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Johann Andreas Eisenmenger
Eisenmenger es mejor conocido como el autor de Entdecktes Judenthum (El judaísmo desenmascarado), que se publicó en dos volúmenes en 1711 y 1714. En esta obra, buscó exponer las creencias y prácticas secretas y nefastas del judaísmo, y afirmó que el éste era una religión que había sido inventada por los antiguos israelitas en un intento de engañar al mundo.
El financiero Samuel Oppenheimer, uno de los miembros judíos más influyentes de la Corte de la Casa de Habsburgo, temiendo que la publicación del libro desatara reacciones antisemitas, lo denunció como una "difamación maliciosa" e intentó prohibir la obra. Aunque fracasó, posteriormente su rival, el financiero y rabino Samson Wertheimer, solicitó con éxito al emperador Leopoldo I que prohibiera el libro.
Su obra fue ampliamente leída y tuvo una influencia significativa en las actitudes europeas hacia los judíos en los siglos XVIII y XIX. Se considera un ejemplo temprano de crítica intelectual al judaísmo y reafirmó la mala imagen que se tenía contra los judíos en Europa en ese momento.
Sumario
Biografía
Admirador del judaísmo
Hijo de un funcionario al servicio del Conde Elector del Palatinado, Carlos I Luis (que en 1673 había ofrecido a Baruch Spinoza una cátedra de filosofía en Heidelberg), Eisenmenger recibió una buena educación, a pesar de la temprana pérdida de su padre a causa de una plaga cuando él tenía 12 años. Se distinguió en el Collegium Sapientiae de Heidelberg por su celo por los estudios hebreos y donde fue formado como teólogo calvinista. Interesado por los secretos de las lenguas semíticas, pronto dominó el hebreo, el arameo y el árabe.
Gracias a una beca otorgada por el Conde Carlos I Luis, fue enviado a Londres y Ámsterdam donde estudió la literatura rabínica con la asistencia de los sabios de las comunidades judías locales durante unos 19 años. El conocimiento idiomático y conceptual que adquirió le permitió colaborar como asesor de varios traductores de la Biblia. También llegó a proyectar una traducción del Corán, la cual nunca completó. En Holanda estableció relaciones amistosas con figuras como el rabino David ben Aryeh Leib de Lida, anteriormente de Lituania y luego jefe de la comunidad asquenazí en Amsterdam. Una estancia prevista en Palestina fue interrumpida por la muerte de su patrocinador en agosto de 1680.
Su respeto y admiración por la cultura hebrea era tan profundo, que en un momento de su vida planeó viajar a Jerusalén para allí convertirse al judaísmo. Sin embargo la lectura del libro Jüdischer abgestreifter Schlangenbalg del converso Samuel Friedrich Brenz le despertó sospechas acerca de cual era la verdadera doctrina de los judíos, lo que lo llevó a revisar detalladamente el Talmud. Su investigación le mostró que esa obra es intensamente cristianófoba y que muchos de los rabinos con los que había estudiado compartían esas opiniones cargadas de odio contra los seguidores de Cristo: de ese modo llegó a la conclusión de que la gran mayoría de los sabios talmudistas sostienen y enseñan que el cristianismo es, en realidad, una maligna invención de Satanás que debe ser repudiada y maldecida.
Eruditos posteriores citan dos episodios durante su estancia en Amsterdam, que pueden ser apócrifos o no, para explicar la formación de su perspectiva antijudaica. Se dice que fue testigo, en 1681, de ataques "desconocidos" contra el cristianismo por parte de un rabino de alto rango allí, identificado como David Lida, y que se indignó al descubrir que tres cristianos que conoció se habían circuncidado y convertido al judaísmo. Las polémicas anticristianas se publicaron, únicamente en Europa, en Amsterdam y la ira de Eisenmenger se despertó cuando Lida citó al rabino Isaías ben Abraham Horowitz en el sentido de que el arcángel Samael, rey de los satanes, era una representación celestial de los cristianos.
