo de Zeus, Hvare-khshaeta como el ojo de Ahura Mazda, y el sol como "ojo de Dios" en el folklore rumano. Los nombres de diosas celtas del sol como Sulis y Grian también pueden aludir a esta asociación; las palabras para "ojo" y "sol" se cambian en estos idiomas, de ahí el nombre de las diosas.

Dios de la guerra

Estatua de Marte del Foro de Nerva, siglo II, basada en un original de la época de Augusto que a su vez usaba un modelo griego helenístico del siglo IV AEC. Museos Capitolinos en Roma, Italia.

Algunos eruditos han propuesto un dios de la guerra protoindoeuropeo *Māwort- (Marut-Mawrt) basado en el dios romano Marte y el grupo védico de los Marutás o Maruts, compañeros del dios de la guerra y la tormenta Indra. James P. Mallory y Douglas Q. Adams, sin embargo, rechazan esta reconstrucción por razones lingüísticas. Del mismo modo, algunos investigadores han encontrado que es más plausible que Marte fuera originalmente una deidad de la tormenta, mientras que esto no se puede decir de Ares.

Puesto que muchos dioses indoeuropeos de la tormenta son considerados dioses de la guerra (la segunda función indoeuropea), es probable que Ares y Marte se hayan desarrollado como una simplificación de deidades sirvientes del Trueno, como los Maruts, o bien un reflejo directo del protoindoeuropeo Perkwunos. Los Maruts son muy violentos y agresivos, descritos como armados con armas de oro (rayos y relámpagos), dientes de hierro y rugen como leones, residen en el norte, andan en carros de oro tirado por caballos rojizos, a veces llamados pṛiṣatīḥ. De acuerdo con Georges Dumézil, los Maruts son equivalentes a los Einherjar nórdicos (espíritus de guerreros que habían muerto en batalla) y a las figuras de la Cacería Salvaje.

La etimología del nombre Ares está tradicionalmente relacionada con la palabra griega ἀρή (arē), la forma jónica del ídico ἀρἀ (ara), "perdición, ruina, maldición, imprecación". También puede haber una conexión con el dios romano de la guerra, Marte, a través de la palabra hipotética protoindoeuropea *M̥rēs; que puede compararse con el griego antiguo μάρναμαι (marnamai), "Yo peleo, lucho". Walter Burkert señala que "Ares es aparentemente un antiguo nombre abstracto que significa multitud de guerra". Sin embargo, la forma más antigua certificada del nombre es el griego micénico, a-re, escrito en la escritura silábica Lineal B. El epíteto de adjetivo, Areios, se adjuntaba con frecuencia a los nombres de otros dioses cuando tomaron un aspecto de guerrero o se involucraron en la guerra: Zeus Areios, Atenea Areia, incluso Afrodita Areia. En la Ilíada, la palabra ares se usa como un nombre común, sinónimo de "batalla".

El dominio específico de este dios es la guerra como institución y medio de defensa de la comunidad. Su acción estaba orientada, por tanto, hacia fuera, hacia donde el enemigo potencial tenía su sede. De ahí que originariamente su lugar de culto se hallase extramuros de la ciudad o poblado. Su acción defensiva era susceptible de aplicarse a otras amenazas, como las plagas del campo. A este propósito los romanos hacían desfilar en solemne procesión alrededor de sus campos a los tres animales ―el cerdo, la oveja y el toro― que componían la ofrenda al dios.

Aunque en época histórica los romanos no realizasen sacrificios humanos, sabían que muchos pueblos bárbaros sacrificaban víctimas humanas al dios de la guerra, y que a continuación de éstas la ofrenda preferida por el dios era la de los caballos. En este punto ellos se mantenían fieles a lo que parece haber sido el ritual primitivo, cerrando la estación de Marte con el sacrificio de un caballo.

La institución se mantenía vigente entre los indoeuropeos de la España prerromana. De los lusitanos dice Estrabón: «Cuando la víctima cae [se refiere probablemente a víctimas humanas] hacen una primera predicción por la caída del cadáver... A Ares sacrifican machos cabríos, y también cautivos y caballos». Prueba de la antigüedad de estos ritos es la correlación existente entre el Equus October ('caballo de octubre') de los romanos dedicado a Marte que se realizaba cada 15 de octubre, coincidiendo con el final de la temporada agrícola y militar, y el Aśvamedhá védico, el sacrificio del caballo en honor de Indra. El sacrificante había de ser un rashan (un rey, la misma palabra que el latín rex y que el celta rig), y la víctima, un caballo que hubiese dado pruebas de velocidad en una carrera, el caballo de la derecha de la cuadriga vencedora. El caballo quedaba en libertad durante un año, vigilado por súbditos del rey. Si éstos no conseguían guardarlo y defenderlo, y el caballo caía en manos extrañas, el rey no podía ser promocionado entre los de su rango. Si, por el contrario, el caballo superaba la prueba, era sacrificado según ritual muy complejo

Tyr/Tiw era relativamente poco importante comparado con Odín/Woden en los pueblos germánicos del norte y del oeste. Pero lo suficiente como para dar nombre a un día de la semana: tuesday: 'martes' en inglés (‘día de Tiw’), nombrado en honor a Tyr en los idiomas germánicos del norte y del oeste, que corresponden en español a Martis dies, 'martes', "día de marte"-, dedicado al dios romano de la guerra, Marte.

El papel de Tyr como dios de la guerra (y no como dios del cielo tal como sugeriría su etimología al ser cognado de *deywos), se deduce a partir de cerca de 31 sitios en Dinamarca donde se reclutaron ejércitos a partir del siglo I hasta mediados del siglo V que poseen nombres asociados con la deidad. A diferencia de Odín, un dios asociado más con la muerte producida por la guerra que con la guerra en sí, Tyr sí peleó en batallas.

Diosa del amor y la belleza

Obra del pintor italiano Sandro Botticelli, El Nacimiento de Venus (1484–1486), en el que representa el nacimiento de la diosa romana del amor y la belleza.
La diosa Freya, pintura de Howard David Johnson.

En las mitologías indoeuropeas está presente una deidad femenina que encarna la belleza y el amor, frecuentemente representada como una mujer muy atractiva.

En la mitología griega, esta diosa se conoce como Afrodita, aunque este nombre se refiere correctamente a su dominio de un jardín amurallado o "paraíso". Una forma masculinizada de ella es Príapo (Πρίαπος), un dios menor de la fertilidad que se presta al latín como Priapus, donde se convierte en el protector de los jardines romanos.

El nombre latino de esta diosa es Venus, aunque éste no está relacionado con los de las demás versiones mitológicas. El nombre de Flora probablemente es cognado, y el festival de Floralia corresponde a los festivales del 1 de mayo que son dedicados a esta diosa y que están especialmente asociadas con la temporada de floración. Venus le da su nombre al viernes (Veneris dies: 'dìa de Venus'), un día especialmente sagrado para las mujeres.

En la mitología germánica, el nombre de esta diosa es conocido como Freyja en nórdico antiguo, una diosa que también fue adorada como Freya por los anglosajones. Freyr es la versión masculinizada de ella, aunque también tiene algunas características de Ingwe. Freya es hija de Njörðr, el dios del Mar, su similitud con los mitos griego y romano es que Afrodita/Venus nace de la espuma del mar cuando Cronos/Saturno corta los genitales de su padre Urano y los arrojara al mar.

Freya da su nombre al viernes en las lenguas germánicas: Friday en inglés, Freitag en alemán, Frigedaeg en inglés antiguo, Fritag en antiguo alto alemán, Freitag en alemán moderno y Vrijdag en holandés. En las lenguas escandinavas es Fredag, día de Freyja. La forma en antiguo escandinavo es Frjá-dagr que es un préstamo del bajo alemán. La forma reconstruida para el antiguo escandinavo sería *Friggjar-dagr.

Las hadas son formas menores de ella ya que era imposible adorarla directamente después de la introducción del cristianismo. Entre las personas de habla germánica, la fiesta principal de Freya es el 1 de mayo, que se celebra con música, canciones, bailes y se asocia con el amor romántico.

Otra deidad germánica que comparte atributos con Freya, pero también con la Madre Tierra, es Frigg, esposa de Odín, reina de los Æsir y diosa del cielo. Es la diosa de la fertilidad, el amor, el manejo del hogar, el matrimonio, la maternidad, las artes domésticas, la previsión y la sabiduría.

Los teónimos Frigg (antiguo nórdico), Frijja (antiguo alto alemán), Frea (longobardo) y Frige (inglés antiguo) proceden del mismo término del protogermánico *frijaz y se refieren a la misma divinidad. Existe un debate entre los mitólogos sobre la relación entre las diosas Frigga y Freyja. Fuera del ámbito escandinavo no se encuentran referencias sobre Freyja. El erudito Sthepha Grundy opina que sobre la cuestión de la identidad de Freyja y Frigga y su posible procedencia de una misma divinidad germánica original, no es fácil responder porque las fuentes dan poca información sobre las diosas.

La versión hitita de esta diosa se conoce como Puru, por quien se celebra el festival de Purulli, probablemente en enero. Algunos la han identificado con Pirwa, otra diosa de los hititas.

En sánscrito se la conoce como Priya, que es una forma adjetiva propiamente dicha. En avéstico es Frya, ambos con el significado de 'propia', 'querida' o 'amada'. Otras formas de ella en la India son Parvati y la forma masculina Prajapati.

Basado en estos teónimos, el nombre de la deidad protoindoeuropea se ha reconstruido como *Pria (*PriHyéh₂) ('amada', 'amiga').

Zoroastro aparentemente demonizó a Frya para que aparezca como Paurwa, el buitre que devora a los muertos. Luego fue reemplazada por Anahita, una diosa adorada como la Reina de la Noche. Más tarde, fue reintegrada en la religión zoroastriana como Parendi, para quien hay un Yasht, un himno de alabanza. En persa posterior (folklore musulmán) aparece como los Peris, pequeños espíritus de belleza seductora.

Priye es uno de los nombres para esta diosa en las antiguas fuentes eslavas, aunque se sabe poco sobre ella a partir de los registros antiguos. Fue cristianizada con un nombre de reemplazo, Santa Paraskeva, y en esa forma recibe ofrendas votivas y es adorada por mujeres los viernes con bailes, a pesar de las objeciones de las autoridades de la Iglesia. Otras deidades eslavas, Lada y Lado, son personificaciones, masculina y femenina respectivamente, de la belleza y la fertilidad (algunas veces listados como mellizos y otras veces como madre e hijo).

Prende aparece en el folklore albanés como la diosa que es adorada los viernes (Prendi es el nombre albanés de viernes). También hay Perit, hermosos espíritus en el folklore albanés. Aparece en una forma masculina como Perendi, que los folkloristas modernos identifican como una especie de Dios del cielo. Fue cristianizada a principios de la Edad Media como Santa Prende, en albanés llamada Shënepremte.

Algunos cognados son la palabra inglesa para 'amigo': friend y el término eslavo lingüísticamente idéntico priyatel. Priyatno, en ruso, es "agradable", y se usa en frases como "un placer conocerte" y similares.

Frīġ es cognado en inglés antiguo ('alegre', 'amado' y 'libre'), ya que frīġ, como sustantivo significa 'amor' y como adjetivo significa libre (inglés: free), y tiene la misma raíz *priHós que el sánscrito priya ("amado"). En inglés antiguo el verbo Frēogan, no solo significa 'liberar' sino también 'gustar' y 'amar'.

Hay varios mitos asociados con esta diosa indoeuropea. El más conocido habla del robo o préstamo de su collar de belleza y su devolución. Muchos tipos de joyas como perlas, ámbar y cuentas de oro se conocen como sus lágrimas, dependiendo de lo que es más valorado en cada país.

Los festivales más importantes para ella están relacionados con los árboles frutales, especialmente el momento de su floración en la primavera (generalmente alrededor del 1 de mayo -Noche de Walpurgis-, aunque el tiempo varía según el clima), y el comienzo de la cosecha de la fruta, como la Vinalia en agosto, en Italia.

En Inglaterra, las celebraciones de mayo a menudo se dedican a la Virgen María, que a veces se la representa como la reina de mayo, un rito pagano residual en el que una bella doncella está cubierta de flores.

La Aurora

21 himnos en el Rigveda están dedicados a la diosa del amanecer Uṣás y un solo pasaje del Avesta honra a la diosa del amanecer Ušå. La diosa griega del amanecer Eos aparece prominentemente en la poesía y la mitología griegas tempranas. La diosa romana Aurora es un reflejo de Eos, pero la diosa romana original pudo seguir siendo adorada bajo el título de culto: Mater Matuta. Los anglosajones adoraban a la diosa Ēostre (Ostara) (del protogermánico *austrō, y de la raíz protoindoeuropea *aues-, "brillar") que estaba asociada a un festival en primavera, que más tarde dio su nombre a un mes, y que dio su nombre en inglés (Easter) y en alemán (Ostern) a la fiesta judeocristiana de la Pascua/Pésaj.

Algunos han opinado erróneamente que el nombre de la diosa babilónica del amor, la belleza y la fertilidad, Ishtar, es cognado de Eostre/Ostara, y que la festividad de la Pascua originalmente se celebraba en su honor, pero esta idea no tiene ningún fundamento lingüístico ni arqueológico, si bien y casualmente, atributos de fertilidad pueden asociarse a Eostre. El nombre de Ôstarmânôth en alemán antiguo alto se ha tomado como una indicación de que una diosa similar también fue adorada en el sur de Alemania. La diosa de la aurora lituana Aušra fue reconocida hasta el siglo XVI. Uṣás en la tradición védica y Eos en la griega tienen atributos muy similares, lo que indica que estos atributos se establecieron al menos en el período greco-ario. Ambas diosas también son retratadas como amantes mortales.

La diosa protoindoeuropea se ha reconstruido con el nombre Xáusōs (*H₂éwsōs). En tres tradiciones (índica, griega y báltica), el amanecer es la "hija del cielo", *Dyḗws. En estas tres versiones, la diosa del amanecer es perseguida o golpeada. Un antiguo epíteto que designa a la Aurora parece haber sido *Dʰuǵh₂tḗr Diwós, "Hija del Cielo". Representada abriendo las puertas del cielo cuando ella aparece al comienzo del día, Hausōs generalmente se considera que nunca envejece o que nace de nuevo cada mañana. Asociada con telas rojas o doradas, a menudo se la retrata como bailarina.

En muchos países europeos, se celebra un festival en marzo en honor a esta diosa, generalmente en el equinoccio de primavera, y generalmente acompañado de hogueras, práctica que ha pervivido ininterrumpidamente pese a la cristianización.

Uno de los nombres sagrados de la diosa védica Uṣás era Bṛhatī (बृहती) "alta" mismo que es cognado del protocelta *Brigantī que significa "Aquella que es elevada", y comparte nombre de una diosa británica Brigantia (Brigid).

Deidades del fuego

El culto del fuego es un elemento característico de las religiones indoeuropeas, el cual se considera de origen celeste al ser engendrado por el rayo. Aunque la evidencia lingüística se restringe a las tradiciones védica y baltoeslava, los eruditos han propuesto que los protoindoeuropeos concebían el fuego como una entidad divina llamada *H₁n̥gʷnis. "Visto desde lejos" e "incansable", la deidad indoaria Agni es representada en el Rigveda como el dios de los fuegos tanto terrestres como celestiales. Él encarnaba las llamas del sol y los relámpagos, así como el fuego forestal, el fuego doméstico y el altar de los sacrificios, uniendo el cielo y la tierra en una dimensión ritual.

También está atestiguado otro grupo de cognados que derivan del baltoeslavo *ungnis ("fuego"). Las primeras fuentes modernas informan que los sacerdotes lituanos adoraban un "Fuego santo" llamado Ugnis (szwenta), que intentaban mantener en vida perpetua, mientras que los letones veneraban a Uguns (māte) como la "Madre del Fuego". Fuentes persas del siglo X dan evidencia de la veneración del fuego entre los eslavos, y fuentes posteriores en antiguo eslavo eclesiástico atestiguan el culto al fuego огнь, ognĭ (ruso: огонь, ogon), que se produce bajo el nombre divino de Svarožič, que ha sido interpretado como el hijo de Svarog.

El nombre de una deidad del fuego albanesa, *Enji, también ha sido reconstruido a partir del nombre albanés del jueves, enj-të, que también aparece atestiguado en textos más antiguos como egni o una variante similar. Se cree que esta deidad del fuego fue adorada por los ilirios en la antigüedad, entre los cuales era el dios más destacado del panteón durante la época romana. En otras tradiciones, como el nombre sacro del peligroso fuego puede haberse convertido en una palabra tabú, la raíz sirvió como un término ordinario para fuego, como en el latín ignis.

Fuego doméstico

Los estudiosos generalmente coinciden en que el culto al hogar se remonta a la época protoindoeuropea. El fuego doméstico había que cuidarlo con esmero y darle ofrendas, y si uno se mudaba de casa, llevaba el fuego de la vieja a la nueva. Esta idea del hogar sagrado existe en las culturas griega, romana, eslava, nórdica, védica e irania.

El avéstico Ātar era el fuego sacro y del hogar, a menudo personificado y honrado como un dios. En las creencias albanesas, Nëna e Vatrës ("la Madre del Hogar") es la diosa protectora del hogar doméstico (vatër). Heródoto informó sobre una diosa escita del hogar llamada Tabiti, un término probablemente dado bajo una apariencia ligeramente distorsionada, ya que podría representar una forma participial femenina correspondiente a un dios indoiraní llamado *Tapatī, "el Ardiente".

El hogar sagrado o doméstico también se puede encontrar en la diosa del hogar griega Hestia y su equivalente romana Vesta, dos nombres que pueden derivar de la raíz protoindoeuropea *h₁w-es- ("ardiente"), aunque el culto romano difería bastante de los griegos. Hestia es la diosa de la cocina, la arquitectura, el hogar, o, más apropiadamente, del fuego que da calor y vida a los hogares por ello el fuego simbolizaba el centro de la casa en torno al cual se agrupaba la familia.

Las sacerdotisas de Vesta, las vestales, eran doncellas vírgenes que, en el interior de su templo circular, velaban porque jamás se apagase el fuego sagrado. Existía una ley según la cual, si un condenado a muerte se cruzaba por la calle con una vestal, quedaba absuelto. Cuando alguna de ellas faltaba a sus deberes, se le azotaba, y si alguna transgredía el voto de virginidad, era enterrada viva.

En la religión védica existe el culto doméstico del fuego sagrado y las leyes de propiedad relacionadas con el fuego doméstico. Tenemos evidencias indoeuropeas en el Lejano Oriente sobre esto. Bajo la ley védica, un nuevo territorio fue legalmente incorporado con la construcción de un altar para el dios del fuego Agni. Y hubo una ley similar en Irán hasta al menos el tercer siglo de nuestra Era. Estas primeras leyes indoeuropeas poseen la noción de un lugar que pertenece a un grupo cuyo fuego arde en ese lugar. Tenemos otros ejemplos, como en Lituania, donde estaba el culto de cuidar el fuego del dios Perkunas, que era cuidado por las mujeres y que eran castigadas con la muerte si el fuego se apagaba. Este culto en torno al fuego doméstico y el fuego sagrado se puede apreciar en diferentes regiones de los antiguos territorios indoeuropeos.

Tanto los fuegos rituales encendidos en los templos de Vesta como los fuegos domésticos de la antigua India eran circulares, en lugar de la forma cuadrada reservada para el culto público en la India y para los otros dioses en la antigüedad romana. Además, la costumbre de que la novia dé tres vueltas alrededor del hogar es común en las tradiciones india, osetia, eslava, báltica y alemana, mientras que un niño recién nacido era bienvenido en un hogar griego cuando el padre rodeaba el hogar llevándolo en la ceremonia de anfidromia.

El nombre reconstruido de la diosa protoindoeuropea es Westyā (*H2u̯estieH2). Su nombre, tanto en protoindoeuropeo como en sus posteriores derivaciones, parece ser una forma alternativa de *Haéusos, la diosa del amanecer.

Deidades del agua

El Mar

Estatua de Neptuno, Dios del Mar, ubicada en Melenara, Gran Canaria.

Un dios protoindoeuropeo del agua, el mar y los océanos se ha propuesto como Xákwōm Népōt (*H₂ékwōm Népōt o *H₂epom Nepōts) cuyo nombre significa literalnente 'tío/nieto/sobrino de las aguas'. Los lingüistas reconstruyen su nombre a partir del avéstico y el sánscrito Apām Nápāt ('Hijo de las Aguas'). Napāt ("nieto", "progenie") es cognado de la palabra "sobrino" tanto en latín, nepos y en inglés, nephew. De esta raíz procede *néptonos derivado al latin Neptūnus (Neptuno), el etrusco Nethuns, el irlandés Nechtan, y formas germánicas como el nórdico Njörðr, y uno de los nombres de Odín: Hnikarr, cognado en inglés antiguo de Nicor, junto con los Nixies o espíritus del agua, y el río Neckar. Hay una lista de estas formas en la obra de Jacob Grimm Deutsche Mythologie. Este dios fue demonizado por los cristianos como "Viejo Nick" (Old Nick), un apodo para Satanás (a quien a menudo se le ha representado con un tridente similar al de Neptuno) y a la vez cristianizado como San Nicolás (San Nick), el santo patrón de los marineros. En griego se le conoce como Poseidón, si bien este nombre no es cognado. Aunque tal dios ha sido sólidamente reconstruido en la religión protoindoiraní, Mallory y Adams todavía lo rechazan como una deidad protoindoeuropea por motivos lingüísticos.

Algunos también han propuesto la reconstrucción de un dios del mar llamado *Trih₂tōn basado en el dios griego Tritón y la palabra irlandesa antigua triath, que significa "mar". Mallory y Adams también rechazan esta reconstrucción por no tener fundamento, afirmando que "la correspondencia léxica es apenas posible y sin evidencia de un dios del mar afín en irlandés".

En un himno védico, Apām Napāt se describe como emergiendo del agua, dorado y "cubierto de relámpagos". Su identificación regular con Agni, que se describe varias veces como escondido o que reside en el agua, y la comparación con otros textos indoeuropeos, ha llevado a algunos a especular sobre la existencia de un mito protoindoeuropeo protagonizado por una deidad de fuego nacida del agua. Tales textos incluyen un poema noruego del siglo noveno que usa el nombre sǣvar niþr, que significa "nieto del mar", como un kenning para el fuego, y un viejo poema armenio en el que una caña en medio del mar se incendia espontáneamente, desde que brota el héroe Vahagn, con pelo ardiente y ojos que brillan como el sol.

Si el fuego era una parte original de la naturaleza de Apam Napat, sigue siendo un tema de debate, especialmente porque esta conexión está ausente en la versión iraní. Hermann Oldenberg creía que Apam Napat era originalmente una deidad acuática independiente que más tarde se asoció con Agni, en parte debido a una antigua creencia india de que el agua contenía fuego dentro de sí misma, el fuego parece "entrar en" agua cuando se apaga. De manera similar, las asociaciones con Savitr podrían entenderse como derivadas de una imagen del sol poniente que se hunde en el océano. Otra teoría explica la conexión entre el fuego y el agua a través de un rayo, "el destello del fuego nacido de las nubes portadoras de lluvia".

Aguas dulces

Una amplia gama de evidencias lingüísticas y culturales atestiguan el estatus sagrado de las aguas terrestres (potables) *h₂ep-, veneradas colectivamente como "las Aguas" o divididas en "Ríos y Manantiales". Los cultos a fuentes y ríos, que pueden haber precedido a las creencias protoindoeuropeas en decenas de miles de años, también prevalecían en su tradición.

Basándose en la similitud de motivos atestiguados en una amplia extensión geográfica, es muy probable que las creencias protoindoeuropeas presentaran algún tipo de diosas del agua hermosas y a veces peligrosas que seducían a los hombres mortales, similares a las náyades griegas, ninfas de las aguas dulces. Se dice que las védicas apsarás (अप्सरा) frecuentan lagos, ríos, árboles y montañas del bosque. Son de extraordinaria belleza e Indra las envía para atraer a los hombres. En la mitología osetia, las aguas están regidas por Donbettyr, quien tiene hijas de extraordinaria belleza y con cabellos dorados. En el folclore armenio, las Parik toman la forma de hermosas mujeres que bailan en medio de la naturaleza. Las ninfas del agua eslavas víly también se representan como doncellas seductoras con cabello largo dorado o verde a las que les gustan los hombres jóvenes y pueden hacer daño si se sienten ofendidas. Las ninfas de las montañas albanesas, Perit y Zana, son retratadas como criaturas hermosas pero también peligrosas. Al igual que las Laumes, parecidas a ninfas del Báltico, tienen la costumbre de secuestrar niños. Las bellas y melenas Laumes también tienen relaciones sexuales y matrimonios de corta duración con hombres. Los bretones Korrigans son criaturas irresistibles con cabello dorado que cortejan a los hombres mortales y los hacen morir por amor. Los nórdicos Huldra, los iraníes Ahuraīnīs y los licios Eliyãna también pueden considerarse reflejos de las ninfas del agua.

Diosa del río

Se ha propuesto una diosa del río *Deh₂nu-, basada en la diosa védica de las aguas Dānu, la diosa irlandesa *Danu (Danna) y la diosa galesa Dôn. La palabra sánscrita para 'lluvia' o 'líquido', dānu se compara con el avéstico dānu, 'río', de la raíz protoindoeuropea *dʰenh₂- 'correr', 'fluir', que da origen a los los nombres de los ríos Danubio, Don, Dniéper y Dniéster. También hay un río Danu en Nepal. Sin embargo, Mallory y Adams señalan que si bien la correspondencia léxica es probable, "realmente no hay evidencia de una diosa del río específica" en la mitología protoindoeuropea "aparte de la deificación del concepto de 'río' en la tradición índica".

Deidad del viento

Se encuentra evidencia de la deificación del viento en la mayoría de las tradiciones indoeuropeas. La raíz *h₂weh₁ ("soplar") está en el origen de las dos palabras para el viento: *H₂weh₁-yú- y *H₂w(e)h₁-nt-. De hecho, la deidad a menudo se representa como una pareja en la tradición indoirania. Vayu-Vāta es una divinidad dual en el Avesta, estando Vāta asociado con los vientos tormentosos y descrito como proveniente de todas partes ("desde abajo, desde arriba, desde adelante, desde atrás"). De manera similar, el Vāyu védico, el señor de los vientos, está conectado en los Vedas con Indra, el rey de Svarga Loka (también llamado Indraloka), mientras que la otra deidad Vāta representa un tipo de viento más violento y en cambio está asociado con Paryania, el dios de la lluvia y el trueno. Otros cognados incluyen el hitita huwant-, lituano vėjas, tocario yente, latín uentus, protogermánico *windaz, galés gwynt, inglés wind, o castellano viento. El Viy eslavo es otra posible entidad equivalente. Basándose en estas diferentes tradiciones, Yaroslav Vassilkov postuló una deidad del viento protoindoeuropea que "probablemente estaba marcada por la ambivalencia y combinaba en sí misma características tanto positivas como negativas". Se supone que este dios estuvo vinculado a la vida y la muerte al agregar y tomar aliento de las personas.

El Herrero

Aunque según Mallory y Adams el nombre del dios herrero protoindoeuropeo no puede ser reconstruido lingüísticamente,[12] es muy probable que los protoindoeuropeos hayan tenido algún tipo de deidad de la herrería y la metalurgia ya que en casi todas las mitologías indoeuropeas existen dioses herreros y artesanos como el dios hitita Hasammili, el védico Tvashtri, el griego Hefesto, el romano Vulcano, el germánico Völundr (o Wayland el Herrero), el eslavo Svarog, el irlandés Goibniu, el lituano Teliavelis y el osetio Kurdalagon. Mallory señala que "se pueden esperar deidades específicamente preocupadas por especializaciones artesanales particulares en cualquier sistema ideológico cuyas personas hayan alcanzado un nivel apropiado de complejidad social". Dos motivos se repiten con frecuencia en las tradiciones indoeuropeas sobre esta figura: la fabricación del arma distintiva del dios principal (el rayo de Indra y Zeus; la lanza de Lugh) y su asociación con la bebida de los inmortales. No obstante, otras características en común también pueden encontrarse entre estas figuras. Hefesto y Wayland el Herrero, un herrero nefasto de la mitología germánica, se describen como cojos. Además, Wayland el Herrero y el mítico inventor griego Dédalo escapan del encarcelamiento en una isla cuando crean un par de alas mecánicas con plumas y cera para poder volar.

Una aproximación posible de un nombre protoindoeuropeo basado en Hefesto (Ἥφαιστος Hêphaistos, quizá de φαίνω phainô, 'brillar') y Tvashtri (त्वष्टृ, Tváṣṭṛ) podría ser *H₂ésh-tḗr, combinando la raíz *h₂eHs- ('estar seco', 'secarse' 'arder', 'quemar', 'brillar'​, 'cenizas') relacionada con *h₂éh₁-tēr ('fuego'), *h₂eh₃- ('quemar', 'estar caliente') y el protocelta *ā-tis ('horno')[13] y el sufijo -tḗr, que denota 'agente' o 'hacedor'.[14]

Dios del bienestar

Véanse también: Ario y Aryaman


El dios *H₂eryo-men ha sido reconstruido como una deidad a cargo del bienestar y la comunidad, conectada con la construcción y mantenimiento de carreteras o caminos, pero también con la curación y la institución del matrimonio. Se deriva de la raíz *h₂eryos (un "miembro del propio grupo", "uno que pertenece a la comunidad", en contraste con un extranjero), que da origen a la palabra indoirania *árya, 'noble', 'honorable', y el protocelta *aryo- "hombre libre" (Irlandés antiguo: aire 'noble', 'jefe'; en galo: arios, 'hombre libre', 'señor').