Crítico del judaísmo
Indignado de oír tanta blasfemia, a partir de 1681 se abocó a la paciente tarea de recopilar con minuciosidad una gran cantidad de tratados rabínicos en los que queda en evidencia la cristianofobia que profesan los judíos. Con rigurosidad, usando solamente fuentes primarias (algunas escritas en yidish), sin inventar ni falsificar nada, Eisenmenger recortó y tradujo al alemán una selección de pasajes pertenecientes a casi doscientos libros diferentes en los que los maestros del judaísmo emitían opiniones religiosas, jurídicas, filosóficas, esotéricas y políticas en las que injuriaban sin piedad al cristianismo y al islamismo. El resultado fue el monumental Entdecktes Judenthum [Judaísmo Desenmascarado], un voluminoso libro de unas 2000 páginas distribuidas en dos tomos, que antologiza el virulento antigentilismo que cultivan los judíos. Enterados de la empresa que el orientalista llevaba a cabo, líderes de la comunidad judía le ofrecieron una cuantiosa suma de dinero para que quemara los manuscritos, pero el autor -con una loable actitud parrésica- se negó a hacerlo.
La obra, escrita en dos grandes volúmenes, fue publicada por primera vez en Frankfurt en el año 1700, impresionó al príncipe elector, Johann Wilhelm II, quien recompensó a Eisenmenger por su erudición dándole la titularidad de la Cátedra de Lenguas Orientales de la Universidad de Heidelberg, lo que le permitió abandonar su trabajo como bibliotecario y archivista.
Al consultarle el mandatario acerca de qué medidas sugería tomar como experto en asuntos judíos para lidiar con los miembros del pueblo deicida que vivían bajo su jurisdicción, el orientalista le sugirió que emitiese una ley en la que restringiese sus libertades económicas (prohibiéndoles terminantemente el desarrollo de toda actividad crematística), les impidiese emitir opiniones acerca del cristianismo y vigilase sus actividades en las sinagogas. Eisenmenger confiaba en que la presión que el gobierno podía ejercer contra los judíos llevaría a los más honestos y progresistas de ellos a reconocer sus errores y abrazar al cristianismo, mientras que los más pérfidos y conservadores se sentirían forzados a emigrar fuera del Electorado del Palatinado, liberando al pueblo germánico del dominio que estaban instaurando.
La solidez y contundencia de Entdecktes Judenthum dejaba en evidencia que la religión judía era barbárica, supersticiosa y hasta asesina -pues en varios fragmentos se recogen referencias de rabinos proponiendo los asesinatos rituales y la contaminación de los pozos de agua como método para lidiar con los gentiles. Para contrarrestar la influencia que una obra tan seria podía llegar a tener sobre las comunidades judías en tierras germánicas, los usureros Samson Wertheimer y Samuel Oppenheimer -a la sazón representante judíos en la Corte del Emperador Leopoldo I- cabildearon para que el libro fuese prohibido, ofreciéndole cancelar algunas deudas por el favor. De ese modo las 2000 copias que se habían impreso del libro fueron confiscadas y transferidas a la Compañía de Jesús para que las archivase.
Eisenmenger murió súbitamente el 20 de diciembre de 1704, víctima de una apoplejía que bien pudo haber sido el producto de un envenenamiento.
Rehabilitación póstuma
El Rey Federico Guillermo I de Prusia fue uno de los primeros en rehabilitar a Eisenmenger, al ordenar la impresión de 3000 ejemplares en Berlín en 1711, a los cuales tuvo que registrar como si hubiesen sido producidos en Königsberg, ciudad que no estaba dentro de los límites del Sacro Imperio Romano Germánico y, por ende, en la que no existía la prohibición del Emperador. Recién cuarenta años más tarde se le levantó la censura a la obra, pero no fue sino hasta el siglo siguiente que llamó la atención de los eruditos.
Juicios sobre su obra
Dado que Entdecktes Judenthum expone con crudeza el pensamiento supremacista judío, los aludidos han intentado desde el siglo XVIII desacreditar el trabajo de Eisenmenger. Privados de la posibilidad de acusarlo de no conocer el idioma o de haber recopilado fábulas antisemitas de origen apócrifo, los críticos usan el argumento de que hay una descontextualización de los textos seleccionados y una interpretación maliciosa y arbitraria del sentido de algunas expresiones. Sin embargo la mayoría de los textos presentes en el libro son demasiado literales como para necesitar contexto o facilitar una interpretación rebuscada.