El dios védico Aryaman (sánscrito: अर्यमन्‌) se menciona con frecuencia en los Vedas, y está asociado a lazos sociales y matrimoniales. Se trata de una de las primeras deidades védicas (devas). Su nombre significa "compañero de vida", "amigo cercano", "compañero", "compañero de juego" o "compañero". Es el tercer hijo de Aditi, la madre de los adityas (deidades solares), y está representado con el disco solar de media mañana. Es jefe de los pitrís (antepasados fallecidos, que según el Rig-veda se deben adorar) y de la Vía Láctea, llamada en sánscrito aryamṇáḥ panthah, 'el sendero de Ariamán'. El término deriva del protoindoiranio *aryamā́.

En la tradición zoroástrica, esta deidad se convirtió en el Airyaman del Avesta, que es el Yazata de la amistad y la curación, y luego se convirtió en el Erman (Ērmān) del idioma persa medio. En el Gāthās, Airyaman parece denotar la red o alianza tribal más amplia, y se invoca en una oración contra la enfermedad, la magia y el mal.

En la antigua mitología sajona, Irmin ―al que a menudo se identifica con el dios nórdico Odín― era el dios de la guerra y de las tormentas. El nombre de Irmin deriva a su vez de la antigua deidad protoindoeuropea, *H₂eryo-men. En similitud con los indoarios, los germanos llamaban a la Vía Láctea "el sendero de Irmin".

Por ello, el ariosofista Rudolf Gorsleben, en su obra de 1930, Hoch-Zeit der Menschheit  (El Cenit de la Humanidad), afirma que el término 'ario', "aplicado en un sentido figurado a la persona aristocrática, ganó el significado de Maestro" y lo relaciona a la cultura germánica con palabras como Ermen, Irmin, Jormen, German, la tribu de los hermiones y los nombres de Hermann y Armann, así como el sánscrito Hari (हरि) el nombre para el absoluto supremo en los Vedas.

En las historias míticas de la fundación de la nación irlandesa, el héroe Érimón se convirtió en el primer rey de los milesios (nombre mítico de los irlandeses) después de que ayudó a conquistar la isla de los Tuatha Dé Danann. También proporcionó esposas a los Cruithnig (los míticos bretones o pictos), un reflejo de las funciones maritales de *H₂eryo-men. También se debe mencionar el nombre galo Ariomanus, posiblemente traducido como "espíritu señorial" y generalmente llevado por los jefes germánicos.

El dador de conocimientos

Las historias en las que algún ser divino enseña conocimientos a los humanos se encuentran en todas las culturas. Los mitos culturales de los indoeuropeos cuentan cómo los dioses de la sabiduría enseñaron a los humanos cómo hacer fuego, la forma adecuada de matar a un animal en los sacrificios, los rituales religiosos y códigos de leyes, la herrería, el tejido, el arado, el cultivo de las plantas, la agricultura, la medicina y la curación. Las figuras de la cultura (por ejemplo, el titán Prometeo y Loki, arquetipo del embaucador) a veces tienen una posición intermedia entre los dioses y los humanos.

Ciertamente son sobrenaturales, pero a menudo mueren o son torturados por otros dioses por su beneficio para los humanos; Prometeo roba el fuego sagrado para darlo a los humanos y en consecuencia Zeus lo castiga. Sin embargo, a menudo son revividos y adorados como dioses normales. Mallory y Adams los llaman "dioses artesanales" y argumentan que no son reconstruibles lingüísticamente, sin embargo, se ha propuesto un héroe mítico llamado *Promāth₂ew, del héroe griego Prometeo ("el que roba"), que arrebató el fuego celestial a los dioses para llevárselo a la humanidad, y del védico Mātariśvan, el pájaro mítico que "robó" (que en el mito se encuentra como pra math-, 'robar') el fuego escondido y se lo dio al Bhrigus. Por su parte, Max Müller y otros comparan el Prometeo griego con la palabra sánscrita pramantha (प्रमन्थ), que es como se denomina a un accesorio de madera usado por los brahmanes para producir el fuego sagrado mediante la fricción.

Michael Estell ha reconstruido a un artesano mítico llamado *H₃r̥bʰew basándose en el Orfeo griego y el Ribhus védico. Ambos son hijos de un portador de garrote o de un arquero, y ambos son conocidos como "modeladores" (*tetḱ-).

Entre otras figuras de este tipo destacan Hermes/Mercurio (equiparados al egipcio Thot en la interpretatio graeca, y sincretizados en Hermes Trismegisto), Asclepio y el celta Lugh, maestro de todas las artes y habilidades, por lo que era conocido como "el múltiple artesano". También los nórdicos Odín y Loki poseen cierta función como dadores de conocimientos.

Deidad protectora

La asociación entre el dios griego Pan y el dios védico Pūshān fue identificada por primera vez en 1924 por el lingüista alemán Hermann Collitz. Ambos eran adorados como deidades pastorales, lo que llevó a los eruditos a reconstruir *Péh₂usōn ("Protector") como un dios pastoral que guardaba los caminos y los rebaños. Es posible que tuviera una apariencia desafortunada, una barba poblada y una vista aguda. También estaba estrechamente relacionado con las cabras o los machos cabríos: Pan tiene patas de cabra, mientras que se dice que las cabras tiran del carro de Pūshān (el animal también fue sacrificado a él en ocasiones).

Según West, el reflejo puede ser al menos de origen greco-ario: "Pūshān y Pan coinciden lo suficientemente bien en nombre y naturaleza, especialmente cuando se ve a Hermes como una hipóstasis de Pan, como para llegar a una conclusión razonable de que son reflejos paralelos de un dios prototípico de los caminos, un guía en el viaje, un protector de los rebaños, un observador de quién y qué va a dónde, alguien que puede corretear por cualquier pendiente con la facilidad de una cabra".

De esta forma, las discrepancias menores entre las dos deidades podrían explicarse por la posibilidad de que muchos de los atributos originales de Pan fueran transferidos a su padre Hermes los cuales probablemente eran originalmente la misma deidad, siendo Hermes una forma o epíteto de Pan. Más tarde, el epíteto suplantó al nombre original y Hermes asumió los roles de dios de los mensajeros, viajeros y fronteras, que originalmente habían pertenecido a Pan, mientras que el propio Pan continuó siendo venerado por su nombre original en su aspecto más rústico como el dios de lo salvaje en la región montañosa, relativamente aislada, de Arcadia. En mitos posteriores, después de que se reintrodujera el culto a Pan en Ática, se decía que Pan era el hijo de Hermes.

El culto de Hermes se estableció en Grecia en regiones remotas, lo que probablemente lo convirtió originalmente en un dios de la naturaleza, los agricultores y los pastores. También es posible que desde el principio haya sido una deidad con atributos chamánicos vinculados a la adivinación, la reconciliación, la magia, los sacrificios y la iniciación y contacto con otros planos de existencia, un papel de mediador entre los mundos de lo visible y lo invisible.

La deidad celta Cernunnos, al igual que Pan, está asociada con la naturaleza, los bosques, la fertilidad y, a veces, la vida y la muerte y la conexión entre el mundo divino y el terrenal, y se le representa comúnmente como un dios cornudo con rasgos animales. Algunos creen que su nombre proviene de un epíteto oscuro de una deidad gala mejor atestiguada; tal vez el dios descrito en la interpretatio romana como Mercurio o Dis Pater, que se considera que comparten asociaciones ctónicas de Cernunnos y como psicopompo.

Hijo divino

Se pueden describir varios ejemplos de un "hijo divino" dentro de las tradiciones indoeuropeas. Esta figura es predominantemente masculina y opera como representante o encarnación misma de un dios, usualmente el jefe del panteón. Regularmente tiene una debilidad por la humanidad y es considerado como protector de ésta. Su misión es ayudarla a alcanzar una vida más santa, derrotando a los enemigos de Dios. Algunos lo describirían como alguien que trae "salvación" a la humanidad y que restaura el orden cósmico al final del ciclo, un concepto central que fue adoptado más tarde por el cristianismo con Jesucristo.

Suele tener un nacimiento milagroso o extraordinario, ser mitad humano y mitad dios, atraviesa pruebas y sufre penas, ayuda a los humanos, muere, resucita y asciende al rango de divinidad en el reino de su Padre. Un ejemplo sería Heracles, hijo de Zeus y de la mortal Alcmena, y quien realizó doce trabajos para redimirse de sus actos. Heracles murió al vestir una túnica envenenada que le regaló su esposa, Deyanira, engañada por el centauro Neso. El veneno le causó un dolor insoportable, y para aliviarlo, Heracles ordenó construir una pira funeraria y se prendió fuego a sí mismo. Ascendió al Olimpo después de su muerte, donde fue aceptado entre los dioses.

Otro hijo divino de Zeus es Dioniso, dios del vino, además de ser el inspirador de la locura ritual, el éxtasis y la intoxicación. Dioniso realizaba milagros como convertir el agua en vino, lo cual es un paralelismo directo con el Nuevo Testamento, el cual narra que Jesús realiza el milagro de transformar agua en vino durante las Bodas de Caná (Juan 2:1-11). Según escritos del s. VI, el nacimiento de Dioniso, conocido por los romanos como Baco, se ubica el 6 de enero. Se proclamó dios viviente y regalaba vino. Viajó por varias partes del Mediterráneo enseñando a cultivar la vid y a producir vino. En el siglo XIX, Rudolf Karl Bultmann y otros compararon ambos relatos y concluyeron que la teofanía dionisíaca estaba transferida a Jesús. En Élide, durante las Tías, el festival de Dioniso, los sacerdotes colocaban tres tarros en una habitación sellada y al día siguiente aparecían milagrosamente llenos de vino. En Andros y Teos el agua que brotaba de la fuente en el templo de Dioniso cambiaba a vino en los días festivos, 5 y 6 de enero, así como las Bodas de Caná se ubican en el 6 de enero en el calendario cristiano, así como también la Epifanía y la Natividad oriental. Martin Hengel explicó que dado que todos los palestinos estaban familiarizados con la transformación del agua en vino como un milagro, se esperaba que el Mesías lo realizase.

Además, trae varias formas de salvación a su pueblo y descendió al inframundo y regresó. En el mito central del orfismo, el niño Dioniso, heredero al trono del Olimpo, es asesinado, despedazado y consumido por los Titanes. En venganza, Zeus golpea a los titanes con un rayo, convirtiéndolos en cenizas. De estas cenizas nace la humanidad que tiene un componente titánico y otro divino, naciendo cargada con algo de la antigua culpa, y debe purificarse en esta vida. Sólo el corazón del dios quedó a salvo, y de él pudo resucitar. El investigador Barry Powell afirma que la tradición cristiana de "comer y beber la carne y la sangre" de Jesús es un reflejo del culto a Dioniso.

Similarmente, Baldr, dios de la luz, hijo de Odín y heredero al trono de Asgard, es un ser lleno de pureza, belleza y justicia que es atravesado y asesinado vilmente con una lanza debido a las tretas de Loki. Permanece en el Helheim hasta la llegada del Ragnarok, luego del cual resucitará y sucederá a su padre Odín como Dios supremo de Asgard, restableciendo el orden cósmico y reinando con justicia la tierra nueva resurgida después de la destrucción.

Según el Bhāgavata-purāṇa, Kalki (कल्कि), el último avatara de Vishnú, vendrá al final de kali yuga montado en un caballo blanco de la región del Sindh, blandiendo una espada y liderando un gran ejército para restaurar el Dharma y acabar con el imperio de la corrupción personificado en Kali, e iniciar una nueva satia yuga —era de la verdad— a través de sus dos hijas, una engendrando la dinastía solar y la otra engendrando la dinastía lunar.

En el zoroastrismo, se espera la llegada de Saoshyant, quien vendrá al final de los tiempos para realizar el juicio final, derrotar al mal, renovar el mundo y restaurar la justicia en un evento conocido como Frashokereti. Su venida marcará el comienzo de la renovación cósmica y la resurrección de los muertos.

Entonces hablará a Spenta Ârmaiti, diciendo: "Oh Spenta Ârmaiti, a este hombre te entrego a ti; a este hombre entrégamelo de vuelta, en el poderoso día de la resurrección; devuélvemelo como alguien que conoce los Gâthas, que conoce el Yasna y la ley revelada, un hombre sabio e inteligente, que es el Verbo encarnado".
Avesta, Vendîdâd XVIII, 51 (108)[15]

En el budismo, Maitreya es visto como el Buda del amor y la compasión que sucederá al Buda actual Siddharta Gautama. Maitreya vendrá a la Tierra cuando las enseñanzas de Gautama Buda hayan sido olvidadas y establecerá una era de paz y prosperidad.

Otras proposiciones

Deidad del ganado

Jaan Puhvel ha propuesto un dios del ganado llamado *Welnos, que vincula con el dios eslavo Veles, el dios lituano Velnias y, con menor certeza, con el antiguo nórdico Ullr.

Deidades auxiliares

En 1855, Adalbert Kuhn sugirió que los protoindoeuropeos podrían haber creído en un conjunto de deidades auxiliares, a quienes reconstruyó basándose en los elfos germánicos y los ribhus hindúes. Aunque esta propuesta se menciona a menudo en escritos académicos, muy pocos académicos realmente la aceptan, ya que la relación afín es lingüísticamente difícil de justificar. Si bien las historias de elfos, sátiros, duendes y gigantes muestran rasgos recurrentes en las tradiciones indoeuropeas, West señala que "es difícil ver un patrón general tan coherente como el de las ninfas. Es poco probable que los indoeuropeos "no tuvieran ningún concepto de tales criaturas, pero no podemos definir con precisión cuáles eran sus concepciones". También se ha propuesto un dios salvaje llamado *Rudlos, basado en el védico Rudra y el antiguo ruso Rŭglŭ. Lo problemático es si el nombre deriva de *rewd- ("desgarrar, destrozar"; similar al latín rullus, "rústico"), o más bien de *rew- ("aullar").

Diosa de caballos

Aunque los nombres de las divinidades no son cognados, se ha propuesto *H1éḱwoneH2 como una diosa de caballos retratada dando a luz a los gemelos divinos y en relación con la fertilidad y el matrimonio basándose en la Epona gala, la Macha irlandesa y la Rhiannon galesa, con otros ecos temáticos en las tradiciones griega e indoaria. Deméter se transformó en yegua cuando fue violada por Poseidón apareciendo como un semental, y dio a luz a una hija y un caballo, Areion. De manera similar, la tradición védica habla de Saranyu huyendo de su marido Vivásvat cuando asumió la forma de una yegua. Vivásvat se metamorfoseó en un semental y de su relación nacieron los caballos gemelos, los Aśvins. La diosa irlandesa Macha dio a luz a gemelos, una yegua y un niño, y la figura galesa Rhiannon dio a luz a un niño que fue criado junto con un caballo.

Diosa consorte

Algunos eruditos han propuesto una diosa consorte llamada *Diwōnā o *Diuōneh₂, esposa de Dyēus con un posible descendiente en la diosa griega Dione. También puede producirse un eco temático en la India védica, ya que tanto la esposa de Indra, Indrānī, como la consorte de Zeus, Dione, muestran una disposición celosa y pendenciera ante la provocación. Se puede encontrar un segundo descendiente en Dia, una mortal que, según un mito griego, se une a Zeus. La historia conduce en última instancia al nacimiento de los centauros después del apareamiento de Ixión, el marido de Dia, con el fantasma de Hera, la esposa de Zeus. Sin embargo, la reconstrucción sólo está atestiguada en esas dos tradiciones y, por lo tanto, no está asegurada. La griega Hera, la romana Juno, la germánica Frigg y la india Shakti son a menudo representadas como la protectora del matrimonio y la fertilidad, o como la otorgante del don de profecía. Mallory y Adams señalan, sin embargo, que "estas funciones son demasiado genéricas para apoyar la suposición de una 'diosa consorte' PIE distinta y muchas de las 'consortes' probablemente representan asimilaciones de diosas anteriores que pueden no haber tenido nada que ver con el matrimonio."

Las deidades protoindoeuropeas

Las principales deidades protoindoeuropeas que se han podido reconstruir a partir del análisis comparativo de las religiones indoeuropeas son:

Deidades masculinas:

  • Dyḗus Ptḗr (*Dyḗws Ph₂tḗr): El Padre Cielo. Dios Supremo. (Zeus, Júpiter, Dyaus Pitar).
  • Perkwū́nos (*Perkʷunos): El Relámpago y la Tormenta, el Campeón o Guerrero matador de la Serpiente. Dios de la agricultura. (Thor, Indra, Perún).
  • Mēnōs (*Meh₁not ): Dios Luna.
  • Diwós Sunú (*Diu̯ós SuHnū́): Dioses heroicos gemelos hijos de Dyḗus Ptḗr relacionados a los caballos. Semejantes a los Dioscuros Cástor y Póllux.
  • Xáryomēn (*H₂eryo-men): Unidad y ley social, prosperidad y salud. (Aryaman, Irmin).
  • Xákwōm Népōt (*H₂ékwōm Népōt): Deidad del mar y las aguas. (Neptuno, Poseidón, Njörðr).
  • Mannus y Yemós (*(H)iemós): El primer hombre y su hermano gemelo al que sacrificó para crear el mundo y por ello es también el primer sacerdote.
  • Páxusōn (*Péh₂usōn): Protector y pastor, deidad del ganado, especialmente de cabras, deidad de la riqueza, prosperidad y la sexualidad.

Deidades femeninas:

  • Dhéǵhōm Mā́tr (*Dʰéǵʰōm Méh₂tēr): La Madre Tierra. (Gea, Rea, Deméter, Cibeles, Magna Mater).
  • Sehul (*Seh₂ul). Diosa Sol.
  • Westyā (*H₁w-estieh₂): Diosa del fuego del hogar, protectora de los hogares (equivalente a Hestia).
  • Xáusōs (*H₂éwsōs): La Aurora (Diosa equivalente a Eos, Aurora y Ostara), diosa del amanecer, la primavera y la vida.
  • Pria (*PriHyéh₂): Diosa del jardín, amor, belleza, fertilidad. (Venus, Afrodita, Freya).
  • Ɂéḱwonā (*H1éḱwoneH2): Diosa de los caballos, relacionada a las bebidas alcohólicas (Equivalente a Epona).
  • Gwouwindā (*GwouwindeH2): Diosa de las vacas. Fertilidad, prosperidad y salud.
  • Sawélyosyo Dhugətḗr (*SeH2u̯eli̯osi̯o DhugH2tēr): Hija del Sol, hermana de Diwós Sunú, relacionada al matrimonio.
  • Danu (Deh₂nu-): Diosa de la tierra y las aguas de los ríos, fertilidad.
  • Kolyo (*Kolyo): Diosa de la Muerte (Cognado de Calipso, Kali, Cailech y equivalente a Hela).

Cosmología

Árbol Cósmico

El Yggdrasil y los nueve reinos que alberga

Muchas mitologías mencionan un lugar situado en el centro del mundo que actúa como punto de contacto entre diferentes niveles del universo, principalmente como unión entre el Cielo y la Tierra. El lugar de este Axis mundi o Eje del Mundo es generalmente representado como un Árbol Sagrado. Por ejemplo, muchos mitos describen un gran árbol o pilar que une el Cielo, la Tierra y el Inframundo como el Yggdrasil o el Irminsul en las mitologías nórdica y sajona. Tanto los indoarios, los germanos y eslavos simbolizaban al Centro del Universo con un Árbol Cósmico cuyas ramas llegaban al Cielo y cuyas raíces alcanzaban el Infierno. El árbol Yggdrasil, situado en el «centro», simboliza y al mismo tiempo constituye el Universo.

Este árbol está o bien vigilado por un dragón o serpiente, o bien bajo un ataque constante por éste. En la mitología nórdica, el Yggdrasil está custodiado por las tres Nornas mientras que el dragón-gusano Nidhogg roe sus raíces. En la mitología griega, el árbol de las manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad en el Jardín de las Hespérides está atendido por las tres Hespérides (probablemente un reflejo de las tres deidades del destino) y custodiado por el dragón de cien cabezas, Ladon. En los textos indoiranios, hay un árbol mítico que gotea soma, la bebida de la inmortalidad de los dioses y, en las últimas fuentes de Pahlavi, se dice que un lagarto malicioso está al acecho en el fondo. Una imagen similar está atestiguada en la cultura hitita: una serpiente rodea la base de un árbol, un águila se posa sobre él y una abeja ocupa su centro, lo que Craig Melchert considera una versión del árbol del mundo.

Yggdrasil es un inmenso fresno cuyas ramas se extienden hacia los cielos y conecta los distintos mundos. Está sostenido por tres raíces principales que se extienden hacia otros lugares; una va a los dioses en los cielos, Asgard; la segunda va al reino de los gigantes, Jotunheim; y la tercera al inframundo llamado Hel. Asimismo, debajo de cada una de estas raíces yacen tres pozos o manantiales respectivamente: el pozo Urðarbrunnr (Pozo de la norna Urðr o Pozo del Destino y que está vinculado al pasado); el pozo Mímisbrunnr (Pozo de Mímir, 'memoria', que contiene hidromiel y otorga sabiduría y conocimiento. Odín tuvo que sacrificar uno de sus ojos para poder beber de este pozo y así adquirir la sabiduría y el conocimiento omnisciente de Mímir); y el manantial Hvergelmir ("Manantial hirviente") el pozo primordial en el reino de hielo y niebla, Niflheim y el cual genera el líquido que contribuyó a la creación de los primeros seres vivientes. Se asocia con la creación y es el origen de los once ríos Élivágar.

Las tres nornas riegan el fresno con las aguas y la arcilla blanca provenientes del pozo de Urd para que éste no pierda su verdor ni se pudra. Este pozo es tan sagrado que todo lo que llega a él se vuelve tan blanco como una membrana del interior del cascarón de un huevo. Esta blancura, es quizás en referencia a la leche similar al río cósmico que producen las ubres de la vaca primordial. Las gotas que caen del gran fresno al Midgard donde habitan los hombres, es llamado "rocío de miel", una sustancia de la que nacen las abejas. Esta creencia combina lo dulce de la savia de un fresno con la miel de las abejas y también con el verdadero rocío matinal. Similarmente, en la mitología griega, Zeus fue nutrido con la sustancia que gotea de los fresnos por tres ninfas de los fresnos llamadas melias (Μελιαι) o melíades, ya que muchas especies de estos árboles exudan una sustancia azucarada que los antiguos griegos llamaban méli ('miel'). Este mito quizás se conecta con la costumbre que se encuentra por todas partes desde Escocia hasta Rumanía, de las mujeres que se lavan la cara con el rocío por las mañanas de mayo o por la mañana del solsticio de verano, con el fin de preservar o resaltar la belleza, así como el líquido del árbol del universo preserva la juventud.

El Árbol del Mundo griego aparece también como un gran ciprés blanco sobre la gran sala donde reside Hades en el Inframundo, al lado del río Leteo (río del olvido). Su color blanco se asemeja a la arcilla blanca con la que es regado Yggdrasil. Los misterios órficos enseñaban igualmente la existencia de otro río, el Mnemósine (río de la memoria) cuyas aguas al ser bebidas, al contrario que las aguas de Leteo, hacían recordar todo y alcanzar la omnisciencia. A los iniciados se enseñaba que se les daría a elegir de qué río beber tras la muerte y que debían beber del Mnemósine en lugar del Leteo. También se enseñaba que la cabeza de Orfeo aún cantaba después de ser cortada y que flotó río abajo hasta la isla de Lesbos donde fue usada como oráculo para obtener profecías, tal como la cabeza de Mímir fue preservada por Odín con el mismo propósito.

En la literatura védica, se menciona el Kalpavriksha (कल्पवृक्ष), el árbol de la vida, que emergió de las aguas primarias durante el proceso de batido del océano junto con Surabhi (o Kamadhenu), la vaca divina que otorga todas las necesidades. También se dice que el árbol es la Vía Láctea o el lugar de nacimiento de la estrella Sirio. El rey de los dioses, Indra, regresó con el Kalpavriksha a su morada en el Svarga y lo plantó allí. Otro mito dice que Kalpavriksha estaba ubicado en la tierra y fue trasladado a la morada de Indra después de que la gente comenzó a abusar de él al desear cosas malas. En la "Devaloka" de Indra se dice que hay cinco Kalpavrikshas, ​​que se llaman Mandana, Parijata, Santana, Kalpavriksha y Harichandana, todas las cuales cumplen diversos deseos. Es a causa de estos árboles que los asuras libraron una guerra perpetua contra los devas como los dioses celestiales que se beneficiaron exclusivamente de las "flores y frutos divinos" de Kalpavriksha, mientras que los semidioses vivieron comparativamente en penuria en la parte inferior, parte de su "tronco y raíces". El Aśvattha (अश्वत्थ) o higo sagrado (Ficus religiosa), es un árbol sagrado para los hindúes y ha sido ampliamente mencionado en textos pertenecientes al hinduismo, por ejemplo en el mantra I del Rig Veda 164.20.[16] En el budismo, el árbol Bodhi bajo el cual Gautama Buda obtuvo la iluminación también es de la misma especie.

En la mitología irania, Gaokerena era un árbol o una planta mítica que tenía propiedades curativas cuando se comía y otorgaba inmortalidad a los cuerpos resucitados de los muertos. El jugo de su fruto daba el haoma (cognado del soma védico) el elixir de la inmortalidad. El nombre Gaokerena significa "cuerno de buey" u "oreja de vaca". El mal intentó destruir este árbol dador de vida y formó un lagarto o una rana para atacarlo, pero estaba protegido por los diez peces Kara y un burro con nueve bocas y seis ojos. En la resurrección, aquellos que beban del jugo vivificante de esta planta obtendrán un bienestar perfecto, incluida la inmortalidad.

Ciclos cósmicos


Los indoeuropeos concebían la historia en forma cíclica, con alternancia entre cuatro edades que los indoarios denominaban yugas y se correspondían con las edades de la mitología clásica: Una de oro, una de plata, una de bronce y una de hierro. Como fuerzas naturales, los dioses vivían y morían. Participaban de un ciclo de generaciones eternas, el ciclo del Eterno Retorno.

La creencia en la destrucción y la creación periódica del Universo se conserva tanto en la cosmología indoaria (vg. Atharva Veda 10.8.39-40[17]) como en la cosmología nórdica, en la conflagración universal conocida como Ragnarök, seguida de una nueva creación, lo que confirma la estructura indoeuropea de ese mito, y la cual puede, por consiguiente, ser considerada como una de las numerosas variantes de ese arquetipo.

Georges Dumézil, siguiendo adelante en su comparativa religiosa, descubrió importantísimos paralelismos entre el Ragnarök nórdico y el Crepúsculo de los dioses del hinduismo, pero la particularidad que presenta la religión germánica es que el mito del fin del mundo está ya anunciado en la cosmogonía.

Según las sagas y la poesía escáldica de los pueblos nórdicos, Loki y sus criaturas, el lobo Fenrir, la serpiente de Midgard Jörmungandr y Hel, se abalanzarán contra los dioses y aparecerán como los vencedores. Al final, el lobo Fenrir abrirá su hocico gigantesco, su mandíbula superior alcanzando el cielo. Cuando está a punto ya de engullir al mundo, entonces aparece Vidar. Vidar colocará un pie sobre la mandíbula inferior del lobo, y su brazo tendido hacia la superior, destruirá ese hocico monstruoso. Gracias a él, un nuevo mundo surgirá. Su dios supremo será un hijo de Odín, Baldr, el ser más bello y más sabio, del cual nuestro tiempo se privó por la perfidia de Loki. Entonces, gracias a Baldr, la justicia reinará sobre la Tierra.

Georges Dumézil establece una analogía entre Vidar y Visnú. El día en que, según los hinduistas, Bali logró conquistar al Mundo y expulsar a Indra, Vishnú se presentó bajo la forma de un enano, y le pidió al vencedor adquirir el espacio que podría cubrir en tres pasos. Bali aceptó. Pero Visnú en esos tres pasos recorrió la tierra, al aire superior y el cielo, y así, Indra recobró su posesión del mundo.

Concluye Dumézil, por tanto, que los indoeuropeos creían que gracias a dioses como Vishnú o Vidar, no estaban abandonados a la nada y que no había ninguna desesperación en ese Crepúsculo de los Dioses, pues, significaba por el contrario el advenimiento de un nuevo mundo y un recomienzo del ciclo cósmico.

Por lo tanto, el sentido del fin del mundo no está basado en una visión de destrucción total y definitiva (como en el cristianismo apocalíptico), sino como resultado de un hecho necesario para el mantenimiento del orden universal, la renovación del mundo y el cumplimiento del destino, al cual están sujetos tanto los dioses como los hombres. Como puede verse aquí, y contrariamente a lo que algunos piensan debido a la importancia del concepto del destino, las religiones indoeuropeas son en realidad mucho más optimistas de lo que se les suele atribuir.

Otros temas mitológicos

Bebida de la inmortalidad

Véanse también: Hidromiel, Ambrosía y Soma


Los dioses indoeuropeos pueden morir pero se alimentan de un néctar sagrado que les otorga inmortalidad. Los dioses griegos se alimentan con ambrosía, de néctar y del humo de los sacrificios. En sus venas no corría la sangre, sino otro líquido: el icor. También el árbol de las manzanas doradas en el Jardín de las Hespérides proporcionaban la inmortalidad. Los dioses indoarios se alimentan de soma (सोम) o amrita (अमृत) y a través de las manzanas de Iðunn los dioses nórdicos podían esperar vivir hasta el Ragnarök.

Los celtas, helenos, germanos y otros indoeuropeos tenían leyendas sobre manzanas sagradas de la eterna juventud y la inmortalidad. La bebida sagrada se relaciona estrechamente con el Árbol de la Vida y sus leyendas se remontan a tiempos muy antiguos antes de la historia registrada.

En la mitología irania, la bebida de la inmortalidad era llamada haoma (cognado del soma védico) que se extraía del árbol de la vida Gaokerena. Tanto el haoma avéstico como el soma védico se derivaron del proto-indo-iranio *sauma La raíz lingüística de las palabras haoma, hu-, y soma, su-, sugiere "prensa" o "libra".

El hidromiel, conocido en la tradición nórdica como el "néctar de la inspiración" o "de la poesía", es lo único que consume Odín, dios de la poesía y la sabiduría. En inglés es mead, del anglosajón o inglés antiguo medu, y el proto-germánico meduz, los nórdicos lo llaman mjöd, los eslavos miod, los antiguos irlandeses mid, los baltos midus, los indoarios madhu (मधु). Todas esas voces provienen del protoindoeuropeo *médhu ('hidromiel'). Esta bebida se menciona por primera vez en los versos del Rig Vedá, identificándose con el soma:

He probado esta dulce bebida de la vida... Todos los dioses y mortales la buscan juntos, llamándola madhu. Las gloriosas gotas que he bebido me han liberado en un amplio espacio ... La gota que hemos bebido ha entrado en nuestros corazones; Un inmortal dentro de los mortales.
—Rig Veda, 8.48.[18]
El vínculo entre Soma, Haoma y el nórdico antiguo mjǫðr (hidromiel) es poderoso y no se puede dudar. Etimológicamente están conectados, ya que al soma a menudo se le llama 'madhu' [miel, hidromiel], mientras que el Avesta llama a la intoxicación de Haoma con la palabra 'mada', que proviene de la misma raíz que las palabras nórdica e irania que originalmente significan miel, el ingrediente mas importante del hidromiel. Además, las tres culturas describen sus bebidas sagradas como "doradas y brillantes", aportando iluminación, sabiduría, elocuencia y poesía, y tienen que ver con la inmortalidad. Al leer los Vedas de la India y el Avesta iranio, no cabe duda de que la bebida estaba fuertemente asociada con experiencias místicas personales e intensas, un estado de trance y una unión apasionada con lo divino.
Maria Kvilhaug, Seed of Yggdrasil (p. 272).[19]

Los nórdicos utilizaban el hidromiel en sus rituales y su mitología conecta dicha bebida con la esfera divina. El hidromiel divino no es solo una sustancia literal; es la poesía misma y es buscada por hombres y dioses tanto en este mundo como en el siguiente. Claramente se trata de algo más que una mera bebida alcohólica. Probablemente los nórdicos como los indoarios combinaban una especie de infusión de hongos psicoactivos con hidromiel y que esta fuese la sustancia utilizada en sus rituales sagrados, que otorga visiones divinas a los participantes.

El Furor Sagrado

En la historia de los pueblos indoeuropeos existen numerosas referencias a cierta fuerza, que es descrita como una especie de "furor" o "ira". La "cólera divina" es todo un arquetipo: los iranios lo llamaron aeshma (avéstico: 𐬀𐬉𐬴𐬨𐬀 aēṣ̌ma) y los indoiranios, ishmin. La palabra tiene una raíz indoirania, descendiente de la raíz protoindoeuropea *eis, lo que la hace afín al latín īra. En los textos zoroástricos de los siglos IX-XII, aeshma aparece como persa medio eshm 𐭠𐭩𐭱𐭬 o 𐭧𐭩𐭱𐭬 kheshm, continuando en pazend y nuevo persa como خشم khashm. El Asmodeo del judaísmo (hebreo: אַשְמְדּאָי ʼšmdʼy) puede derivar del avéstico aeshma.daeva. La palabra georgiana para 'diablo', eshmaki, también deriva de aeshma. En los himnos védicos se describía, además, el mada (मद), la euforia y la embriaguez divina producida por la bebida mística soma (सोम). Las palabras mada (मद) y madhu (मधु, 'miel', 'hidromiel') comparten una raíz común relacionada con el concepto de embriaguez, éxtasis o intoxicación.

En la Ilíada encontramos el menis (μῆνις), la ira apasionada que sólo Aquiles, el mayor guerrero de todos los tiempos, poseía. También de Grecia proviene el "divino furor de Dioniso", que en un principio estaba relacionado con la glorificación de los instintos vinculados con el culto a la vida ascendente. La mania (μανία), es decir, el arrebato del frenesí dionisiaco, se decía que llevaba en un vuelo al alma del poseído hacia los Montes Tracios, que representaban a una Hélade primigenia, ancestral y bárbara. En el mundo céltico nos encontramos con el héroe irlandés Cúchulainn, del que se apoderaba el fearg ('furor'), o ríastrad ('frenesí de batalla') o warp-spasm ('espasmo que deforma', o 'espasmo de furia') en momentos de guerra, dándole un empuje sobrenatural. Esto, en fin, nos señala que la ira sagrada proviene de una fuente antigua, y que en todos los pueblos indoeuropeos hubo círculos masculinos que cultivaban la fuerza otorgada por la furia de combate, como por ejemplo las männerbunde germánicas: hermandades militares o, como las denominó Mircea Eliade, "sociedades secretas de hombres".

Los germanos fueron quizás los últimos europeos en cultivar abiertamente la ira sagrada de un modo tribal. El nombre del dios Odín o Wotan hace referencia directa a la furia. En alemán moderno, wut significa "ira", en inglés moderno, wrath tiene el mismo significado, y en gótico, wods significaba "poseído". Wotan sería, pues, la "ira de An". An es una sílaba arquetípica; usada por los sumerios para llamar a su deidad suprema, An, el Cielo (Anu en acadio). También está relacionada con las míticas civilizaciones sobrehumanas del folklore europeo (gigantes, titanes, Atlántida, atlantes, Tuatha Dé Danann, etc).

Óðinn está relacionado con la palabra óðr, que en nórdico antiguo tiene dos significados. Como adjetivo significa "loco, frenético, furioso o violento" y es cognado de la palabra anglosajona wōd. El sustantivo significa "mente, sabiduría, alma o sensibilidad" y "canción o poesía" y es cognado con la palabra anglosajona wōþ. En palabras compuestas, óð- significa "violentamente enérgico" (e.g. óð-málugr "hablar de manera violenta o muy excitado").

Los berserkers recibían iniciación en un culto que se podría denominar como "misterios de Odín", el patrón de estos guerreros. Los bersekers a menudo eran llamados "hombres de Odín" o "lobos de Odín" por su predominante culto a esta deidad. Podría describirse a los bersekers, por tanto, como sectas de guerreros de élite, severamente entrenados desde pequeños en las artes de la lucha e iniciados en un culto a Odín mediante algún tipo de ritual extremadamente violento. Mircea Eliade especificó que:

No se llegaba a ser "berserkr" únicamente por bravura, por fuerza física o por dureza, sino también tras una experiencia mágico-religiosa que modificaba radicalmente la forma de ser del joven guerrero. Éste debía transmutar su humanidad mediante un acceso de furia agresiva y terrorífica, que lo asimilaba a los carniceros enfurecidos. "Se calentaba" hasta un grado extremo, transportado por una fuerza misteriosa, inhumana e irresistible, que su impulso combativo hacía surgir de lo más profundo de su ser.
—Mircea Eliade, Iniciación, ritos, sociedades.

Los bersekers, recibían el Óðr (llamado Wut en Germania y Wod en Inglaterra), la inspiración que Odín concedía a algunos guerreros, iniciados y poetas, tocándoles con la punta de su lanza Gungnir ("estremecedora"). La fuerza física del "inspirado" por la fiebre Ódr aumentaba de manera sobrehumana e inexplicable, y también se incrementaban su resistencia, su agresividad y su fanatismo combativo. Desaparecían el dolor, el miedo o la fatiga, y lo que los reemplazaba era una embriagante sensación de voluntad, imparable poder y ganas de destruir, arrasar, matar, aniquilar y derribar.

Una buena referencia a la versión celta del berserkergang, la podemos encontrar en Táin Bó Cúailnge, que describe la transformación del héroe irlandés Cúchulainn antes de las batallas, y cuyas leyendas muestran, según Georges Dumézil, ritos del trance iniciático:

El espasmo de furia se apoderó de él: parecía que cada cabello estaba martilleado a su cabeza, pues todos los pelos se le enderezaron verticalmente, y se podría jurar que un punto de fuego coronaba la punta de cada uno. Uno de sus ojos se cerró más estrecho que el ojal de una aguja, y el otro se abrió más ancho que la boca de una copa. Sus mandíbulas se desencajaron hasta las orejas, y sus labios se apartaron revelando sus encías. El halo del héroe ascendió desde la corona de su cabeza.[20]

El Lenguaje de los Pájaros

Artículo principal: Lenguaje de los Pájaros


Muchos animales, en particular las aves, han sido consideradas como las mensajeras de los dioses, ya que ellos conocen el denominado Lenguaje de los Pájaros, una forma de comunicación espiritual o mística en la que se cree que los pájaros transmiten mensajes ocultos o revelaciones de sabiduría a los iniciados. Los pájaros desempeñaban un papel importante en la religión indoeuropea, los augurios eran prácticas de observar el vuelo y el comportamiento de las aves para predecir el futuro, y según una hipótesis de Walter Burkert, estas costumbres pueden tener sus raíces en el Paleolítico cuando en la última edad de hielo los primeros humanos solían buscar carroña observando a los pájaros.

En la mitología nórdica, el cuervo es un símbolo importante y se cree que tiene conocimiento de eventos futuros y pasados. La facultad de entender el lenguaje de los pájaros era signo de gran sabiduría. Odín, el dios principal, tiene dos cuervos llamados Huginn (pensamiento) y Muninn (memoria), que le informan sobre lo que ven y escuchan en el mundo.

Según la Edda poética y la Saga Volsunga, Sigurd probó sin querer la sangre de dragón mientras asaba el corazón de Fafnir. Esto le concedió la habilidad de entender el lenguaje de los pájaros, y salvó su vida cuando los pájaros discutieron los planes de Regin para asesinar a Sigurd.

En la mitología celta, se cree que los pájaros, especialmente los cuervos y los mirlos, tienen conexiones con el Otro Mundo y pueden comunicar mensajes de los dioses o de los muertos.

Según Apolonio de Rodas en Argonáuticas, el mascarón de proa del barco de Jasón, el Argo, estaba construido con roble del bosque sagrado de Dodona y podía hablar el lenguaje de los pájaros. También se dice que Atenea le dio a Tiresias la capacidad de comprender el lenguaje de los pájaros. El lenguaje de los pájaros en la mitología griega puede alcanzarse por medios mágicos. Se decía que Demócrito, Anaximandro, Apolonio de Tiana, Melampo y Esopo entendían a los pájaros.

Rasgos de la religión indoeuropea

Animismo

El sustrato de la religión y mitología indoeuropea es animista. En la mitología nórdica, los Vættir son, por ejemplo, reflejos de los espíritus y deidades animistas de la naturaleza nativa. Los árboles tienen una posición central y se cree que son la morada de los espíritus de los árboles.

En las tradiciones indoeuropeas, la tormenta es deificada como un elemento muy activo, asertivo y, a veces, agresivo; el fuego y el agua son deificados como elementos cósmicos que también son necesarios para el funcionamiento del hogar; la tierra deificada está asociada con la fertilidad y el crecimiento, por un lado, y con la muerte y el inframundo, por el otro.

Personificación y Apoteosis

Todo lo que concierne a la naturaleza de los dioses o a su número, el origen del mundo, su devenir, los fines últimos del hombre, se elevaba al mito.

El origen de las deidades está generalmente en la personificación y representación simbólica de las fuerzas naturales adaptadas a la idiosincrasia de cada rama indoeuropea. Otras deidades son personificaciones divinizadas de ideales, valores y hechos sociales. En otras ocasiones, una deidad puede estar originada también en la apoteosis o deificación de héroes, reyes, sacerdotes, maestros u otros personajes reales de un pasado remoto y recordados por las leyendas orales (evemerismo). A su vez, estas deificaciones pudieron fusionarse con los atributos de las personificaciones y hacer más compleja la imagen de la deidad. Todos estos procesos conllevan la celebración de hombres y mujeres ideales (héroes), lo que gradualmente promueve la existencia de ellos en la sociedad.

Virtud heroica

El culto a la guerra y el heroísmo es parte esencial de la cosmovisión indoeuropea. El culto al sacrificio de las sociedades indoeuropeas está centrado en la noción del deber, del ascetismo y del esfuerzo, especialmente en el campo de batalla. Los caídos en combate son elevados a la categoría divina y se convierten en objeto de culto.

Se valora una vida con honor y con gloria, aunque sea muy corta. Esta elección está ejemplificada en la genial figura griega de Aquiles. Se rinde culto al heroísmo y al sacrificio, aunque ello implique una vida sufrida y esforzada pero finalizada en una muerte heroica y triunfal (Mors triumphalis).

El heroísmo es visto como una cualidad semi-divina, impregnando así toda la mitología, leyendas y relatos de cada tradición indoeuropea. Desde Esparta hasta Germania; en Roma, Grecia y la India aria se ha mantenido la figura del héroe como un ser entre los hombres y los dioses. El heroísmo es considerado una de las mejores virtudes para los indoeuropeos; es la actitud que consigue alcanzar metas elevadas y nos acerca a nuestra naturaleza sobrehumana, considerándose por este hecho como una verdadera ascesis. Sigfrido, Aquiles, Cúchulainn o Arjuna, héroe del Bhagavad Gita, nos muestran un camino de renuncias y sacrificios personales en la consecución de un bien superior. La existencia de este modo, es considerada como una batalla por la superación humana que nos acerca a la divinidad.

Camaradería entre humanos y dioses

Un rasgo sorprendente para los actuales antropólogos, es que a diferencia de algunas religiones antiguas, y de la inmensa mayoría de las actuales, la postración completa a los pies de los dioses, rostro en tierra, no era una práctica común en las culturas indoeuropeas, ya que estas tendían a concebir a los dioses como aliados o protectores, no como figuras que demandaran sumisión total. Los actos de reverencia se expresaban más a menudo a través de rituales, ofrendas y gestos simbólicos que enfatizaban una relación más simétrica, donde los humanos podían mostrar respeto sin anular su propia dignidad.

Un rasgo común en las culturas indoeuropeas era la actitud de camaradería que algunos sacerdotes y guerreros llegaban a tener con los dioses (por ejemplo, Krishna y Arjuna en el Bhagavad Gītā, Eneas y Venus en la Eneida). La relación con lo divino a menudo era más de respeto mutuo o interacción ritual, en contraste con las posturas de absoluta sumisión observadas en otras tradiciones religiosas.

En muchas culturas indoeuropeas, los adoradores (especialmente los sacerdotes y guerreros) se consideraban aliados o servidores de los dioses, más que siervos abyectos. Esto implicaba una interacción con los dioses basada en honor y reciprocidad. Por ejemplo, en el vedismo, los sacrificios y rituales buscaban establecer un equilibrio entre humanos y dioses, sin que los adoradores adoptaran posturas de sumisión extrema.

No obstante, al contrario de lo que comúnmente se ha creído, el acto de arrodillarse como signo de respeto era normal entre los indoeuropeos y no es exclusivo de las religiones abrahámicas. Las posturas de respeto incluían inclinarse, levantar las manos hacia los cielos o realizar gestos simbólicos, como verter libaciones. En la Grecia antigua, los adoradores a menudo se arrodillaban o alzaban los brazos en oración, pero rara vez se postraban completamente.

Aunque poco frecuente, se documentan casos de postración completa en momentos de crisis extrema o humildad ritual. Por ejemplo, en el hinduismo posterior, especialmente en el bhakti (devoción), algunos practicantes realizan postraciones completas ante deidades en señal de rendición emocional y espiritual. En Roma, ciertas ceremonias públicas, como el supplicatio, podían incluir actos de profunda reverencia hacia los dioses, aunque no era la norma cotidiana.

Incluso, en algunos contextos como el teatro o la artesanía, existían tradiciones que permitían la burla o la sátira de los dioses, sin que existiera al respecto temor por su ira, a menos que se violaran las promesas a ellos realizadas. Este fenómeno refleja una relación compleja con lo divino, donde los dioses podían ser venerados, pero también cuestionados o ridiculizados en ciertos espacios rituales o artísticos. Estas representaciones no buscaban desacralizar a los dioses, sino ofrecer una perspectiva humorística o crítica que conectara lo divino con las experiencias humanas.

Algunas castas llegan a ser representadas como iguales frente a los dioses, como ocurría con los sacerdotes en Egipto y los guerreros en el mundo nórdico, al punto de permanecer de pie, frente a frente y con la misma altura, e incluso, utilizando el saludo común indoeuropeo, brazo en alto.

Porque no es un esclavo de un Dios Omnipotente, el indoeuropeo casi siempre reza, no hincado ni postrado en la tierra, sino erguido con sus ojos mirando hacia arriba y sus brazos estirados hacia fuera de su cuerpo.
Hans F. K. Günther, The Religious Attitudes of the Indo-Europeans, 1967.

Para los romanos el temor excesivo o la actitud de sometimiento o esclavitud hacia un dios era superstitio, término que hace referencia a una manifestación exagerada, y por tanto superflua y desordenada, de religiosidad y que aplicaron a las religiones semíticas, principalmente al judaísmo y cristianismo.

Omnipresencia de lo sagrado

La ausencia de un término específico, en indoeuropeo común, para designar lo «sagrado» indica que esta realidad era concebida como omnipresente y no como separada del mundo.

Por una parte, en iranio, en latín y en griego se dispone de dos términos: avéstico spenta/yaoždāta (véase también el gótico: hails/weih); latín sacer/sanctus; griego hieras/hagios.

El estudio de cada uno de los pares atestiguados lleva a suponer, en la prehistoria, una noción bifronte: positiva, "lo que está cargado de presencia divina" y negativa, "lo que está vedado al contacto de los hombres".

Los estudios comparativos muestran que en general se consideraba que la dignidad y naturaleza humana provenía de su continuidad con los dioses. La continuidad de la naturaleza divina se extiende a los animales, a las plantas y al conjunto de la naturaleza, comprendidos en ello también los minerales y los objetos inanimados. Una de las antiguas concepciones sobre el origen de la humanidad identifica a la primera pareja humana con los vegetales. Las corrientes de agua son divinizadas: son dioses en Grecia y en Roma, diosas en la India. Esta sacralización universal es una de las principales características del paganismo indoeuropeo, donde no existe separación entre lo sagrado y lo profano, y los aspectos sociales, políticos y jurídicos siempre están cargados con elementos religiosos. El Cosmos entero está animado por agentes espirituales. Las estaciones, las mareas, las fases de la luna, etc., todo se atribuye a lo divino.

No se trata de una divinización supersticiosa de la Naturaleza, sino de un entendimiento simbólico de ella, en virtud de la cual cada fenómeno y cada evento aparecen como una manifestación sensible de un mundo supra-sensible. El entendimiento pagano del mundo y del hombre es esencialmente marcado por el simbolismo sagrado. La cosmovisión indoeuropea, a diferencia de las religiones abrahámicas, al sacralizar al mundo y la vida, establece su afirmación y no su negación:

El mundo es sagrado, eterno, inconmensurable: el todo y la unidad misma: ilimitado y, sin embargo, semejante a lo limitado; confiable en todas las cosas y, sin embargo, semejante a lo incierto; abarca todo en sí mismo, lo que brota hacia fuera y lo que se oculta hacia dentro; es, al mismo tiempo, una obra de la naturaleza de las cosas y la naturaleza de las cosas misma.
Plinio el Viejo, Naturalis historia, II, 1.

Culto a los ancestros

El culto y veneración a los antepasados, presente en todo el ámbito indoeuropeo, establece una relación benéfica y amistosa con los muertos de la propia familia, que se consideran mediadores entre este mundo y las fuerzas del más allá. Pero incluso a esos parientes muertos, a los que se invoca y se llama a comer y beber las ofrendas del banquete funerario o del festival anual, cuando se acaban los cultos se les recuerda que deben volver a su mundo. De hecho, se les conmina a hacerlo con fórmulas de expulsión que conservamos en algunos ámbitos. Vemos así, la fórmula del tercer día de las Antesterias atenienses: θύραζε Κῆρες, οὐκέτ᾽ Ἀνθεστήρια (thúrāze Keres ukét Antestéria), y la que cierra las Lemurias romanas: Manes exite paterni (Ov. Fast. 5.443).

Los espíritus de los muertos pueden visitar este mundo, a veces como fantasmas, sombras, pero también con forma de animales, especialmente pájaros. En la India védica, se considera que los pájaros son las formas asumidas por los espíritus ancestrales para presentarse en este mundo. Estos espíritus son llamados *patri-, patris o patrikas ('padres, pequeños padres') y *mater> matris o matrikas ('madres, pequeñas madres') con terminaciones diminutas en varias formas afines, fueron adorados entre todos los indoeuropeos en épocas regulares del año, especialmente en mayo y noviembre. En el Rig-veda se mencionan como los pitrís (पितृ) (antepasados fallecidos) y deben ser adorados.

Los "muertos honrados" persistían en cualquier ubicación y también se adoraban de la misma manera bajo el nombre de *Mannus, por ejemplo, los romanos daban el nombre de manes (Di Manes) a las almas de los antepasados que oficiaban de protectores del hogar. El pater familias o padre jefe de familia, era su sacerdote y oficiaba sus ceremonias religiosas y ofrendas en las viviendas. Aunque los antiguos no deificaban todos los muertos, no obstante creían que todas las almas de los hombres de bien pasaban a ser una especie de divinidades, por cuya razón solían grabar sobre los sepulcros estas tres letras iniciales D. M. S. Dis manibus sacrum: 'consagrado a los dioses manes'. El vocablo manes (espíritus de los muertos) deriva del protoindoeuropeo *men-, "pensar". De esta raíz deriva el griego antiguo, menos ("vida, fuerza") y el avéstico, mainyu ("espíritu").

Asimismo, existen muchas formas afines en otros idiomas. Una variación más personal de este ritual fue la conmemoración de los camaradas perdidos por los soldados, que estaba muy extendida entre los romanos y se celebraba como las Rosalias ("fiestas de las rosas"), aproximadamente el 1 de mayo y en la que se depositaban rosas en sus tumbas.

Otras festividades romanas en honor a los ancestros eran Feralia, el 21 de febrero, en la que también se rezaba y hacían sacrificios por los manes. Este día marcaba el final de Parentalia, un festival de nueve días (del 13 al 21 de febrero) en honor a los ancestros difuntos. Otra fecha dedicada a los difuntos era el 13 de mayo, fiesta conocida como Lemuralia, durante la cual los romanos realizaban rituales para impedir que perturbaran sus hogares y vertían leche sobre las tumbas con el fin de llamar a los muertos. En esta fiesta, los espectros de los muertos inquietos o Larvael eran aplacados con ofrendas de granos y las vestales preparaban una salsa sagrada y un pastel de harina con sal de las primeras espigas de trigo de la temporada para ofrecerlos. Asimismo, los patres familiarum romanos se levantaban a medianoche para realizar una serie de rituales arrojando un puñado de habas negras por la espalda para expulsar a los espíritus de los antepasados golpeando un objeto de bronce y pronunciando determinadas liturgias.

Según la mitología irlandesa, tanto el festival de Samhain (cerca del 31 de octubre o 1 de noviembre) como el de Beltaine (cerca del 1 de mayo) son períodos del año en los que se abren las 'puertas' al Otro Mundo, permitiendo que los seres sobrenaturales y las almas de los muertos entren en nuestro mundo; mientras que Bealtaine era un festival de verano para los vivos, Samhain, que marcaba el final del verano y la temporada de la cosecha y el comienzo del invierno o la "mitad oscura" del año, era esencialmente un festival para los muertos. Se creía que durante estas fechas las almas de los parientes muertos volvían a visitar sus hogares en busca de hospitalidad, y se les colocaba un lugar en la mesa durante la comida o se dejaba comida afuera de las casas para recibir a los ancestros muertos en su viaje, se prendían grandes fogatas en los campos llamadas Samhnag un elemento indispensable en Samhain y que, como en toda fiesta estacional, simbolizan la luz del Sol, que en este caso irá disminuyendo. La hoguera propicia la unión de la comunidad, por lo que además toma un sentido social. Los fuegos de las casas se mantenían encendidos toda la noche. Las hogueras, además de alejar a los espíritus malignos, cumplían la función de mostrar a los antepasados el camino a casa.

En Escandinavia existía una celebración similar hacia el final del otoño, el álfablót o 'sacrificio a los elfos', cuando se habían recolectado las cosechas y los animales estaban más gordos. Dado que los elfos eran poderes colectivos con una estrecha conexión con los antepasados y la fertilidad, es posible que el álfablót se refiriera al culto a los antepasados y la fuerza vital de la familia. También parece que Odin estaba implícito y que el dueño de la casa se llamaba Ölvir cuando administraba los ritos. El primer elemento de Ölvir significa "cerveza", que era un elemento importante en los sacrificios paganos nórdicos en general.

El festival de los antiguos eslavos para conmemorar a los muertos se llama Dziady, que literalmente se traduce como "abuelos", en el sentido de "antepasados". Se celebra dos veces al año, en primavera y en otoño, siendo el de otoño el principal. Durante la fiesta, los eslavos organizan libaciones y comidas rituales en las que se ofrecen alimentos y alcohol a los difuntos. Para permitir que las almas de los muertos encuentren su camino al mundo de los vivos, se encienden fuegos y velas. Asimismo, son tradicionales las máscaras de madera con rostros grotescos, similares a los tallados por los celtas. En las mitologías locales tales banquetes son organizados tanto por los vivos como por las almas de los antepasados que comparten el Dziady en las tinieblas.

El nombre dziady se usó en dialectos particulares principalmente en Bielorrusia, Polonia, Rusia y Ucrania (a veces también en áreas fronterizas, por ejemplo, Podlachia, Smoleńsk Oblast, Aukštaitija), pero con otros nombres diferentes (pomynky, przewody, radonitsa, zaduszki) y son prácticas rituales muy similares. Pueblos bálticos como los lituanos también tienen un banquete similar, llamado Ilges y se diferencia muy poco del eslavo Dziady y en Letonia un festival llamado Mārtiņi o Mārtiņdiena se celebra a mediados de noviembre y marca el punto medio entre el equinoccio de otoño (Miķeļi) y el solsticio de invierno (Ziemassvētki) así como el final del periodo llamado Veļu laiks (Tiempo de los muertos) dando inicio a Ledus laiks (Tiempo del hielo), cuando el pantano se volvía transitable y se esperaban incursiones de hombres armados montados en caballos.

En polaco esta tradición pagana prevaleció en la forma de banquete cristiano de Zaduszki (el 2 de noviembre, Día de los Difuntos). La segunda parte del poema épico Dziady de Adam Mickiewicz se dedica principalmente al banquete de Dziady organizado en lo que hoy es Bielorrusia, y es popular entre los rutenios y lituanos durante los tiempos de la Mancomunidad Polaco-Lituana. En Bielorrusia, Dziady (Дзяды) fue llevado a cabo generalmente el último sábado antes del pasado antes del día de San Demetrio, a fines de octubre e inicios de noviembre (Dźmitreuskija dziady, San Demetrio Dziady).

Rito funerario

Oleg siendo velado por sus guerreros, pintura de Víktor Vasnetsov en 1899. Este rito de enterramiento, con túmulo funerario, fue típico tanto entre los escandinavos como en los nómadas de Eurasia.

La hipótesis de los kurganes sugiere que los protoindoeuropeos enterraban a sus muertos en túmulos o cámaras funerarias. Líderes importantes pudieron haber sido enterrados con sus pertenencias, y posiblemente con miembros de su familia o con sus esposas (satí).

Todos los pueblos indoeuropeos, desde Escandinavia hasta India, también practicaban el ritual funerario de la incineración, lo que simbolizaba la ascensión del alma del difunto, a través del fuego, desde la Tierra hacia el Cielo; del mundo material al mundo del espíritu, y su reunión con los poderes celestes y los ancestros. El hombre es un Hijo del Cielo y trasciende hacia su Padre cuando es incinerado.

A los soberanos o héroes se les deposita en el interior de túmulos o montañas, es decir, monumentos celestes de materia vertical que, en su ordenación purificadora, se eleva al Cielo, con la idea subyacente de conservarles en el seno terrestre para que retornen en un futuro momento de máxima necesidad, ejemplos de leyendas medievales basadas en este arquetipo del "rey en la montaña" se pueden citar las del rey Arturo, Ogier el Danés y Federico Barbarroja. Se tiene bien presente que la vida es un ciclo, y que los actos deciden el futuro del muerto en el "más allá". Éste "más allá" no es concebido como un "paraíso pacífico y feliz", sino como un lugar donde aguardan los viejos camaradas de armas, los hermanos de sangre y los antiguos patriarcas de la Raza, y donde la lucha es eterna.

Es común la idea de que el alma debe recorrer un camino, tortuoso y complicado, antes de llegar a su destino en el más allá. Es significativo que este camino sea caracterizado frecuentemente como una vía sin retorno. Es común la creencia de que el alma del difunto necesita ayuda para emprender y recorrer el camino, y que esa ayuda procede principalmente del ritual funerario y de las ofrendas de los parientes. El ritual funerario impulsa al alma a dirigirse al más allá y a alcanzarlo, a fin de evitar que se pierda y regrese a este mundo, lo cual provocaría males a los vivos. Y éste y los demás rituales dirigidos a los difuntos garantizan que el alma se quede en el mundo que ha alcanzado en su viaje. Al menos entre los germanos y los eslavos se constata la creencia de que era necesaria la destrucción completa del cadáver para garantizar la permanencia del muerto en el más allá. Es tras la cristianización cuando surge, entre los eslavos, la creencia en los muertos vivientes, y pone en relación el nacimiento de estas leyendas con la sustitución de la incineración antigua por la inhumación cristiana, la cual causaba no poca extrañeza y rechazo entre los eslavos paganos. La misma creencia subyace en algunas costumbres funerarias escandinavas, como quemar la ropa de cama del muerto, perseguidas por la Iglesia en los siglos XVII y XVIII como costumbres paganas.

Vías de ultratumba

Las religiones indoeuropeas no tenían dogmas sobre el mundo de ultratumba, si bien se concebía el "más allá" como un tipo de prolongación de la existencia terrestre, como demuestran los ajuares funerarios que proveen al difunto de objetos que puede necesitar en la «otra vida». A su vez se formuló la concepción largamente difundida de las «vías de ultratumba»: el «camino de los dioses» ("permanecer por la gloria") y el «camino de los padres» ("sobrevivir por la descendencia"), las cuales excluían a aquellos que no dejaban tras de sí ni recuerdos, ni posteridad, ni descendencia, conllevando a la ausencia de supervivencia (el olvido).

Esta concepción indoeuropea, que era la de la Grecia homérica y que justificaba una supraexistencia mediante ideales coherentes con la realidad natural y que podrían denominarse 'vitalistas', resultaba de algún modo profundamente insatisfactoria y angustiante para cierto tipo de individuos mediocres que eran incapaces de ganarse la gloria por méritos propios. Ésta promesa de «salvación eterna» finalmente fue ofrecida por la fabricación de una tercera vía de ultratumba: el «camino del misterio», es decir, los diversos cultos mistéricos de influencia oriental que aparecieron posteriormente (el de Dionisos, mitraísmo, orfismo, pitagorismo, platonismo y neoplatonismo), que más tarde, durante el período final, compitieron contra las grandes religiones de masas ajenas al mundo indoeuropeo (budismo, judaísmo, cristianismo, islam) en las que encontraron una alternativa que apaciguaba su angustia por la muerte.

Estas "religiones de salvación" fueron extremadamente populares porque dicha promesa no estaba asociada al mérito, al éxito o al heroísmo en batalla, sino a una simple conducta moral, de este modo, el mundo de ultratumba se convertía no sólo en algo mucho más accesible para cualquiera, sino también en algo que perdía su sentido mítico-simbólico y adquiría un sentido literal. A menudo se cree que esta fue la principal causa de las primeras conversiones masivas al cristianismo en Europa y que paulatinamente condujeron a la disolución del mundo indoeuropeo.

El sacerdocio

El origen de las castas sacerdotales, que son la casta de filósofos y de los hombres más sabios de la sociedad, está en la aristocracia guerrera. Los germanos no poseían una casta de sacerdotes y la función sacerdotal era ejercida por los reyes y caudillos (gothi). A menudo también esta función era ejecutada por los capitanes militares, por los patriarcas de los clanes, por los cabezas de familia o por los primogénitos del linaje familiar como en el caso de los romanos. Asimismo, las sacerdotisas de sociedades indoeuropeas son vírgenes, como lo eran las sacerdotisas de Artemisa en Esparta, la Pitia de Delfos o las vestales de Roma que cuidaban el fuego sagrado del templo de Vesta, diosa del hogar y tenían un alto estatus y privilegios especiales.

En la religión romana, los sacerdotes eran intermediarios entre los dioses y los humanos, responsables de realizar rituales, sacrificios y ceremonias para garantizar el favor divino y la estabilidad del Estado. Los más influyentes, eran los pontífices encabezados por el Pontifex Maximus, que supervisaban la religión estatal y las leyes religiosas. Los augures interpretaban la voluntad de los dioses observando el vuelo de las aves u otros presagios (auspicia) y los flámines, dedicados a dioses específicos, como Júpiter (Flamen Dialis), Marte (Flamen Martialis) y Quirino (Flamen Quirinalis). Los romanos también crearon el sacerdocio del rex sacrorum (rey de los ritos sagrados), para llevar a cabo las tareas religiosas, rituales y sacrificios previamente encargados al rey.

*bhlagh(s)men es la palabra indoeuropea que los lingüistas reconstruyen como base de otras dos, tan distantes en el espacio, como son las empleadas por los latinos y por los indoarios e iranios para designar a sus respectivos sacerdotes, flāmen en el primer caso y brāhmaṇa (brahmán) en el segundo. El primitivo rēx ("rey") latino, cuenta con un sacerdote a su servicio, como su equivalente védico, el rasha (rājaḥ) ―la tan conocida palabra majarash (mahārājaḥ) es fácil de trasladar al latín por magnus rēx― cuenta con un brahmán como sacerdote personal. La misma relación existía en Irlanda entre el , el rey de los celtas irlandeses, y su druida propio, aunque el nombre de éste ―derivado del de la encina― no guardase relación con los de sus homólogos latino e indoiranio.

Según Joseph Vendryes, quienes mantuvieron este espíritu conservador que se aprecia en las áreas marginales del mundo indoeuropeo fueron precisamente los sacerdotes. He aquí su explicación:

La India y el Irán, por una parte, Italia, la Galia y las islas Británicas, por otra, han conservado en común ciertas tradiciones religiosas, gracias al hecho de que estos países son los únicos del ámbito indoeuropeo en poseer colegios de sacerdotes. Brahmanes, druidas o pontífices, sacerdotes del vedismo o del avestismo, a pesar de diferencias que saltan mucho a la vista, tienen, sin embargo, en común el mantenimiento de una tradición única. Estas organizaciones sacerdotales suponen un ritual, una liturgia del sacrificio, en suma, un conjunto de prácticas de aquellas que menos se renuevan. Pero no hay liturgia ni ritual sin objetos sagrados cuyos nombres se custodian, sin plegarias que se repiten sin cambiar nada en ellas. De ahí, en los vocabularios, conservaciones de palabras que no se explicarían de otra manera.

Los druidas, según escribe Julio César, "se ocupan de lo relacionado con los dioses, ofician los sacrificios públicos y privados, ordenan todas las cosas de la religión. Un gran número de jóvenes acude a ellos para recibir instrucción, y gozan de una gran estima". A quienes no aceptan sus decisiones les están vedados los sacrificios, lo que equivale a una especie de muerte civil. Un jefe único ejerce la autoridad suprema. "A su muerte, si uno de ellos destaca por su dignidad, le sucede. Si hay varios iguales, se disputan la primacía por el sufragio de los druidas y frecuentemente por la fuerza de las armas". Los druidas estaban exentos del servicio militar y del pago de impuestos. Atraídos por tales ventajas, muchos fueron a seguir sus enseñanzas. Ahí aprendían de memoria un gran número de versos y hay quienes permanecían hasta veinte años en su escuela.

La tradición oral

Los indoeuropeos conocían el valor mágico-religioso de la palabra y el canto (*kan). Una de las características de la religión indoeuropea era la transmisión oral de la tradición y la prohibición de utilizar la escritura.

La religión celta, así como la brahmánica, prohibía escribir sobre cualquier asunto religioso, a diferencia de los demás asuntos públicos y privados para los que los celtas utilizaban el ogham, un sistema de escritura. César afirma que los druidas establecieron esta norma porque no querían que su doctrina se difundiera por el pueblo llano, sino que permaneciera en aquellos dignos de conocerla, y además porque los aprendices de druida, si se confiaran a la escritura, correrían peligro de descuidar la memoria.

Los textos śrutis (श्रुति, 'lo que es escuchado'), entre los cuales se encuentran los Vedas que se remontan al segundo milenio AEC., no fueron escritos en la antigüedad. Estos fueron compuestos y transmitidos oralmente, de una generación a la siguiente, durante casi dos milenios, sin el uso de escritura, en una línea ininterrumpida de transmisión de maestro a discípulo. El indólogo Michael Witzel explica que esto aseguró una impecable transmisión textual superior a los textos clásicos de otras culturas; "es, de hecho, algo así como una grabación". Los brahmanes modernos aún hoy recitan los Vedas en forma de cantos, a través de un proceso tradicional y oral. Además de la recitación, el aprendizaje de los śrutis también implica estudiar las reglas de entonación y acentuación precisas que acompañan a cada palabra, por lo que no sólo las palabras, sino incluso el acento musical o tonal se han conservado hasta el presente. Este conocimiento es esencial para mantener la integridad y autenticidad de los textos sagrados.

Los antiguos brahmanes desarrollaron diversos métodos mnemotécnicos para escuchar, memorizar y recitar śrutis con una fidelidad desmesurada. Se diseñaron muchas formas de recitación o pathas (पाठ, 'camino') para garantizar a la precisión en la recitación, la transmisión y preservación de los conocimientos sagrados contenidos en los Vedas y otros textos de una generación a la siguiente de forma inalterada y sin cometer ningún error. De esta manera, se conservaron todos los 1.028 himnos con 10.600 versos del Rigveda; al igual que todos los demás Vedas, incluidos los principales Upanishads, así como los Vedangas. Cada texto se recitó de varias maneras, para garantizar que los diferentes métodos de recitación actuaran como una verificación cruzada del otro. Esta parte de la educación védica del estudiante se denomina svādhyāya (स्वाध्याय, 'autoestudio').

La memorización exacta es de suma importancia, ya que incluso una pequeña variación en la pronunciación podría alterar el significado del texto sagrado. Esto contradice la idea vulgarmente aceptada de que en todos los casos la tradición oral siempre terminaría por modificarse tanto hasta el punto de que no podría preservarse en su forma original. Que estos métodos han sido efectivos lo atestigua la preservación del texto religioso indio más antiguo, el Ṛgveda (c. 1500 AEC.).

En Escandinavia, las sagas, la poesía mitológica y los cuentos populares también se transmitían oralmente y más tarde se registraron en manuscritos como en el caso de la Edda poética y la Edda prosaica. Los escaldos eran poetas y bardos de la antigua cultura nórdica que componían y recitaban poemas épicos en alabanza de reyes y nobles. Sus habilidades en la improvisación y la poesía eran muy respetadas y desempeñaban un papel importante en la preservación y difusión de la tradición oral.

Templos y lugares de culto

Los protoindoeuropeos no construían santuarios; el culto se celebraba en recintos sagrados, al aire libre. Los lugares de culto eran originalmente los claros de un bosque, las cumbres de las montañas (como entre los antiguos iranios) o lugares donde había dólmenes, menhires y otros signos verticales y "fálicos" prehistóricos. Posteriormente, se erigieron túmulos y templos, que eran concebidos como la envoltura material de la idea espiritual —la coraza material del fuego sagrado espiritual.

La palabra templo deriva de la raíz protoindoeuropea *temh- que significa "cortar" o "separar" en el sentido de delimitar un espacio y separarlo del uso común. De ahí procede el griego temenos (τέμενος; plural: τεμένη, temene) palabra referida a un terreno asignado como dominio oficial, especialmente de reyes y jefes, o separado de usos mundanos y dedicado a un dios: un santuario, un bosque sagrado o un recinto sagrado. El equivalente latino era llamado fanum.

En latín, se denomina templum al espacio rectangular que los augures delimitaban en el cielo para observar las aves y hacer vaticinios. De ahí viene la palabra "contemplar" en español. En las lenguas célticas el nemetón es un espacio sagrado, generalmente un claro en el bosque o un recinto alrededor de un árbol o un altar, en el que la comunidad se reúne y lleva a cabo sacrificios. El término germánico Höf también hace referencia a un recinto separado del resto.

En épocas remotas las tribus eran nómadas, pero tenían un lugar sagrado en el que se reunían para celebrar los grandes festivales religiosos. Con el tiempo dichos recintos fueron desarrollándose más y se realizaron construcciones en ellos. En origen, el "templo" era el espacio sagrado, sólo de manera tardía se aplicó la palabra a la construcción interior donde estaba el altar y la estatua del dios para hacerle ofrendas (en un primer momento se trataba de simples exvotos). Así es como, entorno a estos recintos sagrados que, por ser templos eran espacio de tregua en los que no se podía ejercer la violencia y por lo tanto un buen lugar para los intercambios comerciales, empezaron a surgir poblados. A veces varias tribus emparentadas entre sí se reunían entorno a un mismo recinto, que todas consideraban sagrado. De esta manera surgían las primeras ciudades y es por eso que el templo siempre está en el centro de las mismas y que el dios o la diosa al que se le rendía culto en ese primitivo recinto se convertía en el protector de la ciudad.

El templo, el recinto sagrado, es un espacio que no pertenece a este mundo sino al mundo de los dioses. Normalmente situado en un lugar de poder donde las líneas de ley de la Tierra se entrecruzan. Es un portal que conecta ambos mundos, un puente por el que se puede acceder a las moradas divinas. Por eso no puede dedicarse a otros aspectos que no sean el culto. Un lugar consagrado que pertenece a Asgard, no a Midgard. En él el sacerdote, brahmán, godi o druida, es un pontifex, (pontífice, "hacedor de puentes") entre nuestro mundo y el mundo de los dioses. Del mismo modo, los túmulos funerarios son un portal al mundo de los muertos y un lugar de culto a los ancestros.

Sacrificios y ofrendas

La cosmología reconstruida de los protoindoeuropeos muestra que el sacrificio ritual del ganado, en particular de la vaca, estaba en la raíz de sus creencias, como condición primordial del orden universal. El mito de *Trito, el primer guerrero, implica la liberación del ganado robado por una entidad de tres cabezas llamada *Ngʷʰi. Después de recuperar la riqueza del pueblo, Trito finalmente ofrece el ganado al sacerdote para asegurar la continuidad del ciclo de donaciones entre dioses y humanos. La palabra para "juramento", *h₁óitos, deriva del verbo *h₁ey- ('ir'), después de la práctica de caminar entre animales sacrificados.

Los ritos de sacrificio y ofrendas probablemente eran administrados por la casta de sacerdotes o chamanes. Algunos animales eran sacrificados (*gʰʷn̥tós) y dedicados a los dioses (*déiwos) con la esperanza de ganar su favor. El jefe, como sumo sacerdote es la figura central en el establecimiento de relaciones con el otro mundo.

La libación era un ritual común de ofrenda a los dioses. Los líquidos ofrecidos en las libaciones eran variados, normalmente vino, leche, miel, hidromiel, cerveza, aceite, agua pura y otros líquidos que se vertían en el suelo. En la Antigua Grecia, al comienzo de un banquete o simposio se vertía un poco de vino sin mezclar sobre el suelo para el demon favorable. Normalmente, se mezclaba el vino en tres recipientes (cráteras), y al menos en Atenas se vertía una libación de cada uno de ellos a Zeus, a los dioses del Olimpo y a los héroes.

En Grecia y Roma, se ofrecían sacrificios a todas las divinidades y consistían en animales dedicados a cada una. Por ejemplo, el caballo a Neptuno, el chivo a Baco y, fuera de estos casos, bueyes, toros, carneros, corderos y diversas aves (gallos, palomas, etc.) La inmolación consistía en un principio en derramar sobre la cabeza de la víctima harina de trigo puro mezclada con sal, pero más adelante se llamó inmolación al sacrificio completo. El sacrificio de cien bueyes recibía el nombre de hecatombe.

A los dioses de la tierra y el inframundo se les ofrecían animales oscuros o dorados, sacrificados de noche y quemados por completo.

Holokautein (ὁλοκαυτεῖν) es uno de los dos verbos principales del sacrificio griego, en el que la víctima es completamente destruida y quemada, a diferencia de thúesthai (θύεσθαι), para compartir una comida con el dios y los compañeros adoradores, sacrificio comensal. En este último, las partes comestibles del animal sacrificado se asaban y se distribuían para la celebración festiva, mientras que las partes no comestibles se quemaban en el altar, siendo éstas la parte del dios. Aunque en realidad no estaban obligados a hacerlo, los griegos preferían sacrificar un animal doméstico a un dios o héroe y luego proceder a utilizar su carne como alimento que simplemente consumirlo sin sacrificio, ya que se pensaba que los animales participaban de la santidad de la vida, además de su utilidad secular (leche, huevos, arado). Un sacrificio no tiene por qué ser una función pública que involucre sacerdotes y altares; también podrían celebrarse de forma privada, nacional o individual.

Los protoindoeuropeos probablemente tenían un ritual de sacrificio de caballos para la renovación de la realeza, que implicaba el apareamiento ritual de una reina o un rey con un caballo, que luego era sacrificado y cortado para distribuirlo a los demás participantes en el ritual. Tanto en el Equus October (Caballo de octubre) romano dedicado a Marte, como en el Aśvamedhá védico dedicado a Indra, el sacrificio del caballo se realiza en nombre de la clase guerrera o a una deidad guerrera, y los pedazos desmembrados del animal eventualmente van a diferentes lugares o deidades.

La práctica del sacrificio humano entre los protoindoeuropeos es deducida a partir de un sitio de sacrificios hallado en Luhansk, Ucrania. Esta práctica, que estuvo ausente entre griegos, pervivió con germanos, celtas, geto-dacios y romanos, quienes no lo prohibieron hasta el año 97 AEC. (aunque subsistió bajo la forma de las sangrientas muertes circenses de los gladiadores). Según Julio César, los galos construían grandes hombres de mimbre huecos que eran llenados con criminales y luego eran quemados. Entre los germanos, el sacrificio humano era una práctica esporádica, Adán de Bremen afirmó que se realizaban cada nueve años en el Templo de Upsala en Suecia, y más bien se reservaba únicamente para ser ejecutado por los reyes, quienes detentaban tanto el poder mágico como el jurídico.

Algunos eruditos que juzgan el pasado desde una perspectiva contemporánea, especialmente influenciados por el cristianismo, han manejado estos datos como prueba de la "barbarie" de los paganos y del carácter "primitivo", a la vez "salvaje" e "infantil" de la teología indoeuropea. Pero el sacrificio humano estaba provisto de un simbolismo cosmológico y escatológico singularmente complejo, y con el que, además, la sociedad administraba la justicia y la pena capital contra criminales en nombre de una deidad.[21] De hecho, en la Antigua Roma, la ejecución de criminales a veces se entendía como sacrificios humanos a los dioses.

En el mundo antiguo, la religión no estaba separada de otros ámbitos, como la política; cada oficina de Estado también fue un oficio religioso. Si el sacrificio era el origen y significado del mundo, entonces el orden sólo podía ser restablecido por el sacrificio.

No hay un término común indoeuropeo para designar el «sacrificio». Pero esta ausencia tiene como contrapartida, en las diversas lenguas y con frecuencia dentro de cada una, una gran diversidad de designaciones que corresponden a las distintas formas de la acción sacrificial: 'libación' (sánscrito juhoti, griego spendō), 'compromiso verbal solemne' (latín uoueo, griego euchomai), 'banquete solemne' (lat. daps), fumigación (gr. thyō), 'rito de la luz' (lat. lustro).

En cuanto a «oración», la terminología se formó a partir de dos raíces distintas, El conglomerado dialectal original hitita-eslavo-báltico-armenio (germánico?) atestigua formas emparentadas con el hitita maltái-, «orar», mientras que el iranio, el céltico y el griego presentan derivados de la raíz *ghwedh, «orar, desear».

Interpretación y uso religioso de los mitos

Vulgarmente se suele pensar que en los "viejos tiempos" la gente creía de forma literal en los mitos, y que ahora solo se narran por su valor de entretenimiento, ya que actualmente aparecen en cómics, óperas, películas y otras obras modernas de ficción. Pero muchos mitos se utilizaban con mucha frecuencia para representar simbólicamente eventos tanto naturales como sociales y complejos fenómenos psicológicos. Se puede demostrar que en la época del drama griego clásico, por ejemplo, las ideas sobre las condiciones o preocupaciones sociales o políticas se contaban como un comentario sobre la sociedad griega, generalmente de manera indirecta, que es una forma en que los mitos se usan a menudo ahora. De forma que no es que la gente fuese más crédula en los viejos tiempos. Hay personas ahora, como hubo en el pasado, que creen en todo tipo de fantasías de una manera simple, y siempre hubo y sigue habiendo personas que tienen una comprensión más sofisticada del mundo, de la naturaleza y de la información que se les presenta. El carácter de los mitos que les permite adaptarse a cualquier uso les ha permitido ser de continuo interés y utilidad, y es probablemente este mismo factor el responsable de su preservación.

Existían niveles de interpretación de la religión y la mitología entre la gente y los mitos no siempre se veían de forma literal. Mientras que, por ejemplo, las castas sacerdotales comprendían los mitos y los ritos a niveles simbólicos, esotéricos y metafísicos, las masas quizás entendían la religión de una forma mas superficial.

Para los indoeuropeos, llevar a cabo los rituales y ceremonias, es decir, participar activamente en la celebración de las tradiciones de la comunidad era mucho más importante para los dioses que una creencia literal en ellos, a diferencia de las religiones abrahámicas y fideístas que colocan la fe y la creencia en un dios como esencial.

Por otro lado, muchos textos afirman específicamente que contar o escuchar un mito confiere una bendición a los oyentes. Por ejemplo, el texto celta del Táin Bó Cúailnge tiene un colofón que dice: "Una bendición sea para todos los que deben guardar fielmente el Táin en la memoria tal como está aquí y no deben agregarle ninguna otra forma". Contar mitos también se considera una manera de alabar y honrar a los dioses, por lo que los mitos a menudo se recitan o cantan, especialmente en las festividades de un dios en particular, o como dice Tácito "Las alabanzas de sus dioses y los logros de sus héroes, se suelen cantar en sus reuniones de festival" (Germania c.ii). Este comportamiento está muy extendido entre los indoeuropeos y es importante para entender la religión protoindoeuropea, pero los estudiosos generalmente la han ignorado. El relato o la interpretación de los mitos fue aparentemente el ímpetu original de la tradición del drama griego en los festivales de Dioniso, aunque para el momento en que tenemos un registro escrito de los dramas, no están restringidos en materia de los mitos de ningún dios en particular.[22]

Influencia en otras religiones

Es fácil identificar un origen indoeuropeo en religiones como el zoroastrismo (reforma de la antigua religión irania) o el budismo (reforma del hinduismo y la religión védica), incluso se ha mencionado una influencia del vedismo en el desarrollo del shintoísmo japonés, sin embargo, incluso también en religiones antagónicas e incompatibles como el judaísmo, el cristianismo y el islam se pueden hallar numerosos elementos de origen indoeuropeo, por lo que bien puede decirse que la religión indoeuropea es la madre de todas las religiones. Hoy se sabe que una gran parte de los mitos protoindoeuropeos aparecidos hace aproximadamente 6000 años entre los pobladores de la estepa euroasiática, se difundieron bajo distintas formas a través de muchas culturas del mundo, entre ellas la sumeria, la semítica, la egipcia, la china, e incluso las culturas amerindias.

El judaísmo (religión del Antiguo Israel), obtuvo directamente conceptos indoeuropeos de la cultura persa, mientras que bebía de las tradiciones babilónica, ugarítica y egipcia las cuales pudieron ser influídas, a su vez, por culturas indoeuropeas como la hitita. El cristianismo, además de derivarse directamente del judaísmo, se desarrolló absorbiendo varios conceptos greco-romanos tales como los del orfismo, el mitraísmo y el neoplatonismo.

Elementos como las tríadas de dioses, el árbol cósmico, el gran diluvio, la lucha contra la serpiente y varios mitemas cosmogónicos y escatológicos aparecen en las mitologías de Mesopotamia, Egipto y el Levante mediterráneo. Por ejemplo, el motivo de la creación del universo a partir del desmembramiento de un ser primordial se puede encontrar en los mitos de Tiamat en Mesopotamia, de P'an-ku en China y del monstruo marino Cipactli en la mitología azteca.

El estado previo a la creación de "caos, vacío y tinieblas" y el "abismo acuático" se hallan tanto en el poema babilónico Enuma Elish (lit. 'Cuando en lo alto', s. VII AEC.) como en el libro de Génesis 1:1-2.

El mito del Gran Diluvio en Mesopotamia es protagonizado por Ziusudra (en sumerio), Atrahasis (en acadio) y Utnapishtim (en babilónico) en el Poema de Gilgamesh (c. 2000 AEC). A su vez, éste pasó al relato bíblico del arca de Noé de la mitología hebrea (c. 600 AEC).

El arquetipo del "Héroe contra el Dragón" se repite con Marduk y Tiamat en la mitología mesopotámica (Enuma Elish); Ra y Apep en la mitología egipcia y Baal Hadad/El y Lotán/Yam-Nahar en la mitología ugarítica o levantina. Estas mitologías antiguas influenciaron, a su vez, la creación de los relatos hebreo y cristiano, protagonizados por Yahvé y Leviatán en la mitología hebrea (Isaías 27:1); el Arcángel Miguel y Satanás en la forma de un dragón de siete cabezas y diez cuernos (Apocalipsis 12:7) o San Jorge y el dragón en la leyenda cristiana medieval.

De este modo, cuando el cristianismo irrumpió en Europa, no fue difícil sustituir las deidades paganas correspondientes a este arquetipo por las imágenes cristianas, de forma que los europeos continuaron celebrando en esencia sus arquetipos ancestrales, aunque revestidos con el disfraz cristiano. Por ejemplo, en Croacia, el Monte Perún era antiguamente considerado un lugar sagrado por los eslavos y donde rendían culto a Perún, Dios del Rayo. Para suprimir este culto, los cristianos construyeron una iglesia dedicada a San Jorge donde aún existe una imagen de Perún contra el dragón Veles. Actualmente dicha iglesia se ha visto gravemente deteriorada debido a los constantes rayos que caen sobre ella.[23]

La concepción de un Árbol del Mundo se puede hallar en pueblos de Mesopotamia y el Levante, hasta en pueblos siberianos y amerindios. Algunos expertos solían atribuir estas similitudes cosmográficas a la influencia cultural que tuvieron los siberianos en los nórdicos, pero recientes desarrollos en el estudio de ADN antiguo, así como inovaciones en el campo de la mitología comparada, sugieren que todos estos relatos descienden de un ancestro común: un sistema cosmológico originado en la Siberia de la Edad de Hielo por lo que se trata de uno los mitemas más antiguos recuperables a través de la mitología comparada.

Referencias

  1. Rigveda 10.129. (Nasadiya-sukta) Sacred Texts.com
  2. Teogonía, ll. 116-138. Sacred Texts.com
  3. Metamorphoseon libri, Libro I Sacred Texts.com
  4. Lincoln, Bruce, History of Religions, "The Indo-European Myth of Creation" (1975).
  5. Rigveda 10.90. (Purusha-sukta) Sacred Texts.com
  6. Mircea Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas. Volumen II: De Gautama Buda al Triunfo del Cristianismo. Paidós.
  7. G. Dumézil, L'héritage indo-européen a Rome, págs. 127-142; id., La religión romaine archaíque, págs. 82-88.
  8. Eliade, Mircea (2007). Tratado de historia de las religiones. México: Era. pp. 83 - 101. ISBN 9684111835.
  9. Georges Dumézil, Ouranós-Váruna; étude de mythologie comparée indo-européenne (Urano-Váruṇa: estudio de mitología comparada indoeuropea), París, A. Maisonneuve, 1934.
  10. Lingua Passerum: El Abismo, el Dragón, el Héroe.
  11. Vendidad 13.9 Sacred Texts.com
  12. James P. Mallory & Douglas Q. Adams, The Oxford Introduction to Proto-Indo-European and the Proto-Indo-European World (2006) Oxford, England: Oxford University Press, ISBN 978-0-19-929668-2 p. 410.
  13. Reconstruction:Proto-Indo-European/h₂eHs- Wiktionary
  14. Reconstruction:Proto-Indo-European/-tḗr Wiktionary
  15. Avesta, Vendîdâd XVIII, 51 (108) Sacred Texts.com
  16. Rig Veda I.164.
  17. Atharva Veda 10.8.39-4 Sacred Texts.com
  18. Rig Veda, 8.48. Sacred Texts.com
  19. Survive the Jive: Hyperborean Hallucinogens
  20. Soldados de la bestia —los bersekers y la expansión vikinga
  21. William R. Short, Icelanders in the Viking Age: The People of the Sagas
  22. Moulton, The Ancient Classical Drama. p. 5.
  23. Slavorum: Old Church on mount Perun in Croatia is getting destroyed by thunder strikes

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